- ¡Ayase!
El pequeño reconocía aquella silueta, sonrió. Era Kanou, estaba transpirando, la respiración estaba agitada, se notaba que llevaba corriendo un buen rato.
- ¿Cómo me encontraste?
- Tuve que encontrar primero a Tetsuo, no fue difícil hacerlo hablar. Con base en lo que había escuchado de esta zona, pude encontrarte, aunque… Ayase, de verdad, no quería encontrarte aquí- tuvo que retener las ganas de llorar, había visto cómo la sangre comenzaba a recorrer desde su ropa hasta el suelo. Aquella visión era insoportable, dolorosa. Sólo pudo abrazar al pequeño oji-azul, quitarse su saco para colocarlo en el cuerpo del menor y así, tomarlo tiernamente para que ambas narices estuvieran rozándose.
-M-Me alegra que llegaras Kanou- y rodeó con sus brazos el cuello del mayor, apenas tenía fuerza para hacerlo, pero en definitiva el calor que le brindaba era el mejor y más reconfortante que cualquier otro.
Kanou sólo pudo abrazarlo aún más fuerte, no quería que el otro lo viera llorar, pero cómo no podría hacerlo si la persona que amaba estaba a punto de morir, se sentía tan impotente, no importaba lo que hiciera, el final estaba cerca y él no podía hacer nada para detenerlo.
-Kanou, perdón por no haberte esperado, sólo quería ser como tú
-Lo sé, no tienes que disculparte Ayase. Pronto vendrá un doctor, desde que salí del apartamento le llamé, así que resiste- besó su frente y su nariz lentamente
-S-SÍ-su respiración comenzaba a cortarse, el lapso para inhalar y exhalar era más largo, tomaba más tiempo.
- Ayase, quédate conmigo y vayamos a un lugar que no sea este. ¿Ayase? Lo siento, todo este tiempo fui un cobarde, jamás supe cómo tratarte de la mejor manera, pero quiero que sepas cómo fue que nos conocimos la primera vez…
-No, así está bien… Kanou, así como te conocí ahorita… está bien. Me alegro de haberlo hecho – le sonrió de la mejor manera posible, y ambos se quedaron mirando fijamente.
-Ayase…Ayase…yo, yo te amo- susurró en el oído del pequeño, acariciando su mejilla mientras lo decía, había sido más sencillo de lo que jamás imaginó. Tal vez era por la sensación de pérdida, no importaba, lo que realmente le había liberado fue el hecho de poder decirlo en voz alta.
Ayase se sonrojó, aquellas palabras por fin habían salido de Kanou, por fin, se sentía amado de la manera más sincera posible. Jamás quiso hacerse ilusiones, pero en su pecho algo se hizo más ligero, lo que más deseaba ahora era una realidad.
-Kanou, en mi pantalón… encontrarás una moneda, dámela por favor- dicho esto, el mayor colocó al pequeño recargado en una pared e inmediatamente fue por lo que este le pidió. Cuando le dio aquella prenda, el pequeño sacó la moneda que había encontrado cuando había ido a su casa, tomó suavemente la mano del mayor y se la otorgó.
- ¿Qué significa esto?
-Kanou, mi deuda todavía no estaba cubierta, ¥5 es lo que me faltaba y es lo que te estoy dando ahora
-N-No tienes que preocuparte por eso, Ayase, quédate conmigo
-Kanou…-su respiración comenzaba a ser más irregular- ahora sí… puedo decirlo sin ningún pesar…Yo, Kanou… yo- sus miradas volvieron a encontrarse, sus ojos brillaban como nunca lo habían hecho- yo también…
El pequeño abrió sus ojos sorpresivamente, ¿qué había sido eso?, recorrió el lugar con la mirada, seguía en aquel espantoso lugar, no había nadie a su lado. Aquello sólo había sido un sueño, un plácido sueño, Kanou no había llegado en ningún momento.
Ahora Ayase comenzaba a sentir cómo su cuerpo se quedaba sin energía, cómo su respiración se volvía más lenta, sus ojos volvieron a cerrarse, esta vez para siempre, aquel hermoso azul no vería la luz nunca más. Lo último que pasó por su pensamiento fue:
“Si hubiera sabido que este iba a ser el último día, que después todo cambiaría, te hubiera abrazado más fuerte, me hubiera aferrado más a ti, de tal modo que jamás nos hubiésemos podido separar. Lo único que hice fue amarte, Kanou, amarte en silencio.”