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No me quedaría contigo. por yiya

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Cuando, espantado, tragué en seco y traté de apartarlo, sujetó mis manos contra el muro, mientras su cuerpo hacia presión sobre el mío impidiéndome la huida. Me retorcí debajo de él intentando liberarme, mientras su lengua bajaba por mi mentón hacia mi garganta y cuello, comencé a llorar, por el miedo y el asco que me producía su repugnante olor.
…l sólo soltó una de mis manos por unos instantes. Intenté zafarme golpeándolo en el hombro y la espalda, pero volvió a tomar mi mano y la llevó a su entrepierna; había sacado su miembro y con mi mano comenzó a tocarse allí, yo quedé paralizado por la sorpresa.
Amargas lágrimas caían por mi rostro, en mi mano, encerrada bajo la suya, podía sentir su hombría crecer a cada momento, hasta que un líquido pegajoso comenzó a salir. Durante todo el tiempo su boca mordía y succionaba mi cara, orejas y cuello, hasta que acabó en mi mano.
Me retorcí aún más, pero tomó mis brazos y los colocó sobre mi cabeza, sujetando mis muñecas con una sola mano, y con la otra tanteaba el botón de mi pantalón para desabrocharlo. Quise gritar y pedir ayuda, pero de pronto sentí su lengua dentro de mi boca, mordia mis labios y manoseaba mi trasero y entrepierna.
_Shhh... Tranquilo. Te gustó la comida, ¿no es así? Es hora de agradecérmelo. Quédate quietito, te aseguro que te gustará- susurró volviendo meter su lengua en mi boca.
Enfurecido lo mordí con fuerza hasta sentir el metálico sabor de su sangre. El apartó su rostro y me observó con ira para luego asestarme una sonora bofetada que dejó mi mejilla ardiendo. Sujetó mis cabellos con brusquedad obligándome a fijar la vista en sus oscuros y crueles ojos.
_Escucha bien mocoso, y presta atención para que no lo olvides. En este mundo los débiles como tú no tienen más opción que someterse, porque siempre habrá alguien por encima de ti con el derecho de pisotearte si así lo desea. El mundo es de los poderosos y tú sólo eres un don nadie, menos que basura, y debes aceptarlo.
Así que deja de ser ingenuo y de pensar que existen personas buenas y los actos desinteresados porque eso no es más que una ilusión de un mocoso estúpido como tú- su retorcida sonrisa durante ese discurso se impregnó en mi mente de manera dolorosa.
Nuevamente comencé a patalear cuando consiguió abrir mi pantalón y su mano presionó mi intimidad. Cerré fuertemente los ojos mientras un débil "por favor no" intentaba escapar inútilmente de mi cerrada garganta.
Pero en ese momento el viejo se desplomó en el piso junto a mi, luego de soltar lo que parecía un querido de dolor.
Abrí los ojos y me encontré con la asustada mirada de Nowaki, quién se encontraba parado a poca distancia de mi sosteniendo en alto una gruesa rama en sus manos. Volteé nuevamente la vista al hombre tirado a mi lado y pude ver una herida en su cabeza de la cual comenzaba a brotar sangre.
_Masamune, ¿estás bien? -la voz de Nowaki se escuchaba muy lejana, casi no podía entender lo que decía, pues mi atención seguía en la sangre que brotaba de aquella herida y que ya había llegado hasta mi, manchando una de mis manos de un color carmesí. La levanté poniéndola frente a mis ojos, sintiendo el tibio líquido correr por mi muñeca, hasta teñir la blanca manga de mi camisa.
_Masamune, debemos irnos. Masamune ¿me oyes?- sentí como una mano se posaba en mi hombro y di un fuerte manotazo apartándola de mi, acurrucándome contra la pared, mientras veía cómo la sangre de ese hombre, que había pasado por mis manos, ahora salpicaba el rostro de Nowaki debido a mi movimiento.
_¡No me toques! -se podía notar claramente la histeria en mi voz. La mirada de Nowaki pasó de la sorpresa a la seriedad, y luego a algo parecido a la compasión en cuestión de segundos.
_De acuerdo, no te tocaré, pero debemos irnos de aquí, puede despertar en cualquier momento.
_No despertará... él... él está muerto- podía ver el reflejo de mi trastornado semblante iluminado por la luna en ese charco carmesí.
_No lo está, aún respira, por eso debemos irnos. Vamos, ponte de pie, arregla tú ropa y regresemos a casa ¿sí?- Asentí aún confundido y salimos de allí a prisa.
Durante todo el camino las imágenes seguían repitiéndose en mi cabeza, su voz retumbaba en mis oídos y aún podía sentir el repugnante tacto en mi piel. Tuve que detenerme varias veces por las horribles arcadas que retorcían mi interior.
Nowaki no dijo ni preguntó nada, sólo esperaba pacientemente a que yo pudiera seguir para continuar nuestro camino de regreso. Al llegar al orfanato ya todas las luces se encontraban apagadas, a excepción de la oficina del director, cuya puerta daba al patio, y se abrió apenas atravesamos la verja de la entrada.
El verlo acercarse apresurado y con un semblante sumamente preocupado es lo último que recuerdo de aquella noche, pues luego de eso todo fue oscuridad.

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