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Paraiso Robado. por Seiken

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Aspros esperaba pacientemente por Minos, el joven, el orgulloso primogénito de Zeus, un hombre, un alfa, con el que tenía todo que ver, ya que el mismo guerrero de cabello plateado haría lo que fuera por tener a su amado entre sus brazos, a su hermano, de entre todos los omegas, y el haría lo que fuera por tener a su conejito a su lado. 
 
No obstante, mientras esperaba por su esperaba aliado, no dejaba de recordar, de pensar en esa historia de amor destruida por la rosa, ese alfa que no dejaría ir a su omega, sin importarle nada más, ni nadie, ni lo divino, ni lo maldito, nada, ni siquiera la seguridad de su omega, solamente esperaba estar a su lado, por siempre. 
 
Como en esa vida, en la que tuvo todo, y de todas formas lo perdió de la manera más cruel, cuando esperaba vivir a lado de su omega, con gemelos de ambos, nacidos del cuerpo de su cangrejo, sin comprender que una misión, que una vuelta del destino le robaría todo cuanto tenía. 
 
Una vida que pudo ver, que pudo sufrir, debido al poder de los dioses, a su búsqueda interminable por intentar salvar a su conejito de la muerte, especialmente poder presenciar una vida en la cual ellos fueron felices. 
 
Con tan solo cerrar los ojos, podía verla de nuevo, como después de años de felicidad, el alfa obsesionado de su conejito lo arrebataba de sus brazos, usando su lazo, la joya en su collar, sin importarle la vida de su amado. 
 
*****
 
Albafica se había negado a realizar cualquier misión en compañía de otro de sus hermanos de armas, aun el mismo Shion, especialmente, si este se trataba de Manigoldo, era uno de los santos dorados conocidos por su crueldad, por su sadismo, por su oscuridad. 
 
Sus rosas eran sangrientas, su cosmos demasiado siniestro, su expresión distante, enojada, era completamente diferente a Lugonis y la única vez que le preguntaron si aceptaría tomar un alfa, su respuesta fue firme. 
 
“Sí me llevan un alfa, lo matare con mi ponzoña” 
 
El mismo Shion se había apartado de su lado lentamente, debido al miedo que sentía por él, dejándolo solo en su templo, en donde Albafica se recluía, donde sus rosas decían eran alimentadas con la sangre de sus víctimas. 
 
Manigoldo decia ver fuegos fatuos en ese jardin, almas sobrevolando ese sitio, pero no estaba seguro si Albafica los había matado o no, quien a pesar de todo, seguía observandole desde lejos, usando las sombras para seguirlo en silencio. 
 
Aspros estaba seguro que la rosa era peligrosa, que podía lastimar a su conejito, pero nadie más lo pensaba así, ni siquiera el mismo Manigoldo, que sentia lastima por él, en ocasiones le llevaba panes con higo, no sabía la razón, pero cada mes lo hacía. 
 
Su pequeño no había llegado a término, nadie sabía la razón, pero una noche sin más, Manigoldo ingreso en trabajo de parto, perdiendo al niño, pero al menos salvaron a su conejito, que se culpaba por eso, él culpaba las visitas al jardín de las rosas, el veneno de la sirena. 
 
No obstante, en ese momento, había una misión que necesitaban realizar los dos juntos, necesitaban del veneno y sobre todo del Yomotsu, una misión a Venecia, una que Aspros pensaba iba a terminar mal, por lo cual, aunque sabía que actuaba en contra del santuario, acudió con su conejito, para suplicarle que rechazara esa misión. 
 
-Conejito, no vayas, por favor… no quiero perderte. 
 
Manigoldo guardó silencio, rodeando la cintura de su esposo en ese momento, con una sonrisa triste, apenada, porque no podía dejar de realizar esa misión, era traicionar a su maestro, darle la espalda. 
 
-¿Perderme? 
 
Le pregunto acariciando sus mejillas, besando sus labios, ignorando que su compañero de viaje les observaba en silencio, con su bolsa lista, con su armadura a sus espaldas, su expresión molesta, algo rígida, como si odiara a Aspros, quien le vio en silencio. 
 
-No vas a perderme, eres mi alfa, y sabes que yo te amo por sobre todo. 
 
Aspros asintió, besando sus labios y después su cuello, en lo que solo podía ser una muestra de territorialidad, mercando sus dientes en el hombro de su conejito, quien le dio un ligero golpe en el brazo, avergonzandose por ello. 
 
-Regresaré en unos dias. 
 
No se suponía que esa misión fuera larga tampoco, pero por si acaso, Aspros volvió a besar a su conejito, suspirando, antes de observar a Albafica, por quien siempre había sentido un terrible desagrado. 
 
-Somos felices Albafica, no te metas en nuestra vida. 
 
Albafica esta vez sonrió, con una expresión que era pura maldad, burla y algo de diversión, encogiéndose de hombros, como si encontrara sus palabras divertidas, relamiendo sus labios, para sostener una flor en sus dedos, que destruyó dejando que los pétalos cayeran en el suelo, junto a un poco de su sangre, como una advertencia. 
 
-Las flores silvestres no tienen dueños, y las flores de jardines, algunas son mortales, pero no temas Aspros, si son verdaderamente felices, nada podrá interponerse en su felicidad, además, soy un omega, no te has enterado, tu conejito está seguro conmigo. 
 
Pero no lo estaba y se dio cuenta muy tarde, dos o tres años después, cuando siguió a su conejito en silencio, después de esa misión en Venecia, Manigoldo iba a llevarle unos bollos, como cada mes, en silencio, oculto de cualquiera, pero él sabía que lo hacía, porque su gemelo siempre lo estaba cuidando, cuando él no podía.
 
Albafica lo esperaba en la entrada del templo, usando su armadura, había comenzado a adornar el hermoso templo de piscis como decían que en ocasiones, algunos cangrejos hicieron, con cráneos, con trofeos de guerra, que ahuyentaban a quienes los veían. 
 
-Son los cráneos de cada uno de los espectros que pensaron en violarte… los encontré a todos ellos y suplicaron piedad antes de morir. 
 
Manigoldo no supo qué decirle, simplemente retrocedió unos pasos, con la bolsa de panes en sus manos, relamiendo sus labios, sin comprender esa actitud, esa forma de actuar en cualquiera de sus aliados. 
 
-¿Y dicen que yo soy sadico? 
 
Pronunció, tratando de bromear, sintiendo entonces como Albafica recorría su cabello con las puntas de sus dedos, acercándose un poco, para admirar su aroma, su celo estaba cerca, en algunas semanas ocurriría y el santo de la rosa lo sabía, de una forma en que Aspros no. 
 
-¿Vendrás a verme cuando empiece tu celo? 
 
Eso sorprendió demasiado a Aspros, que escuchaba esas palabras, que veía esa reunión en silencio, sin poder creer lo que estaba viendo, como Manigoldo negó esa pregunta, retrocediendo algunos pasos más, dejando la bolsa de panes en el suelo. 
 
-No, no vendré, no puedo seguir traicionando a mi esposo, a Aspros, no es justo y no es correcto. 
 
Albafica sonrió, sin poder creer sus palabras, observando a Aspros, que les veía en silencio, oculto, pero suponía que la sirena de alguna forma pudo verlo, que se reía de su dolor, de sus temores convertidos en una dolorosa realidad. 
 
-Eso dijiste en Venecia, y las otras ocasiones, soy tu alfa, mi collar es el tuyo, lo reconociste, tu eres mio Manigoldo, no de Aspros, que el busque a su omega, porque yo, después de conocer el paraíso, no estoy dispuesto a abandonarlo, a darle la espalda a mi vínculo.
 
Manigoldo desvió la mirada, dándole a entender a Aspros, que se sentía como un intruso, que eso era cierto, su conejito había estado con la rosa, que no era un omega, sino un alfa, el alfa destinado de su esposo, desesperandose como nunca antes. 
 
-Tu eres mio, no de él, y si él tuviera un poco de respeto por los dioses, te dejaría libre, claro que, yo puedo liberarte, un poco de sangre, nadie se daría cuenta. 
 
Manigoldo negó eso horrorizado, tratando de marcharse de nuevo, para ser sostenido del brazo por Albafica, que aspirando su aroma, suspiro, aun sonriendo, seguro de que había ganado esa contienda. 
 
-Alguien me dijo alguna vez que no le importaba a qué dioses debía destruir o a quien tenía que matar para recuperar su paraíso, un hombre justo, uno sabio que sufrió mi pena, cuyo pensar comparto, no me importa nada más que estar a tu lado y se que tu también me deseas, que puedes llegar a quererme, por favor, Manigoldo, es muy cruel jugar con ese alfa equivocado, porque tu eres mío, el único lazo que tengo con la humanidad, no puedo perderte. 
 
Aspros se retiró, sin saber que pensar o que hacer, pedirle a la rosa que dejara ir a su omega, no serviría de nada, él comprendía con la sirena, que tan valioso era, pero también se daba cuenta que su conejito le había mentido, que se había entregado a esa farsa tan monstruosa. 
 
-No… no es cierto eso… 
 
No quería creer que su conejito le hubiera mentido, le hubiera traicionado, tan solo por un collar, porque Albafica decía ser su alfa destinado, por designio de los dioses, pero aunque estaba furioso, muerto de celos, no lastimaria a su amado conejito, jamas. 
 
-No puede ser cierto. 
 
*****
 
Aspros llevó su mano a su rostro, para limpiar las lágrimas que lo recorrían, porque a pesar de tanto tiempo, aun le dolía, aun recordaba esa traición con un dolor sordo en su pecho, comprendiendo que tal vez, su conejito nunca le corresponderia, pero, seguiría con vida y eso era lo que importaba. 
 
-Aspros, Minos ha llegado. 
 
Aspros se levantó de su asiento y comenzó a caminar para encontrarse con Minos, esperando que pudieran llegar a alguna clase de entendimiento, especialmente, cuando los dos deseaban proteger a sus amados del peligro. 
 
-¿Nuestro prisionero esta comodo? 
 
Dohko asintió, la serpiente y el demonio de la chistera estaban a salvo, los dos encerrados en sus celdas, la serpiente, el médico del santuario que traicionado a la diosa Athena estaba demasiado tranquilo, como si realmente no le molestara estar allí. 
 
-Me preocupa la serpiente, pareciera que está justo donde desea estarlo. 
 
Aspros ladeo un poco la cabeza, pero no dijo nada, debía ver a Minos, porque después de todo le tenía un regalo encerrado en la otra dimensión, con el cual, podía comprar al hijo favorito de Zeus, el grifo, el demonio del dios del rayo. 
 
-Es tan frío como su madre, tan estupido tambien, Cid pensó que podría apartarme de mi amor, pero nadie puede alejar a un verdadero alfa de su compañero. 
 
*****
 
Cid como Kardia deseaba ver a Manigoldo, pero, también sabía que tenía que tratar un problema latente, una actitud desconcertante de su arquero, que lo seguía a todas partes, que lo perseguía con la mirada y que parecía, deseaba decirle que hacer, cuando hacerlo, una actitud que no iba a permitir. 
 
-Sisyphus tenemos que hablar. 
 
Pronunció llamando la atención de Sisyphus, que estaba a punto de preguntarle que deseaba decirle, que lo angustiaba, sin embargo, escucharon un aleteo, sintiendo un cosmos, seguido de un estruendo, cuando el dios menor del sueño aterrizó frente a ellos, con una expresión serena, como si quisiera ser su aliado. 
 
-Cid.
 
Cid al verle no supo qué hacer, porque si bien era su enemigo, si bien lo secuestró, suponía que no había sido tan desalmado como pudo hacerlo, que intentó brindarle comodidad y aquello que pensaba deseaba, la oportunidad para escapar de ese círculo de alfas y omegas. 
 
-Mi dulce espada. 
 
Sisyphus no atacó apenas lo vio, entrecerrando los ojos, pero si elevo su cosmos, preparándose para defender a Cid, cuando fuera el momento indicado, notando como su espada no lo rechazaba, escuchando las palabras de Oneiros, que se detuvo a pocos centímetros de él. 
 
-Estaba angustiado por ti. 
 
Sisyphus quiso atacar a su rival apenas lo vio, elevando su cosmos, para sentir como Cid lo detenía, sosteniendo sus muñecas, pensando que en ese momento, necesitaban toda la ayuda que pudieran tener. 
 
-¡Basta! 
 
Grito, esperando que Sisyphus le obedeciera, sorprendiendo a Oneiros que sonrió, al ver que su espada lo protegía de su alfa, aunque no estaba seguro si había aceptado su amor, o había sido engañado de nuevo por el arquero, sin embargo, Zeus era un peligro mayor, debían proteger a la espada, que ya estaba embarazado de la serpiente. 
 
-Zeus quiere destruirte, he venido a ponerme a tus pies, a protegerte, si me aceptas a tu lado. 
 
Sisyphus de nuevo quiso atacarlo, pero no se lo permitió Cid, elevando el tambien su cosmos, confundido por las palabras de Oneiros, sabía que Zeus querria lastimarlo, destruir a su futuro hijo, pero al mismo tiempo, no entendía como el dios menor del sueño querria brindarle ayuda, después de traicionarlo, permitir que casi lo destruyeran, aunque bien sabía que no pudo ser destruido tan fácilmente. 
 
-¿De que estas hablando? 
 
Le pregunto, esperando que Oneiros quisiera responder a sus preguntas, y Oneiros, asintió, suspirando, había acudido con Eros, para que le brindara ayuda, le dio algo con lo que pudo curarse, pero también compartió información, una que le hizo temer por la vida de su espada, porque parecía que Zeus también le deseaba. 
 
-Zeus desea probar tu cuerpo, arrancar de tu vientre a la serpiente, para colocar su semilla en él y no puedo permitir que eso pase, aunque no lo creas, aunque no lo parezca, mi amor por ti es real. 
 
De nueva cuenta Sisyphus elevo su cosmos para atacar a Oneiros, pero de nueva cuenta, Cid se lo evitó, elevando el tambien su cosmos, no era el momento para actuar de esa forma y él confiaba en el dios del sueño, al menos, por el momento. 
 
-No puedo dejar que maten a mi hijo. 
 
*****
 
El metal líquido de la forja de Hefesto había dañado lo suficiente a Zeus, quien había gritado a causa del dolor, sin embargo, se levantó, aún era poderoso y sabía, exactamente cómo curarse, arrebatando el poder a su hermano Poseidón, como no pudo hacerlo con Hades. 
 
Quien lo recibió como si ya supiera que vendría por él, como si estuviera preparado, encontrandolo admirando una flor, la favorita de su esposa que fue arrebatada de sus brazos, de la única forma en que una diosa como ella podría ser convencida de obedecer. 
 
Matandola, no era poderosa y su madre, con tal de apartarla del dios de la muerte, le permitió hacer lo necesario para que su enemigo, para que la muerte, no pudiera robarle a su hija. 
 
-Zeus. 
 
Su hermano se veía joven y hermoso, cabello negro, piel suave, como si fuera un hombre joven, en cambio, él se veía como un anciano, como una sombra de lo que debería ser, todo, por el tiempo encerrado, que lo debilitó considerablemente. 
 
-Te estaba esperando. 
 
Fue lo único que pronuncio, antes de lanzarse en su contra, golpeándolo con su cosmos, usando su espada y su fuerza, estrellando contra su cuerpo, dañandolo, al encajar el filo de su arma en su costado. 
 
-¿Piensas que vas a derrotarme? 
 
Zeus retrocedió algunos pasos, para después propinarle una patada al dios de la muerte, que lo lanzó lejos, quitándose su espada del torso, para lanzarla al suelo, con una expresión que claramente le decía a Hades que pronto sufriría mucho dolor. 
 
-Te mataré a ti, a Poseidón y a cada dios que intente interponerse en mi camino, especialmente a esa bruja que tengo como esposa. 
 
Sabia que moriria, eso no le importaba, porque así esperaba regresar a los brazos de su esposa, ser uno con ella, pero también esperaba que sus soldados, aquellos seres que los predecerian, destruyeran al viejo dios del olimpo, que no era más que una sombra del ser que fue en el pasado, como lo fuera su padre, antes de ser destruido por ellos mismo. 
 
-Todos los ciclos terminan hermano y aun nosotros debemos perecer. 
 
Fue su advertencia, como si él comprendiera algo que él no, haciéndolo enfurecer un poco más, especialmente al notar que conforme avanzaba su combate, su hermano iba perdiendo su cosmos, envejeciendo lentamente. 
 
-¿Que demonios estas haciendo? 
 
Hades sonreía como si se tratase de un demente, mandando su espada y su casco lejos, no sabía a donde, pero suponia que con un soldado que había heredado su poder, que había tomado su lugar, un don que no debería ser de un mortal, un cosmos, que debería ser suyo. 
 
-Quitandote la oportunidad de que te alimentes de mi, Zeus, no te dare el placer de regresar de la muerte con mi cosmos. 
 
Le advirtió, aunque sabía que de darle su casco, su cosmos a alguien mas, moriría, aún el, un dios, estaba cansado de la vida, del mundo, de su gente, del Inframundo, de una existencia sin su primavera a su lado. 
 
-Hable con las hermanas del destino, nuestro tiempo ha llegado y pronto pereceremos, así que mi querido hermano, pronto morirás tú también. 
 
Zeus se negaba a creer lo que había pronunciado su hermano durante su enfrentamiento y seguro de que Poseidón no era un mártir, que lo encontraría fuerte, poderoso, con su cosmos alimentando su cuerpo, no se detuvo hasta dar con su hermano, que sentado en su trono, lo esperaba, en un templo solitario, un templo que parecía iba cubriéndose de agua. 
 
-¿Qué has hecho? 
 
Su hermano se veía como un anciano, barba blanca, aunque su cuerpo aún era el de un guerrero, podía ver que su cosmos no era ni siquiera una décima parte de lo que debería serlo, al igual que el, Poseidón estaba debilitado. 
 
-Hades tiene razón, es momento de que los dioses antiguos mueran y otros se vistan con nuestro antiguo poder, como nuevos dioses. 
 
Hades le había dado su cosmos a su soldado más leal, al omega que gobernaria el inframundo, de sobrevivir a esa guerra, él a su heredero, al escorpión del corazón de fuego, a la madre de Ganimedes, esposo de un hombre amable, un erudito, supuso. 
 
-No crees que ya fue suficiente de que los alfas gobiernen el mundo y que ha llegado el momento en el que un omega, varios, dicten el destino de la humanidad. 
 
Eso hizo que Zeus riera con burla, encontrando esas palabras como los delirios de un dios anciano, los omegas eran débiles, estúpidos y todos morirían, especialmente aquellos que no quisieran obedecer a sus hijos, los tres omegas, de sus últimos hijos, ellos le darian placer, despues, serian destruidos, porque deseaba saber, qué era lo que veían sus retoños en ellos, para enloquecer por el deseo, la lujuria y la ternura, cuando los veían. 
 
-Un mundo gobernado por omegas, es un disparate, ellos son esclavos, están hechos para obedecer, para complacernos, y los que no acepten esa tarea, morirán. 
 
Poseidón se levantó de su trono, haciendo que su hermano se diera cuenta que tampoco tenía consigo su tridente, arqueando una ceja, notando también, como una criatura de una envergadura monstruosa se acercaba a ellos en el mar que los rodeaba, era el Kraken, una bestia marina, una monumental arma que su hermano únicamente utilizaba cuando deseaba destruir una ciudad. 
 
 -Espero que el mundo por el que daré mi vida se mejor del que tu planeas crear, Zeus. 
 
Y sin más, dejo que las paredes de agua se derrumbaran sobre sus cabezas, para que uno de sus hijos, esa criatura que era nombrada por los marineros, por los mitos, atacara a su hermano, que le mostrara un poco del sufrimiento que él deseaba llevarle al mundo. 
 
-Espero que te duela mucho. 
 
*****
 
La serpiente había hecho todo cuanto estaba en sus manos para proteger el portal que utilizaron, sin embargo, ese guerrero era poderoso y pudo sorprenderlo, atacarlo por la espalda, haciéndole pensar, que lo mejor era acompañar a sus amados en su viaje, preocupado como estaba de la seguridad, de la salud de Aquiles. 
 
Youma estaba encadenado, era forzado a utilizar su cosmos para darle la capacidad al guerrero demente de viajar a diferentes dimensiones, en diferentes líneas de tiempo, él y tifón conocían cómo era eso, cuántos mundos posibles existían, algunos los habían visto con sus propios ojos. 
 
La serpiente era un hombre muy hermoso, enemigo de la diosa Athena, de los dioses, el treceavo guerrero, criado y entrenado para realizar su destino, pero al mismo tiempo, Tifón tenía razón, de que les servia destruir ese planeta, cuando lo que ellos deseaban era destruir a los dioses. 
 
“Oufico” 
 
Era su compañero, uno de ellos, Tifón, aunque en ese momento prefería que le dijeran Tempestad, el nombre con el que le bautizó su omega, un acto que le causaba extrañeza, porque él no sabía muy bien como su madre quiso llamarlo, pero estaba seguro de que no era Oufico. 
 
“¿Qué te ocurre?” 
 
Al ser lo que eran podían llamarse sin estar cerca, con su cosmos, hablarse de forma psíquica, atravesando mares y estepas, únicamente, porque los dos estaban unidos, entrelazados por los lazos del destino. 
 
“Es Aquiles, Eros ha lastimado a nuestro Aquiles” 
 
Ese muchacho era hermoso, identico al Aquiles de las leyendas, muchos podrían decir que era el mismo, invencible, frágil, hermoso, aunque nunca había escuchado que dijeran que el mayor héroe de la historia antigua, fuera un omega, siempre lograban olvidar mencionar algunos detalles, como ese, o como la tragedia sufrida por varios de los santos del pasado, la traición de Shion, la locura del dios del amor. 
 
“Iré tan rápido como pueda” 
 
Dohko tenía razón en algo, y eso era que él permanecía en esa jaula, porque asi lo habia decidido, porque deseaba comprender que planeaba ese demente del cabello negro, de los ojos inyectados de sangre, sin embargo, su Aquiles lo necesitaba, así que tenía que ir a su encuentro. 
 
-Tifón, eres un maldito inútil. 
 
Poco después, usando su cosmos, abrió la celda para dirigirse hacia donde lo llamaba su compañero, que decía su amado estaba en peligro, quien bebía las aguas del olvido de una forma constante, un acto peligroso, que ponía en riesgo su vida misma. 
 
-Y Aquiles un demente. 
 
Aun así, los amaba lo suficiente como para ir en su ayuda, cuando se lo pedían. 
 
*****
 
-Así que… tu eres Minos… 
 
*****
 
Bueno chicas y chicos, espero les guste el capitulo, el primero que subo en el año, muchas gracias por leerme, nos vemos en el siguiente. SeikenNJ. 
 

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