13-Hienas.
¡Perdóneme pero no puedo seguir trabajando en esta casa!—dijo “la rubia” con cara poco afligida y lenguaje formal. ¡Que lo tomaran como quisieran! Era su renuncia. Trató de irse pero el mayordomo la atrapó por el brazo.
¿Cree que puede irse así de fácil?—preguntó él.
Lo siento pero es solo que no soy la adecuada para este trabajo—dijo “ella” zafándose del agarre y dirigiéndose a la puerta del salón de descanso de empleados a donde él la llevara para charlar de su comportamiento.
De pronto Joey sintió su brazo atrapado de nuevo por detrás e iba a voltear para increpar al insoportable mayordomo cuando fue empujado hacia adelante con el brazo entre su espalda y él y la pared por delante. Su mejilla tocaba el empapelado.
¿Acaso ya consiguió lo que pretendía, Josephine san? ¿O debería decirle Wheeler san?—ante esa mención el ojos mieles se quedó tieso--¿Acaso pensó que nos engañarían tan fácilmente? ¿Cree que no investigamos a fondo a los que dejamos acceder a nuestra casa?—preguntó el ojiamarillo mientras se adivinaba su sonrisa cínica y el pensamiento de que ellos siempre habían sido quien era recorría la mente de Joey. Había caído en una trampa. Y Kaiba también—Tenemos las suficientes tomas de usted revisando la casa gracias a nuestras cámaras de seguridad correctamente escondidas. Además de sus encuentros con Kaiba sama. Todo esta filmado y fotografiado.
¿Acaso a todos los ricos les gusta tomar fotos a escondidas?—preguntó el rubio algo furioso.
¿Pardon moi?—dijo algo sorprendido Claude. Luego recobró la compostura y añadió—Quiero preguntar. ¿La idea de disfrazarse de chica fue suya?—susurró en su oído con voz lasciva el mayordomo y el melado se ruborizó y se tensó al extremo y de pronto sintió una pequeña mordida en la base del cuello mientras su mano libre se arrastraba por el muslo de “ella” hacia cierta zona, al llegar el dueño de la mano dijo—Veo que estaba correcto en mis sospechas, monsier—
Debatiéndose para ser soltado el rubio rugió--¡Dejame o yo…!—
¡Tengo curiosidad! ¿Qué hará, joven Wheeler?—dijo el empleado dejando sin argumentos al otro--¿Irá con la policía y admitirá haberse disfrazado y entrado con documentos falsos a servir a la casa de un conocido empresario para espiarlo por orden de otro? ¡Será muy divertido el verlo!—dijo el pelinegro viendo como el otro dejaba de debatirse—Por suerte los planes de Pegasus sama han cambiado. Si bien le dejamos hacer su juego a Kaiba sama para poder tener material contra él, el interés de la ojou san hace que el señor de la casa haya desistido de hacerlo por el momento. Si Kaiba sama se convierte en el yerno del señor no será necesario hacer nada para derribarlo pues todo quedará en familia. ¿No es así?—
Joseph asimiló lo que el otro decía. No solo él y Kaiba estaban atrapados sino que el otro estaba en la cuerda floja y no lo sabía. Su futuro se vería hipotecado por el magnate de cabello largo. Esos dos eran unas hienas con dientes afilados y él había hecho todo de acuerdo a su plan.
Cuando la mano del otro comenzó a acariciar por sobre la falda cierta zona la mano libre del estupefacto Joseph intentó sacarla pero el otro era más fuerte y sus rudas caricias comenzaron a debilitar sus piernas. Ser tocado de esa manera afectaba a cualquier hombre.
¡Creo que estas prendas te quedan muy bien!—susurró de nuevo con voz lasciva el de los lentes mientras su mano no dejaba de acariciar cierta zona.
¡No… dete…!—trataba de decir el melado mientras su cuerpo reaccionaba por si solo. Si era disgustante que lo tocara un tipo así pero hacía tanto tiempo que no tenía nada de nada que…
¿Por qué me detendría, si parece que te gusta?—preguntó el ojos amarillos.
La mano bajó hasta el fondillo de la falda y luego subió bajo ella mientras el chico sudaba y jadeaba. Su cuerpo comenzó a estremecerse mientras su parte trasera sentía la fricción con la parte delantera del mayordomo. Era cierto. Estaba reaccionando. Se crispó cuando la mano del otro se introdujo en sus interiores. Trató de empujar con su cuerpo para atrás pero su intento fue muy débil y oyó una risa soberbia del otro que intensificó sus movimientos volviendo insoportable el contacto hasta que…
El pelinegro sacó su mano y la puso delante de su propia cara para mirar lo que ensuciaba sus dedos.
¡Je! ¡Eso fue rápido!—dijo mientras Joseph se sentía de lo peor.