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Pobre Pierrot por ninnae

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Notas del capitulo:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

Segundo capítulo, serán tres por semana, casi todos de la misma extensión.

Capítulo 2: Intento de escape fallido


Había dicho que se encargaría de Saga, pero decirlo era más fácil que hacerlo, mucho más cuando el caballero de tercera casa había cogido por costumbre desaparecer hasta muy entrada la noche.


Durante tres días había estado a la espera de la aparición de Saga en la casa de Géminis, siempre manteniéndose hasta que la luna ha alcanzado un punto alto en el cielo, pero su presencia era como la de un fantasma, casi imperceptible, y la poca información que Kanon le proporcionaba no ayudaba en su propósito.


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Había estado evitando a Mu, sentía su presencia alrededor del templo de Géminis, por lo que adrede se aseguraba de mantenerse varios metros lejos de su persona, llegando a evitar su propio hogar por muchas horas.


¿A qué se debía su actitud?, solo al colosal miedo de afrontar lo que su corazón le pide, y el que quizás no sea capaz de controlar sus propias acciones frente al discípulo del Patriarca. Las sugerentes imágenes de ambos juntos, el compartir el día a día, el estremecerse por solo la sensación de una dulce caricia eran manejable cuando se mantenía en su consciencia y en la privacidad de su mente. Sin embargo al estar cerca de Mu cabía la posibilidad de que este pudiera ver en su interior, eso no haría más que denigrar su ya poca autoestima y consideración que tenía a la vida, él no tenía derecho a fantasear con situaciones como aquellas, sin embargo el sentimiento era mucho más fuerte.


No quería sentirse vulnerable ni causar sufrimientos a otros, cada cosa que solía caer en sus manos ineludiblemente salía dañada, y no deseaba ese destino para el lemuriano; él, que es un alma tan brillante y diferente a comparación de un sucio traidor como él.


La maldad que aún anida en mi corazón es demasiada.


No soy capaz de hacerme con ese brillo solo para apagarlo, mis penas solo deben quedar como mías.


Saga miró la noche despejada, miles de estrellas se desperdigaban por todo el manto oscuro, y la luna como estoica guardiana aquel día presentaba un brillo más gélido de lo usual, el dorado pálido se había convertido en un blanco fantasmal, un blanco capaz de causar escalofríos en su persona. Como el presagio de algo inevitable.


—Saga.


Solo una palabra cargada de expectativas, su nombre en voz de alguien tan conocido, el bosque silencioso que se hallaba a su espalda meció las copas de sus árboles cuando una inesperada brisa azotó de lleno. Su vista se vio nublada unos segundos por el roce de sus cabellos mientras se volteaba en dirección de la voz. Ahí estaba Mu, como una aparición espectral brillando con la misma intensidad de la luna, su mirada misteriosa y el ceño fruncido, le parecieron hermosas a pesar de la severidad que mostraban. Su corazón latía fuerte y su mente retumbaba entre las posibilidades de enfrentar al lemuriano o solo desvanecerse lo más rápido posible. Retrocedió un paso cuando los ojos de Mu brillaron con decisión. Un golpe seco lo desequilibro haciéndolo caer, giró la cabeza para percatarse de la causa de su incidente, varios muros de cristal lo rodeaban no dejándole salida. Mu había sido más rápido y precavido, Saga lo admitía. Tragándose se aprehensión giró su cabeza de los muros y centró su vista en los jades de Mu. Esperó, cada paso de Mu por más silencioso que pareciera atronaba en sus oídos.


Mu clavaba su atención en cada respiración de Saga, le había costado fatigosos esfuerzos encontrarlo a través de la barrera impuesta por Athena, el uso del cosmos dentro del Santuario no estaba permitido para usos personales, sin embargo aquella acción lo valía.


Se detuvo cuando solo unos centímetros lo separaban, Saga aún yacía en el suelo escrudiñando cada uno de sus movimientos. Mu se agachó colocándose a su altura y el griego sin esperárselo recibió una dulce sonrisa por parte del lemuriano, aquello lo descolocó, no sabía como responder y solo guardó silencio viendo la calma expresión del blanquecino rostro.


—Saga —volvió a mencionar Mu con mesurado tono. El heleno se inclinó un poco más hacia Mu como respuesta inconsciente, su calor y luz solían atraerlo sin que pudiera evitarlo. Mu sonrió una vez más al observar su acción, manteniendo la sonrisa alargó con sutileza una de sus manos al rostro de Saga, el griego conservó su quietud ante el inminente contacto y en un solo movimiento Mu asestó un fuerte golpe en la cabeza de Saga. Este cayó sentado sobre sí mismo mientras con una de sus manos se sobaba la parte afectada.


El griego vio de reojo a Mu, su mirada había cambiado a una de fastidio y molestia, pero también de alivio. Saga hizo una mueca, sin saber qué demonios había pasado.


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