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THE CALLED por Karenlauren

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Pasaron días, semanas y hasta meses sin complicaciones, nuestra relación avanzaba viento en popa.

 

Me pidió salir casi al año de conocernos, perdí la virginidad con él y ahora llevábamos más de año y medio de relación. Con el nuevo curso escolar nos habían puesto en la misma clase así que hacíamos los deberes juntos, sacábamos buenas notas, teníamos miles de citas... y hacíamos mucho el amor, a veces creo que podría ser más una maratón que otra cosa.

 

Hoy era sábado y habíamos quedado para ir a comer con sus padres, me los iba a presentar… estaba muy nervioso, suspiré hondo, tomé aire, me aferré al pomo de la puerta. No pasa nada, no pasa nada, no hay razón para estar así.

 

Shukaku enseguida se paseó por mis pies para animarme con su colita rechonchita que a Kiba le encantaba agarrar, aunque Shukaku le mordía... cuando lograba cogerle.

 

Oí el timbre y bajé a recibir a Kiba.

 

- ¿Nervioso? – Asentí, no podía articular palabra y apenas podía andar.  – Tranquilo, todo saldrá bien... De hecho, creo que les caerás genial.

 

Andamos tranquilamente hasta una casa familiar antigua japonesa. Ay Dios mío...

Nos miramos.

 

-Es aquí.

 

Sacó la llave y empujó la puerta, sujetándola mientras hacía un gesto con el brazo:

 

-Tú primero. – Me hizo sonreír y por poco olvidé lo nervioso que estaba.

 

Caminé lentamente por el jardín admirando las flores que crecían tranquilamente al sol, se veían muy bien cuidadas además de hermosas.

 

Entramos y nos recibieron un par de perros, me sorprendió ver que uno blanco grande como un lobo se me acercaba para poner sus patas delanteras en mi pecho y empezó a lamerme la cara.

 

Para cuando Kiba se dio cuenta, ya estaba casi lleno de babas.

 

-Akamaru! – el perro bajó y fue a saludarle – Lo siento, no suele hacer eso con las personas nuevas.

 

Sonreí feliz, era una calurosa bienvenida.

 

-No pasa nada!

 

- ¡Vaya, vaya! Pero si eres una belleza. – todos nos giramos mientras los perros salían al jardín. –Kiba, me tendrías que haber dicho que tu novio era tan guapo, tu madre se va a poner celosa.

 

Ambos reímos por el comentario, me acerqué al señor Inuzuka y Kiba nos presentó formalmente. Después llamó a la madre a gritos, nos presentaron y fuimos al comedor dónde comimos tranquilamente. Eran una buena familia, enseguida me sentí como en casa...

 

Pero un sentimiento incómodo no abandonaba mi pecho... De repente sentí una punzada de dolor en el estómago. Me disculpé y pedí las indicaciones para ir al baño.

 

Me lavé la cara y respiré profundamente.

 

¿Qué diablos había sido eso?

 

Volví a la mesa y terminamos de comer, Kiba y yo salimos al jardín para hablar. Me tenía que decir algo muy importante.

 

- ¿Y bien?

 

-Gaara, yo... – dejé de andar y me giré hacia él.

 

- ¿Si? – le miré con una sonrisa que se extinguió al oír sus palabras.

 

-No puedo seguir. – se me paró el corazón.

 

Una punzada de dolor, en la parte baja de la espalda.

 

- ¿Kiba? ¿Ha ocurrido algo malo? – él me miró y en sus ojos había más amor del que había visto en todo ese tiempo. Él me quería. ¿Qué estaba ocurriendo?

 

-No, es solo que ya no te quiero más.

 

-No me lo creo. – Él se giró sorprendido. – Demuéstramelo, corta conmigo de verdad.

 

Otra punzada de dolor, esta vez en el brazo.

 

- ¿Cómo quieres que te lo demuestre? – su voz sonaba alterada - ¡¿Qué quieres que haga?!

 

Una más, toda la pierna derecha, casi ni la sentía del dolor.

 

- ¿Es realmente a mí a quién haces esa pregunta? – Su mirada estaba confusa.

 

-Yo... Gaara... no perteneces a mi mundo... no puedo aceptarte...

 

De repente mi cuerpo se dobló en pura agonía.

 

- ¡Gaara! – hizo un ademán de acercarse a ver como estaba, pero rechacé su ayuda, me di la vuelta y salí de esa casa sin darme la vuelta. Mis ojos ya no eran humanos. Pronto sería Ichibi, no tenía intención de convertirme delante de Kiba. Menos aun cuando estaba cortando conmigo.

 

Oí su voz a lo lejos, como si me estuviera siguiendo, pero no pudiese alcanzarme. Como si mi velocidad ya no fuera humana.

 

Llegué a mi casa, la puerta estaba abierta.

 

Oh, no. NO PUEDE SER.


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