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Paraiso Robado. por Seiken

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Aspros había visitado varios mundos, buscando uno solo en el cual su conejito le amara, en el cual, su conejito no le tuviera miedo y lo encontró, por supuesto que lo encontró, los dos eran felices, estaban juntos, vivían juntos, pero la sombra de la sirena acechaba su felicidad, aun en su paraíso perfecto, esa araña negra con un reloj de arena rojo en su vientre buscaba la forma de lastimar a su amado, de robarle lo que era suyo por derecho, aquello que había conquistado. 

 

Una parte, pequeña y minúscula pensaba que no había forma de conquistar su paraíso, porque en ese mundo perfecto, también fue apartado de su amado conejito, de su pequeño amor, de su cangrejo maravilloso, por esa sirena. 

 

Esa parte que trataba de ignorar, que le pedía se detuviera en su campaña, era un debilucho, no entendía que lo único que deseaba era protegerlo del veneno, apartarlo del peligro y así era que en esa vida, no fallaría, como lo hizo en las demás. 

 

-Sabes una cosa, maldito cobarde, lo único que separa a mi conejito de la muerte soy yo, al unico que le importa lo suficiente para pelear por el, soy yo. 

 

Su sombra, aquella parte que le hablaba por el espejo le observo con tristeza, sintiéndose culpable por lo que estaba diciendo, por lo que estaba planeando, con el jarro con el veneno en la mesa, el cual se veía como una sangre especialmente oscura, casi marrón. 

 

-Dejalo ir, por favor, déjalo ir… 

 

La respuesta era no, siempre sería no, nunca lo dejaría solo con esa sirena ponzoñosa, con esa rosa con espinas mortales, aunque le odiara, al final, únicamente actuaba por su bien, y creía que tarde o temprano, sus esfuerzos serian agradecidos. 

 

-No lo haré, no lo dejaré ir… ya sabes lo que pasa cada vez que esos dos están juntos. 

 

Aunque tuviera el veneno en la mesa, estaba seguro que cualquier órgano estaba afectado, que tarde o temprano, la sirena sufriría de nuevo de aquel mal que destruia su existencia, que lo condenaba a la soledad y aquellos que le amaban, a la muerte. 

 

-Nuestro conejito siempre muere. 

 

Aspros recordaba un mundo donde su conejito daba a luz a un niño sano, donde ellos se cazaban, donde obtenia la bendición del patriarca Sage, un mundo en el que conocía la felicidad, aunque dijeran que no era el alfa destinado de su conejito, su amor era mayor que cualquier lazo creado por los dioses. 

 

-Albafica siempre lo mata, siempre lo destruye… 

 

Se dijo a sí mismo, escuchando los lamentos de su sombra en ese espejo, que no deseaba comprender la verdad, porque aun en ese mundo, en ese dulce sueño en el cual era correspondido, la rosa logró arrebatarselo, en una misión, durante un celo de su cangrejo, sin importarle nada, sin importarle el honor, le poseyó, le tomo como si tuviera derecho a eso, y despues, no lo dejo ir, no le dio tregua. 

 

-Y mi deber, como santo de athena es proteger al indefenso, a quien lo necesita, mi conejito nos necesita, aunque no lo quiera admitir de momento. 

 

*****

 

Poseidón estaba furioso, comprendía muy bien que su hermano se había dejado asesinar, para regalarle su poder a uno de sus soldados, y su cosmos repartirlo entre tres omegas, aquellos que eran las parejas de los últimos hijos legítimos de Zeus. 

 

Hades lo había visitado en vez de buscar  a su envase, no había tiempo para eso, cuando su hermano mayor estaba a punto de despertar y no dejaría que ninguno de los traidores del pasado viviera durante ese nuevo mundo. 

 

Mucho menos los omegas o su esposa, eso se lo había dicho cuando lo busco, rompiendo el sello, liberando su cuerpo verdadero de su tumba, no solo su cosmos, observandole con esa mirada que solo poseen los muertos, siendo él, un ser sabio, suponía que tenía razón en lo que le decía. 

 

-Ha llegado el momento hermano, después de todo, ni siquiera nosotros somos inmortales. 

 

Poseidón se preguntaba a qué se refería, pero entonces lo vio, el cosmos de su hermano, que había robado su poder de su padre, de su poderosa arma, de la centella que podía destruir ejércitos por miles. 

 

-Puedo sentirlo, él regresara. 

 

Así era, él regresaría, lo sabía y con él esas interminables guerras, la muerte, la locura, muchos dioses perecerian, tantos, como fueron aquellos que le traicionaron, entre los cuales se encontraban Hades y él, su hija, su esposa, demasiados para poder contarlos. 

 

-Tal vez si imploramos su perdón… 

 

Pero ambos sabían que eso no serviría de nada, Zeus no conocía la piedad, era un dios furioso, vengativo, cuando no estaba violando a un pobre inocente, estaba destruyendo algo, porque tenía el poder para eso, era lo peor de la humanidad, o lo mejor de ella, dependiendo si eras un hombre antiguo, o uno moderno. 

 

-Eso no servirá de nada, sabes que Zeus no conoce la piedad, no siente misericordia y nosotros hemos sido sus carceleros por demasiado tiempo para que  pueda perdonarnos. 

 

Poseidón lo sabía y temía lo que pasaría una vez que despertara de su sueño, preguntandose cuántos de sus hijos perecerian, cuantos se unirian a su masacre, observando a su hermano, que actuaba con prudencia, seguro de sus actos. 

 

-Necesito verla, a mi Persephone, quiero estar con ella y solo si muero, lograre reunirme con mi amor, que Zeus me arrebato para someterme a su voluntad. 

 

Hades ya sabía que haría una vez que su hermano Zeus abriera los ojos, dejaría que lo matara y su poder lo otorgaria a uno de sus soldados, un omega, un soldado duro, pero justo, la clase de hombre que siguen en el campo de batalla, cuya voluntad era de hierro, pero sabía que tenía la piedad para perdonar actos en su contra, la clase de dios de la que ya no se trataba él. 

 

-Te dare tiempo de tomar una decisión hermano, que hacer con tu poder, aunque creo que no sería correcto que Zeus le absorba, el no merece más cosmos, él merece ser asesinado por sus hijos o por sus omegas… 

 

Poseidon colocó entonces una mano en el brazo de Hades, creyendo que ya sabía lo que haría su hermano, que simplemente le sonrió, dejaría que lo matara, asi podria liberarse de su poder, de su deber, dandole una oportunidad a otro mas de ser el regente del Inframundo, un omega que le había servido hasta el final, que merecía un premio, aunque no estuvieran emparentados con nada. 

 

-Y también creo que sería un último insulto a nuestro hermano, darle nuestro cosmos, a los omegas que desea destruir, yo le entregaré mi cosmos a mi segundo al mando, a quien ha dado su vida por mi, su cuerpo, que me pidió libertad, al omega de Minos, quien a su vez, espero, sirva como un consejero en sus momentos más difíciles. 

 

Sabía exactamente de quien le estaba hablando, porque Hades les tenía a los dos en muy buena estima, especialmente al dragón de Hades, que algunos le llamaban el perro de Hades, un insulto, más que un halago, suponía, cuando esas nobles criaturas eran fieros, eran cariñosos, eran nobles, eran una creación humana que encontraba digna de andar en el cielo junto a sus amos humanos. 

 

-¿Qué hay de Eros? 

 

Tambien sabia que ese dios peleaba bajo el dominio de Hades, a cambio de algo que su hermano le ofreció, no sabía de qué se trataba eso, pero sí, que su hermano parecía no estaba dispuesto a cumplir con su parte del trato, a darle eso que le había solicitado. 

 

-Eros es esclavo de sus emociones, como su madre, por eso Hefesto debía mantenerla controlada, pero ni siquiera él tuvo la paciencia para soportar todas sus tonterías, toda la destrucción que ocasionaba por sus caprichos.

 

Era cierto, la guerra de troya era una de las muchas ocasiones en las cuales Afrodita manipulo a los humanos, para realizar su voluntad, Eros era idéntico a ella, con la furia de su padre, era un dios volátil, un dios que no deseaban encontrarse generalmente. 

 

-No le dejaré poseer a mi dragón, no creo que nadie deba poseerle, por eso le daré mis armas, mi poder, para que el pueda decidir qué es lo que desea, si quiere a su alfa, o no, mi cosmos residual, lo dividiré entre esos tres, Hera los necesita, confiare en ella, porque ya he confiado demasiado en Zeus. 

 

Y en ese momento se daba cuenta que su hermano había muerto, que había cumplido su palabra, el de otorgarle su poder a uno de sus soldados, dividiendo su cosmos restante entre tres omegas, haciendo que se preguntara, qué debía hacer. 

 

-¿Que debo hacer? 

 

Susurro, sentado en su trono, esperando el momento en el cual Zeus quisiera destruirlo, riendose por eso, porque al fin y al cabo, su destino estaba sellado, no podría sobrevivir, no podía vencer, tal vez, lo mejor era seguir los pasos de Hades, sacrificarse para darle la oportunidad a tres más de vencer a su hermano. 

 

-Aunque de todas formas, no hay forma de ganar… 

 

*****

 

Hefesto se mantuvo de pie en su fragua dorada, de fuego divino, con sus soldados mecánicos, ejércitos interminables, que no se cansaban, que no necesitaban alimento, ni dormir, que no morían, creaciones perfectas, inhumanas, invencibles, con las cuales pelearia con Zeus, sin tener que levantar una sola mano. 

 

Zeus que había humillado a su madre, que había violado a Europa, que deseaba destruir a sus hijos, que mató a su hijo con saña, con odio, con tanta crueldad que no pudo olvidarlo nunca, que jamás podría olvidarlo. 

 

-El deforme hijo de mi esposa ha creado un montón de juguetes, porque no es lo suficiente hombre para pelear conmigo. 

 

Hefesto ya lo esperaba, dentro de otro de sus soldados, pero de diez veces su tamaño, una armadura descomunal, con su propio mecanismo de defensa, con el cual, esperaba mantenerse vivo, el tiempo suficiente para que usaran la sangre envenenada que robaron a la rosa de Athena. 

 

-Y tu eres lo suficiente hombre para dañar a un omega demente, para matarlo con saña frente a su hijo, solo porque era el amado de tu Minos. 

 

Zeus apretó los dientes furioso, para despues sonreir, observando los juguetes, pensando que hacía mucho tiempo no se divertía como en esos momento y que le serviria un poco de diversión, para después, tal vez, su Ganimes, cuyo cosmos sentía en ese mundo, a quien tal vez debería visitar. 

 

-No importa cuántas de estas chacharas me presentes Hefesto, sabes que yo te destruiré. 

 

Hefesto supuso que eso era cierto, pero qué más daba, él ayudaría a su hijo a sobrevivir, a su madre a triunfar la guerra, a ellos a pelear, a enfrentarse al dios del rayo, que iniciaba su ofensiva sin piedad, destruyendo algunos de sus soldados, que iban reconstruyéndose, esperando que tuvieran tiempo suficiente para organizarse. 

 

-De eso estoy seguro, maldito animal, pero ya fuiste derrotado una vez, podremos destruirte una segunda ocasión, pero esta vez no podrás liberarte.

 

Recordando que Tifón pudo derrotarlo, pero que gracias a Thetis y a varios cobardes, Zeus pudo liberarse, el enemigo del dios demente destruido, encerrado, pero esta vez no sería así, esta vez, esperaba que tuvieran una oportunidad para resistir, para triunfar. 

 

-¡Eso veremos! 

 

Fue la respuesta de Zeus, que atacó al ejército inmortal de Hefesto, sin comprender, que el hijo de su esposa, el deforme herrero, se estaba sacrificando en esa última batalla y solo estaba ganando tiempo. 

 

-¡Muere! 

 

*****

 

Poseidon sintió ese cosmos, lo recordaba perfectamente, pues, era el mismo que brillo cuando encerraron a su padre, cuando se hicieron con sus dones, con la tierra, con el cosmos que arrebataron a los hijos de Gea.

 

-Supongo que tienes razón Hades… 

 

No quería morir, pero no quería darle más poder a Zeus, para que pudiera destruirlos con mayor facilidad, así que lo mejor que podía hacer, era buscar a uno de los omegas, ese que tenía su sangre, el Solo perdido, que huyó de su hogar antes de que pudiera elegirlo como su legítimo heraldo. 

 

-Lo mejor es terminar con esto de una buena vez. 

 

Un niño que pensaban era débil, que no les servía de nada, un niño que vendieron, traicionandolo con esa acción tan equivocada, haciendo que les arrebatara sus dones, porque les dijo que debían cuidar al pequeño nacido de esa familia. 

 

Creyendo que el alfa era quien importaba, pero no era así, el omega pelirrojo era quien tenía el cosmos del mar, su sangre era la que valía, al ser heredero de sus primeros sacerdotes, en cambio, el alfa, el no tenía ningún valor. 

 

Mucho menos la persona que eligieron como el reemplazo del hijo del mar, que vivía en una cómoda mansión, debido a su bendicion, a que eran comerciantes marítimos y ellos valían su peso en oro, porque eran sus hijos. 

 

En ocasiones elegía a alguien nacido del hielo, en una población muy cercana a uno de sus templos más preciados, en otras ocasiones a una persona nacida de la línea azul de los Solo, pero esta vez, deseaba usar el cuerpo del corazón en llamas, los más fuertes, los que vivian menos tiempo, pero con su cosmos, sobrevivian siglos enteros. 

 

-Luciano… 

 

Susurro, al presentarse ante él, con una mirada distante, observando a un joven pelirrojo, que reconoció desde un principio, era el, Ganímedes, a quien por un momento pensó en matar, solo como un acto de piedad, pero no lo hizo, cambiando su mirada al alfa de cabello verde, con anteojos, que elevo su cosmos, creyendo que serían atacados. 

 

-Luciano. 

 

Repitió, esperando que el omega de cabello azul, ensortijado, diera un paso hacia el, que comprendiera que lo estaba buscando, que lo necesitaba a su lado, que deseaba darle su bendición, su tridente, antes de que entregárselo a Zeus, como Hades hizo con sus armas, que estaban bañadas con su cosmos, con su sangre. 

 

-¿Poseidon? 

 

Kardia no entendía qué estaba haciendo Poseidón enfrente de él, tampoco deseaba comprenderlo, porque había hablado de buscarlo, de robar su tridente y usar su cosmos, eso era sin duda, un insulto para un dios como el que se detuvo enfrente de ellos. 

 

-¿Has olvidado de dónde vienes? 

 

No, no lo había olvidado, venía de una familia donde habían dejado morir a su omega, donde lo habían vendido a un cerdo despreciable, donde no apreciaban a los omegas y de la cual había escapado, así que no les había olvidado, aunque deseaba poder hacerlo. 

 

-¿Has olvidado que yo soy el patrono de los tuyos? 

 

Eso sí lo había olvidado, si es que se suponía que tenía que saberlo, asi que no lo atacó, cuando le tomo de la barbilla, para observarle fijamente, era un hombre alto, de cabello azul, un hombre apuesto, que le observaba fijamente, como si lo reconociera. 

 

-Eres idéntico a tu omega, pero él tenía cabello rojo. 

 

Poseidón lo recordaba, porque ese hermoso omega se daba baños de sol en las playas cercanas a su mansión, en donde se enamoró de él y pudo poseerle, embarazandolo, una hermosa joya que murió, aparentemente, antes de poder explicarle a su hijo que Poseidón le usaría como su envase, de existir una guerra, o que siempre lo protegeria, otorgándole riquezas, cosmos, bendiciones nunca antes vistas. 

 

Kardia recordaba haber escuchado una conversación entre su maestro Krest y Sage, su maestro estaba preocupado, porque había descubierto algo inquietante de uno de sus alumnos, eso fue mucho antes de que reconociera a Degel como su alfa, cuando trataba de esconderse de su mirada, de la de cualquiera. 

 

Aun recordaba como Krest colocó un pergamino en el escritorio del patriarca, esperando porque Sage leyera lo que tenía que mostrarle, mirando el trozo de papel sin saber muy bien que hacer, o que decirle, no al principio. 

 

-Esto quiere decir… 

 

Krest era mayor que Sage, pero no deseaba ser patriarca, aun así era mucho más sabio y los cuidaba a los dos con mucho esmero, tanto, que encontró cierta información que nadie debía conocer, pero allí estaba, en el escritorio del patriarca. 

 

-Es uno de los Atlantes, uno de los posibles heraldos de Poseidón, Sage y sabes lo que eso quiere decir… 

 

Sage al principio no respondió, respirando hondo, como cansado, para después colocar una mano en el hombro de su maestro, con una expresión que parecía trataba de hacerle sentir mejor, de darle confianza, nadie sería dañado en el santuario, no mientras que el fuera su líder. 

 

-Que debemos tener cuidado, protegerlo, nada más, sigue siendo un niño y sigue siendo uno de los nuestros, no lo condenaremos por algo de lo que él no tiene la culpa. 

 

Su maestro se vio un poco más tranquilo, pero aun así, no parecía conforme con eso, con lo que le decía, porque se acercó a él, colocando un dije en la mesa, con la forma de un tridente, como el de Poseidón. 

 

-Es un miembro de la familia Solo, tal vez lo busquen, tal vez se trate del mismo Poseidón en persona, aun asi, dices que no le harán daño, puedo confiar en tu palabra. 

 

Sage no se vio molesto, por el contrario, le sonrió a su aliado, colocando ambas manos en sus brazos, tratando de reconfortarlo, asegurarle, que su alumno estaba a salvo, que Degel estaba a salvo, pensó Kardia, porque sabía que su compañero de entrenamiento, era de una zona donde sabian que existia una fuerte presencia de los creyentes de Poseidón. 

 

-Qué mejor que el posible heraldo de Poseidón viva en el santuario, sea entrenado por nosotros, asi comprendera que la humanidad debe ser protegida, que debemos cuidar de los inocentes y de las estrellas, de la vida, porque eso es un acto de justicia. 

 

Kardia siempre pensó que era Degel, que él era el heredero de Poseidón, nunca creyó que él fuera quien tenía sangre Atlante por sus venas, o que el mismo dios, vistiendo su cuerpo, seria quien lo visitara, quien sabia con que proposito. 

 

-Zeus ha destruido a mi hermano, Hades, pronto vendrá por mi y por el cosmos que guarda mi cuerpo… 

 

Degel y Kardia compartieron una mirada, al mismo tiempo que Camus, sentía miedo, miedo de perder a sus padres, de no tener una oportunidad para disculparse con su omega, de proteger a sus gemelos. 

 

-Hades tiene razón, no podemos darle más cosmos a Zeus, el no soporto ese poder la primera ocasión, es un peligro para los dioses y para los humanos, para la tierra misma, por eso estoy aquí, porque deseo entregarte mi cosmos, como miembro de la familia Solo, como hijo de tu omega, a quien ame, quien te dio a luz. 

 

Kardia no entendió que le estaban diciendo, tampoco Camus, pero Degel si, Poseidón estaba diciendo que su amado escorpión era hijo suyo, nacido del omega que amo, tal vez por eso su corazón no soportaba su cosmos, porque este era un cosmos divino, tal vez por eso su bello compañero era tan poderoso, tanto, que ni siquiera su cuerpo soportaba ese poder. 

 

-¿Que? ¿De qué diablos estás hablando? 

 

Degel sostuvo a Camus, cuando Poseidón colocó una mano en el corazón de Kardia, cerrando los ojos, para empezar a brillar como una estrella, otorgándole todo su cosmos, convocando su tridente, para colocarlo en la mano de su heredero, un arma, que aceptó al poderoso omega como su nuevo amo, cuya armadura cambio, tomando una coloración azul marino, algunas partes transformandose en aletas, y su tiara, modificándose por lo que parecía ser una corona. 

 

-Pronto moriré, pero deseo que mates a Zeus, usando mi cosmos, uniendo tu poder al de esos dos omegas que mi hermano tanto odia, al dragón y a la espada, mi dulce escorpión marino. 

 

Poco después besó su frente, con una sonrisa triste, para observar a Degel, después a Camus, como si los estuviera juzgando y viera algo que le gustaba, algo que nadie mas veia. 

 

-Tienes suerte de ser amado por Kardia y tu, de ser su hijo. 

 

Fueron sus últimas palabras, antes de apartarse, envejeciendo con forme pasaba el tiempo, su cuerpo aún fuerte, musculoso, pero cubriéndose de arrugas, especialmente el rostro, de una barba y de algunas canas. 

 

-Venga a tu padre, destruye a Zeus. 

 

Kardia no entendía que acababa de pasar, escuchando los pasos de Degel, que se detuvo a su lado, observandolo de pies a cabeza, era el mismo, la misma persona que amaba, pero con mucho más cosmos, con un corazón que parecía ya podría soportar su poder, sosteniendo un tridente, con una armadura azul, con alas, con aletas, que le quedaba realmente bien. 

 

-Te ves hermoso. 

 

Tuvo que pronunciar, antes de besar sus labios con delicadeza, sacando a Kardia del transe en el que estaba, quien sonrió, arqueando una ceja, pensando que su calmado compañero, nunca cambiaría. 

 

-Nunca piensas en nada más. 

 

Quiso que sonara como un reproche, pero no lo hizo, en vez de eso, estaba sonrojado, demasiado confundido, especialmente cuando Degel de nuevo lo beso, sosteniéndolo de sus mejillas, porque era su omega después de todo, era su compañero, del cual, apenas comprendía un poco de su pasado.

 

-No, nunca pienso en nada más que no seas tu, porque siempre me has parecido divino, y ahora se, que lo eres. 

 

Kardia estaba demasiado sonrojado, pero aun asi, asintió, relamiendo sus labios, antes de iniciar su carrera, debían ir por su diosa, Sasha estaba en peligro y además, Sage solicito que la trajeran al santuario, una orden que debía ser de vida o muerte, de suma importancia. 

 

-Guarda silencio. 

 

Se quejo y ordenó al mismo tiempo, ignorando los pensamientos de Camus, que se preguntaba qué pasaría en el futuro, porque no recordaba que su omega fuera de esa forma cuando lo mataron, estaba enfermo del corazón, no tenía el poder de Poseidón, ni esa armadura, tal vez, tenían una oportunidad para derrotar a su enemigo, que estaba envejecido, como el dios del mar después de darle su cosmos a su omega, seguramente, Zeus no era tan poderoso como en los mitos. 

 

-Como tu digas Kardia, pero, es cierto, no dejo de pensar en ti, nunca. 

 

*****

 

En un charco de sangre yacia Hefesto, que respirando hondo, sabia que estaba a punto de morir, recordando el pasado, el cruel asesinato de su hijo, la visita del grifo a su palacio, su suplica, al mismo tiempo que sus ojos se iban cerrando, observando como Zeus iba acercandose a él. 

 

-Unas últimas palabras… 

 

Estas no existían, pero sí existía una última arma, una pequeña treta más, preparada para dañar a Zeus, cuando este lo destruyera, y era que de pronto, cuando el último guerrero de metal cayó al suelo, también lo hicieron los soportes de la fragua que estaba sobre sus cabezas y metal cósmico, la clase de elemento con el cual se creaban las armaduras, empezó a caer sobre sus cabezas, quemando sus cuerpos. 

 

-Espero que te duela mucho, maldito bastardo. 

 

Zeus grito de dolor, al sentir como el metal bañaba su cuerpo, alaridos descomunales, que retumbaron en toda la tierra, un grito que sus tres hijos pudieron escuchar, esperando que con eso el dios patrón del Olimpo dejará de existir, pero no creían que tuvieran tanta suerte. 

 

*****

 

-Tu debes ser Minos… 

 

Fue el saludo que recibió al ingresar en el Olimpo, por un soldado de cabello azul y una mirada inquietante, que le parecía idéntica a la que tuvo alguna vez, cuando hubiera destruido a su omega, con tal de tenerlo a su lado. 

 

-Yo soy Aspros y he esperado mucho tiempo para charlar contigo. 

 

*****

 

Hola chicas y chicos, espero que el capitulo de hoy les guste, muchas gracias por dejar sus comentarios, sus estrellas y sus lecturas, me animan a seguir con esta historia. Pregunta ¿De qué creen que hable Aspros con Minos el joven? y que creen que haya pasado, para que el Aspros que conquistó su paraíso, lo perdiera, estamos hablando del Aspros del sueño donde hace las cosas bien. Sin más, me despido deseandoles lo mejor en este año, y en el que sigue. SeikenNJ. 


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