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¿Y si volvemos atrás? (YoonMin) por Selenebts

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Notas del fanfic:

Esta historia fue creada a partir de la petición de una lectora, que me regaló su idea de un fic y me pidió que con ella hiciera una historia. (el título también le pertenece)

Reitero, este fic no es una adaptación, es escrito por mí, pero a apartir de la idea central de una de mis lectoras ♥

La nieve cubría toda la ciudad, mis manos se sentían frías y se notaban moradas.

 

Me reprendí internamente por no haber traído guantes, había olvidado por completo el hecho de que hoy era el día más frío del año. 

 

No quería ir al colegio, al menos no hoy. 

 

Me entregarían el resultado de un examen muy importante, uno que podría decidir prácticamente mi bienestar físico y mental.

 

Froté mis manos insistente, necesitaba sentir un poco de calor, mi piel se sentía como cuero áspero.

 

  —¡Jimin!

 

Oí el llamado de mi nombre y me voltee.

 

Él, agitaba su mano con una gran sonrisa en sus labios.

 

Sonreí al verlo, Taehyung era un gran amigo.

 

Llegó a donde me encontraba y palmeo mi espalda.

 

—Te ves muy feliz—articulé con una curva en mis labios.

 

—Es que todo está saliendo bien...él pronto le dirá a sus padres que estamos saliendo, ¿sabes lo que eso significa?, ¿te imaginas?

 

Se veía tan emocionado que no pude evitar sentirme muy alegre por su felicidad. Mis amigos eran muy importantes para mí. El saber que uno de ellos estaba logrando algo tan importante y decisivo para su vida me hacía el hombre más feliz.

 

—Lo sé—respondí.

 

—Corramos, ¡estamos llegando tarde! 

 

Ambos aceleramos el paso para llegar a tiempo a las aulas.

 

 

+++

 

 

  —Señor Park Jimin, aquí está su evaluación.

 

Tragué en seco.

 

No podía salir mal, no debía salir mal.

 

Mi corazón comenzó a elevar el número de palpitaciones, ¿cómo se le llama a ésto?, oh sí, taquicardia o más bien nervios.

 

  —¿Señor Park?—Escuché nuevamente y sentí el hormigueo de mis manos, el sudor frío recorrer mi espalda. 

 

Esto era miedo, temor; este sentimiento no era agradable, no era un sentimiento ni manejable ni controlable, era inevitable y hasta podría llegar a decir que necesario o al menos era así para mí, estaba acostumbrado a esto, a sentir ese vacío y esa angustia previa, era la advertencia de mi cuerpo a la catástrofe que sabía que se avecinaba.

 

No necesitaba ver el resultado para saber con exactitud lo que pasaría.

 

Lentamente elevé mi cuerpo de aquella dura silla de madera. No era yo, mi alma había abandonado mi cuerpo, era el mismo sentimiento de cuando bebes alcohol y te sientes mareado, te sientes fuera de sí, como si no pudieras enfocarte en el presente de lo que estás viviendo y divagaras por todo el entorno alejándote del cuerpo que sabes que, de algún modo, estás manejando.

 

Mis pisadas se escuchaban por el pasillo que dejaban las sillas del salón.

 

Mis oídos solo podían captar ese pequeño golpe que daba la suela de mis zapatos a cada paso que daba en dirección al frente.

 

Mis dedos rozaron el papel y un escalofrío trajo mi alma casi a la fuerza a la realidad.

 

No podía escapar de esto, no había manera. Desearía dormir eternamente, no despertar jamás, no respirar, no pensar, no sentir, no escuchar, no ver; no percibir el malestar que mis acciones generan en mis seres queridos.

 

Todo lo que hacía a ellos les enfadaba y a mí me dolía.

 

No quería, pero lo hice. Posé mi mirada sobre los números color rojo en la parte superior de la hoja.

 

Mi corazón se apretó y mi garganta se cerró.

 

Me repetí internamente una cantidad de veces considerable que no debía derramar ninguna lagrima, que esto ya estaba hecho y que no había modo alguno en que pudiera revertir lo que iba a suceder.

 

Pero era absurdo impedir que salieran las gotas saladas, después de todo soy un ser débil y las personas débiles deben llorar, ¿no?, es nuestra única manera de demostrar lo miserables que somos.

 

Sonó el timbre y caminé hasta mi silla.

 

Mis tímpanos recibían los gritos eufóricos de las personas que salían fuera del salón y de algunas que decidían quedarse dentro.

 

No podía moverme.

 

¿Qué me pasará?, pues sé que nada bueno.

 

  —¿Jimin?, ¿estás bien?

 

 No podía usar mis cuerdas vocales, sabía que si lo hacía no podría contener aquel nudo que a cada respiración de mi parte se acrecentaba. 

 

  —¿Fue mal?—Sentí la voz de mi amigo llegar otra vez como una alerta para mi organismo, pero no podía decirle; nadie debía saber nada de lo que me pasaba.

 

Intenté con todas mis fuerzas mover los músculos de mi rostro. Lo logré, curvé apenas mis labios y apreté el papel que aún se hallaba en mis manos.

 

—N-no im-mporta.— Él parecía confundido, su ceño estaba levemente fruncido, pero pareció entender que no me pasaba nada y relajó su expresión.—Debo ir al baño—digo y me levanto con una fuerza de voluntad, desconocida hasta para mí.

 

Él solo asiente y yo me marcho rápidamente. Sentía que si seguía en aquel lugar me desarmaría frente a él y no podía mostrarme así. Otra característica de las personas débiles era la cobardía de decirle a los demás cuan débiles somos.

 

Formé una sonrisa rota en mi rostro e ingresé a uno de los cubículos.

 

Mi mentón daba pequeños espasmos y el nudo buscaba la salida de mi garganta.

 

No debo ser escuchado, no debo hacerlo, me repito una y otra vez.

 

Espero la salida de todas las personas y lo suelto.

 

Duele en mi pecho.

 

Sujeto mi camiseta en el lugar donde la presión es más fuerte. Me digo que sólo quiero desaparecer, como quien duerme y jamás despierta, pero sé que nada será así y que tendré que vivir aquello que dolerá aún más.

 

Estallo y mis oídos escuchan los lamentos devenidos de mis labios. Ya no logro controlarlo, si fuera descubierto no podría detenerlo y decir que nada sucede, no podría formar otra sonrisa, no podría mentir como frecuentemente lo hago.

 

  —¿Quién está ahí?

 

Oigo la voz de alguien como si ésta fuera lejana, pero sé que no lo es y que está cerca. Y aunque tenga la certeza de que mis sentidos no me mienten y que alguien se encuentra hablándome no puedo responder y no puedo frenar las lágrimas que descienden, rebeldes, por mis mejillas hasta mi mentón.

 

En un intento de reprimirlo, torpemente remuevo con la manga de mi buzo la humedad de mi rostro; pero sé que esa repentina acción no evitará nada y que de todos modos mis ojos no dejaran de estar hinchados y mi barbilla no dejara de temblar.

 

Mi cuerpo se mantiene con espasmos e intento de una manera estúpida evitarlo, al instante me resigno y me entrego por completo a ser descubierto.

 

Abren la puerta y levanto apenas la vista.

 

Mis piernas no tenían fuerzas, no había manera de levantarme y huir. Quería escapar pero sabía que no podría, que no podría responder a esa acción y que aunque lo deseara me era imposible.

 

Sus ojos café penetraron los míos y supe, al ver sus orbes, de quién se trataba.

 

Tú, no debías ser; tú eres alguien importante para mí. Tú, no tienes que ver lo frágil y lo roto que puedo llagar a estar, lo imbécil y torpe que me puedo llegar a mostrar.

 

 —Jimin—susurra y me siento morir, siento que abriré mis brazos y rodearé su cuerpo, lloraré frente a él y dejaré expuesto todo lo que soy; pero no lo hago, me contengo, me reprimo a moverme y sólo lo observo.—¿Qué sucede?...¿Por qué... 

 

Ni siquiera termina su pregunta y veo como sus ojos se nublan y los míos arden.

 

 Él, intenta contenerlo, lleva una de sus manos y limpia insistente sus lagrimales. No funciona y una gota resbala por su mejilla.

 

¿Se ponía así por mí?, ¿tanta lástima daba?, ¿por qué lo hacía?

 

Quería decirle que no llorara, que me dejara y que no se preocupara por mí, que solo era temporal y que tenía solución; pero no podía hacerlo, no podía mentir, el terror recorría mi cuerpo, viejos moretones se sentían renovar y mi piel me advertía del dolor que pronto sufriría.

 

Él se acercó a mí sin soltar ninguna palabra y rodeo mi cuerpo.

 

  —YoonGi...—Se me escapó el nombre que él portaba de mis labios y sentí calidez en su tacto.

 

Sujetó con más ímpetu mi longitud y escondí mi rostro en su pálido cuello.

 

¿Por qué me abrazaba?, me atreví a cuestionarme pero no le hallé respuesta, ¿empatía? ¿Amistad? ¿Cariño? ¿afecto, quizás?

 

No importaba cual era el motivo, y descubrí eso al escuchar los espasmos de su cuerpo.

 

Él, tanto como yo, necesitaba esto.

 

 Y no lo solté, lo apreté más a mi cuerpo.

 

Su olor invadió mis fosas nasales y sentí que quería permanecer aquí siempre, que incluso cambiaría mi gran deseo de dormir eternamente sólo por este encuentro.

 
Notas finales:

Gracias por tomarse el tiempo de leer :)

^^Selene


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