La respiración de ambos provocaba que la acción de inhalar y exhalar fuese más difícil, era tan rápida, tan irregular, incitaba a continuar.
El más pequeño sintió cómo el ambiente empezaba a subir de temperatura, ¿era realmente eso o era él mismo? Recordó aquella vez en que Kanou lo obligó a verse frente al espejo mientras lo tocaba. Eso provocó que el oji-azul gimiera un poco.
Kanou abrió sus ojos, quería ver la expresión del pequeño, quería que este también se viese. -Si tan sólo hubiera un espejo aquí- fue lo que pensó el de cabello oscuro, en eso, su mirada tuvo un brillo, recordó que en la parte inferior de la estufa, la puerta del horno, brindaba un reflejo casi perfecto. Sujetando con ambas manos la cintura de su amado lo fue bajando, poco a poco, Ayase puso cierta resistencia hasta que la gravedad hizo el resto del trabajo.
-¿K-Kanou, p-por qué?-
-Porque lo querías ¿no es así?, desde ayer que no te besé- Lo dijo en un tono tan egocéntrico y divertido, que Ayase no pudo respingar nada al respecto, era verdad, sí, pero ¿por qué tenía que decirlo en voz alta?, ¿por qué podía ver a través de él?
Kanou puso sus manos en el piso para tener mejor soporte. Los besos se intensificaron, los intervalos para tomar aire eran cada vez menos frecuentes. Parecía que sólo en ese acto, se estaban volviendo uno, querían lo mismo, estaban unidos en ese momento.
Sus labios se separaron para tomar aire, los jadeos empezaban a llenar el lugar como una sinfonía, como una dulce y erótica sinfonía. Acto seguido, Kanou tomó a su amado Ayase para ponerlo en cuatro. Sonrió para sí, en efecto, el reflejo que se brindaba era casi perfecto, podía ver las expresiones del oji-azul.
-Kanou, aquí no, p-por favor, es vergonzoso- Cerró sus ojos, pues no podía cubrirse la cara, ya que sus brazos le estaban dando apoyo.
-¿Entonces dónde te gustaría?- Susurró en su oído con un tono de voz tan masculino y tan deseoso de éxtasis, que el pequeño empezó a pasear su mirada por todo el lugar –Yo quiero ver tu rostro de nuevo mientras te toco- Mientras decía esto, empezó a subir uno de sus dedos por el abdomen del pequeño, luego por su pecho y se detuvo en el cuello, acercó su nariz para satisfacerse de ese aroma.
Un ligero cosquilleo dominó todo el cuerpo de Ayase, pero cuando sintió la nariz del otro en su cuello, se convirtió en una descarga. Los besos y caricias que le brindaba en aquel punto simplemente le encantaban.
-¿P-Por qué?-
-Hmm, preguntas el por qué. Seguro tú ya sabes la respuesta- dicho esto, continuó con las caricias, tortuosamente lentas, cada vez más lentas. Sus manos descendieron hasta llegar al lugar donde comenzaban los pantalones del pequeño.
¡Ah, n-no!- pidió el oji-azul, al mismo tiempo en el que sostuvo la mano de Kanou, intentado detener aquel ataque, aquel sensual ataque.
Todo iba justo como Kanou quería, o mejor dicho, justo como ambos querían. Ayase realmente extrañaba aquellas manos sobre su cuerpo, tan impacientes, aquellas manos tan expertas que conocían los puntos donde su cuerpo suplicaba por más, -qué vergüenza- pensó, pero no era momento para eso, estaba a punto de quedar vulnerable ante el otro.
Justo cuando iba a bajarle aquellos sencillos pantalones, sonó el timbre. Kanou intentó ignorarlo, pero la persistencia fue demasiada.
-¡Maldición! Quien quiera que sea lo sacaré de una patada- antes de levantarse, le sembró un tierno beso al pequeño, duró apenas 2 segundos, pero esa parte quedó cálida durante un momento más, Kanou salió de aquel cuarto…
Ayase quedó en el piso, respirando agitadamente, seguía sonrojado, pero… quería más.
¿Quién era aquella visita que los había interrumpido?