Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Minos jamás había sentido esa desesperación, ni ese vacío en su pecho, esa interminable espera en la que se habían transformado esas horas, más de un dia, menos de dos, sus aliados aún se mantenían a su lado, esperando en silencio, a Lune que había protegido de los alfas y Byaku, que había destruido su felicidad. 

Era como todo el dolor de sus siglos en soledad acumulado en un solo momento, una sensación que pensaba lo reduciría a un demente, mucho peor que el anterior, cuando atacó a Radamanthys e ignoró sus súplicas, sus sentimientos, su historia, creyéndolo un mentiroso. 

El cosmos de Radamanthys se elevó en un instante y salió volando de la habitación en donde estaba leyendo los libros de vida de tres personas, Minos, Radamanthys y uno que decía Valentine, libros que le habían regresado una parte de sus memorias, al ser jueces del Inframundo.

Minos les hizo una señal a sus dos subalternos para que se marcharan, deseaba estar solo, recibir su castigo sin que nadie más estuviera presente y si sus soldados se atrevían a levantar una sola mano en contra de su omega, terminaría matándolos. 

El cosmos de Radamanthys no estaba del todo recuperado, pues, su deseo se había cumplido, tendría un niño suyo, aunque no nacido de su amor, sino de un acto cruel en su contra, pero aun así, el verlo fiero, usando su cosmos, era una imagen digna del final de sus días supuso. 

Radamanthys lo ataco, pero él no quiso defenderse, admirando la furia de su omega, resplandeciendo en el campo de batalla, su belleza desbordada, permitiendo que lo matara si eso deseaba, recibiendo primero un puñetazo en el rostro, en el costado, sintiendo como lo sujetaba de sus hombros, para hacerlo chocar contra el suelo, estrellandolo y estrellando al mármol debajo de él. 

Sintiendo como algunos huesos se rompían, tratando de soportar la furia del menor, que dejaba ir su enojo, su cosmos, su tristeza en su contra, sosteniéndolo del cuello, acercando su rostro al suyo, con su lanza en su mano, como si quisiera atravesarlo con ella. 

Minos espero el momento en que Radamanthys quisiera terminar con su vida, sin atreverse a decir nada, sin tocarlo, simplemente esperando, porque sabía que se merecía ese castigo, ese dolor, por haberse atrevido a lastimar a su omega, por abusar de él, no por destruir al ladrón de nidos, a esa serpiente, a ese buitre que buscaba a su compañero, a su dragón. 

Aunque lloraba y eso no podía evitarlo, esperando conocer en la muerte un poco de paz que su vida nunca le había entregado, sin embargo, su hermano apretaba los dientes, no daba el último golpe, no finalizaba con su vida como debería hacerlo, confundiendolo de esa forma. 

-No tienes ningún derecho a llorar, no puedes llorar, maldito infierno. 

Minos no supo qué responderle, porque tenía razón, no tenia ningun derecho a derramar lagrimas, pero aun asi lo estaba haciendo, porque pensaba que su omega no pudo perdonarlo, que de nuevo lo rechazaría, pero, el vínculo, el lazo que lo unía con él, no lo desesperaba tanto como en el pasado, sentía el pesar de su hermano, pero no su odio. 

-Te amo, mi pequeño hermano, te amo como nadie te ha amado nunca, soy tu alfa, y tu eres mi omega y lamento mucho no haberte dicho nada, ser un cobarde, pero ya no lo soy, ya no soy un cobarde y puedo decirlo fuerte, yo te amo, yo te amo, yo te amo. 

Radamanthys sabía que debía odiar a Minos, que debía despreciarlo por lo que había hecho, pero tambien le tenia lastima y sentía su dolor, como sintió su expectativa, su ilusión de ser aceptado, de una forma que no sucedía con Valentine, cuyos pensamientos siempre eran un misterio, o al menos, eso pensaba, porque no tenía muy claros sus recuerdos, ni siquiera después de leer los tres libros. 

-Tu lo mataste, tú mataste a Valentine, y te negaste a escucharme… me violaste. 

Era de lo único que se arrepentía, de haberle violado, de haberle hecho tanto daño, pero no se arrepentía de haber asesinado al ladrón de nidos, al ser que había usurpado su lugar en la vida de su omega, que le robo su felicidad, su paraíso, aquel que intento recuperar, pero no supo cómo hacerlo. 

-No pensaba con claridad, el dolor no me dejaba ver la verdad, la realidad, no sabia que hacer, no sabía lo que estaba haciendo, no fue hasta que tome nuestro collar, que te tuve a mi lado, que comprendí lo que te estaba haciendo, cuando volvia a lastimarte en esa cama, mientras tú guardabas silencio. 

Radamanthys aun sostenía su lanza, recordando bien haber leído que compartieron su lecho dos veces más, una cuando mató a la mujer llamada Pandora y otra ocasión, en la sala del juicio, antes de ser encadenado, para que bebiera esa sustancia, que Minos pensó era una poción de amor, pero no era otra cosa más que aguas del olvido. 

-Si te arrepientes tanto, Minos, porque no me diste agua del recuerdo, porque no regresarme mis memorias. 

Minos sabia que existia un río como ese en el Inframundo, cuyas almas bebían en ocasiones, sin embargo, no creía que Radamanthys pudiera beberla sin sufrir algún percance, porque no solo recordaría su vida en el Inframundo, recordaría cada pequeño detalle de cientos de años vividos, eran almas viejas, eran ancianos con cuerpos jóvenes, los espectros lo tenían prohibido, no podían beber el agua de esa fuente, debido al peso de los siglos en la mente humana. 

-No quiero que tu psique se rompa en mil pedazos. 

Radamanthys aún se mostraba inflexible, como si no le importara su dolor, ni su sufrimiento y sabía que se lo merecía, que se lo tenía bien ganado, no obstante, que mas podia hacer, mas que recibir su castigo justo por haberle hecho daño. 

-Soy un monstruo, lo se bien, pero de todas formas yo te quiero y solamente una ocasión, solo una vez te perdí de mi vista y esa ocasión, ese unico dia que me distraje, ese ladrón de nidos te robo de mi lado, me aparto de mi paraíso, de mi nido. 

Se preguntaba porque se veía a sí mismo como un ave, porque repetía sin descanso esas palabras del ladrón de nidos, pero suponía que se debía a la forma que tomaba sus armaduras, él era un grifo, un emplumado ser majestuoso, él se trataba de un wyvern, un dragón del Inframundo. 

-Deberia odiarte por esto, por lo que has hecho, por matarlo y por violarme, por humillarme, por rebajarme, por convertirme en un omega amaestrado, como esos mocosos de esa horrible ciudad. 

Minos abrió los ojos desorbitadamente, no deseaba eso, no entendía en ese momento que era lo que deseaba, pero destruir a su omega no era su fin, solo quería recuperar su paraíso y tal vez, lo mejor hubiera sido cortejarlo, regalarle flores, poemas, ser amable con él, seducirlo lentamente, pero ya no lo soportaba, su mente ya no distinguía otro camino más que la fuerza. 

-Había perdido la razón, no era yo, era un alfa enloquecido, pero no volveré a ser el, yo te protegeré, te cuidare, te mantendré alejado de ese hombre malvado y terrible, lo prometo, ni siquiera tendremos que habitar el mismo nido, con tenerte cerca de mi, sin que me odies, me es suficiente para soportar esta tortura. 

Radamanthys elevó su lanza, apretando los dientes, a punto de encajarla en su costado, deteniéndose a pocos centímetros, sin saber ni comprender la razón de eso, de lo único que estaba seguro era que sentía el dolor de Minos y era tan fuerte, que entumia su cuerpo, haciéndole desesperar un poco más, llorar también, debido a la impotencia que sentía. 

-Deberia odiarte por esto que has hecho Minos, pero… 

El segundo juez de las almas encajo la lanza a un costado de Minos, sin dañarlo a él, recargando su cabeza en su hombro, llorando su desesperación, sintiéndose un traidor, una persona terrible, por no odiar a quien asesino al que le acompañó por tantas vidas, al que pensaba como su alfa elegido, al menos, eso era lo que leyó en esos libros, dos de ellos al menos, en otro, Minos sufría, observando al ladrón de nidos disfrutar de su paraíso. 

-¿Porque no puedo hacerlo? ¿Porque no puedo odiarte? 

Radamanthys aun sostenía la túnica de Minos entre sus dedos, casi desgarrandola con la fuerza que utilizaba, llorando en su regazo, sentado sobre el, sin lastimarlo, sin matarlo, sin poder odiarlo como deberia, mucho mas confundido aun, de lo que estaba antes de leer esos libros. 

-¿Porque? 

Minos suspiro aliviado, agradeciendo a los dioses, a su padre por esa oportunidad que sabía no se merecía, pero Afrodita le había bendecido, borrado los sentimientos cosechados por tantas vidas, que no podían volver al leer los libros, como no podía recordar la mayoría de sus vidas arrebatadas por ese ladrón, el que sabía aún estaba vivo, aún rondaba su nido, buscando de nuevo la forma de quitarle a su omega. 

-¿Porque? 

Minos lentamente rodeó los hombros de Radamanthys con sus brazos, con ternura, con delicadeza, esperando que su hermano no lo rechazara y no lo hizo, permitiendo que lo pegara a su cuerpo, acariciando su cabello, aliviado, dejándole llorar su perdida, que era su victoria. 

-Porque soy tu alfa y has recordado lo que sentías por mí, cuando éramos jóvenes, cuando Asterión quiso apartarte de mi lado, cuando aún estábamos en Creta.

No lo odiaba y eso le hacía feliz, aunque su omega no estaba satisfecho con sus sentimientos, su vínculo, su lazo irrompible, los atraía, como siempre supo que sucedería, de no interponerse Valentine en su destino, como esperaba que sucediera durante su primer celo. 

-Porque tu y yo nacimos para estar juntos… 

Radamanthys se mantuvo en su regazo, no le había dicho que lo perdonaba, pero al menos, no lo odiaba como en el pasado, cuando quiso escapar de él, pelear por mantener a ese ladrón de nidos a su lado. 

-Y se que con el tiempo, llegarás a perdonarme. 

Radamanthys se apartó de su abrazo, apenas lo suficiente, porque Minos no lo libero, aun estaba sentado sobre su cuerpo, sus brazos rodeando su cintura, sus ojos plateados fijos en los suyos dorados, podía sentir su calor, su cuerpo. 

-Por haberte hecho daño, por no gritar que tu eras mi omega, no declarar mi amor como debí hacerlo en mi niñez, tal vez asi, tu no habrías sido capturado por ese dios de la lujuria y de la guerra. 

Minos trago un poco de saliva y acercó sus labios a los de Radamanthys, que sabía lo que había hecho, pero sentía como si le hubiera pasado a otra persona, actos ajenos a él, que no lo herían como deberían hacerlo. 

-Los dioses no son justos, se burlan de los mortales… 

Eso era cierto, supuso, pero no había nada que ellos pudieran hacer, el seguía amando a Radamanthys, este ya no le odiaba, era suficiente para él, sentía que podría reconstruir su paraíso, tal vez no tendrían esa pasión del primer amor, pero, para él, tenía mucho más significado el último amor, ya que ese era el que duraba hasta el final de los días, aunque no brillaba con tanta fuerza como el primero. 

-Dime… ¿Qué era lo que le orabas a la diosa del amor con tanto fervor? ¿Que le pedias que te concediera? 

Radamanthys permitió que acariciara su mejilla, delineando sus labios, recordando su pasado, eso era lo que tenía más presente, su deseo por su alfa, su amor por él, una pasión que tenía que esconder, pero aun asi, oraba por ser correspondido, sintiéndose un pecador, porque pensaba que los dioses castigaban esos actos entre la misma sangre. 

-Quería… oraba por ser reconocido por mi alfa… por ser escuchado por mi alfa, que dejara de menospreciarme y cuando se casó, creí que mis rezos no habían hecho más que insultar a los dioses, que se reían de mí, como Pasifae lo hacía. 

Minos se acercó un poco más a los labios de Radamanthys, para besarlos con delicadeza, robandole un beso, ese beso que arrebató en el templo de Afrodita y que debió repetir tantas veces como fuera necesario, hasta que dejaran de culparlos, de señalarlos por eso, por su amor desesperado. 

-Los dioses nos han escuchado Radamanthys, podemos recuperar nuestro nido, criar a nuestro Aquiles, enseñarle todo lo que sabemos, recuperar lo que nos habían robado y se que tu tambien lo deseas, que puedes perdonarme por lo que te he hecho. 

Radamanthys estuvo a punto de responderle que no podría perdonarle que asesinara a Valentine, sin embargo, Minos colocó dos dedos en sus labios, para evitarle pronunciar ese nombre que tanto odiaba. 

-No lo digas, no menciones su nombre, porque no pediré perdón por matarlo, estaba protegiendo a mi omega, recuperando mi nido, yo se que hice lo correcto, aunque tu no puedas perdonarme por ello, porque por eso yo no te estoy pidiendo perdón. 

Radamanthys sabía que tenía que odiarlo, su sentido común se lo decía, pero aun asi no podia hacerlo y el omega en el deseaba al alfa que habían elegido para él los dioses del Olimpo, sin importar qué tan incorrecto era, suponiendo, que no podía seguir luchando contra sí mismo, ni contra los designios de los dioses, su alfa era Minos, era el grifo, su semilla crecía en su cuerpo, su collar había tomado su verdadera forma, no había forma de negarse a ello, así que, lentamente, se acercó a Minos, para besar sus labios, acariciando su cabello, tratando de borrar sus dudas, sus pensamientos encontrados. 

-Estoy atado a ti, Minos, eso lo se y estoy demasiado cansado para seguir negándome a los designios divinos, ocultar esto que siento, que me llena de vergüenza, porque no es correcto… 

Minos negó eso, besándole de nuevo, recorriendo su espalda y cintura, para que se sentara un poco más cercano a él, acomodandolo en su regazo, recordando las palabras de Zeus, él fue su hijo, Radamanthys era hijo de Hefesto, del herrero de los dioses, que era hijo de Hera, sin la participación de su padre, para él, eso los separaba suficiente como para que no fuera un pecado estar juntos. 

-Tu eres descendiente de la diosa Hera, yo lo soy de Zeus, pero ellos, los dos patrones del Olimpo eran hermanos, por lo que lo nuestro no puede ser un pecado y si aún tienes dudas, en esta época, hemos nacido de dos familias diferentes, alejados en tierras distantes, lo nuestro no es incorrecto, lo nuestro es un designio divino, debemos estar juntos. 

Radamanthys volvió a besarle, tratando de silenciar sus palabras, no quería seguir escuchandolas y aunque Minos lo comprendía, se dejó llevar por esa boca, esas manos, cargandolo en sus brazos, caminando hacia su habitación, esa que era una réplica del cuarto que había construido a semejanza del de su laberinto, depositando a su omega en esos lienzos con delicadeza. 

-No tienes una idea de lo mucho que he esperado por este momento. 

Minos no portaba su armadura, Radamanthys si lo hacia, pero se la quitó al tocar las sábanas blancas de ese lecho preparado para ellos, observando como su alfa se despojaba de su ropa, lentamente, igual que lo hubiera hecho en los sueños del primer juez de las almas, pero esta vez, su omega no huía de su lado, solo empezaba a despojarse el también de sus prendas, sin manos temblorosas, más bien seguras. 

-No, no lo hago… 

Fue su respuesta, pensando en una sombra de un recuerdo, viéndose a sí mismo gatear en dirección de otro cuerpo, una imagen que desapareció tan rápido como llegó a él, sintiendo a Minos recorriendo sus piernas, sentándose a su lado, notando como era él quien estaba nervioso, sus dedos temblando, tal vez, creyendo que pronto esa imagen se borraría, que no era más que un sueño. 

-Ven a mi, Minos, solo ven a mi… 

Minos tragando un poco de saliva lo escucho, acostándose sobre su cuerpo, acariciando los costados de su omega, que besaba sus labios, haciéndole un espacio entre sus piernas, sus músculos creados para la batalla, abrazándolo, sus piernas restregándose contra las suyas, gimiendo en su boca, sonrojado, ansioso. 

-Esto es un sueño… 

Hasta donde el sabia no era un sueño, era la realidad y no deseaba pensar en ella, así que, de nuevo, lo beso, rodeando la cintura de Minos con sus piernas, no era un amante tímido, en la cama era como en sus combates, era fiero y arriesgado. 

-Del que no deseo despertar. 

Como en los muchos otros que había disfrutado, para despertar en unas sábanas vacías, frías y solitarias, sin su omega entre sus brazos, su sexo ansioso, despertar para acariciarse el mismo pensando en su omega, que compartía la cama con alguien más, pero esta vez, se trataba de él, esta vez era él quien tenía a su omega en sus brazos, por lo cual, estaba agradecido con los dioses. 

-Por todos los cielos, no deseo despertar… 

Pronunció, recorriendo el cuello de su omega, que gemía, acariciando su cabello con sus dedos, las suaves hebras platinadas, gimiendo cuando su boca bajó un poco más, deteniéndose en su ombligo, ingresando su lengua en él, en una imitación de lo que estaba próximo a ocurrir. 

-Eres tan hermoso… 

Susurro, bajando un poco mas, lamiendo su hombría que despertaba con esas caricias, con la cercanía de su alfa, que escuchando un gemido de sus labios, llevo tres dedos a su entrada, húmeda, escuchando más gemidos de sus labios, enfocándose en brindarle placer, en hacerle pronunciar más gemidos como los que pudo escuchar en esa vida, pero, en esta ocasión, nada le causaba dolor, eso no era necesario. 

-Minos… 

Minos soñaba con escuchar esa palabra pronunciada de esa forma por esos labios, ver esa espalda arqueandose debido al placer que sentía en sus brazos, sus piernas recargadas en sus hombros, cuando empezó a lamer su humedad, rodeando su hombría con su mano libre, disfrutando de su sabor, de su aroma, de sus gemidos. 

-Minos… 

Volvió a repetir, llamando la atención de Minos, que se apartó de su omega, de su humedad, acariciando su hombría, que ya estaba despierta, ansiosa por sentir el calor de su compañero, de su omega, que respiraba hondo, entrecortado, sus ojos entrecerrados, sus labios abiertos, cubierto de sudor. 

-Dejame grabarme esta imagen en mi mente, lo hermoso que te ves de esta forma, sonrojado, lujurioso… perfecto. 

Minos se acostó sobre Radamanthys y comenzó a moverse sobre él, penetrando su cuerpo poco a poco, apoderándose de él con lentitud, tratando de grabarse cada segundo en su memoria, desfrutar de aquellos momentos, de su primera noche juntos, sin que nada ni nadie los separará. 

-Radamanthys… Rada… Radamanthys… 

Pronunció, cada embiste, sintiendo cómo poco a poco iba ingresando en el, deteniéndose cuando ya estaba bien profundo, pegando su frente contra la de su omega, que se sostenía de una almohada debajo de su cabeza, concentrándose en el placer, en esos ojos plateados, tratando de borrar las sombras del recuerdo borroso, un cuerpo más pequeño, unos ojos de otro color, ignorando a su cuerpo cuya memoria le decía que este era un alfa diferente, su mente consciente, sus instintos, diciéndole que este era su alfa, su compañero destinado. 

-Mi hermano… mi pequeño hermano… 

Minos empezó a danzar sobre su cuerpo, sintiendo como Radamanthys cambiaba su almohada por su espalda, encajando sus uñas en su piel, dejando marcas rojas en la tez pálida, sus piernas rodeando su cintura, sus gemidos tan cerca de su oído, su humedad rodeandole, aceptando sus caricias, su sexo, sus besos, como siempre supo que pasaría. 

-Minos… Minos… 

Minos entonces mordió el cuello de Radamanthys, dejando una marca en el, modificando un poco su postura, para escuchar mas gemidos de esos labios hermosos, que tanto amaba, sintiendo ese cuerpo retorcerse debajo del suyo, lamiendo el sudor, probando su piel, encontrandola perfecta, en todos los sentidos, pues, estaba recuperando su paraíso, forjando su nido, la suerte por fin le sonreía. 

-Mi alfa… 

Esas palabras, después de compartir su lecho en esas sabanas blancas, los llevó al clímax, Radamanthys derramándose entre sus vientres, su humedad manchando las cobijas, su semilla inundando su cuerpo, derramando abundante en su interior, con tanta fuerza, que casi pierde el sentido, en cambio, su omega, con un último espasmo se perdió en la inconsciencia, con el aun dentro de su cuerpo. 

-Mi omega, mi omega ha vuelto a mi nido… 

Pronunció, saliendo de su cuerpo, acomodándose a su lado, rodeando su cintura para tratar de dormir unas pocas horas, acompañado de su omega, que despertó a su lado, o más bien, el despertó para ver como su omega, su amado hermano menor, aún estaba en su cama, descansando después de todos los sucesos de esos días, cuyos labios beso, para levantarse, deseando un desayuno abundante que haría preparar a las monjas sin rostro. 

-Gracias padre, gracias Zeus… 

Estaba eufórico, tal vez por eso no se dio cuenta de que una sombra los había estado vigilando, esperando el momento justo para hablar con él, para modificar el futuro, o el pasado, dependiendo de como quisieras verlo. 

-Todo, todo por lo que he luchado, todo con lo que he soñado, por lo que he trabajado, al fin se está cumpliendo. 

 

Minos pronunció sirviéndose un poco de vino, pensando que esos favores debían agradecerse como en el pasado, pues, su padre, era un dios piadoso, que le había entregado a su hermano, a su omega, al darle las herramientas para apartarlo de su nido. 

 

-Al fin puedo decir que los dioses me bendicen con sus favores. 

 

La sombra solamente le veía en silencio, escuchando sus palabras, recordando que él también había dicho algo como eso, pero, que era el propio Zeus quien le robó a su omega, porque su amor por él siempre le pareció inquietante. 

 

-Al fin puedo decir que he alcanzado la felicidad. 

 

Porque no podía comprender, que su amor, su lealtad, su mera existencia estuviera a la disposición de su omega, de su Radamanthys, de su bello compañero, que había perdido la razón por culpa de Eros, de las aguas del olvido. 

 

-Que recupere mi paraiso. 

 

Minos, el alfa que había perdido la razón se acercó a la cama donde se encontraba su omega, observando su rostro, su respiración, sintiendo que esa imagen era suficiente para que sus ojos, que pensaba ya habían derramado todas las lágrimas que podían derramar volvieron a humedecerse, sus mejillas siendo recorridas por gotas traicioneras, pero no lo toco, sabía que de hacerlo, no quería apartarse. 

 

-Que Zeus me ha bendecido. 

 

Y debía asegurarse, que su estúpido pasado, que su absurda admiración del dios del Olimpo, se cobrara la vida de su omega, porque cuando el cumplia sus ordenes con orgullo, su padre buscaba la forma de arrebatarle su paraíso. 

 

-¿Estás seguro de eso? 

 

Se preguntó, con desprecio, con burla, porque se daba cuenta que fue un estúpido al creer en sus palabras, en sus promesas, las que Zeus le hizo, diciéndole que su omega sería suyo.

 

-¿Acaso eres tan estupido? 

 

*****

Buen@s chic@s espero les guste este capítulo, muchas gracias por leerlo y espero sus comentarios. Nos vemos en el siguiente capítulo, muchas gracias. SeikenNJ. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).