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Traición a la sangre por kaoryciel147

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Notas del capitulo:

Hola mis queridos lectores. Lamento mucho la larga demora pero he tenido algunos problemas de salud. Pero por otro lado he avanzado mucho con los siguientes capitulos de la historia aunque en borrador. Quienes me siguen en face saben que publicar un capitulo para mi requiere trabajo porque me gusta que quede lo mejor posible. Primero hago el borrador, luego lo escribo, para pasar a la edición y la revisión final. Esta es una historia a la que le tengo mucho aprecio así que deseo que sea perfecta.

Espero continuen leyendola y coemntando porque no saben las sopresas que les depara. Mi investigación ha llevado por más de la mitología japonesa que aquí compartiré.

En este nuevo capitulo vamso a conocer la historia de un personaje muy carísmatico. Por otro lado el desarrollo de otra pareja que anuncié obikaka. Y por supuesto el avance del plan Uchiha y como estos comienzan a contraponerse con los sentimientos de Sasuke.  

Creo que el titulo dice mucho asi que espero disfruten la elctura y me brinden sus comentarios y teorías!!

No se olviden de visitar mi pagina de facebook!!

Capítulo 8: La caída de los grandes señores.

El tiempo era uno de los mayores rivales para los Uchiha. Debían de cumplir con los tiempos planeados o no lograrían sus cometidos: Para esta parte del plan, el clan Uchiha debía de conseguir  que Minato y el clan Namikaze quedaran completamente aislados. Debían de generar desconfianza entre los miembros de la alianza, resquebrajarla hasta que sus pedazos no pudieran volver a unirse. Para su fortuna,  lo que no habían previsto era que fuera tan sencillo. No tenían por qué plantar información falsa, pruebas de traición, sino simplemente exponerlas. Habían planeado crear pruebas falsas de una traición para que se ataquen entre ellos, pero su primer objetivo no lo necesitaba.

Sai no podía evitar sonreír levemente, producto de la emoción, a pesar de estar en plena misión, algo contrario a todas sus enseñanzas: La preciada y prometedora heredera del clan Hyuga estaba cometiendo alta  traición a la Alianza, a Minato justo en frente de sus ojos. Se sorprendía de que nadie lo haya descubierto pues a ellos solo les había tomado tan poco tiempo averiguar ciertas irregularidades entre las cartas de Hiashi y Minato.

Durante ese momento en los que él cumplía su misión, Itachi y sus tíos se encargaban de entretener a Minato y su corte en sus aposentos, para que el joven omega pudiera escapar del castillo. Burlar a los guardias no fue difícil, era algo que se le daba bien, bastante común en sus misiones.

El joven Sai por ser  aún soltero podía desaparecer de la vista de los invitados con miles de excusas. Además el gran líder estaba lo suficientemente consumido en sus ansias por Itachi, que seguramente ni siquiera notaría la no presencia del omega menor de los Uchiha, lo cual les convenía. Debía de confirmar con sus ojos qué planeaba Hanabi.

Ya en el bosque cercano al río esperó a Hanabi. Y tal como habían supuesto ella iba tomando regulares paradas para que sus caballos descansen. La alfa había partido al amanecer del Castillo de la Alianza, luego  se detuvo cuando la noche llegó, logrando darle oportunidad a Sai para alcanzarlos, los había seguido saltando silenciosamente por las ramas más altas de  árboles, mientras  que sus shikigamis en forma de escurridizos ratones les seguían la pista.

Finalmente llegaron a territorio Hyuga, Sai les siguió, antes de llegar al Castillo de la Garza Blanca, ella se desvío del camino regular, pues Sai había estudiado en los mapas oficiales de la Alianza y aquel no era el camino hacia el Castillo como tenía el deber de ir.

Aquello le brindó la primera señal de que la joven y su cortejo no iban precisamente a cumplir sus labores de supervisión para el tributo que debía de ser entregado a Minato. La sangre se calentó en el pecho del omega. Todo salía perfecto, muy de acuerdo a sus planes.

Ya a un paso más lento, le fue fácil a Sai seguirlos. La joven Hyuga continuó su camino, llegando finalmente  hasta una pequeña villa alejada del castillo. El joven espía se dio cuenta que aquella villa había sido construida recientemente pues no aparecía en los mapas que Minato había hecho de todo su territorio. Por lo cual era fácil deducir que funcionaba fuera de la autoridad del gran líder.

Hanabi bajó del caballo,  y fue recibida con reverencias por un considerable número de soldados. También fue  saludada por algunos generales que parecían estar entrenando a los jóvenes. Ninguno de los generales presentes vivía en la corte de los Hyuga en el Castillo de la Alianza. Por sus peinados y ropas pudo deducir que se trataba de nobles de menor rango que se habían quedado en los territorios Hyuga después de que su alfa líder se marchara a seguir eternamente a Minato como parte de su castigo.

Gracias a su buen olfato pudo darse cuenta que en su mayoría se trataba de betas, luego alfas y muy pocos omegas con un pequeño grupo de cachorros. Desde los más viejos a los más jóvenes, alfas, betas y omegas por igual veían a Hanabi con un brillo especial en sus ojos. Ella era su salvadora, o al menos en ello creían todos los Hyuga presentes.

El espía lo observó todo desde una de las ramas más altas de un árbol frondoso el cual le cubría perfectamente. Sintió pena y culpa por lo que iba a tener que orquestar: Aquellos soldados correspondían al número no entregado en las listas que había entregado al gran líder. Claramente ellos habían decidido entrenar a aquellos soldados para sus propios fines a espaldas de Minato. Solo aquello ya representaba traición, pero por los comentarios de los generales y las respuestas que ello brindó, era más que suficiente para saber que planeaba un ataque a Minato. El joven omega tuvo claro que aquellas personas seguirían a Hanabi hasta el final y que la alfa correspondía de la misma manera a su gente. Ella era su esperanza de que su lamentable situación cambiase, y Sai junto a su clan debían de aplastarla.

Sai se preguntó si estas acciones eran solo propias de Hanabi y aquellos nobles menores que habían sobrevivido a punta de esfuerzo o si Hiashi también lo sabría. Analizándolo objetivamente creía que Hiashi no estaba totalmente enterado. Sin embargo, como líder de su clan debía de cargar con la responsabilidad. Hanabi y Hiashi hace mucho dejaron de pensar de la misma manera. Hiashi veía el camino a la supervivencia alienándose a los pedidos de  Minato, pero Hanabi que era una joven alfa orgullosa no veía otro camino más que pelear por su independencia. Su tía había tenido razón: Un alfa de verdad nunca busca decepcionar las expectativas de los demás, sino que busca cumplirlas lo mejor posible. Esa gente había pasado por más penurias que los que vivían al lado de su líder, por ello no veían futuro en que su señora Hinata quede preñada o no; para ellos solo existía la victoria en recuperar su orgullo vencido por la fuerza a través de su joven líder.

No necesitando arriesgarse más, Sai emprendió su camino por los árboles de regreso a alianza. Saltó a salto, balaceándose con su larga cola, llegaría pronto sin hacer ningún aspaviento que llamara la atención.

De cierto modo simpatizaba con Hanabi y sus decisiones.  Él haría lo mismo, de hecho estaban atacando a Minato también de manera silenciosa, solo que menos honorable.  Pero aun sintiendo admiración por la alfa Hyuga, no podían permitir una revuelta de esa manera. Primero, porque dudaban de que los Hyuga ganaran, Hanabi podría tener el valor de una guerrera pero le faltaba malicia y saña que los Uchiha poseían con amplitud. Segundo: Serían ellos los que vencieran a Minato y para ello, lamentablemente, iba a tener que dejarla expuesta. Tercero: los Hyuga poseían un orgullo y honor que no les permitiría ser aliados. Todo estaba orquestado, encaminado, no había vuelta atrás. Así tuvieran que deshacerse de personas tan admirables como Hanabi y sus aliados, tendrían que hacerlo sin piedad.

 

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Dentro de la inmensa Tierra de Fuego existía diferencias entre los grupos humanos. Era imposible confundir a un clan de la guerra, un clan que seguía los preceptos bushi que comandaba la vida de cada guerrero siguiendo un camino de moral y orgullo, con otros grupos que actuaban para sus propios fines.

Estos grupos que los clanes guerreros consideraban inferiores eran conocidos como los clanes de ninjas. Los clanes ninja, shinobi o mercenarios eran pequeños grupos que una vez pobres y explotados por los clanes samurái o guerreros tuvieron que tomar las armas para  sí mismos. Para ello hicieron uso de técnicas de sigilo, robo de información e incluso asesinato a traición. No existía un “orgullo u honor” que defender, solo la supervivencia sobre cualquiera y de cualquier medio.

Con los años, cada vez más clanes ninjas se fueron formando; y es que algunos clanes samurái venidos abajo tomaron las armas de esta manera también dejando atrás toda su moral. Los ninja o shinobi dominaban al igual que los samurái o guerreros técnicas de combate cuerpo a cuerpo, pero también técnicas ocultas que los guerreros, por su honor, estaban impedidos de aprender.

Este tipo de clanes despertaba fascinación, miedo y repulsión por igual, pero nunca simpatía. Había clanes de guerreros que para trabajos especiales contrataban a estos grupos que trabajaban en las sombras y no compartían sus preceptos. Sin embargo, había clanes bushi que creían que simplemente veía en estos grupos como un atentado contra las buenas costumbres y el honor de un guerrero; que por tanto era una amenaza que debía de  ser reprimida.

Uno de los clanes que en su momento fue de lo más importante entre los shinobi fue un clan felino, el cual portaba sus orejas y colas al aire, rememorando su naturaleza. Lograban mantenerse ocultos por periodos de tiempo. Sin embargo,  el líder de los  Senju de aquel momento siempre  los llegaba a  encontrar para tratar de exterminarlos. Lo que se transformaría en una caza de felinos por años.

Este clan felino no era muy grande, su fama se debía a otras razones. Como todo clan ninja se movilizaba constantemente, pero poseían tierras que eran propias por generaciones, a las cuales siempre intentaban volver, donde se guarecían los ancianos, cachorros, omegas preñados y shinobi heridos. 

Irónicamente, este clan felino  había cumplido muchos encargos del clan Senju desde la época de Hashirama y Tobirama;  pero el nuevo líder Senju  deseó desaparecerlos pues consideraba el usar a un clan ninja arriesgarse a sí mismos y a sus planes de unión con sus vecinos, en especial con los Namikaze.  Para dejar los servicios de un clan Ninja se debía de estar seguro que este no contaba con información que podría venderle al enemigo, ese no era el caso. El líder Senju no podía arriesgar al robo de información por parte del clan que les había servido. Y es que no importa lo mucho que un clan ninja promete no develar los secretos de sus antiguos amos, si se les pagaba el precio adecuado con seguridad lo harían, ellos no contaban con ese tipo de honor, eran mercenarios a tiempo completo.

Este clan felino, curiosamente, era llamado como el “Clan de la serpiente blanca” entre sus compañeros mercenarios a pesar de que poseían orejas y cola de felino. Era reconocido entre estos por la fuerza y frialdad en cada una de sus misiones, así como su prodigiosa venta de medicinas y venenos. 

En su larga  historia habían sido acosados y atacados. Muchos líderes de clan habían buscado destruirlos; mientras otros tanto les habían pagado cantidades exorbitantes por contrato y misiones. Ser odiados y necesitados, era esa la vida de un shinobi.

Sin embargo, muchas de las incursiones en contra del Clan de las Serpientes Blancas habían tenido resultados. Luego de una guerra en la que sus enemigos se unieron, el clan quedó diezmado. Tuvieron que recluirse en sus tierras, intentando sobrevivir con las ganancias del pasado.

Su sacerdote, en ese momento, tomó una decisión. Habían escuchado los mitos sobre las criaturas místicas que azotaban cada cierto tiempo el mundo. Conocían los mitos sobre que el clan Uzumaki poseía cierto poder de su antepasado zorro. Así mismo sacerdotes y mikos utilizaban su conexión con la naturaleza para convocar entidades espirituales para que les ayuden. Sin embargo el sacerdote deseó más que eso.  Fue ahí cuando aún con el cuerpo temeroso pero con  voluntad férrea decidió convocar a Orochi,  la serpiente de ocho cabezas y ocho colas. Una poderosa criatura que normalmente era incontrolable, que se decía capaz de enfrentarse a semidioses, a ella se le había otorgado la culpa de la destrucción de pueblos enteros por ser cruel y destructiva.  Era tal como ellos, quienes no necesitaban la simpatía de nadie, sino que se les temiera.

El sacerdote sabía cuál era la debilidad de Orochi: su vanidad. Orochi era una criatura caprichosa a la cual no le agradaba saber que otras deidades eran veneradas por sobre él. Así que decidió aprovecharse de aquello.

 Cuando Yamata no Orochi despertó al llamado de aquel sacerdote se vio sobrepasado por su propio orgullo al tener a todo un pueblo rendido a sus pies, implorando sus poderes para derrotar a sus enemigos, asegurándole que consagrarían a todos sus enemigos a él.

Orochi accedió a cambio de que le otorgaran a alguien en un futuro, y que no le debían de negar aquel pedido o todo lo que obtendrían de su poder, sería revocado. Todos los miembros del clan dolidos por sus pérdidas, aceptaron con gusto.

A partir de ese momento, dentro de las casas y calles de la pequeña Villa que establecieron se podía apreciar a las serpientes blancas reptar con tranquilidad entre los felinos. Así mismo, aprendieron a controlarlas, ser sus amigas y hermanas de lucha. Sus misiones se hicieron más fáciles, su sigilo era inaudito. Aprendieron a extraer el veneno de estas serpientes y sus cuerpos se hicieron totalmente inmunes a sus venenos y resistentes a venenos que otros clanes utilizaban. Un rasgo llamativo de este clan era que a todos se les cayó el cabello, para luego aparecerle uno blanco; así mismo, sus descendientes puros empezaron a nacer con el cabello blanco, siendo así llamados por sus enemigos “El clan de la Serpiente Blanca”

 

Un día, Orochi anunció que era lo que deseaba. Su pedido sorprendió a todos: Quería permanecer en la Tierra. Para ello exigió que le fuera entregado un descendiente del sacerdote que lo había convocado hace años. Explicó que una vez instalado en el cuerpo del contenedor este se fusionaría consigo mismo, por lo cual a partir de ese momento, el descendiente de este heredaría al mismo Orochi.

Le explicaron que el descendiente de aquel sacerdote era su actual líder, el cual tenía un hijo alfa ya en edad adulta. Orochi negó querer ser parte de tal alfa. Quería empezar en un niño. Así que decidió esperar a que el hijo tuviera un cachorro. 

A partir de ese momento, todos los omegas solteros del clan desfilaron ante los ojos del heredero para ser las madres del futuro contenedor de Orochi. Pues este era su deidad, no habría más honor que ser la madre de su deidad. Sin embargo, el alfa no mostró interés sincero en alguna. La ansiedad creció entre todos los miembros del clan. El sacerdote que convocó por  primera vez a Orochi ya había fallecido, solo quedaba viva su esposa con igual cualidades místicas. Orochi hacía presión en querer que pronto naciera el cachorro. 

Inesperadamente, un día, el hijo del líder anuncio que se casaría. Todos creyeron que sería una bendición pues Yamata no orochi, la deidad serpiente, exigía y amenazaba con quitarles sus dones si no se le entregaba el cachorro prometido.

 Cuando finalmente el joven alfa presentó a su prometida ante el clan, todos estos sintieron sus cuerpos congelarse. Si bien era hermosa, ella no era parte del clan, era una extranjera de cabellos negros y ojos dorados. El joven la había conocida en una misión, ella era una de las siervas omegas de la princesa del castillo al que él debía de destruir.

Aun así la anciana convocó a Orochi para que diera su venia o negara la elección. Sorprendentemente, la gran serpiente estaba complacida con la futura madre escogida.

El matrimonio fue una celebración pomposa pues contaba con la venia de la deidad. Sin embargo, por dentro la mayoría de los miembros del clan guardaba cierto resentimiento y no creían justos que la madre del futuro contenedor fuera una extranjera. Aún peor, que el gran Yamata no Orochi fuera contenido por un  cachorro producto de una unión así.

 La pareja siendo jóvenes apasionados concibieron un cachorro pronto: un bebe con orejas felinas al aire y cola negra esponjosa de cabellos negros tan oscuros como la noche misma, sus ojos eran amarillos brillantes, casi como si hubiera recibido la bendición anticipada de Yamata no Orochi. La deidad dio su reconocimiento en la pequeña criatura la cual fue bautizada por este mismo como Orochimaru por ser el próximo contendedor de Yamata no Orochi.

 

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—Aparentemente no tuve que intervenir. —Comentó relajado Orochimaru alzando su copa de sake hacia los Uchiha presentes.

En el salón de los aposentos de Sasuke se habían reunido sus padres, Itachi y Sai junto a él. Orochimaru parecía leer sus propios planes, por lo cual era hora de dejar clara su posición a totalidad. Había pasado demasiado tiempo sin hablar claramente. Para ese momento, los Uchiha necesitaban saber si estaba de su lado o no.

— ¿Pensabas envenenar al cachorro de Hinata de igual forma verdad?—Intervino Itachi observando analíticamente al general.

Era evidente para todos los presentes que Itachi no se sentía conforme con una idea tan baja. Estaba de acuerdo que su misión requería de muchos sacrificios, incluso algunos injustos; pero el asesinar premeditadamente a un cachorro le era demasiado pesado de cargar.

—Solo si ello intervenía con vuestros planes—Se excusó con simpleza Orochimaru.

Fugaku simplemente desvío la mirada un poco avergonzado y abrumada por la frialdad del general omega sobre un tema complejo de definir. No se hacía el inocente, pero no era fácil planear la muerte de una criatura deseada no nacida. Por otro lado, los ojos amarillos del general le causaban escalofríos como ningún otro omega o alfa lo había hecho. Quizás era porque daban la sensación de poder acceder a los pensamientos más profundos y oscuros.

— ¿No me digan que no lo pensaron? —Continuó Orochimaru en un murmuro mientras alzaba más su copa. —Te creo muy capaz de todo, Fugaku.

—Lo meditamos…sí, lo creímos posible—Suspiró finalmente derrotado ante la mirada del general.

—De igual forma... ¿vas acabar con todos ellos, verdad?—Preguntó el general como si quisiera cerciorarse de que tenían la voluntad de cumplir con ello.

Esta vez Fugaku alzó la mirada y enfrentó a la del omega sin ninguna duda en sus ojos.

—Lo haremos.

El general omega sonrío ampliamente complacido. En todo su rostro tenía dibujado el placer que les inspiraba saber que los Uchiha tenían el objetivo de acabar con la Alianza.

—Aunque lo que dije fue verdad. —Comentó con un tono más conciliador. —Hinata con o sin mi ayuda iba a  perder a ese cachorro. Como todos aquí sabemos, Naruto-kun posee a la bestia de nueve colas. Una omega cualquiera no podría concebir tan fácilmente, menos cuando Naruto no puede controlar su poder  en estos momentos.

Los Uchiha se miraron entre sí, discutiendo silenciosamente algunas cuestiones. A Orochimaru no le causaba molestia. Si iban a ser aliados, de ambos lados tendrían que estar de acuerdo. Ya no podía haber medias tintas o avanzaban como completos aliados o no.

— ¿Por qué estás tan dispuesto a ayudarnos? El clan Namikaze ha sido tu familia. —Intervino Fugaku.

Los Uchiha sabían que Orochimaru realmente quería ayudarlos, pero no entendía el porqué de tanto odio hacia quienes le habían protegido. ¿En verdad no sentía nada al buscar su destrucción? Aunque tuvieran al certeza de las metas de Orochimaru, conocer por qué quizás les haría entender al general, pero sobre todo anticiparse de su las razones eran lo suficientemente fuertes como para que al final Orochimaru no se arrepienta e intervenga en su contra.

Ante la pregunta, el general comprendió que debía de decir parte de la verdad. Fugaku era sumamente observador, pero Itachi lo era aún más, casi podía sentir que su poder de análisis se comparaba al suyo propio o incluso que llegaría a sobrepasarlo.

Apuró una copa de sake, sintió el trago descender por su garganta sin causarle daño alguno. Pero cuando cerró los ojos, la rabia de sus recuerdos pasados le aceleró el corazón y quemó el estómago, hizo que el licor fungiera como un azote a todo su sistema.

—No es esencialmente odio, Fugaku, aunque hay parte de eso. Es más bien una protección. Ser previsor…El padre de Minato se aleó  al padre de Tsunade, y arrasaron con mi clan. — Soltó las palabras con seriedad— Y no es esencialmente por ello... sino porque si se enteran que cometí algo después de ello… créeme, no existirá piedad para mí.

Aquella vaga  respuesta sorprendió a los presentes, pero no les dejó satisfechos. Necesitaban mucho más que ello para estar tranquilos.

—Requieres protección. —Intervino Itachi, enfocando su mirada a los ojos del general, quien desvío la mirada levemente—No parece que realmente te duela la muerte de tu clan a totalidad… es por personas específicas. — El omega no dejó de observarlo detenidamente—Hay algo más, Orochimaru, algo que es importante. Tú eres de un clan shinobi, un clan de mercenarios, uno antiguo e importante.

El rostro de Orochimaru se tensó, su mirada pareció endurecerse y tornarse más oscura. Se sintió descubierto e incómodo al tener que recordar por todo lo que había pasado, de todo lo que había huido; sin embargo, poco a poco, dibujó una sonrisa victoriosa.

—Al igual que ustedes ¿no?—Inquirió sabiéndose superior. —Tienen toda la forma de actuar que un clan shinobi y no un clan guerrero. A nosotros…—Comentó señalando a los Uchiha para luego señalarse a sí mismo—…no nos importan los códigos éticos, no respetamos las leyes de los orgullosos y opulentos clanes como el Namikaze, nosotros actuamos por nuestro propio bien.

—Asociamos a que nuestra causa es pura, pero en realidad solo protegemos a los nuestros. Tú te estas protegiendo a ti mismo. O quizás estas protegiendo a alguien más. ¿Cuántos enemigos tienes, Orochimaru?—Le cuestionó Itachi.

Orochimaru desvío la mirada, sintiéndose descubierto. Se sintió rodeado por la mirada de los Uchiha, estas eran realmente como la de una pantera cerca de su presa. Le intimidaba y fascinaba al mismo tiempo. Debía de aceptar que le gustaban los ojos de los pelinegros panteras.

—No se imaginan cuantos. —Respondió intentando mantenerse calmado—Yo no tengo un hogar que defender.

Itachi supo que era momento de develar lo que habían descubierto sobre el origen del general omega. Durante estos meses no se habían quedado quietos, dejándose descubrir por Orochimaru sin que ellos también lo analizasen.

—Tu clan es el famoso clan de la serpiente blanca. Todos los datos que hemos obtenidos de ti lo dicen. Pero has pasado desapercibido porque no tienes el cabello blanco de ellos. Si bien es un clan que fue masacrado por la alianza Namikaze-Senju hace muchos años. Se dice que aún hay miembros vivos. ¿Por qué no regresar con ellos?

La mirada de Orochimaru pasó a cada miembro del clan. Si quería la mutua cooperación tenía que quedar como iguales. Para nadie pasó desapercibido la forma en que sus puños se cerraron con fuerza.

— ¿Cómo han obtenido tanta información? —Preguntó evitando responder aquella pregunta dolorosa.

Fue Mikoto quien sonrío de una manera dulcemente peligrosa lo cual causó un estremecimiento en la piel del general.

—Soy una Miko—Respondió con su amable voz la omega— Mi clan ha sido espías por años desde Madara-sama. Los ninja no somos especialmente gregarios. Desde que Madara-sama instaló este nuevo sistema de vida, hemos tenido que estar atentos a que ninguno se dé cuenta de nosotros: el caído clan guerrero y pacífico Uchiha era un clan mercenario. Tu clan existió por muchos años antes que nosotros, inclusive. Nunca nos cruzamos ni intervinimos en vuestras misiones pues teníamos dato que eran protegidos por una deidad. Sin embargo, un día simplemente desaparecieron. Se murmuró mucho. Pero luego obtuvimos datos de que habían regresado. Tus conocimientos y habilidades te delatan.

El mutismo en general era sorprendente. Nadie podía creer que alguien como Mikoto podría terminar callándolo.

—Un shinobi siempre reconoce las mañas de otro ¿eh?—Respondió en un susurró Orochimaru satisfecho y golpeado en el orgullo a partes iguales.

— ¿No fue así como sospechaste de nosotros? —Le devolvió Mikoto.

El general finalmente sonrió complacido por encontrar a un grupo tan parecido a sí mismo. Se sentía cómodo con ellos, a pesar de que estaban analizándose constantemente, buscando sus puntos débiles, pero era algo que como ninjas no podían dejar de hacer.

—Exactamente, querida. Desde el principio me parecieron muy interesantes. Pero revisando vuestros registros, comparándolos con las noticias que teníamos sobre un clan felino de mercenarios. Uno que pocas veces se había dejado ver en misiones, que se decía provenía de un clan de la guerra por sus habilidades, fue que mis sospechas se hicieron más grandes. Y ahora las confirmo ¿Estamos a mano no?

Los otros felinos alzaron sus copas en respuesta. Ambos estaban atados por los secretos que tenían del otro. Sin embargo sabían que crecía una empatía en los afines. Si uno era descubierto, ahora el otro caería también.  Y ninguno quería saber cuánto odio sentía Minato por la traición. Estaban enredados, incluso podía decirse que finalmente sus futuros se habían entrelazado. Solo quedaba la unión por la sobrevivencia mutua.

—Entonces, Orochimaru, dime ¿Qué deseas de nosotros? ¿Quieres un lugar en nuestro clan?—Preguntó Fugaku alzándose, intentando demostrar inconscientemente protección sobre sus omegas. Normalmente no sentiría esa sensación frente a otro omega, pero Orochimaru era inusual.

—Quiero su protección cuando salgamos de aquí. Mi clan me está buscando, se los admito. Pero no precisamente para darme una bienvenida.  No puedo usar a Minato o Jiraiya para protegerme o mantener aquí porque cuando descubran de dónde vengo y mis pecados, con seguridad no le temblará la mano para ejecutarme. A cambio obtienen toda mi sabiduría y mis habilidades.

—Entonces…tenemos un acuerdo—Habló Fugaku a nombre de su familia y de todo su clan. Las habilidades de Orochimaru eran valiosas. Y aunque no se lo hubieran confirmado, Fugaku estaba seguro que dentro de Orochimaru aún existían secretos, los cuales eran la razón del porque antiguos miembros de su clan lo buscaban y por qué Orochimaru no quería que ni Minato ni Jiraiya se enterasen.

Había aún muchos silencios entre ambos. Los Uchiha sabían que había más razones del odio de Orochimaru hacia la alianza y de su simpatía a ellos, pero no dijeron nada. Su instinto les dictaba que a pesar de lo misterioso del otro, este estaba de su parte por ahora. Itachi podía notar incluso un poco de desesperación en él. Quizás ligadas a que era un omega, un omega completamente solo.

 Por conversaciones que había sostenido con Minato, este estaba buscando entre todos sus generales al esposo ideal para el único general omega. Alguien como Orochimaru debía de tener un alfa conveniente para Minato y la Alianza.

Aun siendo un general, Orochimaru debía de acatar lo que Minato dijera, y si lo obligaban a ser mordido y no aceptaba podría ser acusado de traición Y si lo mordían a la fuerza podía olvidarse de su libertad en su total sentido. No solo porque sería un esposo sino porque podría ser capturado por su clan para el cual era un traidor aparentemente. ¿Qué tipo de sufrimientos Orochimaru había pasado?

El tiempo corría para este.  Su último celo, el cual había finalizado hace tan solo unos días, había sido casi un desastre. Se había aplicado un somnífero. Había tomado un menjunje que le había hecho disminuir su aroma. E incluso se había recluido en el sótano, en las cárceles del castillo, encerrándose sin permitir que alguien ingresase. Su segundo al mando y el más confiable de sus soldados, el beta Kabuto, había sido su guardián. Este había desplegado todo un séquito de soldados betas que lo protegieran. Así mismo por las afueras de la cárcel habían estado vigilando los alfas que había recogido, Juugo y Suigetsu con quienes compartía un lazo de maestro-alumno y que no podían verlo como una presa sexual.

Aún con todo ello, no se había podido evitar enfrentamientos. Algunos alfas mayores que no estaban emparejados o eran viudos habían querido aprovechar el momento. La presencia de dos alfas jóvenes como Juugo y Suigetsu no espantaba a viejos alfa desesperados por el aroma tan penetrante y exquisito de un omega en celo sin morder y sin un alfa a su lado. Ni Kabuto ni los soldados de este podían lograr espantarlos sin antes enfrentarse.

Los alfas nunca se habían atrevido a intentar tomar a Orochimaru pues la poderosa presencia de Jiraiya siempre les había alejado durante los celos de este. Todos tenían al certeza de que algún día Orochimaru le pertenecería al general alfa, pero luego del rompimiento, todos estaban al asecho de todo lo que el general omega representaba.

La pelea se dio, Juugo y Suigetsu se enfrentaron con fervor para defender a su maestro; sin embargo habían sido tres capitanes experimentados y fuertes, quienes tramposamente ordenaron a sus betas se abrieran paso contra los de Orochimaru.

Había sido todo un escándalo sin precedentes. Orochimaru no contaba con un alfa poderoso que lo protegiera con su aroma, aquello casi nunca sucedía en los estratos más altos. Los omegas siempre contaban con padres, alfas  o hermanos o hermanas alfa fuertes que los protegieran. Pero Orochimaru no contaba con una familia de sangre o enlazada. Si al menos contase con un cachorro, su aroma no sería tan atractivo.

Tanto fue el desorden que se armó que solo con la llegada del propio Minato quedó saldado. El líder molesto ordenó con su poderosa voz a los alfas ajenos a que sintieran vergüenza de  querer aprovechar de una situación desventajosa. Ante todos los curiosos ordenó que si deseaban a Orochimaru debían de pasar sobre él y por supuesto tener su venia.

Los viejos capitanes gruñeron fastidiados, pero al notar como el celeste de los ojos de Minato se oscurecía, tragaron seco, retirándose con una venia. “Esta orden es para todos. Orochimaru es mi general y ya que no cuenta con un alfa, me pertenece, yo le designaré uno apropiado. Si están interesados deben de tener mi permiso”.

Cuando Orochimaru despertó, Kabuto tuvo que informarle de todo. Aquello causó una vergüenza terrible en Orochimaru. Acudió a Minato para disculparse y agradecer su intervención. Sin embargo este le insinuó claramente que era su culpa por no aceptar los afectos de su padrino, instándole nuevamente a recapacitar y aceptar a Jiraiya. Cuando nuevamente se negó, Minato se puso de pie furioso, salió gritando que entonces debía de aceptar a quien él le designara.

—Orochimaru-sama—Intervino Itachi recordando los problemas que tenía el general—Creo que deberíamos encontrarle un prometido para que Minato-san se calme.

— ¿Qué tienes en mente?—Preguntó el mayor con una sonrisa cómplice.

 

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Había pasado algunos días desde la reunión entre Orochimaru y los Uchiha. Ambos  se habían puesto de acuerdo entre las pruebas que tenían, los futuros planes y todo lo que necesitaban. Se entendían, y para ambos era importante no perder más tiempo.

Mientras ellos maquinaban como proceder, los Hyuga, muy aparte de Hanabi, quien meditaba como sería su ataque contra Minato, la corte del clan Hyuga se mantenía silenciosa. Que Hinata perdiera a su cachorro había significado una perdida para todo el clan, un retroceso y una inseguridad por su futuro.

Era tal el silencio que una respiración profunda era fácilmente escuchada de un salón a otro. Todos, por respeto, no se  atrevían a celebrar cumpleaños o cualquier festejo. Cuando antes las fiestas de té, los entrenamientos, los omegas orgullos se paseaban con sus kimonos de seda por todos los recintos, desde aquel funesto suceso todos guardaban penitencia en sus propias habitaciones, dedicándose a artes más prudentes. Incluso los guerreros más avezados no se atrevían a presentarse ante Hiashi, quien tenía el rostro tatuado de amargura y decepción.

Por otro lado, los omegas más cercanos a Hinata lloraban; otros más egoístas se preocupaban por sus futuros. No deseaban ser tachados de infértiles como su señora. Y es que no importaba que el general Orochimaru haya exculpado la debilidad de Hinata. Ante los alfas, siempre sería culpa del omega y solo de este el no poder quedar preñado.

Lo único que mantenía cierta esperanza en el corazón de los Hyuga y principalmente de Hiashi era que Naruto se había mantenido al lado de la omega por estas oscuras semanas. No se había separado de ella, atendiéndola cuando otro alfa no lo haría. Naruto se había vuelto el rayo de luz de todos los Hyuga de la corte.

El rubio solo se marchaba cuando tenía deberes muy urgentes, ya ni siquiera asistía a las reuniones de su padre o el consejo, pero tampoco cumplía con su deber de visitar a su segundo esposo preñado lo cual le trajo de consecuencia que su padre mandase amonestaciones. Se había abandonado a la tristeza la que ella le arrastraba. Culpas y remordimientos que solo podía calmar estando a su lado.

Sin embargo había alguien que estaba mucho más furioso que el propio Minato por la debilidad de su hijo y ese era Kurama, quien internamente se desesperaba contando el tiempo humano que corría sin parar. Él sabía que su “hembra” era fuerte, que era el indicado para tener a sus cachorros; pero también sabía que este iba a necesitar tenerlo cerca, que le brindara su energía para que el cachorro no empiece a absorber la del gestante.

Esa noche en que nuevamente. Naruto lo arrastraba a oír los llantos de aquella omega, estaba decidido a que poseería al alfa para poder ir a ver a Sasuke.

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Estaba calmado, el cachorro que llevaba adentro crecía  adecuadamente según su madre y Orochimaru. Sin embargo, Sasuke sentía que este comenzaba a absorber  su energía pues se sentía más cansado, deteniendo sus entrenamientos y entretenimientos, condenándolo tomar siestas en su lecho por las tardes y a echarse a dormir más temprano que los demás.

No sintió gana alguna de aportar en la tensa discusión entre Orochimaru y su familia, pero presto atención así como Sai lo hizo. Se sentía de alguna manera inútil. Solo podía darles soporte hasta que el cachorro naciera, no podían ponerle en riesgo bajo ningún motivo. El cachorrito que llevaba era importante. Si lo perdía, no tenía la certeza de poder volver a quedar preñado y aunque lo hiciera, sería demasiado tarde en muchos aspectos. Y aunque lo negase, internamente había comenzado a desear que sea el cachorro que en ese momento llevaba el que naciera.

Ya contaba con cuatro meses. La espera de alguna manera empezaba a impacientarlo. Una curiosidad dentro de él se encendía poco a poco. La clásica pregunta de ¿Cómo sería? ¿Se parecería más a Naruto o a él? ¿O quizás sacaría de alguno de sus padres o abuelos?

Así también había comenzado a sentir algo diferente. No solo era el conocimiento de que había alguien ahí, o que su pantera le transmitiera esa sensación, sino que sentía una especie de burbujeo dentro. Y vergonzosamente comenzaba tener favoritismo entre las comidas. Era como si ese pequeño ser le manifestara que le gustaba y que no. Se hacía presente ante él de aquella singular manera.

Cosas tan comunes como comer un poco de Castella le producía una sensación de placer sin igual. A él no le gustaban los dulces antes de quedar preñado, a quien le habían gustado siempre había sido a Itachi. Este, al ver que su hermanito lo pedía a sus cocineros, no pudo sino burlarse del pequeño felino, quien casi quiso arrancarle una oreja por tal ofensa.

Sin embargo fue el mismo Itachi, quien se acercó, le abrazó por la cintura y beso su vientre ya algo elevado. “Come mucha Castella y crece fuerte, sobrinito” le había dicho con un tono maternal que hizo que Sasuke se sonrojara de vergüenza. Quiso separarse pero se dio cuenta que su pantera interior había querido ello. Un abrazo cariñoso, que alguien más tratara al cachorro en su interior como parte de su familia.

Sasuke bajó su mano por debajo de su kimono, tanteando la piel que empezaba a  tensarse ligeramente por el crecimiento del cachorro. Sintió un enorme alivio cuando se dio cuenta que todo se encontraba bien dentro. Pero inmediatamente frunció el ceño molesto por aquel acto cursi. Alejó su mano y se impidió tocarse en aquella zona nuevamente.

—No deberías de torturarte con eso ¿Por qué simplemente no te permites amarlo?

Aquella voz ronca que le erizaba los bellos de la piel era sin duda de Kurama. Y tal como lo supuso, aquel ser se coló en sus aposentos, en su habitación. No sintió miedo, sino un gran alivio le sobrecogió instintivamente. Su pantera se sintió protegida, como si hubiera estado alerta todo este tiempo pero que ahora podría dejarle la pesada carga protectora a su alfa, al padre del cachorro.

—Kurama ¿Cómo?

Kurama en el cuerpo de Naruto tenía puesto solo una yukata de dormir, por debajo de esta se veía como las colas de zorro se arrastraban. Sus dos largas orejas se movían de forma tan atrayente. Su rostro macizo se veía relajado. Pero sin duda eran sus increíbles ojos rojos los que lograban estremecerlo.

—Tome posesión del mocoso cuando dormía.

Sasuke se removió, sin poder evitarlo movió su cola como si invitara silenciosamente a Kurama a recostarse a su lado. Por supuesto, el zorro de nueve colas no rechazó la oferta. Se apresuró hasta su lado y se sentó a su lado. La mirada profunda le carcomió de calor. Pero nada  se comparó cuando su mano con largas garras tocó con suavidad su vientre.

Kurama envolvió con su brazo libre la cintura de Sasuke, quien sin poder evitarlo se encogió sobre sí mismo. No pudo evitar que su pantera ronroneara complacida por la atención. De pronto la energía de Kurama comenzaba a trasladarse hacia donde el cachorro crecía. El felino dentro del azabache hizo que Sasuke nuevamente ronroneara sintiéndose fuerte de nuevo. Sin poder evitarlo rozó con sus orejas el mentón de Kurama como si de esa manera agradeciera el gesto, le fascinaba sentirse tan envuelto del poder del zorro de nueve colas.

—Naruto es un idiota por perderse esto.

El omega se dejó recostar de lado mientras Naruto-Kurama acariciaba su vientre, apoyado sobre sus rodillas en un costado de su lecho.

— ¿Estaba con Hinata, verdad?—Preguntó pudiendo notar el suave aroma de ella en la piel de Naruto.

Kurama gruñó, comprobándole su suposición.

—Naruto está de luto por su cachorro. —Aclaró Kurama—Pero yo no voy a quedarme sin visitar al mío por ese. —Respondió dándole una leve caricia en la cadera con su mano libre.

Sasuke podía sentir que parte de él se sentía dolida por la respuesta y a la vez un poco de culpa por Hinata también broto.

—No necesitas sentirte culpable. Mi poder es demasiado para ella. Y no la deseo como madre de mi cachorro. Me prometieron un Uchiha y es lo que tendré. —Respondió apresándolo con sus brazos, recostados lado a lado

— ¿Te prometieron?—Preguntó intrigado Sasuke.

—Olvídalo. No es importante. Vamos a tener a nuestro cachorro. Y ni siquiera Naruto lo va a impedir. Sin embargo, es su sangre también. Lo vas a necesitar y se me haría más fácil cuidarte, así que voy a esconder la energía del cachorro que proviene de mí; para que  Naruto solo pueda sentir su esencia en ti. De esa manera su instinto de alfa actuará.

Sasuke se dejó arropar desde atrás por Kurama. Era orgulloso y normalmente rechazaría un trato así, pero también era un felino al cual le gustaban los mimos y sentirse confortado. No podía dejar de soltar soniditos guturales de complacencia.

— ¿Fue porque te sintió que rechazó a mi cachorro?—Pregunto sin darse cuenta que lo había nombrado como suyo.

Kurama sonrío ante tal gesto, puso su mentó nuevamente sobre las orejas de Sasuke.

—Fue por ello. Su alfa interno le advirtió el poder que este cachorro va a tener. Pero si escondo mi esencia, no sentirá ese repelús natural.

El nueve colas  terminó de darle su energía, Sasuke suspiró con deleite. Se removió sobre su lecho; pero Kurama tomó su mano y entrelazó sus dedos, guiándolo hasta su vientre hinchado. Sasuke abrió los ojos, había sentido una pequeño ola en este.

—Ves. Ya se mueve, ya te reconoce como su padre omega. Solo falta que tú lo hagas. Te lo juro, Sasuke, nadie va a arrebatártelo, va a ser fuerte, va a protegerte...

—No…yo lo protegeré—Dijo finalmente cerrando sus ojos, abandonándose ante aquella sensación de movimiento de su cachorro, sonrío débilmente antes de quedar profundamente dormido.

El zorro se deleitó observando sus facciones tranquilas. Lo deseaba, quisiera poseerlo, satisfacer su lujuria con su cuerpo, pero debía dejarlo descansar. Se agachó hasta que su lengua pudo saborear la piel del cuello de Sasuke. Y luego enterró su nariz en medio de aquellas dos orejitas felinas, aspiró con gusto el aroma a jazmín y láctico de su omega. Después de ello, cuidando de no despertarlo abandonó la habitación. No quería que Naruto se diera cuenta que lo había poseído y menos que se había encontrado con Sasuke.

 

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— ¿Qué piensas hacer con los Hyuga?—Preguntó Makoto observando fijamente a su ex yerno.

Tsunade, Orochimaru y Jiraiya, también estaban presentes alrededor de ellos. Cuando tenían ese tipo de almuerzos era un momento muy tenso. Cada general preferiría comer por su cuenta, con su familia, amigos o compañeros. La comida no sabía de la misma manera cuando era compartida por la élite más alta de la alianza.

Y aunque el general omega también sentía lo mismo (preferiría almorzar en soledad o con su gente) sabía que era necesario, no solo por su deber, sino para sus planes junto a los Uchiha.  Eran un buen momento para sacar el tema a relucir.  Aunque Makoto, el líder de los Uzumaki, no fuera de su agrado, puesto que  la animadversión era mutua, era el indicado para los siguientes pasos, después de todo este aún seguía resentido porque su sobrino, Naruto, no haya sido casado con un omega de su clan.

 Hace años, Makoto y Nagato habían manifestado su descontento con el matrimonio de Naruto y Hinata; sobre todo para ser una primera esposa.  Antes había pensado que ellos solo hicieron esas declaraciones porque no les favorecía como clan, pero  ahora el general omega lo entendía: Makoto era el líder del clan y aunque Minato no consideraba las opiniones de Nagato por ser omega, este era parte de la élite sacerdotal de los Uzumaki; con seguridad ambos habían estado involucrados en sellar a Kurama. Ellos habían sabido que aquel matrimonio sería un total fracaso.

Además,  seguramente eran quienes sabían cómo liberar el sello. Por ello contaba con poder sacarle esa información a Karin en un tiempo cercano. Y es que aunque Kurama quisiera ir hacia el cachorro de Sasuke, el sello lo mantenía atado a Naruto.

—No lo sé, Makoto. —Respondió con brusquedad el gran líder.

A Minato le desagradaba ser cuestionado; mucho más por Makoto.

—Siempre te dije que esa omega no era para Naruto. Un clan derrotado, que tontería nombrarla primera esposa. —Siseó mostrando su ceño fruncido, de su garganta brotaba graves gruñidos— La hubieras dejado como concubina o tercera esposa de tu hijo.

— ¡No tienes que repetírmelo! ¿Cómo iba suponer que no podría tener un cachorro? Es una omega es su función básica—Se defendió Minato, hasta que su mirada se cruzó con Orochimaru—Mis disculpas, Orochimaru-sama. Pero usted comprende.

—No te preocupes, Minato. —Respondió sereno, acostumbrado a presenciar ofensas hacia los omegas. Su vida se había dado con alfas alrededor. Ser un general omega no había agradado a ningún general alfa al principio. Y a pesar de ofenderlo como general, las propuestas de ser amante, consorte o de compartir el lecho nunca le habían faltado, aun con Jiraiya a su lado. 

—Eres deplorable como alfa líder si te disculpas con un omega—Fue al ataque Makoto, observando a Orochimaru con una mirada llena de ira. A su lado Jiraiya suspiro pesado. Tsunade detuvo a Jiraiya de abrir la boca. Ya no le correspondía defender a Orochimaru. Para el mundo, Orochimaru era nuevamente un omega libre, un blanco al cual podían insultar sin ofender a ningún alfa, que eran quienes contaban, quienes tenían honra y orgullo.

Pero Orochimaru era calmado y no perdía los estribos, incluso aquellos comentarios se los tomaba con gracia. Lo irascible de Makoto, él lo aprovecharía para los fines de los Uchiha y en consecuencia los suyos.

—Makoto, puede que tengas razón, pero los omegas, a veces en sus inútiles conversaciones, sueltan información interesante ¿No es así Tsunade?

La alfa parecía insegura. Ella le había consultado una información, más bien un chisme que Orochimaru planeaba utilizar para sacar el tema a colación. Daba gracias a qué los alfas normalmente menosprecian lo que provenga de los omegas o que estos puedan resultar útiles aparte de parir y ser cuerpos de deseo.

—Se lo comenté a Orochimaru, lo creí importante y al parecer mi sentido era verdadero—Inició enfrentando su mirada al del omega, mientras alzaba su voz firmemente como toda una alfa. —Dan…

— ¡Otro alfa que se deja manipular por omegas!—Cortó Makoto golpeando el suelo de tatami.

Sin embargo Tsunade hizo gala de su abrumadora fuerza golpeando el suelo, sus ojos brillantes intimidaron a Makoto quien guardo prudente silencio. El aura portentosa de Tsunade trasmitía una vigorosidad física inigualable, después de todo, era una de las más fuertes en el campo de batalla. Además, no iba a permitir que alguien insultase  a su omega.

—Mi Dan no me hubiera comentado tonterías. Pero esto fue importante, se le escapó a un omega Hyuga bastante tomado. Se quejó de que su esposo se marchaba muy seguido de sus aposentos.

—Eso no dice nada—Nuevamente Makoto cortó.

—No es solo eso. Se quejó de que muchas veces era convocado por Hanabi Hyuga. Exactamente dijo: “Mi esposo seguramente ya no me quiere. Cada semana se marcha de mis aposentos con la excusa de que Hanabi-sama lo convoca. Voy a quejarme con ella, no pueden quitármelo en mis celos.

—Podría ser mentira—Respondió Minato sintiendo su corazón presionado por un sentimiento particular pero familiar: él conocía bien el sabor de una mentira y del cercano traidor, estos eran era iguales a la sensación que tenía en su boca. Sin embargo quería tener mayor certeza. No podía concluir nada con solo aquellos comentarios.

—Lo sé, por eso le pedí a Dan que reuniera a los omegas de los generales Hyuga mas importantes. Y tres de ellos se quejaron de lo mismo.

El general omega saboreaba los rostros sorprendidos y confusos de todos. Tsunade le había consultado antes de que los Uchiha le dieran las pruebas, había decidido tomarlo con cuidado pues tenía sus propios problemas. Pero los Uchiha habían recolectado tantas pruebas que le evitaron todo el trabajo. Solo tuvo que enviar a Kabuto a confirmarlo. Por suerte, su nombre aún tenía la autoridad para que sus soldados y espías salieran según como él quisiera del castillo. Lo que supuestamente no podían Hanabi ni sus hombres.

—Yo autorice solo una salida hace poco—Intervino Minato.

—Justamente, Minato, fueron cuatro alfas que se reportaron enfermos cuando se les requirió. Y además, son los mismos que tienen numerosos retrasos cuando deben de regresar del astillo Hyuga.

El líder sintió un presentimiento susurrarle al oído. Su cuerpo se estremeció, casi lo tenía enfrente ¿Si generales importantes habían escapado de su mirada? ¿Cuántos soldados que no tenían nombre podrían haber hecho lo mismo? La ira quemándole hasta los huesos le llenó.

—Pero en la puerta tiene dicho que está prohibido que cualquier miembro del clan Hyuga o Uchiha salga sin mi sello. —Gruñó el rubio.

—Entonces lo están falsificando, Minato—Finalizó Jiraiya con recelo. Ver a su alumno temblar ante una traición inminente le era amargo. Después de todo, los enemigos de Minato, eran los suyos, no importaba de quien se tratase.

—Minato…—Intervino Orochimaru con voz calmada —Mandé a mis espías al castillo Hyuga. Y está casi vacío. Casi no hay alfa entrenando ni betas.

— ¿Qué quieres decir...?—Minato se obligó a calmarse a pesar de que su animal interno gruñía de ira.

Orochimaru se aceró al menor y le tendió numerosos pergaminos salidos del castillo Hyuga para estos hombres. En los cuales les pedían ir a una zona en especificado. Además en otras podía transmitirse las informaciones sobre los tributos en alimentos y oro  que le eran anunciado a Hiashi. Así mismo,  cartas de Hiashi exigiendo que manden lo pedido. Y otras solicitando  la presencia de Hanabi

—Hiashi lo sabe…—susurró Minato.

—No está totalmente enterado, quizás lo presienta; es su padre, después de todo. —Continuó con singular tranquilidad el general omega. —  Supongo que quiso solucionarlo por él mismo.

— ¡No puedo creerlo!—exclamó Makoto —Los trataste como si fueran nuestros iguales y así te la han pagado. ¿No es evidente que esos generales están confabulando en nuestra  contra? Nunca debiste tratarlos con cordialidad, menos casar a esa inútil con el heredero.

El líder sorprendió a los presentes, poniéndose  de pie; sus cabellos rubios cubrían parte de sus ojos, pero su errático respirar era audible.  La furia estaba sobrepasándole, lo cual era natural en  un alfa de su linaje y posición.

—Después de lo dicho por el omega de Tsunade y por estas cartas, mandé a Kabuto a infiltrarse en territorio Hyuga. Y… hay una pequeña villa donde se reúnen estos generales.

— ¿Hanabi Hyuga también?—Preguntó Minato con su voz mucha más gruesa de lo usual, incluso guardaba un matiz bastante animal.

Orochimaru saboreó anticipadamente. Aunque en apariencia se veía tan serio como profesional, abocado a ser un fiel servidor de Minato.

—Sí

Minato pateó su fuente de comida. Era normalmente estable, pero sentirse traicionado era algo doloroso. Miles de agujas quemantes presionaron su cabeza queriéndole arrastrar a la ceguera de furia de un alfa. Era un líder, debía de ser inteligente y frío, pero en aquellos casos el animal interno buscaba encargarse por sus propios medios de los problemas.

— ¡Lo sabía! Siempre supe que esa cría cuando despertara como alfa iba a querer vengarse. —Refunfuñó Minato, intentando controlarse, sintió como sus encías reventaban para dejar salir sus colmillos, así como sus uñas se hicieron más largas y filosas.

— ¿Vengarse de qué? Tratamos a su hermana como una princesa, respetamos su linaje, Hanabi recibió entrenamiento de noble. Ellos ya nos habían traicionado y aun así admitiste sus pautas. —Exclamó nada feliz Makoto.

Orochimaru veía venir el final previsto. Le era difícil contener su sonrisa, pero se mostró tan impasible como podía. Sin embargo, Jiraiya notó ese brillo singular en los ojos de Orochimaru. El general Jiraiya había pasado muchos años observando a su ex amante, por lo cual esos pequeños gestos que no significaban nada para todos los demás, para él eran perceptibles.

—Cálmate, Minato—Hizo su presencia más fuerte, Tsunade—A mí también me llenó de ira cuando tuve mis sospechas. Más cuando según tu contador nos ha comentado, los Hyuga han estado pidiendo que les disminuyan su cuota.

El alfa líder se sentó nuevamente sobre sus piernas, apoyó sus manos en sus muslos, enderezando su traje dorado.

—Orochimaru-sama…—Llamó con firmeza. — Estoy seguro que tiene un plan—Pidió ansioso con los ojos brillantes.

El pelinegro sonrió suavemente. El brillo fiero en los ojos de Minato era sin duda atemorizante para muchos, incluso alfas. Pero Orochimaru aceptaba que haberlo conocido tan joven tenía sus ventajas.

—Escuche que Naruto no ha asistido a ninguna reunión desde hace semanas por acompañar a su esposa.

—No me lo recuerde—Chasqueó Minato decepcionado de su hijo.

—Tu hijo es demasiado débil. Mi hermana te entrego un cachorro fuerte, pero no lo criaste como debió—Rezongó Makoto, a quien habían mantenido bastante lejos del niño. Si Minato había permitido que Nagato y Konan se ocuparan de su hijo fue porque eran omegas de su primo. Pero a Makoto siempre lo había mantenido lejos de su hijo.

—Creo que Naruto solo necesita decepcionarse del clan de su esposa.—Comentó Orochimaru.

— ¿A qué te refieres Orochimaru?—preguntó agresivo Jiraiya.

El omega general supo que su ex amante le analizaba constantemente lo cual le puso un poco nervioso..

—Minato, quiero que si tengo éxito en atrapar a los Hyuga justamente en el momento de traición, me concedas escoger a mi esposo.

Minato giro levemente su mirada hacia su padrino y suspiró. Era extraño ver a Orochimaru con la cabeza gacha. Desde muy joven lo había visto como un omega bastante inusual así que de alguna manera le llegó la ansiedad del cuerpo de este. A pesar de que Orochimaru era un gran general, Minato entendió que el encontrar pareja seguramente le causaba estrés. Su padrino le había pedido ser quien escoja al marido de Orochimaru, Minato siendo un alfa entendió el porqué: aunque el general omega no haya recibido su marca, a Jiraiya le costaba asimilar que no sería suyo, ese sentido de posesividad seguramente le llevaría escogerle un marido que pueda manipular.

— ¿Tiene algún candidato?—Preguntó rápidamente.

—Si—Se limitó a contestar Orochimaru.

El gran líder abrió sus ojos sorprendidos al igual que Jiraiya. ¿Habría rechazado a Jiraiya porque ya había caído en el cortejo de otro alfa?, fue lo que se preguntaron Jiraiya y Minato.

— ¿De quién se trata? Sabe que estuve decepcionado de tu último celo. Debe ser alguien que yo crea, este a su altura. —Indicó el gran líder.

—No va a decepcionarte, Minato. Por supuesto deberá ser aprobado por ti.

Minato resopló. Su nuca empezaba a quemar por  todo el estrés que acumulaba. El tema del esposo de Orochimaru era importante, pero si al menos podía desligarse de ello, le resultaría menos estresante.

Jiraiya golpeó el tatami con su puño, e incluso le pareció a Minato, que este iba a  levantarse. Por ello, el líder  alzó su mano y le dirigió una mirada amenazante: No iba a soportar más intervenciones.

—Habla, Orochimaru ¿Cómo los atraparemos de tal manera que no quede duda?

Todos los alfa presentes se mantuvieron callados, esperando su plan. Cada uno con diferentes miradas. Jiraiya tan ansioso y teniendo que morderse la lengua para no hacer mil pregunta sobre aquel alfa que quería cortejar a quien fue suyo. Makoto frunciendo el ceño pero supremamente atento. Tsunade con una pisca de orgullo pero también enfurecida por la traición y  finalmente Minato ansioso pero confiado en Orochimaru.

—Voy a necesitar de los Uchiha, Minato...

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Makoto caminaba lentamente hacia sus aposentos. Tenía mucho que hacer desde aquel momento en adelante. Su situación sabía no era la mejor. Él era el líder de clan Uzumaki por derecho, pero, Minato se había tomado la atribución de nombrar a a Yahiko “protector de los Uzumaki”. No desconfiaba que Yahiko protegiera a Nagato y sus descendientes de cualquier peligro, eran alfa y omega destino. Sin embargo,  sabía que los intereses de los Namikaze estaban por sobre los Uzumaki. Sin dudarlo, Yahiko defendería a su clan por encima del clan de su omega.

Por otro lado, agradecía que Nagato no le haya confesado a Yahiko la verdad sobre Naruto. El omega pelirrojo pertenecía a la casta sacerdotal y fue quien dirigió el sellado del nueve colas en Naruto. Por ello se opuso también al matrimonio de este con Hinata. Sin embargo, gracias al lazo de pertenencia con Yahiko, Makoto no se sentía seguro de que llegado el momento, Nagato prefiera su marido, su alfa enlazado por sobre el clan. Aquello era una preocupación compartida por los sacerdotes y los ancianos del clan Uzumaki. Makoto debía de hallar un nuevo contenedor y preguntar a Nagato en su opinión sobre cuánto tiempo más Naruto duraría como recipiente del nueve colas. Proteger al mundo del Kyubi era la misión de todo miembro del clan de los zorros rojos.

El líder Uzumaki conocía la historia de su clan, fueron sus padres quienes intentaron liberar a Kurama para sus propios fines lo que terminó con la muerte de su madre y que su hermana Kushina se convirtiera en la contenedor. Los ancianos del clan, los sacerdotes aún tenían la esperanza de encontrar a aquel quien los dirija a conquistar el País del Fuego con la ayuda de Kurama, el contenedor ideal. Por su lado, Makoto solo quería mantener a su gente con bien, además de encontrar al cachorro que heredaría la misión de guardar a Kurama.

No había a quien confiarle la misión de ser sacerdote, de que herede las técnicas de sellado. Hace poco, había permitido que su sobrina Karin iniciase su entrenamiento puesto que su físico dictaba Uzumaki por todos lados, pero temía pues era un omega mestiza. No podía confiar totalmente en todo aquel que mantuviera lazos tan profundos por los Namikaze. Por ahora, no quedaba otra opción.

Para Makoto lo omegas eran seres que podían ser manipulados fácilmente, por ello no confiaba en otorgarles poder, pues el poder que obtienen termina perteneciendo al alfa al que están subordinados, tal como su hermana o Nagato. Minato se volvió muy cerrado desde la muerte de Kushina, tanto que no le permitían cruzar palabras demasiado tiempo con Nagato a pesar de pertenecer al mismo clan.

 

Por el momento, con Yahiko como “Protector del clan Uzumaki” y él como líder era como si el clan Uzumaki tuviera dos cabezas. Makoto estaba convencido  que dos cabezas siempre intentan vencer la una a la otra. Su población respetaba a Nagato por ser hijo de uno de los sacerdotes más importantes, pero desde su matrimonio con Yahiko, este pareció alejarlo de sus obligaciones, reemplazándolas por deberes maritales de omega. Lo cual ciertamente no alegró a nadie dentro del clan de los zorros.

Makoto no había prevenido que al entregar a su hermana y a su primo, ambos omegas, de alguna manera había entregado a su clan y sus secretos.

Dentro del clan Uzumaki el descontento era largo por la falta de evidente respeto a su líder natural. Por lo cual no obedecían directamente a Yahiko. Esa era la razón por la que Minato aún mantenía a Makoto como líder. Él lo sabía,  pero aquello terminaría cuando uno de los  hijos alfas de Yahiko y Nagato creciera y se pudiese convertir en el líder de los Uzumaki. Teniendo la sangre de Nagato no iría en contra de la tradición. Para ello no faltaba tanto, por lo que sus secretos quedarían expuestos a las ambiciones de Minato.

Ellos eran un clan antiguo, que no gustaba ciertas prácticas deshonrosas las que Minato recurría como tener un omega como general militar. Y aquello no solo era por ser un omega, era más porque se trataba de una figura singular. No solo era físicamente adiestrado como guerrero, sino que cuando lo había observado entrenar, su postura no era la propia de una familia guerrera sino de otras artes. Dominaba muy bien las armas tradicionales de un Bushi, pero Makoto sentía que ese aprendizaje no le implicaba un compromiso, sino que veía la katana como un arma más. No como ellos, para quienes   su espada era una parte importante de su cuerpo.

Sin embargo, Makoto sabía que Minato también tenía sus sospechas, pero los resultados eficaces de Orochimaru le nublaban el juicio, lo había hecho por años. Nadie podía negar que los métodos no honrosos ni propios de un guerrero que utilizaba Orochimaru habían dado resultados. Sin embargo, Makoto dudaba de que siempre fuera así. Si sus sospechas estaban fundadas, Orochimaru les iba a traicionar cuando le conviniera.

Aun así, no le era desconocido el poder que este omega tenía. Sus habilidades y sus numerosos soldados eran parte de su riqueza. Orochimaru hace muchos años pidió permiso para formar su propio grupo de “ninjas”. Al principio no fue escuchado, pero con el tiempo, Minato le concedióel permiso, pues a palabras de Orochimaru no suponían ningún riesgo si los criaba él mismo. Su grupo de espías, pues era lo que mayormente realizaban a lo largo de los años, había dado resultado en cada misión que se le había impuesto.

El omega los había recogido desde infantes. Por ese lazo tan fuerte, estos jóvenes respetaban y adoraban con su vida al general. Ellos representaban una fuerza a tomar en cuenta como aliados o enemigos. Por eso, quien poseyera a Orochimaru como suyo, obtendría el poder sobre todos sus soldados, espías y habilidades para utilizarlas en sus propios fines.

Makoto gruñó internamente. Había conversado con los ancianos del clan y estos le habían aconsejado pedir la mano de Orochimaru en matrimonio. Este era un poco mayor a él, pero aunque personalmente desconfiara de este, no era ciego, el general era atractivo, estaba en buena forma y no representaría ningún reto acostarse con él y engendrar. Incluido él, muchos fantaseaban con someterlo, soñaban como sería tenerlo en su lecho necesitado y sonrojado debido al celo. Como líder quería tener cachorros propios, si pudiera tenerlos con Orochimaru, estos serían validados por Minato y de esa manera cachorros de su crianza serían los próximos líderes de su clan, además que al marcar a Orochimaru este no podría ocultarle nada ni podría hacerle daño.

Todos sus planes se vieron arruinados cuando Minato accedió a dejar que Orochimaru decida. Aún no se daba por vencido con aquel tema. Cuando creyera que era el momento ideal, plantearía su pedido ante Minato. De alguna forma conseguiría que el general se convirtiera en su esposo.

Sus preocupaciones fueron cortadas de tajo cuando su segundo al mano, un beta de cabellos cobrizos le cortó el paso con una reverencia larga. Los betas eran criaturas tan leales y juiciosas, Makoto se asombraba de su lealtad y su esfuerzo. Aquel beta que tenía de segundo era más leal que muchos alfas ya que a veces entre alfas el instinto vence.

—Señor, le pido disculpas por interrumpir sus pensamientos—Inclinó más la cabeza.

—Debe ser algo importante ¿no es así?—Cuestionó paciente, confiado en que no se le había interrumpido por alguna trivialidad.

—Bueno... yo lo creí importante ya que usted dijo que cuando veamos al segundo esposo de su sobrino lo vigilemos...

Aquello era cierto: No podía acceder a las cámaras de ninguno de los esposos o amantes de Naruto o Minato, estas eran intocables para clanes fuera de los propios o visitas de omegas. Por lo cual les había ordenado a sus hombres permanecer atentos cuando este abandone sus estancias. Aquel chiquillo al que él también reconocía su belleza misteriosa junto a su hermano iba a elevar a su clan a donde nadie había esperado. Siendo todo lo que un alfa sueña de un omega habían alcanzado lo más grande. Les tenía simpatía pues eran jóvenes pero fuertes en la manera que un omega debía serlo. Makoto creía que realmente eran buenos omegas obedientes a su padre, lo que siempre le agradaba de los omegas.

Además, aquella criatura de ojos negros llevaba quizás al próximo contenedor. Al líder Uzumaki no se le escapaba ello. Aquel niño que estaba preñado podía ser su salvación, quien resuelva sus problemas, su deber como líder del clan Uzumaki. No había esperado mucho al principio, pero el jovencito se veía fuerte por lo que tuvo esperanzas. Siempre había mandado a vigilar con cuanto omega su sobrino se acostaba para saber si alguno había logrado preñarse, pero ninguno había terminado su embarazo. El líder pensó que quizás un Uchiha, por ser de uno de los clanes antiguos y aún conservar su naturaleza animal, podría engendrar satisfactoriamente. Hasta ahora el chiquillo parecía mostrar la fortaleza para ello.

– ¿Qué sucedió con él?—Preguntó interesado.

—El joven está dormido sobre un árbol. —Respondió nervioso su segundo aun hincado en el suelo.

El líder abrió los ojos francamente sorprendido. Se había esperado cualquier situación, menos aquella.

— ¿Me estás diciendo que el crío que lleva al cachorro de mi sobrino ha escalado un maldito árbol y ustedes no han hecho nada por detenerlo?

El beta agachó más su cabeza pidiendo perdón.

—La verdad es que esta en lo más alto. No podemos subir. —Chocó su frente contra el suelo de tatami.

— ¿En verdad esta cómodamente dormido sobre una rama?—Pregunto realmente confundido.

No sabía si debía de preocuparse porque el cachorro que aquel chiquillo llevaba pudiera salir dañado por una aparente rabieta juvenil. O si debería de asombrarse porque el omega pudiera hacerlo. Sabía que aquellos omega tenían más instintos animales por ello sus orejas y cola, pero trepar a lo alto de un árbol no es algo tan fácil de hacer. Además el chico estaba preñado; no importaba cuanta habilidad tuviera, él como líder de los Uzumaki no iba a permitir que aquel niño mimado pusiera en peligro a quien podría convertirse en el contenedor del nueve colas.

— ¡Llama a mi inútil sobrino a que vaya a bajar a su esposo!—Ordenó furioso.

—Ya lo hice, señor. Le anuncie que necesitábamos su presencia porque su esposo lo necesitaba. Sin embargo, los Hyuga no me dejaron pasar así que lo hice lo que pude desde las puertas... al parecer aún sigue acompañando en el duelo a su primera esposa.

Makoto chasqueó los dientes molesto. Para él, los Hyuga habían sido una lacra que debían de arrastrar, simplemente si una omega no servía debían de desecharla. Desde el comienzo la supuso muy débil para para cumplir con su deber. No iba a permitir que por capricho de ella, su sobrino descuide a su segundo esposo, el cual le estaba dando un heredero.

—Ponte de pie, iré yo mismo.

Borrando sus intenciones de irse a sus aposentos a tomar un buen baño y reposar, caminó firme a los aposentos de la primera esposa. Al llegar a las puertas se paró con pose altiva frente a los alfas y betas que custodiaban la primera puerta. 

— ¡Abran!—Ordenó, pero los custodios permanecieron inamovibles así que desplegó su poderosa aura. Estos agacharon un poco la cabeza por instinto. Sin medirse golpeó a uno y luego a los otros dos betas. Su segundo al mando se encargó de contenerlos. Ingreso, empujando la segunda guardia dispuesta.

Cuando finalmente alcanzó el recibidor de los aposentos de Hinata descubrió a Naruto, quien tenía en sus muslos, recostada a su primera esposa. Ambos parecían consumirse en el dolor, arrastrándose a ese abismo del que parecían no querer salir.

Makoto chasqueó los dientes. Si en algo coincidía con Minato era en que estaban hartos que Naruto siguiera consolando a Hinata. En sus mentes de alfa, estaba bien que ella se consumiera en el dolor pues había fallado; pero Naruto tenía deberes como alfa, con su ejército y por supuesto con el esposo que iba a darle un cachorro.

—Naruto, me importa poco que no te importe tu segundo esposo. Es tu deber ir por él ya que esta preñado.

Naruto alzó su mirada, de su boca salía gruñidos. Mientras tanto, la mujer se abrazó a su cintura con fuerza. Él parecía protegerla, mantenerla en calma con su poder de alfa. Makoto respondió con  otro gruñido más sonoro.

—Hinata perdió a mi heredero´tebayo

En su voz quebrada se podía entender cuanto había sufrido con la pérdida. Makoto no entendió, pues  hasta ese momento solo tenía bastardos, no hijos dados por un esposo pues no había tomado ninguno. Aun así no iba a darse por vencido. Aquel chiquillo Uchiha necesitaba de su marido a su lado para que su cachorro naciera lo suficientemente fuerte.

— ¡Vas a perder al único heredero si no sales de este maldito círculo!— Gritó con una voz que resonó más allá de aquellas habitaciones— Deja esa omega ahí y ven conmigo. Si se lo anunció a Minato...

— ¡No me importa mi padre o lo que tu tengas que decir!—Replicó amenazante el alfa menor.

Makoto estaba listo para contraatacar. Si fuera por él, iría por aquel niño Uchiha y lo bajaría del árbol con sus propias manos. Pero no le correspondía, podía ser malinterpretado. Ningún otro alfa podía hacer eso a no ser que sea familiar del omega. Y Makoto sabía que si Naruto seguía eludiendo sus deberes como alfa, no importaba si el omega era fuerte, podría terminar perdiendo al cachorro. Él no iba a permitirlo.

— ¿Qué sucede aquí, Makoto, Naruto?

El Uzumaki no tuvo que girar su cabeza para saber que se trataba de  Jiraiya.

—Tu estúpido ahijado no quiere cumplir con su labor de esposo y de alfa e ir bajar su omega de un puto árbol del que el señorito Uchiha no quiere bajar por sí mismo.

Jiraiya esbozó una media sonrisa divertida al escuchar las travesuras del Uchiha. Pero al ver la mirada firme de Makoto se contuvo. Observó con lástima y tristeza el denigrante cuadro que era para un alfa del nivel de su ahijado. Le causó dolor ver a su ahijado tan deprimido.

—No te preocupes, Makoto, yo me encargo.

El pelirrojo asintió, apoyó su mano en el mango de su katana y salió de la estancia a paso firme. Los betas y alfas que habían estado custodiando el lugar simplemente dieron un paso hacia atrás temblando con evidente miedo. Makoto estaba seguro que esos betas y alfas estarían en problemas con su líder cuando este se entere, pero poco le importó  él. Y seguramente a Jiraiya quien también había invadido aquellas estancias, poco le importaría.

—Naruto—Habló serio Jiraiya—Makoto tiene razón. Aunque el cachorro que lleva Sasuke no te importe tanto como el heredero que llevaba Hinata, es tu deber velar por él y su madre hasta el parto. No importa lo muy caprichosos que se vuelven los omegas durante este tiempo, debes de cuidar y evitar que se hagan daño. Incluso puedo creer que es porque quiere llamar tu atención.

El rubio alzó su mirada hacia su padrino pero luego bajó su mirada hacia su esposa que sollozaba suavemente aferrándose más a su cintura. Ella le necesitaba, sentía que si la abandonaba ella se quebraría aún más.

—Hinata-hime, usted como primera esposa tiene el deber de apoyar a su esposo con sus demás hijos también. —Le habló Jiraiya con suavidad.

La mujer poco a poco aflojó el agarre al que había tenido a Naruto, alejándose para luego cubrir su rostro con la manga de su kimono. Naruto tuvo el ademán de sujetar su brazo. La herida en su pecho se hacía menor cuando estaba cerca de ella.

—Naruto, ve ahora. —Le detuvo su padrino—Tu esposo está en una de las ramas más altas de un árbol. Si más gente lo ve, tu nombre como alfa estará en entredicho. Así que compórtate, ahijado.

El rubio con seriedad en su rostro y mirada ausente caminó al lado de su padrino sin decir nada. Conforme se alejaba más de las estancias de Hinata su corazón se hacía más pesado y su cabeza parecía querer  partirse. Había llorado demasiado en esos días. El llanto de ella lo había hecho sentirse peor, simplemente no pudo alejarse al verla tan débil. La culpa le recordaba a cada instante que él merecía llorar más que ella.

Salió del castillo, hacia el bosque que había detrás de este, muy cerca de las tierras Uchiha. Un sentimiento nuevo fue creciendo dentro de sí. Recordaba exactamente aquel lugar, los árboles, el viento, el olor de la tierra humedecida. Era el lugar donde conoció al verdadero Sasuke cuando se hizo pasar por un siervo beta llamado Ranmaru. Casi sin tener que seguir el rastro de Sasuke, solo guiado por la hierba llegó al árbol donde otros pobladores veían con cierto recelo y curiosidad al joven omega que dormitaba tranquilamente sobre una de sus ramas más altas y anchas. Naruto sin darse cuenta curveó uno de los bordes de sus labios, encontrando divertida la escena. Un pequeño calor envolvió aquel punzón en el pecho que se había instalado desde que Hinata perdió al cachorro.

El viento que le azotó fue como una caricia,  sus ojos que se habían quedado secos  de tanto caudal de lágrimas propias y de su esposa se sintieron frescos. Todo su cuerpo se sintió  mejor, como si hubiera tomado un buen baño.

Aspiró con fuerza el aire, a él llego un suave aroma familiar pero con matices diferentes: era un almizcle entre flores, sabores refinados pero con un dulce especial. Se trataba del aroma natural de omega de Sasuke, tan misterioso y seductor, pero ahora tenía un matiz más tranquilizador y dulce, casi como la leche. Su alfa interno pareció estirarse y manifestarse nuevamente, sintió como si el cuerpo de su animal interno hubiera estado replegado sobre sí mismo y que al fin lograba sacudirse y estirarse, las fuerzas ingresaban a raudales en su sistema, preparando su cuerpo para algo que aún no comprendía...

Emitió un gruñido.

 Sin que Jiraiya tuviera que decirle algo, inició a escalar el árbol. Llevado por ese especial aroma no sintió cansancio ni dolor. Su sonrisa se ensanchó cada vez más. Sin proponérselo el dolor anterior se fue marchando. Se sentía renovado, listo para enfrentarse a cualquiera.

Finalmente llegó hasta la rama en la que su omega se encontraba. Sosteniéndose del tronco lo observó a detalle, dándose el lujo de devorarle lentamente. Todo su cuerpo se estremeció de placer, no pudo resistirse a inflar su pecho de orgullo: Había dejado preñado de su linaje a un precioso omega saludable. Sasuke era la imagen perfecta de un omega en cinta: sus cabellos lucían desparramados por la rama, negros, lacios y brillantes con sus orejas felinas de pelaje esponjoso y sedoso, además de aquella colita larga que removía con paciencia a un costado; sus mejillas se encontraban levemente sonrosadas, otorgándole vitalidad a su rostro;  su cuerpo estaba envuelto en una cómoda yukata con un hakama y haori de trazos elegantes.  Se apreciaba perfectamente relajado, como si en ese árbol encontrase más paz que en su propio lecho.

A través del haori abierto pudo ver que su obi estaba atado por encima de su cintura, un poco debajo de su pecho, seguramente para no hacer presión en su vientre, pues una pequeña pancita se elevaba curveada y perfecta. Acogiendo aquella zona con suavidad, dejando la libertad necesaria para que el cachorro creciera cuanto pudiera.

 Naruto no tenía palabras para explicar toda esa gama de sentimientos. Se sintió un insensato y se quiso pegar contra el árbol por haberle intentado hacer daño, por haberlo acusado de un complot tan siniestro. Su alfa interno le dijo que Sasuke no necesitaba nada de ello, pues con el aroma y esa imagen perfecta, Naruto lo supo: el cachorro dentro de su segundo esposo nacería, no había más opciones, ese bebe iba a ser suyo. Sasuke realmente iba a otorgarle la bendición de ser padre, al fin sabría lo que era serlo.

Sin embargo cuando intentó acercarse, no pudo evitar comparar a ese bello omega que resplandecía con Hinata que en el poco tiempo que pudo sostener su embarazo había parecido que una enfermedad la atacaba. La culpa melló en sí. Se dio cuenta que no había sentido real aprecio por el cachorro que Hinata llevaba, pues siempre sintió que el cachorro probablemente no nacería. Se había resignado desde antes, pero había querido creer en la posibilidad y que de esa manera  se expiaría sus culpas de aquella vez.

Cuando nuevamente Hinata lo perdió, toda la culpa, ese inaguantable peso, cayó sobre sus hombros como una realidad: Nunca podría enmendar el error de haber dañado a su primera esposa. Además de ello, todo entre ambos fue tan oscuro, los únicos sentimientos positivos habían nadado entre la misericordia, la culpa de ser del clan ganador al clan perdedor, y la lástima.

De sentimientos como ese, el amor no podía nacer, solo una tregua, un compañerismo lastimoso y deplorable.

— ¿Naruto?

Su segundo esposo había despertado, se levantaba de su postura cómoda, se peinó sus cabellos revueltos con sus dedos y le observó desafiante; su rostro nuevamente le mostró ese ceño fruncido y sus ojos destilaron peligro. El gatito parecía estar listo para lanzarse por él árbol si era necesario.

— ¡No voy a hacerte daño! ¡Lo prometo´tebayo!

Sasuke pareció ver algo en sus ojos azules por lo cual se sentó sobre sus rodillas, evidenciando más ese pequeño volumen en su vientre. No pudo evitar que su corazón se acelerara. De pronto necesitaba sentir más cercanamente la vida dentro de Sasuke, un producto de ambos. Quería saber que esta vez en realidad sí tendría a su cachorro en unos meses. A la distancia podía oler al cachorro, lo fuerte que este era. Además que la lujuria lentamente reptaba por sus venas al observarle preñado de él.

— ¿Qué quieres?—Le preguntó huraño.

Naruto resopló, Sasuke podía verse singularmente bello y enternecedor pero seguía siendo agresivo.

—Entiendo que tengas miedo… pero realmente me arrepiento de lo que te hice´tebayo—Se disculpó con sinceridad. Aún no entendía porque no pudo oler a su cachorro como propio dentro de Sasuke ¿Realmente fue porque se olía tan poderoso?

— ¿No te arrepientes de lo que insinuaste?–Preguntó el omega con cierto recelo.

El alfa pensó al respecto. La imagen de Sasuke lograba enceguecerlo por completo. El instinto que le advertía sobre lo peligroso que podía resultar Sasuke casi había desaparecido.  Más bien, el instinto de proteger a Sasuke y  su cachorro se hacía fuerte a cada instante lo veía y olfateaba su aroma a leche.

— ¿Por qué? Era mi responsabilidad de cuidar de Hinata. Y ahora es mi responsabilidad cuidar de ti’tebayo.

La mirada de Sasuke se desvío llenándose de cierta tristeza. Naruto creyó equivocadamente que se había entristecido por llamar “deber” al protegerle. Sin embargo, el azabache sintió cierta culpa al escucharle, sabiéndose poco merecedor de su sincera protección.

Por primera vez Naruto bajo sus defensas totalmente. Le dolía como alfa no haber podido proteger a Hinata, la culpa le pesaba. Pero con el cachorro de Sasuke no iba a suceder, el pequeño iba a nacer. Agradeció las palabras de su padrino y su tío, ambos tenían razón, ahora Sasuke y su bebe necesitaban de él.  Y aquello estaba más allá de si los Uchiha eran peligrosos o no, la realidad era que pronto tendría un cachorrito de Sasuke.

Sin pensar dos veces en lo que hacía giró sobre su sitió con Sasuke en su brazos, estampándolo contra el tronco del árbol. Pero no hubo real violencia, Sasuke lo supo, pues su omega no sentía miedo sino excitación pura. Había olvidado que estar preñado le hacía más receptivo al padre de su cachorro.

Naruto abrazó a su esposo firmemente por su pecho enredando sus brazos en la espalda de este. Puso su rostro de lado sobre el pecho de Sasuke, para luego deslizar su mejilla y oído hasta el vientre de Sasuke. La calidez que envolvía ese lugar en especial relajó a Naruto. El dulce aroma de aquel lugar le deleitaba, era magnifico olfatear como su propia esencia estaba mezclándose con la de Sasuke en sincronía. No sentía miedo ni repulsión, sino que la maravillosa idea de que pronto sería padre le inundó, haciendo que sus miedos hacia Sasuke disminuyeran.

Se concentró en seguir abrazando a Sasuke, queriendo olvidar todo a través de su familia. Sus lágrimas se acumularon en sus ojos. “Su familia” eso era Sasuke en ese momento. Había cumplido su función básica como omega para con su alfa: Darle una familia, representar la calidez de un hogar en persona. 

— ¿Por qué desconfié de ti, Sasuke?—Preguntó dolorosamente. —Hay algo que me dice que no debo. Pero ahora estas preñado de mí y no puedo sentir más que alegría ¿Esta bien´tebayo? ¿Puedo confiar en ti?

Sasuke se mantuvo en silencio, no teniendo el valor para mentirle en aquel momento. Tendría que usar mucha de su voluntad para hacerlo, pues su omega pantera estaba encantada de que Naruto finalmente se digne a hacerse cargo de su cachorro.

“Precioso, fuerte y frágil al mismo tiempo” pensó el rubio de su omega, pero no lo manifestó. Sasuke era como cualquier omega preñado, incluso sus ojos se veían más cálidos que antes. Se alegró ¿pero por qué el felino no le respondía?

Sin esperar más a que respondiera, Naruto levantó su rostro, sus miradas se encontraron. Pero el Namikaze no se conformó con ello. Besó donde debería estar el ombligo de su esposo, luego intentó desatar el obi que traía. Sintió la necesidad de sentir su piel directamente.

— ¿Qué haces?—se exaltó Sasuke, su pelaje se erizó al instante.

—Quiero tocar el lugar donde está mi cachorro’tebayo.—Respondió con simpleza el Namikaze, intentando abrir la yukata nuevamente.

El pelinegro hizo un mohín con su boca disconforme, alejó las manos de su marido y se cubrió a sí mismo para que el otro no intentara tocar su vientre.

—No... no puedes. Tú lo despreciaste ¿no es así?

—Aun así. Es mi cachorro—Insistió terco el rubio con más ganas de sentir la piel de Sasuke.

La pantera se apartó del tacto de Naruto. Su cuerpo le traicionaba, quería sobar sus orejas en el pecho de Naruto, buscar sus palabras y calor, sentirse reconfortado través  de su cuerpo. Aquello eran debilidades que sabía que adquiría como omega preñado. Se había preparado mentalmente para ello. Pero el estar realmente preñado sobrepasaba mucho de sus expectativas. Nada le había preparado para la necesidad instintiva que sentía de estar al lado de Naruto, la desesperación porque este le toque y apruebe a su cachorro.

Al darse cuenta lo incómodo que el azabache parecía sentirse ante la idea de ser tocado, Naruto desistió, solo porque no deseaba que el estrés dañara a su hijo. Nuevamente la idea de “hijo” caló dentro de sí. No pudo sentir más que agradecimiento por el omega preñado.

—Vamos. Has llamado demasiado la atención. Van a pensar que soy un pésimo alfa.´tebayo.

Sasuke se acomodó su yukata. Hizo ademán de clavar sus garras en el árbol para bajarse. Al parecer ya no podría usar ese lugar para relajarse sin que estuviera siendo observado por alguien. Lo cual era una real lástima pues el árbol le parecía lo suficientemente frondoso para que la luz no le fastidie, sería ideal traer a su cachorro cuando naciera.

— ¡¿Qué haces?!—Grito el felino cuando Naruto lo levantó en brazos sin pedirle autorización alguna. — ¡Bájame! Tonto...—Exclamó sonrojado.

— ¿Por qué? Sera mejor si ven que soy yo quien te baja. —Río ante el evidente sonrojo de su omega.

El pelinegro le clavó sus garras en los hombros para que le bajara. Pero Naruto resistió el dolor, en cambio le mordió levemente una de sus orejas. El omega resentido, con sus orejitas caídas sacó sus garras y arañó con fuerza los brazos de Naruto

— ¡Yo se trepar estos árboles mejor que tú… idiota!

—Aun así Sasuke ¿Qué pensabas subiendo aquí? ¿Acaso no te importa el bebe?—Pregunto con seriedad.

—¡Por supuesto que sí!—Respondió muy alterado Sasuke sorprendiendo a ambos.

—¿Quieres a nuestro cachorro, Sasuke?

El azabache notó la ansiedad en la voz del otro.

—Es mi cachorro. —Respondió con las mejillas un poco arreboladas.

Naruto  sonrío sintiendo como una tranquilidad y orgullo le sobrepasaba, deseó besarlo, pero se controló.

—Aun así, no subas si no hay alguien contigo.

El alfa lo acomodó en su pecho, haciendo que Sasuke se aprenda a él con sus muslos por las caderas y con ayuda de sus brazos por la espalda. Mientras el alfa, soportando el peso del azabache preñado, bajó de rama en rama, con cuidado.

Una vez abajo, no dejó libre a Sasuke sino que le abrazó con fuerza, queriendo expresar lo que sentía sin necesidad de ponerlo en palabras comprometedoras. Aun cargándolo, Naruto rozó con su nariz la mejilla del azabache, logrando captar su atención. Sus bocas se acercaron lentamente hasta casi rozarse.

Cuando Sasuke se dio cuenta que estaban muy cerca a besarse, se alejó de él, cayendo con sus pies al suelo.  No era conveniente estar muy cerca de él, debía irse lo más rápido que pudiera, refugiarse en sus aposentos y no sentir más la confusión que Naruto representaba.

—Con respecto a lo que me preguntaste, Naruto…—Sasuke era un shinobi, se sentía tan capaz como Itachi, al menos intentaba serlo; pero no tenía la frialdad de este. Sin embargo se concentró para no desviar la mirada y lograr ganarse la confianza del rubio. Debía aprovechar que el rubio se encontraba aturdido por reconocer a su cachorro. —Puedes confiar en nosotros. Le somos leales a tu padre. Si él no nos estuviera protegiendo, otros clanes querrían invadirnos ¿por qué le haríamos daño a nuestro salvador? No seas tan idiota.

Naruto no pudo leer nada en los ojos del azabache ni verdad ni mentira, eran dos puertas que le negaban el acceso a su verdad y a sus sentimientos. Aquello no le agradó, pero tampoco le causaba desconfianza. Lo que decía Sasuke tenía lógica y aun peor, el tenerlo tan cerca y preñado aturdía su sentidos e instintos, estos solo se concentraban en verificar que su omega este sano junto al cachorro.

El azabache hizo ademán de marcharse, pero el rubio le atrajo hacia sí, le tomo del mentón y le plantó un beso. Cuando quiso abrir la boca del menor para ingresar su lengua, este le empujó, dedicándole una mirada fastidiada.

—Estoy cansado. El cachorro consume mucha energía, Naruto. Puede que ahora quieras a mi cachorro, pero eso no indica nada. Si quieres coger, tienes a tu primera esposa. Yo ya no tengo deberes contigo pues he cumplido con mi deber—Señalo su vientre—Ni siquiera te tienes que molestar por visitarme hasta que mi cachorro nazca.

Antes de que el rubio pudiera replicarle, Sasuke avanzó rápidamente sin detenerse. Se cruzó con el general alfa, pero este no le detuvo, solo resopló cansado.  Finalmente logró reunirse con su séquito que lo escoltaba a todos lados, quienes le guiaron hasta sus aposentos.

Por otro lado, Naruto quedó observando los árboles con mirada ausente. Sin poder evitarlo golpeó el árbol donde Sasuke había descansado antes. Se sintió frustrado ante las palabras certeras de Sasuke. Quizás fuera cierto y los Uchiha no tenían ningún plan siniestro, pero aquello no quitaba que Sasuke le despreciaba y Naruto no sabía que sentir al respecto. Sabía que el repentino deseó de protegerle y el cariño era solo su instinto de alfa, algo que obligaba a alfas y omegas a estar juntos aunque no se amen de verdad, solo con el fin de que el cachorro nazca con bien. Era parte del plan reproductivo de sus naturalezas.

— ¿Por qué lo dejaste ir?—Le preguntó su padrino al rubio.

—Porque tiene razón’tebayo.

—Aun así…

—Lo sé, padrino. Lo sé. No te preocupes, aun en contra del propio gatito me voy a mantener alerta de sus necesidades y las del cachorro.

Jiraiya estuvo conforme con ello por el momento. Pero, sobretodo, le alegraba ver repuesto al menor y ya no sombrío. De alguna manera le causó simpatía que la razón fuera el pelinegro.

—Ahijado, también tienes deberes con tu gente.

—Lo sé. Debo asegurarme que mis soldados entrenen, pero primero me encargaré que Hinata salga de ese círculo de tristeza. No importa que, ella sigue siendo mi esposa.

El general no tuvo valor para contarle todo lo que se planeaba en contra de los Hyuga. Deseó que su ahijado no sufriera demasiado. Aunque sabía que aquello era inevitable. Decidió preparase para aconsejar a su ahijado cuando lo necesitase.

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Minato esperaba ansioso la llegada de Itachi en los recintos del joven omega. Por supuesto no lo vería a solas pues sería mal visto y no quería empañar el honor del clan Uchiha, quienes hasta ahora le habían demostrado ser juiciosos siervos.

 Su ansiedad por ver al joven creció. Al día siguiente tenía la misión en la cual descubriría con sus propios ojos si los Hyuga le habían traicionado o no. Aunque todo era ya casi claro. Fugaku sería parte del plan a sugerencia de Orochimaru, por lo que ya había marchado con el general omega y su gente detrás de los Hyuga. Minato visitaba a Itachi  con la excusa de consolar a su joven hijo y prometerle que a su padre no le sucedería ningún mal. Sin embargo, dentro de sí mismo, sabía que solo buscaba deleitarse con la imagen del joven que pronto sería su prometido oficial.

Dos sirvientes ingresaron, mostrándole sus respetos; luego  se pusieron a cada lado de la puerta sobre sus rodillas, le dedicaron una venia para luego abrir sendas puertas dejando ver a su precioso omega: Tenía su cabello semi atado en un moño, mientras el resto de sus esplendorosos cabellos los llevaba  sueltos,  tan largos como eran, tocando finamente los pliegues de su kimono lujoso. Itachi ingresó deslizando sus pies cubiertos por medias blancas con maestría, sin dudar,  siempre con su magistral elegancia y porte, pero al mismo tiempo, sin dejar de demostrar su sumisión y respeto al alfa frente de sí. Cumpliendo con el protocolo, cuando estuvo cerca se arrodilló y le dedicó una reverencia.

—Mi señor…—Se manifestó con seriedad y respeto.

El alfa rubio sonrió suavemente. Quería olvidarse por un momento de la guerra. La traición era una cuestión dolorosa y a la vez vergonzosa. Así pues, buscando refugiarse en ese momento de belleza y paz,  tomó a Itachi del mentón, levantó su cara y la acaricio con cuidado, haciendo que sus ojos se encontraran. Para alguien tan leal seguramente enterrar a su prometido debió ser difícil. Pero Minato no deseaba esperar más para poseerlo. Quería que cada noche luego de una larga jornada con sus generales, poder llegar a sus aposentos y encontrar a su familia en estos, un omega y pequeños cachorros que le otorguen calidez y amor. Era lo más natural en un alfa aún joven.

—Itachi, sé mío. —Pidió con un susurro. Sabía que era una falta de respeto al joven, pero sus deseos parecían no poder contentarse con solo apreciarlo a la distancia. Sus manos picaban por tocar al omega.

—Mi señor… eso aún no es posible. —Le respondió sin alejarse pero desviando su mirada.

Minato gruñó audiblemente, el cuerpo del omega tembló. Era el gran líder de la Alianza, no tenía en sus instintos el aceptar que algo o alguien se le niegue.

—Lo lamento, pero no puedo soportarlo más. Te quiero para mí, Itachi. —Sentenció con voz  grave.

El joven omega agachó la mirada como si sintiera vergüenza. El líder pensó que nuevamente le rechazaría con cordialidad, pero para su sorpresa. El omega  subió sus manos hacia el pecho del rubio. De una forma lenta pero seductora las mangas anchas de su kimono dejaron ver la piel pálida de sus brazos. Sin que Minato pudiera prevenirlo, el omega se balanceó hacia adelante, acercando su boca a la mejilla del alfa, terminando por depositar un beso casto en su mejilla.

—Yo también quiero  ser suyo, mi señor—Susurró como una pecaminosa confesión con una voz grave pero cariñosa.

El gran líder levantó el rostro de Itachi; su omega tenía una sonrisa pequeña pero atractiva. Minato no pudo resistirse más: No le importó el protocolo ni que debía de esperar a que la madre de Itachi estuviera presente siquiera para acercarse a este. En ese momento su cabeza se llenó de pensamientos posesivos sobre el joven.  Tomó al felino de la nuca y lo atrajo. Sus labios chocaron. Se sintió hambriento y sediento. Los labios del omega le resultaron sublimes. Había pasado muchos años, casi veinte desde que besó a alguien. Cuando se acostaba con un omega o beta nunca lo besaba pues le parecía repulsivo. Itachi era la segunda persona a la que besaba, la segunda al que deseaba tratar con amor y a quien consideraba merecedor de tales tratos.

El cuerpo inexperto de su omega tembló, su delicioso aroma le sucumbió, supo que estaba totalmente desarmado ante el omega. Incluso si sus dos espadas reglamentarias estaban en su cinto no importaba. Lo único que quería era retener el mayor tiempo posible a ese omega.

A pesar de todos eso años, sus labios supieron perfectamente como tocar los de Itachi, quien al principio tímido y vergonzoso no le respondió, delatando su falta de experiencia. El pecho del rubio se hinchó orgulloso de ser el primero en siquiera tocar su boca. ¿Acaso ni siquiera un beso había sido otorgado al desdichado prometido de su Itachi? Sintió lastima por aquel. Se permitió solo tocarlo con sus labios aunque la necesidad de tomar su boca con su lengua, ingresar y saborearla como era debido le tentó. No pretendía asustarlo, por lo cual siguió moviendo sus labios contra los otros, apenas tanteando con su lengua la forma perfecta de los labios rosados de su omega.

Escucharon los paso de alguien acercarse era el aroma de un omega, la madre de Itachi. El joven vergonzoso se separó ocultando su rostro entre sus cabellos. Las manos del pelinegro temblaron. Minato se sintió conmovido.

—No te preocupes, Itachi, será nuestro secreto. —Le acarició sutilmente una de sus orejas felinas.

Vio una sonrisa dulce en sus labios. Su pecho se hinchó de confianza. Itachi también le deseaba. Su alfa le grito que era así como debía de ser. Sabiendo ello, le otorgaría el tiempo que indicaba el protocolo. Nadie apartaría al joven de su lado, estaba confiado en ello.

Cuando la madre ingresó pareció no sospechar nada, ya que le saludo con cortesía y sumisión como la perfecta dama que era. La tarde transcurrió entre una interesante conversación con Itachi y Mikoto. 

Como era natural en un par de omegas, ambos le expresaron su preocupación tierna sobre Fugaku y la misión en la que este participaba. Una misión realmente dura pues se trataba de detener a un grupo de traidores. Sin embargo, era necesario por el honor y seguridad de toda la alianza.

Minato les dedicó una mirada segura y posó su mano con respeto sobre el hombro de cada uno,  les aseguró que todo saldría bien. Las sonrisas en los rostros de Itachi y su madre le sentaron magnifico. Eran los dulces omegas que sabían confiar en sus alfas. Que se comportaban con dignidad pero que también Minato había comprobado con el arrebato de Itachi eran apasionados con quienes eran su pareja. Al ver la mirada maternal, tierna y preocupada por Fugaku, supo que Mikoto había sido un ejemplo a seguir para sus dos hijos omegas. No temía por su futuro con Itachi.  Deseó haber hecho aquel trato con los Uchiha desde hace mucho.

— ¿Me permitirán ver a Sasuke-kun?—Ordenó con cortesía.

Mikoto asintió con una sonrisa sin parecer ofendida. Con total naturalidad, pidió a su siervo que lo mandaran a llamar.

—Tardara un poco en alistarse. —Le comunicó la noble dama.

—Mi ex yerno, Makoto, me indicó que mi hijo tuvo que ir por él porque estaba descansando en un árbol—inquirió el rubio con tono severo.

Pero las risitas de los omegas le dislocó.

—Ohh… Minato-sama—Rió dulcemente Mikoto—No debe de preocuparse, somos felinos. Los omegas pantera somos muy inquietos y nunca caeríamos de un árbol. Especialmente los preñados necesitamos relajarnos con la brisa que solo se consigue en los árboles. Yo misma cuando esperaba a Itachi, luego a Sasuke siempre estaba en la cima de un árbol. Seguramente mi hijo— Acarició una de las orejas de Itachi— cuando lleve a sus cachorros también le gustará estar reposando en los árboles y le recomiendo que lo deje—Le guiño un ojo de complicidad.

Minato por primera vez se sintió avergonzado. Su futuro omega también lo estaba. Imaginarse a Itachi desnudo en su lecho era tan excitante pero imaginarlo preñado a su lado le parecía una imagen adorable y añorante. Quería una familia de nuevo pronto. Una que Itachi iba a otorgarle.

—Entiendo. —Rió—Lo tendré en cuenta.

Finalmente Sasuke ingresó vestido con elegancia, se sentó al lado de su madre, saludó a Minato con propiedad. Minato obtuvo una magnifica vista de los tres omegas. Sasuke había cobrado una imagen similar a la de su madre, aquella aura excitante alrededor suyo se había calmado para cobrar una esencia maternal y dulce. Sin embargo, también transmitía vitalidad y fuerza inigualable. Podía oler en Sasuke la esencia de su hijo, de sí mismo como líder del clan Namikaze. Se sintió orgulloso del joven y de su próxima camada.

—Luces perfecto, Sasuke-kun. Gracias por otorgarnos  esta oportunidad. Por darme un heredero.

El omega abrió sus ojos suavemente, visiblemente sorprendido por el elogio. Eran criaturas que sabían comportarse, tomarse un halago con humildad.

Sin embargo, pronto el líder cambio su mirada. Esta se tornó más dura perdiendo parte de su brillo y calidez, aun así  intentó no atemorizar a los omegas. Le agradaban mucho, tanto la madre como sus dos preciosos hijos eran omegas bien cuidados y protegidos; seguramente Fugaku los había mantenido fuera de toda vergüenza y suciedad.  De alguna manera aquello le hizo sentir mayor orgullo por tener a Fugaku de aliado, los omegas siempre eran portadores del honor del alfa que los poseía. Si un omega se veía saludable y bien educado, solo podía tratarse de que tenía un buen alfa sea este esposo, hermano mayor  o padre.

—Si los Hyuga de verdad resultan culpables. Nadie podrá detener su caída. Y no deseo que mi hijo este emparentado, mucho menos tenga de primera esposa a alguien infértil y que tiene sangre de traidores. —Habló el gran líder, observando con orgullo a Sasuke. Sin poder limitarse, acercó su mano hasta el vientre de este. La calidez del vientre del menor  le aseguraba que el cachorro crecía fuerte y que su nacimiento era un hecho— Tú serás la madre de mis herederos, Sasuke-kun. Junto a tu hermano me darán los nietos e hijos que deseo.

Sus palabras eran gentiles, sus caricias sobre el vientre del menor eran suaves, pero su mirada azul como una piedra congelada les daba una advertencia silenciosa. Minato era quien elevaba o destruía a quien su voluntad dictaba. Los Hyuga habían terminado por decepcionarle, mientras ellos solo lograban halagarlo. Pero si esa situación se torcía, los felinos podían jurar que no tendría piedad de ellos, así como no lo tendría con los Hyuga.

—Makoto tiene razón. Tú deberías ser el primer esposo. —Dictaminó aun acariciando lentamente donde crecía su primer nieto.

Aquellas palabras tomaron por sorpresa al grupo de omegas, quienes solo sonrieron agradecidos, guardando su nerviosismo muy en su interior. Minato debía de creer que ellos le obedecerían hasta el final. Sin embargo, que Sasuke se convirtiera en el primer esposo no era solo un título, sino que implicaba ser mordido por Naruto, lo que definitivamente no debían de permitir.

 

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La madrugada era fría, Hanabi Hyuga se abrigaba sí misma alrededor de un parco fuego, esperando el amanecer para continuar con su camino y destino. Habían formado a suficientes hombres para dar un golpe al líder de la alianza. Por supuesto no se comparaba con la amplitud de los ejércitos de la Alianza, pero eran suficientes si solo querían acabar con Minato y sus generales.

No podían perder más tiempo, puesto que les descubrirían; por lo que se había planeado invitar a Minato a la Tierra de los Hyuga, al castillo y ahí mismo darle muerte con la ayuda del elemento sorpresa. No era honorable vencer de ese modo. Se sentía miserable por ordenar una misión que humillaría a sus generales y guerreros, pero era inevitable si quería rescatar lo que quedaba del clan y a su población de la hambruna y muerte.

Ese viaje significaba dar la última revisión a los soldados unidos a su causa. Por ello, a pesar de que su segundo al mando hacía guardia ella se mantenía despierta debido a la ansiedad. Odiaba a Minato, después del fallido embarazo de su hermana lo odio más, pues trato a Hinata como una herramienta desechable.

Sumergida en aquellos pensamientos y emociones, ni ella ni su segundo al mando notaron que eran vigilados por un grupo desde las sombras a la altura de los árboles. Estas figuras oscuras, cubiertas perfectamente por las ramas de los frondosos árboles se mantenían quietas apenas moviendo el pecho cuando respiraban, especialistas en pasar desapercibidos.

Minato había accedido dejarle a Orochimaru la misión de ir detrás de los Hyuga, arrinconarlos  y dejarlos en evidencia para cuando él llegase.  El general omega había perseguido a estos desde que partieron del castillo en un grupo pequeño al amanecer.

Para el general era evidente que los Hyuga no eran expertos en viajes nocturnos pues cuando el cielo fue tiñéndose de purpura, los ojiperlas comenzaron a ralentizar el paso. Cuando finalmente la noche llegó, los Hyuga simplemente establecieron una pequeña fogata para mantenerse cálidos durante la madrugada.

Pero el general omega no iba solo; tenía a su lado a cinco de sus mejores aliados, entre ellos Suigetsu y Juugo, dos de sus servidores más fieles, Kabuto no le había acompañado pues debía de vigilar a sus soldados y sus pertenecías. Además, Orochimaru contaba con el apoyo que había pedido: Los Uchiha. Fugaku junto a otros cinco betas masculinos y femeninos le acompañaban en silencio desde los otros árboles.

El grupo de espías vigiló sin descansar, sus cuerpos no dieron muestra de cansancio alguno. Comprobaron por el sonido de sus respiraciones que finalmente todos habían quedado dormidos. Sin embargo la joven líder y su mano derecha no lo hacían. Orochimaru desde las sombras envío a una de sus serpientes, quien silenciosa como su naturaleza misma se deslizó por la hierba del camino. La joven líder ni siquiera sintió el piquete en su mano. Simplemente sintió como el sopor la invadía. Lo mismo sucedió con su mano derecha. Ambos cayeron dormidos sobre el césped, acompañando en sueños a camaradas.

—Veo que usted y sus chicos dominan muy bien el arte del ninjustsu.—Comentó Fugaku al haber comprobado lo perfectos que fueron en mantenerse silenciosos los espías de Orochimaru y la manera tan perfecta de hacer dormir a los Hyuga.

El omega sonrió orgulloso.

—Creo que puedo dejarles la vigilancia a ustedes— Comentó el general.

Orochimaru y sus servidores bajaron de los árboles en completo silencio. De la misma manera emprendieron el camino que se habían grabado en su memoria hacia la pequeña villa donde se guarecían los traidores del clan Hyuga. Mientras los miembros del clan Uchiha vigilaban a los Hyuga.

Aún le desconcertaba a Fugaku que Orochimaru junto a sus fieles serían los únicos que lograrían hacer caer a esa villa. Pero no comentó nada cuando se expuso el plan. Minato confiaba en los planes de Orochimaru ciegamente pues siempre habían funcionado por más irreales que aparecieran. Sabía que no era honorable atacar de esa manera a un grupo de guerreros, pero el rubio había perdido cualquier respeto. Además su nombre no quedaba ensuciado pues era Orochimaru, un omega, quien lo llevaba a cabo. Solo quedó registrado de que él dio la orden de ir por los traidores.  El rubio tampoco desconfió de que pidieran a los Uchiha ya que Orochimaru le expuso que estos solo se asegurarían de que no les sucediera nada a los Hyuga mientras dormitaban.

Cuando el cielo comenzó a matizar los colores entre un morado y un azul oscuro, Orochimaru finalmente llegó  a aquella villa. Sonrío ampliamente. Con una señal de su mano, Suigetsu y Juugo se dividieron, comenzando a ingresar en cada una de las pequeñas viviendas. Sus otros tres espías hicieron lo propio. Orochimaru camino a firme paso hasta la casa más grande donde seguramente se hospedaba el que lideraba aquella villa. Tenía órdenes de capturarlos vivos, por lo cual no sería tan difícil. Escuchó a lo lejos el grito de una omega y su sonrisa se amplió mucho más.

Los Hyuga se dieron cuenta que todos se habían quedado dormidos. Se alertaron pero no había nadie y sus pertenencias estaban intactas. Temieron por su gente, pero también por caer en una trampa.  Montaron en sus caballos sin saber qué hacer. La decisión recaería en la joven alfa: Fugaku atendió a cada detalle de la joven líder; por un momento algo de piedad sintió por ella. A pesar de que su generales le indicaron que lo mejor era regresar ella se negó, encabezó la marcha con valor hacia la villa, hacia su fin.

La habían estudiado, Sai lo había hecho. Además que habían oído cuanto la estimaba su clan por lo que sabían que de verse en una situación, ella seguiría a socorrer a su gente. Fugaku  sintiéndose incómodo pero sin demostrarlo mandó a dos betas a seguirlos. Mientras él esperaba por Minato.

Minato, ni bien la luna comenzó a desaparecer del cielo emprendió su camino hacia los Hyuga por el camino que Orochimaru le había indicado. Junto a sus soldados uniformados, llevando con orgullo la bandera del clan de los Namikaze,  trotó sin parar, satisfecho por su encuentro con Itachi la noche anterior y porque ese día se libraría de un gran problema.

Jiraiya y Tsunade le acompañaban al igual que Hiashi quien solo había sido avisado que iban a completar una misión sin indicarle de que tipo se trataba. Estando en la situación en la que estaba no se negó, sino que apresuradamente se alistó para acompañar a quien servía.

Naruto había reclamado por  ir, pero Minato sabiendo que quizás sus sentimientos se interpondrían le indicó que preparara todo para una sentencia pública. Que convocara a todos los líderes de clan, desde de los clanes más grandes y números hasta las pequeñas familias subordinadas,  a todos los generales y sus consortes. Iba a ser un evento que todos tenían la obligación de ver.

El alfa menor  pensó que aquello iba ser realmente desagradable. Los castigos ejemplares de su padre eran sin duda inolvidables. Aún recordaba cuando el tío de Hinata tuvo que cometer suicidio frente a todos. La mirada de Hanabi y Neji fue lo que más le impresionó. Sabía que ese hecho jamás se borraría de la memoria de todos los Hyuga.

Minato alcanzó a Fugaku. Este los esperaba con sus hombres vestidos de negro con una armadura muy fina que el líder de la Alianza no había visto antes en ellos. Su mirada delató su sorpresa.

—El general Orochimaru lo creyó conveniente. Nos lo entregó para usarlo en esta misión—Indicó Fugaku sin vacilación en su voz.

El gran líder no replicó, creyendo en sus palabras, pues si Orochimaru lo había creído conveniente tendría sus razones para ello; el rubio solo quería ver los resultados pronto. Mientras tanto, los Hyuga se removían nerviosos, pues aquel camino les era familiar.

— ¿Qué sucede, Minato?—Se atrevió a preguntar Hiashi al líder.

El Namikaze no respondió. Fugaku y sus hombres subieron a los caballos libres que habían traído. Sin hablar más, todos se embaucaron lo más rápido posible hacia a las Tierras Hyuga. Hiashi había notado que Tsunade y Jiraiya cabalgaban a cada lado suyo. Además sus soldados también estaban siendo rodeados por los Uchiha. Se removió aún más nervioso, prediciendo que iba  a encontrar más allá.

Él no sabía con exactitud que planeaba su hija alfa, pero sabía que era algo en contra de Minato. No pudo sonsacarle la verdad. Ni logro con sus cartas que el castillo Hyuga respondiera. Era un líder de imagen para su pueblo, lo entendía. Nadie le respetaba de corazón ¿Quién podría respetar a un alfa que vive sometido y en vergüenza de otro? Que entregó a su hija omega en tan humillantes condiciones, quien no podía controlar a su hija alfa, quien permitió que su hermano se sacrificara por ellos. El respeto de alfa no es solo nacer con ello sino hacer que los demás lo reconozcan, no solo el título de herencia sino porque en verdad los demás se sentían protegidos con este siendo el líder.

En silencio, alzando la cabeza cabalgó al ritmo de los otros. Sabía bien lo que tendría que hacer. Daría su vida por salvar la de su hija. Lo había resuelto de esa manera.

Después de un largo trote a toda velocidad que le tomo buena parte del día, Fugaku les guío hacia la división que no se encontraba en los mapas oficiales. Casi al anochecer una villa de la que salía un humo blanco se dejó entrever.  Todos los que sabían para que iban, habían cabalgado sin parar, esperando encontrar al general omega soportando una pelea sin cuartel con los Hyuga. Nadie pensó que Orochimaru tuviera tan bien controlada la situación. Incluso Minato se sorprendió.

Para los traidores todo sucedió rápidamente. Cuando Hanabi llegó con sus soldados cansados y preocupados, fueron rodeados entre Orochimaru por delante y los soldados Uchiha por detrás inmediatamente. No había podido ponerse ni siquiera en posición de pelea. Se sintió tan estúpida por ni siquiera sentir que alguien los seguía. Pero los Uchiha habían sido tan silenciosos. Además, no pudo pelear más pues a sus ojos, la villa que habían construido con esfuerzo había caído hace mucho. Temió por su gente.

La joven fue amarrada por los fieles del general. Los soldados de ella fueron dispuestos de la misma manera. A su lado trajeron grupos de gente dormida, al otro lado de los pobres infelices que habían batallado y habían tenido que ser asesinados. Esa Villa era tan pequeña  y escondida que nunca necesitó de vigilancia especial. Los tres vigilantes que siempre permanecían durante las madrugadas habían sido asesinados con bastante facilidad por Juugo y Suigetsu. Luego Orochimaru había dejado incapacitados a las cabezas de la villa. Teniéndolos en sus manos gracias a sus serpientes, hizo que los demás miembros de la Villa se  rindieran en poco tiempo.  Era una villa creada para formar soldados y aun así nunca se habrían esperado un ataque tan siniestro y desleal. Después de todo, los soldados y sus familias de la villa eran considerados orgullo por los demás pobladores, incluso por los nobles del castillo que se  caía a pedazos.

—Orochimaru-sama, usted siempre me sorprende. —Elogió Minato satisfecho. Pensó que quizá encontraría a Orochimaru resistiendo contra el grupo Hyuga, pero este había sabido atacar de la forma correcta para hacerlos caer. En aquellos momentos, al gran Líder no podía importarle menos los métodos.

—No fue demasiado, Minato. Quizás no debimos asustarnos por este grupo tan incompetente. —Respondió con burla mientras miraba de reojo a Hanabi, quien le gruñía en respuesta.

— ¡Mi hija!—Exclamó Hiashi interrumpiendo las burlas del general.

—Padrino, aprésalo. —Ordenó el rubio sin siquiera dedicarle una mirada a Hiashi.

Jiraiya bajó del caballo al mismo tiempo que Hiashi, lo desarmó por competo golpeándolo contra el suelo. Su segundo al mando le registró hasta quitarle todo lo que pudiera considerarse arma. Tsunade ordenó a su gente que terminara de rodear a los Hyuga que los habían acompañado. Estos bajaron de sus caballos y se quitaron todas sus armas, poniéndose de rodillas ante los líderes.

—Hanabi Hyuga, escribe una orden a tu castillo de que no salgan de ahí. Un regimiento de mi confianza guiado por Makoto y el viejo Hiruzen irán a tomar el control—Ordenó con firmeza Minato, lanzándole un pergamino—Sé que si ven tu firma  y verifican tu letra responderán a tu llamado. Ya que al parecer tu padre no tiene idea de lo que sucedía con su familia. No deseo que gente inocente se involucre.

—Mi padre no sabía nada. Todo lo hice por el honor de nuestro clan—Escupió ella.

Sin embargo aun con los ojos llenos de frustración y rabia, cuando le fueron desatadas las manos, abrió el pergamino y comenzó a escribir. No quería que hubiera más heridos. En ese castillo había omegas y niños… Además de siervos inocentes que solo siguen órdenes. Por el momento era lo único que podía hacer para protegerlos.

…….

El clan Sarutobi no era un clan grande, era muy pequeño pero contaban con una gran historia. Hiruzen era su líder abdicado, su sobrino era su sucesor. Contaba con un destacamento pequeño pero muy voluntarioso. Había como ese clan muchos otros clanes que se habían integrado al clan Namikaze por voluntad propia; por lo cual podían mantener sus costumbres e insignias pero jurando lealtad absoluta a Minato. Por no ser un clan principal, no vivían en el castillo de la alianza. Hasta hace poco vivían en las tierras Namikaze, pero  se habían mudado bajo orden de Minato a las tierras cercanas de la Alianza, las tierras mixtas, en el anhelo de colonización de Minato.

El rubio tenía confianza en Hiruzen pues había sido uno de sus maestros de kendo. Para premiar aquello, Minato iba a confiarle la protección del castillo Hyuga. También nombraría Makoto para poder librarse de él. Ellos venían en camino para tomar el control.

Cuando al líder de los traidores firmó, uno de los siervos de Minato tomó el pergamino, para luego tendérselo a su amo. Minato lo leyó rápidamente. Sonrió complacido. Lo enrolló y se lo entregó a sus mensajeros.

—Tsunade-sama, por favor acompañe a uno de los betas de Hanabi-san para entregarlo. Usted quedará en posesión del castillo hasta que llegue Makoto y los Sarutobi.

Tsunade dejó a la mitad de su destacamento aun vigilante al lado de Minato, mientras con la otra mitad partía con uno de los alfa líderes de la Hyuga.

— ¿Sabes que lo que acabas de hacer fue una pérdida de tiempo verdad?—Inquirió sombrío Minato a la muchacha.

—Creo que fue lo correcto. —Dijo ella—Quería liberar a mi hermana y a mi primo, a mi gente de un tirano como usted.

— ¿Tirano? ¿Eso crees?—Preguntó ofendido— Bien… vas a conocer qué clase de tirano va a enjuiciarte.

Minato ordenó levantar a los que no habían caído, bien atados fueron puestos en los caballos de los alfas más fuertes, tendidos vergonzosamente sobre sus estómagos.  Lo mismo para Hiashi y Hanabi.

De esta manera tensa cabalgaron de regreso hacia las tierras mixtas, al Castillo de la Alianza sin importar que estuviera anocheciendo. Donde Naruto había logrado que Hinata se levanté para que le ayudase a organizar el evento que su padre le había requerido.

En el camino se encontraron con Makoto y Hiruzen. Con un simple asentimiento ellos fueron por caminos opuestos. Cabalgaron solo alimentados por el amargo sabor de la traición pero contrarrestado con el dulce de la victoriosa justicia. Orochimaru fue orgullosamente al lado de Minato, flanqueado por Fugaku quien solo tenía un rostro inexpresivo. Fugaku de reojo observó a Hanabi llevada tan humillantemente y se juró que nada de aquello les pasaría a su familia o a alguno de sus fieles…

Minato no confiaba en Makoto, pero sí en su desprecio contra los perdedores. Envío a Hiruzen porque su sabiduría era adecuada pero también su capacidad para hacerse el desentendido cuando la situación lo ameritaba, era oportuna si se sabía usar.

Cuando el anochecer hizo imposible su avance, tomaron turnos para vigilar a los traidores que se encontraban amarrados. Al amanecer partieron nuevamente, a trote rápido lograron llegar en poco tiempo.  Naruto los recibió junto a Hinata y Neji. Ambos omegas cayeron sobre sus rodillas, al igual que todo los Hyuga que habían corrido para saludar a los recién llegados. Ninguno podía creer que sus amados líderes llegaron amarrados, recostados en los caballos de los otros sobre sus estómagos, clara muestra de humillación.

 

 

Desde la distancia Sasuke observaba indiferente mientras su mano paseaba por su vientre. Su hermano a su lado puso su mano en su hombro.

—La segunda parte salió como lo esperábamos. —Comentó Sasuke.

—Perfectamente. Hanabi es como lo pensábamos, una buena alfa que jamás abandonaría a su gente. —Murmuró Itachi con seriedad—Sin embargo…

— ¿Qué?

—Si no fueran tan orgullosos hubieran resultado buenos aliados ¿no lo crees?

Sasuke se mordió el labio inferior intentando que la imagen de Naruto consolando a los hermanos no le perturbe.

—Ya no importa. Ya no nos sirven. —Respondió Sasuke.

—Debemos seguir logrando que padre e hijo se enfrenten y que sus demás aliados abandonen a Minato o que el los quite de su lado. Él debe de creer que solo nosotros somos de confianza.

El omega menor observó a su hermano mayor. Le sorprendía la facilidad con la que este podía fingir amabilidad, fingir deseo y amor. A él no se le estaba dando tan bien el no sentir nada por Naruto. Si Minato observara la mirada que en ese momento tenía Itachi se sorprendería al compararla con la mirada amable y dulce que siempre le otorgaba.

A diferencia de Sasuke, Itachi sin duda era un mejor ninja en ese aspecto. Capaz de disfrazar hasta sus propios sentimientos, de hacerse pasar por completo por otra persona sin involucrarse a sí mismo.  El felino menor  deseó ser como su hermano, pero al dirigir su mirada hacia Naruto, nuevamente sintió una agitación en todo su ser. Lo mejor que podía hacer era ocultar que Naruto le hacía estremecer. Debía de cerrar su corazón a él por completo y enfocarse en su misión tal y como lo había logrado toda su familia.

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Muy lejos del territorio de la alianza, existía una guarida subterránea, construida solo como precaución por Madara Uchiha. Era en aquel lugar secreto, húmedo más allá del bosque que rodeaba a las Tierras Uchiha, el único camino para escapar del clan sin que las fuerzas de Minato pudiesen seguirlos, un bosque sombrío, donde la luz solo llegaba a raudales durante el día.

Había sido el lugar favorito de los primeros ninja para dar emboscadas a los ricos clanes de guerreros, por ello los extranjeros le otorgaron el nombre de “Bosque de la Muerte”.

Antes de llevar a cabo el plan, habían llenado el lugar con provisiones en lugares llamados Tambo, donde se conservaba por un tiempo los perecibles. Más allá de ello, era bastante fácil cazar para el clan felino.

En aquel momento, de noche, el clan no descansaba sino que esperaba las siguientes órdenes, aunque sabían que para ello debía de confirmarse algo. Unas personas estaban por llegar, importantísimas para la sucesión de sus objetivos. Mientras esperaban, los felinos practicaban todas las técnicas de combate que sabían, tanto alfas como betas y los poco omegas que con ellos habían marchado.

La ansiedad tocaba cada fibra en los felinos y antes de traicionar a sus compañeros omegas que lejos se encontraban, los alfas desfogaban su irritación en prácticas. Shisui lo sabía, él mismo sentía una terrible ansiedad. Conocía perfectamente por lo que pasaban los alfas de su clan. Él no era ajeno, pero como líder debía mostrarse firme y sereno. Aunque su alfa interno llore la lejanía de Itachi, él solo debía de mostrar paciencia y disciplina para que sus congéneres no se desconcentren. Debía permanecer alerta, vigilando que los golpes que se daban en el entrenamiento fueran solo ello y que la agresividad innecesaria no se desatara. Tantos alfas juntos sin omegas requería de un alfa mucho más fuerte a ellos para poder mantenerlos en orden, un alfa que no solo fuera fuerte sino como Shisui, respetado.

El joven alfa no podía quebrarse. Esa noche era importante, porque del trato que cerrarían asegurarían el éxito de sus planes y de la misión de Itachi junto a los demás. Inconscientemente, Shisui tocó sus propios labios con sus labios, entrecerrando los ojos recordando los suaves de su pareja. A pesar de su perfecto control, el pensar en que alguien más compartiera los labios de Itachi hizo que gruñera.

Había muchas posibilidades de que se presentaran inconvenientes en los que los que estaban en la Alianza debieran de resolverlo como pudieran. Sasuke era quien compartiría el lecho del primogénito del gran líder. Pero Shisui temió, el aclamado Minato Namikaze era un alfa joven, viudo y astuto. ¿Acaso no desearía a su Itachi?

—Shisui-sama, están llegando.

Fue suficiente para que Shisui volviera a su realidad y a sus obligaciones.

— ¿Dónde está Obito-san?—Preguntó Shisui, dándose cuenta que había desaparecido de su campo visual.

El alfa que había ido a comunicarle la llegada de sus “aliados” gruñó y frunció el ceño.

—Está encerrado con su omega.

El joven alfa líder resopló, tocó el hombro de su compañero y le pidió que lo dejara en sus manos. A pesar de que muchos de los alfas que estaban con ellos estaban enlazados y por tanto a pesar de sufrir frustración sexual no traicionarían a su pareja, había otros que eran solteros por lo cual el hostigar a otros omegas era inevitable. Sin embargo a esos alfas ya enlazados, les fastidiaba que Obito tuviese la oportunidad de disfrutar de su omega cuando ellos no.

Aunque en el caso de Obito y kakashi, Shisui pensó que quizás no estaban del todo “disfrutando”. Aunque no lo desease debía de intervenir, aquello alteraba el ánimo de los alfas del clan. Además de demostrar poca disciplina. Casi podía predecir por qué Obito se había encerrado con Kakashi, era conocido por todo el clan.

…….

En una de las habitaciones de la guarida, Obito Uchiha acorralaba a su esposo, su omega, Kakashi, un omega peliblanco de la raza de los lobos, quien portaba un par de orejas de aquel animal junto a una cola peluda.

El pelinegro pegó sus labios a los de su pareja mientras aún lo mantenía retenido contra la pared sin darle alguna oportunidad de escape. Mordió su labio inferior y con su lengua se abrió paso con violencia, enredó su lengua con la otra succionándola fuertemente. Cuando sintió las manos de Kakashi intentando apartarlo, no se lo permitió sino que agitó la lengua del otro con sus labios. Escuchó los quejidos provenientes del otro, pero aquello solo logró excitarlo aún más.

El omega peliblanco sintió que prácticamente le iban a arrancar la lengua. A pesar de que quería detenerlo, su cuerpo de omega poco a poco iba cayendo presa del calor sofocante que Obito le transmitía por sus besos. Como omega “enlazado” instintivamente siempre trataba de complacer a su alfa, incluso si era en el plano sexual. Si Obito tenía necesidad de hacer el amor, como omega se calentaba rápidamente de forma instintiva. Sin embargo no deseaba hacerlo en aquel momento aunque su cuerpo comenzara a excitarse.

Los omegas eran el hogar el del alfa, representaban absolutamente esa palabra, pues era quienes les proveerían de una familia, de personas que cuidar, de tranquilidad y donde los alfas podrían marcar su territorio para su satisfacción instintiva.

Si hubiera sucedido en otras circunstancias, Kakashi se dejaría llevar, pero aquella noche no. El peliblanco sospechaba el porqué de la rudeza de Obito. No solo estaba caliente y deseoso de intimar, sino que estaba intentando marcar su territorio sobre él, de afianzar su supremacía como alfa a través del sexo.

¿Qué podría hacer para calmarlo? Casi sabía cuál era la solución a ello…

Obito bajó sus labios por su cuello lamiendo repetidas veces, haciendo que su piel se erizara y que involuntariamente empezara gemir agudamente para provocarle placer.

Para el alfa no fue suficiente, sus garras se enterraron en las caderas de su omega, queriendo demostrarle que le pertenecía. El omega abrió los ojos acuosos, demostrándole el dolor y placer que le causaba. El pelinegro solo le rasgó su yukata hacia abajo, dejando al descubierto sus blancos hombros. Comenzó a repartir mordiscos por toda la zona, dejando rojiza la piel de su omega.

—Quiero que me des cachorros, Kakashi. Los quiero ahora. —Hablo con voz grave, mirando directamente a los ojos de su omega. Era una orden de alfa a omega.

Kakashi desvío la mirada intentando no perderse en la orden. Al estar enlazados los deseos del alfa se hacían más pesados sobre él, aplastando su voluntad, haciendo nacer un deseo irracional por complacerlo. Su alfa no esperó respuesta, sino que metió su mano entre el hakama de Kakashi, apretó sus nalgas, marcándolas con sus garras. Sin tardarse,  metió sus dedos entre estos, penetrándolo con dos de sus dedos, Kakashi gimió y se quebró hacia atrás. Como era evidente ante el deseo de su alfa, él ya se encontraba medianamente dilatado y húmedo, listo para recibir a su alfa.

—Obito... no es… un buen momento… no…—Intentó hacer entrar en razón a Obito.

Pero aparentemente a Obito no le importaba sus palabras, pues presionó más fuerte sus dedos en la entrada de Kakashi, comenzando a moverlos con rapidez e impaciencia. Gruño, subió sus labios a las orejas de Kakashi, sus orejas de lobo blanco, le fascinaban, las mordió un poco provocando más estallidos de placer en Kakashi.

A pesar de gemir ante cada movimiento de los dedos del pelinegro y que tanto su cola como sus orejas se removían expectantes de más, Kakashi puso más fuerza en sus manos, intentando alejarlo de su cuerpo.

Abrió sus ojos enfrentando a los rojos de Obito. Esos ojos le habían fascinado desde que lo conoció, sin embargo también le llenaban de ansiedad y le daba una sensación de peligro. Eran tan rojos como la sangre y solo se manifestaban en misiones para ayudarles a ver en la oscuridad, él tenía la habilidad de ver en las sombras también pero no con la misma capacidad que los Uchiha.  Y así como le encantaban, aquellos le decían la verdad detrás del pedido, le aclaraban sus dudas del comportamiento de Obito. El por qué inesperadamente lo arrastró hasta aquella habitación.

— ¿Estas molesto verdad?—Comentó Kakashi agitado, intentando dejar de gemir ante la estimulación de su entrada.

Obito desvío su mira, chasqueó sus dientes y simplemente, liberó a Kakashi de sus toques, como si de repente tocarlo le ensuciara.

— ¡Estoy harto Kakashi! … quiero que seas mío por completo. Lo quiero ahora...—Exigió.

Nuevamente tomó a Kakashi con sus fuertes manos, le dio la vuelta y  lo empotró contra la pared, logrando que le dé la espalda y que su rostro quedase pegado a la pared.  Quizás no era la mejor manera de tratar a su pareja, su esposo, pero el alfa estaba cegado por sus instintos en aquel momento. El lobo intentó liberarse, lo cual enardeció más la furia en Obito.

— ¡¿Por qué?! ¡¿Acaso piensas que puedes librarte de mí?! ¡No! ¡Eres mío! Voy a hacerte un cachorro de una vez. —Ordenó apresando sus muñecas por encima de su cabeza con una sola mano, mientras que con la otra intentaba bajarse el hakama.

Kakashi sentía el aire caliente saliendo de la boca de su pareja, chocándole contra la nuca, estuvo a punto de mostrarle el cuello para que le muerda, rindiéndose a sus deseos; pero se concentró en mantener la cordura para poder exigir respuestas.

—Obito, sabes que este no es un buen momento. ¿Qué vamos a hacer conmigo preñado?—Intentó razonar usando su voz más grave posible, no queriendo iniciar a gemir como si estuviera en celo.

—Yo te cuidaré. —Le susurró con cierta dulzura, la cual casi lo desarma por completo. Por supuesto, sabía que tenía la razón. No hacía falta que se encontrase preñado, Obito siempre lo protegía.

La fuerza en Obito bajó, lo cual fue aprovechado por Kakashi para liberarse. Se dio la vuelta y aunque una punzada en su pecho lo atravesó reunió toda su fuerza para brindarle a su alfa una cachetada. Sintió el dolor, decepción e ira en su marca presionado en su cuello, el alfa le exigía una disculpa, y el omega interno deseaba pedirla. Pero debía hacer que Obito se dé cuenta de los deberes que tenían.

— ¡Sasuke e Itachi están ahí arriesgando sus vidas!—Gritó logrando que la voz no se le quebrase— ¿Y tú quieres aparearte? ¡¿Acaso has pensado en Shisui que tiene que estar separado de su omega?!

Obito era un alfa normalmente tierno, juguetón de buen humor, sumamente protector, pero también era  demandante como alfa, quizás más que otros Uchiha. O quizás lo era porque eran de especies diferentes. Los felinos eran posesivos, pasionales y  engreídos. Kakashi sabía todo ello cuando lo aceptó, pero las circunstancias lo empujaron a hacerlo. No se arrepentía, pero a veces su relación era difícil de sobrellevar. Aunque no negaba que el pelinegro tenía sus razones para ser especialmente posesivo con él, no creía que cumplirle el capricho de dejar que le preñe cambiara su relación.

—Lo vi…—Declaró el alfa bastante ofendido— ¡Te vi coqueteando con tu ex amante!

Kakashi dio dos pasos hacia atrás sorprendido sin saber que responder.

—No estaba… solo estaba dándole ánimos—Respondió nervioso.

— ¡¿Tan de cerca?!—Respondió sarcástico. — ¡No juegues conmigo! Sé que te acostaste con otros mientras me rechazabas.

— ¡Eso fue antes, idiota! No pensé que te importara tanto que haya sido de otro…. Estoy enlazado a ti ¡¿Qué más quieres?!

El alfa no se tomó a bien la confesión. Los recuerdos de los días en que su cortejo a Kakashi no dab frutos llegaron desatando toda la ira de su alfa.

—Cierto… te he mordido pero no es suficiente. —Dijo Obito— No te he mordido en tu celo. Ni me has dado cachorros. —Declaró solemne y serio, con sus ojos rojos mirando fijamente a Kakashi logrando que este sintiera la necesidad de someterse a él.

—Estamos en una mala situación. —Murmuró como respuesta.

— ¿En verdad?  ¿O simplemente es que no quieres atarte más a mí?

La falta de respuesta de Kakashi dañó más a Obito quien se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar, frunció su ceño, y se preparó para tomar a Kakashi así fuera a la fuerza. Los celos que sentía le quemaban, necesitaba reconfirmar su marca sobre Kakashi, estaba desesperado por poseerlo.  A pesar de los años, no todos en el clan respetaban a Kakashi como su pareja. Aún muchas de las ex parejas de su esposo creían que este estaba disponible para ser cortejado. Nadie se tomaba en serio la bendición del templo o los papeles firmados sin una verdadera marca en el cuello. Para los otros alfa, ante la ley Kakashi podía ser pareja oficial del hermano del líder; pero sus instintos les dictaban que el exótico omega aún estaba disponible para los alfas más fuertes y que se atrevieran a desafiar la autoridad de Obito.

— ¡Obito-ojisan!—llamó Shisui ingresando al recinto

El joven alfa se dio cuenta de la situación entre ellos. De hecho había escuchado parte de la discusión, pero debía de intervenir pues debían de seguir su camino. Finalmente sus aliados habían llegado a la guarida subterránea de los Uchiha. Estaban esperando junto con su gente para cerrar el trato. Obito debía de estar presente.

El alfa gruñó fastidiado; sin embargo despeinándose los cabellos se calmó, se acomodó las ropas e indicó a Shisui con la mirada que lo seguiría. No le gustaba sacar en cara el pasado, pero Obito perdía la paciencia. Era joven, pero su instinto ya le exigía tomar completamente a su pareja de vida y dejarle preñado de sus cachorros.

 Shisui soltó un suspiro ante la imagen de Kakashi. Era un omega muy hermoso, pero ciertamente no podría verlo sexualmente. Sintió lástima por ambos, pero lo mejor era no meterse en ese momento pues ambos estaban alterados.

Cuando el peliblanco quedó solo se dejó caer al suelo. Le pesaba saber que Obito tendría dudas de su amor por mucho tiempo. Sin embargo, este tenía parte de razón en lo que había dicho: Realmente no quería atarse más a Obito. No mientras su relación no funcionara como debía para poder tener un hogar estable.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que hayan disfrutado del capitulo tanto como me encantó escribirlo. La verdad me gustó mucho porque tuvo partes muy diferentes. Creo que vamos contrastando más aún el porqué de sus compartamientos y que todos tienen razones apra comportarse. 

Quiero ahcer hincapie en la fierencia entre un clan samurai o bushi de un clan ninja. Tal y como lo expliqupe ser ninja o shinobi en la epoca de guerras significaba no tener el mismo codigo de honor que los samurai. Por ejemplo en las epopeyas samurai tu peudes leer como estos se presentan ane su adversario brindando su linaje entero (muy aprecido alos griegos) mientras los shinobi atacan por la espalda, en el completo anonimato. De alguna manera esa es la misión de los Uchiha, de sasuke Itachi y sus familia. 

Sai siente cierta admiración y empatía por Hanabi peor también entusiasmo proque todo vaya de acuerdo a su plan. Ellos, como bien mencionó Orochimaru solo trabajan para sí mismos. Aunque de alguna manera dirías que los clanes samurai lo ahcen también. Pero Minato tiene un fin que es el de unir todo el País, se verá un pco mejor su ideología más adelante. 

Por cierto "Yamata no orchi" pertenece a la mitología japonesa, cuenta que una serpiente de ocho cabezas y ocho colas devastaba todoa su paso, pidiendo numerosos tributos, peor un día bajo un Dios a destruirlo engañándolo por lo que deduje que era un ente muy vanidos que le encataba le rindieran pleitecía. Por otro aldo, Kishimoto se basó en otro mito sobre esta criatura apra crear a los tres sannin. CUriosamente, se describe aquí que Orochimaru era primero aprendiz de Jiraiya, peor lo traiciona apra obtener poderes de Orochi. 

Vayan armando su deducciones.

¿Ustedes creen que realmente Itachi no sientió absolutamente nada cuando se dejó besar por Minato? O mas bien lo provocó.. no creeran que realmente Mikoto se tardo en lelgar verdad? 

De alguna amenra sentía lastima por Minato pues esta cayendo más y más con los Uchiha. Pero me gusta escribir de ellos siendo tan traicioneros peor ala vez amorsos dentro de su mismo clan.

Ohh mi Shisui..si supieras.... owww

Adoró el obikaka y ellos tien todo un dramón que contar. Hasta donde va creen que Obito tien razón? Hagan sus conjeturas!!!

Hanabi, realmente aparte de Neji es una de las Hyuga que poc mostraron pero que me agradaba. Ella es todo sentido una guerrera bushi, que se sintió miserable por intentar atacar a Minato a traición. Pero sobretodo ordenarles ello a sus guerreros.

Porqu ese es otro punto, como señor de la guerra no podías mandar misiones deshonrrosas a tus sudbitos, por ello algunos clanes contrataban ninjas. 

Hace poco vi un anime que trataba sobre los ninjas y su diferencia con los clanes bushi mas crudamente peor que ala ve tenía comedia y (según yo) shone ai se llama donten ni warau, deberían de verlo. Es muy bueno. Se los recomiendo, etendí un poco más alos ninja más allá de las lecturas y las descripciones de kishimoto que son idealizadas. 

Si quieren a Hinata, pues tranquilos ya llegará su momento de ser feliz (por supuesto no al lado de Naruto cof cof)

Nos estamos leyendo. Les adelantó el titulo del siguiente capitulo(hasta el momento así va): Enigmas del pasado, consecuencias en el presente


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