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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

Paraíso Robado.

 

Resumen:

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***18***

 

Kardia esquivo a su amante la primeras dos veces que intento tocarlo, pero no la tercera, siendo él quien lo capturo en ese momento, sosteniendo sus manos por encima de su cabeza cuando con un ligero empujón cayeron en la cama que compartían, llevando su aguja a la yugular del santo de acuario que le observaba con deseo.

 

— ¿Sabes que podría matarte con mi aguja en cualquier momento?

 

Degel asintió, relamiéndose los labios cuando Kardia llevo la mano que blandía su aguja a su rostro, chupando los dedos con ansia, a punto de tocar la uña roja con su lengua, por supuesto que sabía que su amante podría matarlo en cualquier momento, pero le confiaría su vida sin pensarlo siquiera y si su omega deseaba matarlo, entonces, moriría, porque sin su escorpión el mundo dejaría de tener sentido para el santo de cristal.

 

— Lo sé, se que eres muy fuerte Kardia, no lo dudaría ni por un instante, pero también sé que serías incapaz de hacerme daño.

 

Kardia asintió, eso era exactamente lo que deseaba escuchar de los labios de su amante, quien inmediatamente usando su peso cambio las posturas que compartían, deseaba a su omega como nunca, mucho más ahora que por fin había terminado el celo y su escorpión ya deseaba tocarlo, pero también sabía que esa era la forma que usaba para esquivar cualquier clase de discusión.

 

— Tenemos que hablar.

 

Pronuncio de pronto, congelando las muñecas de Kardia, inmovilizándolo por un instante, Degel sabía que su escorpión deseaba huir de su perdida, pero ya había pasado demasiado tiempo sin escucharlo ni un instante, sin querer creer en sus palabras o en lo que había encontrado en los libros que reviso buscando la razón de su aborto.

 

Eran jóvenes, casi niños, era seguro que su pequeño no sobreviviría lo suficiente, lo perderían como muchos otros lo hicieron, porque sus cuerpos no estaban preparados para ese cambio, para sostener la vida y perder a su primer hijo era mucho mejor, que perder al que sería su padre. 

 

— No quiero hablar sobre lo que tú deseas tratar.

 

Eso era casi un puchero pensó Degel, sentándose sobre su amante, quien le parecía mucho más lindo aun cuando fruncía el seño, permaneciendo en aquella postura con sus brazos a la altura de su cabeza, porque lo deseaba, ya que de querer liberarse lo hubiera logrado en cuestión de segundos.

 

— Si tú quieres irte, sabes que puedes romper esos grilletes con facilidad.

 

Kardia asintió, quebrando los grilletes de hielo pero sentándose a su lado, parecía dispuesto a conversar con él por primera vez desde su aborto, aunque no parecía extremadamente feliz por hacerlo, desviando su mirada, enfocándola en el suelo.

 

— No quiero intentarlo de nuevo.

 

Esperaba que Degel comprendiera su decisión, pero parecía que no era aquello lo que necesitaba decirle, al menos no por ese momento, porque simplemente asintió aceptando esa decisión, tampoco creía que aquel fuera el mejor momento para traer un pequeño al santuario, sentía un mal presentimiento y creía que muy pronto de un momento a otro el hogar que conocían desaparecería por uno completamente diferente.

 

Shion actuaba de una forma extraña, Aspros parecía enloquecido y una extraña presencia podía sentirse en el ambiente como asechándolos, esta energía era diferente a cualquiera que hubiera sentido antes, haciendo que se preguntara que era exactamente lo que estaba pasando en el santuario que llamaban hogar, que era eso que los estaba envolviendo sin que pareciera que nadie se diera cuenta.

 

Y creía que tal vez aquella presencia, aquella siniestra aura que sentía en el aire rodeándolos, estaba enfocada en algo más que Athena, tal vez en los omegas del santuario, porque nunca antes habían nacido algunos, a excepción de Sage, que fueran tan poderosos como los tres que habitaban las doce casas del zodiaco.

 

— No es de eso de lo que quiero hablarte, se que tarde o temprano comprenderás que no fue tu culpa, Kardia.

 

Eso era una mentira, el había matado a su pequeño muchos años atrás, un hermoso bebe que maduraba en su cuerpo, el que no existió por más de seis meses, una criatura perfecta que representaría la perfección de su amor, la que aun se imaginaba cargando en su regazo, creciendo y riendo con los ojos de su padre.

 

— Lo que quiero saber es…

 

Degel recorrió la mejilla de Kardia con delicadeza, parecía triste, demasiado ansioso y su escorpión atrapo su mano con la suya, restregándose contra ella.

 

— ¿En realidad crees que te trato como a un esclavo? ¿Crees que no pienso que seas más que una propiedad?

 

Degel respiro hondo, necesitaba saber que su escorpión comprendía lo mucho que lo amaba, cuanto le respetaba, que nunca sería un objeto para él, como podría estar enamorado de un objeto, solo una criatura tan maravillosa como Kardia lograría que su corazón latiera.

 

— Porque de ser así, dime que he hecho mal para poder cambiarlo.

 

Kardia no supo que responder al principio, sentía que la duda se comía su cordura y al ver cómo eran tratados los otros omegas, aun Manigoldo, siendo uno de los santos de la elite dorada, o aquellas fueron las palabras que el anciano Hakurei menciono en alguna ocasión, no sabía si en verdad estaba con Degel porque eso era lo mejor para él, o para el santuario, ensuciando los motivos de su amor, el que sabía era sincero, pero no la importancia para su amante.

 

— ¿Qué soy para ti?

 

Debía saberlo, aunque lo acusaran de ser demasiado débil o inseguro, necesitaba comprender que era para Degel, deseaba ser su igual más que nada, no una propiedad o una cosa que pudiera manejar a su antojo, porque en el momento en que Aspros fuera el patriarca o tal vez el propio Shion, quería creer que su alfa estaría de su lado de ser necesaria una rebelión a las costumbres que trataban de revivir en ese santuario.

 

— Ya lo sabes.

 

Degel se acerco más a él, hincándose delante de él, mirándolo fijamente a los ojos, tratando de comprender que significaba esa pregunta, porque en todo el tiempo que llevaban juntos, sólo le había demostrado cuán importante era para él.

 

— No, no lo sé.

 

El santo de cristal no pudo comprender esa respuesta e intento pronunciar alguna palabra que le contradijera, alguna clase de sonido, pero su escorpión cubrió sus labios con su mano, con suficiente suavidad como para que comprendiera su necesidad por aclarar su mente, destruir sus temores.

 

— No sé si soy tú igual o solamente tú omega.

 

¿Su igual o su omega?

 

Se pregunto Degel en silencio, encontrando las dos palabras como un sinónimo, puesto que para él un omega era tu otra mitad, tu alma gemela, aquella criatura que siempre estaría contigo, sin importar lo que pasara, la forma en que la diosa pavorreal se aseguraba que sus hijos no estuvieran solos, que ambos estuvieran protegidos.  

 

— Eres las dos cosas, creía que lo había dejado claro.

 

Degel beso la mano de Kardia con delicadeza, restregando su mejilla contra el dorso, cerrando los ojos al sentir como su escorpión se alejaba de él, levantándose de la cama, alejándose algunos cuantos pasos con demasiada lentitud, así no era su omega, su compañero era puro fuego.

 

— Pero que soy primero, porque si yo no soy tu igual, en ese caso que soy para ti…

 

Parecía triste, desilusionado de alguna forma, tal vez temeroso y eso no quedaba en su amante que siempre era valiente, enérgico, lleno de vida, tan ardiente como su veneno o su corazón.

 

— Porque no quiero ser tu propiedad.

 

Pronuncio de pronto, cruzándose de brazos, sin atreverse a mirarle a los ojos, Degel escucho esas palabras atónito, maldiciéndose en silencio, preguntándose que había hecho para que su amado pensara que lo veía de esa forma.

 

— ¿De qué estás hablando?

 

Degel inmediatamente camino en su dirección rodeando su cintura con sus brazos, acariciando su cabello ensortijado, el que encontraba hermoso, como cada diminuto detalle de su omega, aunque él no quisiera creerlo, Kardia era su corazón, algo que siempre cuidaría, sin importar los sacrificios que tuviera que realizar, al que seguiría al fin del mundo de ser necesario.

 

— Shion ha sido muy claro, el cree que no somos más que objetos, lo he visto tratar animales con más respeto que a nosotros dos, porque ignora que Cid es también uno de los nuestros.

 

Kardia respiro hondo, dejándose mimar por Degel, quien escuchaba atentamente cada una de sus palabras, jurándose que si veía que ese malnacido insultaba o volvía a levantar la mano en contra de su amante, le dejaría muy claro que no lo permitiría por más tiempo, que debía guardar silencio, respetarlo, no porque fuera un omega, o su pareja, sino porque era un santo tan poderoso y honorable como los demás, en realidad, mucho más valioso, porque él tenía el don de dar la vida, sin importarle que su escorpión se molestara por meterse en sus combates como le gustaba decirlo.

 

—Aspros no tiene que decir nada, ni siquiera los ancianos, el podría violar a Manigoldo en Rodorio y lo único que pasaría sería que le obligarían a entregarse a él mucho más rápido.

 

Degel sabía que eso era cierto y justo como Kardia odiaba esa clase de rituales arcaicos, porque eso significaba que de no tener suerte, de no ser el santo de cristal o de no ser correspondido por su amable escorpión, le hubieran obligado a ser su amante o el de cualquier otro, de existir la posibilidad o necesidad de cimentar las alianzas del santuario con otros dioses.

 

— Los tres sabemos que de una u otra forma lo harán.

 

Pero eso no había pasado y Degel estaba seguro que le debía su felicidad a Sage, el único que parecía velar por la seguridad de los omegas, porque aun él, a pesar de saber que Aspros estaba cazando a su conejito, le dio la espalda para buscar a su escorpión, diciéndose que no podía dejar que su corazón se incendiara, sintiéndose miserable por unos momentos, pero tenía razón al preocuparse por la enfermedad de su amado escorpión.

 

— Y a veces me pregunto qué fue lo que hizo que Sage nos designara como compañeros, si no fue la misma razón por la cual piensan modificar la dupla de cáncer y piscis por la de cáncer y géminis.

 

Degel negó aquello con un movimiento de su cabeza, con tanta firmeza que sorprendió a Kardia, no fue Sage quien le concedió a su compañero, fue su capacidad para seducirlo, atraerlo a él, enamorarlo con lentitud y delicadeza, no había nada forzado en su relación.

 

— No me interesa lo que piensen los demás, pero tú sí, necesito saber que soy más que un objeto para ti, que sigo siendo tu igual, que soy mucho más que un simple omega.

 

Kardia lo abrazo entonces con más fuerza, pidiéndole que de esa forma lo envolviera con su aire frio, con sus brazos, apretándolo contra su cuerpo, escuchando con preocupación que su escorpión dudaba de su amor, de su destino, tal vez por lo que veía que ocurría con los demás omegas, con sus aliados en el combate.

 

— Eres mi compañero, mi omega, mi aliado, mi tesoro, eres la razón por la cual he entrenado tan duro toda mi vida… tu eres mi corazón.

 

Pronuncio Degel, mirándolo a los ojos, separándose apenas unos centímetros, tratando de buscar la forma de pronunciar cuanto le amaba, lo mucho que lo deseaba, que lo necesitaba consigo.

 

— No, ya hablaste tu, ahora me toca a mí.

 

Kardia trato de interrumpirlo, pero Degel no lo permitió, cubriendo ahora él sus labios con su mano abierta, esperando que su escorpión le dejara responder su pregunta con la precisión de un hombre de las cavernas, porque en ese momento cuando estaba al lado de su amado su lengua siempre se trababa y cuando era un niño enamorado de su compañero era mucho peor, aun ahora se daba cuenta que no era el más elocuente de los santos de Athena o de cualquier otro dios.

 

— Comprendo que para muchos ser un omega sea una maldición, pero yo considero que fue una bendición que te puso en mi camino.

 

Degel no podría agradecerle lo suficiente a la diosa Hera por reunirlos, a su diosa Athena, a Sage, a cualquier deidad que le dio la oportunidad de conocer a su compañero, quien le miraba sorprendido.

 

— ¿De qué otra forma yo poseo la cura de tu enfermedad o tu logras derretir el hielo que se estaba formando en mi corazón?

 

Kardia no lo sabía, pero por un momento creyó que dejaría de sentir amor, compasión, deseo, aun odio, que perdería esa facultad que lo hacía humano, pero de pronto llego su amado escorpión, reavivando sus deseos, sus más profundos sueños, derritiendo el hielo que se formaba en su ser transformándolo en una criatura sin alma, reavivando su corazón que latió con fuerza por primera vez cuando vio a su omega, convirtiéndolo de nuevo en un ser humano, no solo un arma del santuario de Athena.

 

— No es justo que pienses que esto es una maldición, pero veras, sin ti, mi vida entera lo sería.

 

Kardia sonrió, apenas moviendo sus labios, sintiendo como Degel besaba su frente y sus mejillas con cuidado de no asustarlo, a su omega no le gustaba lidiar con sentimientos que no fueran dedicados a la batalla, despejando su rostro del cabello ensortijado de color azul.

 

— Tú eres mi igual, en todos los aspectos, eres mi omega y yo soy tu alfa, fuimos hechos para estar juntos.

 

Eso era lo que esperaba escuchar, necesitaba saber que lo amaba y que lo respetaba, que no era un objeto para él, aunque aun estaba molesto por haberle mostrado a Sage su paraíso privado fuera del santuario, aun a Manigoldo, ignorando su decisión, pero suponía que era cierto, Degel sabía que no tenía una sola oportunidad de haberlo consultado antes con él, tal vez mostrándoselo creyó que caería en su trampa.

 

— Athena sabe que agradeceré eternamente a Sage el haberte dejado a mi cuidado cuando lo hizo y el que pudiera llegar a ti por medio de mis cartas, de otra forma se que estaría perdido.

 

Degel volvió a reírse de su temor, recordando los celos que sentía de los otros omegas, en especial del cangrejo, era una risa delicada, pero que fascino a Kardia, quien rodeo su cuello con ambos brazos, alejándose un poco, apenas lo suficiente para poder ver su sonrisa.

 

— No has respondido mi pregunta.

 

Le recordó Kardia, jalándolo hacia él, de nuevo en dirección de la cama, sintiendo como Degel lo cargaba por las piernas, sentándolo en ella con algo parecido a la rudeza en un amante que lo trataba como si estuviera hecho de cristal.

 

— Tú eres aquello que me complementa y que no podría soportar no tener a mi lado, eso eres para mí, mucho más que un igual o un omega, eres mi todo.

 

E inmediatamente sus labios se unieron en un beso desesperado, fundiéndose en uno solo, o intentando hacerlo, cuando su ropa servía como una inquebrantable barrera que no duro demasiado tiempo en su lugar.

 

Kardia desnudo a Degel con rapidez, haciendo que se recostara en su cama colocando su aguja debajo de su barbilla, obligándolo a mirar cómo se quitaba sus prendas una por una con demasiada lentitud, torturándolo con la espera.

 

Habían pasado unos días desde que termino su celo, durante el cual Kardia lo mantenía alejado de su cuerpo, prohibiéndole verlo siquiera, encerrándose con alguno de sus hermanos omegas, quienes servían como chaperones.

 

Evitando que Kardia perdiendo la cabeza y el sentido común le saltara encima, su escorpión lo deseaba demasiado, tanto que no podían separarse durante sus celos, a menos que tuvieran ayuda, él generalmente trataba de realizar misiones, largos entrenamientos o no perder la paciencia cuando Aspros encontraba graciosa su espera, sin entender, que respetaba los deseos de su amado porque de eso se trataba ser su compañero, su alfa, no de mandarle como si se tratase de un esclavo.

 

Kardia se alejo un poco más cuando por fin se desvistió por completo, iluminando su cuerpo con su aguja escarlata, apenas algunas partes como si quisiera mostrárselas a Degel.

 

— Ven alfa.

 

Degel se rio entre dientes y le obedeció, ya sabía lo que Kardia esperaba que hiciera, sosteniéndolo de la cadera para juntarlo a su cuerpo, besando sus labios con delicadeza al mismo tiempo que sus sexos se restregaban por unos segundos.

 

— ¿Así?

 

Kardia utilizo su aguja para recorrer la piel de Degel, rozando uno de sus pezones, para después posarse en su barbilla, relamiéndose los labios antes de caer de rodillas delante de él.

 

— No quiero que te muevas, no eres más que una estatua de hielo y yo soy tu escultor.

 

A ellos les gustaba fantasear, en realidad a Kardia le gustaba tener el control de sus encuentros íntimos y él se complacía con darle ese placer, a veces eran enemigos, el ganador tomaba al perdedor, en otras ocasiones le gustaba que le dijera lo que estaba haciéndole utilizando su “lenguaje de libro” como le llamaba su escorpión, otras ocasiones trataba de actuar conforme las historias que leía, como en aquella ocasión.

 

— ¿Quieres ser Pigmalión? ¿Eso me convierte en Galatea?

 

Kardia no le respondió recorriendo sus piernas con cuidado, restregando su rostro contra su cadera, llevando entonces una mano a su entrepierna, jugando primero con su vello púbico para después recorrer su sexo, comprobando que su estatua de hielo ahora se trataba de una hermosa criatura de carne y hueso, al igual que hacia ese escultor en el tratado de mitología que les mostro Krest mucho tiempo atrás.

 

— Que nombres tan feos…

 

Degel jadeo pero trato de mantenerse quieto cuando Kardia beso su sexo, masajeando sus nalgas, riéndose cuando sintió que sus rodillas comenzaban a doblarse, levantándose con lentitud, recorriendo su pecho, chupando uno de sus pezones para después empujarlo en la cama sin cuidado alguno.

 

— Dijiste que yo era una estatua.

 

Kardia se recostó a su lado, aun acariciando su sexo, besando sus pezones alternando entre ambos, escuchando como Degel jadeaba con delicadeza, su sexo despertando con rapidez.

 

— Porque no quiero que te muevas, no por el momento.

 

Degel asintió, le daría todo el control a Kardia y después, trataría de acariciarlo cuando se aburriera de ese juego, deteniéndose cuando su sexo ya estaba duro, palpitante entre sus dedos.

 

— Aunque te traje a la vida.

 

Eso era cierto en más formas de las que su escorpión jamás lo entendería, quien separándose  de su cuerpo, se sentó sobre sus caderas para poder empujarse sobre su dureza, gimiendo cuando al fin después de una larga espera su cuerpo sentía a su alfa penetrarlo a su ritmo, bajando un poco más, escuchando los jadeos de su amado compañero que seguía tratando de no moverse.

 

— Y siempre te cuidare de cualquier mal en agradecimiento.

 

Kardia sonrió al escuchar esa promesa cabalgando a su alfa, subiendo y bajando con fuerza, gimiendo sin control, arqueando su espalda cuando sujeto las muñecas de su amado, llevando las palmas a su cintura, esperando que lo sostuviera.

 

— ¡Muévete maldición!

 

Degel asintió y comenzó a moverse a su ritmo, sosteniéndolo de la cadera, empujando con fuerza para de pronto cambiar sus posturas, necesitaba un punto de apoyo para que su escorpión pudiera ver las estrellas.

 

— ¡Sí! ¡Sí! ¡Así!

 

Pronuncio Kardia llevando una mano a su cuello, recargándose apenas en el colchón, gimiendo cuando Degel empujaba con fuerza, besando su cuello, lamiendo sus hombros.

 

— ¿Te gusta?

 

Kardia asintió derramándose en el colchón, sintiendo la semilla de Degel manchar su espalda, no le gustaba que terminara dentro de su cuerpo y su alfa siempre lo escuchaba, jamás hacia nada que no deseara, exceptuando aquellas ocasiones que le hacía enfadar.

 

— Sabes que si…

 

**19**

 

Minos observo con detenimiento como Radamanthys desaparecía en aquel portal, su aroma aun impregnaba el ambiente y por un momento estuvo dispuesto a usar sus hilos, someterlo como en los buenos viejos tiempos, cuando el alfa tomaba aquello que deseaba, pero no era un animal como su hermano, él sabía cómo moverse en el inframundo o en la tierra para obtener aquello que deseaba.

 

En el caso de que tuviera que hacerlo, pero Minos debía recordarse que era el principal juez del inframundo, quien tenía el poder absoluto sobre las almas, la última decisión de sus tormentos.

 

Aiacos y Radamanthys, aunque no les gustara esa verdad, eran sus subordinados y la única razón por la cual habían colocado a su querido hermano como el perro guardián de Pandora, esa chiquilla molesta que no sabía qué hacer con él, era su estatus como Omega, era inofensivo hasta cierto punto y la pureza de la dama negra del inframundo estaba en buenas manos.

 

Podría ingresar a sus habitaciones, tomarlo para él a la vieja usanza, pero no tenía caso alguno desperdiciar sus energías en un combate cuando podía exigirle a la pequeña bruja que le ordenara a Radamanthys entregarse a él, su hermano era incapaz de desobedecerla o levantar una sola mano en su contra, de eso se aseguro su dios Hades cuando los recluto.

 

No quería iniciar una batalla innecesaria con él, cuando podía visitar a la dama negra del inframundo y exigirle un tributo, ella era poderosa, eso era cierto, pero inútil ahora que los dioses guerreros habían despertado.

 

Que su dios aun carecía de cuerpo y que se había encerrado en sus habitaciones, prohibiéndole la entrada a cualquiera, tal vez buscando el envase adecuado para su poder.

 

En realidad no le importaba demasiado qué clase de persona elegiría su dios o cuánto tiempo se tardaría en hacerlo, cuando diera la orden estaba preparado para atacar el santuario, su ejército liberaría esas desdichadas almas del dolor, pero antes, esperaba que aquella bruja orgullosa le concediera el pequeño favor que deseaba.

 

Sus pasos eran decididos cuando ingreso en la alcoba de aquella mujer, aunque debería decir niña porque aun era excesivamente joven, quien tocaba su harpa con los ojos cerrados, completamente sola, los dioses gemelos seguramente jugaban ajedrez o descansaban en los campos elíseos, ensimismados en su inmortalidad.

 

— Señorita Pandora.

 

Se anuncio deteniéndose a unos cuantos pasos, el espectro con apariencia felina casi erizo su cabello al ver su sonrisa, como si en realidad fuera un gato, a quien una sola mirada suya lo silencio, pero no a esa pequeña bruja que se levanto de su asiento, caminando rápidamente en su dirección, tratando de darle una bofetada que sostuvo con una sola mano, casi torciendo su brazo con fuerza.

 

— Yo no haría eso si fuera usted señorita Pandora, a diferencia de Radamanthys, a mi no me importaría darle una lección sobre modales, ya que los suyos son muy pobres.

 

Pandora abrió los ojos, como si su actitud le sorprendiera, su felino se lanzo en su contra cuando pudo moverse, pero con tres de sus hilos invisibles lo lanzo lejos, atravesando una de las paredes de aquella habitación, al mismo tiempo que una docena más cubría a la dama negra del inframundo, aunque debería decir, la niña monstruo del abismo, inmovilizándola, pero sin causarle daño.

 

— ¿Qué es lo que deseas?

 

Minos la dejo bajar en un instante, con cuidado de que no cayera en el suelo, manteniendo sus hilos ondulándose a sus espaldas, sus ojos fijos en ella detrás de su cabello blanco, manteniendo su sonrisa lobuna, esperando que Pandora comprendiera que hablaba en serio, que no se preocupaba demasiado sí tenía que darle una lección o dos acerca de su mala educación, Hades nunca le había dado la espalda.

 

— Dicen que usted sabe acerca del secreto de Radamanthys.

 

Pandora inmediatamente puso una expresión de asco y desdén que Minos encontró insultante cuando la dirigía contra su omega, cruzando sus brazos delante de su pecho, en una postura grácil, pero que hablaba del miedo que le tenía a los hilos que ondulaban a su alrededor, como si fueran serpientes o gusanos.

 

— Que está buscando un buen alfa para él, como un castigo por haber guardado silencio, insultándola con esa acción, porque eso lo único que demuestra es lo mucho que desconfía de usted.

 

Ella, con sus catorce años de edad, encontraba ridícula la noción de que su perro guardián fuera uno de esos supuestos Hijos de Hera, un Omega, mucho más la supuesta indiferencia de Minos, uno de los tantos espectros que esperaban ganarse la sumisión de Radamanthys, la que solo debía pertenecerle a su dios, a nadie más.

 

Por eso le parecía un insulto de los dioses del Olimpo que hubieran seleccionado al mejor de los tres jueces como uno de los supuestos regalos de la diosa de los nacimientos, suponiendo que cuando llegara el celo, esa desagradable época del año en la cual por siete días los omegas eran fértiles, el fiel Radamanthys no sería más que una perra, una zorra, esperando ser poseído por un alfa.

 

Eso no podía permitirlo, por lo que debía encontrar la forma de cancelar esa maldición o en todo caso, usarla a su favor, utilizando a su alfa como el medio para comandarlo, si es que llegaba a desobedecer.

 

— Aun no sé si debo darle un alfa muy grande o uno muy feo, para que aprenda a no mentirme…

 

Pandora encontraba esa acción divertida, como si no comprendiera que Radamanthys era su hermano menor, era de alguna forma su responsabilidad, aunque solo hubieran compartido su sangre durante una vida, pero suponía que esa niña bruja no comprendía el deseo que sentía por ese omega o en todo caso no le interesaba en lo absoluto, insultándolo de esa forma.

 

— Zelos, Stand o Raimi podrían funcionar como un castigo a su insolencia.

 

Minos no encontró aquella noción divertida, esos espectros eran débiles e indignos, mucho más cuando él deseaba convertirse en el único alfa de ese escurridizo dragón, cuyos gustos en compañía eran pésimos, primero estaba esa bruja que lo trataba como un esclavo, no un esclavo sino un perro, después esa oportunista arpía, quien aprovechaba su cercanía para utilizar el poder de su supuesto señor como una protección, sin comprender que solo un espectro de su nivel podría apreciarlo por lo que era, sin usarlo de ninguna forma, solo tal vez para poder complacerse mutuamente.

 

—  No hará ninguna de esas dos cosas, señorita Pandora…

 

Ella de pronto parecía confundida, los hilos aun seguían rodeándola amenazantes y comprendía que de un momento a otro le atraparían, causándole daño, pero lo que mas le sorprendía era que se atreviera a ordenarle a su señora que hacer, Minos en realidad era demasiado atrevido.

 

Minos había dejado de sonreír, en ese momento parecía serio, como si la mera idea de esos espectros tocando  a esa zorra fuera insoportable para él, haciendo que se viera mucho más aterrador que antes, que su sangre se helara y tuviera miedo por su seguridad.

 

— Y ningún espectro se atreverá a incomodarme aceptando esa orden suya.

 

Minos era un hombre que era conocido por su sadismo en la batalla, así como en otras áreas, que una señorita como ella no debía comprender, pero lo hacía, no se detendría en el momento en que quisiera lastimarla.

 

Ni cuando se vengara de cualquier otro que deseara a Radamanthys para él, suponiendo que mataría de una forma indescriptible a la arpía por atreverse a tocar su señor, ese perro rabioso por fin sería puesto a dormir.

 

— Lo que usted hará será entregármelo a mí, como mí omega, por esta y las siguientes vidas que sirvamos a nuestro señor Hades.

 

El primer juez del inframundo se atrevía a amenazarla, a decirle que hacer con el ejército de su hermano con tanta tranquilidad que parecía tener el derecho absoluto para eso, mostrando un descaro tan grande que de estar cerca Radamanthys le haría tragarse sus palabras con la fuerza de su perro guardián.

 

— Porque ningún sucio beta, como son esos tres insectos… nadie, se merece a mi hermano menor. 

 

Pero no estaba presente, porque ese omega traicionero se encontraba en celo, tal vez buscando un amante que lo complaciera, como si no fuera más que una zorra, una ninfa del templo de Thanatos, la clase de criatura que mas odiaba.

 

— Veremos a quien deciden obedecer entonces, más aun cuando se los entregue encadenado y desnudo en su cama.

 

Minos la rodeo de pronto con sus hilos, elevándola en el aire con los brazos abiertos, imitando una cruz, sus ojos reflejaban crueldad, sus labios estaban curvados en una sonrisa que le recordaba los dientes de un tiburón, pero aun limitaba el daño de sus armas, cargándola simplemente, sin cortarla, ni dañarla de ninguna forma, sólo porque era la hermana del dios Hades le daría una oportunidad de redención, de lo contrario, su hermosa cabeza caería rodando junto a la de esos tres insectos.

 

— Nadie sabe cuánto dolor puedo infligir a una persona con mis hilos… para que al final, cuando esta insolente bruja crea que no soporta más, cortarla en pequeños pedazos que esparciré por el inframundo y supongo, que sólo sería una perdida lamentable, puesto que su tarea, ya se realizo.

 

Poco a poco los hilos que la rodeaban iban ajustándose a su cuerpo, cortando algunas partes de su ropa y unos mechones de cabello, los ojos de Minos le observaban con detenimiento, con demasiado placer, en verdad este hombre era un personaje sumamente sádico.

 

— Pero eso no terminaría en ese momento, cuando muera, yo mismo me encargare de mandarla al peor de los círculos del inframundo para que pague su ofensa, junto a esos tres insectos, sólo se un alfa se merece a mi querido hermano.

 

Pandora no le mostraría su temor, pero si cumpliría su petición, porque no encontraba un mejor castigo para Radamanthys por mentirle que entregarlo a la persona que lo traiciono en el pasado, a quien sabía despreciaba más que a ningún otro, el que le haría sufrir tanto como grande era su enojo y sus celos, porque nadie más que Minos se atrevería a tocar al segundo juez del inframundo, además de que era el indicado para poner a dormir al perro rabioso.

 

— No hace falta que te humilles de esa forma Minos, Radamanthys es tuyo por derecho, como nuestro espectro más poderoso.

 

Minos la dejo bajar con cuidado, dándole una reverencia como único saludo, con el permiso de la dama negra, ningún espectro podría interponerse entre él y su omega, e intento marcharse para poder someterlo con sus hilos, pero de pronto sintió como Pandora posaba su mano en su brazo, llamando su atención con ese gesto.

 

— Solo tienes que arrebatárselo a esa desagradable arpía, probablemente en una justa…

 

Minos no entendió sus palabras en un principio, preguntándose quién se atrevería a enfrentarse a él cuando les había ordenado a sus soldados esparcir la noticia de que Radamanthys era suyo y que si tan siquiera lo veían de una forma que no le gustaba a su alfa, se encargaría de castigarlos.

 

Adelantándose a las ordenes arbitrarias de la niña bruja, que le miraba con sorna, una desagradable expresión que estropeaba sus facciones.

 

— Porque estoy segura, que mientras tú mostraste consideración hacia mí, Valentine, ese sucio gusano, fue directo por el premio que tu tanto codicias.

 

Pandora se río al ver su sorpresa y su desesperación, relamiéndose los labios cuando Minos asintió sin decir nada, tratando de llegar a tiempo para evitar que lo inevitable sucediera, después de todo, Radamanthys, al que consideraba como poco menos que un idiota, siempre se adelantaba a su deseo, aceptando a esa criatura inferior, en vez de a su igual.

 

— Podría atreverme a decir, que desde su primera vida planeabas esto Minos, el artífice del laberinto del Minotauro.

 

Minos no se digno a responderle, había olvidado que esa arpía siempre se mantenía cerca de los aposentos de Radamanthys, que solía entrar a su antojo en ellos y que su hermano era lo suficiente confiado como para poder suponer el verdadero motivo de su falsa preocupación.

 

Esa arpía que no se lo merecía, que actuaba en las sombras porque su poder era una burla, una ridícula parte del suyo, a quien juraba, si es que había vuelto a usar la confianza ciega de Radamanthys en sus subordinados para meterse en su cama, lo destruiría de tal forma, que nunca más volvería a reencarnar.

 

Al salir de aquella habitación, uso las alas de su armadura para acelerar el paso, regresando el camino transitado, deteniéndose enfrente del portal que daba a las habitaciones de Radamanthys, el que estaba cerrado, el rostro pétreo que custodiaba la entrada parecía vigilar el pasillo, como si el dueño de esa habitación no quisiera que lo interrumpieran.

 

— Soy Minos de Grifo, abre la puerta.

 

Los ojos rojos del alma atrapada en aquella postura, que le observaba sin mirarle, no respondió pero realizo su deber, abrir el portal que le daría paso a los aposentos de su hermano, dando un paso y después otro, encontrando como siempre útil que su rango fuera mayor al de Radamanthys, de esa forma no podía despreciarlo por más tiempo.

 

El aroma que asociaba con el Wyvern estaba presente, aun demasiado fuerte en aquella alcoba cuyo suelo estaba congelado, avivando la llama del deseo en su libido, pero había otro más, uno que no debería estar presente, ese era sin duda el hedor de un alfa, uno de cabellera rosa, que cortaba la piel de Radamanthys con su guante de garras afiladas, lamiendo la sangre que brotaba de su piel, al mismo tiempo que una cacofonía de gemidos lo insultaban, burlándose de su honor al seguir las reglas del inframundo.

 

Solicitando algo que esa odiosa arpía tomo para sí mismo, ignorando cualquier rango, cualquier clase de decencia o probidad, usando la lealtad de Radamanthys a su favor, así como la fiebre del celo que nublaba su buen juicio, si es que alguna vez lo tuvo.

 

Minos por un momento pensó en arrancarle a esa sucia criatura de encima, destruirlo con sus hilos para que después pudiera observar como poseía a su omega de cabello rubio, mostrándole quien era superior, pero se controlo, obligando a sus hilos a no moverse, los que cortaron uno solo de sus cabellos.

 

Debía marcharse, reagruparse para poder planear una contraofensiva, pero al mismo tiempo no podía dejar de ver como Radamanthys se entregaba a un espectro inferior como si se tratase de una zorra, un simple animal en celo, como ese ridículo soldado que se decía a sí mismo el más leal de los subordinados del segundo juez, se deleitaba con el cuerpo y la sumisión de un omega que no podía ser suyo, no debía ser suyo.

 

Eso era lo que deseaba para él y se juro en ese momento, que Valentine solo se le había adelantado por unos momentos, pero que al final, cuando se bañara en la sangre de esa sucia ave de rapiña, le demostraría a Radamanthys quien era su alfa, a quien debía pertenecerle.

 

Porque Pandora tenía razón, ya habían pasado milenios de aquella tortuosa espera, cuando el dragón escapo de su laberinto, encontrando seguridad en una isla demasiado alejada de su dulce Creta y poco después, usando el manto de juez del inframundo que él le concedió, la protección del propio Hades como un escudo, pero ahora que se había encerrado, podría actuar antes de que pudieran detenerlo.

 

— No sé si debo estar agradecido o compadecerte por eso…

 

Cuando liquidara a esa débil avecilla Radamanthys terminaría por compadecerlo, pero antes de eso, le mostraría a su querido hermano, quien mandaba, porque no debía burlarse de sus deseos, pensó con amargura, muerto de celos, retirándose en silencio, seguro de que había visto lo suficiente para saber que si no se alejaba cometería un error del que se arrepentiría por mucho tiempo.

 

— Pero te juro que para llegar a ti, primero tendrán que pasar sobre mí, sea quien sea, Valentine.

 

Minos se detuvo unos instantes y volteo, protegido por las sombras, creyendo por un instante que Radamanthys lo había visto, pero su atención estaba fija en el espectro de menor tamaño, quien pagaría muy caro aquella insolencia.

 

— Eso lo veremos… Radamanthys.

 

***20***

 

Cid se quedo profundamente dormido poco tiempo después, aun portaba casi toda su ropa, no le veía caso alguno a desprenderse de ella, eso no aliviaría su molestia ni su decepción.

 

***

 

Hola, ya sé que dije que actualizare los jueves y eso hare, sin embargo, los primeros de cada mes, agregare un capitulo extra como agradecimiento a sus lecturas, comentarios y kudos.

 

Además, les tengo unas preguntas.

 

¿Hasta el momento cual es su pareja favorita?

 

¿Por qué les gusta o no el omegaverse?

 


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