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Paraiso Robado. por Seiken

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Manigoldo suspiro, al fin había logrado vestirse con uno de los juegos que Aspros tenía de su ropa en su ropero, caminando despacio hacia donde era llamado, esperando que no quisiera repetir de nuevo aquella faena, porque estaba adolorido, demasiado cansado, aun así, obedeció. 

 

-¿Me llamaste? 

 

Le pregunto con lo que esperaba ser una sonrisa, aunque no alcanzó a sus ojos, mucho menos cuando Aspros caminó rápidamente hacia él, rodeando su cintura, para caminar en dirección del estudio de su maestro, donde había pasado demasiadas horas, sentado en ese escritorio, perdiendo el tiempo. 

 

-Si, mira, quiero que veas esto. 

 

En el escritorio había dos mapas, en uno de ellos señalaban la ubicación de un templo, con una figurilla de una mujer, de la diosa Hera, en el otro mapa una cueva o algo así, con la figura de un rayo, encerrado en un círculo rojo. 

 

-Shion ha encontrado los templos de Hera y Zeus, al fin, después de tantos siglos de búsqueda infructuosa. 

 

Manigoldo les observaba fijamente, tratando de ignorar ese nombre, memorizar en cambio la posición de esos dos lugares sagrados en el mundo, escuchando unos pasos, viendo a Shion, que le veía con una sonrisa burlona, disfrutando grandemente su dolor.

 

-Y pensar que Sage siempre los tuvo enfrente de sus narices, pero era un omega, obviamente no estaba capacitado para este trabajo. 

 

Por un momento Manigoldo quiso decirle que Sage había sido el mejor patriarca que había tenido el santuario, que de estar presente nada de eso habría sucedido, sin embargo, no se atrevió a eso, simplemente desvió la mirada, sintiendo como Aspros se recargaba contra él, como si ese descubrimiento hubiera sido lo mejor que pudo pasarles. 

 

-Dicen las leyendas que Zeus debió ser despertado mil años después de la última guerra madre. 

 

La guerra madre ocurría cada mil años, pero no tenian ningun registro de cuándo fue la última, tal vez, cuando Tifón se elevó una ultimas vez en el cielo y de eso, ni siquiera la era Cristiana había iniciado, al menos, eso era lo que sabía Manigoldo, que guardó silencio, escuchando lo que su alfa tenía que decirle. 

 

-Y pensar que seré el patriarca del Santuario cuando esto suceda. 

 

Manigoldo no supo qué decirle, porque para él sonaba como una sentencia de muerte, un mal presagio, demasiado oportuno, como cada suceso nefasto que había ocurrido en el santuario hasta ese momento. 

 

-Debemos despertar a Zeus y tu Shion, te encargaras de esta honorable tarea, yo tengo que cuidar de mi conejito, después de este celo, por fin se ha embarazado. 

 

Shion sonrió, asintiendo, claro que realizaría esa tarea porque se trataba del mejor santo de ese lugar, el único soldado leal a los dioses y esperaba que Zeus le premiaría con poder, con su rosa, pues eso era lo único que deseaba. 

 

-Al fin Manigoldo, después de cinco años desde tu primer celo, al fin tienes un hijo propio, pense que se te acabaria el tiempo y no cumplirias con tu deber. 

 

Recordaba la ultima discucion que tuvo con Shion, en ese bar, como le decía que dejara sus sueños de la niñez, que no siguiera a la rosa y aceptara a Aspros, en ese momento aun creia que podia negarse a eso, que tendria su paraiso en la compañia de su alfa. 

 

-Los omegas envejecen muy rápido y esa facultad que tienen, lo que los hace valiosos, se pierde con el tiempo. 

 

Aspros aun tenia esa actitud de orgullo, llevando una mano a su vientre, como si pudiera sentir la vida en su cuerpo, logrando que quisiera marcharse, porque de permanecer en ese sitio, diría exactamente lo que pensaba de ellos, de su dios Zeus, de su situación actual y eso haría que su alfa se enojará demasiado. 

 

-No me siento bien, quiero dormir un poco. 

 

Aspros asintió, besando su frente, ignorando la ligera risa de Shion, que se veía sumamente orgulloso de sus actos, de lo que había logrado hasta ese momento. 

 

-Esa actitud te va mucho mejor Manigoldo, al fin te portas como un omega educado y no como un omega histérico. 

 

Manigoldo apretó sus puños, pero siguió su camino, ignorando a Shion, que sentándose en el sillón de su maestro, llevó sus manos delante de su pecho, con una expresión que le hacía pensar en una gato frente a un canario. 

 

-No sabes como te envidio Aspros. 

 

Manigoldo ingreso en su habitación y estaba a punto de cerrar la puerta, cuando Shion recargo sus pies en el escritorio de su maestro, seguro de su victoria, también, de que podía escuchar sus palabras. 

 

-De tan solo pensar en la felicidad que tendré, cuando Albafica también comprenda su lugar a mi lado, sé que todos mis esfuerzos habrán valido la pena. 

 

Pero eso fue suficiente para él y tuvo que atacar a Shion, quien le había robado su vida, a su alfa, sus sueños, su libertad, todo cuanto tenía, propinandole un fuerte golpe que lo derribó en el suelo. 

 

-¡No te acerques a él! ¡No lo toques con tus sucias manos! ¡Con tus malditas pezuñas! 

 

Shion se sobo la cara aun complacido, esperando que Aspros se molestara con su conejito, pues, aún seguía defendiendo a la rosa y por ende fuera castigado, para que esos moretones crecieran de tamaño, para que tal vez, esos niños que sabía crecían en su cuerpo, sufrieran un terrible accidente, un desafortunado aborto. 

 

-Pero Manigoldo, pensé que ya estabas comportandote como es debido. 

 

El rostro de Aspros se puso lívido, llevando sus manos detrás de su espalda, comprendiendo que estaba enojado por que la rosa estaría en un mejor lugar, cuando le había solicitado que no le nombrará, pero, su conejito era muy necio, era demasiado impulsivo, no era su culpa, pero si le molestaba mucho más, porque esos eran los sentimientos reales en su corazón, ese amor maldito por la sirena. 

 

-Regresa a tus habitaciones Manigoldo, no quiero que Shion nos vea discutir, no es correcto. 

 

Shion se levantó de un salto, seguro que ese dia para Manigoldo no había hecho más que mejorar, porque Aspros actuaba como si le hubiera sido infiel con la rosa, como si pudiera si quiera yacer con él, pero sabía que eso no era posible, que el veneno lo hubiera matado, así que su rosa aún era inmaculada, en cambio, esperaba que el conejito no tuviera una sola parte de su cuerpo sin conquistar por el poderoso santo de géminis. 

 

-Lo siento, hable de más, lo mejor es que me vaya. 

 

Se disculpó, pero no pudo dejar de sonreír, apartándose con un paso lento, cerrando la puerta detrás de sí, esperando que Manigoldo fuera castigado por ello, se lo merecía. 

 

-Lo mejor seria que no existieras más. 

 

*****

 

Tempestad aterrizó en la cueva donde habían ocultado a Zeus de su padre, notando que solo era una cueva común, sin nada llamativo, ni estatuas, ni columnas, nada que llamara la atención, una cueva que tenía un nido de águila en la parte más alta. 

 

-Asi que aqui es el sitio donde Zeus descansa.

 

Pronunció, escuchando los pasos de Hera, como iba ingresando en la cueva, para ver una vasija, en donde su esposo dormía, tragando un poco de saliva, pensando si eso era lo correcto, sin embargo, sus hijos dependían de ella, de su protección, de su amor, de su cuidado. 

 

-Aquí duerme Zeus. 

 

Tifon trago saliva, tocando la vasija, preguntándose cómo era posible que la deidad más poderosa de todo el universo, fuera contenida en este sitio, escuchando el batir de unas alas de mariposa. 

 

-¿Así que tu eres Tifón? 

 

Le preguntaron, una voz como de campanitas repicando, dulce, pero molesta al mismo tiempo, era la diosa del amor y la belleza, con su ropaje azul, que los había estado esperando, porque pensaba, que a su padre le gustaría matar a Tifón, apenas despertara. 

 

-No te ves para nada impresionante. 

 

Tifón había aprendido de su padre la virtud de la paciencia, le había contado historias, la forma en que llegó a su cuidado y entendía, que si dejaba que le manipularan, terminaría arrepintiéndose. 

 

-Y decian que tu eras hermosa, pero no me lo pareces en lo absoluto. 

 

Le informo, llevando su meñique a su oído, para rascarse con su uña, sonriendo, con burla, esperando que la diosa le atacara, porque bien sabía que se trataba de una criatura vanidosa, tanto, que si dudaba de su belleza, no podría soportarlo. 

 

-Con razón el viejo Hefesto ya no te ama. 

 

La empujo un poquito más, viendo cómo elevaba su cosmos, sus alas y lo atacaba, sin pensar en nada más, sin embargo, el proyecto un poco de su cosmos, lanzandola lejos, quebrando una de sus alas en el proceso, entrecerrando los ojos, cuando ella no mostró dolor, sino que se veía emocionada. 

 

-Mi padre te ganará, como en la guerra pasada, como siempre lo ha hecho. 

 

Tifón sabía que eso era cierto, pero porque los otros dioses le brindaban ayuda y si veían lo que tenía que mostrarles, probablemente no pudieran mantener su lealtad, su absurda lealtad que no les llevaría a nada más que a la destrucción. 

 

-Eres tan ruidosa, porque no guardas silencio por unos minutos. 

 

Tifón volvió a atacarla usando su cosmos, quemando sus alas con este, sin mostrar piedad alguna, escuchando sus gritos de dolor sin remordimiento alguno, porque ella había sido la causa de la mayor parte del dolor de su hermano. 

 

-¿Como piensas sellar la vasija y la entrada a esta cueva? 

 

Tifón había meditado cómo evitar que Zeus renaciera con detenimiento, encontrando una forma que nunca había pensado, que nadie había imaginado y por eso, deseaba el cosmos del cangrejo, la entrada al yomotsu, así como el veneno de las rosas, que transitaba en su sangre, pero podía utilizarlo a su antojo, al igual que hacía con su cosmos. 

 

-Lo llevare a un lugar donde nadie pueda llegar a él y si no es suficiente, lo rodeare con un sello propio, con mi sangre. 

 

Respondió seguro de lo que haría, podía evitar que despertara, evitar las guerras, acumular un poco de más poder, más aliados, lo que necesitaba para derrotarlo, robar a la diosa de la victoria y destruir a cada dios que habitaba ese mundo. 

 

-¡No lo permitiré! 

 

Escucho como gritaban e inmediatamente encajaban un brazo cubierto de armadura dorada en su cuerpo, a la altura de su corazón, tratando de destruirlo con ese golpe a traición, realizado por un hombre de cabello verde, no muy joven, pero tampoco viejo, un soldado que les había seguido, que no dejaría que Zeus fuera desterrado de ese mundo. 

 

-Porque si lo permito, Albafica no podrá ser mío. 

 

Hera apenas podía comprender como ese soldado, de una apariencia mucho más joven, podía lastimar a ese muchacho, comprendiendolo en ese instante, no era Tifón, no realmente, sino su envase, un niño tratando de proteger a sus seres queridos. 

 

-Y no existe peor destino que ese. 

 

Inmediatamente dos cadenas sostuvieron por la espalda al guerrero de cabello verde, apartandolo del muchacho, que caía al suelo, malherido, llevando una mano a su pecho sin poder comprender cómo había sido derrotado, siendo sostenido por la diosa de los matrimonios, que veía la sangre con demasiado horror. 

 

-¡Bastardo! 

 

Grito Hefesto, lanzando a Shion, una versión de unos treinta años lejos de ese joven, corriendo para golpear su rostro, su estómago, antes de azotarlo al menos, unos treinta metros, cayendo sobre él. 

 

-No lo harás, maldito bastardo, no evitaras que mi padre despierte. 

 

Escuchó que le decían, sintiendo el frágil cuerpo de su esposa sobre el suyo, como intentaba golpearlo por la espalda, aferrándose a él cuando intentó soltarse, haciendo que se molestara mucho más. 

 

-¡Maldito mono!

 

A quien lanzo lejos, usando su fuerza sobrehumana, furioso, como nunca antes había estado y ella jamás le había visto, sus ojos brillando de amarillo, sus dientes apretados, dándole una apariencia salvaje, al generalmente controlado dios herrero. 

 

-¡No me estorbes! 

 

En lo más alto de la montaña Tifón, quien era realmente Tempestad, vio su sangre caer al suelo, pensando que eso le convenía, aunque sabía que estaba perdiendo demasiado de aquel líquido vital, elevando su cosmos, para crear un ataúd parecido al de Camus, pero de sangre roja, una celda que rodeaba la vasija. 

 

-Me lo enseñó Camus… 

 

Susurro, llevando una mano a su pecho, sintiendo como la diosa de los matrimonios intentaba curarlo con su cosmos, cerrando la herida cuando apenas podía levantarse, angustiada por ver a ese muchacho tan malherido. 

 

-Ahora… ahora tengo que encerrar eso en el Yomotsu. 

 

Pronunció, tratando de levantarse, pero no estaba en condiciones para lograr semejante hazaña, mucho menos, cuando cayó inconsciente al suelo, en los brazos de la diosa de los nacimientos, quién cargandolo en sus brazos, sello la cueva con su cosmos, haciendo que se desmoronó sobre sí misma. 

 

-Eso tendrá que funcionar por el momento. 

 

Pronunció, cargando varias rocas más, del tamaño de barcos, para cubrir la cueva con ellas, observando a Hefesto, como peleaba con ese soldado de armadura dorada y como la hermosa diosa del amor, les observaba en silencio. 

 

-No entiendo quién ha sido el causante de semejante locura, abrir puertas, jugar con el tiempo, eso solamente lo traerá de regreso. 

 

Shion, al ver lo que había hecho la diosa, como había sellado la entrada a la urna de Zeus, maldijo en voz baja, porque ese sitio se mantendría de esa forma, por lo menos, durante doscientos años, habían sido derrotados de momento, pero la guerra la habían ganado ellos. 

 

-No importa cuánto se esfuercen, Zeus regresara y los matara a todos ustedes. 

 

Hera lo lanzó lejos con su cosmos, suponiendo que tenía razón y en el futuro ellos perdían la guerra con su esposo, que debían encontrar otra forma para encerrar al dios Zeus en el Yomotsu, asegurarse que nadie le abriera la puerta, porque de lo contrario, ninguno de sus esfuerzos habría funcionado. 

 

-Debemos llevar a este muchacho a mi santuario, allí podré curar sus heridas. 

 

Hefesto por un momento se negó a eso, pero ella tenía razón, no importaba que destruyera a su enemigo en ese momento porque no era el del presente, aunque estaba cansado de actuar con prudencia, de permitir que sus enemigos siguieran con vida y cuando sintió el cosmos de su enemigo elevarse, para atacarlo por la espalda decidió ignorar a su madre. 

 

-Lo siento madre, pero estoy cansado de estos malditos monos araña. 

 

Respondió, sosteniendo a Shion de la cabeza y de su cintura, para partirlo a la mitad, sin mostrar remordimiento alguno, sin saber que al mismo tiempo salvaba la vida de otro guerrero, al menos, por el momento. 

 

-Hefesto… 

 

Susurro Afrodita, sin comprender quién era ese dios que no mostraba piedad, que había partido a la mitad a ese guerrero, sin pensarlo dos veces, bañándose de sangre, sin mirarla siquiera. 

 

-Yo lo llevo. 

 

Hefesto entonces cargó a Tifón en sus brazos, alejándose junto a su madre, con un cojeo leve, mostrando una fortaleza y una agresividad que Afrodita nunca había visto antes. 

 

-Mi querida madre. 

 

*****

 

Regulus había dejado de pelear cuando casi mata a Yato, quien se arrodilló  a sus pies, molesto, furioso por lo que había hecho, sin darse cuenta de que su perla había cambiado, no había tiempo para eso. 

 

Itia en ese momento se defendía con bastante dificultad de los dos guerreros, el que se dijo llamarse Eros y Aquiles, el maldito mocoso que tenía una perla que reaccionó cuando la toco, como si fuera su omega, pero lo rechazaba, ese mocoso no podía ser su omega, su compañero era Sage, el hermoso cangrejito que había perseguido desde su juventud, que en ese momento era joven, hermoso, virgen, una criatura que debía poseer, porque ese era un mandato divino. 

 

Lo unico que tenia que hacer era matar a la diosa Hera y al demonio Tifón, para que Sage fuera suyo, sin contar, que se bañaría en la sangre del omega impostor, destruiría su perla, para tomar la que era suya por derecho. 

 

Porque ese bastardo de apariencia demente, de cabello blanco y unos despreciables ojos amarillos, en nada parecido a su hermoso Sage, que tenía el color de las perlas, tenía que morir, lo haría bajo sus espadas. 

 

Pero, los dos juntos eran demasiado fuertes para él, de seguir asi, no podria continuar con su combate, con su batalla, observando como Shion, por fin lograba realizar el Satan Imperial, o al menos, eso estuvo a punto de hacer, porque repentinamente se detuvo, respirando hondo, como si sintiera un dolor espantoso, antes de desaparecer convertido en un montón de polvo, como si se tratase de un cadáver viejo, cayendo al suelo sus restos, después de todo, tenía más de doscientos años. 

 

Ninguno de los presentes entendio que habia sucedido, unicamente que alguna divinidad estaba de su lado, moviendo los hilos para que en esta ocasión, pudieran sobrevivir, pero solo por un poco de tiempo, el suficiente para reorganizar sus ejércitos, supuso. 

 

-¡Apártate! 

 

Le gritó al joven albino, cortando su pecho con su espada, aunque esperaba cortarle el cuello, sin embargo, la herida empezó a sangrar profusamente en una cascada roja, derribando a esa despreciable criatura, antes de huir, escuchando el grito de un águila, como se marchaba del campo de batalla, siguiéndola por puro instinto. 

 

-Aquiles. 

 

Eros no siguió a ese cobarde, solo se arrodillo frente a su hijo, que llevó su mano a su pecho, notando la sangre roja, sonriendo al pensar que por el momento la batalla había terminado. 

 

-Debes tomar un poco de agua. 

 

Pero Aquiles negó eso, no era la primera vez que sangraba y eso no duraría demasiado, al ser portadores de cosmos, se curaban demasiado rapido, ademas, el cosmos de su hermano lo protegía, prueba de ello era que la herida de su pecho empezó a cerrarse con demasiada rapidez. 

 

-No podemos desperdiciarla, la vieja bruja ha muerto, es la única que nos queda. 

 

Y tal vez tenían razón, porque tan pronto pronunció aquellas palabras, Hera y Hefesto se acercaron a ellos, con el muchacho en sus brazos, inconsciente, malherido, tal vez, a punto de morir. 

 

-Un soldado de pelo verde lo atacó por la espalda, encajó su brazo en su pecho, pero al menos hizo la mitad de su tarea. 

 

Albafica había peleado sin tregua, pero Shion era un demonio, el más fuerte de todos ellos y sin importar sus esfuerzos, logró derrotarlo, por pura suerte el satan imperial, esa técnica que usaba en su contra se detuvo unos instantes antes de lastimarlo, desapareciendo en el aire, dejando únicamente una parte de su cráneo, la que pisó haciéndola estallar. 

 

-Aún falta Shion, el verdadero, no su versión más adulta. 

 

Camus jadeo al escuchar eso, ese soldado de cabello verde, que había muerto delante de sus ojos era el patriarca de su época, Shion de Aries, quien le otorgó la vida de su omega a Kanon, acusándolo de ser un mal omega y sabia que estos, eran castigados con su vida, por blasfemar en contra de los dioses. 

 

-Ese es Shion, mi patriarca, vino conmigo y esperaba despertar a Zeus… 

 

Aquiles se levantó del suelo corriendo en dirección de Tempestad, observando con horror la sangre, la herida, creyendo que tambien le perderia, porque eso era su destino, ver morir a todos aquellos que amaba. 

 

-Las aguas, padre, las aguas… 

 

Albafica se quedó pensando en lo que le habían dicho, como su omega moriría en el futuro, a punto de dar a luz, porque en ese momento aún ni siquiera se notaba su embarazo, observando a Eros, como rociaba el agua sobre el muchacho pelirrojo, cerrando su herida, usando la última botella de agua que les quedaba. 

 

-¿Porque me es tan familia? 

 

Pregunto Albafica, deteniéndose a los pies de Tempestad, observando el arrepentimiento en ese dios acabado, cuyas alas habían tenido mejores épocas, también su cuerpo, esperando que le dijera lo que nadie se atrevía a decirle, a menos, quienes estuvieron presentes. 

 

-¿Porque ese niño me es tan familia? 

 

Repitió, observando como Eros desviaba la mirada, acariciando el cabello rojo de Tempestad, con delicadeza, con demasiado cariño, como lo haría un padre con un hijo, pero ese no era su hijo, ninguno de los dos y aun así, él cuidaba de ellos. 

 

-¿Porque sus padres no cuidan de ellos? 

 

Eros se levanto e intento apartarse, sin atreverse a mirar a ese guerrero, que le veía con desconfianza, con ira contenida, solo porque no era la versión más joven, aquella que destruyó su vida, solo porque este ser protegió a dos niños de padres diferentes. 

 

-¡Respondeme! 

 

Le ordenó, sosteniéndolo de la ropa, acercándose a su rostro para que viera su desesperación, su molestia y furia, escuchando como Aquiles empezaba a llorar de alivio, al ver que su hermano aun seguía con vida. 

 

-Nuestros padres están muertos, por eso, porque ninguno de ellos vive, exceptuando el mio, pero es un monstruo, el peor de todos. 

 

Eso no era suficiente para Albafica, que aun sostenía a Eros de su ropa, esperando una respuesta. 

 

-Aquiles es hijo de mi amor, Tempestad, el es hijo de un guerrero inocente que yo destruí, de un par que se amaba con locura, con pureza, pero yo destrui… 

 

Albafica desvió la mirada para ver al muchacho malherido, para después soltar a Eros, quien desvió la mirada. 

 

-¿Quienes son sus padres? 

 

No descansaría hasta que le dijeran quienes eran y que lo maldijeran si pensaban que podían mentirle. 

 

-¡Dime quienes son sus padres! 


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