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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

¡Hola! Lo sé, volvió a pasar un tiempo. Aquí las excusas; pasó el evento, al final me mudé hasta el lunes en la noche, en cuanto terminé de mudarme me enfermé toda una semana en la que ni podía concentrarme (puta gripe) y luego ocurrieron ciertas cosas que me tuvieron con la cabeza en otro lado (entre ellas, internaron a mi madre para operarla, y aunque hubo complicaciones ya todo salió bien y la darán de alta pronto). Recién logré tener ánimos y concentración suficiente para corregir los pedacitos que tenía escritos y terminar la mitad del capítulo que faltaba.

Espero que el capítulo les guste y que no me acribillen por el final (mi amiga ya me odió cuando leyó el borrador esta madrugada xD). Pues bueno, ojalá pueda escribir pronto, ya que sigo utilizando el celular para ello en los momentitos libres a pesar de que luego deba recorregir todo porque me borra tildes, me cambia palabras y tenga que reemplazar todos los guiones de diálogo.

¡Gracias a todos aquellos que leen, y muchas más a los que dejan un comentario! Ya saben, me hacen muy feliz con ellos. Un abrazo enorme.

Cam.


 Nota: Este capítulo va dedicado a Akira, la mejor crossplayer de Kuroo del mundo mundial, ¡feliz cumpleaños! (aunque sea atrasado). Gracias por tu buena onda, por leer mi fanfic aunque no sea una de tus OTP's y por toda tu ayuda a la hora de decidir el cómo abordar al personaje de Akaashi (y de Bokuto, de pasada). Mucho amor para ti. (L)


 

Cuando Kenma abrió los ojos todo estaba a oscuras. Tardó un momento en notar que tenía la cabeza cubierta con el edredón y cuando lo quitó para su sorpresa el salón estaba casi igual de oscuro, con las cortinas cerradas y un pequeño coro de ronquidos. Ya no eran sólo los tres de Nekoma, había otro puñado de futones más repartidos de modo ordenado.

Luego de mirar un poco alrededor reconoció el rostro de Akaashi en el futón a su lado derecho, donde la noche anterior no había ninguno. Pensar en él le hizo pensar también en Fukurodani y recordar lo que había ocurrido en la cena. Akaashi había ido a buscarle después, él no sabía para qué, pero, al igual que no había querido hablar la noche anterior, en ese momento tampoco quiso hacerlo.

Después de revisar la hora en su celular, siendo una media hora más temprano de lo que todos solían despertar, decidió levantarse y luego de ordenar su futón tomó su ropa y útiles de aseo en silencio para ir al baño. No se encontró con nadie en el camino ni en el baño y lo agradeció. Mientras se aseaba pensó en que no quería terminar en la cafetería desayunando con todos, no cuando iba a tener que ver a Bokuto y a Kuroo ahí, y decidió que lo mejor sería ir a comprar algo de comer al konbini.

Sin embargo, cuando volvió a la habitación a dejar sus cosas y a buscar su billetera se encontró con Akaashi despierto, ya vestido y terminando de ordenar su propio futón. Kenma no pudo huir antes de que el otro le viera.

—Ah, Kozume-san; buenos días —dijo educadamente Akaashi, en voz baja. Kenma se incomodó debido a la formalidad—. ¿Tienes un momento para hablar?

Quiso negarse, pero la expresión de Akaashi no dejaba lugar a ello a pesar de ser aparentemente tranquila.

—La verdad es que iba a ir a comprar ahora... —intentó huir él, desviando la mirada con nerviosismo.

—Ah, si me esperas cinco minutos puedo acompañarte y así hablamos en el camino. También debo comprar unas cosas y de ese modo nadie molestará —pidió nuevamente Akaashi.

Parecía decidido a hablar con él y Kenma terminó por suspirar con resignación. Akaashi no le caía mal, no ir solo a comprar era mucho mejor y quizá hablar con él le sirviera para sentirse un poco menos mal, para distraerse. Además, Akaashi no tenía la culpa de lo ocurrido como para que Kenma fuera descortés con él.

—Está bien. Estaré en la entrada del primer piso —accedió finalmente.

Akaashi pareció conforme y tomó algunas cosas antes de salir del salón. Kenma tomó su billetera, se puso la chaqueta del uniforme de deportes y con las zapatillas de interiores calzadas bajó al recibidor para ponerse unas normales.

Se dedicó a jugar en el celular un tiempo pero Akaashi no le hizo esperar demasiado, también vestido con el uniforme de deportes, y luego de que se cambiara las zapatillas ambos salieron en silencio. El sol ya estaba bastante alto, pero realmente no calentaba mucho y había una ligera brisa. Kenma se guardó las manos en los bolsillos del pantalón para evitar que se le enfriaran demasiado.

—Kozume-san —le llamó Akaashi.

Kenma arrugó un poco la nariz sin poder evitarlo.

—Kenma está bien, tenemos la misma edad.

Akaashi sonrió ligeramente.

—Entonces, Kenma-san —se corrigió Akaashi—, siento lo que ocurrió ayer.

Kenma disminuyó un poco la velocidad de sus pasos y se encogió de hombros, algo incómodo.

—No fue culpa tuya.

—No, pero sí de nuestro capitán. Y…era algo especial, ¿no? —cuestionó. Kenma tuvo que asentir—. Sé que debes saberlo ya, pero Bokuto-san es bastante impulsivo y no siempre piensa bien antes de hacer algo. Realmente no lo hizo con mala intención.

Él frunció los labios.

—Lo sé.

—¿Estás muy molesto? —volvió a cuestionar Akaashi.

Esta vez Kenma tuvo que hacer una pausa antes de responder.

—Sé que no debería estarlo, pero…sí. Supongo que lo estoy.

—Kuroo-san parecía bastante preocupado —comentó Akaashi.

Kenma frunció un poco más los labios.

—No lo suficiente para intentar hablar conmigo, al parecer.

Sí, era egoísta e injusto. Kuroo no tenía culpa de nada en aquello y, aunque Kenma lo sabía, había esperado su consuelo. Que le siguiera después del incidente, que le fuera a buscar más tarde o que siquiera le enviara un mensaje. Que se lamentara junto a él, que calmara su enfado y que buscara algún modo de contentarle. Era definitivamente egoísta e injusto, pero él llevaba años acostumbrado a ello y que Kuroo no lo hiciera casi rompía con el equilibrio, con una especie de tradición.

—Ah, bueno… —Akaashi se aclaró la voz y Kenma volvió a prestarle atención—. La verdad es que él quería ir luego de cenar, pero yo le pedí que me dejara hablarte primero e intentar disculparme por Bokuto-san, pero anoche estabas dormido.

Aquello le hizo tragarse sus réplicas internas. Él había fingido dormir para huir, era su culpa de cierto modo. Se sintió un poco exasperado consigo mismo, pero lo dejó fluir y pensó más en la situación en sí.

—Pero de todos modos tú no tienes que disculparte —aclaró Kenma.

—Es casi una costumbre —admitió Akaashi con un poco de resignación. Kenma sintió algo de lástima por su situación—. Pero igualmente Bokuto-san se disculpará apropiadamente más tarde, sólo…quería ver si tú estarías dispuesto a aceptar sus disculpas, y que no te incomodara demasiado al encararte con su modo ruidoso de ser. Además, seguro se deprimiría un poco si llega a disculparse y tú pasas de él, con todo lo que Kuroo-san lo regañó ayer.

A Kenma le costó imaginarse a Kuroo lo suficientemente irritado como para regañar a Bokuto, con quien no hacía más que hacer el idiota la mayor parte del tiempo. Pero después de todo Kuroo se había esforzado preparándole el omurice personalizado y si alguien debía molestarse con lo ocurrido era él. Y aunque el mismo Kenma tenía derecho a enfadarse por ser privado de su recompensa, quizá no debía haberlo hecho a tal extremo. Todos le habían visto reaccionar mal y huir de ese modo, incluso los demás miembros de Fukurodani. Por un momento se sintió un poco avergonzado.

—Si realmente lo siente…—murmuró, desviando la mirada.

—Oh, lo hace —afirmó Akaashi—. Cuando Kuroo-san le dijo que se había comido tu premio por sacar noventa y dos puntos en un examen de matemáticas realmente te admiró y se sintió mal.

A pesar de que ese no había sido el motivo de que le molestara el que Bokuto se comiera su omurice, agradeció que Kuroo no ventilara lo demás en medio de su enfado. Si ya estaba algo avergonzado por la escenita que había dado, lo hubiese estado mucho más si los demás supieran que el regalo era en parte también influenciado por otro tipo de sentimientos y para contentarle por una situación más íntima.

Kenma vio el konbini a unos cuantos metros y exhaló.

—Entonces supongo que puedo aceptar sus disculpas.

Akaashi sonrió un poco.

—Gracias. Por librarnos de un Bokuto-san deprimido, sobre todo.

Él lo había visto alguna vez así y si sólo debía fingir perdonarle para evitar una situación incómoda en la concentración, lo haría. Recién estaban a miércoles y quedaban varios días como para tener que soportar el entrenamiento y además un mal ambiente.

—Pero será hasta después del primer bloque de entrenamiento. Quiero desayunar tranquilo y hablar primero con Kuroo —agregó.

—Ah, claro; yo le diré. Y me aseguraré de que no te moleste demasiado durante los entrenamientos, y que te compense el mal rato de algún modo, Kenma-san —prometió Akaashi.

No tuvo que pensarlo demasiado.

—Tarta de manzana. Y sólo Kenma está bien —dijo finalmente, sonriendo un poco.

También vio a Akaashi sonreír más antes de entrar al konbini y Kenma pensó que definitivamente, al menos afuera de la cancha, Akaashi realmente le caía bien.


 

Luego de comprar, él y Akaashi habían regresado a la escuela en un silencio cómodo. Kenma finalmente había decidido comer solo en la banca donde solía almorzar con Kuroo. También le había pedido a Akaashi que le pasara a Kuroo el mensaje de que estaría ahí esperándole, por lo que no le extrañó que a mitad de su improvisado desayuno consistente en pan de melón, onigiris y ocha Kuroo llegara a paso casi de trote.

Kenma le miró de reojo y tomó una de las bolas de arroz que había aún en la bolsa, extendiéndosela.

—Es de atún y mayonesa.

Kuroo parecía ligeramente descolocado, pero se terminó de acercar, tomó el onigiri y comenzó a abrirlo mientras se sentaba a su lado.

—Akaashi me dijo que no estabas molesto. No tanto —comentó Kuroo antes de morder el onigiri.

Él se encogió de hombros.

—No contigo, al menos —murmuró Kenma, haciendo una pausa antes de sincerarse—. Gracias por haberte esforzado tanto preparando el omurice, y siento haber hecho esa pequeña escena.

Había ensayado en su mente lo que iba a decir, pero verbalizarlo de todos modos le hizo sentir inseguro y vulnerable. Kuroo pareció un poco sorprendido y se apresuró a negar con la cabeza.

—No tienes que disculparte, Kenma. Que te molestaras fue normal. Yo lamento no haber detenido a Bokuto, es que él…no piensa demasiado antes de hacer las cosas —comentó, resoplando con resignación, y luego agregó—, pero lo regañé y se disculpará, entendió que hizo mal.

Él asintió con la cabeza.

—Lo sé, Akaashi me lo dijo.

Ambos se mantuvieron en silencio y Kenma se terminó su pan de melón mientras Kuroo hacía lo mismo con el onigiri. También le compartió de su botella de ocha, aunque se avergonzó un poco al beber después de que Kuroo lo hiciera por la idea de un beso indirecto. Intentó apartarla de su cabeza antes de que sus mejillas se pusieran algo rojas.

—Lo haré de nuevo —dijo repentinamente Kuroo.

—¿Uh? ¿Qué cosa? —cuestionó Kenma, confundido.

—El omurice —aclaró Kuroo—, aunque no creo que estos días. Pero lo haré de nuevo, más grande y con más ingredientes y un mejor dibujo. Quizá la próxima semana.

Él se sintió un poco avergonzado y conmovido al mismo tiempo.

—No es necesario, pero gracias.

—Claro que es necesario —replicó Kuroo, sonriéndole un poco y mirándole de reojo—. Era un premio y tienes que recibirlo. Y yo realmente quiero un beso de agradecimiento también.

Kenma parpadeó un par de veces y luego exhaló. Sabía que Kuroo lo decía en serio, pero también lo había utilizado para bromear y porque estaba un poco nervioso. Kuroo siempre bromeaba cuando estaba nervioso. Él no entendió por qué lo estaría y, luego de unos segundos y de mirar alrededor para asegurarse de que no hubiese nadie más, se inclinó hacia Kuroo y le besó apenas un momento la comisura de los labios.

—Gracias por haberte esforzado —agregó en un murmullo.

Kuroo pareció algo ido antes de exhalar también.

—Si tan sólo no tuviésemos entrenamiento en unos minutos… —masculló Kuroo con expresión exasperada—. Hey, ¿iremos nuevamente a comprar más tarde? Podemos ir a ese parque que está a unas calles del konbini.

Kenma entendió perfectamente el porqué de la invitación. Él tampoco se sentía cómodo allí, más cuando ahora había más personas y en cualquier momento podían comenzar a pasar por ahí para ir al gimnasio. Y, siendo sincero, también quería besarle mejor y calmar un poco de ese modo el malestar que tenía desde la noche anterior. Tardó un poco, pero asintió con la cabeza.

—Está bien —murmuró, desviando la mirada por la ligera vergüenza.

No pudo ver la expresión de Kuroo, pero sintió el modo en que apoyaba el mentón en su cabeza y dejó que tomara su mano, también apretándola un poco.

—Deberíamos ir ya al gimnasio…—murmuró Kuroo luego de unos minutos.

Él dejó de mirar las ramas casi desnudas de los árboles y se separó, pero sin soltar sus manos. Guardó las envolturas de la comida en la bolsa vacía y ambos se pusieron de pie. Para variar Kuroo le quitó la bolsa para llevarla él y en el trayecto la tiró a un basurero. Kenma ya podía ver el gimnasio y escuchó voces y pasos a sus espaldas.

—Eh, Kenma —le llamó Kuroo.

Kenma hizo un ruidito, indicando que le escuchaba, y le miró de reojo. Kuroo sonreía bastante.

—Te quiero.

Estuvo a punto de tropezar con sus propios pies y cuando se estabilizó, seguro de que tenía las mejillas rojas, miró a Kuroo con una ligera mueca. Este, que parecía sonreír más, seguramente contento de la reacción obtenida, le apretó un momento la mano y luego le soltó para adelantarse y abrir las puertas del gimnasio.

A pesar de la vergüenza, Kenma sintió por primera vez la necesidad de responder a aquello correctamente, como había hecho el domingo en la noche, pero un grupo de chicos de Fukurodani pasó a su lado y él acabó reducido al silencio. No era el momento indicado, no cuando había más personas y Kuroo estaba tan ocupado estando a cargo.

Exhaló con un poco de desánimo y sus labios se fruncieron de un modo que acentuaba su mueca. Habría deseado sacar el celular que traía en el bolsillo para poder jugar, pero también llegaron los sensei y a todos los enviaron a ordenar y a hacer calentamientos. Cuando llegó Bokuto, notoriamente impaciente por ir a hablar con él debido a todas las miradas intensas que le mandaba, se sintió un poco incómodo, pero Akaashi mantenía a su capitán a raya y ayudaba en serio, teniéndolo del lado opuesto de la cancha.

Sería el primer día de entrenamiento conjunto, lo que auguraba una serie interminable de partidos en los que él no tendría descanso. Kenma sintió su ánimo disminuir incluso más, pero no había nada que hacer y luego de calentar se preparó para una igual de interminable serie de remates en los que tendría que colocar la pelota para cada uno de los miembros.


 

A la hora de almuerzo Kenma fue a la cafetería con los demás de segundo y primero de Nekoma. Kuroo y Kai se habían quedado ocupados junto a Yaku, jugando aún su tres versus tres contra Bokuto, Akaashi y Konoha. A él le había tocado con Tora y Lev y habían podido ganar bastante rápido, por lo que se habían adelantado.

Quizá no era igual que la comida de Kuroo o de su madre, pero las mánagers de Fukurodani cocinaban bien y él comió bastante rápido para después poder sacar su celular y ponerse a jugar. La cafetería comenzó a llenarse de a poco, pero Kenma no prestó demasiada atención y utilizó auriculares para amortiguar el ruido externo con la música del juego.

Sin embargo, no supo después de cuánto tiempo, una mano se apoyó en su cabeza. Él tardó una fracción de segundo en reconocer la calidez de Kuroo y alcanzó a contener el ligero sobresalto. Ni siguiera tuvo que sacarse los auriculares porque Kuroo se los quitó con su otra mano, sonriendo bastante divertido.

—Eh, Kenma; vienen a hablarte.

Kenma miró por sobre su hombro y pudo ver a un Akaashi con expresión de fastidio y a un Bokuto bastante tenso y nervioso. Verlo así le puso a él mismo nervioso, pero se aguantó las ganas de huir sólo porque quería salir pronto de ello.

—Bokuto-san… —murmuró Akaashi.

Bokuto se sobresaltó y miró a Akaashi a su lado, pareciendo hasta atemorizado, antes de volver a mirarle a él con expresión de niño regañado.

—Bueno, verás, Kozume… —Bokuto dudó, pero Akaashi le animó a continuar con una palmadita en la espalda. Bokuto acabó juntando las palmas ruidosamente e inclinándose un poco hacia él—. ¡Realmente lo siento, Kozume! No quería hacerte enfadar, no sabía que era tu plato ni que era algo tan importante. De verdad, lo siento muchísimo y te lo compensaré.

Kenma no supo si era sincero, quizá sí, pero la disculpa parecía también un poco ensayada y con más temor o nerviosismo que pesar en su voz. Aun así, varios les estaban mirando y él comenzaba a sentirse más incómodo por el repentino silencio y la atención extra. Se metió las manos en los bolsillos de la sudadera y desvió un poco la mirada.

—Está bien. Ya no estoy molesto —mintió.

De reojo pudo ver que la expresión de Bokuto parecía aliviada y que tomaba una postura más relajada, ya sin esa extraña posición de súplica. Ahora era Kuroo quien le daba palmaditas a Bokuto y Akaashi le dirigió una mirada de agradecimiento y una ligera sonrisa que él correspondió casi por reflejo antes de volver a poner una mueca.

—¿Estás seguro? ¿Seguro de verdad? ¿Segurísimo? —insistió repentinamente Bokuto.

Él gimió para sus adentros al darse cuenta de que aún no se libraba de él. Bokuto parecía inseguro y algo pesimista, como le había visto en algunos juegos, y él sólo quiso poder sacárselo de encima antes de escabullirse lejos de todos a jugar tranquilo.

Entonces sintió algo en su bolsillo y al identificarlo lo sacó, extendiéndoselo a Bokuto con la mano.

—Seguro. Te lo doy, para que veas que no estoy molesto.

Bokuto le miró con curiosidad, abriendo mucho sus intimidantes ojos, y tomó el palito que Kenma le extendía para curiosearlo. Él esperó que eso bastara, pero lo que no esperó fue que Bokuto se conmoviera al extremo de lanzarse a abrazarlo.

—¡Kozume~! —gimoteó Bokuto, estrujándolo demasiado—. ¡Realmente eres un buen chico!

Todo su cuerpo se erizó instantáneamente y Kenma trató de empujarlo, sin mucho éxito. Pero sólo fueron unos segundos de suplicio porque Kuroo se encargó de apartarlo, rodeando el cuello de Bokuto con los brazos en una pequeña llave amistosa. Kenma aprovechó el momento para ponerse de pie y apartarse varios metros, intentando calmarse del sobresalto.

—Eh, deja de hostigar a nuestro Setter, Bo —replicó Kuroo.

—Bokuto-san, por favor, compórtese —pidió Akaashi, algo exasperado.

—Pero, ¡Akaashi! ¡Mira, mira! Kozume es una buena persona —exclamó Bokuto, señalando el palito de helado sin soltarse de la llave de Kuroo.

Kenma exhaló, ya algo más relajado, y miró con un poco de rencor a Bokuto. Sólo era un palito válido por otro GariGari-kun, no era algo por lo que exaltarse tanto, pero Bokuto miraba el pedazo de madera casi como a una reliquia valiosa. Akaashi aún parecía algo exasperado, pero él creyó ver más resignación en sus ojos y una ligera diversión que parecía tratar de ocultar.

—Lo es, pero por lo mismo no debes incomodarlo. Vamos, hay que ir por el almuerzo —le recordó Akaashi.

—¡Oh, cierto! ¡Comida! ¡Gracias, Kozume! —volvió a exclamar Bokuto.

Kuroo le soltó de la llave y Kenma se sintió un poco menos incómodo al verlo alejarse junto a Akaashi. Aún tenía la piel algo erizada, sobre todo en los brazos, y no pudo quitar la mueca de su rostro a pesar de que Kuroo se acercó a él y le desordenó el cabello con una mano.

—No ha salido tan mal. Anda, huye antes de que vuelva, pero debes estar a la hora en el gimnasio o te iré a buscar —le advirtió Kuroo, sonriendo.

Él murmuró un sí desganado y se apartó de Kuroo, a pesar de que quería seguir sintiendo la calidez de su mano, para poder irse rápidamente de la cafetería. Estaba bastante cansado, por lo que subió al cuarto piso, entró a la habitación que compartía con los de segundo y luego de tomar su consola se tiró sobre el montón de futones doblados.

No, no había salido mal, pero tampoco había sido agradable y seguía sintiéndose muy incómodo. Kenma se apresuró a encender la consola y se sumergió en el MonHun para olvidarse de ello.


 

Finalmente Kuroo sí había tenido que ir a buscarle para ir a entrenar porque él terminó durmiéndose sobre los futones a mitad de una quest. Pero realmente no había descansado mucho y después de una tarde de partidos y penalizaciones seguía sintiéndose agotado.

Al menos ya habían terminado por ese día y Kenma se encontraba apoyado contra el muro de la escuela, esperando a Kuroo mientras jugaba en su celular. Ir a comprar no le hacía demasiada ilusión aunque el konbini quedara cerca, pero podría tomar un poco la mano de Kuroo y calmarse con ello. Además, aún quería poder besarle después de lo de la mañana y también sentía la necesidad de responder a lo que no había podido.

Cuando escuchó los pasos cerca se sintió un poco animado y guardó el celular en su bolsillo, pero a los pocos segundos notó que eran pasos de más de una persona y varias voces. Su ánimo se desinfló con la misma rapidez con la que Kuroo llegó a su lado, con una ligera mueca en los labios y seguido de más de media docena de personas.

—Lo siento, no me los pude sacar de encima —masculló Kuroo.

—¡Akaashi, rápido! Quiero ir por mi helado.

—Por favor, tranquilízate, Bokuto-san.

Bokuto y Akaashi llegaron casi al momento, pero no eran los únicos. También les seguían Yaku, Tora, Lev, Konoha, Sarukui, Washio y la mánager de cabello rojizo. Kenma recordaba los nombres de todos los miembros de Fukurodani porque los habían estudiado varias veces y también gracias a las concentraciones, pero no conocía realmente a ninguno, sólo un poco a Akaashi y a Bokuto. Y en el caso de Washio hasta le atemorizaba, a pesar de que no lo admitiría en voz alta, así que el viaje a comprar terminó de perder toda gracia para él y realmente le pareció una idea poco agradable.

—¡Kenma-san! ¿Cómo le ha ido con los códigos? ¿Iremos por okonomiyaki pronto? —preguntó Lev, animado como siempre.

Kenma se percató de que había perdido a Kuroo y luego de mirar alrededor notó que Bokuto lo iba medio arrastrando algunos metros más adelante. Los demás pasaron a su lado, hablando de sus propias cosas, y él exhaló resignado y caminó junto a Lev, tras Yaku y Tora.

—Me quedan pocos. Fue bien, pero no sé cuándo tendremos tiempo para ir. Y tampoco será un todo lo que puedan comer —respondió él.

—Uh, qué tacaño —replicó Lev entre risas—. Ah, lo bueno es que sí o sí será después de mi cumpleaños, así que de todos modos tendrá que darme otro regalo.

Kenma parpadeó, un poco confundido por haber olvidado aquello.

—Ah, claro…tu cumpleaños —murmuró él antes de mirarle de reojo—. Y, ¿cuándo era?

—¡El treinta de octubre! —respondió Lev, exclamándolo como si fuera una queja—. Yo le regalé lo del McDonald's, recuerde. También debe regalarme algo.

El viernes, quedaban sólo dos días.

—¿Entonces debo regalarte una cajita feliz también? ¿O una big mac, o un doble cuarto de libra…? —aventuró Kenma, dudando un poco.

Lev puso una pequeña mueca y negó con la cabeza.

—La verdad es que no sé si quiero algo comestible de regalo.

Él intentó pensar algo más, pero no conocía realmente los gustos de Lev y se rindió rápido.

—Yo te dije lo que quería, haz lo mismo. Puede ser un poco más caro, pero no demasiado —advirtió finalmente.

Lev sonrió ampliamente y Kenma se sintió un poco incómodo.

—Está bien; me lo pensaré y ya le pediré algo —aseguró Lev—. Ah, y también está de cumpleaños Inuoka, el domingo.

—¿Hablan de cumpleaños? —interrumpió Yaku, retrasándose para quedar a la altura de ellos—. La verdad es que creo que deberemos posponer las salidas, quizá media o una semana.

Lev replicó audiblemente y cuando Tora se unió a ellos, Kenma se desentendió del tema. No le animaba especialmente el tener que salir con todos; podían caerle más o menos bien, pero seguían siendo multitud y saldrían seguramente a un lugar más lleno de personas, lo que para él sería incómodo.

Kenma suspiró y siguió caminando allí junto a ellos a pesar de no participar de la conversación. El clima comenzaba a ponerse demasiado frío mientras se acercaba la mitad del otoño e incluso el cielo tenía indicios de que pronto podía llover. Al menos no tardaron demasiado y cuando llegaron al konbini adentro hacía más calor.

El joven que atendía no pareció demasiado cómodo con un grupo de adolescentes ruidosos llenando el lugar y Kenma se apartó un poco de ellos para ir a comprar sus propias cosas sin que Kuroo pudiese regañarlo por lo poco saludable. No había tarta, pero tomó algunos panes dulces de manzana y anko, una bolsa grande de pockys y una botella de soda de melón y se dirigió rápidamente a la caja para pagar. Para cuando Kuroo llegó a su lado a mirarle con reproche él ya estaba recibiendo el cambio.

—No puedes comer todo eso hoy —advirtió Kuroo, que traía más cosas y botellas que él, seguramente de encargos.

Kenma asintió.

—Lo sé, no pensaba hacerlo —respondió en un murmullo.

Mientras Kuroo pagaba él no se apartó. Los demás aún recorrían los pasillos y buscaban cosas, por lo que estaban más o menos solos si no contaban al cajero. El ligero roce contra el dorso de su mano no le sorprendió y él dejó de tener la mano empuñada para que los dedos de Kuroo recorrieran su palma, causándole un escalofrío.

—Hey…cuando salgamos de aquí, sígueme la corriente, ¿sí? —cuchicheó Kuroo, ligeramente inclinado hacia él.

Kenma le miró de reojo con curiosidad, pero tuvieron que apartarse cuando Konoha y Lev también llegaron a la caja. El último se ganó algunos regaños de parte de Kuroo por la cantidad de frituras que llevaba y tuvo que dejar la mitad. Kenma, aunque se había alejado un poco de ellos, se aseguró de que Kuroo le viera asentir con la cabeza y su curiosidad aumentó cuando la sonrisa del pelinegro se expandió.

Sin embargo, aún tuvieron que esperar un poco más para que todos terminaran con las compras. Cuando Bokuto tuvo su paleta de helado gratis ya en la mano, sensiblemente más calmado que de costumbre, salieron del konbini y Kenma se sintió algo ansioso al ver que Kuroo se limitaba a hablar con Yaku. Estaba confundido, ¿qué se suponía que tenía que esperar?

Pero dos calles más adelante la voz de Kuroo sonó por sobre las demás.

—Kenma, ¿compraste los parches que necesitabas? —preguntó repentinamente Kuroo.

Él no entendió al comienzo y guardó silencio unos segundos, pero al sentir la mirada intensa de Kuroo sobre él y ver el modo en que negaba casi imperceptiblemente con la cabeza Kenma lo entendió.

—Ah…no, lo olvidé —respondió, algo dubitativo.

—Pero, Kenma-san, ¿no los había comprado el lunes? —cuestionó Lev, inmiscuyéndose.

Kuroo frunció el ceño y Kenma se apresuró a responder.

—Sí, pero los que me quedaban se me cayeron anoche en el lavamanos lleno de agua y se estropearon —mintió.

—Uh, eso sí que es mala suerte —comentó Yaku.

Kenma notó que parecía sospechar algo, pero Yaku no dijo nada más.

—Bueno, adelántense y yo acompañaré a Kenma por los parches. No tardamos —dijo rápidamente Kuroo y luego, sonriendo falsamente, le quitó ambas bolsas a Kenma, las juntó a las suyas y se las pasó a Lev—. Sé un buen kohai y lleva esto a la escuela, Yaku sabe de quién es cada cosa.

—¿Ehhh? —se quejó Lev.

Pero no se negó y Kuroo se acercó a Kenma para que fueran, sin embargo apenas alcanzaron a dar unos pasos antes de que otra voz se hiciera escuchar.

—¡Bro, espera! Yo voy contigo también —exclamó Bokuto.

Fue turno de Kenma de fruncir el ceño y no trató de ocultarlo.

—No es necesario, Bo —replicó Kuroo—. En serio. Además, debes tener hambre, ¿no?

—Sí, pero… —intentó insistir Bokuto.

Kenma le miró incluso más feo, aunque Bokuto realmente no parecía notarlo, pero Akaashi intercedió oportunamente.

—Bokuto-san, recuerda que íbamos a volver a practicar remates antes de la cena y si vas no nos dará tiempo.

Por un momento Kenma creyó que Bokuto se fracturaría el cuello de tanto mirar alternadamente entre Akaashi y Kuroo, con una expresión realmente afligida, pero finalmente se quedó mirando a Kuroo con ojos de borrego.

—Brooo…

—Está bien, en serio. Ve a practicar con Akaashi y cuando vuelva los acompañaré. Bloquearé todos tus remates —dijo Kuroo, usando un tono de superioridad.

Eso bastó para que Bokuto le enseñara la lengua, se diera media vuelta y comenzara a empujar a Akaashi por la espalda.

—¡Akaashi, Akaashi! ¡Vamos, hay que apresurarnos! ¡Debemos llegar pronto y practicar muchísimo! ¡Debes darme buenas colocaciones! —exclamó hiperactivamente Bokuto.

—Sí, sí, Bokuto-san —respondió Akaashi con resignación.

Kenma escuchó perfectamente a Kuroo reír entre dientes. Él se limitó a suspirar y a mirar a los demás, que también comenzaban a retomar el camino, y se percató de que dos de ellos les miraban de más. La mirada suspicaz de Yaku no le sorprendió, no cuando el otro sabía sobre ellos, pero la que sí le incomodó fue la mirada breve e intensa que les dirigió Lev antes de irse con los demás.

—Al fin…ven —murmuró Kuroo, indicándole el camino con la cabeza.

Él le siguió, olvidándose de la incomodidad por un momento para dar paso a la curiosidad. Kuroo le guió por el mismo camino hacia el konbini pero, antes de que pasaran junto a él, tomó el desvío de la derecha. Kenma recordó lo que había en aquella dirección antes de comenzar a ver los árboles y juegos para niños del parque y se cohibió un poco.

—Kuro…quizás no sea buena idea —murmuró él en voz baja.

Había alguna que otra persona por los alrededores y, aunque no fueran demasiadas, la idea de ser descubiertos como había ocurrido con Yaku le incomodó. No quería ser visto y mucho menos ser interrumpido, pero Kuroo sonrió y le desordenó un poco el cabello.

—No te preocupes, tengo una idea. Y los niños no están en los juegos a estas horas —comentó Kuroo con despreocupación.

Kenma quiso insistir pero entonces Kuroo tomó su mano con firmeza y el cosquilleo agradable le calló. Seguía incómodo con la posibilidad de ser descubiertos pero realmente quería tener un momento con Kuroo. Quería un abrazo, quizá un beso, y sobre todo sentir su mano y escuchar su voz cerca, con tono suave.

Kuroo siguió caminando y llevándole hasta el parque. Cuando llegaron Kenma comprobó que no había niños y que las farolas apenas alumbraban la mitad del área. Kuroo le siguió halando y cuando llegaron a una especie de iglú de cemento con un par de agujeros él frunció el ceño.

—Ni lo sueñes —advirtió.

—Oh, vamos…es perfecto. Y es bastante grande —insistió Kuroo.

—Es pequeño, y cerrado. Y está lleno de tierra —replicó Kenma.

Kuroo arqueó una ceja.

—Nunca has sido claustrofóbico a menos que haya muchas personas, y ahí sólo estaremos los dos. Además, no está lleno de tierra; está bastante limpio y tiene suelo de cemento en el interior.

Él dudó un momento y miró el interior con aprensión. En realidad no le incomodaban los lugares pequeños, pero era diferente estar en un lugar así de pequeño con Kuroo. Apenas podrían estar arrodillados sin golpearse la cabeza.

—No lo sé… —murmuró finalmente, más por decir algo que por negarse en serio.

—Ahí no nos verán, ¿no? Vamos, yo entro primero —volvió a insistir Kuroo.

Kenma dudó un poco más pero terminó asintiendo. Kuroo sonrió y le dio la espalda para acuclillarse y entrar a la estructura. Kenma aún pudo verle un poco por uno de los agujeros y luego de exhalar también se acuclilló para entrar tras él.

Estaba oscuro, sí, pero entraba algo de luz por los agujeros y tampoco era tan pequeño. Como Kuroo había dicho, no estaba mayormente sucio y aquello hizo disminuir la incomodidad. Lo malo era que con lo grandes que eran ellos tenían que estar bastante cerca.

Kuroo se sentó con las piernas extendidas y tomó una de sus manos para atraerle hacia su cuerpo. Él trató de moverse sin pasar a aplastarle una pierna y con dificultad logró terminar a horcajadas sobre su regazo, con un sonriente Kuroo abrazándole por la cintura.

—No te rías… —gruñó Kenma, poniendo una mueca un tanto enfadada.

Kuroo siguió sonriendo y le atrajo más hacia su cuerpo.

—No me río…no aún. Es que tu cara…ah, olvídalo. Ven aquí —murmuró Kuroo.

Él resopló.

—Ya estoy aquí, no puedo estar más cerca.

—Cierto —afirmó Kuroo, esta vez sí riendo un poco.

Kenma no alcanzó a volver a exhalar y Kuroo le besó, pausada y lentamente. A él le gustaban esos besos porque lograban tranquilizarle y no le incomodaban tanto como los otros, que le hacían sentir presionado a llegar a algo más. Apenas podían verse allí dentro así que él no cerró los ojos y sostuvo la mirada de Kuroo mientras era besado, disfrutando de la calidez de sus ĺabios y de su cuerpo.

Cuando tuvieron que separarse, porque Kenma aún no lograba respirar bien, fue él quien inició el nuevo beso, igual de lento pero más profundo. Sus brazos rodearon el cuello de Kuroo con comodidad y suspiró cuando las manos del otro comenzaron a recorrer su espalda, colándose entre la sudadera y la camiseta. Por un momento creyó que Kuroo querría más y aquello le preocupó un poco, pero rápidamente se dio cuenta de que Kuroo no buscaba meter las manos completamente bajo su ropa y que sólo hacía aquello para mantenerlas ocupadas.

Hubo más pausas y más besos iniciados por los dos y él sintió el calor agradable expandirse por su cuerpo, tranquilizando una ansiedad que había mantenido reprimida. Recordó sus pensamientos del domingo en la noche sobre Kuroo y al ver sus ojos nuevamente con aquél brillo particular y sentirle sonreír contra sus labios notó otra vez aquella angustia agridulce en el estómago. Sí, realmente le gustaba Kuroo. Y a cada beso notaba también, algo atemorizado, que le gustaba más y más.


 

Finalmente habían vuelto bastante justos de tiempo para la cena, con una caja de parches que habían recordado comprar luego de la sesión de besos en el parque. Ambos habían compartido una paleta de helado por el camino para tratar de bajar la leve hinchazón de sus labios, pero Kenma estaba seguro de que al menos Yaku lo había notado porque le había escuchado resoplar con diversión.

Kuroo había tenido que disculparse con Bokuto, mintiendo descaradamente al decir que habían terminado yendo a un konbini más lejano porque en el de ahí no tenían su marca de parches, y se había comprometido a practicar hasta tarde con él al día siguiente. A él no le hizo demasiada gracia saber que no tendrían esa escapada, pero seguía un poco ido por todos los besos y se olvidó de aquello rápidamente, más con el cansancio acumulado que tenía por el entrenamiento.

A la mañana siguiente Kenma tuvo que ser despertado por Akaashi, y aunque fue el último en levantarse y había sido el primero en dormirse seguía con sueño. El sopor se mantuvo durante el desayuno y todo el entrenamiento de la mañana, causándole algunos problemas en los partidos de práctica.

El almuerzo realmente no ayudó demasiado, aunque sí logró tomar una pequeña siesta, y cuando en la tarde tuvieron que hacer partidos rotatorios en los que a él una vez le tocó ser Setter en el mismo equipo de Bokuto y en otra le tocó jugar contra él y Kuroo, su ánimo terminó de disminuir. Acabó realizando las penalizaciones con un mal humor notorio y al finalizar la práctica se acabó una botella de agua completa con ganas de encontrar un rincón tranquilo y dormitar.

Que Kuroo se quedara entrenando hasta más tarde no ayudó a su humor y Kenma abandonó el gimnasio con el celular entre las manos, respondiendo un mensaje de Shōyō en un intento por distraerse. Sin embargo, cuando iba a mitad de camino del edificio principal escuchó pasos apresurados tras él y una voz llamándole.

—¡Kenma-san! —exclamó Lev. Kenma se detuvo y escuchó al medio ruso suspirar en cuanto llegó a su lado—. Qué bien que pude alcanzarle. ¿Va al salón dormitorio o a la cafetería?

La pregunta le extrañó, pero acabó encogiéndose mentalmente de hombros.

—Al dormitorio, a dormir antes de la cena —aclaró, tratando de indirectamente decirle que le dejara solo.

No funcionó. Lev sonrió de ese modo amplio como solía hacer, aunque Kenma pensó notar un leve nerviosismo en su mirada.

—Ah, qué bueno. ¿Puedo acompañarle? La verdad es que quería hablar algo con usted —pidió Lev.

—Podemos hablar en la cena, o mañana —replicó él.

Lev frunció los labios en una mueca terca.

—Pero es importante —insistió.

Kenma le miró unos segundos antes de asentir con la cabeza, resignado. No dijo nada más y continuó caminando hacia el edificio, fingiendo jugar en su celular mientras pensaba en qué cosa tan importante podría querer Lev. Este no habló hasta que llegaron al salón que usaban los de segundo y ahí por un momento, mientras Kenma tendía su futón, pareció dominado por la curiosidad de ver un aula nueva.

—Bien… ¿qué querías hablar? —preguntó Kenma, sentándose sobre el futón.

Incluso se cubrió las piernas con la colcha, intentando enviar otra indirecta sobre lo apresurado que estaba por dormirse, aunque igualmente tomó su mochila que había dejado cerca para sacar uno de los panes rellenos de anko que había comprado el día anterior. Lev le observó en silencio unos segundos, sentándose en el suelo a su lado, y él mordió el pan.

—Bueno, verá…ya decidí lo que quiero para mi cumpleaños —habló finalmente Lev.

Él frunció el ceño, un poco exasperado, y se apresuró a tragar lo que tenía en la boca.

—¿Eso era lo tan importante? —replicó él. Lev asintió con una expresión mezcla de seguridad y nerviosismo que le hizo suspirar—. Está bien, ¿qué es?

—Lo que quiero, bueno…es… —estaba titubeando demasiado y Kenma se sintió incómodo. Luego de otros segundos de silencio se aclaró la voz y continuó—. Bien. Quiero dos panes de yakisoba y que también me ayude con algo, que me escuche.

—Los panes no puedo comprarlos hasta mañana —dijo él.

—Lo sé, pero puede ayudarme hoy. Puede, ¿verdad? —pidió Lev.

Kenma dudó un momento.

—Si es escuchar… —murmuró en tono poco comprometido.

—Sí, es escuchar y darme una opinión. Una respuesta —aclaro Lev, aparentemente más nervioso.

Aquello era muy extraño, pero no podía ser nada realmente tan terrible si sólo debía escuchar y responder. Quizá Lev quería algún consejo sobre el vóleibol y él podría tratar de darle alguno mientras sólo tardara unos segundos o unos pocos minutos. Quería terminar su pan y dormir pronto.

—Está bien, entonces. Intentaré responder —aceptó finalmente.

Lev pareció un poquito más tranquilo, pero aún se le notaba nervioso y no dijo nada por unos segundos. Kenma aguardó, pero terminó mordiendo nuevamente su pan al aburrirse de ello. Dio el último bocado cuando Lev pareció decidirse y, para su sorpresa, este le tomó ambas manos entre las suyas, más grandes y frías, y se inclinó hacia él hasta invadir su espacio personal.

—Bueno, desde hace un tiempo me di cuenta de esto y necesitaba decírselo. Realmente no podía aguantar más así que, aquí voy —dijo Lev y luego de inspirar profundamente le miró a los ojos, y exclamó—. ¡Me gusta, Kenma-san!

Si no se ahogó con la comida fue porque aún no la había tragado y Kenma sintió su boca abrirse con tanta sorpresa que la masa de pan masticado se le cayó de entre los labios, terminando sobre la colcha del futón.

Notas finales:

Sé que debo muchas respuestas a reviews y que siempre prometo responder, pero voy lento con ello. Espero puedan comprender que si apenas tuve tiempo de escribir para poder traer el capítulo pronto, no he tenido mucho para responder. Pero juro que los leo todos y me hacen inmensamente feliz. Planeo responderlos todos antes de la próxima actualización. Ojalá sigan dejándolos de todos modos para alegrar los días de esta pobre fan. (L)


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