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Paraiso Robado. por Seiken

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Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***23***

Defteros observo el camino que le llevaría a encontrar a la rosa, debía apresurarse sin duda, porque sus enemigos eran demasiado poderosos y ellos pudieron evitar que Manigoldo fuera lastimado, pero, aun así, su corazón seguía pidiéndole que buscara algo, algo que no comprendía del todo, pero creía que le necesitaba.

A lo lejos podía ver una silueta moviéndose con sigilo, caminando para alejarse del santuario, era un anciano de cabellera verde, si pudiera señalarlo como algo, diría que se parecía a una versión anciana del muchacho demente que había condenado a su maestro, Shion de Aries.

Quien se alejaba del santuario con un paso muy lento, esperando que su versión más joven no lo siguiera, pero no sabía que el existía, así que no tenía que preocuparse por él, convirtiéndolo en una sombra oculta que veía todo, la traición a Sage, la locura de su hermano, cada uno de aquellos lamentables sucesos.

El anciano cerro los ojos y convocando su cosmos, su piel comenzó a quebrarse, como si de un insecto se tratara, como una serpiente cambiando de piel, tomando una apariencia mucho mas joven, pero no tanto como la del joven discípulo de Hakurei.

Un hombre de cabello verde que se estiro antes de iniciar su camino, conociendo al joven Shion, este debía buscar a la rosa que tanto deseaba, así que lo mejor era seguirle, solo así podría evitar que dañaran a Albafica, como dejo que lastimaran al cangrejo.

Su pobre hermano que había perdido la razón, que creía hacia lo correcto, pero estaba logrando que su amado le temiera, le odiara, tal vez, hasta le destruiría, pero que podía hacer si no deseaba pelear contra Aspros, era su hermano después de todo, su pobre y enloquecido hermano.

Cuya locura era propiciada por algo que no comprendía, pero si sabia que Shion, ese anciano tenía la culpa de su caída, tal vez, el mismo perturbo a su versión más joven, contándole sobre su futuro, los sucesos que le volvían loco, uno de ellos podía ser la derrota sufrida en las manos del cangrejo.

Shion el viejo, el patriarca del santuario de Athena, quien se había esforzado por mantener el orden y educar a los omegas de su tiempo como lo dictaban sus tradiciones se vio a si mismo traicionado dos veces, la primera por su rosa, la segunda por su discípulo.

Quien tenía la sangre de su amado Albafica, corrompida por la del cangrejo, pero su belleza, la sublime gracia de su rosa estaba presente en cada uno de sus movimientos, así como en su mal gusto, porque no lo acepto, cuando le dijo que sería su alfa, su protector, no le recibió con agrado, justo como su Albafica le vio con odio y desprecio, creyendo que le dejaría partir con ese desagradable alfa, cuyo cosmos era demasiado débil.

Mu, su pupilo dorado, cuya belleza sublime había logrado enamorar a más de uno, decidió rechazarle, encontrando desagradable su propuesta de matrimonio, en cambio, su amor fue entregado al débil toro, al menos poderoso de todos los alfas del santuario.

Un niño, un engendro nació de su unión cuando él fue asesinado por Saga, en lo que muchos podían creer fue un acto de justicia de comprender la verdad, la verdadera razón detrás de su traición, pero lo único que le daba paz, era que su diosa era justa y le daba su bendición, creía en su buena voluntad, en su sabiduría.

Pero ese era su pasado y un futuro que no sucedería jamás, porque tenía el poder para darle caza a su rosa, enamorarle con su satán imperial modificado, al mismo tiempo que ese cangrejo se convertiría en el esposo de Aspros, su omega, su fiel amante, lejos de su preciosa rosa.

Defteros le seguía muy cerca, comprendiendo muy bien que Shion deseaba llegar a la rosa de cáncer, al hermoso alfa que había permitido que lastimaran a su amor, solo porque ellos lo atacaron, traicionando las reglas divinas, pero debía saldar sus deudas, eso era lo único que podían hacer para poder sanar su alma.

Porque al no evitar que su hermano cayera en las sombras, condeno a ese pobre omega a sufrir una pena indecible, al que todos acusaban de ser un demente, de ser un omega rebelde, cuando en realidad, era por mucho el más obediente de los tres, quien había tomado a fondo los dichos, las reglas no escritas del santuario, defendiendo su unión a como diera lugar, manteniéndose fiel a un alfa que no podía tocar, pero que era el suyo, porque así lo dictaba su collar.

***24***

Asmita llevo al joven omega con su primer celo al interior de su templo, en donde curo cada una de sus heridas con tanto esmero como lo haría un buen alfa con su compañero de vida, era tan solo un niño, un pequeño perdido, así como un espectro.

Podía ver que en el fondo de su furia existía una tristeza como ninguna otra, estaba solo y afligido, había tenido una vida muy cruel, solo conocido dolor, si el collar que tuvo que vender a un usurero era una señal de sus temores.

Era hermoso, sin tener que verlo sabía que se trataba de un muchacho precioso, que despertaba en el la mayor de las ternuras, un deseo instintivo por cuidarle, aun de si mismo, pero estaba inconsciente, así que debía esperar por que despertara, eso era lo mejor.

Así, el hombre más cercano a dios se sentó a lado de su omega, tratando de meditar con su tesoro cerca suyo, pero era imposible para el controlar su corazón desbocado, su felicidad, el sentimiento de gozo al saber que su otra mitad estaba a su lado, que le hayo perdida, sin importar cual fuera su reacción, sabía que le protegería siempre.

—Me pregunto… como te llamas.

Una joya como esa debía tener un nombre hermoso, se dijo, recorriendo su rostro con una de sus manos, imaginándose sus labios, la punta de su nariz, sus pómulos, cada divina parte de su compañero, un niño apenas, que no despertaba aun el deseo sexual en él, pero si su necesidad por cuidarle, por mantenerlo a salvo.

Recordando lo que aquellos aldeanos deseaban hacerle, como intentarían violarle, tratando de imaginarse el sufrimiento de Albafica al saber que no pudo proteger a su cangrejo, pero en especial, el dolor de su cangrejo, que peleo, que lucho por mantenerse fiel a su alfa, creyendo que, hacia lo correcto, que seguía todas las reglas no escritas del santuario.

Honrando su lazo con su compañero, pero en vez de ser elogiado, fue acusado de ser un demente y en ese preciso momento, Manigoldo estaba a punto de unir su vida con la de Aspros, iban a casarlos en contra de la voluntad del cangrejo.

Y el solo tener a su tesoro en su templo, le hizo pensar que debía hacer algo para evitarlo, tenía que obstaculizar esa unión, Aspros no tenía el derecho a tenerle como su esposo, únicamente Albafica lo hacía.

La rosa que era cazada por dos betas enloquecidos, uno de ellos el joven Shion, el que se estaba perdiendo en su desesperación por no ser correspondido, el otro, un cosmos idéntico al del santo de Aries, pero mucho más antiguo, mucho más oscuro, al que llamaría Shion el viejo.

Del que esperaba Defteros pudiera proteger a la rosa, o en todo caso, ayudarle a no caer en sus manos, porque existían técnicas que podían robarle su voluntad y era realmente horrible, que el hermoso alfa, que apenas podía tocar a su omega durante su celo, fuera la víctima de un beta enloquecido que deseaba hacerle suyo.

Lo violaría, y no tenía que tocarlo para eso, existían muchas formas de obtener placer de un alfa, un omega, o un beta sin ponerle una sola mano encima, en un acto que destruiría la templanza de la rosa que había soportado el dolor de su soledad hasta ese momento.

—Soy un monstruo… espero que Hera pueda perdonarme.

Pronuncio, tratando de meditar, pero de nuevo le fue imposible, tener a su omega a su lado era demasiado para él, porque le inundaba una felicidad como nunca le había conocido, así que, en vez de intentar calmar su corazón, dejo que se alimentara de la presencia de su tesoro.

Encontrando de pronto la forma de proteger a Manigoldo, al menos de la ceremonia que se estaba realizando en ese momento, si es que el testarudo cangrejo deseaba escucharle, porque si aceptaba, se vería como un omega débil, destruyendo cualquier fachada de fortaleza que tuviera.

—Manigoldo…

***25***

Manigoldo sabía que la fuerza de Asmita era inconcebible, que era uno de los posibles candidatos a ser patriarca, pero que su maestro aun dudaba si lo mejor era nombrarlo a él, o era mejor que Sisyphus fuera su sucesor, una vez que hubiera tomado la decisión de no ceder ante las presiones de su hermano, ni de Aspros, por otorgarle a él su casco.

—Manigoldo, evitare que te unas a Aspros…

Asmita le había dicho, pero no entendía de que forma lo lograría, y de que le serviría eso, no era como si una ceremonia como esa pudiera detener a su alfa impuesto de seguir tocándole, y si usaba su cosmos, el mataría a su maestro, le daría a caza a su rosa, lo mejor era dejar de luchar.

—Al menos de esta forma.

Su ropa era una obra de arte, y le habría encantado vestirse así para su rosa, que a veces le hacía peticiones extrañas entre cada celo, aun recordaba una de ellas, cuando le suplico que se pusiera un ropaje de omega, pero no cualquier omega, sino el vestuario que usaría un omega en una tierra extraña, ropa insinuante, que no dejaba nada a la imaginación.

Por un momento quiso romperle la nariz, pero la mirada de Albafica, como de un perrito perdido le hizo cambiar de opinión, la usaría, solo una vez, para saciar su necesidad de tenerlo en ese instante, porque bien sabía que su pobre alfa estaba solo en su templo, que trataba de ser fuerte, pero en ocasiones como esa, quería brindarle placer, pero como no podía tocarle, se contentaba con ver, con verle actuar alguna de sus fantasías.

*****

—Espero que sepas que eres un sucio pervertido.

Le dijo una vez que tenía puesta esa ropa que constaba de varios velos de tela diferente, Albafica estaba sentado en el suelo, con varios cojines a su alrededor, creía que, en una fantasía de las mil y una noches, o algo así, no lo recordaba bien, pero sucedía en el desierto.

—Me gustas mucho…

Susurro apenas, admirando sus piernas largas, acercando sus dedos a ellas como si quisiera tocarlas, pero sin hacerlo realmente, apenas percibiendo su calor, Manigoldo suponía que tenía que hacer algo seductor, pero no sabía que, con exactitud, así que comenzó a recorrer su pierna derecha con las puntas de sus dedos, como si estuviera descubriendo su piel.

—¿Qué soy para ti?

Le pregunto descubriendo su otra pierna, apenas un poco, Albafica toco su tobillo, por encima de la ropa que usaba, utilizando el velo para eso, relamiéndose los labios cuando él se acercó un poco más, sentándose a su lado.

—Mi omega.

Otro velo más le cubría el cuerpo entero, uno casi transparente que se suponía podía proteger su piel de su veneno, aunque bien sabía que Albafica deseaba tocarle, piel contra piel, besando sus labios, marcando sus hombros, dejando marcas que esperaba viera Aspros por la mañana.

—¿No soy tu prisionero? ¿Tu esposo cautivo? ¿Algo así?

Pero su rosa negó aquello, era su omega, que vestía para él ropa llamativa, eso era todo, logrando que Manigoldo se riera al sentir las manos de Albafica sobre sus piernas, le gustaban mucho, en ocasiones les había recorrido sin descanso durante uno de sus celos.

—Eres mi omega, eres mi compañero y yo no tengo veneno, puedo hacerte mío cada vez que lo desee, no tenemos porque usar estas telas, ni conformarnos con cinco días, eso, esa es mi fantasía en este momento, es mi única fantasía.

Le explico, acercándose a sus piernas, para restregar su mejilla contra estas, logrando que se riera de nuevo, tratando de pensar que se suponía que había de interesante en ellas, eran fuertes si, pero no creía que fueran sensuales, o que pudieran lograr que su controlado alfa perdiera la cabeza.

—Esto es una tortura.

Se quejo de pronto, jalándolo en su dirección, para que se acostara sobre su cuerpo, con una almohada entre ellos, para evitar que hubiera cualquier clase de contacto indebido, su alfa quería calmarse, pero no podía, necesitaba sentir a su cangrejo, recibir sus caricias, jadeando cuando un poco más de presión pudo sentirse a través de la almohada.

—¿Esto es una tortura?

Lo era, porque deseaba besarlo, hacerle suyo de nuevo, pero faltaban siete meses, demasiados días para querer contarlos, pero, aun así, con ese poco de contacto tenía suficiente para considerarse afortunado, su padre solo tuvo una noche, él había tenido más de lo que se merecía.

—No sabes cómo te deseo, como me gustaría hacerte mío, tomarte en todo mi templo y en el tuyo…

*****

Claro que aquella ocasión no pudieron llegar hasta el final, solo jugar un poco antes de separarse, el durmiendo en su cama y Albafica al otro lado de la habitación, tratando de calmar su deseo, mordiéndose sus labios para silenciar sus jadeos, sintiéndose culpable la mañana siguiente, porque no había logrado brindarle placer, pero hacia más que eso, le protegía, le quería, lo hacía feliz.

—Manigoldo, te ves tan hermoso…

Le despertó Aspros de sus dulces recuerdos, rodeando su cintura para tratar de besarle, pero se alejó, empujándole de pronto, desviando su mirada, rechazándolo con ese acto, sin embargo, géminis no acepto su respuesta y tomándole entre sus brazos le beso, apoderándose de su boca con fuerza, gimiendo al sentir sus manos en sus hombros, tratando de alejarlo.

—No sabes cómo deseo quitarte este ropaje y comenzar con nuestra luna de miel.

Manigoldo retrocedió, su celo había terminado, ya no había necesidad alguna para tener que tocarse, se dijo en silencio, pero solo su alfa necesitaba de sus celos para poder estar a su lado, Aspros no tenía veneno, solo el que destruyo su cordura.

—No deseo eso, en verdad, no lo deseo…

Susurro, esperando que alguien lo escuchara, ese alguien aparentemente fue Asmita, porque por medio de su cosmos, se comunicó con él, para sugerirle que se desmayara, que le ayudaría para que su alfa se sintiera angustiado por él, le diera algunos días para recuperarse.

—¿No deseas pasar tiempo conmigo? ¿No deseas dormir con tu futuro alfa?

Manigoldo negó aquello, respirando hondo, tratando de controlar su ansiedad, sintiendo como era empujado en dirección del altar, en donde le hicieron hincarse a lado de Aspros, el que vestía su túnica de patriarca.

—Recuerda lo que te dije, Manigoldo.

Eso no debería ser así, él tenía que estar a lado de Albafica, no de Aspros, se dijo, tratando de controlar su ansiedad, sintiendo como repentinamente su futuro alfa, le sostenía de la mano con fuerza, como si creyera que de pronto iba a escapar.

—Terminemos con esto… solo terminemos con esto…

Pronuncio, casi en un susurro, suplicándole a Hakurei que apresurara su ceremonia de unión con el alfa que no amaba y que deseaba destruirle.

—Estamos aquí reunidos…

Pero de pronto, el propio Asmita logro que Manigoldo perdiera el sentido, derribándose sobre su altar, siendo detenido por Aspros, quien en un principio creyó que se trataba de una actuación, enfureciendo, pero sin poder mostrar su enojo.

—¡Señor Manigoldo!

Grito el niño, Yato, corriendo en dirección del omega de mayor edad, para rodearle con su cuerpo como si se tratase de un escudo humano, protegiéndolo de Aspros, quien le veía sorprendido.

—Estaba muy cansado cuando quiso vestirse para usted, está débil, deberían dejarlo descansar, hasta que recupere su cosmos… por favor.

Aspros al escuchar lo que ese pequeño le decía, asintió, su ceremonia tendría que esperar, se dijo cargando a Manigoldo, para llevarlo a sus habitaciones, en donde le recostó, quitándole el tocado, poniéndolo mucho más cómodo, al ver que en realidad se había desmayado, que no estaba fingiendo, sentándose a su lado para esperar por él, necesitaba saber que le había ocurrido.

—No hagas esto más difícil Manigoldo… te lo suplico.

Susurro, recorriendo la mejilla de su omega, que se veía como un ángel en ese momento, como si se tratase del pequeño del que se enamoró, sus labios delgados le pedían besarlos y eso hizo, rozándolos con los suyos, gimiendo cuando el aroma exquisito de su cangrejo despertó su instinto alfa.

—Yo te cuidare, yo te protegeré, solo tienes que corresponderme.

*****

—¿Qué diablos es este lugar?

Pregunto Manigoldo, encerrado en una oscuridad que no tenía fin, observando al hombre más cercano a dios al otro lado de aquella nada, como si meditara, sus ojos cerrados, su cosmos brillando de color dorado, con la misma apariencia de siempre, pero algo había cambiado, se veía un poco más humano.

—Ningún lugar.

Eso era una buena respuesta, estaba en ningún lugar, hablando con Asmita, al mismo tiempo que Aspros estaba solo con él, seguramente tratando de hacerle daño, o se veía como un alfa preocupado por su débil y desequilibrado omega.

—¿Para que me trajiste aquí?

No le preguntaría porque no detuvo su violación o que hacían ellos cuando sintieron su cosmos arder, porque le había traicionado, se suponía que era el patriarca, debía cuidar de ellos, no abandonarlos a su suerte.

—Lamento lo que te ocurrió, no pude hacer nada en el momento de tu dolor, pero te aseguro que Albafica está a salvo y esto es lo mejor que puede pasar en este momento.

Lo mejor no era ser separado de su alfa, ni entregado a ese demente, pero ya estaba tan decepcionado de cada uno de los habitantes del santuario, que solo guardo silencio, esperando por escuchar lo que Asmita tenía que decirle.

—Tu maestro te dio alguna orden referente a esta locura.

Manigoldo negó aquello, no le dieron orden alguna, no sabía que estaba pasando, solo que le alejaron de su alfa y que estaba angustiado, sin saber que hacer o cual sería su destino, su maestro no despertaría, su amigo estaba muerto y cuando Kardia regresara, quien sabe lo que pasaría.

—Necesitamos que seas nuestros ojos y oídos en el santuario, existe un traidor entre nosotros y tu deber como un santo de Athena es averiguar que está pasando.

El cangrejo por un momento quiso creer que le hablaría de la forma de salir de allí, no de una misión que implicaba que le entregara su cuerpo a su alfa impuesto, que le hiciera rendirse, no estaba dispuesto a eso.

—Shion te quiere muerto, porque Albafica te ama y se ha aliado a entes poderosos, el único que puede mantenerte seguro es Aspros.

Lo habían vendido a Géminis, pero al menos su rosa estaba a salvo se dijo, sintiendo como su angustia aumentaba, desesperándose como nunca antes, ansioso de escapar, de ver a su Albafica.

—Y tú puedes proteger a tu alfa, si descubrimos quien ha movido los hilos del santuario para que más de uno caiga en combate, tu maestro, cid, muchos otros, porque bien sabes que Shion no se detendrá hasta hacerle suyo, como Aspros lo ha hecho contigo.

Manigoldo lo sabía, podía ver la malsana obsesión en cada uno de los actos de Shion, pero, aun así, porque debía ser el, quien debía sacrificarse, venderse a su alfa impuesto para obtener información.

—Saben que Shion y Aspros son los traidores, que más pruebas necesitan que su locura, maldición, no soy un esclavo, soy el omega de mi Albachan, debo serle fiel, debo estar a su lado, no darle la espalda cuando más me necesita.

Asmita sabía que Shion y Aspros eran traidores, pero algo más novia esos hilos, un ente poderoso que no le dejaba verlo, solo sentirlo, una fuerza aterradora que le quemo la primera vez que pudo verlo, no verlo, solo sentirlo en un plano ajeno a la humanidad.

—Además, como se supone que debo ganarme la confianza de Aspros, el bien sabe que no lo deseo, no confiara en mí, así como así.

No lo haría de no ser corrompido por aquella fuerza, pero, obsesionado como estaba de su cangrejo, lo escucharía si mostraba gentileza hacia él, un poco de calor, después de todo ese rechazo.

—El te ama, en algún lugar dentro de su psique aun te quiere, y podrías usar eso a tu favor, seducirle.

Se suponía que debía seducir a Aspros, no lo creería, y el no deseaba actuar de aquella forma, por lo que se negó a eso, con un movimiento de su cabeza, Asmita no podía ordenarle algo como eso, no se entregaría a ese demente.

—Sage temía que Tifón estuviera a punto de regresar, solo necesita un cuerpo, un omega poderoso que pueda darle a luz, Cid ha desaparecido, porque no ha muerto, Kardia está fuera del santuario, cada omega poderoso puede ser un candidato para darle a luz, así que tu estas a salvo con Aspros, pero no tus amigos y si en verdad los quieres, tendrás que obtener información, quien le ha dado ese poder a Shion, esa sabiduría, con que dioses estamos tratando.

Cid y Kardia estaban afuera, el escorpión no era candidato a darle a luz a esa entidad, ese demonio de su pasado, pero Cid, el si lo era, el salió con Aspros, cuando dijeron que pereció, pero géminis tenía fuerza suficiente para defenderse, lo habían entregado, tal vez, con ese motivo.

—Es Cid… han entregado a Cid…

Susurro, sintiendo el cosmos de algo que le daba miedo, terror, una sombra negra que cubrió sus ojos y tapo sus oídos, una cosa que evito que Asmita respondiera a su presentimiento.

*****

Manigoldo despertó en ese instante, alejándose de Aspros, comprendiendo que tan bajo había caído para tenerlo entre sus sabanas, para poder violarle, pegándose a la cabecera con pánico, aun portando el atuendo que Hakurei le hizo vestir, completamente solo con uno de sus enemigos, no solo un alfa enloquecido, quien le había besado, acariciando su cintura con demasiada delicadeza.

—Al fin despiertas, Manigoldo, debo decir que escapaste a nuestra ceremonia de unión, pero no, a nuestra luna de miel.

Su luna de miel, no era una luna de miel sino una pesadilla, se dijo tratando de ser fuerte, tratando de no pensar en Cid, en su querido amigo, en su hermano, pasando por lo mismo que él, su hermano de armas que nunca había deseado a nadie más que a Sisyphus, que esperaba por el con la misma ilusión con el que se espera la navidad cuando se es un niño, como el esperaba sus celos para poder yacer con Albafica.

—No me siento nada bien, solo quiero descansar un poco.

Llorando de pronto al imaginarse por lo que estaba pasando, era aún peor de lo que creía, Cid estaba siendo torturando por otro alfa, pero él nunca había sentido el amor de su compañero, no sabía que su arquero le amaba, nadie sabía que pasaba por la mente de ese perfecto imbécil, no era como el que sabía que su alfa le amaba, que estaba afuera buscando por él, su amigo estaba solo, asustado, malherido, desesperado.

—Estas fingiendo.

Susurro Aspros, tratando de acercarse a él, como podría aceptarlo después de comprender que vendió a Cid para tenerle a él, para que Shion pudiera poseer a su compañero, haciéndole retroceder, desviando la mirada, temblando a causa del coraje y la impotencia que sentía, pero Asmita tenía razón, el debía encontrar a su amigo, saber a dónde lo mandaron, con quien, convencer a Aspros de que le dijera, o escucharlo de alguna forma, tenía que ser fuerte, por Cid.

—No…

Fue su respuesta, tratando de imaginarse a este Aspros como aquel que conoció en ese dulce sueño, el hombre justo, el buen alfa, no el demente que vendió a su amigo, tal vez, si lo hacía no se odiaría por lo que estaba a punto de hacer, pero debía saber a dónde mandaron a Cid, con quien lo entregaron y solo lo sabría, si Aspros confiaba en él lo suficiente para decírselo.

—Pero a ti yo no te importo, tu solo quieres mi cuerpo, lo supe en ese campo de entrenamiento, fue por eso por lo que te rechacé.

Susurro, sintiendo las manos de Aspros en sus hombros, viendo como su expresión se suavizaba de repente, al verle llorar, temblar a causa de su impotencia, sintiéndose conmovido.

—¿Cuándo Hera te presento a mí?

Le pregunto besando su mejilla, acariciando su cabello, para intentar besarle, pero Manigoldo se alejó, recordando que ese alfa deseaba protegerle, cuidarlo de cualquier daño, tal vez este Aspros, no era diferente, y podía usar eso a su favor.

—Ni siquiera intentaste seducirme, solo me cazabas, me perseguías como si fuera un estúpido conejo.

Se quejo, al fin estaba diciéndole lo que deseaba, lo que por años le atormento, esperando que aquella verdad suavizara un poco el corazón de Aspros, y le diera un poco de tiempo, para que pudiera acostumbrarse a esa nueva vida.

—Esa sirena no me dejaba acercarme a ti.

Respondió Géminis, manteniendo su distancia, como si le doliera su rechazo, pero este hombre vendió a su amigo, debía encontrar a que criatura lo hizo, a donde estaba Cid y de alguna forma, advertirle a quien deseara ir por él.

—Pudiste tratar de seducirme, pero solo te comportabas como un demente, aun ahora, solo eres un demente que desea hacerme daño.

Susurro, alejándose un poco más, abrazando sus rodillas, sintiendo que Aspros recorría sus hombros, besando su cuello, pero manteniéndose a una distancia prudente, para ser quien acababa de violarlo después de someterlo la última noche de su celo y quien había amenazado a todos sus seres queridos.

—No quiero hacerte daño, pero la única forma de tenerte era esta, forzándote.

Le explico, pero Manigoldo se alejó un poco más, temblando como si fuera una hoja, llorando por Cid, por imaginarse la clase de dolor por la que estaba pasando, era el mayor de ellos, era quien les protegía, y cuando regresara Kardia, le diría lo que sabía, para que él y su alfa fueran por su amigo, necesitaban rescatarlo.

—Quiero descansar.

Le suplico, alejándose cada vez mas de su alfa, pero sin salir de la cama, partiendo el corazón de Aspros, quien beso su frente con delicadeza, respirando hondo, preguntándose si podía amar aún más a su dulce conejito.

—Te dejare dormir un poco, pero después tendrás que compensarme.

Manigoldo asintió, encogiéndose cuando recorrió su hombro, e intento besar sus labios, deteniéndose de pronto, para salir de la cama.

—Tengo toda una vida para eso, supongo.

Susurro, aun llorando por Cid, tratando de controlarse, pero no podía lograrlo de tan solo pensar por lo que su amigo estaba pasando.

—Deberías estar contento.

Pronuncio Aspros, antes de abrir la puerta, pero no le respondió, ni siquiera pudo verle.

—Porque yo estoy eufórico.

***26***

Kardia trataba de comprender la actitud de su alfa para con ese monstruo, ese pelirrojo que destruyo a su omega, que le secuestro, sin encontrarle razón alguna, solo que, si lo pensaba con cuidado, esa cosa le parecía mucho más desagradable que el propio Camus, tal vez tenía razón, no los estaba acompañando, los estaba custodiando por alguna razón que no alcanzaban a comprender, pero deberían hacerlo.

—Oye tú, Iceberg…

Pronuncio Kardia, cuando la maquina se alejó lo suficiente de ellos y creía que no podía escucharlos, logrando que el rostro de Camus se iluminara, con tan solo escuchar su voz.

—¿Quién diablos te mando aquí?

Le pregunto sin pena, caminando detrás de su alfa, a unos pocos metros de distancia, sus pasos los de un animal salvaje, su mirada fija en cada uno de sus movimientos, su cabello ondulando a causa del viento, una sonrisa sádica dibujada en sus labios, era un omega peligroso, pero sumamente hermoso.

—¿Por qué quieres saberlo?

Respondió, deseando alargar esa charla, tanto como pudiera, encontrándolo hermoso, como una pantera o un jaguar, una criatura hermosa, peligrosa, sublime, la clase de omega que solo nace una vez en toda su vida, quien le recordaba su primer compañero, de una forma que no alcanzaba a comprender.

—No tengo nada mejor que hacer, pero si no quieres cooperar, está bien, yo no tengo nada más que decirte.

Degel arquero una ceja, preguntándose que se suponía que era lo que deseaba Kardia, si creía que ese alfa le hablaría con la verdad, pero sin interrumpirle, escucharía cada palabra que le dijeran, porque la información era poder y ellos carecían de ella en ese momento.

—Mi maestro, el segundo de ellos, Shion de Aries.

Ambos compartieron una mirada preocupada, era imposible que ese lemuriano fuera el patriarca, trataba a los omegas como menos que animales, era un muchacho poderoso, pero no creían que estuviera capacitado para mandar.

—¿Shion?

Kardia pregunto arqueando una ceja, Degel no hablaría, no deseaba que se alfa enfureciera y guardara silencio, no por nada se esforzó por quitarle esa mascara, necesitaban la información que se les era entregada con tanta facilidad.

—Si, él deseaba que los matara, intente matar a ese bastardo que dice ser tu alfa, pero a ti no te podía hacer daño.

Pronuncio con cariño, recorriendo la mejilla de Kardia, o eso trato, porque inmediatamente el escorpión se alejó, no dejaría que le tocara, para ese momento, ni siquiera lo consideraba un ser humano, solo le veía como un monstruo sin corazón, tan frio como el hielo.

—Para que lo sepas, Degel es mi alfa.

Le informo con cierta burla, seguro de si mismo y de su lugar a lado de su alfa, pero Camus no lo aceptaba, no podía aceptarlo, porque amaba a ese escorpión furioso, esa criatura perfecta para él, tan hermoso como el fuego que alimentaba su corazón.

—Yo creo que estas equivocado, pero deseabas escuchar mi historia no, te la diré con una condición.

Era su momento de cobrar por sus favores, encontrando esa oportunidad como algo único, fijando su vista en los labios del escorpión, quien entrecerró los ojos, sin comprender sus deseos, no así su alfa, quien le miraba con extrañeza.

—¿Qué condición?

Pregunto Degel, deseando destrozar ese rostro sin sentimientos, golpear a ese pelirrojo que deseaba a su omega, a su dulce Kardia, pero se contuvo, creyendo firmemente que debían comprender que estaba pasando en ese momento, toda la información de la que carecían.

—Un beso, como si me amaras, como si fuera él.

Pronuncio señalando a Degel, sonriendo al ver la expresión de Kardia, la que era de suma sorpresa, pero mucho más la de su alfa, que enfureció, como si quisiera golpearle, convocando su cosmos de pronto, furioso como nunca, siendo detenido por el propio escorpión, quien respiro hondo, tratando de comprender lo que pasaba por la mente de ese pelirrojo.

—¡Voy a cortarte la garganta!

Fueron las palabras de Degel, quien ya no deseaba comprender nada, lo mejor era destruirle de una buena vez, pero Kardia no lo dejo, riéndose entre dientes, encontrando esa actitud celosa y posesiva nueva, excitante.

—Eso debería decirlo yo… no crees.

Le recordó, logrando que Degel se controlara, apretando los dientes, entrecerrando los ojos, furioso, pero sin decir nada, Camus riéndose de su molestia, anticipando el beso que le daría Kardia, ansioso por sentirle.

—Si quieren saberlo todo, Kardia tendrá que besarme, como si fuera su alfa.

Repitió su condición, relamiéndose los labios, ansioso, al ver que Kardia asentía, aceptaba su condición y su alfa no haría nada para evitarlo, no era un alfa de verdad, de serlo no dejaría que se le acercara, Shion tenía razón, de ser su compañero no le daría tanta libertad.

—Bien, lo hare.

Susurro, acercándose a Camus, dándole un beso delicado en sus labios, apenas un roce, un beso que Camus disfruto, pero no era lo que deseaba, él quería un beso mucho más apasionado, la clase de caricia que Kardia podía brindarle, que lo petrificaría a causa del placer.

—¿A eso le llamas un beso?

Se quejo, relamiéndose los labios, esperando que Kardia cumpliera su promesa, que le besara como lo haría con Degel, comprendiendo que deseaba ser el con ardor, necesitaba ser ese alfa afortunado, encontrar a su omega.

—Si no quieres que te corte la garganta, confórmate con eso.

Le amenazo el escorpión, pero eso le excitaba más de lo que le asustaba, Kardia era hermoso, perfecto, lo necesitaba a su lado, quería sentir el fuego que esos diarios describían con precisión, el amor que podía encender en su corazón, en su cuerpo, el dulce deseo que un alfa sentía por su omega.

—No, quiero un beso de verdad.

Le dijo, esperando que Kardia cumpliera con su palabra, quien, apretando los dientes, tomándolo del cabello le beso con fuerza, un choque de labios violento, robando su aliento, cualquier clase de fuerza que tuviera su cuerpo, logrando que sus rodillas se doblaran, que su pecho se incendiara, lo amaba, lo deseaba, él era perfecto.

—¿Mejor?

Pregunto, limpiándose los labios, acercándose a su alfa, quien le veía como si deseara matarse, que de ser otra clase de santo de Athena ya le hubiera atacado, pero el no, no era así, él no lo mataría, porque era tan frio como el, ese alfa no se merecía a Kardia.

—Mucho mejor.

Respondió, relamiéndose los labios, burlándose de Degel con su mirada, diciéndole que su omega no sería suyo por mucho tiempo, él era su amante, su esclavo, su tesoro, pero no se lo merecía, el si, el deseaba a Kardia como un alfa debía hacerlo, el mantendría seguro a su escorpión, él podría darle hijos preciosos, él se salvaría, Degel seria Ganimedes, eso era lo justo.

—Shion me mando, es un hombre viejo, un hombre enamorado de un hermoso omega, de una rosa, su nombre era Albafica.

De nuevo parecían sorprendidos, como si fuera una mentira, creyendo que estaba equivocado, pero no era así, su maestro amo a esa rosa y solo por ella era que había regresado, solo por ella era que trataba de evitar el nacimiento de Tifón, solo por ella era que había encontrado a su omega.

—Albafica no es un omega…

Pronuncio Kardia, no era un omega, era un alfa demasiado hermoso, pero un alfa, al fin y al cabo.

—¿Qué?

Camus no entendió su respuesta, así que Kardia comenzó a desesperarse, preguntándose si acaso estaba sordo.

—Albafica es un alfa, el alfa de Manigoldo de Cáncer, tu maestro te está mintiendo.

Degel que era mucho más tranquilo, le explico, Albafica era un alfa, el compañero de Manigoldo, Shion en esa época, como en la actualidad, solo mentía, y sin tan solo supieran que habían acusado al arquero de ser un asesino, que decía que Cid había muerto, que habían sometido al cangrejo, habrían regresado cuanto antes, pero Camus no se los diría, no le importaba nada más que obtener a su omega.

—Como sea, desea a Albafica para él, como yo te quiero para mí.

Explico, logrando que Kardia retrocediera, ese alfa estaba loco, Degel de nuevo se colocó entre ambos, pero no había nada que pudiera mantenerlo alejado de su omega, nada en ese mundo, se dijo Camus.

—El me presento los diarios que hablaban de ti, yo me enamore, yo deseo sentir ese deseo y ese amor imposible de soportar, necesito sentirlo, así escapare de Zeus.

Esos diarios habían sido escritos por un hombre enamorado, tal vez, por el mismo Degel, pensó Camus, era el amor que sentía por su omega, eso mismo era lo que el sentiría, porque ese escorpión lograría lo que su primer omega no pudo.

—Shion utilizo tu miedo para mandarte aquí, pero que se supone que ganara de venir.

Era obvio, obtendría a su diosa, pero que más, Shion era un hombre avaricioso, al envejecer debía ser aun peor, un hombre mucho más malvado, que el muchacho que ya trataba de destruir la vida de Manigoldo para poseer a su alfa.

—Debía matarlos para que la diosa Hera no despierte, pero no pude, yo amo a Kardia.

No podía lastimar a la única criatura que podía salvarle de un destino peor que la muerte, porque Zeus estaba a punto de despertar y con él, su pesadilla se volvería realidad.

—¿Por qué no quiere que despierte?

Kardia era tan inocente se dijo, ansioso por tocarle, pero manteniendo su distancia, si se acercaba Degel si le mataría.

—Porque si despierta no podrá matarla, y si ella muere, este círculo se terminará, ya no habrá más alfas, ni omegas, seremos libres y Eso no nacerá.

Degel no comprendió sus palabras, mucho menos Kardia, que comenzaba a desesperarse con la poca información que Camus le otorgaba, solo que Shion estaba inmiscuido en aquella locura, en la oscuridad que trataba de comerse al santuario, a todo el mundo.

—¿Qué no debe nacer?

Kardia pregunto de nuevo, temiendo saber la respuesta, porque una criatura de fuego le visito, le salvo de ese alfa, un pequeño que no nació, porque no pudo mantenerlo con vida, así que tal vez, esa criatura no había nacido por culpa del propio Shion.

—Tifón… el asesino de Zeus.

Eso era imposible, su pequeño no era un monstruo, pero aun así, de que forma le visto, sin embargo, se mantuvo callado, tragando un poco de saliva, preguntándose que más escondía ese pelirrojo sin sentimientos.

—Así que esa cosa no miente.

Susurro, comprendiendo que el gigante de acero no era su enemigo, sino su aliado y que Camus era su enemigo, un alfa que deseaba poseerle, porque creía que así sentiría de nuevo, pero se trataba de un monstruo sin sentimientos, un ser que se merecía su destino.

—No, no miente, yo soy su enemigo, o lo era, hasta que te vi, sé que esto que siento es real, que yo te amo, así que te ayudare, probare mi valor, mi amor por ti, te mostrare que valgo mucho más que ese alfa inútil que no pudo protegerte.

Kardia lo ataco de nuevo, pero Camus congelo su muñeca, a punto de besarle, pero Degel lo repelió con una de sus técnica, manteniendo a su escorpión alejado, lo habían engañado, sus instintos le habían mentido.

—Degel no es un alfa inútil, es mi alfa y es mucho mejor que tú, su lealtad es genuina, y su amor también, no inventado.

Kardia seguía defendiéndolo, de alguna forma su omega seguía confiando en él, cuando el mismo ya no lo hacía, lo había engañado ese guerrero pelirrojo, ese alfa sin corazón, la reencarnación de Ganimedes, y no se detendría hasta que lo matara a él, o él lo asesinara.

—El mío también es real y tu serás mío.

Le advirtió a los dos, sonriéndoles, una sonrisa falsa, que contorsionaba su rostro en una mueca desagradable, al menos para Kardia, quien seguía confiando en su alfa, sin importar lo que pasara, era el hombre más inteligente de todo el mundo.

—¿Cómo esperas lograrlo? ¿Romper nuestro vinculo?

Pregunto Degel, creyendo que Camus ya conocía la forma de hacerlo, pero lo escondería muy bien, porque deseaba a su escorpión para él, sin importar lo que pasara con el mundo, él se salvaría primero.

—Encontrare una forma, si no, matare a tu alfa para tomar su lugar, una vez que comprendas que soy mejor que él.

Fue su respuesta, sencilla, segura, logrando que Kardia convocara su cosmos, escuchando como el gigante de acero se acercaba a ellos, ajeno a su discusión.

—¡Eres un maldito infeliz!

Grito Kardia, pero Degel no le dejo matarlo, había algo en ese alfa, algo que se le hacía familiar, pero no podía descubrir que era, pero no quería que lo mataran, de alguna forma, sentía mucha pena por él.

—Kardia, espera, no lo mates aun…

Pronuncio Degel, seguro de que pronto descubriría que era ese detalle que necesitaba encontrar, porque razón no deseaba que mataran al pelirrojo, además, de sentir pena por él, por ser la reencarnación del coopero de los dioses.

—¿Han terminado de charlar?

Pregunto la máquina, esperando que le siguieran, ya habían perdido demasiado tiempo, necesitaban moverse, su madre les necesitaba.

—Mi madre se debilita con el paso del tiempo, debemos apresurarnos.

***27***

Minos convoco a cada uno de sus soldados, a su ejército, al tercer juez del Inframundo, a cada hombre que estuviera dispuesto a seguirle, ya fuera para recibir una recompensa, por miedo a sus castigos, o por su orgullo lastimado, al comprender que un omega les había comandado.

Era el momento de que un alfa superior en todos los aspectos le comandara, que ese mayordomo presumido fuera castigado, era el momento de obedecer a Pandora, quien deseaba que Valentine de la Arpía pereciera bajo la justa mano del primer juez de las almas.

Minos ingresaría con sus mejores soldados, acompañado de Aiacos y Violate, estaba listo para su venganza, su regalo protegido en su armadura, dispuesto a mostrarles porque no debían burlarse de un alfa enamorado, del verdadero compañero de Radamanthys de Wyvern.

*****

Después de algunos momentos Radamanthys abrió los ojos, sintiendo el cuerpo caliente de su alfa a su lado, de alguna forma se había quedado dormido y al despertar se encontraba en la cama que compartía con su arpía, el que ajeno a sus preocupaciones rodeaba su cintura con delicadeza.

Radamanthys se recargo en su codo, observándolo fijamente, con demasiado detenimiento, admirando la belleza de su alfa, lo hermoso que en verdad era, no era muy alto a comparación suya, pero no era pequeño, sus músculos estaban bien definidos y su cuerpo era esbelto.

Su cabello era suave, del color de los botones de las rosas de su jardín, de un tono que le recordaba su hogar, que le hacía sentir seguro, su piel era blanca, de un tono muy pálido, al recorrerla con las puntas de sus dedos se maravilló con su suavidad.

Poco después paso sus dedos a sus cejas, a su nariz y sus labios, Valentine era realmente hermoso, seguía siendo el hombre más atractivo que hubiera visto, la clase de belleza que no podía fijarse en él, que no era tan hermoso.

Radamanthys se relamió los labios y beso sus labios con suavidad, de modo de despedida, para no despertarlo, sonriendo con tristeza al pensar que, por su culpa, su fiel arpía estaba a punto de morir, pagar con su vida su afecto.

Escuchando de pronto un estruendo, observando con horror como la puerta cedía y docenas de espectros ingresaban en sus habitaciones, comandados por Minos, quien se había atrevido a atacar sus aposentos, despertando a su alfa, acorralándolos en su cama.

—No habrá justa, no estoy dispuesto a perder otro celo, porque tú me perteneces, mi padre así me lo ha concedido.

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Espero que les guste este capítulo, que he decidido será más largo de ahora en adelante, espero que les guste y si pueden, me lo dejen saber, nos vemos el próximo jueves, muchas gracias por esperar por esta actualización.


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