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Entre machos por Uberto B

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Notas del capitulo:

Continuación...

Ambos hombres se miraban fijamente hundidos en una especie de duelo, Gustavo veía detenidamente al moreno ranchero que tenía enfrente y el cual le apretaba la mano. Sus rasgos duros, su mirada recia y su callosa mano mostraban un poco de la fuerza fálica que el otro poseía, sin embargo no se amilanaba, pese a aquellas características no lo intimidaba, él también era fuerte, no eran en lo absoluto similares, sin embargo la intención de mostrar quién era el más fuerte era lo único que compartían, rivalidad que presentaban pese a no conocerse.

 

-Mira mijo, Tavito busca chamaba, ¿no tienes algo en el rancho para él?- Martha intervino sacando un poco de sus cavilaciones al par de hombres.

-No sé, tengo que verlo- respondió Nacho sin dejar de ver al otro directamente

-¡Ya chamaco! Suéltalo que se ve que el güerito este trae hambre- Remedios intervino separándolos- A ver, ven pa’ ca Tavito, siéntate para que te sirvan, tú también Martha, ándenle- el más joven asintiendo se dirigió a dónde le habían indicado.

-Sí, muchas gracias- terminando el duelo de miradas, Gustavo fue al lugar que dejó libre la mujer y tomó asiento.

-Vas a ver orita mijo, el mole que se prepara en esta casa es el mejor del pueblo, lástima que mi comadre, que el gloria esté- la acompañante del citadino se santiguó- ya no lo prepara, pero dejó la receta, a ver si se la pido a la Micaela-  el otro sonrió.

-A ver tú, Nacho, ándate a la cocina y tráeles un plato a los dos- el joven la miró incrédulo, él tendría que servirle al fuereño.

-¿Yo madrecita?- preguntó esperando la negativa.

-No, el atarantado de Jacinto seguramente- mirándolo reprobatoriamente y dándole un golpe en la nuca la mujer prosiguió- Muévete tarugo, ¡qué van a pensar de mí! que crié un malora maleducado, ¡muévete!- y empujándolo lo mandó por los platillos.

-Ay Remedios, cómo le hicites al pobre de Nachito- se compadeció Martha.

-Nada, ese chamaco si no lo traigo así se manda y ya quiere hacer lo que le da la gana, no, no…- exasperada tomó asiento junto al chico recién llegado.

-Y por cierto ¿On tá la María? No la he visto, ¿vino?- la mujer que tomaba un jarro de café cuestionó el paradero de la hija menor.

-Si vino, debe andar a fuera con las chamacas echando el chisme, deja la llamo pa’ que te salude.

 

 

En la parte de afuera, las chicas seguían emocionadas por la escena que presenciaron unos minutos antes, aquel hombre desconocido y de fina apariencia las había dejado intrigadas así como sorprendidas.

-Vaya… con un hombre así, hasta los hijos me saldrían bien bonitos…- comentaba risueña Meche.

-Yo con ese muchacho olvido al Pedro, al Pablo y al que sea…- otra dijo.

-Pos yo igual chamacas, hasta voy dejando de lado al Jacinto…- suspiró la otra.

-Ay yo igual…- María suspiró con semblante propio de una enamorada- está re chulo el hombre ese, y tiene unos brazotes bien grandotes, de esos que deben apretar bien fuerte- se abrazaba simulando lo que decía, sin darse cuenta de las caras que sus amigas de enfrente le hacían- Y debe dar unos besitos bien dulces con esa boquita rosadita que tiene…- las muchachas le hacían señas- Y ese pelito… debe ser bien suavecito… como pelo de bebé…- suspiró, sin embargo la escena terminó abruptamente…

-¿De qué estás hablando María de los Ángeles?- Remedios, su madre, detrás de ella la había escuchado. La miraba entrecerrando los ojos, la chica abrió los ojos enormemente y tragó saliva.

-De nada mamacita- sonrió nerviosa.

-Eso espero, eso espero, porque yo crie una mujer decente, y ustedes también chamacas no las vaya yo a ver haciendo cochinadas porque las acuso con sus mamás…- reprendía a las demás y luego volvió a su hija- Vente pa’ cá, que Martha pregunta por ti- la tomó del brazo y llevó con ella a la casa anfitriona.

 

 

 

En las mesas de adentro, las cuales estaban repletas de gente degustando la comida que habían ofrecido como agradecimiento por haber acompañado a la familia en el cabo de año de la difunta, Martha y Gustavo comían aquel típico plato del cual la mujer había hablado durante el camino.

-Un mejor mole queste no lo vas a encontrar en otro lado- la mujer feliz comía. Gustavo miraba con algo de desconfianza aquel plato que tenía una salsa espesa color chocolate la cual bañaba una pieza de pollo, nunca había visto ese tipo de comida por lo cual le daba desconfianza comerla. Dudaba en probarla.

-¿Qué? ¿A poco el güerito nunca ha probado el mole?- Nacho, quien miraba desde la esquina de la mesa preguntó con burla, el otro lo miró con desagrado.

-Ándale mijo, pruébalo, pruébalo- Martha, quien ya tenía los labios embadurnados de aquella salsa lo incitaba a comer. El otro volvió la cara para verla y sonrió.

-Déjalo Martha, este catrincito se ve que nunca en la vida ha comido cosas de a deveras, de seguro se le hace poca cosa esto que tiene en el plato, pero ni modo güerito, aquí hay lo que ves- volvió a hablar de manera socarrona ganándose de nuevo que aquella mirada azul lo viera con desprecio.

-Claro que voy a comer, solo olía un poco, me gusta su aroma- Gustavo se defendió, tomó la cuchara y la llenó de aquella sustancia rara- Vo… voy a comer ahora mismo- decía lentamente- Y… y sé…- aclaró la garganta- Y sé que me gustará- acercó la cuchara era momento de probar, no podía negarse porque Martha lo miraba y Nacho estaría dispuesto a burlarse de él, llevaba unos minutos de conocerlo y ya le resultaba sumamente antipático.

-A ver si no te enchilas, aunque déjame decirte que ni las viejas se enchilan con el mole, pero tú, tu quien sabe- dijo el otro para después soltar la carcajada, él cerró los ojos para controlar su impulso de levantarse y partirle la cara de un puñetazo, no era ni el momento ni el lugar. Acercó su cuchara a la boca y sin más espera comió. Pasaba aquella salsa de un lado a otro de su boca, con la lengua trataba de sentir el sabor qué tanto presumían, el picor era ligero, el sabor entre dulce y salado no era desagradable, era algo aceitoso pero no en extremo, lo tragó, una vez hecho sonrió, aquel extraño platillo llamado mole le había gustado.

-Está muy sabroso- sonrió diciéndole a Martha.

-¿Ves? Te dije que te iba a gustar, y cuando lo comas con el pollo, te va a saber más mejor, vas a ver- animosa la mujer seguía degustando su comida.

-Tá bueno, al catrincillo le gustó el mole- comentó en son de burla, el citadino ya iba a contestarle de mala gana cuando se le adelantaron.

-¡Como sigas de grosero te voy a mandar a dormir al establo José Ignacio!- y acompañado de la reprimenda un buen golpe en la cabeza.

-¡Ay madrecita! Eso duele- se quejó sobándose.

-Pos no sigas de malora con Tavito, ya, lárgate con tus amigotes, sáquese- la mujer lo corrió provocando una discreta risa en Gustavo, aunque Nacho la vio y el estómago se le revolvió de coraje.

-Condenado güerillo- mencionó por lo bajo.

-¿Qué dijiste?- preguntó Remedios.

-Nada madrecita, que ya me iba con mis amigotes- levantó las manos en señal de inocencia.

-Pos órale, sáquese- segundos después salió- disculpa a mi hijo Tavito, a veces es muy mandado- la mujer iba acompañaba de una joven que tímidamente se escondía tras de ella- Mira Martha, aquí está María de los Ángeles- miró a su lado y no la vio, volteó al otro y tampoco, se tuvo que dar media vuelta para sacar a su hija de su espalda- Ándale chamaca, no seas penosa, no ves que Tavito va a pesar que eres una india espantada, saluda- con fuerza la pasó al frente, y está solo agachó la cara sumamente apenada.

-Hola, es un gusto saludarte, María de los Ángeles- aquella voz varonil la sacudió de nervios, el hombre se había levantado para ofrecer su mano. Con valentía la chica levantó el rostro y se ruborizó al instante.

-Saluda chamaca- la mujer le dio un codazo.

-Bue… bue… buen…- tartamudeaba.

-Ay Ángeles…- la madre negaba con la cabeza.

-¡Mija pero qué grandota estás!- ahora la otra mujer se levantaba para abrazar a la chica- ¡Irate nomas, qué chula te pusistes mija!- la abrazaba fuertemente, Gustavo sonreía, poco a poco se iba aclimatando  a aquel desconocido ambiente.

 

 

 

Con el grupo de hombres que tenía por amigos, Nacho renegaba furioso, no se le olvidaba la cara de burla que el otro hizo cuando lo regañaron, y como niño pequeño pateaba todas las piedras que se encontraba en el piso. Los otros lo miraban expectantes, pues no había dio una sola palabra desde su arribo.

-Ese jijo del maíz, pero me las ha de pagar… méndigo güero- la bota resonaba con fuerza.

-¿Y ora tú que tienes?- Teo se acercó.

-Ese condenado fuereño, me llenó el buche de piedritas- estaba sumamente molesto.

-¿Pos qué te hizo?- intervino otro.

-Yo sé mi cuento, pero me las ha de pagar el méndigo ese- volvía a patear.

-Ni hablar, está rete encanijado, será mejor que no lo molestemos porque se va a poner pior- Teo avisó para evitar una pelea, cuando Nacho se enojaba de esa manera era peligroso molestarlo más.

 

 

 

El tiempo se les había pasado volando, creían que con solo asistir a la misa y comer durarían a lo mucho tres horas, pero no, todo el día la pasaron en el pueblo. Ya caía la tarde, y era hora de que cada quién se despidiera.

-¿Tons qué Remedios? ¿Tendrás algo para Tavito?- Martha preguntaba, ya iba a caer la noche y el joven tendría que ir a algún lado para mínimo pasar la noche puesto que en el pueblo no había ni hoteles, hostales o algo parecido.

-¡Ay se me olvidó! Pérame…- con la mirada buscó a Nacho, ya estaban en la calle por lo cual ahí debía estar. Cuando lo ubicó lo llamó- ¡José Ignacio!- gritó y el otro la vio- ¡Ven pa’cá!- con la mano hizo el ademán y él acudió de inmediato.

-¿Ya nos vamos madrecita?- preguntó.

-Ya, pero quiero que me digas qué hay en el rancho que pueda hacer este muchacho- dijo y esperó la respuesta, era el momento de su venganza, sonrió ladino, disfrutaría el momento.

-Pos no hay mucho madrecita, porque las manitas del güerito se desharían- dijo serio pero de forma burlona.

-Ay no mijo, debe haber algo que pueda hacer Tavito- intervino Martha ignorando inocentemente la verdadera intención de Nacho.

-José Ignacio… no seas maleducado- dijo su madre.

-No madrecita, como cree, es la verdad, a ver güerito ¿Qué sabes hacer? ¿Sabes arrear ganado? ¿Sabes chapear? ¿Sabes cepillar caballos?- sabía las respuestas, lo imaginaba, con solo ver a Gustavo intuía que no sabía nada respecto al campo.

-No- le dijo mirándolo fijamente, estaba comenzando a enfadarse.

-Pero puede aprender rápido mijo, deveras- insistía la mujer que lo había llevado.

-No pos lo veo difícil… pero a lo mejor sepas bordar y le enseñas a mi hermana- dijo con más burla y el otro dio un paso, lo había ofendido y ahora sí todos se había dado cuenta.

-No seas…- iba a decirle una grosería pero la mano de Martha lo detuvo.

-¿Qué?- erguido Nacho lo encaró.

-¡Se calman los dos!- gritó enérgica Remedios- Te pregunté nomás pa’ que no te sintieras, pero como la patrona si te pones como cuando eras chamaco, como chamaco te trataré… Tavito, vente con nosotros, vas a trabajar en el rancho- Nacho iba a repelar pero la mujer lo vio- Ni se te ocurra José Ignacio, ándale, llévanos pa’ la casa- volteó donde la otra mujer- Ya nos vamos Martha, que tengas buenas noches- tomó a su hija, la cual había permanecido en silencio todo ese rato y comenzó a caminar.

-Ta bueno… buena noche Martha- serio se despidió Nacho.

-Buena noche mijo, gracias- sonrió la mayor, vio a Gustavo con su maleta y se acercó a él- Ay mijo, pos es lo que pude hacer por ti, apenas hoy te conocí y me caistes rebien, cuídate mucho y ya sabes, que por acá estaré unos días- la regordeta mujer lo abrazó, él también había simpatizado con ella.

-Gracias señora Martha, le estaré siempre agradecido por todo lo que hizo por mí, que tenga una buena noche.

-Ándale mijo, que si no te van a dejar y se hace tarde- asintió y caminó rápido a los tres que iban por delante. Su nueva vida comenzaría muy pronto.

 

 

Luego de presentarlo con Consuelo, y tomar un jarro de café, las mujeres se despidieron, eran las nueve de la noche y era hora de dormir, a Gustavo le pareció exageradamente temprano, sin embargo así eran la reglas y debía acatarlas. Nacho llamó al otro y lo llevó a un viejo cuarto junto al establo, lo abrió y prendió el foco, la pieza estaba hecha de madera y techo de lámina de zinc, serviría como su recámara, aunque por supuesto no tenía ninguno de los lujos que acostumbraba.

-¿Aquí dormiré?- preguntó horrorizado el de piel más clara.

-Sí, aquí, esa es tu cama- señaló el viejo catre hecho de yute- y allá tu baño- dirigió su dedo a la letrina que estaba a unos cinco metros de distancia- y mañana te levantas temprano porque hay hartas cosas que hacer, lo que hoy no se hizo mañana se hará- dijo con tono seco.

-¿Dónde me puedo asear?- preguntó en el mismo tono.

-Allá- con la cabeza indicó el bebedero de los caballos- tiene agua suficiente pa’ ti-

-Perfecto entonces- lo miró con desprecio, gesto que el otro le regresó.

-Sábete una cosa fuereño, no me caes bien- le dijo mirándolo a la cara.

-Sábete una cosa ranchero, tu a mí tampoco- le sostuvo la mirada.

-Tá bueno, que así sea, espero aguantes vara, porque el trabajo del campo te va a destrozar sus finas manitas- dijo burlón.

-Espero que aguantes ver mi cara, porque en la tuya te demostraré que puedo con eso y más- respondió socarrón.

-Que duermas bien en tu palacio- volvió a su tono burlesco.

-Of course, thank you so much- respondió en inglés, el otro abrió los ojos sorprendido y enojado.

-¿Cómo me dijistes?- le preguntó

-Lo que digo no lo repito, ahora si te vas para que pueda dormir te lo agradeceré- se volteó para extender las cobijas que el otro había dejado sobre el catre.

-Güero condenado- sin más dio la vuelta y caminó rumbo a la casa grande, poco a poco su figura se fue perdiendo en la penumbra, Gustavo completamente solo podía escuchar los grillos cantar, una lagrima de impotencia se resbaló de su rostro, odiaba su vida, su suerte y su posible futuro en ese lugar.

 

 

 

 

En la ciudad, dentro de aquella lujosa casa, amplia y alumbrada con aquellos finos candelabros que con tan buen gusto el dueño había decorado la sala, Sabrina descansaba cómodamente en el sillón.

-¿Y dónde está?- cuestionaba la bella mujer

-No lo sé, y si te soy franco, poco me interesa ahora que casi media fortuna es mía, solo necesito un poco de tiempo para apoderarme de todo- el rubio amigo de Gustavo contestó.

-Pues… brindemos por el éxito que nos espera… cariño- el hombre se acercó a besarla apasionadamente, derramando un poco del champagne que tenían en la copa.

-Por la fortuna de Gustavo Prado-San Millán- levantó su recipiente de cristal.

-Por nuestra fortuna, Adán, nuestra fortuna- la mujer se levantó, y caminó sensualmente a la ventana, miraba el oscuro firmamento, su ambición comenzaba a tomar forma, aunque algo no le agradaba del todo, algo no marchaba bien y aun no entendía qué era, su reflejo en el cristal de aquella ventana lo dejaba muy claro…

 

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

¡Gracias!

 

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