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In The Darkness. por Thinkthoughts

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Notas del capitulo:

Subiré dos capítulos por día, para avanzar más rápido. 

McFly – No Worries.


“Tiempos como ese, nunca lo olvidaremos, quedarse afuera para mirar el atardecer.
Estoy orgulloso de compartir esto contigo
Tú me liberas.  Me mostraste cual buena puede ser mi vida”

 

Le di un sorbo al vaso de agua, en realidad, uno bastante pequeño, casi como un lengüetazo pues ese vaso debía durarme lo suficiente. A fin de cuentas, no me gustaba andar robando nada y no había bebederos públicos en donde vivía.

Debía soportarlo así. Vivir así. Era la única opción que tenía.

Mi estómago interrumpió mi concentración al rugir.

«Chubaca, cállate»

Sabía que debía ir en busca de algún alimento, odiaba rebajarme como un perro por los desechos de los demás.

Pero no había nadie que me ofreciera con sus manos aunque sea un bolillo tieso.

Como si tocarme les fuera a ocasionar viruela, huían de mí.

Posiblemente los perros callejeros recibían más que yo.

Sencillamente, porque ellos dan ternura, yo no.

Incluso si les daban comida envenenada, acababan con su sufrimiento.

Pero a mí ni el puro veneno me daban, así que me tenían sufriendo sin merecerlo. Sólo vivía como me habían condenado, sólo había tenido la mala suerte de ser hijo de mi padre.

Comenzaba a pensar que lo que me decía la señora Choi, eso de ser el primero en entrar a mi madre y ser un estúpido por eso, era verdad.

Era un estúpido por haber sido el esperma más competidor y por haber sido el ¿ganador?...

« ¡Ja! ¡Pero si no has ganado nada!»

«Ni me lo recuerdes»

«Perdedor» Bufé.

«Lo se marica, lo sé»

De verdad comenzaba a odiarme.

Chubaca rugió de nuevo y me obligó a ir en busca de algo.

Finalmente salí de la casa, no podía esculcar la basura de cualquier casa así que fui en busca de algún restaurante, aun sin zapatos, completamente descalzo.

Podía sentir como algunas piedritas se encajaban en mis pies, pero no le di importancia.

Incluso si mi tobillo dolía, era más importante comer.

[…]

 

En alguna esquina de algún lugar de la ciudad había un pequeño restaurante, a pesar que no parecía tener mucha clientela, el olor a comida me llamaba.

Los restaurantes siempre hacían mucha comida y la que les quedaba y ya era inservible, la tiraban, era la ventaja de ir al basurero de algún restaurante.

Tal y como esperaba, había basura, posiblemente la acababan de sacar, era la parte trasera que salí a un callejón.

El olor me hubiera sido insoportable si no estuviera tan acostumbrado al hedor que siempre desprendía mi padre.

Me sentía un poco culpable por ensuciarme tan rápido, pero sabía que limpió no duraría mucho.

La puerta trasera del restaurante se abrió de golpe.

Un hombre de piel oscura, alto y delgado salió por ella.

Era tan alto que la puerta se veía pequeña mientras el pasaba bajo el marco.

«Vaya»

Ver a un hombre negro en Asia, más aún en Corea, era extraño.

Su mirada de pronto estaba posada en mí y me inspeccionó detalladamente, pasando de  mis ojos directo a mis pies descalzos, torció el gesto.

«Uno más»

«¡Vamos! Estoy lejos de casa, solo y hambriento, no tengo tiempo de esto»

— ¡Dion! —Gritó alguien desde dentro de la que supuse era la cocina, un chico blanco y de cabello castaño oscuro se asomó— ¿Qué haces que duras tan…? —Se quedó callado en cuanto me notó, le sonreí— Oh… —Su mirada me estrujaba, a pesar de tener los ojos pequeños eran demasiado hondos— ¿Qué buscas? —Su forma de decirlo me molestó y le respondí con el mayor sarcasmo posible.

—Una novia, seguramente —el hombre negro, según yo Dion. Sonrío levemente.

—No vengas a esculcar la basura, no eres un perro —me espetó el chico.

Me estaba dando justo en las bolas, era algo que yo ya sabía pero no me quedaba opción.

—Tranquilo, no me interesa en lo absoluto meterte mano —probablemente su sangre se acumuló en sus mejillas pues estaban realmente rojas y su quijada bastante tensa.

Ni siquiera sabía en qué momento “tocar los cojones” se había convertido en mi deporte favorito.

—Mira niño pendejo —escupió— si sólo vienes por la basura, ve olvidándolo, No quiero que la toques.

—Ya te dije que no pienso tocarte —Reiteré con un toque de fastidio en mis palabras.

Lo estaba viendo a los ojos, poniéndome a su nivel a pesar de saber que era mayor que yo. Me estaba comportando como un irrespetuoso.

Aunque no era que me sintiera mal o culpable.

Según yo, el respeto debe ganarse y ese tipo definitivamente no merecía ni una pisca.

Dion sonrió de nuevo, haciéndose cómplice de mi inocente broma.

El otro chico se acercó a mí y tomó mi mano con brusquedad, sacudió mi cuerpo como si no pesara ni lo de una pluma.

En cuanto levantó su otra mano, yo como reflejo, intenté cubrirme pero el golpe nunca llego.

Dion tomaba la muñeca del otro chico con su enorme mano,  demasiado grande, tanto así que le sobraba un buen pedazo de ésta.

Era la primera vez en la charla que interrumpía.

Sospeché que nunca antes lo había hecho y por eso el tipo de piel clara ahora se veía tan asustado y tan… transparente, la piel se le veía incluso más pálida y sus labios cambiaron de rosado a morado.

—Déjalo en paz, yo arreglaré esto —dijo Dion con su grave voz, tan calmado y firme a la vez.

Pero era aún más extraño escucharle hablar coreano.

Nunca había percibido una voz tan grave y profunda como la suya.

Si yo estuviera en el lugar del pendejo que intentó golpearme, ya me habría cagado en los pantalones.

La mirada que tenía, su voz y su enorme cuerpo lo hacían convertirse en un terrible enemigo. Terrible porque seguro acabaría contigo si lo quisiera. No lo provocaría. Perdería más si lo hiciera.

—Yo lo arreglo —Dion suspiró mientras lo repetía.

—Este chico es un grosero aparte de pobre viene y me insulta —sonreía como si no le importara pero su mirada estaba entornada con desprecio. 

«Creo que no le has caído bien»

«Meh, no hay mucho que se pueda hacer»

Me sorprendió cuando, sin previo aviso, Dion alzó la voz.

No era un grito, simplemente subió un poco el tono y se escuchó más fuerte.

—Kim Seok Jin —le regañó.

«Lo único que logra inspiraba en mi ese tipo era desprecio»

—Bien  —acepto el chico— pero hazlo pronto o los clientes se molestaran.

—Lo se niño idiota, es mi restaurante —el otro frunció los labios— ¿Todavía sigues aquí? ¿Quieres que te rebaje el sueldo? Aparte de maleducado, metiche —Suspiró—, pero que buenos trabajadores tengo —exclamó con ironía.

Jin apretó los puños y después entró, se tropezó al hacerlo pero aun así se levantó con la barbilla en alto.

Escuché la risa de Dion, con su voz tan grave pero inspiraba felicidad.

—Parece que tú también tienes una lengua muy larga —Me encogí de hombros.

—Es buena para cuando como paletas —el rió de nuevo.

—Debo agradecerte.

— ¿Por qué?

—Le diste una lección a Jin.

—Oh, pero si yo solo le contesté como pensé —contesté, inocentemente.

—Pues que mente tan ágil tienes —me informó. Yo le sonreí.

«Ágil, vaya»

—Y eso que no tengo los nutrientes suficientes. Si los tuviera, sería realmente un genio —le presumí y el sólo me miró divertido.

—Posiblemente ya lo seas.

—Sólo intentaba ser humilde —Apunté.

— ¡Pero vaya que lo eres!  —Me contestó con mucho, demasiado sarcasmo en su voz.

No dijo nada más, entró al restaurante tan pronto como terminó la oración.

No le di importancia, nuestra charla me había quitado mucho tiempo y aun debía ir a casa e intentar limpiar lo mejor posible para que se fuera el hedor que mi alcohólico padre había dejado.

No lo hacía por él, sino porque comenzaba a creer que vivía en el caño.

Siempre en medio de pura mierda.

Podía ser que la comida estuviera revuelta, pero era mejor eso que nada, mi estómago solo pedía algo que digerir que no fueran malas noticias y yo no pensaba ponerme estricto con la comida.

Estaba a punto de acercarme a las bolsas que Dion acababa de sacar.

— ¿De verdad vas a desperdiciar comida en ese insecto? —No era necesario pensar mucho para saber que Jin lo decía por mí. Aunque no estaban desperdiciando comida en mí, las sobras que habían tirado era lo que pensaba comer.

—Si desperdicie espacio y tiempo contigo ¿por qué no con él? Justo ahora, tú eres el insecto —le reprendió.

« ¡Oh!, pues gracias, creo… Cabrón»

No escuché a “Crimen perfecto” Jin rezongar a nada. Simplemente guardó silencio.

«Esta no huele tan mal» pensé al acercarme a una bolsa un poco menos llena, tal vez la de esa mañana.

—Deja eso ahí —la voz grabe de Dion me interrumpió, acto seguido me gire a verlo—, No se te ocurra tocar nada de ahí.

— ¡Oh, vamos! ¡Tú ya no lo comerás y Chubaca no se callará si no le doy algo! —ya sonaba algo desesperado.

Justo después de decirlo, cerré mi boca de golpe. De repente parecía más grande.

Levantó su mano y tomó vuelo, se dirigía a mí, esta vez ni siquiera pude reaccionar para encogerme, simplemente me quedé como idiota viendo su mano.

«No sería la primera vez» se burló mi subconsciente.

Pero al final no recibí un golpe, Dion tenía en su mano una toallitas. Me sonrió con todos los dientes.

—Así que a mí sí me tienes respeto.

A mí me gusta molestar a los demás pero este tipo ama hacerlo.

«Debe tener medalla de oro por andar chingando»

«Seguramente»

Me agrada.

—No es respeto, es miedo, eres enorme —Su risa profunda me contagio y medio sonreí.

—Pero si eso es aún mejor niño —dijo realmente divertido.

«Como le encanta, en verdad»

—Como sea, espera aquí un momento y no toques la basura, límpiate las manos con esto —Me entregó las toallitas. Y yo hice lo que me pidió.

Esperaba que no intentara tomarme fotos, de otra forma, comenzaría a cobrar.

Unos minutos después salió y en su mano tenía unos tuppers con lo que quise imaginar era comida.

Sólo verlo hizo que mis papilas se derritieran como hielo en verano.

—Vamos a sentarnos, ¿quieres? —asentí y caminé detrás de él.

En esos momento me alegraba ser tan larguirucho, por lo menos mi cara no quedaba a la altura de su trasero.

Llegamos a una banca cercana al lugar. Se sentó y me indicó que me sentara a su lado.

Lo hice.

Casi vi todo en cámara lenta, como su mano se posó en la tapadera de plástico y cuando la quito, el vapor cálido que la comida soltaba.

«Dios»

—Es todo tuyo niño —me afirmó para luego ponerlo sobre mis piernas.

Eran fideos, posiblemente los hubiera comido antes de que mi madre falleciera, pero ya ni siquiera recordaba el olor o el sabor. Así que sin más, tomé los palillos que me ofreció con gusto, aunque no sabía moverlos muy bien, al menos me servían.

Incluso tenía ganas de llorar.

El primer bocado que di, lo saboree por completo, el segunde lo disfruté y el tercero me hizo llorar.

Me avergonzaba llorar pero no ese día parecía ser mi día.

«Mierda»

Había conseguido agua, ropa, estar limpio durante un segundo y luego venía alguien y de pronto de daba comida y ni siquiera me importaba si era por lástima o pena,

—Oye, no llores sobre la comida —me reclamó Dion, aunque no lo dijo en un mal sentido.

Demasiado bueno para ser cierto.

Sentí su mano posarse en mi hombro, cualquier otro día habría intentado salir corriendo, golpearlo no, porque posiblemente mi mano se habría jodido por completo al hacerlo, pero habría salido corriendo.

En ese preciso momento estaba tan agradecido y conmovido que simplemente no podía controlarlo.

«Y ni así dejas de tragar»

— ¿Cómo te llamas? —me preguntó de la nada, los fideos casi se acababan.

—Taehyung —respondí, mis mejillas aun llenas de comida— Kim Taehyung.

—Taehyung —sonó más como si hablara con él mismo—. ¡Oh! Olvidé darte esto.

No supe a qué se refería hasta que lo vi sacar una botella de uno de sus bolsillos. Era una mini soda.

Eso me hizo sonreír enormemente. Era una sonrisa verdadera.

Unas soda nueva, sólo para mí. La tomé y la abrí con desesperación.

— ¡Esto es la jodida onda! —Exclamé y luego di un trago, ni siquiera observé la expresión de Dion.

[…]

 

Dion me ofreció un trato. Acompañarlo todos los días al mercado para que comprara las cosas que necesitaba y a cambio, me daría alimento mientras fuera.

Obviamente no lo rechacé era lo mejor que me había pasado.

Incluso podía saborear la comida del día siguiente y aún no sabía que me daría. Pero imaginarlo me era suficiente.

«Dion eres un jodido cabrón, pero en el buen sentido» y sonreí imaginando que ya me habría partido la cara de haberlo dicho frente a él.

[…]

 

Tenía muchas energías después de comer, sabía bien que mi padre no estaría en casa así que no quería apresurarme a llegar.

Caminé feliz por las calles, de nuevo, sintiéndome como un niño normal de no ser por ir descalzo.

Mi atención se dirigió a una cabellara rubia, que se meneaba de atrás hacia adelante por el columpio.

La niña miraba sus piecitos moverse mientras los empujaba para agarrar vuelo.

Levantó su mirada y se topó con mis ojos. Eran demasiado azules, demasiado brillantes.

Había una reja que nos separaba, el columpio estaba en el patio trasero de su casa que daba a la otra cuadra.

Me sonrío de nuevo y se levantó del columpio. Caminó rápidamente hasta mí y se detuvo un paso antes de la reja.

—Hola —me saludó sin más. Su voz no me molestó a pesar de ser aguda.

—Hola.

—Me acabo de mudar —me informó y escucharla decir eso me hizo sonreír.

Que tierna.

—Lo sé, te vi en la mañana —le respondí mientras veía como sus mejillas e sonrojaban.

— ¿Por qué no traes zapatos? —me preguntó de repente. Había estado tan concentrado viendo sus mejillas rosadas, que ni siquiera noté que miraba atentamente mis pies.

No había ni una mueca, ni parecía que tuviera asco o pena. Posiblemente ni sabía que era eso.

Más bien era mera curiosidad.

—Mmm, los perdí —me encogí de hombros.

— ¿No te regaña tu padre? —. Sentí que mi mirada se oscurecía, pero no quería ser grosero con ella.

Me limité a negar con la cabeza.

—A él no le importa —lo excusé mientras fijaba mi mirada en algún punto del cemento.

—Mañana —vociferó.

Su coreano era muy bueno. Aun no podía asegurar si era o no coreana.

Posiblemente de padres extranjeros que al final vinieron a vivir aquí, podía tener la nacionalidad coreana. Pero no estaba seguro.

— ¿Mañana? —afirmó con su cabecita.

—Ven mañana. Danny está a punto de llegar, no le gusta que esté fuera de casa.

—Pero si no has salido —negó y pensé ver un brillo de miedo en sus ojos, aunque fue demasiado rápido.

—No le gusta que salga de casa, salí porque estaba aburrida —me indicó y yo ya no quise preguntar más.

—Vendré por esta hora —le aseguré y le sonreí— Me llamo Taehyung.

—Y yo Minjae —dijo con un tono alegre.

Sonreí, era coreana.

—Bien Minjae, es mejor que entres a casa —ella asintió de nuevo— Te veo mañana —. Saludé con mi mano, agitándola en el aire, mientras la veía correr hacía su casa.

—Hasta luego Tae —gritó desde dentro.

«Tae, hacía mucho que no escuchaba eso»

Miré la reja que nos separaba, era el límite de nuestras fronteras.

De pronto me pregunté si hablar con alguien como ella no traería problemas.

[…]

 

Mi casa era un asco.

No había otra forma para describirlo. 

Mi padre también era un asco, no se encontraba en casa pero no necesitaba que lo estuviera para saber que era un asco.

Ya no podía tomar más agua, la vecina ya había llegado.

Así que tome la sucia cobija y la saqué fuera, ya la lavaría después o tal vez era mejor quemarla.

De todos modos estaba hecha mierda.

[…]

 

No sé qué hora era cuando llegó el hijo de puta de mi padre, lo escuché maldecir.

Mi puerta estaba cerrada y había puesto cosas sobre esta para que él no pudiera abrirla.

Mis manos apretaban la navaja mariposa con fuerza.

No iba a permitir que me golpeara de nuevo. Nunca.

Incluso si eso significaba matarlo y convertirme en un asesino.

Sabía bien que cuando llegaba tirando y aventando todo, estar cerca de él no era la mejor idea del mundo.

Lo escuche llamarme, pero no salí, no le respondí.

Podía incluso que estuviera aguantando la respiración.

«Mañana no se acordará nada»

«Mañana no te reclamará nada mientras le traigas su botella»

Me hice ovillo en una esquina de la habitación.

Aun lado mío estaba mi navaja y al otro el pequeño conejito de jabón.

El conejito me daba una clase de paz, no estaba vivo, ni nada. Pero verlo parecer tan inocente me tranquilizaba.

— ¡Taehyung! —Gritó de repente mi padre— ¡Hijo de la chingada, ¿Dónde mierda estás?!

«Mierda. Mierda. Mierda»

— ¡Taehyung! —gritó de nuevo.

«Aléjate. Aléjate. Aléjate»

Escuché un fuerte golpe y mi corazón palpitaba alborotado en mi pecho.

Podía escuchar los latidos en mis oídos.

«PUM. PUM. PUM»

Guardé silencio. Esa noche sería una pesadilla.

Mi padre posiblemente se calló después de tres horas, ya era madrugada y la casa estaba inundada en silencio.

Un silencio pesado y difícil de cargar.

No salí del cuarto por nada, no creía mi padre fuera a despertar por el ruido pero no podía evitar pensar en lo que pasaría si de alguna forma, él despertaba.

Yo sólo no quería tentar al diablo. No me apetecía hacerlo.

Así que me trague mi miedo, me recosté y finalmente intenté dormir.

Dormir y soñar con pesadillas no era descansar, pero al menos lo estaba intentando.

Esa noche al menos, intentaría no preocuparme.

Aún si no duraba mucho.

 

Notas finales:

Listo. Creo que nunca me cansaré de disculparme con esto. Mis lectoras... T.T

Bueno, ya dejo de lamentarme. 

Muchas gracias por leer<3


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