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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

¡Hola! Aquí el nuevo capítulo. Es un poco más largo se lo habitual (unas 3.000 palabras más que el capítulo 12) porque la última escena se me alargó más de lo que esperaba, y eso que dejé otra escena para el siguiente capítulo. Aunque, considerando qué escena es la extensa, espero no le moleste a nadie.(?) En todo caso, ni se imaginan cuánto sufrí escribiendo esa última parte; por algún motivo me bloqueaba todo el tiempo y me mortificaba el ser demasiado explícita, o demasiado extensa, o no sé, simple vergüenza (si a alguien le incomoda eso, lo siento, pero estoy acostumbrada a escribir así esas escenas por culpa del rol :'/ ).

La extensión también es para parchar la demora; necesitaba distraerme un poco escribiendo algo más para que la inspiración volviera y poder retomar el capítulo (escribí un two-shot KuroKen AU que espero terminar pronto y subir, porque ya me falta poquito, y así contribuir más a la ship. Así que, si lo ven por allí estos días, por favor denle una oportunidad), y aun así tuve un bloqueo horrible durante los últimos días. Perdón.

En cuanto al siguiente capítulo, espero poder escribirlo más rápido, pero creo que dos semanas es mi tiempo actual. Si llega a darme un ataque obsesivo como me pasó antes y tengo el capítulo pronto, también lo subiré en cuanto esté. Aunque lo dudo, porque los dos fines de semana siguientes tengo eventos y viajar y prepararme toma tiempo (si son de Chile, andaré paseándome –y comprando cosas como desquiciada- en el Mirai y en el Aniversario de Haikyuu! Chile, ¡espero todos los del fandom la pasemos bien en ambos eventos! (L)).

Sin más, gracias a todos quienes leen y más a las personitas preciosas que dejan reviews, ¡mucho amor para ustedes! Me alegra muchísimo leerles. Un abrazo.

Cam.

 


Advertencia: Creo que está de más, pero…capítulo R-18.

 

—Uh, Kenma-san; eso es un poquito asqueroso —se quejó Lev.

Pero Kenma no le prestó atención. ¿Había escuchado bien? ¿Lev había dicho que él le gustaba? La idea de gustarle le repelió en seguida con una firmeza y desagrado que llegaron a sorprenderle. No había sentido lo mismo frente a la declaración de Kuroo. Aunque, luego de pensarlo mejor, le pareció lógico; a Kuroo lo conocía desde muy pequeño, mientras a Lev sólo lo conocía desde hacía poco más de seis meses.

Se sintió avergonzado, sí, pero cuando vio la mueca en el rostro de Lev, que miraba la comida que a él se le había caído por la sorpresa, esa ligera vergüenza fue superada por la incomodidad y la irritación.

—Y, ¿qué opina entonces, Kenma-san? —cuestionó Lev, ahora mirándole a los ojos con expresión impaciente.

¿Qué opinaba? Opinaba que aquello era incómodo, que no quería estar allí, que no entendía por qué debía pasar por ello. Que las manos de Lev, a pesar de ser frías, comenzaban a sudar. Kenma frunció el ceño y de un movimiento brusco soltó sus manos, preparado para exhalar una respuesta negativa con todas sus fuerzas, pero entonces notó que algo ahí no cuadraba.

Miró a Lev fijamente por unos segundos y, luego de dudar, se decidió a hablar.

—¿Por qué debería opinar algo? —cuestionó, haciendo énfasis en la penúltima palabra.

Lev pareció desconcertado.

—Bueno…porque eso fue lo que le pedí antes, ¿no? Que me diera una opinión —respondió Lev con obviedad.

Sí, eso le había pedido, pero no encajaba en el puzle mental de Kenma. Después de los mangas BL que había leído tenía una buena cantidad de información y los personajes nunca pedían una opinión luego de una declaración, sino una respuesta. Un o un no, o un yo también que dejara en claro si se correspondía o no a los sentimientos. Kenma frunció el ceño ante la confusión, aunque, después de todo, no era la primera vez en que él se sentía así de confuso sobre algo que tuviera que ver con Lev.

—¿No estarás usando una palabra equivocada? ¿Por qué debería dar yo una opinión sobre una desagradable declaración? —replicó Kenma—. ¿No habrás querido decir respuesta? Que, por cierto, es un rotundo a mí no —agregó al final.

Su tono había sonado ansioso y había hablado de modo bastante atropellado, pero se sentía tan incómodo que la urgencia por huir o aclarar la situación estaba ganando.

—Uh, ¡¿desagradable?! —exclamó Lev, haciendo una mueca muy parecida al puchero de un niño pequeño—. Qué cruel, y eso que practiqué tanto…

Kenma frunció aún más el ceño.

—La respuesta sigue siendo negativa.

Contra todo pronóstico, el puchero de Lev se transformó en una expresión de curiosidad.

—¿Por qué insiste en responder? No quiero eso, sino una opinión. Si parecía una verdadera declaración, si cree que con ella conseguiría una respuesta afirmativa, o si transmití bien mis sentimientos y usé correctamente las palabras —aclaró Lev.

Él se sintió incluso más incómodo; aquello no tenía sentido.

—Lev, uno no se declara a otra persona para saber si lo hizo bien o mal, sino…no sé, para decirle a esa persona que te gusta y saber si es correspondido, o para comenzar a salir —intentó explicarle.

—Lo sé, Kenma-san, incluso alguien de mi edad ya sabe todas esas cosas —dijo Lev con tranquilidad—. Pero esto no era una declaración, por eso no quiero una respuesta.

Esta vez Kenma no fue capaz de contener su expresión de desconcierto, pero siguió con el ceño fruncido.

—¿No lo era?

—Claro que no —dijo Lev, haciéndolo sonar como una réplica—. Usted no me gusta, Kenma-san.

Sus labios se fruncieron a juego con su ceño, sintiéndose un poco herido en el orgullo, aunque el alivio fue mayor y finalmente pudo relajar un poco la tensión de su cuerpo.

—Entonces, ¿por qué lo dijiste? —cuestionó él, aún un poco receloso.

—Ya le dije, para que me diera una opinión —repitió Lev, con voz cansada—. O un consejo para poder mejorarla antes de usarla realmente.

Algo en su cabeza hizo clic. Lev no gustaba de él, gustaba de otra persona. Y le estaba pidiendo consejos y usándole como conejillo de indias. Kenma se sintió irritado.

—¿Y por qué debería yo poder aconsejarte? —se quejó, alzando un poco la voz.

—Pues porque usted ha recibido una declaración, ¿no? Debe saber cuándo una es buena. Y porque es el único en el club que está saliendo con alguien —dijo Lev, como si fuera lo más obvio del mundo—. Ah, y porque sé que Kuroo-senpai y Tora-senpai se burlarían de mí. Y Shibayama e Inuoka no tienen ninguna experiencia, ya les pregunté.

Kenma había dejado de escucharle desde antes de la pausa y sus ojos se fijaron más en los de Lev, nerviosos.

—¿Yo, saliendo con alguien? No sé de qué hablas —intentó mentir, aunque sabía que era pésimo en ello y que su voz había temblado un poco.

Entonces Lev le devolvió la mirada, con sus curiosos e intensos ojos verdes y su intimidante altura, y Kenma acabó mirándose las manos sobre el regazo.

—¿No está saliendo con Kuroo-senpai? —cuestionó Lev, extrañado—. Pero, los vi la otra vez besándose…y en otra ocasión tomados de la mano.

Aquello le sorprendió un poco. Si les había visto no podía seguir negándolo.

—¿Cuándo? —preguntó en un murmullo.

—De la mano la semana pasada, y besándose el otro día. Iba hacia el gimnasio porque había olvidado algo y los vi en la banca que hay en el camino. Sé que Kenma-san es genial y bastante masculino, pero nunca creí que tomaría la iniciativa de ese modo —admitió Lev, con una sonrisilla en los labios.

Una sonrisilla que, junto a sus palabras, le avergonzó y molestó en partes iguales.

—Bueno, pero eso no tiene nada que ver contigo —dijo Kenma, intentando sonar tan irritado como se sentía—. Vete.

—¿Ehhh? Pero, ¡aún no me ha dado una opinión! —se quejó Lev, volviendo a usar su puchero infantil.

Estuvo a segundos de mandarlo a paseo, pero se contuvo. Él no le había dicho a nadie más lo que sentía, no por propia voluntad, y reconoció que para ir junto a otra persona a pedir consejos amorosos debía tenerse mucho valor. Lev estaba siendo valiente. Y por más exasperante que fuera y que aquello no tuviese que ver con el club, era su kohai.

No le impresionaba su idiotez, pero admitió para sus adentros que sí podía admirar algo como la valentía en asuntos amorosos después de haberse complicado tanto con sus propios sentimientos.

—…No fue del todo mala —dijo finalmente.

—¿No del todo? —cuestionó Lev, aparentemente interesado en lo que él decía.

Kenma asintió.

—Sonaba algo practicada. Creo que ser sincero es lo más importante, y ser espontáneo, o la otra persona podría creer que no es en serio. Tampoco uses palabras tan directas. Pero el modo de decirlo, la voz y mirando…supongo que está bien.

—¿En serio? —exclamó Lev, sonriente, aunque luego pareció más serio—. Entiendo, ser sincero…

—Sí. Ah, y no tomes sus manos; es agresivo, raro, vergonzoso y desagradable. La otra persona huiría —agregó al final.

—De nuevo desagradable… —se quejó Lev.

Kenma se quedó en silencio un momento, porque realmente no sabía qué decir, pero finalmente la curiosidad le ganó.

—Por cierto, Lev… —murmuró.

—¿Hm?

—¿Conozco a esa persona?

Lev pareció sorprendido por la pregunta, pero terminó riendo vergonzosamente y sonriendo de un modo bastante amplio, casi emocionado.

—Sí. Es Yaku-san —respondió en seguida.

Aunque había notado una atmósfera extraña entre ellos alguna vez, Kenma se sorprendió.

—Ah…no sabía que te gustaran los chicos —murmuró, y recordó agregar—. Definitivamente no tomes sus manos. No huirá, pero es muy probable que te golpee.

Lev volvió a reír.

—Tiene razón, Kenma-san. Y no me gustan los chicos, sólo…es Yaku-san.

De un modo extraño Kenma lo entendió. Kuroo había dicho lo mismo, que le gustaba él, no los hombres. Y al pensarlo él realmente se sintió igual. Le gustaba Kuroo, sólo él, y por ello se había sentido tan incómodo ante la idea de una declaración de alguien más.

—¿Se lo dirás? —preguntó nuevamente, notando que estaba siendo bastante curioso.

—Uhm…sí, planeo hacerlo, por eso quería practicar. Pero cuando hablé con Shibayama él me dijo que no era un buen momento, porque se acercan las preliminares de la Spring High y eso podría volver todo incómodo para el equipo. Es algo muy importante para los senpai, ¿no? Así que…creo que tendré que esperar. Pero dudo aguantar mucho más que luego del último partido.

Había hablado sonriendo, y había reído al final, y aunque tenía la misma expresión idiota de siempre en el rostro Kenma por primera vez sintió sincera simpatía hacia él. Lev estaba siendo un poco maduro y, aunque fuera colateralmente, quería proteger un sueño que también era de Kuroo. Uno que él mismo quería proteger.

—Creo que es una buena idea —dijo, con un tono más tranquilo y amable que no había usado antes con él.

—Lo sé, pero… ¡Ahhh! ¡Quiero decírselo ya! ¡Cuánto me gusta! —replicó finalmente Lev, volviendo a su personalidad más infantil.

Se dejó caer hacia adelante con los brazos estirados, acabando sobre sus piernas, y Kenma trató de empujarlo para quitárselo de encima, pero el ruido de la puerta deslizándose con fuerza atajó su réplica y le hizo detenerse.

Cuando volteó la cabeza hacia la puerta un escalofrío le recorrió la espalda.

—¿Qué ocurre aquí? ¿Ya estás de nuevo molestando a Kenma, Lev?

Era Kuroo, con una expresión algo aterradora y voz peligrosa. Lev se apartó en seguida y Kenma aprovechó de limpiar los restos de comida de su regazo para meterlos a la bolsa.

—¡N-no estaba molestándole, Kenma-san me daba consejos! —replicó Lev.

—Ohh…pues no sé si los consejos de Kenma te servirán demasiado con las recepciones. Yaku te estaba buscando, y parecía realmente enfadado —dijo Kuroo, sonriendo ladinamente.

Él notó que Lev se estremeció completamente, quizá por miedo, pero, aunque su expresión era de pánico, los ojos le sonreían.

—Ah, la práctica extra de recepciones…lo siento, Kenma-san, debo irme —se disculpó Lev, poniéndose de pie para caminar apresurado hacia la puerta—. Ah, y, ¡gracias por los consejos!

Kenma asintió como toda respuesta y le vio pasar al lado de Kuroo para salir. Este último aún se quedó de pie un poco más antes de cerrar la puerta a sus espaldas. Un pequeño chasquido le confirmó que Kuroo había puesto el seguro.

—Así que le gusta Yaku… —comentó Kuroo al aire.

Él no pudo evitar entrecerrar un poco los ojos y le observó acercarse y sentarse a su lado sobre el futón en silencio.

—¿Como cuánto escuchaste? —preguntó en un murmullo.

—Uhm, a ver… ¿como desde el comienzo? —admitió Kuroo, sonriendo sin una pizca de vergüenza—. Escuché el "me gusta, Kenma-san" mientras venía por el pasillo. No sé cómo aguanté las ganas de entrar y sacarlo a patadas.

Kenma se sintió un poco avergonzado.

—Debes comportarte como un buen capitán.

—Lo sé.

Por un momento no supo qué decir, pero cuando la mano de Kuroo se acercó a la suya él dejó que la tomara. Luego de unos segundos una duda surgió en su mente y no pudo resistirse.

—¿Y si hubiese sido en serio? —preguntó en un murmullo, mirándole de reojo.

—Pelearía, por supuesto —respondió Kuroo en seguida, y algo dentro de su pecho se removió agradablemente—. No dejaría que me quitaran lo que es mío tan fácilmente, no cuando llevo tantos años enamorado.

Kenma frunció el ceño.

—No soy un objeto.

—No, pero sigues siendo mío. Tú y tus sentimientos —afirmó Kuroo, sonriendo.

Él no pudo replicar a eso. No cuando era verdad.

La puerta estaba cerrada y aún era temprano para que otros fueran, así que cuando Kuroo se inclinó a besarle él correspondió al contacto.

—¿No tenías que practicar hasta tarde? —cuchicheó contra sus labios.

—Sí…pero Bokuto remató mal y muy fuerte y tiró a Akaashi al suelo de un pelotazo, y aunque sólo se raspó un codo, actuó como si Akaashi estuviese a punto de morir e insistió en acompañarlo a que las mánagers le curaran —explicó Kuroo, aún rozando sus labios.

—Y entonces escapaste…

—Sí, para verte. Aún no te había besado hoy.

Kenma suspiró y dejó de hablar porque aquello era cierto y él también quería ser besado. Tenían tiempo para ello, y con la puerta cerrada nadie podría sorprenderles.

Kuroo volvió a besarle, esta vez con más intensidad, y mientras cerraba los ojos y apretaba el agarre de sus manos Kenma terminó por olvidar sus planes de dormir.


 

Habían estado un buen rato besándose, incluso Kuroo había terminado empujándole abajo en el futón y Kenma había creído que aquello iría más lejos cuando las manos comenzaron a recorrer su cuerpo, pero alguien les interrumpió tratando de abrir la puerta y llamándoles. Kenma tardó unos segundos en aclarar su mente lo suficiente como para saber que era la voz de Tora y ellos se separaron con la respiración agitada y, en su caso, con las mejillas ardiendo.

Tora les miró un poco raro cuando salieron, pero no comentó nada y se limitó a avisar que la cena estaba lista. Caminaron juntos hasta la cafetería, pero no pudieron hablar demasiado y cuando llegaron Bokuto acaparó a Kuroo, como siempre, y Kenma se limitó a cenar en silencio sentado junto a Tora y Fukunaga.

Por esa noche ya no lograron hablar más y luego de darse un baño y cambiarse el parche del cuello, porque la marca aún se notaba, jugó con la consola acostado en su futón hasta dormir.

A la mañana siguiente le costó levantarse a pesar de la ayuda de Akaashi y apenas alcanzó a desayunar un onigiri antes de ir a la práctica. No pudo hablar demasiado con Kuroo más allá de un par de comentarios entre los juegos en equipo o los ejercicios, y él añadió un par de moretones más en sus piernas con los ejercicios de recepciones.

Cuando fue hora de almuerzo y pudo descansar y jugar en su celular su humor mejoró un poco, pero no demasiado. No cuando se sentía tan irritado viendo a Kuroo reír junto a Bokuto a una mesa de distancia.

No se entendía a sí mismo. No era la primera vez en que los veía hacer el idiota juntos, ni que tenían concentración. Incluso un par de veces habían salido en grupo ellos dos, Bokuto y Akaashi, y aunque esas veces él había sido llevado a rastras ni siquiera había llegado a irritarse tanto. No como estaba ahora.

Kuroo tenía más amigos, eso era algo que había aprendido y aceptado en su tercer año de secundaria. Y no le había molestado. En primero de preparatoria lo había visto en directo y eso incluía a Bokuto entre esos amigos, y había seguido sin molestarle. Y ahora en segundo, repentinamente, sí le molestaba. Le molestaba verlo reír tanto con otros, siendo cercano con otros, teniendo gestos afectivos con otros. Estando lejos de él por estar con otros.

Era estúpido y egoísta, lo sabía. Kuroo no se despreocupaba de él, seguía mirándole cada tanto y no era como que no hablaran o interactuaran en lo absoluto. Aún recordaba lo de la noche anterior, y lo del parque, y lo de la entrada de la escuela, y las idas a comprar al konbini. Pero seguía sintiéndose irritado, por la situación en sí, y molesto consigo mismo por irritarse irracionalmente.

Luego de pensarlo un poco se dio cuenta de que ya se había sentido así en otras ocasiones. Cuando le prestaba a Kuroo algún videojuego o cuando dejaba que alguno de los miembros tocara sus consolas. Sí, en esas situaciones había sentido esa aprehensión y leve irritación, casi un temor. Y se dio cuenta de que aquello era posesividad.

Estaba siendo posesivo con Kuroo. ¿Por qué? ¿Por qué ocurría por primera vez luego de tantos años de conocerse? Ni siquiera le gustaba serlo, no cuando le hacía sentir tan mal. Pero al mirar a Kuroo una vez más y notar el brazo con el que rodeaba los hombros de Bokuto su irritación aumentó tanto que no pudo evitar hacer una mueca. No quería seguir allí ni seguir sintiendo eso y se terminó la comida que le quedaba para dejar la bandeja en el lugar señalado y salir de la cafetería.

Definitivamente era horrible. Había leído sobre los celos y por un momento se preguntó si lo que sentía sería aquello, pero no lo creyó. No temía que Kuroo le dejara por otro ni se sentía inseguro con respecto a sus sentimientos, sino que era algo más visceral, instintivo, que le hacía querer acapararlo en todo sentido por el sólo hecho de que estaba acostumbrado a recibir sus atenciones. Y seguramente no le había ocurrido antes porque nunca había sido tan consciente de Kuroo ni de la necesidad de su cercanía como lo era en ese momento, teniendo sentimientos románticos hacia él.

Los sentimientos eran algo realmente aterrador. O al menos lo eran cuando podían provocar cosas así.


 

Después de esconderse en un rincón a jugar con su celular por el resto del descanso se había tenido que forzar a volver a la práctica. Normalmente no le parecía tan desagradable, pero habían sido muchos días seguidos ya sin parar de jugar y sumado a la irritabilidad que cargaba lo volvían una carga más pesada. Finalmente había recordado las palabras preocupadas de su padre y él terminó de auto convencerse. No iba a ser igual que el año anterior, ese año no había senpai's desagradables hostigándole y realmente había logrado llegar a apreciar un poco el vóleibol; no estaba ni cerca de lo mal que había llegado a estar el año anterior. Podía con ello.

Si tan sólo Bokuto no estuviese tan cerca de Kuroo, irritándolo a él más a cada segundo…

El entrenamiento de la tarde resultó un poco más pesado de lo normal con tantos partidos de práctica, y como perdieron en casi todas las oportunidades, se habían sumado las molestas penalizaciones. A la mitad de la tarde habían cambiado las vueltas rodeando el gimnasio por vueltas de lanzamientos dentro de este debido al frío. Pero, aunque ahí estaba más cálido, el terminar con moretones lo volvía realmente desagradable.

Kenma comenzó a recoger pelotas junto a otros sin mucho ánimo, pendiente de los demás a su alrededor. Por ello mientras se inclinaba a recoger una alcanzó a esquivar a alguien que también hacía lo mismo y evitó un cabezazo seguro. Cuando alzó la cabeza se topó con el rostro de Kuroo demasiado cerca y debido al susto se incorporó rápidamente, a diferencia del otro, que sonreía.

—Eh, por poco…ve a dejar ese que ya tienes, yo llevo este —habló Kuroo.

Él se avergonzó, pero asintió y fue a dejar la pelota a un carrito cercano, empujándolo después hacia donde estaba Kuroo.

—Ah, gracias —exclamó este, metiendo las tres pelotas que traía en brazos en el canasto del carrito.

—No es nada —murmuró él, desviando la mirada—. ¿Qué tal estás?

—Mejor que tú, parece. Luces cansado. ¿Te duelen mucho las piernas? —preguntó Kuroo, aún sonriéndole.

Pero su voz sonaba algo preocupada. Kenma se encogió de hombros.

—Un poco. Pediré pomada a Yaku más tarde —agregó.

Kuroo pareció más tranquilo y él creyó que estaba a punto de decir algo más, pero entonces llegó Bokuto cargado de pelotas y las dejó caer ruidosamente dentro del carrito.

—¡Kuroo, rápido! Para que podamos ir a practicar nosotros —le urgió Bokuto, tan hiperactivo como siempre.

Habría entrenamiento extra de nuevo. Aquello le irritó, más cuando Bokuto tomó el brazo de Kuroo para halarlo en busca de más pelotas. Kuroo le miró un segundo y movió los labios para formar las palabras "lo siento" sin emitir sonido, pareciendo un poco apenado.

Entonces su recién descubierta posesividad para con Kuroo afloró y, antes de pensarlo demasiado, tomó una decisión.

—¿Puedo unirme?

Kuroo se detuvo y le miró con escepticismo. Bokuto también dejó de halarlo y se volteó a mirar a Kenma, sonriente.

—¡Claro! Si logramos conseguir a dos más podemos jugar un tres contra tres —exclamó Bokuto.

Él no le hizo mucho caso, a quien miraba era a Kuroo, que parecía tener un debate mental.

—Pero… ¿no estás cansado? —preguntó finalmente Kuroo.

—Sí, pero tomaré agua y le pediré la pomada a Yaku, y en unos minutos estaré bien —dijo él, intentando sonar seguro.

Aunque no lo estaba, para nada. Realmente se sentía cansado y los moretones de sus piernas dolían un poco, pero ya se había decidido y podía ser terco cuando quería. Y en ese momento quería realmente ser terco sobre lo que había decidido. Si no puedes contra ellos

—Vamos, Bro, así somos más y es más divertido —insistió Bokuto.

Kenma podría haber sentido un mínimo de afecto por Bokuto en ese momento si no fuera su culpa el que él tuviera que esforzarse en jugar más tiempo con lo cansado que estaba. Pero Kuroo, luego de escucharlo, suspiró y asintió con la cabeza.

—Bien, deja el carro ahí y anda ahora a que Yaku vea lo de tus piernas —indicó Kuroo.

Él asintió y se fue trotando hacia el extremo de la cancha donde estaba Yaku antes de que Kuroo se arrepintiera. Cuando llegó se encontró al Libero curando una raspadura en el codo de Lev, quien, a pesar de las quejas por el ardor del desinfectante, medio sonreía. Estaban sentados en el suelo y él se inclinó un poco para que pudiesen notarle.

—Ah, Kenma, ¿necesitas algo? —cuestionó Yaku, aún mirando a Lev mientras cubría la zona desinfectada con un parche.

—Uhm…sí. La pomada, esa que adormece un poco y alivia el dolor —intentó explicar, porque no recordaba el nombre.

—Es el tubo gris con adhesivo azul. ¿Quién lo necesita…? —preguntó Yaku, dejando de mirar a Lev por un segundo para mirarle a él. Y en cuanto vio sus piernas Kenma notó el modo enfadado con el que fruncía el ceño—. Dios, ¿cómo te las arreglaste para terminar así? Tienes más moraduras que Lev. En serio, tendré que darles un curso intensivo sobre cómo caer bien —se quejó.

Kenma desvió la mirada debido al regaño.

—Lo siento…

Yaku exhaló y se llevó dos dedos al entrecejo, al parecer intentando deshacer su expresión de enfado.

—Sí, sí… ¿necesitas ayuda con la pomada o que te dé un masaje? —preguntó una vez más.

Él no alcanzó a responder y vio cómo la expresión de Lev se contraía en una mueca de enfado infantil. Al comienzo le desconcertó, pero entonces recordó lo de la noche anterior y su propia irritación durante ese día y lo comprendió un poco. Él también se sentiría algo molesto si Kuroo comenzaba a dar masajes a otros.

—El del cumpleaños soy yo, a quien debería darle uno es a mí —se quejó Lev.

Kenma lo habría encontrado gracioso si no se identificara tanto con esos sentimientos posesivos.

—Deja de actuar como un mocoso —replicó Yaku, dirigiéndole a Lev una mirada ceñuda antes de sonreír ladinamente—. Pero, si insistes, podría darte un masaje Cai Bei, o uno tailandés.

Él decidió interceder antes de que Lev aceptara que le molieran la espalda a patadas y negó con la cabeza.

—Gracias, pero no es necesario. Lo haré yo mismo.

Yaku volteó la cabeza para mirarle a él también con una sonrisa, pero mucho más amigable que la que usaba con Lev.

—Bueno, ya te dije cuál era la pomada, está en el botiquín grande. Y recuerda no poner mucha, sino esparcirla con masajes rápidos —aconsejó Yaku.

Él asintió con la cabeza y se apartó un poco para buscar en el botiquín el tubo con etiqueta azul. Mientras lo hacía pudo escuchar a Lev preguntando qué era un masaje Cai Bei y suspiró, esperando que Yaku se contuviera un poco si es que llegaba a decidir darle una demostración.

Cuando encontró el tubo se sentó en el suelo y comenzó a aplicar la pomada como le había indicado Yaku, aunque quizá demasiado rápido. Para cuando terminó la piel de sus piernas se sentía un poco caliente y la recorría un cosquilleo que no llegaba a ser desagradable. Dejó la pomada nuevamente en su lugar y se limpió las manos en el borde de la camiseta para quitar los restos algo oleosos de ellas antes de lograr ponerse de pie.

Al comienzo sintió las piernas extrañas, ligeras, pero al par de pasos se acostumbró y pronto estuvo nuevamente junto a Kuroo, quien terminaba de revisar que la red que usarían siguiera bien puesta. Del lado contrario de la red estaba el carrito con pelotas y Bokuto jugaba inquietamente con una, golpeándola hacia arriba con la punta de los dedos.

—¿Estás mejor? ¿Aún quieres jugar? —volvió a preguntar Kuroo, aunque esta vez con un volumen de voz mucho más bajo e íntimo. Kenma asintió—. Está bien…nos falta uno, Konoha aceptó jugar también.

Él miró alrededor y se dio cuenta de que casi no había nadie ya en el lugar. Un grupo de chicos de Fukurodani que reconoció como suplentes estaban huyendo rápidamente y Lev, con expresión de niño regañado, también salía del gimnasio. Quien quedaba era Yaku, ordenando unas últimas cosas en los botiquines. Cuando volvió a mirar a Kuroo e indicó con un movimiento de cabeza este comprendió en seguida.

—¡Eh, Yaku! Ven aquí —le llamó Kuroo.

Yaku tardó unos segundos terminando con lo que hacía antes se voltearse a mirarles con un poco de desconfianza. Sin embargo, acabó caminando hacia ellos de todos modos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Yaku, arqueando una ceja.

Kuroo rodeó amistosamente su cuello con un brazo y aunque Kenma había temido sentir aquella posesividad una vez más, eso no pasó.

—¿Te quedas a jugar? Nos falta uno —comentó Kuroo.

El Libero miró a los tres de Fukurodani y luego a ellos con bastante escepticismo.

—¿Y Kenma jugará? —cuestionó, aparentemente asombrado.

Sabía que no era con mala intención pero Kenma de todos modos se sintió ligeramente fastidiado.

—Sí, así que, vamos; hay que aprovechar el acontecimiento. Podemos apostar las bebidas de la cena —agregó Kuroo.

Bokuto, desde el otro lado de la red, soltó una exclamación.

—¡El equipo perdedor compra las bebidas de todos! —casi gritó Bokuto, esta vez golpeando la pelota hacia el lado contrario.

Kenma se vio forzado a atrapar la pelota para evitar que esta le diera en la cabeza e hizo una mueca. Si apostaban, con lo competitivos que eran, sólo podía significar que tendría que jugar en serio. Y cuando vio la sonrisa de Yaku supo que él también lo haría.

—Me parece bien. Entonces, que Kuroo y Konoha lleven la cuenta. Nosotros sacamos —dijo Yaku.

Él exhaló y lanzó la pelota a Kuroo para que pudiese sacar. Era molesto, pero no quedaba de otra y, mientras Yaku se posicionaba con expresión de total concentración, Kenma se aseguró de estar cerca de la red para intentar bloquear, o armar el contrataque de ser necesario.

Cuando la mano de Kuroo resonó contra la pelota él intentó concentrarse, sin demasiados ánimos, pero sí esforzándose bastante. No porque le interesara practicar o ganar una bebida, sino porque al frente, del otro lado de la red, estaba Bokuto. Con su molesta sonrisa y voz estruendosa. Con su molesta presencia acaparadora de Kuroo's.

Y cuando minutos más tarde logró hacer una finta en su cara, e incluso después, cuando junto a Kuroo bloquearon uno de sus remates cruzados, Kenma sintió que una sonrisita le hormigueaba en los labios.

Era agradable, de un modo inmaduro y estúpido, pero, finalmente, agradable.


 

Habían ganado. Apenas, pero lo habían conseguido. Quizá bastante se debía a que Yaku había logrado unas recepciones muy buenas y a la frustración de Bokuto al ser bloqueado un par de veces seguidas por él y Kuroo. Kenma admitía que el crédito de eso era de Kuroo, que le decía cuándo y dónde saltar, pero lo importante era que habían ganado y él se sentía un poco más pagado de sí mismo, hasta quizá un poquito contento de haber decidido quedarse.

Sólo habían jugado un set debido a la hora y él estaba seguro de que de haber jugado más seguramente habrían perdido, porque apenas se sostenía sobre las piernas. El adormecimiento de la pomada había pasado y aunque las sentía a medias por el entumecimiento, los músculos ya dolían.

Él, finalmente, también se había esforzado.

—Yo quiero una botella grande de té de limón —dijo Yaku, sonriente.

Akaashi estaba ahí, anotando las cosas en su celular mientras los demás esperaban su turno de pedir.

—Está bien, la misma que compraste el otro día en el konbini, ¿no, Yaku-san? —preguntó Akaashi.

Yaku asintió.

—Yo quiero una botella de Pocari —pidió Kuroo.

Akaashi siguió escribiendo en su celular y luego le miró a él con una ligera sonrisa.

—¿Y tú, Kenma?

No le pasó desapercibido el modo en que Kuroo arqueó una ceja, pero se dedicó a pensar un momento.

—Pocari también, por favor —murmuró luego de decidir.

—Bien, dos Pocari, un té de limón, y Konoha-senpai, ¿una Fanta de uva como siempre? —dijo Akaashi.

Kenma escuchó a Konoha reír.

—Sí, yo iré a vigilar a los demás; gracias por ir a comprar —agradeció Konoha antes de irse.

—Bien, nosotros también iremos antes de que se haga más tarde. Bokuto-san, vamos —le llamó Akaashi.

Bokuto, que aún lucía un poco deprimido, miró a Akaashi de modo inseguro.

—Hey, Akaashi… ¿también recuerdas lo que pido yo siempre? —preguntó Bokuto.

Kenma se sintió curioso y extrañado al mismo tiempo, y vio cómo Akaashi arqueaba una ceja. Kuroo, por su parte, rió entre dientes.

—Una Coca-Cola, ¿no? —dijo Akaashi. La expresión de Bokuto pareció iluminarse con una sonrisa enorme y asintió repetidas veces con la cabeza. Akaashi suspiró—. Pero ya sabes lo que dice el entrenador, Bokuto-san. Una pequeña, y debes venir a comprar conmigo de todas formas.

Él había escuchado alguna vez que Kuroo mencionaba una especie de regla sobre no dejar que Bokuto consumiera demasiada azúcar. Lo encontraba lógico, porque si ya tenía tanta energía normalmente, con una sobredosis de azúcar debía ser más insoportable aún.

Bokuto no replicó ante la cantidad impuesta y dio palmaditas en la espalda de Akaashi mientras reía un poco.

—¡Entonces vamos ya! —exclamó Bokuto.

Kenma se sintió aliviado al verlos caminar hacia la puerta e iba a desentenderse de ellos, pero entonces recordó algo y se vio obligado a caminar rápido hacia los dos, logrando interceptarlos justo en la puerta.

—Keiji…

Akaashi pareció un poco sorprendido, pero no molesto y se detuvo para voltear a mirarle.

—¿Sí? ¿Cambiaste de opinión sobre la bebida? —preguntó Akaashi, con tono amable.

Kenma negó con la cabeza.

—Quería pedirte un favor. ¿Podrías comprarme dos panes de yakisoba? Te los pagaré en la habitación.

—Kenma, tienes que cenar; no puedes comer eso —dijo Kuroo en voz alta.

Él suspiró, exasperado.

—Lo sé, no son para mí —replicó, mirando a Kuroo de reojo por un momento antes de mirar nuevamente a Akaashi.

—Claro, no hay problema —aceptó Akaashi, anotándolo en el celular que aún traía en la mano—. ¿Sólo eso?

—Sí, gracias —respondió Kenma, sonriendo un poco.

Akaashi le devolvió la sonrisa antes de voltearse e ir con Bokuto, que lo llamaba impaciente desde afuera, y Kenma volvió con los otros.

—Yaku, puedes adelantarte; Kenma y yo guardaremos la red y el carro. Será mejor que alguien se asegure de que Lev no hace demasiado escándalo ni descubre su sorpresa. Dudo que Kai pueda solo —dijo Kuroo.

Aquello llamó su atención; él no sabía nada sobre una sorpresa. Yaku exhaló con expresión cansada.

—Sí, será lo mejor…como nadie le ha saludado ha estado bastante irritable y deprimido —comentó Yaku, haciendo una mueca—. Pero tiene que esperar hasta después de la cena. Bien, me voy; no tarden demasiado.

Kenma se despidió con un gesto de mano y Yaku se fue. Cuando estuvieron solos él miró a Kuroo con abierta curiosidad.

—¿De qué sorpresa hablaban?

Kuroo se acercó a la red y comenzó a soltarla de un lado. Kenma finalmente decidió ayudar y, a pesar de lo resentidas que tenía las piernas, fue al extremo contrario para hacer lo mismo.

—Algo para Lev e Inuoka. Después de todo es el único cumpleaños suyo que pasaremos todos, el próximo año no estaremos. Y Lev estaba molestando a todos con que no olvidáramos el suyo —dijo Kuroo con cierta gracia—. Se le ocurrió a Yaku, así que los de tercero juntamos dinero y hoy le pedimos a Shirofuku-san, la mánager de Fukurodani, que comprara un pastel. Lo comeremos luego de la cena y cantaremos y todo.

Él asintió; era un buen detalle. Debido a la concentración Inuoka y Lev no podrían tener un momento familiar para celebrar su cumpleaños y seguramente con ello se sentirían un poco más a gusto.

Kenma siguió soltando la red y cuando ambos terminaron de hacerlo la enrollaron con cuidado.

—Yo llevo la red, tú empuja el carrito —pidió Kuroo.

Él soltó la red y comenzó a llevar el carro de pelotas sin mucha dificultad, porque no tenía tantas, hasta la bodega del gimnasio que estaba abierta. Cuando lo acomodó junto a los otros carros se dio vuelta y vio a Kuroo entrando, cargando con la red entre los brazos.

—¿Todavía falta para ir a cenar? —preguntó, pensando en la quest que debía volver a hacer en el MonHun.

Pero entonces notó la sonrisita de Kuroo y el modo en que le miraba y se cohibió un poco.

—Sí, aún falta bastante —respondió Kuroo, dejando la red en su lugar sin apartar la mirada de él—. ¿Tienes alguna idea entretenida en la que ocupar el tiempo?

Las mejillas le ardieron un poco al notar el doble sentido de sus palabras y frunció los labios.

—Sí, el MonHun me espera en la habitación —dijo con tono un poco tajante.

Kuroo se había acercado bastante a él, medio arrinconándolo contra un montón de colchonetas, pero en cuanto le escuchó rió abiertamente y luego suspiró al mismo tiempo que le desordenaba el cabello con una mano.

—Está bien, entonces; ve con tu juego. Supongo que yo iré a interceptar a Bokuto en el camino, a ver si hablamos algo o jugamos vóleibol un poco más —dijo Kuroo al aire, apartando su mano.

Aquello no le gustó. Sólo con escuchar el nombre de Bokuto un vacío apareció en su estómago y su ceño se frunció. Kuroo comenzaba a apartarse para dejarle espacio, pero Kenma recordó el motivo por el que se había quedado entrenando hasta más tarde y su mano se movió sola hasta que aferró los dedos a la camiseta de Kuroo.

No quería apartarse de su lado. No para que fuera con Bokuto, al menos. Y aunque era un pensamiento bastante egoísta, no podía cambiar lo que sentía.

—¿Ocurre algo…? —preguntó Kuroo en tono más bajo, notoriamente sorprendido.

Kenma desvió la mirada un momento antes de encararle.

—No quiero que vayas… —admitió finalmente.

—¿Por qué? ¿No irás tú a jugar? Creí que no querrías que te molestara mientras jugabas —dijo Kuroo, confundido.

Se mordió los labios, sin saber bien qué decir, pero su lado posesivo seguía tan a flote que por puro instinto se acercó a él y al segundo siguiente se encontraba alzado en la punta de los pies, besándole de modo breve y superficial.

—Puedo jugar más tarde —cuchicheó al separarse.

Se sentía muy avergonzado, pero realmente luego de todo el día estando tan irritado quería y necesitaba pasar un buen momento. Y por primera vez supo que esa necesidad no podría ser cubierta por los videojuegos.

Sólo podía hacerlo Kuroo.

Sin embargo este se apartó de él hasta soltarse y caminó hacia la puerta dándole la espalda. Kenma se sintió un poco angustiado, temiendo haberle molestado con algo, pero entonces Kuroo cerró la puerta de la bodega y él vio las llaves en su mano que resplandecían ligeramente con la tenue luz de la ampolleta.

—No vayas a arrepentirte —dijo Kuroo, casi como si fuera una advertencia.

Quizá realmente lo era. Kuroo se volteó para acercarse a paso rápido y él fue nuevamente arrinconado contra las colchonetas. Pero esta vez fue Kuroo quien comenzó el beso, sujetándole el rostro por las mejillas con ambas manos, y Kenma correspondió con un poco de torpeza por lo repentino del contacto.

El beso era todo menos suave; él aferró las manos a la parte trasera de la camiseta ajena y Kuroo rápidamente forzó la lengua en su boca, abriéndose paso con facilidad. A veces él creía que cada vez le costaba menos lograrlo, pero no replicó ninguna de ellas y tampoco lo hizo esa vez, sino que intentó corresponder lo mejor que pudo con su poca experiencia y sus muchas imágenes mentales teóricas sobre besos en mangas.

Realmente Kenma esperaba que sólo fueran unos besos, pero las manos de Kuroo se apartaron de sus mejillas y bajaron en intensas caricias por sus costados. Quizá aquello no le habría incomodado demasiado por sí solo, pero entonces las manos llegaron a sus muslos, a la piel que dejaba descubierta su short de práctica, y los dedos hundiéndose un poco le arrancaron un suspiro mezclado con una queja.

Kuroo pareció detenerse un momento y aflojó el agarre de sus manos, acariciándole después de modo suave y lento. El beso también se detuvo poco a poco y Kuroo le miró a los ojos.

—Lo siento… ¿te duelen mucho? —murmuró Kuroo.

Kenma se encogió de hombros como respuesta, porque sí le había dolido con el apretón. Definitivamente ya no quedaba rastro del adormecimiento proporcionado por la pomada y además del dolor muscular, había otro más molesto debido a los moretones.

—Sólo…no aprietes. Y no deberías tener tus manos ahí, de todos modos —acabó por decir.

Kuroo arqueó una ceja y subió las manos, pero sólo para sujetarle el trasero. Él habría replicado si Kuroo no le hubiese alzado en brazos enseguida para dejarlo sentado en el borde de las colchonetas.

—Así no tendrás que forzarlas estando de pie —dijo Kuroo como explicación, abriéndose paso entre sus piernas.

Por un momento detestó la consideración de Kuroo y Kenma realmente no supo si lo hacía por eso o para aprovecharse del hecho de que ahora sus cuerpos quedaban más pegados.

—Ya, sólo para que no fuerce las piernas… —murmuró él, en tono de réplica.

Kuroo rió un poco y volvió a llevar las manos a sus muslos, a la cara interna de estos y a sus rodillas, paseándolas con lentitud y suavidad.

—Sobre todo para eso…y el resto, para poder hacer lo que hago ahora —admitió desvergonzadamente.

Kenma resopló, pero no pudo replicar más cuando Kuroo volvió a asaltar su boca con cortos besos, pero igualmente profundos. Las manos tampoco dejaban de acariciar sus piernas y él acabó alzando sus propios brazos para rodear el cuello del pelinegro, pegándose más a su cuerpo.

Gracias a la cercanía él pudo sentir el calor de Kuroo envolviéndole y pudo escuchar el sonido de su corazón casi como si fuera el propio. Ambos tenían el pulso agitado, por lo que era difícil saber qué ritmo era de quién. Lo que sí sabía era que su respiración también comenzaba a agitarse y que odiaba aún no saber respirar de modo adecuado durante los besos.

Lentamente Kuroo comenzó a buscar más y, luego de un momento de duda, Kenma decidió dárselo. No podía ser malo. Con eso en mente dejó que mordiera sus labios y él también mordió los de Kuroo. Cuando comenzó a removerse contra su cuerpo tampoco lo detuvo e incluso apretó los muslos a su cadera un poco, manteniéndolo cerca de ese modo. Ya no sólo era el calor de sus manos, sino que era el calor de todo el cuerpo de Kuroo el que él necesitaba y cuando una mano subió hasta colarse bajo su camiseta Kenma se tragó la réplica instintiva, porque finalmente se sentía bien.

No supo cuántos minutos estuvieron así, removiéndose suavemente contra el cuerpo ajeno, y en el caso de Kuroo ahora recorriendo la piel de su espalda bajo su camiseta con ambas manos, pero para cuando logró retomar un poco de consciencia algo rígido rozaba por momentos la parte interna de sus muslos, cerca de su entrepierna.

Y entonces comprendió que Kuroo estaba duro y que ante la idea de haberlo puesto así, y la cercanía de su cuerpo, él mismo comenzaba a tener una erección.

—Espera, Kuro… —habló de un modo bastante sofocado contra su boca.

Kuroo ahogó un ruido en el siguiente beso que él no supo interpretar, pero luego de unos segundos este se apartó y le miró a los ojos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kuroo, con voz un poco ronca.

Kenma se sintió realmente avergonzado y separó un poco sus cabezas para poder rehuir su mirada.

—No podemos seguir aquí… —respondió Kenma en un murmullo.

—¿Por qué no? —volvió a preguntar Kuroo.

Esta vez a él le costó juntar palabras suficientes y ordenarlas con cierta lógica, más con lo agitado que se sentía y con el calor que comenzaba a hacer entre ellos.

—Porque podrían vernos…y porque es un lugar público. Y, también…porque sé más o menos hasta dónde quieres llegar y aquí…no es adecuado —intentó explicar sus argumentos, sin saber bien si lo estaba logrando—. Y porque no hay una cama —agregó finalmente como algo irrebatible.

Pero Kuroo se rió contra sus labios y le besó un par de veces más con un cariño no exento de intensidad.

—Cerré con llave; no vendrán. Tenemos tiempo. Y no llegaré hasta eso, no podemos con todas las prácticas. Además, para lo que quiero llegar no es necesario una cama —aclaró Kuroo, sonriendo ladinamente.

Kenma se sintió un poco perdido por unos segundos.

—Y… ¿a dónde quieres llegar…? —preguntó, no sin cierto temor.

Kuroo, aún sonriendo, se inclinó hacia él y buscó la parte trasera de su oreja izquierda para besar la piel de ahí y lamerla, arrancándole un gimoteo y provocándole un estremecimiento.

—No será hasta el final, no podemos, ya lo sé. Pero…quiero tocarte, Kenma —murmuró Kuroo, utilizando un tono suave y profundo aún con los labios cerca de su oreja, y exhaló—, y también quiero que tú me toques.

No supo cómo fue capaz de contener un gemido más fuerte que el anterior, pero lo que no pudo contener fue el sonrojo en su rostro; ardía completamente y creyó que llegaría a sofocarse. Pero luego de más besos tras su oreja eso no ocurrió y, tímidamente, bajó las manos por los hombros de Kuroo, por la parte alta de su espalda por encima de la tela.

—¿Así…? —preguntó Kenma en un suspiro.

Kuroo rió nasalmente.

—Bueno, supongo que para comenzar…pero yo me refería más a algo así.

Y mientras terminaba la oración, Kuroo movió una de sus manos hacia el frente, entre ambos cuerpos, y la deslizó hacia abajo hasta posarla sobre la ligera erección de Kenma. A pesar de que aún estaba la tela de por medio, el ligero roce y el peso le hicieron jadear audiblemente.

Iba a replicar, pero Kuroo buscó sus labios y volvió a besarle con intensidad, acallando los ruidos vergonzosos y las quejas. Kenma terminó cerrando los ojos porque ver a Kuroo le avergonzaba más; el domingo las luces habían estado apagadas pero allí, en la bodega, estaban encendidas. Y eso resultaba, hasta cierto punto, aterrador. Más cuando esa noche no habían hecho otra cosa que frotarse a oscuras con la ropa puesta y ahora Kuroo parecía querer ir más allá.

—No te asustes… —dijo Kuroo en un suspiro.

Kenma no entendió por qué lo decía hasta que los dedos en su entrepierna subieron y tantearon la cinturilla de su short y ropa interior, colándose lentamente. Él contuvo el sobresalto y apretó más los párpados, y sintió la mano rodear firmemente su erección, ya mucho más completa debido al contacto. Kenma se vio obligado a exhalar en el beso y, por pura venganza, mordió el labio inferior de Kuroo con algo de fuerza.

Obtuvo un quejido como respuesta, una risa ahogada y que la mano en su entrepierna comenzara a moverse de modo algo rápido.

—Tranquilo…se siente bien, ¿no? —preguntó Kuroo.

Kenma abrió los ojos sólo para dedicarle una mirada ceñuda, pero resultó contraproducente, porque pudo ver perfectamente el modo casi depredador con que Kuroo le miraba y su rostro demasiado cerca, y demasiado atractivo, y toda la molestia y vergüenza se transformaron en algo más que no supo identificar.

Tuvo que admitir que así, sin los ojos cerrados por temor, realmente comenzaba a sentirse bien. Más que bien. Y su respiración, ya agitada desde antes, comenzó a convertirse en una mezcla constante de suspiros y jadeos. Pero era un movimiento incómodo y limitado, y en un momento de consciencia recordó dónde estaban y que no tenían más ropa ahí.

—Kuro…la ropa…—pudo balbucear, siendo interrumpido por un jadeo.

Kuroo desvió la mirada un momento a sus entrepiernas y luego volvió a mirarle a los ojos.

—¿Puedo? Sólo bajarla un poco —murmuró Kuroo.

Él dudó un momento, pero no creía que fuera bueno que ambos se fueran de allí así. Necesitaban acabar con ello y eso le llevó a asentir con la cabeza, más avergonzado que antes. Kuroo exhaló y quitó la mano de su entrepierna para llevar ambas al borde de su ropa, y él se removió para bajarse de las colchonetas y quedar nuevamente de pie. Kuroo hizo una pausa que Kenma notó y luego, mirándole a los ojos, le haló firmemente la ropa hacia abajo.

Se suponía que sólo sería un poco, pero al final tanto sus shorts como ropa interior, al no tener su cadera para quedar sujetos, acabaron deslizándose por sus piernas hasta sus tobillos. Kenma se sintió incluso más avergonzado y las mejillas le ardían demasiado. Al menos, comprobó al mirar hacia abajo, la camiseta cubría un poco su desnudez.

—Eh, vamos…tú también —dijo Kuroo, sonriendo un poco.

Kenma apartó los brazos de su cuello y le miró con sorpresa.

—Yo… ¿debo hacerlo también? —murmuró Kenma, tartamudeando un poco por el nerviosismo.

Kuroo asintió y se relamió los labios, cohibiéndole. Pero Kuroo ya le había dicho que quería también ser tocado y era lo justo. En algunos mangas Kenma había leído esas escenas donde sólo uno hacía todo y le había parecido un poco injusto, y ahora ahí estaba él, sólo sintiendo y dejándose hacer.

Tenía que hacer a un lado la vergüenza y ocuparse de que Kuroo también se aliviara, de que también pasara un buen momento.

Aún un poco temeroso, Kenma llevó las manos hacia abajo, tomando con dedos temblorosos el borde del short de Kuroo. A pesar del nerviosismo pudo halar con facilidad la tela y mientras bajaba también sujetó el elástico de su ropa interior. Sólo fue un poco, pero fue lo suficiente para que la erección de Kuroo quedara libre y se alzara entre ellos, casi pegándose a su vientre.

Alguna vez se habían visto desnudos porque Kuroo no era precisamente vergonzoso, pero de la última vez habían pasado varios años y gran parte de la adolescencia. A pesar de su propia vergüenza Kenma no pudo evitar quedarse mirando un momento demasiado largo y luego escuchó la risita que soltó Kuroo.

—Oh, vamos…deja de mirar así. Es mejor hacer que mirar —le cuchicheó Kuroo, inclinándose hacia él para robarle algunos besos.

Hacer, pensó Kenma mientras correspondía a los besos. Bien, él había leído sobre ello y lo había visto en los dibujos de los mangas, y luego de unos segundos de pensárselo se apretó un poco más contra el cuerpo de Kuroo. Recibió un beso más profundo, distrayéndose un momento, pero acabó llevando ambas manos entre sus cuerpos y con ellas sujetó juntos sus miembros, ambos duros y un poco húmedos.

Kuroo jadeó y él se sintió sorprendentemente complacido con ello. Era extraño, porque necesitaba ambas manos para rodearles del todo, pero incluso él se sentía bien con la presión. Y cuando notó la mirada insistente de Kuroo, que había colado la lengua en su boca, comenzó a mover suavemente sus manos, masturbándoles sin demasiadas prisas.

Poco a poco el beso se convirtió en sólo dos pares de labios rozándose y bocas ahogando gemidos en la ajena. Kenma se había masturbado otras veces, como todo adolescente sano, pero aquella se sentía mejor a pesar de lo avergonzado que estaba. Incluso sus caderas comenzaron a moverse, buscando mayor fricción.

Kuroo le rodeó con los brazos un momento y luego, aparentemente no pudiendo quedarse tranquilo, llevó las manos al trasero de Kenma para comenzar a masajearle los glúteos, apretando y soltando de un modo bastante intenso. La respiración de ambos era agitada, él podía sentir los resoplidos cálidos de Kuroo contra su filtrum y el aliento contra su boca, pero con esas caricias la respiración de Kenma se alteró un poco más.

Él aumentó el ritmo de sus manos a pesar de que estas comenzaban a cansarse y los siguientes minutos no se enteró de nada. Apenas lograba mantener los ojos entreabiertos y se estremecía constantemente entre los brazos de Kuroo cuando alguna caricia se sentía especialmente bien.

Pero entonces notó algo extraño abriéndose paso entre sus nalgas y se sobresaltó.

—¿Kuro…? —balbuceó, casi sin voz.

Kuroo le besó un poco más y luego bajo hasta su cuello, besando el costado opuesto a donde tenía el parche térmico.

—Tranquilo…sólo será un poco, tendré cuidado —prometió Kuroo.

No creyó posible sentirse tranquilo en ese momento y comprendió que lo que se abría paso en su trasero eran los dedos de Kuroo. Intentó no dejar de masturbarles, incluso cuando las piernas le temblaban y uno de los dedos comenzó a masajear su ano, presionando suavemente.

Eso era muchísimo más vergonzoso que estarle masturbando, pero no replicó ni le apartó. No podía hacerlo teniendo las manos ocupadas y realmente no pensaba detenerse, no cuando creía que le faltaba poco para el orgasmo. Además, de reojo notó que la mirada de Kuroo se había intensificado y que parecía realmente concentrado en lo que hacía, besando y mordiendo su hombro.

Un dedo se deslizó en su interior de modo sorpresivo e incómodo, pero no doloroso, y Kuroo comenzó a moverlo casi en seguida. Estaba costándole bastante seguir con el movimiento de sus propias manos cuando aquello ocurría en su parte trasera, más porque la incomodidad predominaba, pero se esforzó todo lo que pudo y apretó los labios para evitar hacer demasiado ruido, limitándose a resoplar y a jadear de vez en cuando.

Entonces Kuroo metió un segundo dedo que aumentó la incomodidad, sobre todo por la falta del lubricante que él sabía se suponía debían usar, y comenzó a moverlos mucho más de modos extraños. Kenma ni siquiera estaba seguro de que Kuroo supiera lo que estaba haciendo; parecía que, sobre todo, hacía movimientos curiosos, como si investigara. Pero uno de esos movimientos fue distinto y él jadeó con mayor fuerza cuando un estremecimiento se extendió por sus piernas, haciéndole temblar.

—Oh, con que aquí está… —murmuró Kuroo contra su hombro, inclinándose un poco más seguramente para poder ver lo que hacía.

La vergüenza, que había estado bajo control durante ese tiempo, se desbordó. Le ardían las mejillas y Kuroo no dejaba de mover los dedos del mismo modo, provocándole esos estremecimientos y unos bruscos escalofríos que no dejaban de recorrer su cuerpo y, sobre todo, sus piernas. Kenma estaba seguro de que en cualquier momento le fallarían y la velocidad del movimiento de sus propias manos aumentó, volviéndose un ritmo casi desesperado. Y en cierto modo lo era, porque los escalofríos comenzaban a dirigirse a su ingle y se concentraban allí, provocando un cosquilleo inaguantable.

Sólo unos segundos después se le quebró la voz al emitir un gemido y sus caderas se sacudieron mientras el orgasmo arrasaba con todo en él, haciendo que se manchara las manos. Kenma dejó de moverlas y sintió su mente en blanco por unos segundos. Cuando logró abrir los ojos, sin saber exactamente cuándo había llegado a cerrarlos, notó que las piernas le habían fallado finalmente, porque tenía las rodillas dobladas, pero Kuroo le sujetaba con firmeza con un brazo por la cintura y además le apretaba un poco contra las colchonetas, impidiendo que cayera.

Tuvo que parpadear un par de veces antes de lograr enfocar la vista y lo primero que pudo ver fue la sonrisa de Kuroo antes de escuchar su risa ahogada.

—Eso ha sido…curioso. Y bastante intenso —cuchicheó Kuroo, robándole un suave beso en los labios.

Kenma seguía con la respiración agitada y no pudo responder en seguida, pero entonces notó que entre sus manos su propia erección comenzaba a disminuir. En cambio, Kuroo seguía tan erecto como cuando habían empezado. Intentó mover un poco las manos, pero Kuroo quitó los dedos de su interior, arrancándole un jadeo de paso, y con esa misma mano le apartó las suyas, aún sonriendo.

—No te fuerces —dijo Kuroo, mirándole a los ojos.

Él negó con la cabeza con más esfuerzo del que creyó le costaría.

—Pero tú…aún…también tienes que terminar… —murmuró Kenma entrecortadamente, sintiéndose un poco afligido.

Se suponía que ambos tenían que aliviarse, no sólo él. Por eso se había esforzado con aquello, pero finalmente —y como casi siempre, se lamentó— él había sido el único que había terminado ganando.

Sin embargo, Kuroo volvió a besarle de un modo dulce que desentonaba con la situación, confundiéndole bastante.

—Lo sé, lo haré. Pero…no con tus manos. No te fuerces a eso —reiteró Kuroo, y su sonrisa se ladeó un poco—. Por favor, préstame tus muslos un rato.

Kenma se sintió incluso más confundido.

—¿Mis muslos…?

Kuroo sólo asintió, sin emitir ninguna palabra. Entonces, sirviéndole como apoyo y sujetándole las caderas, le ayudó a voltearse y antes de que se diera cuenta Kenma estaba recargado contra las colchonetas, casi acostado sobre ellas, y aferró las manos a los costados antes de voltear la cabeza y mirar sobre su hombro. Kuroo estaba detrás, aún sujetándole con ambas manos por las caderas, y se inclinó sobre él para pegar el torso a su espalda.

—Sólo será un momento —murmuró Kuroo.

Él no supo qué responder y tampoco tuvo tiempo de hacerlo porque algo se frotó contra su trasero. Le tomó un fragmento de segundo darse cuenta de que era la erección de Kuroo y cuando la sintió deslizándose entre sus glúteos un ligero pánico le atacó.

—Kuro, no… —intentó replicar.

Pero Kuroo se inclinó más sobre él y alcanzó a unir sus bocas, robándole un beso bastante profundo antes de susurrar.

—No lo haré, ya te lo dije. No te asustes, Kenma…sólo serán tus muslos —prometió.

Su parte lógica, y aún lúcida a pesar de la agitación, le hacía tener miedo. Sentirse un poco vulnerable. Pero era Kuroo quien estaba allí, y quien ya le había dado a entender varias veces que no llegarían hasta el final. Trató de relajarse todo lo que pudo a pesar de notar aún cómo Kuroo se restregaba contra él y se concentró en sentir la vibración del palpitar de su corazón gracias a lo pegado que el otro tenía el pecho de su espalda, en escuchar su respiración agitada y en el calor que le envolvía proveniente de su cuerpo.

Entonces Kuroo halló el espacio entre sus muslos y se hundió allí, comenzando a embestir de modo rápido y en movimientos breves. Él podía sentir perfectamente la pelvis de Kuroo chocar contra sus glúteos, incluso podía escucharlo, y a pesar de que la fricción contra la piel sensible de la cara interna de sus muslos era algo molesta Kenma juntó más las piernas, buscando ayudarle con aquello.

Kuroo jadeó tras él y cuando sintió las manos recorrerle la espalda y alzarle la camiseta Kenma hundió un poco el rostro en la colchoneta, buscando ocultar la vergüenza que le provocaba aquel momento íntimo. Pero, aunque no lo admitiera, también le provocaba cierta felicidad el escuchar cuánto podía provocar que la respiración de Kuroo se agitara, o cuántas veces podía hacerle jadear y gruñir.

Sintió los labios de Kuroo bajar por su espalda hasta llegar a sus omóplatos descubiertos y las mordidas ahí, al tomarle desprevenido, le hicieron ahogar un jadeo. Kuroo siguió mordiendo y besando la piel de su espalda y Kenma se estremeció bajo su tacto, sintiendo una agradable excitación recorrer su cuerpo, aunque no era una sensación tan sexual como seguramente habría sido en otro momento. Pero estaba cansado y un poco ido por el sopor del reciente orgasmo, y cuando Kuroo aumentó la velocidad de sus caderas antes de tensarse sobre su cuerpo él suspiró aliviado.

No le importó la humedad entre sus piernas ni el lugar en el que estaban. Y ni siquiera aunque le importaran esas cosas habría podido evitarlo. Kuroo se acomodó sobre él, aún respirando agitadamente, y le medio abrazó mientras besaba su nuca y hombros, susurrando ahogados te quiero que aumentaron el agradable calor que le rodeaba.

Kenma no necesitó más de unos segundos así y de su agotamiento para que el sopor ganara y le llevara a una tranquila, y cálida, inconsciencia.

Notas finales:

Esta vez cumplí y todos los reviews ya están respondidos. Gracias por la paciencia, y espero seguir leyéndoles por ese medio; me hace realmente feliz.


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