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Paraiso Robado. por Seiken

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-Parece que los dioses que nos están dando cobijo, se han marchado, los dos niños están durmiendo, Yato piensa que no intentare proteger a Manigoldo, se equivoca, los muchachos querían estar solos, ya me imagino con qué propósito.

 

Kardia comenzaba a desesperarse, no le gustaba estar sentado y ya llevaba demasiado tiempo en ese sitio, cruzado de brazos, aunque, le ayudó a conocer algunos hechos importantes que hacían, que deseara matar a Shion, así como al espectro de cabello blanco, sin importarle quien fuera. 

 

-¡Estoy cansado de esperar, de quedarme aquí como una maldita damisela en desgracia, debemos salir, cazar a esos traidores, tú tendrás su cabeza, yo me quedo con su corazón!

 

Degel escuchaba las palabras de Kardia que comenzaba a emocionarse con la perspectiva de la cacería, sorprendiendo a Camus, que no lo había visto de esa forma nunca, era un omega sádico, era un guerrero que no mostraba piedad, en ocasiones, se preguntaba si él no debió ser un espectro, más que un santo, pero su bondad era suficiente para ser uno de los suyos. 

 

-Shion no se trata de ningún estúpido Kardia, si vamos a matarlo, tenemos que actuar con prudencia, no queremos que de con nuestro amigo aquí presente. 

 

Degel siempre era la consciencia de su compañero, que fastidiado estuvo a punto de cortar algo, pero supuso, a los dioses no les gustaría que destruyera sus pertenencias, por lo que se sentó de nuevo, demasiado molesto al tener que esperar más tiempo. 

 

-Aunque tenemos una carnada, Shion acudirá si siente el cosmos de su omega brillar, es como sangre para un tiburón. 

 

Albafica se levantó inmediatamente, para atacar a Camus, estaba cansado de todos, de todo, odiaba al mundo y la única razón por la cual no elevaba su cosmos liberando el polen de todas sus rosas, era porque su cangrejo aún estaba vivo, en el santuario, sino, el ya habría compartido su dolor con cada uno de sus habitantes, los borrachos del pueblo, con cada humano que viviera bajo la influencia de sus rosas venenosas. 

 

-¡Soy un maldito alfa y no soy suyo! 

 

Albafica sostuvo la ropa del extraño pelirrojo sin importarle el parecido que tenía con Degel, quien se levantó rápido, tratando de mantener a su estúpido hijo con vida, quien se atrevía a insultar a un arma mortal, viendo como Kardia también se levantaba, para tirar de Camus, apartandolo de la rosa. 

 

-Preferiría morir, antes de permitir que esa rata me toque un solo cabello. 

 

Hablando de cabellos, Albafica lo tenía corto, como si hubiera usando una navaja sin molestarse la forma o el largo que tuviera, mostrando su fea marca en la cara, un corte sucio que se había llevado su ojo, un tajo que iba desde arriba de la ceja hasta el final de la barbilla. 

 

-¡Espera! ¡No lo mates! ¡No es su culpa que sea tan estúpido y tenga tan poco tacto como Shion! 

 

Degel al escuchar esas palabras volteo a ver a Kardia, que tenía a Camus detrás de su espalda, protegiendolo del veneno, haciéndole sonreir, pensando que seria un excelente omega, protector, pero también duro. 

 

-Camus no sabe lo que dice, él fue engañado por Shion, quien le aseguró a las futuras generaciones que se trataba de tu alfa, que tu perdiste la razón junto a Manigoldo, de donde él viene, el bastardo traicionero es el patriarca. 

 

Albafica retrocedió, soltándose, sin decirles que por el momento su sangre ya no estaba envenenada, ya no confiaba en nadie, todos les habían dado la espalda, al menos, eso era lo que se decía en silencio. 

 

-No puedo permitir que lastimes a Camus, el… el es nuestro hijo. 

 

Un hijo, habían tenido un hijo, uno que se parecía demasiado a Degel, como una gota de agua, pero su expresión era fría, distante, no calculadora y cálida como la del erudito de acuario, que esperaba que dejara su enojo de lado. 

 

-¿Un hijo? 

 

Degel asintió, con cierto orgullo, que el tambien sintio al saber que Tempestad era su muchacho, tranquilizandose, bajando la guardia, para que Kardia dejará a un lado su actitud protectora, pero, aun así se mantuvo enfrente de Camus un poco más de tiempo. 

 

-Si, en el futuro, no muy lejano Kardia volverá a embarazarse, dará a luz a Camus, pero el santuario querrá a nuestro niño, Shion, para ser precisos, querrá a nuestro pequeño, nos los arrebatará de nuestras manos muertas, él y un guerrero de cabello blanco, un demente que usa hilos para matar a sus víctimas. 

 

Albafica sabía bien de quien se trataba ese demente, pero no dijo nada, porque no deseaba que sus aliados lo cazaran, él tenía que saber que deseaba decirle, cómo salvar a su omega de morir en las manos de los dioses, porque comenzaba a creer, que Shion, únicamente se trataba de una herramienta, alguien, algo, no los deseaba juntos. 

 

-¿Y cómo pueden creer en esta locura? ¿Se dan cuenta que Camus es mayor que ustedes?

 

Eso era cierto, era mayor que ellos, por algunos años, al menos físicamente, su edad verdadera era un misterio, pero pensaban que rondaba en los treinta años de edad, diez más que los que ellos tenían en ese momento, al menos, eso creían. 

 

-Se parece a ti, pero, ninguno de los dos es pelirrojo, porque creer en sus palabras, cuando ustedes lo han dicho, el fue criado por esa rata, no es de fiar. 

 

Kardia no dijo nada, pensando que de estar Manigoldo él querría escucharlo antes de llegar a conclusiones tan severas, pero su amigo no estaba, tampoco podía decirle emocionado que tendrían un bebé y que unos años después, de nuevo se embarazaria, que su enfermedad no le evitaba dar a luz, un sueño que siempre tuvo, que les había contado en más de una ocasión. 

 

-Mi madre era pelirroja, ademas, yo le creo, se que no está mintiendo, porque fue secuestrado por Shion, un patriarca de al menos doscientos años, que viajó a esta época en compañía de otro más, para llevarse a mi hijo con Zeus, asesinandonos en el proceso, ese maldito viejo pervertido quiere a Ganimedes de vuelta, ese es mi hijo. 

 

Recordaban a la perfección ese momento, cuando Camus les dijo que eran ellos, que ellos eran sus padre, la confusión que sintieron, como se aparto, queriendo escapar, Kardia apenas podía empezar a pensar en eso, en que ese guerrero de hielo era su hijo, apartado de sus brazos. 

 

-Escaparon a Siberia… lo se, porque yo escape a ese lugar cuando Saga trato de asesinar a Shion… me lleve a mi alumno conmigo, un omega… uno de los que destrui. 

 

Degel guardó silencio, pero, antes de que Camus pudiera correr, sello esa habitación con su cosmos congelado, creando un ataúd de hielo a la inversa, para mantenerlo con ellos, para que nada de lo pronunciado en ese momento pudiera ser escuchado. 

 

-Pero… pero intentaste seducirme… 

 

Camus asintió, no sabía la razón de eso, porque Shion le mostró a ese omega que incendiaria su corazón con tanta fuerza, tal vez, lo único que deseaba era apartarlo de Milo, porque estaba dispuesto a pelear con Kanon, lo recordaba bien, matar al que lo retaba por su omega, sin importarle que su vida se terminara. 

 

Pensando que se trataba debido a la promesa que no debía ser rota, no, que era su corazón pidiéndole no dejarle ir a su escorpión, que estaba tan herido, que estaba seguro de que no le amaba, como hacerlo si ya le había traicionado varias veces, si le fue infiel, si no conocía las fechas de su celo, ni sus necesidades. 

 

Sin embargo, era un alfa, no se suponía que él tuviera que conocer nada de su omega, el debía cuidarlo, complacerlo, ofrendar su vida para él, el no tenia que darle nada, al menos, eso fue lo que dijo Shion, ese mentiroso, que lo apartó de su omega y que el lo permitió. 

 

-Antes de la justa por la mano de mi omega, de Milo, de que Kanon me matara, supongo, Shion me enseñó unos diarios que hablaban de un amor desesperado por un omega, cuyo nombre era Kardia, esos poemas, esas palabras, esas letras lograban reflejar la clase de amor que yo deseaba sentir, me hicieron añorar eso, un amor tan puro, tan ardiente, que no era como lo que yo tenía con Milo. 

 

Degel supo entonces de que diarios hablaban, eran sus poemas, sus escritos, sus sonetos, cada pensamiento que tenía sobre su omega, que era plasmado por su pluma, su amor incondicional, Kardia no los conocía, no se los había enseñado, pero si las cartas que le abrieron su corazón eran una muestra de la belleza que podía plasmar en un pedazo de papel, suponía, que Camus creyo que podria amar asi a ese omega, sin comprender que habían construido ese sentimiento, que ese amor no era gratuito. 

 

-Claro que todo fue mi culpa, yo no le prestaba suficiente atención a mi omega, no lo trataba bien, solo iba con él cuando era época de celo, después, me olvidaba de su existencia, creía que así era como debía ser, le creí a Shion cuando dijo que ustedes deben obedecernos, someterse a nosotros, pero nosotros no debíamos darles nada. 

 

Eso sonaba como algo que Shion diría, pero, no respondía lo que había dicho de ser su hijo, solo, porque quiso seducirle, cuando era su omega, Degel levantó su mano para que lo escuchara, dejará que terminara su explicación. 

 

-Pero no lo recordaba, no tenía memoria de mi niñez antes del santuario, hasta que pude escuchar su voz, esa canción, ese cosmos, sentirlo, eso me hizo recordar lo que paso, como los mataron… como me robaron de mi casa, para llevarme al santuario, casi doscientos años después de que ustedes fueron asesinados. 

 

Camus sentía remordimiento, sentía dolor, que antes pensaba que se trataba de algo físico, no de un dolor psíquico, dándose cuenta, que el dolor que sintió cuando Milo quiso apartarse, fue su corazón rompiéndose, su alma quebrándose, porque su omega era hermoso, era dulce, era cálido, era perfecto para él. 

 

-Y ahora recuerdo como los perdí, pero… ni siquiera yo lo creo, es absurdo, es incomprensible, es imposible que sea cierto. 

 

Degel fue el primero en acercarse a Camus, colocando una mano en su hombro, él creía en sus palabras, sin embargo, Kardia le dio una bofetada primero, enojado por lo que quiso hacer, seducirlo, pero por dañar a su omega como lo hizo, para inmediatamente rodear su cuerpo, pegarse a él, para brindarle su cariño, viendo cómo temblaba tratando de controlar sus emociones. 

 

-Esta bien, solo déjalas ir, déjalas salir… todo está bien, estamos aquí, contigo… 

 

Camus en ese momento comenzó a llorar, abrazando a Kardia con fuerza, pegándose a su cuerpo, llorando entonces, desesperado, sintiendo de golpe todos los sentimientos que se había negado como en una avalancha, tal vez porque era Ganímedes, o tal vez, por ver cómo mataban a sus padres y ser llevado en contra de su voluntad al santuario. 

 

-Trataron de salvarme, trataron de salvarme… 

 

Degel al ver que Camus dejaba que sus rodillas se doblaran, como se hincaba delante de su omega, que aún seguía abrazándolo con fuerza, se agacho con ellos, para rodear el cuerpo del visitante, preguntándose si era cierto eso de la maldición, o el mismo santuario los apartaba para que los dioses hicieran lo que deseaban con sus hijos. 

 

-Los vi morir… yo los vi morir… 

 

Repitio acurrucandose en el pecho de Kardia, que elevo su cosmos para cubrirlo con él, como Degel hacía cuando deseaba enfriar su cuerpo, observando los ojos de su alfa, que estaba tan angustiado como el, viento el dolor del que decía y sabían era su hijo. 

 

-Los mataron… Shion los mato, con ese espectro, a ustedes y a mi hermano… ni siquiera había nacido… 

 

Intercambiaron una mirada al escuchar esas palabras, pero Camus ya no dijo más, dejando que los que sabía eran sus padres, pero eran más jóvenes que él, lo abrazaran, le mostraran un poco de piedad, de afecto, que nunca había sentido. 

 

-No quiero que mueran… no quiero verlos morir… no es justo. 

 

Degel suspiro, no entendía las palabras de Camus, Kardia mucho menos, solo se mantenía arrullando a Camus en su regazo, colocando de vez en cuando un beso en su cabeza, dejándole llorar, desahogarse. 

 

-Tal vez… tal vez… lo mejor sea entregarme a Zeus, así no los matara, no tendría porque matarlos. 

 

Degel fue el primero en reaccionar, negando eso, Kardia se apartó, sosteniéndolo de las mejillas, sumamente enojado, porque no lo dejarían cometer una locura como esa, los dioses no se llevarían a su niño, no lo lastimarian, eso jamás. 

 

-¡No digas estupideces, dimos nuestra vida para protegerte, pero esta vez tomaremos una vida para hacerlo y me encantará bañarme en la sangre de ese mal nacido antes de que te arrebate de mis brazos! 

 

Degel también estaba furioso, pensando en la forma de evitar esas pérdidas, salvar su vida, la de su omega y las de sus hijos, que aún no nacían, creyendo que Kardia tenía razón, siempre la tenía en su simpleza, lo mejor era matar a Shion antes de que pudiera traicionarlo, evitar el futuro siniestro, actuando de forma prematura, anticipada. 

 

-Shion tiene que morir, cualquiera que intente levantar a ese bastardo de su tumba lo hará, no van a hacerte daño, no van a tocar a mi familia. 

 

Degel no demostraba su enojo como lo hacía Kardia, que estallaba, él lo guardaba en su interior, se convertía en un témpano de hielo cuando su furia llegaba a su límite y Kardia sabía, que en ese momento, su compañero era peligroso, porque haría lo necesario para salvar a su familia, por mantenerlo a salvo, por cuidar de Camus, por quien siempre sintió una conexión especial, cuando él se sintió insultado, tal vez, porque su propia sangre no se comportaba como debería hacerlo. 

 

-Y se, quien estará de acuerdo con ayudarnos, el tambien ha perdido demasiado por su culpa. 

 

Habían llegado a esa conclusión, comprendiendo que Albafica querría matar a Shion antes de que matara a su cangrejo, pero, pasaron varias horas hasta que Camus pudo ponerse de pie, todo ese tiempo sintiendo su cosmos, su calor, su cariño, al igual que su protección, como en ese momento, Kardia se mantenía frente a su hijo, para que Albafica no lo dañara. 

 

-No soy venenoso, por el momento, así que no iba a matarlo. 

 

Degel acomodo sus lentes, relajándose visiblemente, pero aun estaban dispuestos a proteger a su hijo de Albafica, que si bien carecia de veneno en ese momento, seguía siendo un guerrero mortífero, era hábil en el combate cuerpo a cuerpo, era fuerte y estaba muy enojado, el enojo le haría cometer una locura. 

 

-No matare a su hijo, pero en este momento, no me siento yo mismo… 

 

Tuvo que explicarles, estaba furioso y deseaba venganza, temía que su futuro no cambiará, que su cangrejo perdiera la vida, que se lo arrebataran, así que, no pensaba con claridad, como un animal herido, buscando la forma de repartir su dolor, sin importarle quien fuera. 

 

-Así que cuiden sus palabras… 

 

Era una amenaza, lo sabía, pero, solamente los niños o esos muchachos obtendrían su amabilidad, los demás, estaba demasiado cansado de ese mundo, de sus reglas, de su gente, sin su omega a su lado, nada tenía sentido. 

 

-¿Qué es lo que proponen? 

 

Pregunto, sorprendiendolos por su falta de empatía o amabilidad, pensando que sin duda ese dolor de Albafica, era el de un lazo herido, un vínculo quebrado, el dolor que decían un alfa siente, cuando le arrebatan a su omega. 

 

-No podemos seguir perdiendo el tiempo. 

 

*****

 

-¿Porque le quitaste el collar? 

 

La respuesta era sencilla, ese mocoso quería su collar y el se lo entrego, hizo una buena acción, aunque Tempestad no estaba contento con eso, parecía, que no lo aprobaba, como cuando dejaba ir su furia, cuando maldecía a los demás, a sus enemigos, a cualquiera, encontrando gracioso esa modestia que tenía el más alto. 

 

-Porque no era suyo y ese enano lo quería de regreso. 

 

Tempestad se sentó a su lado, suspirando, rodeando su cintura con uno de sus brazos, para que se recargara sobre su cuerpo, en su pecho, de la forma en que lo hacían desde que eran unos niños pequeños. 

 

-¿Pudiste lastimarlo? 

 

Aquiles se encogió de hombros, porque era cierto, pudo lastimarlo, pero no lo hizo y eso era lo que contaba al final, aunque fue demasiado brusco, demasiado tempestuoso, encontrando gracioso, de pronto, que él fuera como un huracán y su amado como la paz de la tormenta. 

 

-Pero no lo hice, ni siquiera tuvo un rasguño. 

 

Aquiles deseaba estar a solas con Tempestad, besar sus labios, sentir sus caricias, aprovechar esos instantes de soledad, sentándose sobre las piernas de su amado, recargandolo en la cama. 

 

-Tal vez no quería que se lo regresaran, es un alfa, su alfa, ya sabes cómo era eso.

 

El muchacho de cabellera castaña, el que era menos poderoso, quien se veía algo triste, cuando le entregó su collar y el chico rubio, de los enormes ojos azules, se marchó, pero no era asunto suyo, simplemente recupero lo que un alfa no deseaba entregarle a un omega. 

 

-Si, un jodido alfa toca el collar de un omega y por arte de magia se dan cuenta que deben estar juntos, que se aman, que se protegerán. 

 

Eso lo dijo molesto, perdiendo el control de sus emociones, elevando su cosmos, para separarse de él, que le veía en silencio, esperando a que simplemente terminara de pronunciar aquello que deseaba decirle. 

 

-Aquiles… 

 

Susurro, sujetando a su amado de la muñeca, para ayudarle a sentarse en la cama, pero esta vez, no le hizo caso, apartándose, sosteniendo con sus hilos un mueble, el que destruyo en mil pedazos. 

 

-Eso es una maldita estupidez, vi suficiente de ese alfa para saber que no siempre funciona como en los cuentos de hadas.

 

Ese alfa era su padre, Minos, cuyo nombre nunca pronunciaba, como si hubiera dejado de existir, de la misma forma en que Eros se dirigía de su rival, a quien odiaba, como no mencionaba el nombre de sus propios padres, como si la culpa lo matara por dentro, pero él no estaba tan seguro, porque nunca le había visto buscar una forma de cancelar la influencia de una de sus flechas. 

 

-Aquiles… 

 

Eros que los había cuidado, entrenado como soldados, pero no era un padre amoroso, no lo era con él, tampoco con Aquiles, que sufria demasiado al recordar su pasado, como si no pudiera hacerlo, apenas unas imágenes borrosas, pocos recuerdos, que pensaba, le dolían demasiado, pero él sabía que por alguna razón que no alcanzaba a comprender, el ultimo dia en los brazos de su omega era lo único presente en su memoria. 

 

-Pues mi omega no era feliz, no le gustaba su vida con mi alfa y eso es suficiente para mi, para saber que es una maldita estupidez. 

 

Aquiles al sentir los brazos de Tempestad rodeando su cuerpo, acomodandolo en su seguro abrazo, se calmó un poco, respirando hondo, preguntándose porque sus padres, los padres de su amado y su omega, tuvieron que morir. 

 

-No hablas mucho de ellos, de tu alfa y de tu omega. 

 

Susurro, como su alfa y su omega eran un tema prohibido para ellos, simplemente perdieron la vida, no se suponía que lo supiera, pero al ser lo que era, tenía recuerdos, todo lo veía con una claridad imposible, sabía de las flechas, de la maldición de su omega, la maldición a otro alfa, que capturó a su madre, que era el padre de su hermano que no resistió el nacimiento. 

 

-Mi alfa mató a mi omega cuando este no quiso aceptar que me buscaran un alfa.

 

Aquiles lo recordaba con claridad, como quiso buscarle un alfa, para entregarlo a él, separándolo de su cariño, matandolo al final, como un monstruo de cuento de hadas. 

 

-Y después, mi alfa me abandonó, como si fuera una maldita basura, no me busco, no le intereso encontrar a su primogénito. 

 

Su padre después de matar a su omega, no lo busco, lo dejó bajo el cuidado de Eros, que los protegió a los dos, niños sin padres, sin omegas que velaran por ellos, donde conoció a su amor. 

 

-Seguramente porque me trataba de un omega…

 

De alguna forma había llegado a esa conclusión, no lo quiso, porque se trataba de un omega, lo veía como algo inferior y sin su madre, no tenía porque mantenerlo a su lado. 

 

-Por qué no fui un malnacido alfa. 

 

Tempestad, que a su vez era Tifón, guardó silencio, preguntándose no por primera vez, cuánto de todo lo que sabían era cierto, porque Eros nunca le dijo que él maldijo a su omega, haciendo que un alfa se prendara de él, pudo ver la flecha en la espalda del alfa de su amado, era una de sus armas y no comprendía la razón de eso, de su silencio, porque pensaba que separar a sus padres era una buena idea. 

 

-Qué más necesitas saber. 

 

Necesitaba saber demasiadas cosas, pero no lo dijo, manteniéndose a lado de su amado, que sentía mucho dolor, que siempre estaba muy confundido, al borde de la locura y no sabia la razon de eso, su chico era especial, no era como los otros y él cuidaría de su amado. 

 

-No deberías odiar a todos los alfa, yo soy uno. 

 

Quiso explicarle, acariciando su mejilla, él pensaba que no todos los alfas eran malos, que había alfas y omegas que no eran buenos, también betas, pero había muchos que eran buenos, amables, por eso era que deseaba destruir a Zeus, para que ese mundo no dejará de existir. 

 

-No es cierto, tu eres ambos, eres alfa y omega, principio y fin… 

 

Era cierto, pero, aunque pareciera una contradicción, él deseaba ser un alfa, él se sentía como uno y al tener su cosmos, al ser tan poderoso, era suficiente con desear ser algo, para serlo, él podía cambiar la realidad a su gusto, pero solo Hera podía destruir un lazo, para crear uno nuevo con uno de sus hijos. 

 

-Me siento como un alfa, me gustaría ser el tuyo. 

 

Aquiles suspiro de nuevo, había reconocido a su alfa, pero este no lo quiso a su lado, como su padre, el juez Minos. 

 

-Yo ya tengo un alfa, que no me desea consigo, como mi padre no me quiso a su lado, aunque mató a mi omega por querer apartarme de sus dominios.

 

No comprendía esas acciones, no tenían sentido, ni siquiera siendo un demente como decían que lo era, seguir a su omega para matarlo e intentar recuperar a su primogénito, para después abandonarlo en el templo abandonado de Afrodita, carecía de sentido, era una locura. 

 

-Has pensado alguna vez, en el pasado, cuando estabas con ellos…

 

Tempestad quería saber lo que significaba tener una familia, un alfa y un omega pendientes de su seguridad, con su amado Aquiles, su omega estuvo con él, al menos cinco años, por lo que decía, era cálido, amable, delicado, aunque Eros decía que su señor era una máquina de guerra, era invencible, imparable. 

 

-No, no quiero pensar en eso y nuestro padre, Eros, me ayuda para no hacerlo… 

 

Le respondió, siguiendo a Tempestad a la cama que compartían, la que tomaron prestada, de las muchas habitaciones que un dios solitario tenía a su disposición, como si estuviera preparado para su llegada. 

 

-Lo sabes no es cierto, el agua que bebo antes de dormir, me evita tener pesadillas, recordar a mi alfa, el dolor de mi omega… 

 

Se quejó, pensando que lo había olvidado, pero Tempestad sabía que solo con eso podía dormir, soñar, sin tener pesadillas, aunque, no conocía la razón de eso, si se suponia que estaba escondido todo el tiempo en que su omega se enfrentó a su alfa, que solo escucho los estallidos, porque tenía que olvidar el pasado. 

 

-A mi me gustaria saber como eran, bueno, ya lo se, pero no creo que haya sido de esa forma siempre, tan frio, tan distante… 

 

Tempestad cambio de idea, no deseaba seguir torturando a Aquiles con sus recuerdos, por lo cual, le comento respecto a sus propios sueños. 

 

-Pero me alegra tanto verlo vivo, eso es suficiente para mi… 

 

Era suficiente verlo, como para ser feliz, sin embargo, quería conocer a su omega, que decían, era a quien más se le parecía, aunque no sabía de color eran sus ojos o su cabello, no sabía demasiado, solo como se lo imaginaba. 

 

-Pero mi omega, me habría gustado sentir su calor, escuchar su voz, admirar su perfume… 

 

Decían muchos que eso era lo que más se extrañaba, en los relatos que había leído siempre hablaban de esas cualidades y en algunas ocasiones, había escuchado decir a muchos niños, que su omega, que su madre, era dulce, era suave, era delicada, así se imaginaba a su omega. 

 

-Solo te duele mas cuando lo recuerdas, al saber que ya no está y preguntarte si tus recuerdos son ciertos, si era tan dulce o su voz era tan suave, su cuerpo tan cálido, tan fuerte… 

 

Aquiles susurro de pronto, dejando que Tempestad lo abrazara, con delicadeza, con la misma suavidad que siempre usaba con él. 

 

-Es mejor no recordar…

 

Pronunció, triste, porque el recordarles era lo que hacía que te doliera. 

 

-Duele menos… 

 

*****

 

Chic@s, espero que les guste el capitulo 96, faltan 4 para el gran numero 100, espero haber respondido algunas cuantas preguntas, pero seguimos en el mismo plan, que les gustaria leer en el capítulo 100. Muchas gracias por sus comentarios, sus estrellas y sus lecturas, me ayudan a seguir con esta historia y con las demás. Pregunta: ¿A quién odian más de todos los antagonistas? Nos leemos pronto. SeikenNJ. 


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