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The Only One [TaeTen] [NCT] por Kuromitsu

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—Hyung, me gustas. Más que eso, te quiero, te a-

Jaehyun no supo qué le llevó a decir aquellas palabras, ¿la emoción del momento, tal vez? ¿Las lágrimas que vergonzosamente se deslizaban una vez más frente a su hyung?

Pero si aquello que salió espontáneamente de sus labios le sorprendió a sí mismo, con lo que sucedió a continuación —que llevó a que el “te amo” que estaba a punto de salir al exterior muriese en sus pensamientos desarticulados— le dejó muchísimo más que asombrado.

Doyoung, en menos de un parpadeo se había acercado y le devoró los labios con ímpetu.

Procesó todo muy lentamente, como si el tiempo se hubiese congelado en tan solo un instante donde percibió cada detalle más claramente y de forma mucho más precisa, a pesar de la distorsionada visión que le entregaban sus ojos irritados.

Los suaves labios de Doyoung presionándose contra los suyos descuidadamente, sus ojos cerrados con tanta fuerza que sus cejas se curvaron hacia arriba tal como le veía hacer cada vez que disfrutaba del canto, sus manos que no tardaron en tomarle de la barbilla para intensificar el contacto. Sintió esa lengua que recordaba difusamente apretarse tímidamente contra su boca y, como si el reloj hubiese vuelto a contar los segundos correctamente, le dejó entrar  a la par que sus ojos aún llorosos se cerraron.

Y se dejó llevar. Un estremecimiento le hizo temblar cuando la lengua de Doyoung exploró todo el interior de su boca, reclamándola como de su propiedad, saboreando cada espacio posible y entrelazándose a la vez con la suya con facilidad, como si fuese lo más natural del mundo y es que de cierta forma se sentía así; como un añorado reencuentro con unos labios que jamás debieron abandonarle porque dios, Doyoung besaba tan bien que sus pensamientos pronto se tornaron confusos. Se aventuró a probar el interior del mayor y le rodeó la cintura con las manos, palpando frenéticamente cada centímetro de esa piel tan cálida incluso a pesar de la capa de ropa que le separaba; tocando ese cuerpo que había querido sentir cerca desde hace tanto tiempo y que por fin estaba disponible solo para él. En un impulso recorrió la extensión de su columna vertebral con cuidado hasta que alcanzó su nuca y entrelazó sus dedos en esos cabellos sedosos, de hermoso color chocolate que le asentaba tan bien no solamente porque complementaba sus facciones a la perfección, sino que porque de cierta forma era volver a ver al hyung que tantas veces le había ayudado durante el período de entrenamiento.

Era recordar esos días donde no sabía que terminaría enamorándose de su mejor amigo debido a un beso fugaz de medianoche.

El aire se hizo escaso y con un último impulsivo beso se separó apenas unos centímetros. Apoyó su frente en la del mayor y esperó a que él también le devolviera la mirada, lo que hizo después de un instante; sus pestañas se despegaron y dejaron entrever los ojos más lindos que hubiese visto jamás. Supo que estaba sonriendo solo gracias al reflejo que las cuencas de Doyoung hicieron de su persona y su mueca se ensanchó cuando le vio corresponder a su sonrisa tímidamente.

—Hyung… —masculló, sin soltar su cintura en ningún momento, temiendo que se fuese en cualquier momento de su lado.

—No debí resistirme la última vez… —Doyoung se mordió el labio inferior a la par que notó claramente cómo sus ojos trazaban una línea recta hasta sus propios labios, los que percibió humedecidos gracias a la lengua del mayor—. Besas fantástico, Woojae.

Soltó una risa de puro nerviosismo y de lo apabullado que estaba. ¿Había oído bien acaso? Sí, definitivamente tenía que estar soñando porque era demasiado para que fuese real.

—¿Entonces lo que dijiste sobre mí era verdad? —susurró divertido—. Lo de que mis labios eran mi mejor característica física, ¿te acuerdas?

Heechul les había entrevistado unos escasos meses atrás y, si bien había reído debido a lo divertido que estaba desde antes, horas después no había dejado de darle vueltas al asunto; si es que acaso había dicho aquello por el beso que habían compartido durante la estadía en Tailanda, o si simplemente se trataba de una coincidencia. No dejó de pensarlo esa noche, ni la siguiente, ni la subsiguiente.

Otra de sus razones para sus noches sin dormir, pero ya no tenía caso lamentarse por ello. No con la felicidad desbordante que le mantenía sonriendo ampliamente.

—¡Oye! —le sostuvo con más fuerza de la cintura cuando el enojo apareció en su voz y en su rostro; esa mirada de frustración que conocía tan bien porque después de todo Doyoung era una persona extremadamente irascible. Así y todo, lo quería—. ¡Pensé que eso había quedado en el olvido…!

—¿Eso significa que realmente lo piensas? —insistió entre risas, con el latido fuerte de su corazón resonándole en los oídos.

—Agh… esto es más molesto que cuando me comparas con un conejo —soltó, ante lo que no pudo evitar reír más fuerte y Doyoung pareció molestarse incluso más. Coló una de sus manos debajo de la camiseta de su hyung y la expresión de su rostro cambió del enojo a la sorpresa total y nuevamente a la molestia, esta vez, acompañada con un notorio sonrojo—. ¡Woojae, tú…!

No le dejó terminar y esta vez fue su turno de devorar esos labios tan cremosos que le tenían completamente loco. Acarició su espalda esta vez sin la molesta tela de por medio, apreciando cada milímetro de la suavidad de esa piel que había visto anteriormente pero que no había sido capaz de tocar así, tan íntimamente, en un escenario tantas veces imaginado.

Dirigió los pasos de ambos hacia donde quería llegar, y le sintió jadear ahogadamente en medio del beso cuando estampó su espalda contra la pared del cubículo que tenía justo detrás.

—Jae…

—Hyung —gruñó al separarse de sus labios, y trazó con la punta de su nariz todo el camino hasta su cuello, donde enterró sus dientes con suavidad. Doyoung suspiró entrecortadamente cada vez que succionó esa porción tan sensible de su piel, de un aroma tan familiar, tan característico de él—. No te arrepentirás de esto luego, ¿verdad?

Esperó, con los labios a escasos centímetros de la piel del mayor, conteniéndose para no volver a probar su tersa piel porque sabía que de hacerlo terminaría por desconcentrarle, y más que nunca necesitaba su respuesta sincera. Lo preguntó a pesar de que su sentido común le decía que no era buena idea porque tal vez Doyoung solamente se estaba dejando llevar por el momento, y no porque lo quisiera también.

Era difícil convencerse de la idea de que tal vez ya no volvería a ser un mero desahogo momentáneo.

—Woojae, tú… —levantó la vista instantáneamente cuando escuchó la dulce voz de Doyoung llamándole así. Era algo a lo que todavía no estaba completamente acostumbrado porque cada vez que le escuchaba decir ese simple sobrenombre, su corazón se emocionaba como loco. Siempre—. ¿Qué me ibas a decir antes de que te interrumpiera?

Parpadeó, confuso, hasta que su mente se iluminó y no pudo evitar sonreír. Abrió la boca para responder pero el contacto de los dedos de Doyoung en sus mejillas le quitó el aliento y entendió el porqué: sus yemas le estaban borrando el rastro de las lágrimas que minutos atrás habían escapado de sus ojos tan vergonzosamente. Miró al piso, nervioso.

—Yo… Doyoung hyung, yo-

—Dijiste que te gustaba —asintió lentamente ante su súbita interrupción, aferrándose más a su espalda con una media sonrisa en los labios. ¿Qué pretendía?—. Y que me quieres también, ¿cierto?

Volvió a asentir. La cálida mano de Doyoung que antes le limpiaba las saladas lágrimas le obligó a levantar la vista, y se perdió en los ojos expresivos de su antes mejor amigo. Lo que fuesen a partir de ese instante estaba en las manos de su hyung, lo sabía perfectamente pero… lo único que rogaba internamente es que no volviesen a ser simples compañeros de grupo.

No lo soportaría, no después de haber probado la gloria en los labios de Doyoung, en el tacto de su cuerpo, en los latidos rápidos que le había causado y que había percibido al acercarse a su yugular entre besos.

Incluso si llegaba a negarse, nada podría borrar aquellas evidencias de su retina. Nada eliminaría el hecho de que tan solo por unos segundos se habían besado con el mismo deseo, como algo mutuo.

—Y después, ¿qué ibas a decirme…? —insistió en un murmullo.

Con una sonrisa, hecho un manojo de nervios, aguantó la respiración para sacar al fin las palabras que quería confesar desde hace tiempo.

—Que yo te a-

—Eso, justamente —volvió a interrumpir—. Woojae… yo también lo hago.

Parpadeó múltiples veces, notando cómo el mayor se comenzaba a ruborizar rápidamente y sonreía con incomodidad.

—¿Ya ves las cosas que me haces decir? Dios… —se quejó en voz alta, desviando la vista. Se mordió los labios, extasiado, con el miedo a caer en cualquier segundo porque era la primera vez que sus rodillas temblaban tanto debido a la emoción. Doyoung volvió a fijarse en su rostro, pero su expresión un tanto abochornada  cambió totalmente—. Espera, ¿por qué estás llorando ahora?

Solo ahí se dio cuenta que su visión estaba borrosa y soltó una pequeña carcajada, pero tuvo que mirar al techo para que las lágrimas no salieran efectivamente de sus ojos; lo comprobó al tocar con suavidad las zonas cercanas, todavía estaban secas y no había llorado.

—No lo estoy —masculló, y solo cuando lo difuso comenzó a dispersarse se sintió preparado para devolverle la mirada—. Y si termino haciéndolo, hyung, es porque estoy feliz…

—Yo también lo estoy.

Se acercó más tímidamente que antes y, correspondiendo a su sonrisa, acercándose lentamente a sus labios volvió a besarle ya sin la desesperación y el anhelo desenfrenado de antes; ya no tenía por qué temer.

Podría caerse el techo sobre su cabeza y no le importaría en lo más mínimo porque técnicamente había escuchado que la persona que estaba tan enamorado le correspondía, y eso era más que suficiente. Se separó de sus labios para acercarse al lóbulo de su oreja, y luego de pasar su lengua lenta y tortuosamente sobre esa porción de su piel —ante lo que Doyoung apoyó  la barbilla en su hombro y se aferró a su espalda fuertemente—, logró susurrar las palabras que habían sido interrumpidas tantas veces por el mayor.

—Te amo —sonrió—. Me gustas, te quiero, te amo, todo a la vez ¿Y tú, hyung? ¿Qué sientes por mí? Dímelo, por favor…

—Ah… —gimió cuando enterró sus dientes en el cartílago con delicadeza—. No me hagas decirlo…

—Está bien —asintió sonriendo débilmente antes de envolverle en un apretado abrazo.

Incluso si no lo decía con palabras estaba más que feliz porque tanto la manera en que besaba o el abrazo al que correspondía con tantas ganas… todas aquellas eran acciones que hablaban por sí mismas.

———

La adrenalina del momento desapareció en el instante mismo en el cual un molesto Ten desapareció por la puerta, llevándose a un incluso más irritado Johnny consigo; lo único que se quedó en el ambiente fue la sensación de profunda confusión y de que nada de lo que había escuchado en los últimos segundos podía ser verdad. Miró a Yuta y a Hansol consecutivamente, pero de un segundo a otro sus piernas no dieron más y cedieron, dejándole sentado en el piso.

—¡Taeyong! —sintió la mano de Yuta en su hombro y su voz a su lado, como si se hubiese agachado a su altura. Sin embargo no lo vio; de hecho, no podía ver nada más que no fuese la tela de sus pantalones y ni eso miraba porque estaba demasiado enfocado en la imagen que se había quedado grabada en su retina: la del historial de mensajes entre Ten y Johnny—. ¿Podrías explicarnos qué ha sido todo esto…?

Negó con la cabeza enérgicamente, intentando retroceder el tiempo, intentando borrar todas las equivocaciones una tras otra que había realizado durante los últimos meses y en general, durante cada maldito año de su maldita vida. Siempre arruinándolo. Siempre tomando malas decisiones. Siempre demasiado impulsivo y con poca empatía, dañando a los demás en un frenesí que parecía no tener principio ni fin pero del que ya estaba completamente harto.

—Taeyong —insistió, y desvió la vista cuando Yuta intentó mirarle a los ojos, colocándose al frente de su rostro—. ¿Qué se supone que sea eso entre tú, Ten y Johnny? ¿Qué significaban esos mensajes? ¿De qué mierda nos hemos perdido?

No contestó. Las palabras que habían brillado en la pantalla del celular de Johnny seguían ahí, soldadas a su memoria, como si quisieran atormentarle una y otra vez. 

“Taeyong probablemente se muere por ti lo mismo que tú por él”

Le gustaba al tailandés, le gustaba mucho.

Sin embargo… eso había ocurrido en el pasado por lo que ya no podía alegrarse ni una pizca por ello, lo había visto en su mirada: esos ojos llorosos cargados de odio en su contra.

Reconocía el odio fácilmente; ya había perdido la cuenta del número de personas que le habían visto de esa forma. Y esta vez, igual que las anteriores, sentía que se merecía ese odio.

Se mordió el labio inferior con fuerza para no dejarse vencer por las emociones. Sí, merecía su ira total, pero era tan difícil aceptarlo; reconocer que una vez más le había hecho daño a una persona y más que nada a Ten, alguien que destacaba de los demás, alguien que le había robado el corazón con su pureza y sus sonrisas.

Ten, quien probablemente le hubiese correspondido de no haberse comportado como un imbécil.

Sintió las manos de Yuta agarrarle de los hombros pero no levantó la mirada.

—Taeyong, mierda, reacciona de una vez porque te juro que todo esto me está dando un dolor de cabeza, ¡¿qué se supone que sucedió entre ustedes?!

—Yuta.

La voz de Hansol quebró el ambiente por primera vez después de mucho, y la presión en sus hombros desapareció en un instante, solo para ser reemplazada por una fuerza que le obligó a levantar el brazo izquierdo, y por consiguiente, la vista. Hansol le miraba expectante.

—Vamos, párate —murmuró con suavidad. Captó por el rabillo del ojo cómo Yuta se movía de un lado a otro del pasillo, con los brazos entrecruzados—. No te juzgaremos ni te obligaremos a decir lo que no quieres. Tranquilo.

—Habla por ti, Hansol —Yuta masculló, ante lo que Hansol negó con la cabeza y le sonrió débilmente, intentando de que no se preocupara por la actitud de Yuta.

Pero cómo no preocuparse, si ahora además el japonés le estaba juzgando duramente, como si no fuese suficiente con todo el odio recibido y…

—Taeyong… —insistió el mayor, sacándole de sus pensamientos, y se acercó lo suficiente como para poder sentir su respiración tranquila en el rostro—. No le hagas caso a Yuta, se le quitará. Y a Ten y Johnny también, solo dales su tiempo, ¿sí?

Agarrándose al último deje de esperanza disponible para no dejarse abrumar por la desesperación, asintió y se levantó del piso.

Tenía que obligarse a andar.

———

Jaehyun supo que lo que estaba haciendo estaba muy mal y que no era ni el momento ni el lugar, pero nada de aquello importó demasiado. Aventurándose debido a la excitación del momento deslizó sus manos con celeridad por la espalda del mayor, y sin darle tiempo a reaccionar coló sus dedos bajo la tela del pantalón, apretando el suave trasero que en más de una oportunidad había fantaseado en tocar. Sintió las uñas de Doyoung enterrarse en su espalda y supo que estaba haciendo bien las cosas con la única persona que importaba en esos momentos —¿qué más daba si la empresa se enteraba de todo?—, y se arriesgó a ir más allá. Buscó los labios de su hyung nuevamente para humedecerlos juguetonamente con su lengua, y rio al ver su rostro de muda sorpresa antes de hundirse en un nuevo beso con él.

Entonces, aprovechó de hacer justamente lo que tenía tantas ganas de realizar y apretó descaradamente la entrepierna del mayor. Su gemido desprevenido fue como música para sus oídos y vaya que adoraría escuchar esa melodía en particular constantemente, lo veía venir.

—Woojae… —suspiró cuando dejó de besarle. Le sonrió, satisfecho—. No hagas ese tipo de cosas…

—¿No? —preguntó con falsa decepción en la voz antes de volver a presionar su mano contra el miembro de Doyoung, palpándolo a pesar de la molesta tela del pantalón, adivinando su forma fácilmente; después de todo se encontraba dentro de los bien dotados dentro del grupo. Jaehyun reprimió una sonrisa: tenía un buen tamaño, aunque no tanto como el suyo propio, claro estaba—. ¿Seguro que no quieres, Doyoung hyung?

Sus ojos se cerraron fuertemente  como mera respuesta y, divertido, no le fue difícil encontrar el camino a través del cierre del pantalón para tocarle más directamente. Un jadeo salió de sus suaves labios y se sintió más que satisfecho.

—Podrían oírnos —Doyoung musitó, ante lo que se sintió en plena libertad para volver a apretar su miembro, el que se estaba poniendo duro más rápidamente de lo que creyó posible en un principio—. Jae…

Oírnos suena a muchas personas —susurró con una sonrisa de suficiencia antes de volver a besar su cuello, sin dejar de tocar el punto sensible que Doyoung mantenía erecto entre las piernas—. No podrán oírte si mantienes baja la voz, ¿verdad?

—Tú, maldito ni- —un nuevo gemido interrumpió su voz; bajo, pero lo suficientemente fuerte como para lograr escuchar cómo esa muestra de placer resonaba en sus cuerdas vocales—. Espera un poco…

—¿Sí?—preguntó, curioso. Doyoung le miró con un claro sonrojo que sin embargo no restó puntos a su mirada intensa que pronto se convirtió en una de frustración. Ladeó su cabeza, confundido—. ¿Qué pasa?

Y entonces, el antes frágil y apabullado hyung que se había entregado sin mayores ataduras se volvió rígido como una tabla antes de comentar con enojo.

—Es que estamos aquí besándonos y, ¿cómo es posible? ¡Ten y Taeyong están en ese embrollo y podrían estar golpeándose en estos momentos!

A pesar de que no quería dejarse arrastrar por la culpa fue imposible: Doyoung se veía demasiado contrariado como para no unirse a su pesar. Sin embargo, lo intentó de todas formas.

—Dejemos que ellos solucionen sus problemas, hyung… —masculló y volvió a succionar la piel sensible de su cuello—. Tengo un problema que solucionar entre manos, ¿no crees?

Volvió a apretar el miembro de Doyoung pero el mayor en vez de jadear y dejarse llevar tal como quería, se alejó con el ceño fruncido.

—Ya pronto podremos hacer ese tipo de cosas, dios, pero ahora necesito saber que todo está bien con ellos —exclamó y se ajustó nuevamente los pantalones antes de destrabar la puerta y desaparecer por ella. Resoplando, se revisó en el espejo y le siguió no mucho después.

—Probablemente no volveremos a tener ninguna oportunidad como la de recién —masculló entre dientes, sintiéndose un pelín culpable por preocuparle más la calentura del momento que sus amigos. Pero es que había esperado tanto, dios…—. Lo sabes, ¿verdad?

—Sí —asintió cuando llegaron al ascensor. Le miró a través del espejo y no pudo evitar sonreír dentro de su mescolanza de sentimientos cuando Doyoung apoyó la cabeza en su hombro—. Pero encontraremos la forma, ¿sí? Ahora lo más importante son ellos dos.

—Lo sé, hyung —respondió en un murmullo.

Ya tendrían tiempo a solas para hacerlo todo: discutir qué eran ahora exactamente, besarse, tocarse, explorarse mutuamente. Pero ahora, Ten y Taeyong necesitaban, tal vez, de su ayuda.

Sin embargo, cuando llegaron al departamento y encontraron la puerta de Taeyong cerrada más la de Ten abierta, demostrando un interior vacío, fue cuando desistieron en involucrarse por lo menos durante aquella noche en el tema; parecía serio.

¿Dónde estaba el tailandés, siquiera?

—Buenas noches, hyung —murmuró cuando llegó el momento de despedirse. Su compañero de cuarto, Mark, probablemente ya estaba durmiendo profundamente; lo mismo con el acompañante de Doyoung, el hyung de humor un tanto extraño (y que parecía potenciar a su antes mejor amigo y ahora también… ¿novio? Se emocionó de solo pensarlo), Moon Taeil. Buscó el lóbulo de su oreja y susurró lo que inevitablemente había pensado—. Ojalá algún día pueda dormir a tu lado, de verdad quiero hacerlo. 

—¡Woojae…! —rio feliz al escuchar su pequeña exclamación en tono de reclamo, y no pudo evitar ensanchar la sonrisa cuando Doyoung bajó la cabeza, avergonzado—. Aunque… podríamos decirle a Taeil que se cambie de habita-

No le dejó terminar porque volvió a besar esos labios adictivos con fuerza, más que feliz. Dios, ¿dormir en la misma cama con su hyung? Más que soñado.

Que Doyoung lo planteara como posibilidad: la felicidad suprema.

—Tomaré tu palabra —susurró con una sonrisa que levantó solo una de las comisuras de sus labios, de forma traviesa—. Y tú toma también la mía en consideración, hyung.

—¿Cuál?

—Que te amo.

 Lo volvió a repetir cuando, bajo las mantas, intentaba dormirse después de tantas emociones juntas en tan pocas horas; intentando a la vez ignorar la preocupación que tenía por sus amigos porque poco o nada podía hacer por ellos, eran sus asuntos después de todo.

Sonrió nuevamente al recordar su rostro avergonzado al escuchar esas palabras, y se aferró más a las mantas, feliz a más no poder, cuando el aún fresco recuerdo de Doyoung ruborizado se cruzó en su mente.

Su hyung podía ser muy lindo cuando quería, sí. Y cuando no, también.

———

Hansol mantuvo la presión en su hombro, obligándole a caminar en dirección contraria a la puerta del departamento cosa que agradeció profundamente: tal vez de no haber estado él se habría puesto a golpear la puerta como loco aunque no le abriesen en toda la noche.

Sonrió débilmente mientras bajaban las escaleras que conducían al departamento donde debía dormir y olvidarse unas horas de todo el tema como mínimo. De no haber estado Hansol no habría tenido mayor problema en quedarse patéticamente al lado de la puerta, esperando a que saliera aunque tuviese que pasar toda la noche en el pasillo, aunque los otros residentes le viesen raro por la mañana y el cuerpo se le entumeciera del frío.

De hecho, hasta tenía ganas de esperar a que el más alto se retirara a su departamento para escabullirse durante la noche y quedarse allí. Necesitaba ver a Ten. Necesitaba hablar con él y comprobar que, a pesar de lo mucho que se lo merecía, no le odiaba.

Demasiado enfocado en sus pensamientos, no supo cuándo fue el momento exacto en que entró a su habitación seguido de Hansol, y cómo es que le había obligado a sentarse en la cama. Lo que sí notó fue cómo se agachaba a su altura y terminaban haciendo contacto visual. El mayor no hablaba mucho, pero sus ojos siempre transmitían calma y eso era lo que más necesitaba en esos instantes.

—Por lo que más quieras, Taeyong, dale tiempo a Ten —le escuchó murmurar y no pudo evitar sonreír dolorosamente; ¿acaso había leído sus pensamientos y la tentativa que tenía de esperar a Ten toda la noche si era necesario?—.  Y trata de descansar un poco, mañana tienen ensayo nuevamente, ¿verdad?

Se sintió a sí mismo asentir aunque no fue consciente completamente de que lo había hecho, como si estuviese viéndose desde muy lejos, encerrado en sus pensamientos tal como estaba.

—Duerme, Taeyong —las manos de Hansol se posaron una última vez en su hombro y con unas palmadas se alejó, cerrando la puerta tras de sí.

Dejó caer su cuerpo de lado en la cama y luego no se movió. Simplemente se quedó mirando el color blanco de la pared de al frente y al mismo tiempo la ignoró profundamente, sumido en sus pensamientos. El tiempo pareció diluirse y convertirse en nada, perturbado solo cuando escuchó las voces de sus compañeros de grupo entrar al departamento después de… ¿cuánto? ¿Minutos? ¿Horas? Las manos se le entumecieron y el frío de la noche —característico, como si el verano desapareciera cuando el sol se ocultaba tras el horizonte— le cayó como un balde de agua fría, pero no se movió un centímetro para envolverse en una de las mantas que tenía debajo.

Supo que era el alba cuando la acción de las otras habitaciones comenzó de nuevo, y tuvo que recomponer su rostro con dificultad para hacerles el desayuno.

Ni siquiera fue necesario abrir la puerta de la habitación de al frente porque ya estaba abierta, mostrando su interior. Y tal como sospechaba, Ten no estaba ahí porque no había llegado esa noche.

Tampoco lo hizo la siguiente, ni la subsiguiente, ni el resto de la semana. Perdió todas las esperanzas cuando, para que estrecharan lazos antes del debut de NCT 127, los movieron a un departamento diferente. Ten no tenía habitación allí.

Y el debut terminó por causar que cualquier intento de comunicación con el tailandés se esfumara por completo, obligándole a dormir poco y a sonreír mucho, a fingir que estaba bien cuando no lo estaba, a soportar las miradas de Yuta que pronto se transformaron de enojadas a preocupadas y, también, a tratar de ser un mejor líder cuando ya era suficiente con la carga que en sus hombros: la culpa pesaba como una verdadera mochila en su espalda.

Pero aun así debía seguir sonriendo, aunque Ten, su tan añorado Ten se le había escapado como el agua entre los dedos.

Y todo, nuevamente, tortuosamente, por sus malas decisiones.

 

Notas finales:

¡Hola! Como lo prometido es deuda les traigo un capítulo, ligeramente más largo de lo normal (????) 

¡Hoy es el cumpleaños de Mark! <333 Los mejores deseos para nuestro talentoso, esforzado y pequeño rapero <3 

Si dejan un comentario me harían muy feliz ah (?) <3 Sus palabras siempre me alientan a continuar.

¡Nos vemos! <3 


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