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(Re) Enamorarse por -oOYUKI-NII-Oo

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∞ Titulo: "(Re) Enamorarse"

∞ Autor:YUKI-NII.

∞ Género: Friendship

Ranting NC17

∞ N/A Haikyuu no me pertenece. Todo es de su gran autor, Haruichi Furadate

∞ Resumen: El volleyball siempre formara parte de sus vidas con tazas rellenas de café, y videos de viejos campeonatos. Compañeros de preparatoria, finales de relaciones y con amores que jamás pudieron ser. 

 

Cambiar (te)

Fue el segundo día en que había sido nombrado oficialmente como el armador titular del equipo nacional, la noche había llegado demasiado pronto, días cortos de verano y calor, caminaba rumbo a la estación cercana al gimnasio cuando sus ojos lo vieron. Iwaizumi Hajime, cámara profesional colgando de su cuello y mejilla izquierda inflamada. Kageyama había hecho una reverencia al tenerle de frente. Iwaizumi le había dado una sonrisa pequeña, automatizada, un poco rota. A Tobio se le juntaron las cejas, en un gesto de confusión cuando la voz de Oikawa llega hasta ellos, llamando al ex ace del Aoba Josai. Hajime entonces camino más rápido, desapareciendo entre la multitud, Kageyama supo que algo estaba mal, cuando Oikawa paso por su lado, sosteniendo aprensivamente su mano contra su pecho y con sus ojos llenos de lágrimas.

Le costó continuar su camino sin evitar girar su cabeza hacia atrás varias veces, como si esperara que sus sempais regresaran sobre sus pasos para explicarle que era lo que había ocurrido. Pero eso no paso, y Kageyama abordo su tren, al pasar de los días se olvidó del incidente.

Cuando Kageyama cumplió un mes en el equipo, Hinata había comprado un pastel, bocadillos y muchas botellas de alcohol, porque vaya coincidencia, la fecha de su aniversario era la misma. Todo se consolido en una solo celebración.

Kageyama rechazo el alcohol, pero comió con gusto grandes porciones de carne y arroz frito con camarón.

—Hoy vi a Yachi en el comedor de la facultad. Tenemos una clase juntos este semestre —. Hinata le sirvió más té mientras tomaba pequeñas porciones de carne para su plato. Kageyama había cargado todas sus materias durante la mañana para dedicar las tardes al entrenamiento. Era todo un privilegio pertenecer al equipo nacional a su edad —. Me dijo algo curioso sobre un libro que había leído de Psicología.

—Pensé que estudiaba artes —. Dijo Kageyama, con una mejilla rellena de camarón. El aire del ventilador giratorio le deformaba un poco la voz al estar tan cerca, Hinata soltó una pequeña risita ante eso. Kageyama entrecerró los ojos murmurando un idiota por lo bajo.

—Si, lo hace, pero tiene que llenar las optativas y escogió psicología. Yo llevo dibujo básico por eso hemos coincido hoy, no olvides revisar lo de lenguas extranjeras para la segunda hora —. Menciono, apuntándole con los palillos. Kageyama asintió recordando su desastre de haber cargado francés en lugar de inglés durante primer año. Aprobó por mucho milagro y asesorías espartanas de Tsukishima quien estaba con él —Bueno, el punto es que dijo que según un estudio si superas los 7 años de relación con una persona, estarás junto a ella toda la vida —. Hinata lo había dicho avergonzado, con la sensación de su rostro calentándose y ojos miel brillando.

—Aun nos faltan 2 años —. Replico Kageyama, su mirada cayendo sobre una pila de periódicos y revistas de donde Hinata sacaba sus materiales para las clases. Últimamente las de paisajes eran las más compradas por Shoyo, Kageyama alargo su mano, tomando el último número de National geographic.

—Sí, lo sé —. Los ojos de Hinata seguían los movimientos del más alto, ignorando el escozor que el tono de la voz le había dejado sobre su entusiasmo —. Pero sería tan genial si eso fuera cierto —. “Si nos pasara, ya sabes, a ti y a mi” quiso agregar. Kageyama entonces le enfoco.

—No necesitas creer en cosas como esas —. Murmuro el armador por defecto, volviendo sus ojos a las páginas que pasaba perezosamente. Hinata había desviado la mirada —. Nosotros estaremos siempre juntos —. Dictamino, con todo la fe que un veinteañero puede tener.

Hinata le sonrió, sintiendo su pancita cálida y un latido de más en su corazón, abandono su comida, para gatear hacia él.

Cuando Kageyama volvió a mirar a Iwaizumi, fue en un artículo de revista que hablaba sobre el premio a la mejor fotografía de vida salvaje. Hinata ya estaba sobre sus piernas, labios dulces alentando sobre su cuello. La atención de Tobio esa ocasión tomo unos segundos más de lo normal en ser vertida sobre el pelirrojo, tal vez esa fue la primera señal.

Fue en navidad, justo antes de la media noche. Kageyama había tomado el último tren hacia Miyagi. Todos sus antiguos compañeros –Hinata incluido- habían regresado, debían verse con Daichi, su padre había fallecido el día anterior, estarían ahí para él.

Kageyama se dejó caer pesadamente sobre el primer asiento vacío que encontró, casi perdía el tren, eso había sido un catástrofe de tantas formas diferentes, que dio un gran suspiro por haber podido evitarlo.

— ¿Kageyama?

Tobio alzo su rostro demasiado rápido. Iwaizumi cargaba varias maletas sobre sus brazos, había sudor bajando desde su frente. Kageyama se deslizo hacia un lado, abrazando su bolso de deportes y su vieja chaqueta de cuero.

—Hola Iwaizumi-san.

Iwaizumi movió su cabeza en correspondencia, sacándose las maletas para sentarse en el reducido espacio.

— ¿Vas también a Miyagi? —. Iwaizumi se cruzó de brazos, tenía una apariencia demacrada, su mejilla esta vez no estaba inflamada pero había profundas ojeras bajo sus ojos.

—Sí, iré a ver a Daichi-san

—Lamento mucho lo ocurrido, lo escuche de Sugawara.

Kageyama asintió, pensando que el pésame no debía ir dirigido él y recordando que  Hajime compartía universidad con los ex capitanes de Karasuno. Iwaizumi le miro unos segundos más como si quiera decirle otra cosa. Tobio espero, acostumbrado como estaba, a Hajime quien era de pocas palabras.

—Te he visto por televisión, bueno, en realidad he visto a todo el equipo nacional. Felicidades.

—Gracias Iwaizumi-san

—No tienes nada que agradecer.

El silencio se instaló, calmo y sin esfuerzo. No había nada más que decir, ninguno se incomodó ante el hecho. Ambos estaban conscientes de que habían omitido una parte importante de ese reconocimiento. Oikawa Tooru también se había presentado para ocupar la posición que tanto había anhelado. El resultado final estaba ahí, en ese pequeño compartimiento del tren. Kageyama no pregunto sobre su Sempai, Iwaizumi tampoco lo menciono.

La cuarta vez que se encontraron aun caía nieve en Tokio. Llevaban gruesos suéteres y gorros de lana. Iwaizumi tenía su cámara apuntando hacia el parque, su lente enfocaba a la ruidosa risa de un pequeño pelirrojo, Kageyama le sostenía entre los brazos, sacudiendo los copos que una caída había dejado sobre ellos.

Iwaizumi aún se pregunta por qué lo hizo, porque tomo una ráfaga de fotografías que parecían el cortometraje en stop motion hacia otro mundo. Hajime se coló entre la cotidianidad y la intimidad, él no recuerda cómo es que eso se siente, no está siquiera seguro si es que alguna vez lo tuvo. Lo único que entiende es que entre los negativos tomados ese día, hay una imagen especial que ha sido incluido en su álbum favorito.

En ella se puede ver a Kageyama, en un plano americano, estirando sus manos hacia arriba,  como si esperase que el cielo le diese un regalo. Columnas de rayos débiles bañándole. Escaleras de ángel desapareciendo este sus dedos.

Iwaizumi mira la fotografía, él la tomo cuando Hinata se había alejado lo suficiente para conseguir chocolate caliente, la observa cada vez que todo explota en el pequeño apartamento, lo hace para recordarse los viejos tiempos, la secundaria, los partidos de práctica, las horribles materias, la sonrisa de conquistador barato de Oikawa hacia sus compañeras. Y ha sido él, Tooru, quien la encontrado.

Así que la discusión puede ser una profetización a cumplir para ambos. Oikawa chasquea la lengua y respira profundo, está tratando de evitar gritar, como siempre, de controlar su respiración. Iwaizumi saca la fotografía del álbum para llevarla a otro lugar. Error. Fue demasiado rápido, un arranque de fuerza y puro instinto, lo cierto es que la rabia había estado demasiado tiempo contenida, gestos, preguntas, sentimientos, todo acumulado. Inevitablemente se había desbordado.

Oikawa le ha arrebatado de entre sus dedos, y la ha roto en pedazos frente a sus ojos. Porque Tooru lo sabe, Iwaizumi no toma fotografías de personas. Solo lo ha hecho una vez, por un solo motivo.

Tooru se va, como un requisito constante después de cada pelea.

Iwaizumi no va tras él. Oikawa eventualmente no regresa.

Tobio lo encuentra una tarde de domingo, sentando en un restaurante familiar, comiendo una hamburguesa, y con su cámara sobre la mesa. Iwaizumi lo mira, no hay sorpresa en sus ojos, Kageyama solo puede encontrar alivio y nerviosismo. Él también se siente igual.

— ¿Me viste no es así? —. Iwaizumi deja su comida, toma la servilleta, quitando todo rastro de salsa de teriyaki de sus dedos, hace una seña. Kageyama duda, pero aun así se sienta frente a él.

— ¿Necesitaba algo en específico Iwaizumi-san?, si nos hubiese llamado tal vez habríamos podido ayudar más en su sesión de fotos.

—Yo no hice una sesión, yo no suelo tomar fotos al azar Kageyama.

Las cejas de Tobio se juntan, la hamburguesa comienza a enfriarse, hay algo pesado empujando el estómago del armador. Algo sobre encuentros que no parecen mera casualidad, sino una serie planeada de algo que no entiende pero que está ahí frente a sus ojos. Kageyama jamás ha sido bueno para las conjeturas. Esa es la especialidad de Tsukishima, junto al tema de los dinosaurios.

Aun así Kageyama sabe que no es normal tomar tantas fotografías de un viejo compañero de secundaria. Porque Iwaizumi lo ha hecho, Kageyama lo sabe, puede reconocer el sonido caracterismo que hace la cámara cuando captura una imagen. Iwaizumi disparo su lente la primera vez que se vieron entre la multitud de la estación, lo hizo en el tren cuando él fingió estar durmiendo, en la tienda de conveniencia cuando coincidieron en Miyagi y no había ni siquiera un par de horas del funeral del ex capitán de Karasuno. Lo ha hecho durante sus visitas al campus de la universidad de Daichi y Sugawara y durante los partidos de la temporada del equipo nacional, incluso ahora, Kageyama sabe que Iwaizumi está lavando sus manos con antibacterial de bolsillo para poder tomar la cámara sin preocupación alguna de mancharla. No puede evitar sentir sus hombros tensos y la sensación agradable que se instala al provocar el ser el foco de la lente.

— ¿Por qué? —. Pregunta entonces, el rostro de Iwaizumi cubierto con la canon T61 color negra.

—Quien sabe —Murmura Iwaizumi, congelando el momento de las cejas arqueadas y el sonrojo en el rostro de Kageyama.

Hinata debió notarlo, sin embargo lo ignoro. Los mensajes de texto acumulándose en la bandeja de entrada del celular de Kageyama, los fines de semanas que llegaba tarde, las constantes visitas a la universidad de Suga-san. E incluso el repentino interés por las revistas de naturaleza y paisajes que ahora Tobio también había empezado a coleccionar como valioso material.

Es una etapa, pensó, Kageyama era así, un tipo de personalidad infantil que tenía caprichos de vez en cuando, por cosas que realmente no debían ser demasiado trascendentes. Como el último año de preparatoria en la que Kageyama le había dado por probar todas las marcas de leche y té verde con soya. O cuando el semestre anterior se había leído la colección completa de mangas de deportes de la Shonen Jump.

Todo terminaría, las eventuales faltas a citas programadas, y su mala costumbre de olvidarlo en el supermercado para que le ayudase con las compras de la semana. Todo volvería a ser como antes, tan solo debía tenerle paciencia a la mente simple de Kageyama, después de todo ambos eran así.

Hinata mira su mano. El último regalo para su cumpleaños debería ser suficiente para darle seguridad. Extrañamente lo único que incita es ponerle ansioso.

La última vez que Hajime y Kageyama se vieron, fue la mañana del 21 de marzo. Iwaizumi había encontrado un café subterráneo escondido de la avenida principal en Shinjuku. Ahora había avisos por Line, emoticones, y llamadas de segundos para coincidir en el mismo espacio.

Jamás se habían tomado de la mano ni ido a ningún hotel. Ninguno conocía la casa del otro y sus encuentros incluían siempre una multitud de gente a su alrededor. Medidas de seguridad las había llamado Iwaizumi. Kageyama no había tenido ninguna replica al respecto. Kageyama no había sido después de todo capaz de engañar –en el plano físico- a Hinata. Iwaizumi no había sido tan egoísta como para tomar aquello que estaba ahí por propia voluntad, además lo que sea que estuviesen pasando ente ellos se terminaría después de ese capuchino. Sin embargo estas no servían como señalamientos de contención, cuando el corazón se aceleraba y las sonrisas eran gestos cómplices.

Iwaizumi podía ver el destello del anillo en el dedo anular de Kageyama cada vez que sostenía su taza. Tobio se había comprometido con Hinata después de ese viaje a Miyagi. No había nada que hacer con ello.

— ¿A qué hora sale tu vuelo? —. Pregunta Kageyama. Voz baja, y mirada puesta sobre la maleta a un lado de la mesa.

—A las tres — “Justo cuando inicia tu ceremonia”. Iwaizumi aprieta sus labios con disimulo. Kageyama asiente, consiente de cómo es que se contiene las palabras. — Lo he elegido para llegar durante la noche a Australia

—Es una buena hora.

Kageyama mete su mano al bolsillo de la chaqueta para sacar un sobre, se lo entrega a Iwaizumi, quien lo toma, junto a un trago más de su té chai. Kageyama deja su mano ahí, estirada, justo al límite del centro – esa no porta anillo ni promesas- Iwaizumi la mira, quiere encajar sus dedos en los espacios vacíos. Kageyama tiene cinta clínica rodeándolos como un método de protección, ocultando viejas heridas que elevar el balón para los fuertes rematadores le ha dejado. Sus manos son su herramienta de triunfo, manos fuertes, de amador, manos con otro dueño.

—Kageyama —. Le llama, tragándose la culpa y dejando sus deseos florecer por ese momento. Estira su mano y roza apenas las yemas de sus dedos contra la piel de la delgada muñeca del menor.

—Hajime-san —. Y fue Kageyama quien hizo el primer movimiento. Quien se puso de pie, para inclinarse y borrar la distancia, para encontrarse-por fin- con los delgados labios del fotógrafo.

Iwaizumi cierra sus ojos, sus dedos se elevan enredándose en el antebrazo del armador.

El sobre contiene una carta de disculpa, está dirigida a la dirección de la casa campestre que Tsukishima ha prestado como regalo para la ceremonia. En el otro bolsillo guarda un ticket que va hacia el aeropuerto de Sídney y su pasaporte.

Kageyama desliza el anillo de su dedo al sobre antes de entregarlo al chico de paquetería exprés. Su mano libre sostiene la de Iwaizumi. Hay un taxi esperándoles en la esquina.

Al mismo tiempo, Hinata se ve frente al espejo, camisa blanca y girasoles en las manos. Hoy es 21 de marzo, es su aniversario. Hinata está por casarse a sus 7 años de relación. Hay mariposas revoloteando en su estómago, y una sonrisa bailándole en los labios. Da el primer paso hacia la salida. Kageyama da el suyo hacia la fila B de asientos del avión.

 

 

つづく


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