42-Descubriendo su pasión.
Sus labios eran como torrentes apasionados que destilaban un fino y dulce licor de deseo dentro de la boca del ojos azules de los que no se podía separar. El cuerpo del otro lo llamaba como la gravedad a cualquier objeto. Antes de saber lo que estaba haciendo estaba perdido en el cuerpo del melado, aspirando su aroma y probando su sabor. De pronto su pierna acariciaba la entrepierna del otro de una manera en que el otro no podía dejar de reaccionar y los gemidos de Wheeler no hacían más que aumentar su deseo.
Estaban en la cama para cuando Seto se dio cuenta. Él encima con sus manos dentro de las costuras de la parte de atrás de las bragas del otro, sintiendo la firmeza de las nalgas mientras las hacía acercarse y acariciar con su parte delantera el enfebrecido cuerpo del castaño. Una marca de dientes en el cuello de Wheeler le dio idea de lo que el mayordomo debió estarle haciendo.
¿Qué es lo que te estuvo haciendo? Dímelo todo—ordenó mientras levantaba las piernas del rubio y las habría flexionadas—Voy a borrar todo rastro de él de tu cuerpo—
Wheeler permanecía entre ese y otro mundo no distinguiendo del todo si ese era real o no por la debilidad en que se encontraba tras días de no comer ni beber. Sus manos se afirmaban de la fina colcha mientras sentía el calor del otro cuerpo preguntándose si esa era una ilusión más de las tantas en las que se había refugiado para no ver la realidad. Pero ese toque y ese aroma. Era la colonia de él, tan viva en sus recuerdos ahora aunque la olvidara veces anteriores, y el toque de sus manos. Esas cosas no estaban tan vivas en su imaginación en las veces anteriores.
¿Sería de verdad una alucinación? ¿Y su voz? ¿Cómo la voz en su mente podía copiar tan al detalle las palabras que diría Seto? Era la forma en que siempre hablaba aunque ahora sus palabras, de alguna manera no eran tan dolorosas.
Juntó valor y se atrevió a preguntar…
¿Seto?—
Aún sin creer del todo que todo eso era verdad. Que Kaiba había venido por él.
Sus manos intentaron llegar a la borrosa cara de ojos azules.
¡Dímelo todo!—dijo el castaño después de un momento de silencio--¡Voy a borrarlo todo de ti!—dijo con sus labios a nano-milímetros de los suyos y de vez en cuando rozándolos. Kaiba tenía los dientes apretados por la furia que sentía. Sentía que alguien le había robado o había usurpado algo que era suyo y al recuperarlo quería arrebatar todo rastro de su propiedad.
De pronto se obligó a parar con todo resto de voluntad que le quedaba y añadió—Cuando lleguemos a casa te haré mío de tantas maneras que todo lo que te haya hecho quedará en el olvido—no podía tardar más. Necesitaba sacarlo antes de que se dieran cuenta de donde podía estar.
Cuando se había puesto de pie y arreglado observó la pálida figura que se sentaba despacio en la cama con la mirada ida y pocas fuerzas y se sintió frustrado de no poder ir arriba y acabarlos a todos a golpes. También se dio cuenta de que nunca en su vida se había sentido así de frustrado excepto…
Tuvo que admitirse por primera vez que eso que le provocaba el perro era tan fuerte como nunca sintió por un miembro ajeno a su familia. Alargó su mano y tomando a Wheeler del brazo tiró de él para que se levantara.
En esos momentos una voz dijo.
¿A dónde creen que van?
Volvió para ver a Claude mirándolos desde el vano de la puerta y sintió en su mano temblar el cuerpo del otro ante la voz. Se sintió conmovido y enfurecido de que el otro sintiera miedo de ese sirviente cuando escuchó una casi débil pero fuerte palabra--¡Puerco!—y supo que Wheeler quizás había perdido las fuerzas y hasta un poco la voz pero no su espíritu rebelde.
Miró a los ojos ámbar de Claude y este prosiguió—Señor Kaiba, este lugar está muy lejos del baño—lucía una sonrisa de satisfacción aunque su mirada era de descontento. Ese hombre era un enigma, un enigma muy peligroso. Los instintos de Kaiba nunca fallaban en eso.