15-Wucherer
Despertó sintiéndose mareado y preguntándose por lo que había pasado cuando Ikabe le dijo--¡Bien hecho!—Por un momento lo miró sin comprender mientras los ojos grises de Ikabe no se despegaban de los suyos. Su sonrisa lucía algo falsa—Aunque me dijiste que no manejabas armas las manejas muy bien—añadió mientras Joseph se daba cuenta que estaba en una especia de habitación de hospital.
¿Dónde estamos?—preguntó con tono confuso.
Al mismo tiempo se oyó la voz de Hao decir—Deje jefe. Yo le haré hablar—
Joseph miró hacia al otro lado de su cabecera desde donde provenía la voz tratando de entender de que hablaban mientras se tocaba la cabeza que le dolía y descubría que la tenía vendada a la par que recordaba los últimos acontecimientos de los que tenía memoria. Encontrarse con Seto, la balacera, entrar y verse rodeados. Por último el disparo que eludió y luego Kaiba cayendo. La alarma se apoderó de todo su ser ese acto y dirigió sus ojos hacia el ojigris.
¡Seto! ¿Dónde está Seto?—preguntó ansioso.
Ikabe miró hacia Hao--¿Ves como no hay necesidad de torturarle? Tenemos más de lo necesario para saber lo que queremos—le dijo y luego miró al melado—Si quieres verlo deberás decirnos la verdad. Dinos para quien trabajas porque es inútil que nos sigas mintiendo. Una persona no maneja un arma así la primera vez. Le diste entre los ojos—
¿Entre los ojos? ¿De…de qué está hablando?—preguntó pasmado el rubio.
¿Vas a decirme que no recuerdas que mataste a ese tipo?—preguntó Ikabe.
¿Qué estaba sucediendo? Se preguntaba el rubio. Lo habían dejado solo para pensar cuando se cansaron de preguntarle. La puerta estaba cerrada por fuera y hubiera pensado en escapar de allí si no fuera por Seto. Se refregó la cara con las manos en un gesto de frustración y entonces lo olió, sin darse cuenta lo dijo—Pólvora—mientras se daba cuenta que lo que le contaron podía ser cierto y no una farsa de su jefe y el otro también recordó una imagen de una tierra yerma con olor a pólvora y ruidos fuertes, un lugar gris y rojo con fuego y acero por todos lados y se preguntó que le estaba pasando no por primera vez pues recordaba esos sueños extraños de lugares desconocidos. La idea de ir a Fukushima a ver los cerezos en flor.
Herr Hauptmannführer los perdimos—dijo una voz y alzó la vista para encontrar una cara pálida y algo nerviosa, un hombre desgarbado le miraba con ansiedad.
¿Y?—preguntó una voz ronca que provenía de su garganta--¿No puede usted seguir buscando, Herr Unteroffizier?—
Perdón señor pero yo soy Leutnant, mein Herr—dijo el otro un poco menos nervioso.
El sintió como su cara sonreía--¡Ah! ¿En serio?—sintió que decía y vio la cara del otro contorsionarse un poco—Yo diría que un leutnant no dejaría escapar a unos mugrosos espías wucherer. Nein?—
Lo siento, mein Herr. Los conseguiré enseguida para usted—dijo el hombre antes de voltear hacia una parvada de hombres tras él con los uniformes negros—Los! Schnell!—dijo incitándolos a que se fueran con él con las manos mientras corrían por unas calles empedradas.
¿Qué hará, Hauptmannführer? ¿Esperará a que los traigan o…?—preguntó el hombre a su lado que usaba casi un idéntico uniforme al suyo.
¡Para nada Kraus! Ese idiota no sabría encontrar una col en una ensalada de col. Pero molestará menos si nos deja a solas. Lleva a tus hombres por allá y yo iré hacia el lado contrario con los míos. Te deseo suerte—dijo él.
Atrapemos a esos wucherer, mein Herr—dijo el otro.
Los atraparemos Kraus. ¿Cuándo uno de ellos ha superado a uno de los nuestros? Son solo sabandijas que deben ser eliminadas—dijo él y luego se apartó para correr en dirección contraria con los suyos.