21-Un conocido en el pasado
Se estaba poniendo su traje. Era un traje limpio que le habían dado para que pareciera decente porque el melado iba a salir con su jefe. Estaba mirando sus manos mientras abotonaba su camisa cuando de pronto lo que veía cambió. Eran sus manos pero era otro traje o mas bien un uniforme negro del que se extendía ante sus ojos una chaqueta apoyada en los pies de una cama.
Oyó su voz, pero no era su voz, esta era más adulta y mas dura, pero esta vez fue diferente porque no hablaba en otro idioma sino en japonés.
Deberíamos dejar esto. Aún no se han dado cuenta y si…--de pronto una mano tomó su brazo desde atrás y le hizo girar casi al segundo sus labios estaban pegados a otros y su cuerpo era estrujado contra otro más grueso.
No podía ver toda su cara pues el otro era más alto pero la sensación en su cuerpo era intensa. La voz del otro clara se escuchó muy cerca de su oído—No vuelvas a decir eso—fue la clara advertencia antes de dar un paso hacia atrás.
El cerebro de Joseph sufrió un shock una vez la cara del otro quedó en su mira.
Ikabe.
Este volvió a terminar de acomodarse su uniforme militar, también negro pero con diferencias. Joseph recordaba haberlo visto antes y no supo donde hasta que recordó el viejo museo al que fue de excursión con la clase del instituto. Era un oficial del ejército imperial japonés.
Se acomodó mirándose en el espejo la gorra de su grado y ante el silencio del melado se volvió y le sonrió--¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el gato?—luego se dirigió hacia él, Joseph hubiera retrocedido de haber podido pero él no controlaba ese cuerpo por lo que se quedó mirando al otro mientras este se acercaba y le plantaba un beso en los labios—Esta noche no podré verte, después de la reunión del estado mayor debo ir a mi residencia a recibir a ciertos amigos y pasaré la noche en casa con mi esposa—
Es lo apropiado—sintió Wheeler que su boca decía mientras un dolor muy particular acudía a su pecho.
Es un hombre muy desalmado, Herr Koronel—dijo con ojos divertidos el otro antes de agregar—El martes iré a mi casa de Fukujima. Deberías ir un día. Fukujima es precioso en esta época del año. Los cerezos están en flor y la brisa marina los mueve y llena de encanto—
Todo un poeta. Digno de todo samurái, supongo—dijo el melado.
Como he dicho, eres todo un malvado—se despidió el otro antes de abrir la puerta e irse.
Sintió que una sorda rabia invadía su cuerpo, respirar era algo difícil mientras se aferraba al barandal de la cama. Sintió la tensión en todo su ser como una lanza que lo atravesara de cabo a rabo y vio como se miraba a la cara en el espejo al otro lado de la habitación, sus ojos se habían oscurecido y no sabía el porque.