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Paraiso Robado. por Seiken

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Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

*** 45***

— Despierta mi dulce cangrejo.

Manigoldo se removió en su cama, tratando de apartar las manos de las personas que estaban junto a él, logrando que Aspros se riera entre dientes, alejándose cuando intento darle un puñetazo, uno muy fuerte que casi impacta contra otra persona, esta era su maestro.

Sage estaba a su lado y Aspros estaba usando su ropa de entrenamiento, extrañándose cuando retrocedió asustado, notando que sus manos eran más pequeñas, todo él era más pequeño, no debería ser mayor a la edad que tenía durante su primer celo.

— No te asustes, Manigoldo, todo está bien, Aspros te llevo conmigo apenas empezó tu primer celo y no quiso alejarse de ti, hasta ver que estabas a salvo.

Manigoldo era solo un niño, pero aun así, sus recuerdos eran los de un hombre adulto, tal vez únicamente se trataba de un extraño sueño, sin embargo, lo primero que hizo fue abrazar a su maestro, quien con su acostumbrada delicadeza le rodeo entre sus brazos.

— ¿Cómo te sientes?

Manigoldo no supo que decir, así que no dijo nada, Sage ya sabía cómo era eso y estaba por demás que le respondiera, Aspros al ver que no le dirigía la palabra, simplemente se alejó, sin decir nada más.

Manteniendo su distancia, con una expresión triste, tal vez sintiéndose rechazado por el joven omega que se aferraba a la seguridad que le brindaba su maestro, el que estaba vivo, a su lado, tan fuerte como era su costumbre.

—Eso fue muy grosero Manigoldo, Aspros lo único que hizo fue traerte a mis habitaciones por el bien de tu seguridad, no deberías ser tan descortés.

Manigoldo cerró los ojos, inseguro, sin saber si ese era un sueño o todo lo vivido hasta ese momento lo era, sintiendo como las manos de Sage recorrían su cabello con delicadeza, seguro que debía sentirse indispuesto a causa del celo.

— ¿Qué hay de Albachan?

Ese nombre era sin duda diferente, se dijo Sage, alejándose lo suficiente para llevar su mano a su frente, preguntándose si no estaba enfermo o mareado, sonriendo cuando se sonrojo recargándose en la cama, sus enormes ojos fijos en las sábanas, como lo hizo la primera noche que durmió en el santuario.

— ¿Qué ocurre con Albafica?

Manigoldo no respondió, mirándole de reojo, sin saber que decirle a su sabio maestro quien comenzó a preguntarse qué era lo que pasaba con su pupilo, quien se cruzó de brazos, escuchando como su maestro se levantaba de la cama para prepararle un té de hierbas, cuyo sabor ya conocía, era el que siempre le daba cada año para aliviar sus malestares.

— Nada…

No estaba seguro que ocurriera nada malo con Albafica, mas allá de padecer la soledad de ser el santo de Piscis, pero en el futuro, en su presente, tal vez su compañero estaba malherido, no lo sabía, lo único que recordaba era que Aspros le había atacado y aun así no estaba del todo seguro.

Y a pesar de los años, del tiempo transcurrido, Manigoldo aún no estaba seguro de que ese sueño no fuera real, apenas recordaba fragmentos de su vida pasada, así como de su desconfianza por Aspros, el que salía cada uno de sus celos, manteniéndose alejado de su influencia, pero la otra parte del tiempo siempre estaba a su lado, entrenando con él, conversando de su futuro, enseñándole su afecto, uno que aun su maestro encontraba dulce.

Mientras que Albafica, el solitario santo de piscis, iba perdiéndose en las sombras, a veces le seguía, pero generalmente se movía en silencio, haciendo que se preguntara si esa extraña ilusión era real, cuestionando su cordura.

Ignorando su temor era fácil recordar porque le apreciaba como lo hacía de niño, porque le seguía a todas partes y sobre todo, que le hizo pensar que se trataba de su alfa, la misma clase de actitud magnética que en ese momento le hacia sonreír con los brazos detrás de su espalda, caminando a su lado con seguridad, como si el mundo le perteneciera.

— Estoy seguro que no tuvieron oportunidad alguna.

Aspros se rio entre dientes, sintiéndose orgulloso de ser respetado por el que sabía era su omega, quien se detuvo de pronto sintiendo una mirada fija en ellos, alguien que se escondía para no ser visto por su alfa pero presentándose ante su omega, pero que ignoro al sentir que su amigo le jalaba de la muñeca hacia su dirección, recargándose en una columna, su expresión radiante.

— Le he preguntado a tu maestro si me concede tu mano, mi cangrejo, y me ha dicho que me dará su bendición sólo si tú me aceptas.

Manigoldo se relamió los labios, inseguro, aun sentía la mirada de alguien, pensaba era Albafica, escuchando su respuesta, la que vino en forma de su mano buscando su collar, el cual no existía desde que una tonta ave se lo robo.

— Pero yo no tengo un collar, lo perdí en mi aldea.

Fue su respuesta, pero Aspros negó aquello, a quien le interesaba un aburrido collar cuando era el omega aquello que valía, el tesoro atado a una simple piedra, y buscando algo en su abrigo le mostro un collar de plata, lo había comprado en un poblado lejano, no era el regalo de un omega, sino un dije creado por manos humanas, el que tendría que funcionar como su regalo de bodas.

— Este podría ser nuestro collar, si tú me aceptas, mi dulce cangrejito, que dices, serás mi omega o puedo esperar otro año para volver a realizar la pregunta que me muero por hacer desde tu primer celo.

Manigoldo no supo que decir, no en ese momento, sintiendo la mirada de Aspros esperando por su respuesta, sus manos aferrándose a las suyas para dejar caer el collar que simbolizaría su amor, al mismo tiempo que una rosa estaba a punto de marchitarse.

— Yo…

Susurro, antes de asentir, colgando el collar de su cuello, olvidando sus extraños sueños, aquellas pesadillas, destruyendo la cordura de un tercero que observaba aquel encuentro en silencio, el que destruyo la columna con la fuerza de su mano, mordiéndose los labios, antes de pedir una misión lejana, algo que le diera un poco de paz, seguido de un santo de cabello verde, que sorprendido deseaba saber que había perturbado tanto a su amigo.

— Yo acepto…

Aquella era la respuesta que había esperado escuchar durante toda su vida, Manigoldo, un omega que además era parte de la elite dorada le había aceptado, se entregaría a él para ser su compañero y dentro de poco tiempo, cuando Sage pensara que había llegado el momento de cederle su puesto, él sería el patriarca.

Su vida no podía ser mejor, y la de Manigoldo era como lo hubiera esperado su madre, no la que le dio a luz, sino la diosa Hera, que usando su cosmos trataba de mostrarle a su querido hijo una de las múltiples ramificaciones de su destino, en donde no encontraba a su compañero indicado, pero este santo, el de géminis, lo amaba de forma sincera.

— Dime una cosa cangrejo, cuál de las dos vidas prefieres…

Susurro de pronto, algunos años después, cuando Manigoldo tenía seis meses de embarazo, después de unos años perfectos, que solo eran ensombrecidos, por la tristeza que podía ver se reflejaba en los ojos de Albafica de Piscis, el que se ocultaba en las sombras, manteniéndose alejado de su compañero y aquel que había seleccionado como su alfa.

— Tú no eres real…

Pronuncio Manigoldo, alejándose de ella, los recuerdos borrosos de su verdadera vida regresando lentamente, sin comprender como el hombre con quien vivía era el mismo que le acechaba en las sombras del santuario.

— Lo soy, yo soy real y este hermoso sueño también lo es.

Ella no parecia sentir piedad, no era la mujer que pensaba los protegía y les brindaba felicidad, esta diosa parecia molesta, afligida, demasiado debilitada pero aun así podía mostrarle visiones a sus hijos.

— Aunque esta vida como ha sucedido hasta el momento, es verdadera, es tan real como el Aspros que has conocido en ella, un hombre que si bien no es tu alfa, podría llegar a amarte, como tú lo haces, pequeño cangrejo.

Pero que había de su alfa, el que se estaba perdiendo en su soledad y casi nunca estaba presente en el santuario de Athena, quien generalmente le observaba en silencio, pero se alejaba sin decir nada, siendo Shion su única compañía, tal vez, su único consuelo.

— Pero que hay de Albachan…

Hera sopeso su respuesta por unos segundos, para después, mostrarle a su alfa en una de sus múltiples misiones, enfocando su frustración en sus enemigos, su collar como única muestra de su vínculo.

— ¿Qué hay de él?

Pregunto la diosa con una sonrisa en los labios, acariciando su mejilla, estaba segura de que hasta ese momento no le había extrañado, por que preguntar por el ahora que se encontraba en la casa que Aspros había seleccionado para ellos, con su semilla creciendo en su vientre, cuando su alfa elegido en aquella vida, estaba a punto de regresar de una larga misión para recibir una grata sorpresa.

— No pareces necesitarlo, has sido tu quien ha elegido vivir esta vida, tal vez porque piensas que Aspros enloqueció por culpa tuya o porque esto ha sido mucho más fácil que la pesadilla en la que despertaras, si decides volver.

Manigoldo no supo que decirle, tal vez era cierto, él no había sufrido el asedio constante de Aspros, pero al mismo tiempo su alfa, su Albachan estaba solo, buscando una manera de matarse, de eso estaba seguro al verle pelear sin tregua, todo por culpa suya.

— ¿Qué pasara con Aspros?

Manigoldo deseaba saberlo, no quería pensar que realmente él tuvo que ver con la locura de Aspros, que tal vez de no ser tan cruel, como lo decía Hakurei, su amigo hubiera tenido una oportunidad, la que le sería robada a su alfa.

— Tú lo sabes Manigoldo, porque tú has sentido en carne propia la locura de un alfa cuyo vínculo está a punto de romperse.

Manigoldo no dijo nada, suponiendo que la respuesta era más que obvia, Aspros enloquecería e intentaría alejarlo de su alfa, porque pensaba que podía crear un vínculo falso con él una vez que le hubiera domesticado.

— Nunca pensé que mi regalo fuera a causarles semejante dolor.

Hera le sonrió entonces, llevando sus manos a las mejillas de su hijo, necesitaba comprender que había dos opciones, una de ellas era abandonar a su alfa en su jardín manteniendo la cordura de su amigo intacta, la otra era salvar a su alfa pero a cambio atravesar un martirio para poder estar juntos de nuevo.

— Tienes que elegir Manigoldo, tu alfa o tu paz…

Manigoldo asintió, su decisión estaba tomada, en realidad, solo existía una opción para él y eso era regresar a los brazos de su alfa, abandonar esa ilusión.

— ¿Aspros tiene salvación?

Hera no le respondió en ese momento, simplemente se hizo a un lado para que su compañero pudiera entrar a sus habitaciones, notando con gran felicidad que estaba embarazado, al fin había ocurrido el milagro y siendo el hombre amable que era, rodeo a su cangrejo por la cintura y dando una vuelta con él en sus brazos, supo que se trataba del alfa más afortunado del mundo.

— Sage me dijo que viniera a verte, pero no me dijo la razón, pero sí que era urgente.

Manigoldo asintió, recibiendo las caricias que Aspros le brindaba, recordando sus sueños de la niñez y su absurdo deseo porque este hombre fuera su alfa, pero no lo era, él tenía su omega, como él tenía su alfa, pero aun así parecia que estaban destinados a estar juntos durante aquella vida.

— De haberlo sabido hubiera regresado antes…

Aspros se quejó entonces, llevando una mano a su mejilla, para besarlo después con delicadeza, abrazándolo con ternura para guiarlo en dirección de una pequeña sala, en donde sentándose le jalo en su dirección para que pudiera utilizar un lugar sobre sus piernas.

— Pero la siguiente ocasión prometo estar presente, mi dulce cangrejo.

Manigoldo cerró los ojos entonces, maldiciéndose por lo que estaba a punto de hacer, ya que comprendía que la diosa Hera estaba dispuesta a concederle un favor especial, podía mantenerse en aquella ilusión o despertar a lo que sabía se trataba de la realidad, pero sería una pesadilla, o quedarse en aquel mundo, en esa ramificación en donde solo su alfa estaba pasando por el peor de los tormentos, tomando la decisión de condenar al que sabía era un buen hombre a la locura, pero salvar a su rosa de la soledad y la desesperación que sabía sentía en ese mundo al verlo en los brazos de alguien más.

— Despierta mi dulce cangrejo.

Susurraron de pronto, al mismo tiempo que unas manos lo sostenían de los hombros, sin embargo, a pesar de que Aspros estuvo dispuesto a tomarle en contra de su voluntad y hasta ese momento había peleado para poder someterlo, como se suponía un hijo de Zeus hacía con su posible compañero, tras escuchar las palabras de su hermano, supo que no deseaba hacerle daño.

— No soy tu dulce cangrejo.

Respondió, alejándose con rapidez, dándole un fuerte manotazo para que no siguiera tocándolo, percibiendo el dolor en el rostro de Géminis, quien sabía podía ser un buen hombre, pero había enloquecido, de tal forma que no era más que una sombra del que fue en algún momento de su vida.

— ¿De quién eres? ¿De esa sirena?

Manigoldo asintió, aún estaba malherido, pero no se atrevía a decir una sola palabra, sus ojos fijos en los de Aspros, percibiendo un dolor tan grande que comenzaba a estrujarle el corazón, preguntándose si él podría ser el mismo de su sueño, si acaso debía o podía guiarse por un sueño, en el que la matrona pavorreal quiso mostrarle uno de sus múltiples destinos.

— ¿Dónde está él en este momento?

Pregunto Aspros, alejándose varios pasos de Manigoldo, rascando uno de sus brazos, dejando gruesas líneas rojas en la piel, tratando de soportar el deseo que su omega elegido despertaba en su cuerpo.

— Albachan no me abandonaría.

Aspros suponía que eso era cierto, pero cuando Shion usara el satán imperial con él, su amor o sus instintos, ya no importarían, esperaba que dijera que su amor solo era una mentira, un engaño que había durado demasiado tiempo, pero que ya no podían mantener, su deber era mucho más importante.

— ¿Estás seguro Manigoldo?

Le pregunto, moviéndose a la velocidad de la luz para poder sostener a su cangrejo de las muñecas, pegándolo a su cuerpo, notando su debilidad, así como la tenue fragancia de su celo, el que ya estaba a punto de terminarse por aquel año.

Pero aún podría, de intentarlo, someter a su cangrejo, el que ya estaba demasiado malherido, mirándole como si se tratase de un demonio, sus ojos azules fijos en los suyos, haciéndole ver que le temía, su amado omega le tenía miedo.

— Porque yo no lo veo presente, no está contigo mi conejito y eso debes comprenderlo para que podamos iniciar nuestro destino, juntos.

Sentencio antes de besarlo con fuerza, apoderándose de su aliento, alimentándose de su sabor y de su cercanía.

— El no te ama, no como yo lo hago.

******

Hola, muchas gracias a todos los que siguen leyendo esta historia, espero que sea de su agrado, este capítulo como se los prometí está dedicado a la segunda posible pareja de Manigoldo, Aspros, mostrando un futuro que pudo ser si el santo de géminis no hubiera ignorado los deseos de su conejito.

En este momento hay dos opciones muy interesantes para seguir con la historia, en una de ellas Aspros tomara a su conejito en contra de su voluntad, en la otra, soportara la tentación, ahora….

Cuál de las dos prefieren.

Y continuando con las mismas preguntas de siempre:

¿Hasta el momento que pareja es su favorita?

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

Aunque según parece los alfas del principio van ganando, con algunas excepciones, estas son Oneiros y Regulus, pero, no se preocupen, dentro de algunos capítulos empezara a brillar Sisyphus, como Albafica ya lo hace.

Y ahora una nueva, de los posibles villanos.

¿Quién es su favorito?

Sí les gusta la historia y las parejas, déjenme saberlo, ya saben que sus comentarios, kudos, favoritos y todo eso me anima a seguir con esta locura.

Muchas gracias, nos vemos el próximo capítulo.

 


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