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Paraiso Robado. por Seiken

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Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***9***

Cid despertó sintiendo las caricias delicadas de Oneiros, sus ojos fijos en su rostro, como si en verdad le amara y se preocupara por su bienestar, alejándose inmediatamente al recordar en donde se encontraba, el mismo dolor sordo en su muñeca cercenada, la que aun sangraba de momentos.

—Come la manzana Cid, eso es lo mejor para ti, recuperaras tu brazo y olvidaras el dolor que te ha hecho pasar este malagradecido alfa, que no te buscara, nunca lo hace.

Cid cerro los ojos, dudando de sus palabras, pero no porque creyera que su amado le buscaría, porque su alfa se preocupara por su bienestar, sino porque tal vez, su deber le obligaba a permanecer a lado de su diosa.

—No aceptare nada que tú quieras darme.

Youma había usado la flecha que Eros le había regalado en Aspros, pero sabía que Oneiros tenía su propio regalo, escondido en ese cuarto y si le usaba de la forma adecuada, bien podía forzar al dios a enamorar de forma falsa a la espada, facilitando la ingesta de la manzana dorada y poco después el deseado embarazo del poderoso omega, cuyo celo era tan corto que temía que fuera a desperdiciarse.

—Yo digo que deberías darle un empujón, para que coma esa manzana, recupere el brazo que le cortaste y se olvide del arquero, o recuerde sus vidas pasadas, ya no recuerdo que es lo que hace esa fruta eternamente joven, por la gracia de la diosa del amor.

Oneiros se levantó en el acto, furioso, abandonando a su espada que al ver a otro espectro quiso levantarse, atacarle por lo que en realidad era, pero en ese momento, de pronto, un tercer hombre hizo acto de presencia, el que aun tenías algunas gotas de las espumas de afrodita en un frasquito en su cinto.

Confundiendo mucho más a Cid, quien, desorientado por la pérdida de sangre, por ser víctima de las alucinaciones del dios del sueño, no supo si aquellos espectros eran reales, o solo una alucinación provocada por su carcelero.

Itia deseaba que Oneiros despertara a su dulce omega, el que ya había rejuvenecido con ayuda de las espumas que bañaban a la diosa del amor, el collar de Sage mantenía unas manchas, como nubes, demostrando con ese hecho que no era su alfa elegido, pero el anciano patriarca de libra deseaba ignorar aquel detalle.

Ansioso como estaba por cumplir su sueño de tener a su omega en sus brazos, tener esos hijos que siempre se imaginó correrían libres en el santuario y durante los años que aún le quedaran, disfrutaría de la belleza que se le fue negada.

No obstante, a pesar de su traición, soñaba con el día en que pudiera regresar a su casa, a gobernar el santuario y destruir a cualquier clase de sombra que le habitaba, en especial aquella que dejo pasar a dos dioses enemigos, a cambio de un hermoso alfa, ese vil traidor que portaba una armadura de Aries, cuyo poder parecía era infinito, pero no así su sabiduría.

Itia, quien había jurado lealtad a esos tres dioses, a Oneiros, a Youma y a Eros, al ver al santo moribundo en aquella cama, con el brazo cercenado, supuso que se trataba de uno de los santos de capricornio, uno de sus aliados, un joven omega que había sido utilizado como un pago a uno de los dioses, quien, en vez de cuidarlo, le mantenía preso como si se tratase de un animal.

—¿Qué demonios le has hecho?

Pregunto furioso e inmediatamente sosteniendo al dios del sueño de su armadura quiso saber porque razón estaba en aquella cama, semidesnudo y encadenado, cuando se veía que apenas podía mantenerse despierto.

Oneiros ignoro esa pregunta enfocándose en el frasco en su cinto, reconociéndolo en ese instante, sonriendo, no era necesario que la manzana se desperdiciara forzando a Cid a comerla, sino que por ese momento podía bañarlo con aquellas espumas y el tiempo retornaría en su espada.

Regresándole su brazo, tal vez su fuerza, logrando lo que la manzana dorada de la diosa de la discordia podría, con la diferencia, que este cambio era parcial, aun así, su hermoso omega era un hombre joven, no un anciano, viviría mucho tiempo a su lado, una vez que recuperara su juventud.

—¿Son espumas de la fuente de Afrodita? ¿La fuente de la eterna juventud?

Pregunto el dios del sueño, tratando de tomar ese frasco, siendo repelido por Itia quien entrecerró los ojos furioso, si las usaba podría sanar a su espada sin tener que obligarle a comer de la manzana o usar la flecha, comprendiendo muy bien que Cid no era consciente de lo que pasaba a su alrededor en esos momentos.

Seguía debilitándose, tal vez no estaba muerto solo por las cualidades de aquel templo, creado para mantener siempre jóvenes a sus habitantes, en especial aquellos humanos, como lo fue en su tiempo el mismo Adonis.

—Te prometí ayudarte a despertar a tu omega de aquel sueño, lo hare, si me regalas ese frasco para curar al mío.

Itia estaba a punto de decirle que no era su omega, pero debía traicionar a otro de los suyos para recuperar a su dulce cangrejito, por lo que, a pesar de estar furioso, en contra de permitir que violaran a un omega cuyo alfa le buscaba, seguramente desesperado en aquellos momentos, un acto antinatural, le entrego el frasco, con el que podría sanar a su camarada caído.

—Si despiertas a mi cangrejito.

Cid al escucharle pronunciar aquellas palabras supuso que hablaban de Manigoldo, su hermano de maldición, a quien deseaba Aspros para sí, e intento moverse, pensando que tal vez el santo de géminis estaba presente en aquel templo, pero debía estar mucho más confundido que hacía unos minutos, porque ese hombre de cabello negro no era Aspros, el cangrejo que deseaban era otro más, uno cuyo nombre no pudo adivinar, pero de no haber estado tan malherido, supondría que se trataba de Sage.

—Primero curare a mi espada, después despertare a tu omega y no usare la flecha Youma, no la necesito, mi compañero responde a mis caricias.

No era su compañero, no le amaba, su alfa se trataba de Sisyphus, el amable santo de sagitario, al que apreciaba por sobre todos los demás, haciendo que cerrara los ojos, cuando su cuerpo ya no pudo más.

Al mismo tiempo que Youma abandonaba ese cuarto, una vez que ese poderoso omega estuviera curado, era seguro que Oneiros ya no podría refrenar sus deseos, no dudaría ni un instante en tomar a su pobre espada.

Itia no pudo más que asentir, observando al muchacho con pena, era una lástima que tuviera que pasar por una cacería, ser sometido por un alfa incorrecto, por una criatura que ni siquiera era un alfa, pero al estar en juego la seguridad de su cangrejito, su omega, no le quedaba más que traicionar a ese capricornio.

—Por el momento esto servirá… después lograre que comas de la manzana, que aceptes tu lugar a mi lado, mi dulce espada.

Oneiros antes de bañar a Cid con aquellas espumas, se aseguró de que las cadenas estuvieran bien puestas, las de las muñecas, las de los brazos y las de la pared, sonriendo al pensar que solo la espada de la casa de libra o un arma divina podría romper uno de los trabajos del dios herrero del olimpo.

Y sin más, alejándose un poco para poder admirar el espectáculo único del tiempo retrocediendo en el cuerpo de un mortal, dejo caer las pocas espumas que aún quedaban en ese frasquito en el cuerpo de Cid, las que actuaron exactamente como con Sage, regenerando su cuerpo, creando una mano nueva en donde antes no había más que un muñón.

Ya era tiempo de disfrutar de la compañía de su espada cuando estuviera despierto, de mostrarle que respondía a sus caricias, que él había cultivado su cuerpo, cada uno de sus deseos, haciéndolo un instrumento musical en sus manos.

Llenándolo de placer, cuando Cid abrió los ojos, los que se enfocaron en su cuerpo, apretando los dientes, sorprendiéndose demasiado al ver que su mano había regresado a su cuerpo, pero no recordaba haber comido de la manzana, preguntándose porque razón, como era que le habían curado.

—Ese anciano es otro alfa no correspondido, el que no sabe que su omega aún no ha nacido, así que desespera por el vínculo, al no sentir nada al otro lado, imaginando al cangrejo de la anterior guerra santa como su compañero.

Cid jadeo y Oneiros comenzó a reírse, los cangrejos sí que tenían mala suerte, nunca encontraban a tiempo a su alfa y de hacerlo, generalmente la muerte se los arrebataba, tal vez aquello era un pago justo a cambio de poder transitar el Yomotsu, porque en más de una generación, quien debió ser el legítimo cangrejo, perdía a su alfa siendo muy joven, así como su armadura, para ser sometido por un alfa demente, que buscaba una pareja poderosa.

—¿No sabes quién es ese cangrejo?

Pregunto sentándose en la cama, esta vez recorriendo los muslos de Cid con delicadeza, deteniéndose en el borde de la túnica que le había hecho vestir, relamiéndose los labios al ver como su espada comprendía que era lo que deseaba e intentaba alejarse de sus manos.

—¿Sage?

Eso era aún peor, su padre, su patriarca, el que era un omega justo que los trataba como iguales a los alfas, que había hecho todo lo que estaba en sus manos para que pensaran que su maldición era un regalo, que no debían verse como unos condenados, a punto de ser relegados al papel de unas marionetas.

—El usó muchas más espumas de las que fueron necesarias contigo mi pequeña espada, pero su reloj sigue teniendo el mismo estado, aun es un anciano y él, junto con su alfa, morirán en el momento en que las Nornas así lo crean justo.

Cid negó aquello, si Sage era obligado a entregarse a un alfa que no era el suyo que les deparaba a ellos, porque ese anciano omega les había contado con ternura, con los ojos endulzados al recordar su pasado, su compañero, lo que significaba encontrarlo, hablándoles de un alfa, el que estaba seguro era su compañero de vida.

—Pero tú eres joven y esto que ocurrió con tu mano, no fue más que un infortunado accidente, que por fin he logrado reparar sin ayuda del dios Amor, quien me dio la manzana y una flecha para usar contigo, porque piensa que no me corresponderás.

Al ser un dios no tuvo que desvestirse, de un momento a otro la ropa que portaba desapareció, logrando que Cid retrocediera presa de pánico, unas horas, tal vez unos minutos antes había soñado con eso mismo, pero esta vez era real, porque sus heridas ya no le protegían y el dios del sueño le deseaba como su compañero.

El que portaba una perla, con las mismas clases de manchas que tenía la que colgaba del cuello de Itia y de cada uno de los alfas que habían robado a un omega que no les pertenecía, haciéndole temer, comprendiendo muy bien que aún estaba en celo, que si Oneiros le poseía, le forzaba a compartir su lecho, terminaría embarazado.

—Mi dulce espada, aun estas en celo y yo le prometí a Youma un pequeño regalo si me ayudaba a sustraerte del santuario.

Youma, era el espectro que le prometió al otro alfa demente otro pobre cangrejo, su amigo, quien seguramente para ese momento, si Shion había logrado lastimar a su rosa, ya le habría domesticado, como burdamente llamaba al ruin acto de una violación.

—Quieres… quieres un bebé…

Susurro, cerrando los ojos al sentir como la mano de Oneiros ingresaba en su túnica y sus labios se pegaban a su cuello, dándole delicados besos, recorriendo su yugular, buscando los broches que le liberarían de aquella molesta ropa.

—Yo no, debo admitir que para mí sería lo mismo si fueras un alfa o un omega, inclusive un beta, pero Youma quiere que tu des a luz una criatura poderosa, que nuestro hijo sea invencible, con él y sus hermanos, podremos destruir a los dioses del Olimpo.

Cid volteo en otra dirección cuando su túnica se abrió, cayendo con delicadeza en la cama, dejando su piel descubierta, su cuerpo encadenado como si se tratase de un banquete para ese dios enfermo, quien admiraba cada parte de su anatomía, relamiéndose los labios, antes de robarle un beso demandante.

—Al fin eres mío, mi dulce espada.

***10***

Shion esperaba encontrar a su rosa en esa aldea, estaba ansioso de utilizar su nueva técnica en el cuerpo de su alfa, su compañero elegido, caminando con lentitud, esperando que de un momento a otro le atacara, sin embargo, su amada rosa ya no estaba presente, de alguna forma, había logrado escapar.

Logrando que perdiera el control, elevando su cosmos con furia, gritando el nombre de su amado, quien al otro lado del camino podía ver la destrucción realizada por su ahora enemigo, en ese pueblo que ya no existía ni siquiera en sus recuerdos.

Preguntándose como era posible, que su información estuviera tan errada, o de qué manera Albafica adivino que debía marcharse de aquel sitio antes de que lo encontraran, cerrando los ojos, recordando más de su inesperado aliado, el único ser en el universo en quien podía confiar.

*****

—Te ha hecho creer que los alfas son superiores en todos los aspectos y cuando tú, su querido alumno resultas ser solo un beta, quiere convencerte de que los dioses no te han rechazado, que no se han burlado de ti y que debes permitir que ese asqueroso cangrejo mancille el cuerpo de nuestro futuro omega, con el cuerpo de un alfa.

Shion podía ver a un anciano de cabello gris que alguna vez fue verde, ojos lilas y una mirada inquietante, cuyo cosmos era superior al de su maestro, quien parecía como dormido, sus ojos abiertos, pero sin ver nada a su alrededor.

—Harás lo correcto Hakurei, te aseguraras de que la mentira del cangrejo y la rosa se descubra y ayudaras al pobre Aspros a que su desquiciado omega le acepte, después del primer nacimiento siempre llega el amor, cuando sus cuerpos sean uno, lo descubrirá.

Hakurei sostuvo su cabeza, pero aceptaría esa orden, de eso estaba seguro el mayor, quien, colocando una mano en el hombro de su maestro, seguro de su poder, le susurro algo al oído que no pudo escuchar, haciendo que se marchara.

—Manigoldo esta tan loco como Sage, ese omega que busco un alfa débil para poder manipularlo y que, en el futuro, volverá a rechazar a su verdadero señor, por la misma clase de horrenda criatura, pero no te preocupes, yo he llegado para que obtengamos a nuestra rosa, ambos en nuestro respectivo presente.

Shion observo a ese patriarca alejarse para observar el camino que sabía llevaba a la doceava casa del santuario, ese día la barrera de pétalos de rosa estaba elevada, el menor no comprendía la razón, pero el anciano si, él sabía muy bien que se trataba de ese cangrejo forzando a su rosa a entregarse a él, mancillando su cuerpo, robándole la virginidad de su único compañero de vida o eternidad.

—En este momento él está forzando a nuestra rosa a entregarse a él, a dormir en su cama, pero nosotros lo evitaremos, yo sé cómo puedes encontrarlo.

*****

Pero no lo encontró, haciendo que su odio por Manigoldo empeorara, esa furia aterradora que sentía cada vez que le veía a su lado, sonriendo como un bufón, pero al menos, después de aquella noche, Aspros lo torturaría como se lo merecía, le haría darle hijos sanos, le forzaría una infinidad de veces hasta que aceptara su sitio, o se matara, no le importaba cuál de las dos ocurría primero, pero si, que su rosa era libre de aquella sucia criatura que debió perecer en ese pueblo azotado por los espectros.

—No escaparas de mí.

Pronuncio, sin saber que eso mismo era lo que el anciano benevolente decía, observando a los dos santos dorados correr uno al lado del otro, admirando la belleza de su rosa, cuando aún era joven, demasiado hermoso, tan perfecto como en el pasado.

—Albafica de Piscis, mi omega.

El santo de la rosa, desde que había recibido la visita de la diosa del amor, en ocasiones tenía algunos presentimientos, como aquel que le hizo buscar a su cangrejo para llevarlo a su templo, no estaba seguro si se trataba de su collar, o de algo más, pero siempre le escuchaba.

Así que, de pronto, se detuvo presintiendo algo, una fuerza oscura que le erizaba la piel, logrando que Sisyphus también se detuviera, a punto de decirle que debían seguir su camino, pero Albafica, levantando la mano, trato de enfocarse en lo que sentía, sin saber que pensar al respecto.

—Guarda silencio.

Alcanzo a pronunciar, antes de que una barrera de cosmos los dividiera, era como el muro de su enemigo, pero con una tonalidad diferente, como si estuviera hecha de sombras, haciendo que Sisyphus tratara de derribarla con sus puños, pero Albafica mantuvo la calma, esperando ver a Shion, pero no vio a su joven enemigo, sino una sombra que se le asemejaba.

—¡Satán Imperial!

Albafica no pudo detener aquella técnica, solo observar a su enemigo, uno de cabello gris, ojos rosas y una mirada inquietante, que logro que Sisyphus intentara brindarle ayuda a la rosa, quien de pronto, vio que un cosmos de color azul rodeaba su cuerpo.

Evitando que aquella técnica le dañara, con el sonido de una gota de agua que pronto se convirtió en un rugido como el de un aleteo de insectos, mariposas, gigantescas, miles de ellas, que desviaron ese golpe a traición.

—Huye mi pequeño…

Susurro el viento con una dulce voz de mujer, al mismo tiempo que unas cálidas manos acariciaban su rostro, evitando que Sisyphus y ese anciano pudieran atacarlo, ambos sin comprender que era lo que protegía a la rosa.

—Yo los detendré por ti…

Albafica supo quién era, pero antes de correr, buscando un lugar seguro, tal vez, sintiendo el cosmos de Afrodita guiarlo como en muchas otras ocasiones, trato de memorizar el rostro del hombre que le atacaba, encontrándolo demasiado familiar, reconociéndolo en ese instante.

—¿Tu?

Pregunto, notando que ese anciano sonreía con malicia, al ver que lo reconocían, aunque tuviera esa desagradable apariencia, sintiéndose orgulloso de pronto, seguro que, en esta ocasión, esa belleza seria suya, sin importar lo que dijeran los dioses.

—Sí, yo, mi rosa.

*****

Al mismo tiempo, Itia regreso a su habitación, en donde su hermoso cangrejo aún estaba dormido, pero ya era joven, tanto como en el pasado, tan perfecto como su perla, la que colgaba de su cuello, como la pieza de un cazador, la que mostraría con orgullo el resto de sus días.

Sin saber, que todo ese tiempo Sage no hacía más que recordar el pasado, de alguna forma llamando a su alfa, asustado como en aquellos oscuros días de su juventud, cuando era un muchacho e intentaba negarse al que parecía ser el destino impuesto por los dioses.

Viéndose a sí mismo buscar a la única persona que le hacía sentir seguro, después de aquella horrenda discusión, de comprender que Itia deseaba conocer el nombre de su alfa, para así poder matarlo, aunque dijera que no lo deseaba por ser un anciano, ese hijo de Zeus, comprendía muy bien que no era su omega.

*****

—Ya no sé qué hacer, si no fuera por Hakurei, ese anciano ya habría tomado lo que desea de mí, desde hace mucho tiempo.

Pronuncio afligido, con ganas de llorar, de pena y coraje, porque no podía presentar a su alfa, porque su patriarca lo mataría, pero decían, que la única forma de parar esa locura era mostrar a su compañero, si el collar estaba con ellos, si los dos estaban juntos, no podían separarlos, ese era el mandato de la diosa Hera, de su madre.

—Puedo retarlo por ti, para que comprenda que no lo deseas.

Sage negó aquello, aferrándose a la cintura de su demasiado alto compañero, quien lo rodeo con esos brazos fuertes, haciéndolo sentir seguro, de una forma que su cosmos no lo hacía, logrando que se sonrojara, pensando que amaba sentir ese cuerpo, esos músculos, ese calor y una vez que Itia cesara de su intento por tenerle, podrían compartir su lecho, porque no podía buscarlo cuando estaba en celo, su patriarca siempre lo tenía vigilado.

—¡No quiero que te mate, no lo soportaría!

Su alfa le rodeo con ambos brazos, maldiciéndose en silencio, diciéndose que, de ser un poco más fuerte, de ser un santo dorado, podría pedir la mano de su omega, gritarlo a todos los vientos, pero en ese momento, siendo un insignificante santo de bronce, no podrían estar juntos, no lo permitirían.

—Soy tu alfa, que puedo hacer para protegerte.

Sage se aferró un poco más a su cuerpo, lo único que deseaba era poder permanecer así, con ese hermoso alfa todo el tiempo que le quedaba de vida, quien sabía que ese collar era suyo, pero si su patriarca sabía que había encontrado a su compañero le mataría, diciendo que aquella figura, la que fuera que tendría una vez que se unieran, era suya.

—Solamente abrázame, quédate conmigo…

Sage ansiaba ser uno con su alfa, quien ya media más de dos metros, era tan fuerte como un toro, pero tan gentil como una pluma, tan atento como se suponía que un hijo de Zeus lo era con su compañero elegido.

—Algún día…

Pronuncio, sintiéndose culpable al sentir seguridad con ese pensamiento, con la posibilidad de que su patriarca muriera dentro de poco, ya era un anciano, parecía que iba debilitándose, pero en otras ocasiones, como cuando deseaba acorralarlo, sabía que podía tratar de forzarse en su cuerpo.

—Yo sé que algún día…

Su alfa se odiaba mucho más por ser tan débil, pidiéndole a todos los dioses que pudieran escucharlo que de alguna forma pudiera encender su cosmos más allá de lo posible, para que su omega estuviera seguro.

—Itia morirá y seremos libres.

Esa era la única forma, de eso estaba seguro Sage, quien trataba de fundirse con su alfa, admirando su aroma, su suavidad, a pesar de ser un gigante, un guerrero alto, musculoso, mucho más que cualquiera de los suyos, era mucho más delicado que el anciano que se decía su alfa.

—Yo no puedo vencerlo, no sin Hakurei, pero él no intentara matar a nuestro patriarca, lo único que hace es tratar de cortejarme, pero él si tratara de matarte cuando sepa que existes, que no eres un producto de mi imaginación.

*****

Desear que su patriarca perdiera la vida, a eso habían llegado en su desesperación, pero no les quedaba otra salida, lo que no comprendían era que la guerra estallaría y que su amable alfa perdería la vida cuando Itia los mandara al frente, a él, y a varios de sus hermanos, esperando terminar con la vida del compañero de su omega, al que su omega había elegido, seguramente por su juventud, por su belleza, por las cualidades que había perdido en el pasado, al que deseaba muerto.

Itia se recostó a un lado de su Sage, observando su belleza, recorriendo sus rasgos con las puntas de sus dedos, llevándolos a los botones de su túnica, desabotonándolos uno por uno, relamiéndose los labios.

Preguntándose cuanto tiempo tardaría Oneiros en cumplir su promesa, ingresando su mano en su ropa, besando su cuello, deteniéndose de pronto, no era un animal, era el alfa de Sage, el único que jamás tendría y bien sabía, que era mucho más placentero sentir las caricias de un amante, en especial, uno tan hermoso como lo era su pequeño cangrejo, que forzarse en un cuerpo inconsciente.

—Pronto, mi cangrejito, muy pronto estaremos juntos…

*****

Al otro lado del mundo, en el santuario de Athena, Hasgard había sentido el cosmos de Manigoldo, comprendiendo muy bien lo que le habían hecho, como Hakurei, que debía ser lo más cercano a un tío que tenía, siendo Shion su primo, tal vez su hermano, sin atender a sus explicaciones, permitieron que violaran a ese omega, a su amigo, dejando que Aspros cayera aún más bajo, convirtiéndose en un monstruo y en un verdugo.

El único que podía hacer algo era Sage, pero decían que había caído enfermo, pero, aun así, el patriarca, a pesar de encontrarse en un estado deplorable, nunca dejaría que un omega pasara por algo como eso, que nadie pasara por una cacería, mucho menos su alumno, quien era el omega de Albafica, otro santo que había desaparecido.

Debía visitar a Sage, el patriarca nunca se había negado a verle, siempre conversaban a solas, y aunque era por mucho más joven que su santidad, él siempre tenía tiempo para ofrecerle, comida en su mesa, brindándole su amistad, aunque negándose a recibir más que eso.

Seguramente, Sage le pondría un alto a la demencia de su hermano, era por eso que debía verlo, para que pudiera salvar a Manigoldo, porque, aunque deseo pelear con Hakurei, arrancar a la bestia de la que se trataba quien pensó era su amigo, de encima de ese pobre omega, estaba seguro que no lograría nada, no podía derrotar al primer nacido de cáncer ni a su alumno, cuya mirada aun le causaba inquietud.

Mucho más al comprender que deseaba separar a un omega de su alfa, sin importarle los designios divinos o cualquier clase de moral, o decencia en ese mundo, por lo que, a pesar de que no era el mejor utilizando el sigilo por razones más que obvias, ingreso en la recamara de Sage, encontrándola vacía.

—Gran patriarca…

***11***

Su maestro siempre le había dicho que se cuidara de los tiempos interesantes y que no le gustaban las sorpresas, como la que Aspros decía le tenía preparada, una desagradable noticia como todas las demás.

**********

Hola, juro solemnemente que esta historia no será abandonada, me gusta demasiado para eso, e intentare actualizar más seguido, espero que les siga gustando.

Apropósito, para el capítulo numero 55 habrá otro especial de media temporada… por decirlo de alguna manera, así que de que pareja les gustaría leer un capitulo completo, ya saben que estoy abierta a sugerencias.

Tenemos 1 voto para sage, 1 voto para Asmita y 1 voto para Kardia.

En este capítulo se toma la decisión final.

Mil gracias.

Sé que les encantara.


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