Capítulo 1: Ojos que no se abrirán
De repente, todo se había enmudecido. Choromatsu no podía oír nada, era como si todo se hubiese puesto en cámara lenta y sin sonido alguno. A los primeros a quienes observó fueron sus padres, ambos se abrazaban mientras lloraban desconsoladamente, ¿por qué estaban llorando? ¿Por qué ninguno de sus hermanos los intentaba consolar? Al voltear vio al cuarto hermano, quien a pesar de tener siempre esa expresión de molestia, ahora comenzaba a derramar ríos de lágrimas. Cubrió sus ojos con ambas manos, fue Karamatsu quien lo acobijó entre sus brazos, prestándole su pecho para desahogarse, y a pesar de su acto, él también mostraba una expresión llena de sufrimiento.
El llanto de Todomatsu fue lo primero que pudo oír Choromatsu, se oía lejano pero al ver a su hermano era como si lo estuviese gritando. Su llanto incontrolable le hizo caer de rodillas, gritaba algo, llamaba a alguien pero sus lágrimas le impedían ser entendible.
A su lado se encontraba el quinto hermano, siempre se mantenida con una sonrisa en su rostro... pero esta vez era diferente. No sonreía, solamente se encontraba cabizbajo y con su cabello cubriendo ambos ojos, sin poder hacerle saber al tercero si estaba llorando o no.
Choromatsu prestó atención en sí mismo, su pecho se estaba contrayendo de forma dolorosa, el respirar era en realidad, más dificultoso de lo que debía de ser y, a pesar de esto, su corazón seguía palpitando, con fuerza, le dolía. Su vista se tornaba borrosa, lágrimas le estaban obstruyendo también su vista, ¿él también quería llorar?
Y, en un segundo, pudo oír otra vez, los llantos de sus familiares penetraron fuertemente por sus oídos. Una persona de bata blanca los miraba con lástima, pero no hacía nada para intentar calmarlos.
"No sabemos los motivos de quien lo apuñalo" las palabras de esta persona regresaban a la mente de Choromatsu "No pudimos salvarlo"
"Está muerto..." Era lo que había pensado justo antes de que la habitación se enmudeciera...ahora todo cobraba sentido.
Pasaron varios minutos para que dejaran pasar a sus padres a la habitación del pasillo, los demás esperaban en los sillones de la salita.
Choromatsu podía volver a escuchar, sin embargo nadie decía palabra alguna. Los minutos pasaban y sus padres no regresaban. Ichimatsu había quedado dormido, aun con lágrimas en los parpados, en los brazos de Karamatsu, quien le acariciaba tiernamente la cabeza. Todomatsu aun hipaba por el gran llanto, de hecho, aun soltaba varias lagrimas. Jyushimatsu se había ido a quien sabe dónde, había desaparecido.
Una vez que sus padres regresaron, Choromatsu fue el único que se dirigió a la habitación, el segundo no quería moverse y despertar al menor, mientras que el sexto había decidido ir a buscar a Jyushimatsu, probablemente una excusa para poder estar también un rato solo.
Cruzó la puerta y lo primero que vio fue el cuerpo de su hermano inerte sobre la cama. Rodeado de diversos cables y maquinas pero a pesar de eso ninguna de ellas se encontraba encendida, no producían sonido alguno.
-Está fría...- dijo con tenue voz cuando tocó la mano de su hermano. Y nuevamente empezaron a salir de sus ojos lágrimas, más intensas, más dolorosas.
-Estúpido hermano, estúpido, estúpido- Choromatsu se inclinó a lado de la cama, dejando caer sus lágrimas sobre la mano de su hermano. No lo comprendía, se supone que Osomatsu era el hermano mayor, él siempre decía que debían estar juntos. ¿¡Entonces, por qué?! ¿Por qué se encontraba en aquella cama? ¿Por qué los doctores les habían dicho que ya no había esperanza?
-¡Despierta! ¡Osomatsu-niisan!- imploraba entre llantos desesperados. No quería despedirse de él, no ahora, no de esta forma.
Ya no volvería a ver su sonrisa, ya no oiría de nuevo su voz, ya no le besaría una vez más, tampoco lo abrazaría ni le susurraría cursilerías en su oído. Ya no lo molestaría por tonterías ni tampoco...le repetiría aquella frase de todas las noches.
Choromatsu sentía como cada trozo de su ahora roto corazón caía en lo más fondo de su ser.
-Te amo...Osomatsu-niisan- pero a pesar de repetirlo una y otra vez, los ojos del hijo mayor no volvieron a abrirse.