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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

¡Hola! Lo sé, desaparecí una semana de más; la excusa es que me tomé una semana para ir a casa de mis padres, ya que no iba en más de un mes, e hice el vago allá casi sin usar la computadora. Lamento la tardanza, pero era necesario y aquí vuelvo con el siguiente capítulo. Está un poco largo y pensé en cortarlo, pero era justo poco después de iniciar la escena final y si lo hacía supuse que no estarían nada felices(?) así que a modo de compensación lo dejé así de largo.

En otras noticias, el paro se extendió a nivel país y ni idea de cuándo termine, pero supongo que para la historia es bueno ya que tendré más tiempo.

¡Ojalá les guste el capítulo! Y como siempre, muchas gracias a todas las personitas lindas que dejan reviews y me hacen feliz, y a Nodoka-kun que sigue ayudándome y haciéndome correcciones puntuales en los borradores.

Un abrazo.

Cam.

 


 

—¡Ken-chan, Tetsurou-kun ya está aquí!

La voz de su madre logró apartarle del tomo de manga que estaba leyendo. Kenma terminó de acomodarse la corbata y tomó su mochila y bolso de deportes para poder bajar al comedor, donde Kuroo estaba sentado a la mesa con sus padres, comiendo un emparedado.

—Buenos días, Kenma —le saludó Kuroo.

Kenma se sintió un poco incómodo por la mirada que le dedicaba y se acercó a la mesa intentando evitarlo. Era miércoles y aquello ya llevaba pasándole desde el sábado, desde la cena conjunta de ambas familias debido a su cumpleaños. En esa situación descubrió que le daba un poco de pánico que los padres de alguno se enteraran y se opusieran a algo que recién estaban comenzando después de tantas confusiones. Algo sin nombre, pero agradable. Y su miedo se había acentuado un poco con la lectura de los mangas BL que había acabado ordenando el domingo y que leía a momentos en las noches. Ya estaba por terminarse el cuarto tomo de Elektel Delusion y la reacción de la hermana del principal al enterarse de su homosexualidad sólo había logrado acentuar su miedo a que su propia madre, o la de Kuroo, reaccionaran así. Apartándoles.

Él no quería ser apartado de Kuroo. Por ello, había adoptado una actitud completamente neutra con él siempre que sus padres estuvieran cerca.

—Buenos días. No tenemos mucho tiempo, ¿verdad? —preguntó con un fingido tono despreocupado.

—La verdad es que no, vamos justos para llegar a la práctica matutina —confirmó Kuroo mientras se terminaba lo que comía.

Él tomó un par de emparedados, los envolvió en papel de aluminio y los agregó a la bolsa de almuerzo antes de meterla en su mochila.

—Entonces vamos, comeré en el camino —murmuró, comenzando a caminar al recibidor.

—Que tengas un buen día, Kenma —escuchó decir a su padre.

También escuchó a Kuroo despedirse de ellos y ambos se calzaron los zapatos en el recibidor antes de salir.

—¿Qué ocurre? ¿Despertaste enfadado esta mañana después de lo de anoche? —le cuchicheó Kuroo, sonriente.

Su ceño se frunció y él negó con la cabeza. La noche anterior Kuroo se había colado en su habitación mientras él se bañaba, una vez más, e igualmente habían tenido una sesión de besos algo acalorada. Los días anteriores se habían besado en algunos lugares, como en el cuarto del club antes de que los demás llegaran, en la banca del patio trasero de la escuela el lunes cuando habían podido almorzar solos, o en la bodega del gimnasio ese mismo día al haberse quedado ambos a ordenar hasta más tarde, pero no había sido tan acalorado como la noche del martes, donde Kuroo le había metido la mano dentro de los pantalones y él, horriblemente avergonzado y asustado, lo había pateado y empujado hasta hacerlo caer de la cama. Después de ello se había negado a siquiera prestarle atención, demasiado ocupado intentando regular su pulso, y Kuroo le había dado un beso en una mejilla antes de irse, sonriente. Tan sonriente como estaba ahora.

—No es eso, sólo tengo sueño. Y tú deberías dejar de irrumpir en mi habitación sin avisar —replicó en voz baja mientras salía de su casa.

Kuroo rió entre dientes y le siguió afuera, e ignorando olímpicamente su reciente réplica le robó un pequeño beso en la comisura de los labios.

—Vamos, lo siento. Las cosas…se animaron. Pero prometo comportarme, no olvido tu mantra; poco a poco —medio bromeó Kuroo.

Las mejillas le ardieron. Sí, las cosas se habían animado. Incluso Kenma se había animado bastante, pero el contacto le había tomado por sorpresa y llegó a exaltarle tanto que sólo había pensado en huir. Y patear. Había medio hecho las dos cosas al patear a Kuroo y acurrucarse cerca de la pared, dándole la espalda. Aun así, él no aceptaría que también se había sentido animado, y no de un modo desagradable. Si lo hacía, seguramente Kuroo lo intentaría de nuevo e incluso iría más allá, y Kenma no sabía si estaba preparado para ir tan allá como Kuroo quería, o como había leído en los mangas. No, al menos, sin sufrir un ataque al corazón o, como mínimo, sofocarse.

—Espero que comiences a comportarte en serio…tampoco es bueno que me beses aquí; tus padres o los míos podrían ver. O los vecinos, y decirles —le recordó, murmurando.

Kenma siguió caminando junto a Kuroo, pero intentaba no mirarle demasiado. Sacó de su bolsillo su celular y comenzó a gastar las vidas del Pokémon Shuffle, buscando distraerse más que realmente pasar las etapas. Kuroo caminaba bastante cerca y le sorprendió que guardara silencio un rato. Después, le escuchó suspirar.

—Sí…sería molesto, ¿verdad? Tú ya sabes que nunca me ha importado tanto como a ti lo que piensen los demás, pero tampoco quiero que tus padres se enfaden conmigo, o los míos contigo. Sería mucho mejor esperar para decirles algo —admitió Kuroo.

—Esperar mucho —recalcó Kenma.

Vio de reojo la mueca de Kuroo.

—Al menos hasta el otro año, o el subsiguiente. No creo que los tuyos reaccionen mal, pero mi padre…él es tema aparte. Y de todos modos, cuando me mude en primavera podrás ir a verme y allá no habrá posibilidad de que nos descubran —aseguró Kuroo.

Kenma se detuvo un segundo, pero intentó disimularlo fingiendo que se acomodaba un zapato y reanudó el paso en seguida. Ahí estaba; Kuroo se iría. Lo haría cuando comenzara la Universidad.

—Ah…¿ya has pensado en esas cosas? ¿Sabes a dónde irás? —preguntó, intentando contener la ansiedad en su voz.

No podía irse tan lejos, ¿verdad? En Tokio había muchas Universidades buenas donde poder estudiar. Pero si le ofrecían una beca deportiva o algo en una Universidad de otra prefectura…quizá no lo perdería completamente, pero estaría lejos. Cualquier lugar que no fuera el balcón de en frente era demasiado lejos.

—Sí. O sea, no tenemos el piso, pero hemos estado mirando algunos que estén bien y no sean tan caros. Será cerca de la Universidad, eso sí lo tenemos seguro, al menos —explicó Kuroo, mirándole con una pequeña sonrisa.

Su entrecejo tembló; hemos…, resonó en la cabeza de Kenma. Se iría con alguien más. ¿Yaku, quizá? ¿O con Kai, también? Esta vez no pudo evitar mirarle fijamente a los ojos.

—¿Quiénes? —murmuró.

—Ah…no te había dicho. Bueno, pues con las conversaciones con el profesor encargado antes de los exámenes me terminé decidiendo por la medicina; intentaré estudiar Psiquiatría. Mi madre me apoya y, bueno…me gusta —admitió Kuroo, encogiéndose de hombros—. Y Bokuto irá a la misma Universidad y a una facultad en el mismo campus; le tentaron con una beca deportiva así que no necesita esforzarse mucho en el examen de ingreso. Cuando hablamos de ello decidimos finalmente ir a vivir juntos.

Bokuto…no le desagradaba precisamente, pero sí le abrumaba a veces, con toda esa energía y gritos. Era un poco como Shōyō, aunque más bruto y con menos empatía. Pero la gran diferencia entre Bokuto y Shōyō era que el segundo no le quitaba la atención de su mejor amigo. Bokuto realmente acaparaba a Kuroo.

—Bueno…me alegro por ti. ¿Será muy lejos? —preguntó Kenma una vez más, intentando demostrar poco interés.

Pero realmente estaba interesado en saber. Tuvo que girar un poco el rostro, fingiendo mirar unos carteles pegados en una pared, porque temía que al escuchar la respuesta su rostro expresara demasiado descontento. O miedo. O desolación. Quizá todo junto.

—¿Por qué? ¿Me extrañarías? —le pinchó Kuroo. Kenma se molestó y le volvió a dirigir la mirada, con el ceño notoriamente fruncido, pero no tuvo que decir nada para que Kuroo, aún sonriendo, siguiera hablando—. No te preocupes, si digo que podrás ir es porque no es lejos. Quedará más o menos a medio trayecto entre nuestras casas y la escuela, así que podrás ir a verme luego de las prácticas, o yo visitarte en la escuela, o en tu casa. ¿Crees que podría alejarme demasiado de ti?

La pregunta le hizo volver a girar la cabeza con tanta rapidez que el cuello le dolió un poco. Kenma exhaló, tratando de que Kuroo no se diera cuenta de lo aliviado que estaba. Y quizá normalmente no lo habría creído, no cuando ambos estaban tan acostumbrados a estar juntos desde pequeños y más ahora que había otro tipo de sentimientos entre ellos, pero el miedo realmente le afectaba y le llevaba a pensar que esas opciones podían ser reales. Y él no quería que Kuroo se alejara, mucho menos cuando ya había pasado por la horrible sensación de pérdida.

—Entonces…supongo que está bien. Sólo espero que no destruyan el lugar o los echen por ser muy molestos —intentó bromear un poco.

Kuroo rió nasalmente y deslizó su mano junto a la suya. Kenma aceptó el gesto, buscando la calma que le entregaba aquella calidez y sin preocuparse por que alguien los viera, ya que estaban casi solos en la calle.

—Si prometes ir seguido, yo prometo intentar controlarme y controlar a Bokuto —ofreció Kuroo.

Él suspiró exageradamente.

—Sólo si tienes un kotatsu, y alguna consola.

Kuroo volvió a reír, pero esta vez lo hizo con mayor libertad.

—Serán las primeras cosas que compre.


El entrenamiento matutino a veces resultaba agotador, más cuando después había un día de clases por delante y otro entrenamiento por la tarde. No siempre era así, Kenma no lo habría soportado si lo fuera, pero dentro de unas semanas serían las preliminares para la Spring High y todos creían que era necesario entrenar lo más posible. Incluso, por lo mismo, la semana siguiente tendrían una concentración de entrenamiento en la escuela. Él lamentaba perder una de sus dos semanas de vacaciones así, más cuando estaba seguro que la semana restante también tendrían entrenamientos a diario, pero no había nada que hacer.

Las clases no fueron demasiado tediosas; sólo quedaban tres días para las vacaciones de otoño y los profesores estaban más preocupados de quienes reprobaban los exámenes. Kenma, a lo largo del día, fue recibiendo sus calificaciones con conformidad; ni siquiera había suspendido Edudación Física, e incluso había tenido una nota bastante buena.

Ese día almorzó solo porque los de tercero estaban ocupados con reuniones con maestros y tutores, pero en cuanto terminaron las clases de la tarde intentó apresurarse un poco y llegar cuanto antes al cuarto del club. No había nadie, por lo que se cambió la ropa y se puso a jugar con la consola. A los minutos llegaron los de primero en grupo, pero él no le prestó atención. Sin embargo, cuando llegaron los demás de segundo y los de tercero, Kenma guardó su consola y miró a Kuroo fijamente desde el rincón en el suelo donde estaba sentado.

—Eh, vamos; exámenes donde pueda verlos. Y todos, no se les ocurra intentar esconderlos —advirtió Kuroo, mirando especialmente a Tora y a Lev.

Kenma sacó las hojas de su mochila, pero no se adelantó a mostrarlos. Se puso de pie y esperó pacientemente que Kuroo revisara los exámenes de los demás, que al menos parecían haber aprobado todo aunque fuera muy justo como Lev con sus cuarenta y un puntos en ciencias, y cuando al final llegó su turno las ansias eran molestas.

En cuanto Kuroo vio el noventa y dos en matemáticas sonrió bastante y Kenma le dejó revolver su cabello con mal fingida exasperación.

—Oh, ¿sobre noventa? Eso está muy bien, Kenma, felicitaciones —exclamó Yaku, palmeándole la espalda.

—Es el segundo mejor puntaje después del de Kuroo en ciencias, ¿no? —comentó Kai, sonriéndole también.

Él los escuchaba, pero no estaba realmente atento a ellos. Su atención estaba en Kuroo, en el modo en que apretaba los labios aún sonriendo, seguramente conteniéndose de hacer algo. Se sintió satisfecho; Kuroo estaba contento, él había conseguido ponerlo así.

—Pero al menos todos aprobamos, nadie deberá perderse la concentración —comentó Tora.

—Aun así, debes esforzarte más en inglés y en historia, Yamamoto —replicó Kuroo, recomponiendo un poco su expresión. Kenma tomó de vuelta sus exámenes y los volvió a guardar—. Y eso me recuerda que al mediodía Manabu-sensei me dijo que no estaríamos solos en la concentración; los de Fukurodani llegarán el martes por la tarde.

Hubo un pequeño revuelo con aquel anuncio. Kenma arrugó un poco la nariz, pero intentó que los demás no lo notaran. Seguramente no lo hicieron, demasiado ocupados hablando sobre partidos difíciles, venganzas pendientes del campamento de verano y de las mánagers del otro equipo. Acabó desentendiéndose del tema y volvió a sentarse en el rincón a jugar esta vez en su celular mientras los demás se cambiaban el uniforme, todavía conversando.

Cuando estaba por ganar en una etapa con tiempo en Pokémon Shuffle una mano tomó su celular y lo apartó con facilidad. Kenma apenas alcanzó a soltar una palabra como queja antes de que los labios de Kuroo le callaran, presionándose contra los suyos de modo suave y cálido. Comprobó, mirando por el rabillo del ojo, que los demás no estaban y exhaló aliviado antes de llevar una mano al cabello de Kuroo, halándole algunos mechones, pero sin apartarle.

El beso no duró demasiado, a lo más un minuto en el que Kuroo permaneció acuclillado a su lado y sujetándole el rostro con una mano posada en su mejilla. Kenma no cerró los ojos tampoco y le sostuvo la mirada mientras sus labios eran presionados, lamidos y, antes de apartarse, un poco mordidos. Tuvo que cubrirse la mitad inferior del rostro con una mano para que Kuroo no pudiese ver cómo se relamía.

—Realmente puedes hacerlo bien cuando te lo propones…aunque, vamos, también hay que darle algo de crédito a tu increíble tutor particular —murmuró Kuroo, aún cerca de su rostro.

Sí, estaba molestándolo un poco, pero Kenma le conocía suficiente después de tanto tiempo como para poder interpretar sus expresiones y lo que no decía con palabras, o no directamente. Kuroo estaba orgulloso y él sentía su pequeñísima burbuja de autoestima hincharse un poco más gracias a ello. Cuando Kuroo le extendió su celular él lo tomó con su mano libre y se lo guardó en el bolsillo sin prestar demasiada atención.

—Lo que pasa es que muchos de los problemas con los que estudié estaban en el examen. Al menos la mayoría. Y de no ser porque me equivoqué en unos signos, habrían sido cien puntos —murmuró, finalmente apartando la mano que cubría su boca.

—Habrías destrozado mi amor propio con ello —le replicó Kuroo suavemente, con una sonrisa divertida en los labios—. Pero no fue sólo en esto, en casi todo te fue muy bien. Creo que te ganaste un omurice especial.

—Preferiría tarta de manzana —aclaró Kenma.

Kuroo le revolvió el cabello con las manos, haciéndole cerrar los ojos un momento, y se incorporó hasta ponerse de pie.

—Tendrás que conformarte, porque tartas no sé hacer. Pero cuando aprenda te haré una completa —dijo Kuroo, extendiéndole una mano.

Él se arregló el desastre en el cabello primero y luego tomó la mano de Kuroo para también ponerse de pie, sonriendo ligeramente de un modo en que sus comisuras apenas se alzaban un poco.

—Espero que no olvides lo que acabas de decir —medio advirtió antes de soltar su mano y caminar a la salida.

Escuchó la risa nasal de Kuroo a sus espaldas y después de abrir la puerta algo suave presionó la parte trasera de su cuello. Lo que no esperó fue que los dientes apretaran la piel de esa zona durante dos segundos, haciéndole sentir un dolorcito agudo, como un pinchazo, que le provocó un estremecimiento y le arrancó un jadeo.

—¡Kuro! —se quejó ahogadamente, apartándose.

Pero Kuroo ya le había soltado y pasó a su lado volviendo a desordenarle el cabello con una mano, riendo entre dientes.

—No lo olvidaré —se limitó a responder.

Kenma apretó los labios y se llevó una mano a la nuca para tantear la zona afectada. Era un dolor que ardía un poco y parecía como si su piel palpitara. Aquello no le preocupó tanto como el ardor en sus mejillas y el más acelerado palpitar de su corazón.

Kuroo ya iba varios metros por delante. Kenma exhaló con resignación, se acomodó el cabello intentando inútilmente que cubriera esa parte de su cuello y comenzó a caminar algo rápido para alcanzar al mayor.

Si los demás miembros notaron algo, no lo dijeron. Pero Yaku sí les miró un poco raro cuando entraron juntos al gimnasio y Kenma atrapó a Lev varias veces observando insistentemente su nuca. No le preocupó. Lo que sí le preocupó fue pensar en cómo le explicaría a su madre que un molesto, gracioso y gran insecto había decidido morderle. En pleno Tokio.


Esa noche sus padres se habían alegrado tanto por las calificaciones al extremo de aumentarle la mesada un poco. Kenma, por supuesto, no se había negado y juntándolo a sus ahorros y al dinero que hasta ahora había obtenido vendiendo casi todos los códigos de Pokémon tenía una cantidad considerable. Iba a poder comprarse el Monster Hunter Generations con soltura, como no había podido hacer en el estreno del juego, e incluso podría comprarse varios más.

También había dejado un pequeño fondo para mangas; tenía que comprar la continuación del que había comprado con su padre y que aún no terminaba de leer, y los últimos días había mirado algunos tops de mangas BL. Dos le llamaban la atención y pensaba comprar los primeros tomos a ver qué tal. Uno incluso era de la misma autora del último que había leído y tenía expectativas.

El problema era cuándo comprar tantas cosas. Los días siguientes no tuvo tiempo con los entrenamientos y terminaba muy cansado. Sólo había pedido el videojuego y aunque ya lo tenía en su poder, apenas llevaba un par de horas de juego para el domingo. Sin embargo, no podía hacer lo mismo con los mangas. Pedirlos era arriesgarse a que llegaran mientras la casa estaba sola o, en el peor de los casos, mientras estaban sus padres. Y su madre de seguro revisaría el contenido antes de llevarlo a su habitación.

Ir en persona a comprarlos tampoco le convencía; sería horriblemente vergonzoso y además todos los trayectos los hacía con Kuroo o con el resto del equipo. Aunque Kuroo supiera ya que él había comenzado a leer ese tipo de cosas prefería ahorrarse el que le molestara, y no quería que los demás se enteraran.

Los domingos no tenían práctica, pero ese sí habían tenido para que recuperaran un poco las horas perdidas por la salida a Akihabara y para arreglar las últimas cosas antes de la concentración. Efectivamente Fukurodani llegaría el martes por la tarde para comenzar a practicar con ellos desde el miércoles. Tenían futones suficientes para todos, pero debían llevar sus propias almohadas. También tendrían que intentar llevar ropa suficiente para los siete días y de no ser así cada uno tendría que lavar su propia ropa. Al menos había una lavandería cerca, de esas llenas de lavadoras a las que echabas monedas y que podían salvarles en caso de ser necesario.

Mientras hablaban ese tema con Nekomata-sensei y Manabu-sensei al finalizar la práctica Kenma escuchó a Lev hacer un ruidito ahogado y le vio levantar un brazo para pedir la palabra.

—¿Sí, Haiba? —preguntó Manabu-sensei.

Lev se aclaró la garganta antes de hablar.

—¿Qué ocurrirá con la comida?

Hubo un pequeño momento de silencio. Kenma notó que ambos sensei se miraban de reojo.

—No seas idiota, Lev; nosotros no tenemos mánager pero Fukurodani tienen dos, ellas vendrán a salvarnos—replicó Tora.

Kenma entornó los ojos.

—Pero ellas no llegarán hasta el martes, seguramente después de la cena o, con suerte, un poco antes —le corrigió Kenma—. Si traemos comida de casa como mucho nos servirá para almuerzo y cena del lunes, pero, ¿qué haremos el martes hasta que lleguen?

Todos volvieron a guardar silencio un momento.

—La verdad es que podríamos comprar comida preparada, pero tampoco nos sobra presupuesto y no sería adecuada para la cantidad de ejercicio que harán —admitió Nekomata-sensei, pensativo.

—Tenemos la cocina a nuestra disposición, al menos. Aunque no estén las encargadas, quizá algunas madres podrían venir a echarnos una mano —comentó Manabu-sensei.

—Creo que las de todos en el club trabajan —murmuró Yaku, torciendo los labios—. Realmente es perjudicial no tener mánagers…

Kenma les estaba escuchando, pero miraba fijamente a Kuroo. Él le devolvió la mirada y suspiró desanimado antes de alzar una mano para pedir la palabra y llevar la otra a rascarse la nuca.

—Si pueden traer comida para mañana e intentar que dure el día, sería bueno. Y el martes…yo podría preparar la comida, pero necesitaría que al menos dos más me ayuden. Somos demasiados y nunca he cocinado para más de dos personas —explicó Kuroo.

—Uh…¿Kuroo-senpai puede cocinar? —preguntó Lev, incrédulo.

Kuroo torció los labios.

—No para ti, ahora —replicó.

Nekomata-sensei rió y Kenma le prestó atención.

—Si es así, podemos comprar los ingredientes que necesites y seguro resulta mucho más barato. Sería realmente una ayuda, y si sólo es un día, quienes se encarguen de ello pueden perder un tiempo de práctica para ocuparse de la comida —aceptó Nekomata-sensei, y luego miró a los demás con una sonrisa y ojos entrecerrados—. Pero el resto se encargará de ordenar y lavar los trastos. No pueden dejar toda la carga a nuestro capitán.

Kenma estaba de acuerdo con el arreglo, sobre todo porque pretendía ofrecerse voluntario para ayudar a Kuroo. Quizá no podía cortar cosas o freírlas, pero podía preparar arroz. Kuroo le había enseñado a hacerlo utilizando una arrocera eléctrica. Y si con ello se salvaba un poco de entrenar, mejor.

Hubo un pequeño momento de caos cuando Kuroo escogió el menú; pescado asado, tonkatsu, vegetales encurtidos y sopa miso para el almuerzo y, debido a los reclamos de Yaku y Tora, su infaltable omurice para la cena sería de carne. Los sensei se ofrecieron a comprar el arroz, ya que traerían suficiente para ambos equipos durante la semana, y la carne. Entre los demás se ofrecieron para llevar distintos tipos de alimentos que fueran necesarios y quince minutos después ya tenían una lista con todas las cosas cubiertas.

Cuando terminaron todos fueron a cambiarse y después se retiraron a sus casas. Era algo más temprano de lo normal, recién comenzaba a atardecer. Kenma se entretuvo durante el viaje en tren jugando con su consola, consciente de que no tendría demasiado tiempo esa semana para jugar más allá de momentos en la noche, pero a pesar de estar distraído notó que había algo raro en Kuroo. No preguntó e intentó fingir que nada pasaba.

Sin embargo, luego de que pasaran a un conbini de camino a casa para comprar los distintos tipos de salsas que les había tocado llevar a ellos, Kenma comenzó a sentirse incómodo. Kuroo parecía intentar evitar su cercanía, algo extraño cuando últimamente no hacía más que buscarlo para robarle besos o abrazarlo, y también estaba evitando mirarlo. Tampoco había hablado mucho durante el trayecto.

Para cuando llegaron al parque cerca de sus casas él se detuvo un momento y Kuroo, un par de pasos después, también lo hizo y se vio forzado a mirarle.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kuroo.

—Eso mismo quiero saber yo —devolvió en un murmullo.

Kuroo guardó silencio un momento.

—No sé a qué te refieres.

Esta vez Kenma sólo tuvo que sostenerle la mirada y exhalar. Ni siquiera necesitó recurrir a su acostumbrado Kuro con voz ligeramente molesta.

—Ya…bueno, es que es domingo y tus padres están en casa, ¿no? —preguntó Kuroo. Kenma asintió, sin entender a qué venía aquello—. Mañana comienza la concentración y es probable que no tengamos ningún momento de privacidad, por toda una semana. No sé, se me hará difícil aguantar las ganas de besarte.

Kenma parpadeó, un poco avergonzado por escucharle y porque no había pensado en eso. Debía admitir que él también se sentía más tranquilo con aquellas muestras de afecto y que, poco a poco, comenzaba a esperar por los momentos en que Kuroo le besaba. Y se habían estado besando a diario ese último tiempo; aguantar una semana quizá le pondría ansioso.

—¿Por eso estabas extraño? —preguntó finalmente.

—Por eso, y porque quería algo pero estoy casi seguro de que si te lo pido no sólo dirás que no, sino que también te enojarás. Va en contra de tu mantra —aclaró Kuroo, rascándose la nuca con la mano con la que no cargaba bolsas.

Contra el poco a poco. Él podía imaginarse más o menos por dónde iba la cosa y aunque pensó en que sí, se negaría a hacer algún avance rápido, también recordó a los personajes del manga de Elektel Delusion y se sintió un poco como Shunpei. Quizá no quería y tenía un poquito de miedo, pero tampoco quería que Kuroo estuviese mal. Y sería toda una semana sin ningún gesto que calmara su ansiedad, además.

—¿Como cuánto en contra? —murmuró Kenma finalmente.

Kuroo pareció sorprendido un momento, pero siguió rascándose la nuca nerviosamente.

—Como lo suficiente para que vengas ahora a mi casa, donde mis padres no están por estar celebrando su aniversario de matrimonio en un onsen, y te quedes a pasar la noche conmigo.

El no visceral se quedó atrapado en su garganta. No quería negarse así, pero aceptar era peligroso. Estar solos…por más que él fuera normalmente allí, ir a la habitación de Kuroo sin nadie más en la casa le parecía más intimidante que estarlo en su propia habitación, sobre todo sabiendo las intenciones del otro. El pasar la noche juntos seguramente no se limitaría literalmente a ello, a dormir en la misma habitación o en la misma cama. Kuroo querría hacer cosas, como lo que había pasado en su propia habitación el martes. No habían vuelto a estar solos en la habitación de ninguno desde ese día y Kenma seguía creyendo que avanzar más allá de los besos era algo que le superaría.

Y a pesar de todos los contras él seguía allí, en silencio, sin negarse. Porque aunque no quisiera aceptarlo, lo estaba considerando. Y en serio. A partir del día siguiente con suerte y podrían darse la mano en algún momento a escondidas, o con mucha más suerte quizá darse algún beso fugaz, durante siete días. Dejando de lado lo que pudiera pasarle a Kuroo tantos días sin contacto físico, él mismo se pondría ansioso y sus nervios le afectarían más sin el calor de Kuroo, sin sus gestos afectuosos. Esa oportunidad podía servir para que recargara sus energías. Energías de afecto de Kuroo.

Kenma apretó los labios e intentó llegar a un punto medio para poder dar alguna respuesta, o Kuroo acabaría con sarpullido o arrancándose el cabello de la nuca de tanto rascarse.

—¿Se pueden poner límites? —preguntó.

Kuroo dejó de rascarse y, aunque seguía viéndose algo nervioso, su expresión se relajó hasta el punto de curvar los labios en una pequeña sonrisa.

—Podemos negociar esos límites. Pero…realmente quiero que pases la noche conmigo. Mañana, y toda la semana, dormirás con el resto de los de segundo año, así que ni siquiera podré hablarte antes de dormirnos. Ni tocarte, o tomar tu mano —murmuró finalmente Kuroo.

Kenma le vio extender una mano hacia él. Ambos tenían una mano ocupada con bolsas y luego de pensarlo no aceptó su mano, sino que acomodó en ella las hazas de las bolsas que traía. Kuroo parpadeó, confundido, y él terminó desviando la mirada por la ligera vergüenza.

—Iré después y llevaré todas las cosas que necesitaré para que mañana vayamos directamente desde tu casa, así que…llévate eso también —medio explicó, comenzando a caminar para evitar su mirada.

Escuchó a Kuroo reír entre dientes y apuró un poco el paso, seguro de que sus mejillas debían estar algo rojas. Cuando Kuroo lo alcanzó se pegó a su costado, obligándole a mirar a otra parte.

—Era más fácil decir que sí, pero…así me gustas. Eres tan lindo —murmuró Kuroo cerca de su oreja.

Kenma se apartó un poco, frunciendo el ceño al mismo tiempo que torcía los labios.

—Estamos afuera.

Kuroo se encogió de hombros.

—Mis padres no están y todavía no estamos en el campo de visión de tu casa…y a las vecinas chismosas que les den —replicó despreocupadamente.

Apenas pudo resistirse y no poner los ojos en blanco, pero se aseguró de mantener un poco de distancia hasta llegar a su casa y atravesar la puerta de entrada al jardín.

—Iré como a las nueve. Y recuerda que habrá límites.

Kuroo, a pesar de tener bolsas en ambas manos, alzó una con gesto militar y la pegó a su cien.

—Comprendido. Y no olvides tu cepillo de dientes como en la concentración anterior.

Kenma frunció el ceño, algo ofendido, y se despidió con un gesto de mano antes de entrar a casa. Incluso después de cerrar la puerta a sus espaldas pudo escuchar la risa de Kuroo, haciéndole resoplar.

Acababa de meterse en la boca del lobo. Aunque, después de recordar su risa, se corrigió; acababa de meterse en la boca de la hiena.


Sus padres sí estaban en casa. Él les había recordado la concentración y había explicado a su madre los nuevos términos de esta. También les había pedido permiso para quedarse en casa de Kuroo, utilizando de excusa el que los padres del otro no estaban. Nada más escuchar aquello su madre se había puesto manos a la obra y había comenzado a preparar una cena para que él fuera a comer con Kuroo y algunos obentos y aperitivos para el día siguiente. Kenma la dejó hacer y subió a su habitación a ordenar todas las cosas que tenía que llevar.

Luego de escoger una maleta, porque era más grande que su bolso deportivo, la llenó de ropa suficiente, artículos de aseo y recordó meter una almohada. Por otro lado, su mochila acabó llena con sus dos estuches con sus respectivas consolas portátiles y algunos videojuegos. No podía llevarse los mangas BL porque corría el riesgo de que alguien los viera y además ya los había leído, así que terminó cambiándoles las portadas protectoras a todos sólo para dejarlos disimulados en su estantería y ocultar las portadas reales en lo más profundo del cajón de calcetines de su armario. Su madre respetaba bastante la privacidad de su habitación, pero era mejor prevenir.

Cuando terminó con todo se apresuró a darse un baño, porque ya era tarde, y luego se vistió con la ropa de andar por casa que usaba a veces de pijama y que era suficientemente abrigadora como para salir a esas horas y recorrer la diminuta distancia desde su casa a la de Kuroo. Bajó las cosas con cuidado de no caer y en el recibidor terminó añadiendo dos pares de zapatillas al contenido de la maleta. Estaba terminando de cerrarla cuando su madre le llamó.

Apenas llegó al comedor tuvo que parpadear, sorprendido. Había seis cajas de obento bastante grandes ya empaquetadas y su madre estaba terminando de acomodar en una gran caja rectangular más de dos docenas de onigiris. Su padre, en el único extremo libre de la mesa, cenaba tranquilamente mientras veía algo en la televisión.

—Ah, Kenma. Mira, estas cajas son almuerzos y cenas; ahora cómanse esas dos que van juntas y las otras, igual que los onigiris, guárdenlas en la nevera de Tetsurou-kun. Ah, las cajas tienen post-it donde va escrito qué tienen, ya ustedes escogen lo que comen en el día. Y los onigiri son para que desayunen y compartan con sus demás compañeros.

Parecía emocionada. Realmente emocionada. O al menos mucho más de lo que él mismo estaba. Entendió la mitad de sus instrucciones pero se aseguró de recordar los post-it y que debían comer las cajas que iban juntas, pero lo que realmente le preocupaba en ese momento era cómo iba a llevar todo a casa de Kuroo y, más importante, cómo se iría con eso en un vagón de tren la mañana siguiente.

—Gracias, mamá, pero la verdad no sé si pueda llevar tanto y…—comenzó a disculparse, pero fue interrumpido.

—No te preocupes, con tu padre decidimos darte dinero para que puedan pagar un taxi mañana y también para que tengas, en caso de cualquier cosa. Ah, y recuerda, si ocurre algo no dudes en llamarme, ¿bien? —volvió a hablar su mamá.

Kenma suspiró. Al menos el taxi era una solución, más si tampoco se imaginaba acarreando la maleta a pie y en un vagón, o no al menos a las siete de la mañana.

—No soy un niño pequeño, mamá, voy a estar bien…—replicó en un murmullo.

Ella le sonrió y le dedicó una mirada cargada de afecto de esas que sí le hacían sentir como un niño pequeñísimo.

—No lo eres, ya tienes diecisiete…pero sigues siendo nuestro hijo. Y no te veremos en una semana; es normal que nos preocupemos por ti. Esfuérzate, ¿sí?

Kenma desvió la mirada y asintió con la cabeza. Ella, con expresión satisfecha, terminó de acomodar los onigiri y metió todas las cajas en una gran bolsa de tela que solían usar cuando iban de picnic y él tenía no más de siete u ocho años. Kenma se apresuró a tomarla antes de que su madre lo hiciera, a pesar de que pesaba bastante, y la llevó a la entrada seguido por sus dos padres. Le tocaría hacer dos veces el pequeño trayecto.

—Tu madre ya lo dijo, pero recuerda que puedes llamarnos si algo ocurre. Después del año anterior…—dejó inconcluso su padre.

Él lo entendió perfectamente.

—No volverá a pasar, en serio. Estaré bien. Kuroo estará de nuevo ahí —les recordó.

Por algún motivo ellos se miraron de reojo y parecieron mucho más tranquilo. Kenma, por su lado, cada vez se sentía más y más incómodo. Se puso unas sandalias y abrió la puerta, intentando dar por terminada aquella conversación, pero la silueta de Kuroo junto a la muralla del jardín hizo que se sobresaltara un poco. El mayor también les vio y agitó una mano a modo de saludo antes de entrar, yendo a su encuentro y prácticamente quitándole la bolsa de tela da las manos.

—Buenas noches, Tetsurou-kun —saludó alegremente su madre.

Kuroo le devolvió una sonrisa, ignorando completamente la incomodidad de Kenma al estar todos ahí.

—Buenas noches, Kana-san, Kozume-san —saludó cortésmente Kuroo.

—Gracias por cuidar de nuestro hijo, Tetsurou. Espero que tengan una buena semana de entrenamiento y que él no les cause demasiados problemas —comentó su papá.

Kenma intentó no poner una mueca, pero sólo lo consiguió porque su expresión se llenó de un poco de pánico cuando Kuroo le rodeó los hombros con un brazo.

—Para nada, es nuestro valioso Setter, lo mínimo es que cuidemos de él. Y gracias a usted por dejarle venir a mi casa esta noche —respondió Kuroo.

—Será mejor que se vayan pronto o enfermarán, ambos andan en pijama. Ken-chan, no olvides tus cosas —recordó su madre.

Kenma se soltó del brazo de Kuroo para entrar al recibidor a buscar su mochila y su maleta y llevó ambas cosas afuera. Kuroo le quitó la mochila en cuanto le vio y se la echó al hombro con naturalidad, avergonzándole un poco más.

—Nos vemos en una semana —se despidió él.

Sus padres se despidieron también y ambos salieron al mismo tiempo que ellos entraban en casa. Kenma exhaló, más aliviado, y miró acusadoramente a Kuroo de reojo.

—Sólo fue un abrazo amistoso, nada raro —se justificó él en un susurro.

Sin embargo sonreía de ese modo que a él le ponía los pelos de punta. Kenma arrastró su maleta hacia la casa de Kuroo y entró en ella como si fuera la propia, ya que la puerta estaba sin seguro. En el recibidor había otra maleta similar y un bolso deportivo; Kenma dejó su propia maleta ahí también y siguió caminando hacia la cocina para esperar al mayor ahí.

A los segundos Kuroo entró y dejó la bolsa de tela sobre la mesa. Kenma tomó de vuelta su mochila y la dejó sobre una de las sillas, observando al otro hurgar en el interior de la bolsa.

—Oh, ¿Kana-san nos hizo de cenar? Porque son bastantes cajas —comentó Kuroo, comenzando a sacarlas con cuidado.

—Sí…las cajas juntas son la cena. Y la más grande son bolas de arroz para desayunar mañana en la escuela —explicó Kenma lo que recordaba—. Se emocionó bastante.

—Pues mejor para mí; si todo esto son onigiris mañana comeré hasta reventar —exclamó Kuroo, sonriendo ampliamente.

—Dijo que debíamos compartir con los demás —agregó luego de hacer memoria.

—Sí, sí, seguro.

Su voz sonaba a que no pensaba hacerlo. Kenma contuvo una ligera sonrisa; la relación entre Kuroo y su madre podía parecer un poco interesada con ella pidiéndole que lo cuidara y Kuroo recibiendo pagos en comida, pero para nada era así. Por un momento él pensó si, gracias a esa misma buena relación, su madre reaccionaría bien a lo que había entre ellos. Podía imaginárselo, incluso podía imaginarse a su padre no enfadándose demasiado.

Intentó dejar de pensar en ello mientras veía a Kuroo guardar la comida y posteriormente poner la mesa; para llegar a ese punto aún faltaba tiempo y que ellos, además, siguieran juntos. Si llegaban a verse en la necesidad de enfrentar a sus padres significaría que realmente habían logrado que aquello funcionara.

Ambos comieron el contundente obento de su madre en un silencio que no era precisamente incómodo, pero que sí hacía que Kenma se sintiera nervioso. No sabía qué ocurriría cuando terminaran de comer y el ver cómo a cada segundo sus cajas lucían más vacías no ayudaba a que se relajara.

Kuroo terminó primero y le esperó pacientemente. Kenma se sintió tentado a alargar el tiempo comiendo mucho más lento, pero ya había aceptado aquello y no quería huir, por lo que se terminó el arroz sólo unos segundos después. Kuroo tomó las cajas y las cosas que habían utilizado ambos y las llevó al lavaplatos.

—Sube a lavarte los dientes, yo iré en seguida —indicó Kuroo.

Él frunció un poco los labios por la orden disimulada pero de todos modos salió de la cocina cargando la mochila en un hombro. Fue al recibidor a sacar sus útiles de aseo y el uniforme de deportes para el día siguiente de la maleta y subió al segundo piso, encendiendo las luces. Dejó la ropa y la mochila en el escritorio de Kuroo y después pasó al baño para lavarse los dientes con ahínco, asegurándose de quitar el sabor de la salsa shōyu de su boca. No tardó demasiado, pero para cuando salió Kuroo ya estaba esperándole afuera y le desordenó el cabello con una mano al pasar por su lado.

—En seguida voy.

Kenma asintió y siguió su camino a la habitación. Los primeros segundos no supo qué hacer, pero como realmente hacía algo de frío terminó dejando su celular en la mesita de noche y recostándose bajo las mantas en la cama de Kuroo, muy apegado a la pared y mirando hacia la puerta. Tenía cubierta incluso parte de la cara, intentando de ese modo ganar un poco de valor.

Sólo un par de minutos después Kuroo entró a la habitación. Kenma sintió los nervios más a flor de piel cuando el otro le miró.

—¿Puedes apagar la luz? —pidió Kenma casi en un murmullo.

Kuroo arqueó una ceja.

—¿Por qué? ¿Estás asustado?

—No —respondió en seguida, aunque tardó más en justificarse—, es parte de los límites. Así no me sentiré tan incómodo.

No supo si lo había convencido del todo, pero Kuroo exhaló y las luces se apagaron. Él escuchó la puerta cerrarse también y al tener las cortinas cerradas el lugar realmente estaba en penumbras. Kenma no logró ver nada, pero sí sintió la cama hundirse a su lado y el movimiento de las mantas que ya no le cubrían tanto. También sintió, y reconoció, el tacto de los dedos de Kuroo rozando su rostro.

—No tienes que estar asustado. Pensé en los límites y…por sobre todo quiero que pasemos un buen momento juntos. Los límites serán que si en serio quieres que pare, me lo digas y pararé. No importa en qué estemos, lo haré. Ah…y que tampoco llegaremos hasta el final. No creo que quieras, y tampoco puedes estar resentido físicamente mañana.

Aunque al comienzo le había conmovido un poco, estuvo seguro de que se había sonrojado luego de escucharle. Había comprendido perfectamente la insinuación gracias a los mangas que había leído y, aunque se lo esperaba, era vergonzoso y molesto que Kuroo diera a entender que él estaría abajo. Después de todo, tenía cierto orgullo como hombre.

—No. Es…pronto. Supongo que así está bien —murmuró él.

Por un momento se arrepintió de que las luces estuvieran apagadas porque no podía mirar la expresión de Kuroo, pero en cuanto sintió sus labios contra los propios se olvidó de ello. El contacto fue lento, suave, o al menos lo fue en un comienzo. Kuroo parecía querer ir rápido y a los pocos segundos Kenma estaba abrazado a su cuello, con los ojos cerrados y completamente abrumado por las cosas que la lengua del mayor hacía en el interior de su boca. Cuando le besaba así y ambos estaban de pie sus piernas perdían estabilidad, temblaban. Ahora también temblaban al igual que sus manos, pero no corría el riesgo de caer al suelo.

Una de las manos de Kuroo haló las mantas para taparles hasta el cuello y comenzó a acariciar la espalda y el costado derecho de Kenma por sobre la sudadera. Ese contacto no le incomodó demasiado, pero cuando la mano se coló bajo su ropa sí ahogó una réplica en el beso. Los dedos estaban fríos.

—Lo siento…—murmuró Kuroo, riendo entre dientes.

Kenma mordió un poco su labio como venganza pero no causó el efecto esperado. Kuroo gruñó literalmente contra su boca y le besó de modo más pasional, uniendo su otra mano a las caricias bajo la sudadera. Era la primera vez que sentía ese tacto contra la piel de su torso y para su sorpresa no sólo provocaba ligeras cosquillas, sino también un hormigueo agradable. Tanto los besos como aquellas caricias se sentían bien.

Después de unos segundos así decidió también animarse y bajó una de sus manos desde el cuello de Kuroo hasta el borde de su camiseta. Tanteó la piel expuesta con los dedos y lentamente metió la mano por debajo de la tela, limitándose a tocar con suavidad. La piel de Kuroo parecía arder bajo sus dedos también fríos.

Poco a poco Kenma notó cómo Kuroo se subía sobre él. Terminó recostado boca arriba, con el mayor sin recargar del todo su peso encima ya que se mantenía apoyado en la cama con un codo mientras con su otra mano continuaba acariciándole el torso, aunque más arriba. El pellizco en una de sus tetillas le tomó por sorpresa y se le escapó un gemido, aferrando sus dedos a la espalda y nuca de Kuroo.

Shhht…—susurró Kuroo contra su boca.

Kenma le habría dedicado una mirada fea si el otro hubiese podido verle, pero cuando él abrió los ojos no pudo ver nada y se aguantó. Kuroo volvió a besarle profundamente, jugando de un modo húmedo con sus lenguas, y él se vio forzado a respirar un poco por la boca en suaves jadeos. El calor bajo las mantas aumentaba cada vez más y casi comenzaba a sofocarle.

Cuando los dedos de Kuroo retomaron la estimulación en su pecho él intentó soportarlo y no se quejó. Resultaba extraño, pero ya no era brusco y Kenma comenzaba a sentir un cosquilleo en la zona. Cosquilleo que poco a poco se dirigía abajo por su cuerpo, hacia su ingle, como pequeños y fugaces calambrazos eléctricos que aumentaban sus jadeos. Para cuando pudo darse cuenta ya tenía una ligera erección entre las piernas y en un impulso las cruzó un poco, con vergüenza. Fue un error, porque Kuroo lo notó y metió su muslo entre los suyos para forzarle a separarlos y, de paso, hacerle ahogar un gemido en el beso debido a la fricción.

—K-Kuro…—replicó contra sus labios en un hilo de voz.

Kuroo le lamió los labios lentamente y su aliento mentolado le provocó escalofríos.

—Tranquilo…dije que no hasta el final, pero no te dejaré así —aclaró Kuroo, recargando más su cuerpo sobre el suyo—, ni tú a mí.

Kenma lo sintió perfectamente contra su propio muslo. Kuroo también estaba duro y el mayor se frotó más contra él, avergonzándole y haciendo que sus mejillas ardieran. Por un momento su mente quedó casi en blanco, sólo con la idea de ¿qué pasaría si me dejo llevar? llenándola. La consideró, y la aceptó.

—Con ropa —murmuró con el tono más decidido que pudo.

Kuroo ni siquiera respondió, se limitó a besarle nuevamente y a quitar la mano de debajo de su sudadera. Kenma intentó no dejarse nublar por el beso, por la lengua que recorría su boca con brusquedad, pero era difícil. Nunca había besado a nadie más, pero definitivamente Kuroo era bueno en ello. Ni siquiera le importaba sentir un poco de saliva escurrir por la comisura de sus labios.

Repentinamente Kuroo bajó su mano y Kenma la sintió apretándole el trasero, deslizándose por su muslo. Le hizo separar más las piernas con ello y se coló en el reducido espacio, apretándose a su cuerpo. Entonces movió sus caderas y se frotó contra él y Kenma dejó de corresponder al beso, arqueando un poco la espalda a la vez que un jadeo bastante fuerte escapaba de su garganta.

El movimiento de caderas se acentuó y Kenma ya no pudo pensar demasiado en nada, no con las entrepiernas de ambos frotándose de ese modo y los ligeros gruñidos de Kuroo resonando tan cerca. Cuando echó la cabeza hacia atrás sintió primero el aliento de Kuroo chocar contra su cuello y luego sus labios deslizándose por él. Ni siquiera replicó en cuando los dientes se encajaron en su piel con algo de fuerza porque sólo tenía aire suficiente para jadear.

Un par de minutos después el ritmo del movimiento que mantenía Kuroo no le pareció suficiente y él mismo comenzó a removerse bajo su cuerpo, alzando las caderas en su búsqueda. Con un par de intentos acompasó ambos movimientos y se sintió mucho más satisfecho con la nueva fricción. Kuroo también pareció complacido, porque le escuchó jadear y dejó de atacarle el cuello para buscar nuevamente su boca.

El beso no era uno como tal, más parecían roces de labios con asomo de lengua sin sentido porque Kenma necesitaba apartarse cada dos segundos para respirar o jadear. La mano de Kuroo volvió a deslizarse por su pierna esta vez hacia su trasero y le sujetó de ahí para atraerle más. Kenma bajó el brazo con el que le rodeaba el cuello y aferró ambas manos al trasero de Kuroo. Le escuchó reír, sintió la suave vibración contra sus labios, pero no le prestó demasiada atención y se concentró en atraerle con las manos cada vez que Kuroo movía las caderas a su encuentro.

Un cosquilleo comenzó a concentrarse en su ingle de modo molesto, casi doloroso, impulsándole a querer terminar con aquello. Pero las sensaciones placenteras eran demasiado agradables y su interior le exigía culminar correctamente, aliviar su cuerpo. Las caderas de Kenma se movieron más rápido y fue Kuroo quien esta vez se ajustó al nuevo ritmo, jadeando con más fuerza.

—¿Te falta poco? —murmuró Kuroo sobre sus labios, mordiéndolos un poco. Kenma gimió suavemente un a pesar de la vergüenza—. Sólo…un poco más…espera un poco más…

Asintió a pesar de que le estaba costando respirar. También se comenzaba a sofocar, pero ni así pensó en detenerse. Necesitaba terminar aquello. Si Kuroo se detenía en ese momento incluso sería capaz de golpearlo, de gritarle. Kuroo no lo hizo pero sus caderas sí comenzaron a moverse de modo errático, perdiendo un poco el ritmo, y Kenma pudo escucharle ahogar una maldición. No era el único que parecía casi desesperado por terminar.

Kenma, a pesar de la incomodidad, separó más las piernas. Cuando Kuroo se presionó incluso más abajo supo que había hecho bien porque la fricción aumentó y su cuerpo completo se estremeció atravesado por un calambrazo tan fuerte que le hizo arquear la espalda, tensar los dedos de los pies y cerrar los ojos. El gemido que se le escapó sonó cortado y él dejó de mover las caderas y de atraer a Kuroo contra sí mientras sentía la humedad expandirse en su ropa interior.

Los jadeos ahogados con los que intentaba conseguir aire para sus pulmones apenas lograban su objetivo y Kuroo seguía moviéndose sobre él. Lo hizo unos segundos más y luego Kenma sintió cómo el cuerpo sobre el suyo se tensaba. Kuroo le sujetó por la nuca con una mano y le atrajo para besarle profundamente, forzando su lengua en el interior de la boca de Kenma. Él estaba más preocupado de respirar, pero se habría atrevido a jurar que aquél beso sólo era para ahogar un gemido ronco que hizo eco en su propia garganta.

Kuroo dejó de mover sus caderas poco a poco y recargó su peso sobre él. Era algo incómodo, pero Kenma no replicó ni se apartó del beso en el que ambos jadeaban como si intentaran robar el aire de la boca del otro. No quería arruinarlo con una queja ni tampoco se creía capaz de hilar correctamente las palabras.

No supo cuánto tiempo pasó, pero el calor sofocante bajo las mantas comenzó a disminuir y él sintió sus pies algo fríos. Poco después notó que habían sacado las mantas de las esquinas inferiores de la cama en algún momento y el calor comenzaba a filtrarse. El cuerpo de Kuroo se removió sobre él y Kenma abrió los ojos, aunque de todos monos no pudo ver nada. Sus bocas se separaron y sintió los besos bajar por su mentón, el aliento cálido golpear su cuello.

—Lo siento, Kenma, en seguida me aparto…uh…—escuchó.

El peso disminuyó hasta desaparecer y Kenma parpadeó al ver una luz por el rabillo del ojo. Kuroo había desbloqueado su celular para iluminar un poco y él pudo verle el rostro; sonriente, ojos perezosos, labios ligeramente hinchados, las mejillas aún un poco arreboladas y el cabello más despeinado de lo normal. Sintió su propio rostro arder y no sólo su cuerpo se estremeció, sino que algo en su pecho se removió de modo agradable.

—Realmente hace frío, y estamos hechos un desastre…espera, iré por algo para cambiarnos —murmuró Kuroo, inclinándose a besarle suavemente los labios antes de levantarse de la cama.

Él asintió sin realmente prestarle atención, más ocupado intentando calmar el ritmo desbocado de su corazón y volver a respirar correctamente por la nariz. No conocía ese sentimiento, pero estaba seguro de que no era simple afecto. No podía serlo. Quizá a esas alturas no debía ser una sorpresa tan grande, pero se sintió extrañamente nervioso y aterrado al darse cuenta de que Kuroo le gustaba. Realmente le gustaba. Si no fuera así, no lo habría encontrado estúpidamente atractivo veinte segundos atrás y no habría sentido una horrible angustia producto de las ganas contenidas de abrazarlo y besarlo hasta el cansancio. Sus ojos escocieron un poco.

Kuroo no encendió las luces pero dejó el celular desbloqueado sobre la mesa de noche y volvió a los pocos segundos sin pantalones y ofreciéndole ropa interior limpia; se había cambiado en algún momento y Kenma no lo había notado. Aceptó la prenda y se sentó en la cama para, aún cubierto por las mantas, quitarse la parte inferior de la ropa, limpiarse un poco con ella y tirarla al suelo antes de ponerse los bóxers de Kuroo.

—Prenderé la calefacción, ¿sí? —escuchó decir a Kuroo.

Kenma le buscó con la mirada y notó que había vuelto a enganchar correctamente las mantas en la parte inferior de la cama. Él se cubrió mejor con ellas y volvió a recostarse, aún con el corazón agitado y con más frío al no traer pantalón. La luz del celular desapareció, pero a los pocos segundos la cama se hundió junto a él y sintió los brazos de Kuroo rodearle por completo, reconfortándole al mismo tiempo que agitaba su pulso.

—Estás helado…—murmuró luego de sentir las piernas de Kuroo contra las suyas, sin saber qué más decir.

—Sí, realmente está haciendo frío. Pero puse la calefacción bastante alta así que pronto se pasará —habló suavemente Kuroo, estrechándole un poco más—. Por mientras…ven aquí.

Tampoco podía ir a otro lado, de todos modos. Ni siquiera quería ir a ninguna otra parte. Kenma se apoyó correctamente sobre su costado derecho y pasó el brazo izquierdo sobre la cintura de Kuroo, acurrucándose un poco más contra él. Incluso cruzaron sus piernas y con ello poco a poco sintió el calor volver. Kenma inspiró profundamente, con el rostro hundido en el pecho del mayor, y cerró los ojos en cuanto algunas caricias y besos terminaron en su cien, en su cabello.

—En serio, gracias por aceptar quedarte y…por todo —susurró Kuroo, besando una vez más su frente—. Me gustas mucho, Kenma.

Los nervios y la angustia volvieron al escucharle y él, aferrando su mano a la camiseta de Kuroo, se acurrucó más contra el mayor.

—Lo sé —habló con voz baja, amortiguando el sonido contra el pecho contrario, y agregó—, a mí también...

Estaba seguro de que Kuroo había aguantado la respiración unos segundos y si el abrazo ya había sido apretado, el modo en que el mayor le estrechó después de ello le habría hecho replicar en otra situación. Gracias a la cercanía pudo notar cómo los corazones de ambos estaban agitados.

—Será mejor que nos quedemos dormidos, si no…no sé si pueda controlarme y no atacarte una vez más —dijo Kuroo, ahogando contra su cabello una risa que parecía más nerviosa que divertida. Kenma sintió sus mejillas arder y mantuvo los ojos cerrados—. Buenas noches.

Kenma suspiró y soltó un poco el agarre de su mano en la camiseta de Kuroo, pero no se apartó.

—Buenas noches, Kuro —susurró.

Ninguno dijo nada más. Tampoco era necesario a su parecer. Kenma trató de dormir, pero se sentía abrumado por lo ocurrido y por el haber aceptado sus sentimientos. Realmente le gustaba Kuroo, completamente, tanto su forma de ser y personalidad como su exterior. Le gustaba su pasado junto a él y ahora también su presente. Esperaba que siguiera a su lado en su futuro para que este también la gustara.

Rato después escuchó a Kuroo roncar suavemente, pero a pesar de la somnolencia que le inundaba y el calor confortable del ambiente Kenma no pudo dormirse. No pudo hacerlo hasta bastante más tarde, pero cuando lo hizo fue con una pequeña sonrisa en los labios y pensamientos agradables que arrinconaron la angustia en su interior hasta hacerla desaparecer.

Notas finales:

ACLARACIÓN:

*El nombre de la mamá de Kenma es completamente inventado. En un momento de inspiración (sí, claro) decidí llamarla Kana y a su padre (aunque aún no es mencionado) Kentarou.

*Sobre las madres trabajando, también lo inventé. Desconozco si las encargadas de cocina (si es que existen) trabajan en eventos de este tipo durante las vacaciones, así que decidí prescindir de ellas. Y hasta donde se ha mostrado, Nekoma no tiene mánager hombre tampoco (aunque parezca que Shibayama a veces haga algunas tareas de mánager).


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