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Paraiso Robado. por Seiken

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Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***11***

Su maestro siempre le había dicho que se cuidara de los tiempos interesantes y que no le gustaban las sorpresas, como la que Aspros decía le tenía preparada, una desagradable noticia como todas las demás.

Manigoldo pensaba en los planes que su ahora alfa, le tenía preparados, todos ellos desagradables, de eso estaba seguro, pero sus pensamientos estaban fijos en su rosa, en su amado compañero, quien estaba fuera del santuario, sólo, perdido, justo como otros dos jóvenes también lo estaban, uno mucho más que el otro, ambos vestidos como unos campesinos, dos omegas perdidos en Rodorio, caminando en dirección del santuario.

Uno de ellos con cabello azul, el otro gris, ambos demasiado jóvenes para haber sufrido su primer celo, sin embargo, en uno de ellos, esta crucial etapa de cada omega había empezado como lo temía, sin avisarle al otro, el de cabello gris, que observaba sus alrededores seguro que cometían un error terrible, sin entender la razón de su necedad, por querer obtener un collar que no servía para nada sin el alfa atado a este.

Porque seguramente, ese collar, el que debía ser de Bennu, estaba en las manos equivocadas, quien de pronto se detuvo, limpiando el sudor de su frente, llamando la atención de Sylphide, en especial cuando algunos de los presentes comenzaban a observarlos de pies a cabeza.

—¿Te encuentras bien?

Pregunto, él estaba cubierto por un manto, como si se tratase de alguna clase de leproso, un muchacho enfermo, acercándose al omega de menor edad, quien parecía indispuesto, maldiciendo en voz alta, seguro de que era aquello que le acongojaba y porque estaba tan desesperado por encontrar su regalo de nacimiento.

Sus ojos abriéndose como platos, desorbitados, comprendiendo también que algunos betas, pero muchos alfas que les veían entendían como el, que Bennu le mintió, que su celo había comenzado y de ser unos muchachos cualquiera, estarían en peligro.

—¡Eres un imbécil!

Pronuncio de pronto, tomándolo del brazo, no era como si estuvieran en peligro, pero si mataban a cualquier alfa o beta que se les acercara durante su celo, los santos dorados se harían presentes y en ese momento no estaban en condiciones para enfrentárseles.

—¿Por qué no me dijiste que tu celo estaba cerca?

Sylphide trato de marcharse, pero los mismos sujetos que habían insultado a dos santos dorados, al ver a los dos hermosos omegas, aunque no podían estar seguros con el chico de cabello gris, vagando solos en medio del pueblo, uno de ellos iniciando su celo, sonrieron con malicia.

—¡Porque debería decirte!

Porque estaban llamando la atención de forma innecesaria, quiso decir, pero lo mejor era llevarse a Kagaho de allí, esconderse en un callejón, en algún sitio, ese omega demente no estaba pensando con claridad.

—Debemos irnos, no debemos llamar la atención de los dorados, no podemos enfrentarnos a ellos en este momento.

Radamanthys le había ordenado ayudarle a Bennu a conseguir su collar de regreso, por lo cual, pensando en la forma de obedecer las órdenes de su señor, fue que decidió seguir a Kagaho, vestirse como un simple campesino, aunque trataba de cubrir su cuerpo para no asesinar a nadie, si acaso deseaban tocarlo sin su permiso, no porque le preocuparan esas criaturas inferiores, sino porque no deseaba llamar la atención de los santos de Athena, no cuando eran solamente dos y sus enemigos eran por demás poderosos.

—¿Pero que hacen unas cositas tan dulces en Rodorio, sin un alfa que les proteja?

Era eso, lo que no deseaba que pasara se dijo Sylphide, pensando que deberían matar a esos aldeanos, llamando de una forma innecesaria la atención de los santos dorados, porque tendrían que usar su cosmos, seguro que Bennu deseaba arrancarles la cabeza.

—Nuestro alfa vendrá pronto, vive en el santuario… no deberían molestarnos.

Respondió, colocando a Bennu a sus espaldas, cuyo cosmos había disminuido drásticamente, su aroma era sin duda dulce y apenas podía mantenerse de pie, señal de que su celo era uno de los peores que había visto, haciendo que por primera vez agradeciera el no tener que sufrirlo en demasía.

—Pero los santos son célibes, nosotros no, podríamos brindarles mucho placer, a tu amigo y a ti cuando su celo comience.

Sylphide apretó los dientes, debían estar bromeando, no les dejaría acercarse a ninguno de los dos, no porque no fueran a perder su vida si los tocaban, pero si porque no dejaría que sus pesuñas de cerdo mancillaran su cuerpo, su hedor los ensuciara, ni siquiera tocaría su sangre.

—Les conviene dejarnos en paz.

Eso lo pronuncio Kagaho, elevando su cosmos, logrando que dos de aquellos hombres retrocedieran, comprendiendo que no mentían cuando decían ser compañeros de santos de Athena, aunque eran muy jóvenes, seguramente aun no cumplían su primer celo.

—Es más, ya ni siquiera podrán molestarnos, porque ustedes morirán.

*****

Algunas horas antes, Asmita había despertado esa mañana sintiéndose angustiado y feliz al mismo tiempo, angustiado porque eso era la sensación que su omega tenía en su mente, en su corazón, feliz, porque lo sentía al otro lado del vínculo, cuyo lazo estaba seguro no existía hasta ese momento.

El hombre más cercano a dios, el actual patriarca del santuario, se levantó, llevando su mano a su pecho, recordando lo que había hecho antes, la forma en que dejo que Manigoldo fuera a la trampa e hizo que su alfa, la pobre rosa le diera la espalda.

Comprendiendo la terrible injusticia que dejo que pasara, siendo Hasgard el único que intento detenerla, escuchando el pequeño enfrentamiento, sintiendo el cosmos de Manigoldo elevarse y después decaer, él había hecho que violaran al cangrejo.

La cuasi deidad comprendía que era necesario, el hombre, que se trataba de un alfa que sentía por primera vez a su omega al otro lado del lazo, tal vez del mundo, sufrir alguna clase de pena, se odiaba por haber sido tan cruel.

Defteros le veía, preguntándose porque sostenía ese collar con tanta fuerza y porque parecía que veía algo que él no, escuchando de pronto como abandonaba su armadura, usando su ropa tradicional debajo de esta, su expresión serena, pero su corazón angustiado por la injusticia cometida.

—Hicimos, hice que violaran a Manigoldo, pero ese cangrejo está seguro con tu hermano, pero Albafica no lo está, Shion mancillara a ese alfa y después le hará destruir su corazón con su veneno, debes ir por él, debes brindarle ayuda, eso es lo único que puedo hacer para pagar la injusticia que cometí en contra de su omega, de su vínculo.

Defteros asintió, el no deseaba enfrentarse con su hermano y terminaría haciéndolo si seguía escuchando el dolor del cangrejo, comprendiendo muy tarde que su hermano rompió su promesa, que había lastimado a quien decía amaba, solo para obtener su placer.

—Me marchare enseguida.

Respondió, pero antes de eso, observando los primeros rayos del amanecer, se detuvo, preguntándose si aquello que parecía ver el joven hindú, el hombre más cercano a dios, era aquel a quien estaba destinado.

—¿Qué observas?

Quiso saber, esperando que Asmita se lo dijera, pero guardo silencio, él ni siquiera comprendía que era lo que observaba con tanta fascinación, porque no lo veía, pero estaba allí, lo sentía moverse en el universo.

—Mi omega.

Así que eso era, se dijo Defteros, antes de marcharse, sin ver como Asmita decidía bajar las escaleras de los templos, una a una, buscando ese algo que tanto necesitaba a su lado, a quien pensaba, le buscaba, de allí su desesperación.

—Yo tengo un omega…

*****

Sylphide seguía protegiendo a Bennu, quien elevaba su cosmos, pero de pronto escucharon unos pasos a sus espaldas, pasos que apenas podían escucharse, con movimientos lentos y ambos lo vieron, un hombre joven, mayor que ellos, de cabello largo, rubio, con los ojos cerrados.

—¿Por qué acosan a esos omegas?

Pregunto con gentileza, sintiendo que su vínculo era cada vez más fuerte, que aquel omega destinado para hacerle compañía estaba cerca, aquel que deseaba ver, pero sobre todo sentir, no de manera carnal, pero saber que en verdad existía.

—¡Lárgate maldito ciego!

Respondió uno de ellos, al mismo tiempo que atacaba al nuevo alfa, quien lo esquivo, dejándolo inconsciente de un solo movimiento, dispuesto a detener a los otros dos hombres, cuyas intenciones no podían ser buenas, notando que eran dos omegas, uno de ellos el que debía hacerle compañía por la eternidad.

—No pueden atacar a un inocente, mucho menos a uno indefenso y sin importar mis votos, yo no puedo perdonarlos por eso.

Aquello lo dijo con demasiada tranquilidad, escuchando como corrían en su contra, tal vez el celo del omega que deseaban lastimar los enloqueció, tal vez no sabían que se trataba de un santo dorado, lo que fuera, siguieron su carrera tratando de lastimarlo, herirlo de tal forma que pudieran poseer a los omegas, que estaban solos, como si fueran carne fresca y ellos solo unos animales.

—¡Te dijimos que te largaras!

Bennu al ver al hombre que parecía ciego, el que estaba vestido con esos trapos tan ridículos, con un collar colgando de su cuello, su collar, supo que ese era el alfa que deseaba matar para poder liberarse de su yugo, apretando los dientes, convocando su cosmos para intentar matarlo mientras aun estuviera distraído, matando a los betas que quisieron violarlos con su cosmos, cortando la mejilla del joven budista.

—¡Ese collar es mío, maldita basura!

Grito, atacando al santo dorado, quien con demasiada facilidad esquivaba cada uno de sus golpes, después de todo, era más fuerte que Bennu, cuyo cosmos estaba disminuido, uno de los desagradables efectos secundarios de un celo.

—¡Cuánto te costó la vida de un omega!

Estaba seguro que fue el quien lo compro y debía pagar como le cobro al usurero, llamando la atención de otro santo dorado, quien cargaba a un joven rubio, aun inconsciente, pensando que ese debía ser Asmita y un pobre loco que deseaba matarlo.

—Yo no lo compre, solo llego a mis manos, de la persona que obtuvo tu regalo, con el único interés de proteger a un omega caído en desgracia.

Bennu cada vez estaba más enojado, no era un omega caído en desgracia, era un poderoso espectro y nadie tenía el derecho de robar su collar, mucho menos de comprarlo, Sylphide observaba como Kagaho atacaba sin pensarlo siquiera, como si fuera un demente, creyendo que podría ganarle a ese alfa que portaba su collar en su cuello.

—¡Eso es una mentira!

Su poder era asombroso, aun en medio del celo, pudo herir dos ocasiones al santo dorado, al poderoso patriarca, quien no deseaba lastimar al omega, no solo porque fuera su compañero, sino porque no estaba en condiciones para enfrentarse a él.

— Ustedes no tienen derecho a lastimarnos, no pueden comprar mi collar, como si fuera basura.

Sylphide sintió el cosmos del otro santo dorado acercarse e intento pensar en una manera para escapar, pero no la había, no sin abandonar a Bennu, quien seguía enfrascado en su combate, sin comprender que no ganaría, pero tampoco podrían escapar si deseaba mantenerlo consigo.

—¡Bennu, debemos irnos!

Le ordeno, retrocediendo algunos pasos, convocando su armadura, justo como Kagaho llamaba a la suya, sin atender a su petición, ya no había marcha atrás, recuperaría su collar o moriría en el intento, apretando los dientes, cuando el basilisco quiso marcharse.

—¡Lárgate tú, maldito cobarde!

El basilisco salto, situándose en el techo de una casa de sólo un piso, observando de pronto a otro santo dorado, quien cargaba otro bulto en sus hombros, el que dejo caer en el tejado sin mucha ceremonia, sus ojos azules fijos en él, logrando que apretara los dientes.

—¡Yo no me marchare sin obtener mi collar!

Sylphide maldijo en voz baja, no se quedaría para que otro santo dorado lo atacara, sintiendo que, de alguna forma, su celo daba inicio, como supuso que pasaría, su señor Radamanthys generalmente le dejaba guarecerse en sus habitaciones cuando compartía la cama de su arpía, en sus habitaciones, brindándole seguridad de aquella forma, porque nadie se atrevía a ingresar a sus habitaciones.

—¡Si quieres ser un maldito esclavo, es tu decisión, yo no me volveré en una ramera!

*****

Dohko dejaría a Regulus con cuidado en el techo de ese edificio, para ayudarle a Asmita con ese combate, pero de pronto, al ver a ese otro espectro, un pequeño de cabello gris, cuyo rostro estaba oculto con su casco, perdió el habla, sin comprender la razón, todos sus sentidos estaban fijos en el segundo espectro.

Quien al verlo abrió sus alas, dispuesto a escapar, pero no podía dejarle ir, algo en él, en aquella perfección le llamaba, no era como si no hubiera visto a un omega en el pasado, Kardia no le interesaba, mucho menos Cid, tampoco Manigoldo.

Por eso pensaban que se trataba de un beta, porque su interés nunca se había manifestado con ningún omega, ni siquiera con el hermoso Albafica, quien, para él, era un hombre ordinario, aunque algo triste, pero aquella deidad, esa ninfa, esa sílfide lo hipnotizo.

Su belleza era sublime, sus caderas y su cabello, aun su rostro, él era perfecto, fue lo único que pudo pensar Dohko antes de verle retroceder, su collar colgando inmaculado de su cuello, una perla que deseaba obtener, por razones que no comprendía del todo.

—Espera…

Susurro, pero el espectro emprendió el vuelo, sin importarle que matara a medio pueblo, no deseaba estar cerca de esos santos dorados, mucho menos, cuando era obvio que se trataban de alfas, abandonando a Kagaho a su suerte, no arriesgaría su vida por él, cuando las ordenes de su señor Radamanthys era acompañarlo por su collar, habían encontrado su collar, no podrían recuperarlo.

Y él no deseaba ser un esclavo, el deseaba ser libre, como su señor Radamanthys, tener un amor como el suyo, de un alfa que lo respetara, que sobreviviera su veneno, pero que lo amara y se preocupara por él, no solo por su propio placer, alguien como Valentine, no un amo.

—No te vayas.

Pronuncio, e intento brindarle ayuda a Asmita, pero de pronto su cosmos lo evito, sin permitir que su aliado levantara una sola mano en contra del omega, que seguía atacándolo sin tregua.

*****

Asmita comprendía que Dohko lo único que deseaba era ayudarle, pero no por eso le dejaría lastimar a ese omega, quien seguía atacándolo, seguro de que podría quitarle ese collar, una vez que le hubiera asesinado.

—Nadie tocara este omega.

Dohko se detuvo en el acto, respiro hondo y se marchó, pero no para llevarse a Regulus, quien seguía abandonado en ese techo, sin comprender la clase de batalla que se realizaba en ese sitio, sino que se marchó siguiendo el rastro del otro omega, de aquella belleza de platinado cabello.

—¡No eres mi alfa!

Gritaba el omega, impactando su puño en contra de su costado, para después propinarle un puntapié que logro derribarlo, pero Asmita no cayó al suelo, en vez de eso, sostuvo el siguiente golpe, tratando de inmovilizar al joven furioso, que no dejaba de atacarlo.

—No quiero hacerte daño.

Le informo, en verdad no quería lastimarlo y no levantaría una sola mano en su contra, pero si el joven omega seguía agrediéndolo, estaba seguro que pronto, eso pasaría, por lo que, convocando su cosmos, uno aterrador, que petrifico a Kagaho de momento, utilizo una de sus técnicas, esperando que con eso, dejara de pelear.

—Pero tú, solo te lastimaras, si continuamos esta batalla.

Bennu cayó al suelo, sosteniendo su brazo, sangrando por la boca, sus ojos fijos en el hindú, quien seguía mirándolo, con los ojos cerrados, su collar colgando de su cuello, seguro de su victoria, tratando de acercarse a él, pero no lo permitiría, no dejaría que le domesticara.

—¡No eres mi alfa!

Pronuncio atacándolo de nuevo, pero Asmita en esta ocasión trato de evitar aquel combate, golpeando su nuca con su mano derecha, esperando que ya no pudiera levantarse, sintiéndose culpable de tener que lastimar a su omega, comprendiendo los sentimientos de Albafica, los del propio Degel, quien, a pesar de recibir la furia de su escorpión, jamás había respondido a sus rabietas.

—Este collar… nuestro collar, dice que tú eres mi omega.

Bennu de nuevo trataba de levantarse, pero apenas podía moverse, sintiéndose tan solo un insecto, encajando sus dedos en el suelo, sus dientes apretados con tanta fuerza que dentro de poco se romperían.

—¡No lo soy!

*****

Dohko siguió al omega hasta el interior de un bosque cercano, buscándole con sus ojos azules, seguro de que debería estar cerca, pero donde, se preguntaba, respirando hondo, descubriendo que ese espectro, de alguna forma, había comenzado su celo.

Sylphide apretaba los dientes, su cosmos comenzaba a menguar y ese santo dorado le había perseguido hasta ese bosque, seguro de que podría domesticarlo, pero no se lo permitiría, su veneno lo protegía, de eso estaba seguro.

—No quiero hacerte daño.

Quiso asegurarle, escuchando de pronto un movimiento a sus espaldas, el de un aleteo, el basilisco tratando de utilizar su cosmos, el veneno de su cuerpo, para terminar con esa cacería de una buena vez, necesitaba regresar por Bennu, no estaba en condiciones para enfrentarse a ese santo dorado y el carecía de la ponzoña para protegerse.

—¡Es una lástima, porque yo si deseo hacerte daño!

Le aseguro, atacando al santo que se atrevía a seguirlo, convirtiendo ese bosque en un páramo venenoso, en un pantano pestilente, con el poder de su veneno, la ponzoña que lo defendía de cada uno de los alfas de ese mundo.

—¡Nada sobrevive a mi veneno!

De eso estaba seguro, ese hombre estaba muerto, y una vez que le hubiera asesinado, regresaría por el mocoso petulante, quien seguramente no dejaría de atacar hasta que perdiera la consciencia, dándole tiempo suficiente para destruir a su enemigo.

—¡Ni siquiera un santo dorado!

*****

Asmita por fin, después de un arduo combate que duro apenas unos minutos, había logrado que ese espectro dejara de atacarlo, pero únicamente porque había perdido la consciencia, permitiendo solo así, que pudiera acercarse a él.

Sentía su cuerpo, su cosmos y su aroma penetrarlo, era hermoso, como las llamas, tan cálido como ellas, pero existía un dejo de tristeza, de una desesperación inquietante, que solo hacía que su deseo por defenderle aumentara.

—Me gustaría saber cómo te llamas, porque estas en este pueblo y que hizo que vendieras nuestro collar.

De pronto le cargo en sus brazos, pensando que tal vez estaba comportándose como cualquier hombre, como lo haría Shion, tal vez Aspros, pero no era de esa forma, él no deseaba lastimar a ese omega, su omega, solo cuidarlo, y no le obligaría a nada que no deseara, no tocaría su cuerpo, ni siquiera uno solo de sus cabellos, hasta que no hubieran pasado algunos celos, y el fuera a su cama con gusto, no porque se trataba de su alfa o porque podía someterlo, sino porque le amaba.

—Sé que debiste estar desesperado.

Susurro, recorriendo su rostro, encontrándolo bellísimo, perfecto como cada omega lo era para su alfa, de eso estaba seguro, pero el suyo era sin duda el más hermoso, mucho más que cualquier otro.

— Pero ya no debes estar asustado, yo me encargare de ti, mi solitaria flor.

Como aquellas que crecían en lo salvaje, únicas, soportando las tempestades, la furia de los elementos, haciéndole mucho más hermosa aun, única a su manera y siendo él un hombre cercano a los dioses, el más cercano a dios, sabía que no debía rechazar sus designios, porque le habían elegido para cuidar a su flor y eso haría.

—Porque yo soy tu alfa y mi deber es protegerte.

*****

Al mismo tiempo, en el páramo que lentamente se iba consumiendo por el veneno del basilisco, Dohko aún seguía de pie, sintiendo que su cuerpo ya no lo mantenía de pie, pero algo más lo sostenía, tal vez, era su padre Zeus, o su diosa de la sabiduría.

—No tengo tiempo para esto…

Susurro el omega, cuyo rostro aún seguía oculto por el casco que portaba, pero su voz, sus movimientos, la belleza de su cuerpo, le llamaba como nunca antes un omega lo había hecho, notando que su cosmos seguía disminuyendo y el veneno, en vez de parecerle nauseabundo, para él, se trataba de un perfume celestial.

—Entonces deja de pelear contra mí, yo no deseo hacerte daño.

De nuevo esa ridícula promesa, por supuesto que no deseaba hacerle daño, lo que intentaba era poseerlo, convertirlo en una ramera, en un omega domesticado y moriría antes de permitirlo, como el pobre idiota que trataba de tocarlo.

—Mi veneno me protege de tus sucias manos, ningún alfa puede resistir mi ponzoña.

Pronuncio, caminando en su dirección, esperando que dentro de poco el santo dorado cayera al suelo, ya era momento de que perdiera la vida, eso debía ocurrir muy pronto, esa era su maldición, su única barrera, su protección en contra de cualquier demente alfa que intentara dañarlo.

—Eso quiere decir… que estas solo…

Susurro, sintiendo demasiada pena, era una aberración que una criatura tan perfecta siempre estuviera solo, no era justo ni permitiría que eso pasara, elevando su cosmos, atacando al basilisco, logrando arrebatarle su casco, descubriendo un rostro de ensueño, cuya belleza le quito el aliento, todo él era perfecto, ese omega era divino, la criatura más hermosa del planeta, por quien haría lo que fuera, con tal de ser amado por ella.

—Es injusto.

No estaba solo, su señor Radamanthys sobrevivía su veneno, y era más que suficiente para él, con uno de sus hermanos a su lado, compartiendo su sabiduría y él, observando su felicidad, podía sentirse satisfecho, porque ya habían pasado varias vidas, demasiadas, tantas que ya se había cansado de buscar por aquel que no perdiera la vida una vez que se atreviera a tocarle.

—No me importa, si mi señor Radamanthys está a mi lado, con eso me conformo.

Su señor Radamanthys, ese no podía ser su alfa, una belleza como el no merecía ser amado por otro espectro, mucho menos estar solo, era injusto, Dohko no podía vivir con eso, no lo permitiría y convocando su cosmos, logro desviar otra fuerte ráfaga de veneno.

—¿Por qué no te mueres?

Pregunto Sylphide, sin entender de qué forma, ese santo dorado aún estaba de pie, cuando nadie sobrevivía a su ponzoña, atacando de nuevo, pero siendo interceptado por el guerrero de cabello café, quien rodeo su cuerpo, como si le abrazara, sin morir por eso.

—Parece que no eres tan venenoso como lo pensabas.

Susurro, llevando su mano a su collar, comprendiendo que apenas era un pequeño, un muchacho de cabello plateado, que casi tenía su estatura, que sería mucho más alto que él, pero no le importaba, siempre le habían gustado así, arrebatándoselo.

—Y tengo la corazonada, de que esto me pertenece…

Le informo, tirando de su regalo, provocando que el joven omega le atacara con suficiente fuerza, alejándose de su cuerpo, usando sus alas para aterrizar en una de las ramas cercanas, llevando su mano derecha a su cuello, maldiciendo aquel robo.

—No me importa quien seas, pero no eres mi alfa, yo no tengo alfa…

Susurro, apretando los dientes poco después, para marcharse volando, ignorando su sonrisa cuando vio que aquella piedra, de pronto cambiaba de forma, en donde antes solamente había un basilisco cubierto por el veneno, de pronto, era rodeado por un dragón chino, como si este le protegiera del mismo veneno, custodiándolo al mismo tiempo que le hacía compañía, como un alfa debía hacerlo con su omega.

—Tal vez no lo tenías hasta este momento, pero ahora ya te encontré y ahora soy tuyo.

*****

Sylphide de pronto sintió que una cálida energía lo invadía, logrando que casi cayera, llevando una mano a su pecho, volteando en dirección del bosque envenenado, en donde ese santo dorado aún seguía vivo, en contra de todo pronóstico, jurándose que le mataría, que no dejaría que se quedara con su collar, eso nunca.

— Juro que te destruiré.

*****

Al mismo tiempo, Asmita depositaba el cuerpo de Bennu en su cama, tratando sus heridas y cubriéndolo poco después con una sábana blanca, decidiendo que lo mejor era meditar hasta que su omega abriera los ojos.

Sintiendo por primera vez el significado del paraíso, seguro que su omega sería tan salvaje como Kardia y seguramente le costaría tanto trabajo como a Degel, el tan sólo, poder hablarle sin que le atacara.

Pero al menos ya estaba en un lugar seguro, en donde lo esperaría su alfa, uno que jamás levantaría una mano en su contra, porque eso era traicionar los mandatos divinos.

***12***

La ropa que le esperaba era la misma, no había ningún cambio visible, lo que significaba que su alfa impuesto había buscado en sus habitaciones para robarle sus pertenencias, habría encontrado los obsequios de su rosa o las prendas de niño que alguna vez consiguió pensando que lograron vencer al veneno.

**********

Hola, juro solemnemente que esta historia no será abandonada, me gusta demasiado para eso, e intentare actualizar más seguido, espero que les siga gustando.

Ahora, como pueden ver gano la pareja de Kagaho, que es nada menos que Asmita, pero otro omega ha encontrado a su compañero, en esa búsqueda por el collar perdido, quien ahora tiene muchos problemas que atender.

Defteros, que había estado en las sombras, tendrá que ayudarle al rival de su hermano, me gustaría saber que opinan de este giro.

Y, por último, si no han leído “Mi paraíso” de Mariela, deberían hacerlo, es una historia, bueno, dos historias basadas en esta, son preciosas, les dejo el link de la historia para que la lean, sé que les encantara.

https://www.amor-yaoi.com/viewstory.php?sid=186409

Nos vemos el próximo capítulo.

Mil gracias.

Y si les gusto la historia, no duden en hacérmelo saber.


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