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Paraiso Robado. por Seiken

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Cuando el espectro dijo que no podía permitir que lastimaran a su hijo, por un momento quiso golpearlo hasta dejar una pulpa sangrienta en el suelo, pero Cid lo sostuvo de ambos brazos, molesto con él y no con su enemigo. 

 

-¡No es tu hijo, tu no eres su alfa! 

 

Cid lo mantuvo quieto, observando como Oneiros trataba de mantener la calma, porque si era su hijo, pero no su alfa, no de la forma en que lo era Sisyphus, sin embargo, él estaba embarazado, pero no porque el dios del sueño lo hubiera lastimado o violado. 

 

-Si es su padre, aunque no es mi alfa. 

 

Oneiros trato de mantener su cordura, no quería perderse como algunos de los dioses lo hacían debido a los celos, no quería ser como Eros, que se dejó corromper por su deseo, ni mucho menos como Zeus, él deseaba ganarse el amor de Cid, mantenerlo seguro, así como a su hijo, la serpiente. 

 

-¡El te violo! 

 

Cid desvió la mirada, pensando en que decirle a su alfa para que no sonara tan mal como pensaba, aunque, tampoco sentía que debía mentir, ya que hizo lo necesario para sobrevivir, para escapar del que pensaba era su destino, a lado de un alfa que no lo amaba en lo absoluto, cuyo cambio de actitud, no creía del todo. 

 

-No me violó, yo hice un trato con él a cambio de mi cuerpo, cuando pensé que tú no vendrías por mi, porque yo no te interesaba, esa es la verdad. 

 

Sisyphus fue quien desvió la mirada esta vez, sintiendo que la furia se apoderaba de su cuerpo, pero, comprendiendo bien que no tenía derecho alguno de sentirse traicionado, cuando fue él quien le dio la espalda a su omega. 

 

-Y mi promesa aun sigue en pie, mi dulce espada, si tu aun lo deseas. 

 

Oneiros pronunció seguro, un tanto caballeroso, porque aun deseaba apartar a ese poderoso y sublime omega, del alfa que no le apreciaba como se lo merecía, quien estaba lívido, comprendiendo tal vez, que le había ofrecido a su compañero.

 

-No, ya no deseo eso. 

 

Esa respuesta le dolió al dios menor del sueño, sin embargo, no dijo nada, manteniéndose firme a lado de su espada, de la espada, que llevando sus manos a su cintura, suspiro, pensando que ya sabía cómo se sentía Yato. 

 

-Quiero estar con mi alfa… 

 

Sisyphus al escuchar esas palabras se sintió agradecido, emocionado y triunfante, especialmente al ver el dolor de su enemigo, que desviando la mirada, suspiro, pero aun estaba convencido de que podría apartarlo de su espada, de su amado compañero. 

 

-Ya lo escuchaste, alejate de Cid ahora mismo. 

 

De nuevo esa actitud que comenzaba a cansarle demasiado, que había comenzado cuando apenas se vieron, en el momento en que su arquero lo rescato del templo de Afrodita, a donde había escapado Oneiros, llevándolo a rastras, así que posiblemente tenía razón de actuar de esa forma, pero, seguía molestandole demasiado. 

 

-Soy capaz de cuidarme solo Sisyphus y estos actos de alfa no te sirven en lo absoluto para ganarme de nuevo. 

 

Sisyphus no entendió sus palabras al principio, pensando en lo que significaban, era su omega, era su compañero y lo deseaba a su lado, Cid también lo quería, lo había esperado por muchas vidas, por demasiado tiempo como para poder contarse. 

 

-Puede ser el vínculo aquello que te hace actuar de esa forma, no lo se, pero lo que sé, es que debes convencerme de cuan grande es tu amor por mi, como lo hizo Albafica con Manigoldo, como lo ha hecho Degel con Kardia, aun Hasgard con el patriarca, solo asi podre perdonarte. 

 

Cid no deseaba que su alfa perdiera la vida, pero había pasado tanto tiempo admirando el amor de esos dos, que deseaba algo parecido para él, un afecto incondicional, respeto y confianza mutua, algo que su arquero parecía no le tenía. 

 

-¿Demostrartelo? ¿Acaso no me enfrentare a mi padre para mantenerte seguro a ti y a tu serpiente? ¿Acaso no luche para liberarte de las cadenas que ese espectro había puesto sobre ti? 

 

Cid en ese momento avanzó varios pasos hasta situarse junto a Sisyphus, propinándole un puñetazo en el rostro, para darle la espalda, molesto, decepcionado por esas preguntas, seguro de que esa clase de amor no era lo que él deseaba. 

 

-También te sientes con el derecho de dominarme y tratarme como un esclavo, como una propiedad, diciendome que hacer, cómo hacerlo, haciéndome dudar si lo mejor fue mantener nuestro lazo, o si no eres igual a tu buen amigo Aspros. 

 

Recordaba que habían peleado porque él deseaba proteger a Manigoldo de Aspros, y Sisyphus decía que el cangrejo tenía que estarle agradecido, pensando que tal vez, su punto de vista había cambiado, porque Manigoldo tenía un alfa en la rosa, no porque ese fuera su deseo, por lo cual, decidió dejarle solo uno momentos, para calmar su molestia. 

 

-¿Estas comparandome con Aspros? 

 

Oneiros veía esa discusión en silencio, preguntándose qué debía hacer, porque Cid sabia que Aspros lo había entregado a él, para poder poseer al cangrejo, a cambio de un collar, le había cortado la mano, le había lastimado, secuestrado durante varias vidas, pero parecía que su molestia estaba fija en el arquero y no en él. 

 

-¿Estas diciendo que soy igual a él? 

 

Sisyphus sostuvo a Cid del brazo, para que no se marchara, esperando su respuesta que vino en forma de otro golpe, que lo apartó con fuerza, de una lágrima resbalando en las mejillas de su espada. 

 

-¡No lo se! ¡Eres igual a él! ¡Solo me quieres por ese vínculo, porque la diosa Hera te hace amarme o en verdad me quieres! 

 

Oneiros quiso marcharse, pero cuando lo intento, Cid cortó la piedra que estaba un poco adelante, ordenandole de esa forma que se quedara allí, advirtiéndole que no debía moverse, no lo dejaría pensar que tenía una oportunidad para seducirlo después de lo que le había hecho en más de una ocasión. 

 

-¡Tu me dejaste! ¡Tu me dejaste con él! ¡Me entregaste a él por más de una vida y apenas actúas como si te importara! 

 

Sisyphus lo soltó, comprendiendo que cada una de esas palabras eran ciertas, que a diferencia de Albafica o Minos, él había rechazado a su omega, le había dado la espalda y no había demostrado cuánto lo deseaba, no con el fervor que se lo merecía, era obvio que dudara de su amor, de la duración de este. 

 

-¡Y tu me secuestraste! ¡No me violaste pero si me obligaste a vender mi cuerpo a ti a cambio de libertad! ¡Me violaste en otras vidas! 

 

Cid de nuevo se controló, respirando hondo, diciendose que esa actitud era indigna, que no debía ser de esa forma e intentó marcharse, deteniéndose momentáneamente cuando escucho los pasos de los dos alfas. 

 

-La única razón por la que no te mate apenas te vi, fue porque quiero creerte que no dejarás que lastimen a mi hijo, a mi Ouficus, porque tu me debes tanto que nunca podrías pagarme o compensarme por todo lo que me has hecho sufrir. 

 

Oneiros desvió la mirada entonces, cerrando los ojos, pero aun asi no se marcharía, en las guerras había muchas muertes, esperaba que Sisyphus fuera una de ellas y al mismo tiempo, deseaba proteger a su primer hijo, a la serpiente, pagarle un poco del dolor que su amada espada había sufrido por su culpa. 

 

-¿Y qué hay de mi? 

 

Sisyphus quiso saber entonces porque no lo apartaba, porque no quiso destruir su lazo, observando la mirada de Cid, que ya no estaba del todo seguro de sus acciones, del resultado de estas. 

 

-La diosa Hera me dijo que si rompía el vínculo contigo, podrías morir y no deseaba perderte, a pesar de todo, aun te quiero, lo que no se, es que tanto me amas tu a mi. 

 

Sin más se marchó para buscar al patriarca, esperando escuchar alguna orden, deseaba sentirse útil, realizar su deber como uno de los guerreros de Athena, uno de los soldados de la paz. 

 

-Y cuánto durará este amor que dices tenerme. 

 

Siendo detenido por Sisyphus, que después de su sorpresa corrió detrás de él sosteniéndolo de la muñeca de nuevo, sin saber muy bien qué debía decirle, solo que por lo que le había dicho ese tipo de cabello blanco, estaba en peligro, no podía dejarlo solo. 

 

-Yo te amo, yo se que te amo y que tú eres aquello que siempre me ha mantenido firme, que me hace feliz, aun… aun la misma Athena siente celos de mi amor por ti, mi espada y reniego de ella, si tu me concedes tu amor, la oportunidad para ganarme tu afecto. 

 

Cid quiso apartarlo de nuevo, pero Sisyphus esta vez no lo permitió, sosteniendo sus muñecas, para después rodear su cintura, comprendiendo muy bien que si podía sostener de esa forma a la espada, era porque él se lo permitía, porque su compañero estaba siendo gentil con él. 

 

-Y si no me aceptas, aun asi, no puedo apartarme de ti hasta que mi padre haya muerto, él desea lastimarte, el quiere poseerte, arrebatar a ese niño de tu cuerpo para que des a luz al suyo. 

 

Otra vez mencionaban ese horror, esa locura y Cid no sabía si era cierto, si su destino podía ser ese, un esclavo de un dios lujurioso, que terminaría asesinandolo porque no dejaría de pelear hasta obtener su libertad, así era él, así siempre sería, su honor le evitaba sufrir semejante humillación. 

 

-Mi hijo tiene que nacer… 

 

Susurro llevando una de sus manos a su vientre, dejando que Sisyphus lo abrazara con cariño, besando sus labios, acariciando su espalda, pegándose a su cuerpo, admirando su aroma natural, sus feromonas. 

 

-Tu hijo nacerá y yo lo cuidare como si fuera mio, yo te mantendré seguro y te demostrare cuanto te amo en realidad, sin embargo, me doy cuenta que soy un alfa posesivo, que deseo tenerte a mi lado todo el tiempo, asi que perdoname si eso te molesta, pero no puedo vivir sin ti, no puedo respirar si no estas a mi lado. 

 

Cid no apreciaria esas palabras, el arquero lo entendía perfectamente, asi que se dejó caer, de rodillas, llevando sus manos al suelo, para limpiar sus pies con su cabello, a la vieja usanza, el mayor acto de sumisión que alguien como ellos podían realizar. 

 

-Me pongo a tus pies, obedeceré cada una de tus órdenes, cumplire cada uno de tus caprichos, pero por favor… 

 

Cid se agacho frente a él para ayudarlo a levantarse, escuchando la desesperación de su alfa, como le prometió su amor eterno, su lealtad y su devoción, de una forma que sonaba mucho más a la esclavitud, que a la camaradería que había entre una pareja divina, forjada por la diosa. 

 

-Por todo lo divino y por todo lo profano, por el cielo y el infierno, quédate a mi lado. 

 

No deseaba un sirviente, no deseaba que Sisyphus se humillara a sí mismo, lo que deseaba era simple, aunque complicado en su esencia, él quería lo que tenían sus hermanos omegas con sus compañeros, quería esa clase de afecto puro e incondicional. 

 

-No quiero un amo, pero tampoco quiero un esclavo, quiero a mi igual, a mi compañero, necesito lo que Manigoldo tiene con Albafica, lo que Kardia tiene con Degel, solamente deseo eso… 

 

Sisyphus trato de comprender sus palabras, pero no eran demasiado claras para él, así que supuso, que si su espada pensaba que Albafica era un buen alfa, podría preguntarle que deseaba un omega, podría pedirle un consejo para ser un poco más como él, para no perder a su espada.

 

-Mis pensamientos son tan confusos mi Cid, pero, de lo que estoy seguro y siempre lo estaré, es que yo te amo, yo quiero estar contigo, quiero complacerte, no solo física, sino de todas las formas posibles, pero no se que hacer, no se como hacerlo. 

 

Sin embargo, después de lo que le había hecho, la forma en que le evito buscar a su cangrejo, sabía que Albafica no querría ayudarle y ese otro alfa, el de cabello blanco había perdido a su amor, quedaba Degel, pero él estaba fuera del Santuario. 

 

-Puedes empezar con dos tareas, confia en mi y no me digas que hacer… 

 

Pero, el si confiaba en Cid, era uno de los pocos guerreros en los que podía confiar ciegamente y se preguntaba porque su espada creía lo contrario, tal vez, por que le había ordenado que hacer, porque no deseaba dejarlo solo. 

 

-Yo confio en ti, pelearia con los ojos cerrados a tu lado de tanto que confio en ti, mi dulce espada, pero, lo que no puedo hacer, no hasta que Zeus muera, es apartarme de tu lado, no permitiré que te lastime, como se que tu no me dejaras caer, que tu cuidaras mi espalda, como siempre ha sucedido, porque antes de ser una pareja divina, fuimos una dupla dorada, no es verdad. 

 

Era cierto, mucho antes de que esa pesadilla iniciara, de comprender que Sisyphus si era su alfa, como siempre lo soño, Sage decidió que saldrían juntos en la batalla, según sus palabras los dos se complementaban, tal vez el viejo omega vio lo que ellos no, porque hasta donde sabía, las duplas doradas habían terminado juntas. 

 

-Pero admito que me he propasado al ordenarte que hacer o responder por ti, cuando ese no es mi papel, así que… 

 

Sisyphus se acercaba lentamente hasta sus labios, para poder besarlos con delicadeza, gimiendo al sentir su calor, al ver como se sonrojaba, sus ojos fijos en los suyos, para besarle, tratando de demostrarle todo el amor que sentía por él con ese simple acto.

 

-Lo siento, siento mucho mi actitud, mi descuido y mi frialdad, mi dulce espada, de hoy en adelante, seré el alfa que tu te mereces. 

 

Cid asintió, recargándose contra su arquero, que era gentil, que era suave y que lo estaba convenciendo de su amor, de su afecto por él, aunque, aún tenían una guerra que ganar, contra un dios que pensaban era omnipotente. 

 

-El alfa que tu necesitas. 

 

*****

 

Regulus había seguido a Cid en silencio, escuchando esa conversación, oculto detrás de algunos pilares derruidos del santuario, sorprendiendose cuando su tío le prometió a Cid ser lo que necesitaba de él, para demostrarle su amor, pensando que tal vez eso le ayudaría a él, a ganarse al menos la amistad de Yato. 

 

El joven león sabía que su mayor deseo era convertirse en un soldado de la diosa Athena, que deseaba ser fuerte, ganarse su armadura y aunque sabía que pronto le asignarian un tutor, por unos momentos pensó, que no había nada mejor que un santo dorado para entrenar a quien sería un guerrero poderoso y también su omega. 

 

Asi que colgandose su collar, decidió buscar a Yato, para ofrecerle algo que sabía deseaba, que necesitaba para cumplir sus sueños, a cambio de nada, no le pediría nada, solo estar un poco de tiempo a su lado, pero nada más. 

 

Ni un beso, ni un gracias, nada, solamente deseaba ayudarle, mostrarle que no solamente estaba interesado en el collar y Cid lo había dicho, eran apenas unos niños, su destino no estaba hecho y su omega, podia cambiar de opinion con los años, tal vez, hasta desearlo a su lado. 

 

No obstante, tenía que dejar de pensar en eso, porque su omega no haría más que enojarse por él por esas palabras, porque no deseaba un alfa de momento y debía respetar sus deseos, así era mejor. 

 

Así que empezó su búsqueda, para localizar a Yato y ofrecer sus servicios como su maestro, en secreto, para que nadie pensara que estaba haciendo trampa, porque no era asi, unicamente estaba adelantando su entrenamiento, dándole a su omega lo que sabía deseaba en ese momento. 

 

Si su omega no se enojaba con él cuando lo viera, porque le habían dicho que debía dejarlo en paz, darle su espacio, pero no podría entrenarlo si le daba su espacio, así que sin mas, inició su búsqueda, tratando de localizar su cosmos, seguirlo, como si fuera un lazo invisible. 

 

*****

 

Yato después de que Cid y Kardia se marcharon, dejándolo solo, ingreso en los cuartos donde dormían los aspirantes, habitación que se suponía pronto sería reasignada, porque al ser omegas, tendrían sus dormitorios separados de los alfas y de los betas, se suponía que así era mejor. 

 

En el pasado no sabía porque era eso, que hacía que los omegas tuvieran que vivir aparte de los otros, ahora lo sabía y no le gustaba en lo absoluto comprender las razones del patriarca para separarlo de sus viejos compañeros de armas. 

 

Se sentó en su cama, porque estaba cansado, pero no deseaba dormir y entonces abrió el libro que Manigoldo le regaló, para observar las imágenes, leer las palabras allí escritas, deteniéndose en la imagen de la sirena, recordando que asi le decia Aspros al señor Albafica. 

 

-No es una sirena… 

 

Susurro, cambiando la pagina, escuchando unos pasos, viendo como Yuzuriha, que era un alfa y su amigo, así como una chica proveniente de Lemuria, se acercaba a él, sentándose en la cama, con una expresión molesta en su rostro. 

 

-No es una sirena, es una rosa, la mas hermosa de todo el jardín y se suponía que era el amor de Shion, aun Hakurei aceptaba que estuvieran juntos. 

 

Ella entrenaba bajo la tutela de Shion, había aprendido todo lo que se suponía un alfa como ella debía aprender de otro alfa de lemuria, como tratar a un omega, como reconocerlo, Hakurei le había prometido que si obtenía su armadura, podría elegir a su omega de entre sus compañeros. 

 

-¡Eso no es verdad! ¡Retractate!

 

Grito inmediatamente, al escuchar esas palabras, furioso con ella por decirlas, levantándose para que los dos estuvieran a la misma altura, esperando que se retractara, pero como no lo hizo, su molestia, únicamente creció. 

 

-¡Shion solo es un maldito demente y Hakurei es aún peor!

 

Esta vez fue ella quien se molesto al escuchar esas palabras, al escuchar ese insulto a dos personas que encontraba dignas de respeto, de seguirlas hasta la muerte, así que esta vez fue su turno de atacarlo, primero sorprendiendose cuando Yato esquivo su puñetazo, después, dándole un rodillazo en el estómago. 

 

-¡El que mientes eres tu, Yato, como todos los omegas! 

 

Yato cayó al suelo sosteniendo su estómago, observando a su amiga en silencio, sintiendo como lo sostenía del cabello para elevar su rostro, verlo a la cara, no como siempre, sino con un cierto desagrado que le hizo temer por su seguridad. 

 

-¿Porque lo hiciste? ¿Porque me traicionaste? 

 

Yato no sabia de que le estaba hablando, pero guardó silencio, apretando los dientes, sin comprender cómo su amiga se veía tan molesta, su amiga que era un alfa con las enseñanzas de lemuria, unas que decían que los omegas debían ser esclavos. 

 

-Yo esperaba que tu fueras mi omega, como me lo habías prometido, el día que iniciamos nuestro entrenamiento. 

 

El no hizo esa promesa, él solo le dijo que debian estar juntos, ya que llegaron el mismo dia a los campos de entrenamiento, poco después lo hizo Tenma, quien también era un omega, a quien consideraba su amigo, pero parecía que defendería a Aspros, porque lo pensaba un buen hombre y a Manigoldo un demente. 

 

-Pero te prometo que entrenare, que sere poderosa y podre derrotar al supuesto erudito de oro. 

 

Yuzuriha había sido educada por Shion, por Hakurei, como un alfa de lemuria y eso significaba que veía a los omegas como objetos, como simples cosas sin alma o sin mente, así que por eso actuaba de esa forma tan violenta con el joven aspirante. 

 

-¡Dejalo en paz! 

 

Gritaron de pronto, apartando a la niña lemuriana, que también era un alfa entrenado por Shion, que no sabia que hacer, como reaccionar frente a las noticias de la traición de las dos personas que más admiraba en ese mundo. 

 

-¡No le hagas daño! 

 

Yato le ordenó a Regulus, quien solo le apartó, observando como la chiquilla comenzaba a llorar, cubriendo su rostro, sin saber que hacer o que sentir, sin comprender porque sus dos tutores se habían marchado, porque decían que eran unos traidores, temerosa de acudir con Sage, por lo que decían de él, que se trataba de un omega que odiaba a los alfas. 

 

-No… no le haré daño. 

 

La pequeña seguía llorando en el suelo, haciendo que Yato y Regulus sintieran pena por ella, acercándose con lentitud, pensando que lo mejor era buscar a alguno de los mayores, a Sage, él era un lemuriano, el sabria que hacer. 

 

-Vamos con Sage… 

 

Regulus asintió, tratando de ayudar a la pequeña, tomándola de la mano, pero ella no quiso moverse, así que la cargó en sus brazos, dejando que llorara en su regazo, al mismo tiempo que Yato lo seguía, asustado por el bienestar de su amiga, que se veía sumamente asustada. 

 

-¿Porque estabas por aquí? 

 

El santo dorado de leo se encogió de hombros, no deseaba decirle sus planes con la pequeña en sus brazos, que casi tenía la misma edad que él, pero por alguna razon se sentia todo un hombre de mundo, un alfa con cierta sabiduría, que no compartia su omega o su amiga. 

 

-Gracias… 

 

*****

 

Sylphide se levantó de su cama, colocando ambas manos en las sabanas, observando al sujeto rubio y al molesto espectro de Bennu, por quien estaba pasando todo eso, llevando sus manos a su cuerpo, recorriendo las heridas, tratando de pensar cómo las había recibido. 

 

-¡Has despertado! 

 

Kagaho estaba emocionado por verlo despertar, esperando que fuera el mismo que lo acompañó en su búsqueda, Asmita se mantuvo apartado, no deseaba asustar al pequeño de cabello gris. 

 

-¿Cómo te sientes? 

 

Le pregunto, llevando sus manos a las suyas, sintiendo simpatía por ese espectro, un asomo de amistad, que nunca había percibido en su vida, recordando los sucesos que le llevaron a ser lo que era en ese momento. 

 

-¿Aun lo sientes?

 

Aun lo sentía, el llamado de su alfa, que no dejaba de tirar de su vínculo, ordenandole que fuera a el, que se presentara, pero no deseaba hacerlo, no quería ser suyo, la verdad era que Dohko le asustaba demasiado. 

 

-Si, aun lo siento… no deja de llamarme. 

 

Y llevando sus manos a su cabeza, se preguntó, qué debía hacer, si debía permanecer en ese sitio, o no. 

 

-Y no se… no se si debo ir con él o no… 

 

*****

 

Hola chicas y chicos, espero que el capitulo sea de su agrado, como siempre, muchas gracias por sus comentarios, sus estrellas y sus lecturas. Nos vemos SeikenNJ.


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