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Masamune, he decidido escribirte esta carta porque no respondes a mis llamadas, confío en que por lo menos, así sea sólo por curiosidad, la leerás.
A mis oídos han llegado noticias muy preocupantes. Debo decir que me costó mucho creer que tú, mi hijo, a quien he confiado todo cuanto poseo, me has defraudado de esta manera.
Desgraciadamente, he podido constatar que todo lo que me han comunicado es verídico. Hijo, ¿qué ha sucedido contigo? ¿Qué es lo que está pasando en tu vida para cambiar de manera tan radical? No puedo entenderlo.
Me hubiera gustado escuchar tus razones, pero te has negado a hablar conmigo demasiadas veces. Por lo que me he visto forzado a tomar una drástica decisión.
Puesto que ya no eres competente para la tarea que te he confiado, deberé reemplazarte por alguien más. Alguien con las capacidades probadas para arreglar el desastre que has creado en este último año.
Debes saber que llegar a esta decisión no fue sencillo para mi, es por eso que no me retractaré. No hasta que hayas demostrado que puedo volver a confiar en ti.
Al día siguiente de que recibas esta misiva, se presentará ante ti el hombre que tomará tu lugar. Deberás cedérselo sin excusas, demoras ni reclamos. El lleva documentos que lo avalan como mi sucesor actual, por lo cual tomará las riendas tanto de la empresa como de la mansión, junto con el liderazgo de todos los empleados que hasta la fecha se encontraban a tu cargo.
Tienes permitida la permanencia en mi casa, que también es la tuya, pero has perdido el control de su administración. El nuevo encargado elegirá unos pocos sirvientes para dejar a tu disposición, puedes elegir conservarlos o prescindir de ellos, pero no podrás elegir otros.
También tienes permitido abandonar la casa si así lo deseas, pero no podrás llevarte nada de ella. Eso incluye objetos y personal. Sobra decir que quedas destituido de tu cargo, y que el nuevo presidente puede reubicarte en el cargo que crea pertinente, para que sigas trabajando si así lo deseas.
Lamento profundamente haber llegado a estos extremos, pero no me has dejado opción. En el plazo de tres meses podré volver al país, y en ese momento evaluaré tu situación, sólo entonces, y dependiendo de tu desempeño, consideraré cambiar de idea.
Sin más me despido. No intentes comunicarte conmigo hasta mi regreso. Si tú no lo hiciste antes, ahora soy yo quien se rehusa a escucharte. Por lo menos hasta poder asimilar la gran decepción que me has causado.
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El destituido presidente no ocultó su consternación al acabar de leer las frías palabras de su padre. Fue en ese momento, cuando ya era demasiado tarde, que cayó en cuenta del desenlace al que sus imprudencias lo habían orillado.
Golpeó el escritorio con el puño repetidas veces, intentando mitigar su furia al verse despojado de todo por su misma estupidez, la carta aún arrugada en su mano.
_¡Maldición! ¡¿Qué demonios es esto?! ¡Padre no puede hacerlo! No lo permitiré.
Tomó el teléfono para marcar al número que su padre le había dejado y que en el último año no tuvo la atención de utilizar. Pero antes hacerlo, unos golpes en la puerta lo interrumpieron. No pudo gritarle a quien tocaba que se largara como habría deseado, puesto que este entró apresurado y con marcada urgencia en sus facciones.
_Hasegawa, ¿qué demonios? ¿Por qué entras así?
_Takano sama lo siento, pero en la entrada hay un hombre que asegura venir a tomar posesión de la mansión y de la empresa. El tiene papeles firmados por su señor padre.
_…l... ¿Ya está aquí?
_¿Takano sama estaba al tanto?
_La carta de mi padre... -mencionó extendiéndosela a Hasegawa, quien la tomó de inmediato _Iré a recibirlo.
Hasegawa leía, por lo que no notó la expresión seria de su jefe al salir de aquel despacho.
Mientras bajaba las escaleras llegó a sus oídos el alboroto que hacían las sirvientas, y al llegar al último escalón entendió el motivo de ello.
Allí, en la puerta, se encontraba un hombre alto, de porte elegante, rodeado por todas las mujeres que lo veían como a una aparición. Al llegar frente a él éstas se apartaron y sus miradas se enfrentaron.
_Usted debe ser Takano Masamune dono, es un placer -Ante el notable sarcasmo en la voz del visitante, las presentes huyeron rápidamente, fingiendo volver a sus obligaciones, para evitar el pesado ambiente que se instaló entre aquellos apuestos hombres.
_En efecto, yo soy Takano Masamune -respondió el azabache con fingida diplomacia _¿Podría saber el nombre de nuestro visitante?
_Me sorprende que no lo sepa. ¿Será que no recibió la carta de su padre?
_La he recibido hoy. Sin embargo, mi padre no tuvo la cortesía de comunicarme en ella el nombre de la persona que viene a destituirme de mi cargo y posición.
_Oh, eso es una verdadera pena -una cínica sonrisa apareció _Mi nombre es-
_¡Takano sama! -Hasegawa interrumpió con la carta en su mano _Si esto es cierto, ¿qué sucederá con Oda dono? -por su apuro no notó la mirada fulminante de Takano, ni la curiosa del visitante.
_¿Quién es Oda dono?
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