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¿Y si volvemos atrás? (YoonMin) por Selenebts

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Sujeté su chaqueta con fuerza y desahogué mi dolor en su presencia.


 


  Ritmicamente movía su mano en mi espalda, mientras la otra acariciaba mis cabellos.


 


  Él intentó alejarme y lo apreté con más fuerza. No me veas así, no quiero que lo hagas, si llegas a preguntarme la razón no podré negar la verdad y te diré todo, no esconderé nada ante un interrogatorio de tu parte, y sé que no debo, que no es razonable decirte nada, que no puedo cargar con mis problemas a nadie más, que sólo somos amigos y que la amistad se destruirá si te enteras de lo frágil que soy.


 


  Me dirás que soy cobarde, que soy un jodido marica; no puedo permitirme escuchar esas palabras, porque sé que dolerán aún más que los golpes.


 


  Mi corazón desea confesar el dolor que padece, pero le prohíbo hacerlo, le prohíbo soltar cualquier cosa. No puedo decirte ni a ti ni a nadie de mi dolor, de mi flaqueza. 


 


—¿Quieres permanecer así un poco más? —pregunta y al instante siento alivio, él no indaga sobre mis lagrimas y me hace bien escucharlo. Asiento con mi cabeza siendo incapaz de hilvanar cualquier frase. Él sigue acariciando y yo intento calmar de manera progresiva mi llanto.


 


  No pregunto porqué él lloraba, aunque en mi mente la inquietud existiera, no era debido insistir, no podía pedirle que me de alguna respuesta cuando yo no podía confesarle de mi motivo. 


 


  Pasan, lo que para mí, son horas y siento que ya soy capaz de enfrentarlo.


 


  Me aparto con lentitud y nuestras pupilas chocan directamente.


 


 Mi corazón me alerta de que algo extraño está sucediendo en mi interior, pero decido ignorar tal cosa y con el puño de mi buzo frego mi rostro.


 


—No quieres hablar, ¿verdad?


 


 Niego con mi cabeza y él curva sus labios.


 


 Lleva una mano a mi mejilla y su tacto me paraliza.


 


—Todo estará bien.—Lo oigo decir y creo en sus palabras ciegamente, siento que lo que dice es verdad, que no hay temor, que nada sucederá y que no habrá más dolor.


 


  Mi mente me lleva rápidamente a la realidad y dejo a un lado esa pizca de esperanza que sus palabras crearon en mí. Me doy cuenta que aunque desee con todo mi ser creer en ello nada de eso es real.


 


 Curvo apenas mis labios y él aleja su tacto de mi pómulo, no sin antes limpiar el último rastro de humedad.


 


—Vamos —suelta y obedezco.


 


 Sigo sus pasos a la salida de aquel baño.


 


  Camino tras él y en el transcurso del trayecto me atrevo a observar su espalda. Mi corazón late como minutos antes y vuelvo a reprimir el sentimiento que sabía que quería escapar de mi ser.


 


 Subimos las escaleras, y no es hasta que siento el frío viento, que noto que estamos en la terraza del edificio y no en el salón.


 


—¿Por qué...? —suspiro y el aire sale como humo de mis labios.


 


—Ven —ordena y camino hasta donde él se encuentra.


 


  La vista es magnífica y me es inevitable sonreír ante tal paisaje teñido de blanco.


 


  Mis manos comienzan a sentirse duras y congeladas al punto de doler, las llevo a mis labios y exhalo aire caliente sobre ellas para poder volverlas a la normalidad.


 


Sin siquiera poder evitarlo siento como sujetan mis manos con otras.


 


  Elevo mi vista y sus ojos me observan con una pequeña curva. Mi abdomen se contrae y me quedo estático sin saber como reaccionar.


 


  Lleva mis manos a su rostro y exhala generando una caliente brisa en mi palma.


 


—Estás helado.


 


  No puedo reaccionar y me pierdo en las facciones de su rostro.


 


  YoonGi, mi amigo YoonGi está frotando mis manos y me siento extraño.


 


  Atribuyo mis sentimientos al momento que estaba viviendo mi corazón y reprimo las ganas de abrazarlo que surgen repentinamente. No lo entiendo y lo ignoro, no puedo descifrar ese extraño sentir por lo que decido dejarlo a un lado.


 


  No es correcto, me repito, pero no me aparto, su tacto sobre mí y la idea de que me esté rozando con el aire proveniente de sus labios es más fuerte que cualquier pensamiento racional que pueda llegar a golpear mi mente.


 


  Observo sus labios despegarse apenas, sus ojos clavados en mis manos junto a las suyas y esa mirada serena. Por un instante me permito creer que este momento jamás terminará y que ese sentimiento de calidez no se irá.


 


  Él levanta su vista para volver a encontrar sus ojos con los míos.


 


  Nuestras miradas se cruzan y siento mi rostro arder, quiero escapar, taparme o esconderme,pero mi cuerpo no responde de ningún modo y quedo allí, estático, bajo su suave mirada.


 


  Mi pecho se siente templado, aparece la necesidad repentina de tragar saliva y por un momento olvido como hacerlo, me siento torpe y creo que comenzaré a toser, demoro en hacerlo y creo que me ahogaré, pero solo termina por doler al pasar por mi garganta.


 


  Sus manos aún sostienen las mías.


 


 —¿Estás mejor?—indaga con su entrecejo ligeramente fruncido y me pongo nervioso, ¿qué debería responder?, nunca estoy mejor, no hay un mejor. La palabra mejor no existe siquiera en mi vocabulario.


 


  Divago y creo que no puedo responder, que aunque lo intente de todos modos no saldrá nada y quedaré con la boca abierta.


 


  Él insiste con su mirada sobre mí, y aprieta levemente el agarre en mis manos. Siento que se lo debo, que no hay un motivo más que mi cobardía para ocultar cualquier cosa y que somos amigos hace mucho tiempo.


 


—Lo estoy—respondo.


 


  Él mantiene su rostro preocupado, como si supiera que las palabras que acababa de soltar no eran más que mentiras y que luego lloraría al estar solo nuevamente.


 


  Suelta mis manos y el frío viento me golpea de lleno, recuerdo el dolor de la brisa cuando ésta choca en mis ojos, la helada se apodera de toda mi percepción y veo como él se apoya con ambos codos en el barandal.


 


   ¿Qué pretendía trayéndome aquí?, me pregunto internamente y al hacerlo siento aumentar apenas las pulsaciones de mi corazón. No puede ser, ¡él, no!, me grito con rudeza y quito ese pensamiento de mi cabeza.


 


  —¿Sabes?, hoy no tuve un buen día.—Su voz llega a mis tímpanos y me pongo en alerta.


 


  Ahora lo entendía, entendía la razón de sus lagrimas. Observo mis pies, sin saber ni que hacer ni qué decir, no era bueno en esto. ¿Quizás debiera abrazarlo?, pienso y luego reprimo tal idea; no es conveniente -me digo- no debería.  


 


  Trago saliva y separo mis labios apenas. Me reprocho porque sé que debo decirle algo e intento formular una oración.


 


  —Yo tampoco.—Logro pronunciar y al instante me siento vacío, como si el peso en mi abdomen hallara esa salida que buscaba con énfasis de mi cuerpo, como si toda mi angustia fuera depositada en palabras, como si la presencia de YoonGi hiciera que todos mis problemas se desvanecieran, que mis preocupaciones se esfumaran, que el miedo a lo que se avecinaba no fuera más que un sueño.


 


  No pasan siquiera segundos y vuelvo a chocar con la realidad. Nada ha cambiado, el número color rojo sigue siendo el mismo, el dolor de heridas a punto de abrirse nuevamente, aparece impregnado en mi piel y el sentimiento de dolor es inminente.


 


  Él se da la vuelta y me enseña una jovial mueca dejando aparecer sus pequeñas encías. Al principio la perplejidad ante tal imagen se apodera de mí, luego a modo de inercia devuelvo el gesto.


 


  Me quedo atónito ante la vista de sus ojos achicados formando medias lunas y sus pequeños dientes brillantes.


 


  —¡Vamos!—exclama y siento que solo bastaría una vez más para que me diga tal cosa que lo seguiría a cualquier lado.


 


  Camino nuevamente tras él y me pregunto cómo es que todo se sucedió de este modo, cómo es que terminamos consolándonos entre nosotros, cómo es que una sonrisa está pegada a mi rostro mientras observo el movimiento de su cabello cada vez que baja un escalón.


 


  ¿Cómo algo tan insignificante puede llegar a tener el mayor de los significantes en un momento como este?


 


  Pienso que quizás es debido a mi vulnerabilidad, a mi anticipada angustia; pero no es así e intento creer que ese es el motivo, que yo no puedo por nada del mundo sentir alegría por un simple gesto en YoonGi, que no es posible, que no me puede estar pasando, que somos amigos y que nada debería cambiar aquel rótulo que portamos hace algunos años.


 


  Todo lo que repentinamente me atormenta, con el pasar de las horas de clase, no es más que ese encuentro tan cercano en la azotea, ese gesto de amabilidad, de cariño; ese abrazo que nos dimos en los baños y al pensar en eso recuerdo su tacto directo con mi piel, el momento exacto en que mi rostro se escondió en su cuello.


 


  Su perfume invadiendo mi campo perceptivo, su delicadeza a la hora de abrazarme, su suave voz a la hora de transformarse en mi pañuelo de lagrimas. 


 


  Suena la campana y sé que deberé volver, que mi mundo de fantasías se marchitará tal cual flor sin ser regada, que nada será tan hermoso como su roce y que no hay escape más ansiado que la fantasía de otro encuentro en la azotea.


  


Me armo de valor y doy pasos rumbo al averno que es mi vida.


 


  Si tan solo yo no fuera yo y tú no fueras tú.


 
Notas finales:

Gracias por leer!!!

Besitos!

^^Selene


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