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REPORTERO A DOMICILIO por desire nemesis

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50-Celada.

 

¿Qué..mmfffhaces?—preguntó Joseph mientras intentaba empujarlo pero los brazos de Seto rodeaban su torso de forma tal que no podía separarse de él.

 

Los labios de Kaiba se volvieron activos y voluptuosos mientras metían a los de Wheeler en una celada. Seto había encerrado a Joey entre su cuerpo y la puerta e incrementaba el contacto de sus cuerpos a cada paso.

 

¿Estás diciendo que no te gusta?—susurró el castaño ahora con sus labios sobre su cuello y su pierna entrometiéndose entre las del rubio que gimió ante el contacto de esta con su entrepierna. El calor que manaba Seto pasaba directamente al cuerpo del melado mientras se retorcía con cada contacto, los jadeos y gemidos incrementaban mientras las manos de Seto bajaban de su cintura y los dientes de este apretaban la carne sobre la yugular.

 

Los dedos de Wheeler se clavaron en los hombros de Seto y un gemido acompañado de un suplicante “No” escapó de sus labios.

 

Seto prosiguió con un tono gutural, casi un ronroneo, en el oído del otro--¿Que quieres que pare?—

 

Joseph trincó los dientes a la vez que sus manos intensificaban el apretón mientras sentía que su zona pélvica iba a estallar de un momento a otro. La idea de que Seto parara, que lo dejara así, era… intolerable.

 

¡Deja de bromear!—le gritó aun con los ojos cerrados y su espada arqueada hacia adelante, su cabeza ahora rozaba el pecho del otro.

 

Eres tú el que hace un momento dijiste que no—exclamó el castaño con satisfacción pues era su modo de torturarlo.

 

Sabes bien que te quiero—le dijo de pronto el otro con mirada decidida sorprendiendo al agente que se vio esta vez atacado por los labios del otro. Los ojos de Joey tan sinceros y directos le conmovían fibras que antes de él no había conocido que tenía.

 

Ambos entrelazados terminaron recostados en la cama del hospital. Seto estaba hincado sobre Joey mientras sus labios repetidamente acudían los unos a los otros—Jamás pensé que esto me sucedería, que me gustara de verdad un hombre—

 

¿Acaso crees que eres el único? Yo nunca antes habría mirado a un tipo así. Le hubiera arrancado las nalgas si hubiera intentado algo. Tú eres el ún…--dijo el rubio antes de que una sombra se posara en sus ojos al recordar lo sucedido en la mansión Pegasus.

 

Kaiba se dio cuenta en lo que estaba pensando—Eso es diferente—le dijo con énfasis en su voz y mirada—Tú no te le entregaste a ese tipo. ¿Acaso tú querías hacerlo con él?—

 

¡¿Qué mier…?!—preguntó el otro incorporándose un poco con ganas de golpearlo.

 

¡Entonces no tiene nada que ver! Tú solo te me has entregado a mí. ¿No es cierto? Yo soy el único al que has querido en tu cama—dijo el ojos azules con mirada decidida y labios muy cercanos a los de Joseph. Era cierto. Joseph no podía pensar en nadie más que en Kaiba en esos momentos.

 

Si, pero…--Joseph no podía quitarse de la mente las imágenes que a su cabeza venían de lo ocurrido con el maldito mayordomo. Eran como una pesadilla que justo en esos momentos se estaba repitiendo en su cabeza incesantemente.

 

Entonces Seto susurró en su oído, mientras su mano se ocupaba de bajar lentamente el cierre de su pantalón—Te dije que borraría todo rastro de ese tipo de tu cuerpo—luego sus labios se fundieron con los de Joseph. Las caderas de este respondieron levantándose y haciendo más fácil que retirara de su cuerpo las ropas bajo la cintura mientras los brazos del melado ceñían su cuello volviendo el beso más profundo y abrasivo.

 

La preparación tomó su tiempo. Los dedos de Seto se introdujeron uno por uno en la entrada de Joey, lenta y suavemente fue haciendo suyo el espacio mientras sobre su oído y bajo él Joseph gemía de placer.

 

Seto….ah….Seto….te….Ah! Te amo—casi gritó sin poder callar más el melado.

 

¿En serio?—dijo Seto mientras su mano abandonaba la entrada para rozar el erecto miembro que llegaba hasta acariciar su estómago, cada caricia provocaba que un choque eléctrico recorriera el cuerpo del ojos mieles mientras su boca se abría esperando acaparar el aire que le hacía falta.

 

Se…to no—dijo casi sin aliento el rubio mientras se abrazaba al cuerpo sobre él. El castaño se deslizó despacio dentro del melado recibiendo sus uñas en la espalda como pago. Los dedos de Joey se clavaron enérgicos en su ropa y piel mientras su cuerpo iniciaba un lento y progresivo vaivén que lo llevaba cada vez más dentro suyo. Su mano viajó a la nuca del ojos azules y sintió en ese instante el aroma que este prodigaba. Estaba de nuevo con Kaiba. Siendo suyo. Sentía que cada caricia y roce borraba todos aquellos malos recuerdos. Sentía su ser transportado.

 

¡Vuelve a decirlo!—dijo el castaño con voz baja y ronca.

 

Joseph entendió a que se refería--¡Te amo!—

 

De nuevo—dijo el ojos azules mientras las cadencias de su toque se volvían más y más severas, el empuje mas fuerte y la fuerza de sus brazos se incrementaba para abrazarlo, los labios de Seto y Joey solo estaban separados por milímetros ahora mientras la polera de Kaiba estaba casi en sus hombros debido a las caricias firmes de Joey.

 

¡Te amffff!—los labios de Seto impidieron que dijera más, sus cuerpos se tornaron mas tensos mientras sentían dentro suyo una fuerza que pugnaba por escapar de sus cuerpos. Tan intensa era la atracción y el calor que sus mentes por momentos estaban en blanco. Sus lenguas pugnaban por abrazarse en ese estrecho espacio de sus bocas mientras la saliva se escurría de las hambrientas bocas cada vez que se separaban un milímetro para respirar.

 

El estómago de Seto era rozado por la dura hombría de su amante incesantemente, dándole a entender que el otro también en esa parte necesitaba cobijo por lo que su mano se cerró y movió con esmero sobre la sonrosada piel, llena de sangre y pronta a producir su lechoso líquido. El preseminal estaba mojando dicho miembro haciendo resbalosa la acción pero eso no hacía que el ojos mieles sintiera menos el tacto.

 

Los gemidos de Wheeler entonces se volvieron claramente audibles aunque Seto intentaba acallarlos con su boca. Cualquiera que pasase fuera de la habitación podía terminar escuchándolos.

 

¡Baja la voz… o nos oirán!—dijo el policía con esfuerzo.

 

¡No… no puedo! Yo no puedo… ¡Seto!—pidió con voz suplicante Wheeler. Estaba a punto de venirse, su actitud y su voz se lo dijeron al ojos azules. Amaba esa visión. Su cachorro. Si “Su cachorro” porque en su mente ya era suyo y había casi por instinto cambiado el sobrenombre de perro por cachorro. Tal vez sonaba indecente y hasta zoofílico pero nada le quedaba mejor a esa cara necesitada que lo ponía de una manera que si hubiera tenido que escalar una montaña para tenerlo lo hubiera hecho sin dudar.

 

Joseph estaba al límite sintiendo como Seto dentro de él golpeaba cada vez mas constantemente ese punto que le hacía estremecer en lo más hondo, su abdomen ardía en la parte de los puntos pero francamente no le importaba si se abría a la mitad con tal de sentir a su ser amado.

 

Cuando el espasmo final llegó se abrazó mas fuerte a Seto y casi sin querer mordió el lóbulo de su oreja derecha mientras el éxtasis se apoderaba de un cuerpo que comenzaba a desfallecer.

 

Irónicamente esa mordida fue el toque final para que el cuerpo de Seto se derramara dentro del de Joey y expulsara un prolongado grito ronco de liberación.

 

Ambos se quedaron unos momentos tratando de recuperar el aliento. Joseph derrumbado en la cama mientras Kaiba se sostenía en sus dos brazos. Después de unos momentos con su respiración aun agitada se sentó sobre sus rodillas y tocando su lóbulo sangrante para luego mirar su muñeca vendada, pues ahora le molestaba por el esfuerzo, le dijo al otro--¿Qué tienes con las mordidas? De verdad pareces un perro—no sonaba molesto solo algo preocupado por sus lesiones por lo que Joseph abrió algo los ojos mientras sonreía con su pecho aun agitado por la falta de aire.

 

¡Jeje! ¡Eso es para que sepas lo que pasa cuando te metes con un perro!—luego exhaló su respiración en un jalón e intentó voltear pero entonces Seto vio la venda de su estómago empapada en sangre. De pronto se dio cuenta de lo que había olvidado.

 

La mano de Seto corrió presurosa a tocar el vendaje ahora rojo--¡Tu herida!—dijo con arrepentimiento.

 

¡No importa!—dijo el otro poniendo su mano sobre la suya a la vez que se erguía para quedar arrodillado frente a él.

 

Pero…--dijo el castaño.

 

Este cuerpo es también tuyo—dijo el ojos mieles mientras llevaba la mano de Seto hacia su espalda para ceñir su cintura y sus labios tapaban los del ojos azules.


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