Joey se había escondido en una habitación al azar pero no podía mantenerse eternamente en ella aunque su corazón latía a mil aun. ¿Qué había hecho Kaiba? Y… ¿Por qué había reaccionado a sus besos así? Se preguntaba el melado mientras trataba de normalizar su respiración. Su mano agarrotada sobre la puerta en que tenía reposada su espalda.
De pronto se dio cuenta de lo que hacía y dio un salto hasta quedar en medio de la sala.
¿Qué mierda me pasa?—preguntó al aire, luego llegó a la conclusión que todo eso era por el stress que estaba sufriendo. Con paso de elefante y mirada decidida abrió la puerta dispuesto a hacerle frente al mundo. Caminó por el pasillo y dio vuelta hacia el ala de cocina cuando…
Azul y miel se enfrentaron de nuevo. Los dos se miraron un segundo con espanto y de pronto él la azotó contra la pared, sus labios se pegaron como imanes, el beso fue tan intenso y fogoso como el de dos amantes que han sido separados por años y el melado no pudo hacer otra cosa por un momento que desfallecer con su contacto pero de nuevo recordó “ese pequeño detalle” y lo empujó con ambos brazos para alejarlo.
¡Tengo no…!—trató de decir “la rubia”
El castaño la cortó—¡No me importa!—el mismo Seto se sentía asombrado de sus propias reacciones aunque no lo pareciera, pero es que sentía de pronto cierta frustración animal porque la rubia tuviera a alguien más. Además podía sentir el interés de ella en los besos que habían compartido. Lo cual Kaiba no dejaría pasar. Era un hombre acostumbrado a ir ´por aquello que le interesaba.
Kaiba tenía una técnica increíble al besar y Joseph se estaba perdiendo en esos labios de amalgama pero para su suerte reaccionó a tiempo.
¡Tú! ¡Nos verán!—dijo antes de volver a ser besado el melado y como veía que el otro no aflojaba en su intención decidió poner una última barrera—Tu compañía… si nos ven… te la quitarán—Seto se detuvo en silencio lo miraba sin aflojar del todo su agarre--¿Estás dispuesto a perder todo lo que has logrado hasta ahora?—esa pregunta fue clave para que el ojos azules soltara al rubio—Si nos ven todo terminará en segundos. Mas vale que dejes de perseguirme Kaiba si no quieres perder todo eso—
Se sintió un tanto aliviado de verlo alejarse luego de soltarlo, de verlo darle la espalda e irse pero a la vez un huevo en la boca de su estómago hizo que se sintiera, un poquito mal. ¿Acaso con eso no le estaba diciendo… “No, no eres tan importante”?
¿Lo ves Claude? Tener al joven Joseph en mi casa me depara verdadera diversión y material para usar contra el CEO de KC—dijo el peliplateado mientras disfrutaba en su estudio de un té de sakura hecho por su empleado que estaba a su lado como siempre en la hora de las comidas de este.
Pero eso se terminará una vez su hija entre en nupcias con Kaiba sama—afirmó el pelinegro.
La sonrisa de Pegasus se ensanchó.
¿Quién dijo que sería así?—preguntó el magnate.
Dos meses pasaron antes que se anunciara el feliz compromiso de la pareja anunciada como hecha en el cielo por los tabloides.
Desire estaba radiante y de buen humor todo el tiempo. Seto la visitaba cada dos días para cumplir con las formalidades y cada vez que lo hacía un impulso lo llevaba a buscar la mirada de la joven sirvienta. Pero esta siempre se mantenía mirando en otra dirección aunque de sobra conocía sus intentos.
En más de una ocasión la avispada joven descubrió las miradas que su pretendida pareja lanzaba a la otra rubia provocando en ella unos celos inconformes que se traducían en maltrato verbal con la empleada.
Varias veces la ojou san pidió a su padre que despidiera a la empleada pero extrañamente su padre se negaba férreamente a otorgar lo que pedía aunque en toda su vida muy pocas veces fue asi de duro. Aunque ella imploró y amenazó el simplemente sonrió o no le dio importancia a sus objeciones meneando su mano y alegando que en lugar de las cosas de la servidumbre debería ocuparse de su enamoramiento.