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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

Ya está aquí el cuarto capítulo; ojalá les guste. Gracias a quienes leen, pero muchas más a quienes se toman el tiempo de retribuir lo que escribo dejando un comentario. Browl; tienes ganado tu lugar en el cielo de la tarta de manzana <3.

Recuerden que recibir un review me hace muy feliz. Si les gusta lo que escribo, háganme feliz~(?).

Cam.

La noche anterior, Kuroo se había quedado a cenar con ellos y luego se había ido a su casa. No habían hablado de nada íntimo, pero suponía que era debido a la presencia de sus padres. Kenma tampoco habría estado cómodo hablando de algo así con ellos cerca, no cuando no había nada que contar. Quizá, si lo suyo funcionaba y llegaban a salir, podría pensarse el contárselo a sus padres.

Kenma se había ido a dormir algo más tranquilo con sigo mismo luego de meditar sobre la situación. Cuando su madre le despertó temprano para tomarle la temperatura él se sentía mejor, casi relajado. El termómetro lo confirmó al marcar treinta y seis punto cuatro. Era temprano y bajó a desayunar con sus padres, aprovechando de comerse el trozo de tarta de manzana que había dejado el día anterior.

A pesar de estar mejor, su madre le envió a su cuarto a descansar y él no replicó. Se pasó la mañana en su cama, jugando perezosamente con la consola, hasta que le llegó un mensaje de texto. Pausó el juego y lo leyó, sintiéndose un poco confundido. Sal al balcón, era todo lo que decía. Un mensaje de Kuroo.

Él se levantó y se puso una sudadera encima de la camiseta de pijama, porque sabía que afuera corría un poco de viento, y abrió el ventanal corredizo para salir. Kuroo estaba de pie en el balcón de su casa que daba a la de Kenma, sonriendo, y a diferencia suya traía una camiseta y pantalón corto que no eran de pijama.

—Buenos días…ah, tardes. Lo siento, acabo de despertar —se corrigió Kuroo.

—Buenas tardes. ¿Qué ocurre? —preguntó, intentando contener la curiosidad.

Kuroo dudó un momento y luego se encogió de hombros, sonriendo como si se disculpara.

—Quería verte, saber qué tal estabas, pero no quería que habláramos por celular. Y no puedo salir porque perdí mis llaves y mis padres salieron, así que debo quedarme cuidando la casa.

Aquello no le incomodó, pero sí le avergonzó un poco.

—Treinta y seis punto cuatro.

—Oh, ¿ya te bajó tanto? Qué bueno…creí que podrías recaer en la noche. Me alegra que no haya pasado.

—Ya…—murmuró Kenma, desviando ligeramente la mirada. Después lo pensó un poco y volvió a mirarle—. ¿Qué harás con el almuerzo? ¿Tus padres volverán pronto?

Kuroo negó con la cabeza.

—No, llegarán tarde. Había pensado en pedir algo o comer sopa de fideos instantánea. ¿Por qué? —devolvió Kuroo la pregunta.

Él volvió a dudar, aquello ya parecía un rasgo de su personalidad. Pero no podía retroceder y no era tan mala idea. Había decidido poner de su parte.

—Porque…puedo pedirle a mamá que me empaque mi ración y que haga una más para ti, e ir a comer contigo. No creo que le moleste, al contrario, más si sabe que estás solo —ofreció, intentando parecer menos nervioso de lo que se sentía.

Kuroo no se molestó en ocultar su sorpresa y quizá también un poco de incredulidad, pero la sonrisa que se formó en sus labios hizo que sus nervios valieran la pena. Quizá no pudiera corresponderle, pero podía hacer a su amigo un poco feliz con gestos así.

—Claro. Sería genial si pudieras. Mis otros planes eran molestarte por el balcón y repasar algunas materias. Aunque si quieres aprovechar de estudiar igual podría ayudarte luego de comer —ofreció Kuroo.

Kenma no había pensado en ello, pero no le vendría mal y Kuroo era realmente bueno en ciencias y matemáticas, además de ir un año por encima del suyo. Acabó asintiendo y encogiéndose de hombros.

—Está bien, creo que tengo tarea de matemáticas —comentó, haciendo memoria.

—Ningún problema, puedo ayudarte con ello si no entiendes algo —aseguró Kuroo en seguida.

Quizá no era sólo un poco feliz; Kuroo, sonriendo ampliamente, parecía muy feliz. Él contuvo a medias una sonrisa.

—Bien. Supongo que en una hora u hora y media estaré por allá. Le iré a avisar a mamá, así que…nos vemos después —murmuró lo último, desviando un poco la mirada.

—Entendido, puedes entrar directamente cuando vengas. Y dale las gracias a tu madre de mi parte —agregó al final.

Se despedía agitando una mano y Kenma alzó un poco la suya para corresponder al gesto antes de entrar y cerrar la ventana. Una vez adentro, exhaló. Había estado bien, o eso creía él, y esperaba también estarlo cuando ambos estuvieran solos. La personalidad de Kuroo era algo extraña, siendo tan molestoso y bromista a veces, pero él confiaba en su amigo. Quería confiar plenamente en él. Y Kuroo se preocupaba por su bienestar, seguramente no intentaría nada que le pusiera demasiado incómodo, menos cuando él sólo hace dos días se había enterado de lo que el otro sentía.

Sí, quería confiar en él igual que quería intentarlo sinceramente.

Bajó a contarle a su madre que quería ir a almorzar con Kuroo y luego de decirle los motivos ella se mostró de acuerdo, más con la promesa de estudio de por medio, y le aseguró que prepararía caballa a la plancha para agradecerle al mayor. Kuroo seguramente estaría feliz de comer su platillo favorito.

Kenma volvió a su habitación y se cambió el pijama por unos pantalones negros holgados, una camiseta de mangas cortas y una sudadera con estampado roja. Después, ya que le quedaba bastante tiempo, se puso a revisar sus cuadernos. Sí, llevaría el de matemáticas, pero se dedicó a organizarlo un poco y a pasar en limpio el listado de ejercicios porque sus apuntes durante las clases solían ser poco prolijos y no con muy buena letra. También intentó aprender mejor las fórmulas para no sentirse demasiado ignorante frente a Kuroo.

El tiempo pasó rápido. Cuando su madre le avisó él había desarrollado un par de ejercicios, pero guardó su cuaderno, libro y estuche en la mochila rápidamente antes de echársela al hombro. También tomó su celular y bajó a la cocina, donde tomó la bolsa que contenía las cajas de almuerzo.

—El de Tetsurou-kun es el negro, tiene más caballa, y al rojo le agregué un poco más de verduras porque necesitas comer sano para que no te vuelva la fiebre. Si comienzas a sentirte mal vuelves en seguida, ¿sí? —pidió su madre.

—Estaré bien, mamá. No llegaré muy tarde de todos modos —aseguró.

Kenma se despidió de su padre, que estaba en la sala, con un gesto de cabeza y después de ponerse las zapatillas en el recibidor salió de casa. Cerró unos segundos los ojos para evitar el polvo que levantaba el viento y después de abrirlos caminó a la casa de junto. Abrió la cerca con facilidad, la cerró a sus espaldas y luego caminó el tramo hasta la puerta de entrada. Pasó directamente como habían quedado y mientras iba por el pasillo hacia donde sabía estaba la cocina se topó con Kuroo, que bajaba las escaleras.

—Eh, bienvenido. ¿Comemos en seguida o prefieres estudiar un poco antes? —preguntó Kuroo.

Kenma le observó un momento; el ofrecimiento parecía casual y él aún no tenía tanta hambre.

—Podemos avanzar un poco y luego comer —propuso.

—Bien. Dame eso, entonces, y sube a mi habitación —volvió a decir Kuroo, tomando la bolsa.

Él le dejó tomarla y le miró ir a la cocina antes de comenzar a subir las escaleras. Aunque la puerta no hubiese estado abierta, él habría sabido cuál era la habitación de Kuroo; había ido demasiadas veces como para olvidarlo. Entró y observó que estaba bastante ordenada al igual que la suya, aunque tenía un librero con mangas más grande que el del propio Kenma y que en la parte de abajo tenía dos balones de vóleibol, sus zapatillas viejas y actuales, y en las paredes había algunos posters de equipos y uno de un grupo de idols. En el centro Kuroo había desplegado una mesita y almohadones que Kenma ya conocía y acabó sentándose en el lugar de siempre, de espaldas a la puerta.

Mientras sacaba sus cosas para ponerlas en la mesa Kuroo llegó y también buscó su cuaderno y libros en el escritorio, pero por lo que pudo ver eran de japonés. Kuroo se acomodó en el almohadón a su derecha, quedando de costado a la puerta, y dejó sus cosas en la mesa antes de mirar el cuaderno de Kenma, que estaba abierto por la parte de los ejercicios donde los había dejado.

—Ohh, recuerdo eso. No es demasiado difícil. ¿Puedo revisar lo que llevas y ver qué tal? —pidió Kuroo.

Kenma asintió y se mantuvo en silencio mientras su cuaderno era evaluado. La expresión de Kuroo sólo varió un poco y luego le devolvió el cuaderno, señalando un par de partes con la punta de su lápiz.

—Están bien, al menos en cuanto a resultados y a las fórmulas que escogiste, pero te saltas algunos pasos. Quizá los haces mentalmente al ser cálculos simples, pero es mejor que pongas todo por escrito y no te saltes nada. Al profesor de matemáticas le gustan los desarrollos completos —explicó Kuroo, indicándole dónde se había saltado pasos con el lápiz—. Hazlos una vez más y avanza otro par, luego volveré a mirarlos.

—Oh…por eso en el examen anterior me descontaba puntaje y no entendía por qué…—murmuró Kenma, mirando sus ejercicios

Kuroo soltó una suave risa mientras negaba con la cabeza y comenzó a mirar sus propias cosas. Kenma, con el ceño un poco fruncido, tomó su goma para borrar ambos ejercicios antes de comenzar a hacerlos de nuevo, procurando no saltarse pasos y ser ordenado.

El silencio fue ameno, como siempre lo era, a pesar de la cercanía de Kuroo. Su pulso estaba un poco más alterado de lo normal, pero no era nada grave, sólo un ligero golpeteo en su pecho que le recordaba la nueva situación entre ambos. Ambos se concentraban en sus cuadernos, aunque Kenma no pudo evitar mirar de reojo a Kuroo en un par de ocasiones; tenía el ceño algo fruncido y cada tanto mordisqueaba el extremo de su bolígrafo o se rascaba la nuca. Él recordaba haberle escuchado decir que ese año le estaba costando especialmente esa asignatura, por lo que no le extrañaba que se esforzara con ella; si querían ser regulares y poder participar en partidos o prácticas fuera era necesario que mantuvieran cierto nivel de resultados en las temporadas de exámenes y Kuroo, como capitán, siempre trataba de dar el ejemplo.

Kenma suspiró y volvió la atención a su cuarto ejercicio; era más lento tener que hacer todos los pasos de modo ordenado, pero comenzaba a acostumbrarse a ir anotando las cosas a medida que las pensaba. Avanzó a su ritmo, evitando equivocarse demasiado, y luego de un rato encerró en un cuadrado el resultado al terminar el octavo ejercicio.

—Kenma, déjame ver lo que llevas y luego tomemos un descanso para aprovechar de almorzar —dijo Kuroo, extendiendo una mano.

Él asintió y le pasó su cuaderno. Aguardó tranquilamente mientras el otro revisaba y cuando pudo ver de nuevo sus ejercicios notó que sólo había obtenido un error.

—¿Por qué está malo? —cuestionó, arqueando una ceja al ver la gran equis cubriendo casi todo el desarrollo del ejercicio.

—Porque usaste la fórmula equivocada, tienes que fijarte bien. En los demás, no te saltaste ningún paso y están bien hechos los cálculos, pero sería mejor si aparte de encerrar el resultado también lo escribes más grande, o lo marcas con algún color. A este profesor no le molesta que uses colores si ayuda al orden —explicó Kuroo—. Ah, y la fórmula que se usa en ese, el siete, es la misma del dos.

Kenma comparó los dos ejercicios y notó que había sido un error tonto cuando se parecían tanto; era obvio que se necesitaba la misma fórmula. Se apresuró a copiar de nuevo el ejercicio y a desarrollarlo correctamente bajo la atenta mirada de Kuroo y cuando terminó, asegurándose de escribir el resultado con una letra más grande, él le sonrió con aprobación.

—Así está bien; mientras no te equivoques al escoger fórmulas ni te saltes pasos, seguro apruebas con buena nota. Bien, ahora bajemos a comer.

Él asintió y ambos ordenaron un poco sus cosas antes de levantarse. Bajaron juntos al primer piso y luego fueron a la cocina; Kuroo había dejado la mesa ordenada, con vasos y servilletas, y prendió la pequeña televisión que tenían ahí antes de ir a sacar la botella de soda de naranja de la nevera.

Kenma se sentó en su lugar y se adjudicó el control de la televisión para pasar los canales; no había nada realmente interesante, pero acabó dejando una serie de policías que le gustaba a su padre porque algunos casos también le gustaban. Cuando Kuroo terminó de servir la soda abrió la bolsa con los almuerzos que estaba en el centro de la mesa, pero Kenma se apresuró a tomar la caja roja.

—Esta es mía —se excusó, acomodándola delante suyo para quitarle la tapa—. Mamá dijo que a la otra le había puesto más caballa.

—¿Caballa? —cuestionó Kuroo, tomando la caja negra para abrirla rápidamente y suspirar al ver el contenido—. En serio, tu madre es la mejor. Cuando pase por ti mañana le daré las gracias.

Él sonrió un poco sin poder evitarlo. Sospechaba que ese afecto de Kuroo por su madre era en gran parte porque ella siempre solía preparar cosas al gusto de su amigo. Alguna vez le había preguntado a ella el porqué, pero se había limitado a decir que era lo normal. Para sí mismo, Kenma pensaba que su mamá le agradecía de ese modo a Kuroo el ser su amigo, ser lo que ella llamaba "una buena influencia", y por ayudarle a abrirse un poco más al mundo y adaptarse de algún modo a la sociedad.

—Seguro que con que te lo comas todo ya estará feliz —aseguró Kenma, aún con las comisuras algo alzadas.

—Puedes estar seguro de que no dejaré nada —aseveró Kuroo.

Él tomó los palillos y comenzó a comer en seguida. Kenma le observó unos segundos antes de sujetar bien sus propios palillos y tomar el primer bocado. Todo seguía caliente gracias a las cajas y las verduras, que normalmente a él no le gustaban tanto, estaban sabrosas y cortadas de un modo que era fácil de comer. Intentó comerlas todas primero para pasar por ello rápido y después comenzó a intercalar bocados de caballa y arroz con tranquilidad. Ese día no tenía tanta hambre, seguramente por todo lo que había comido el día anterior. Kuroo era otro tema, porque comía con verdaderas ganas de todo lo que tenía en su caja.

—¿No desayunaste? —preguntó Kenma, sospechando.

Kuroo pareció sobresaltarse un poco y esperó a tragar lo que tenía en la boca antes de responder.

—Lo hice, un pan de melón que tenía guardado. Como desperté tarde y vendrías pronto no quise comer más.

—…Y luego me regañas a mí por no comer bien —se quejó.

—Eh, pero es que tú no comes por preferir jugar con la consola, y muy seguido. Yo la mayoría del tiempo me alimento bien —replicó Kuroo antes de llevarse otro bocado a la boca.

Bueno, eso era cierto, pero lo medio olvidó al ser consciente de algo más.

—¿Por qué despertaste tan tarde? —cuestionó con curiosidad.

Kuroo volvió a tardarse en responder y esta vez desvió la mirada hacia la televisión, intentando parecer despreocupado pero sin lograrlo.

—Bueno…no podía conciliar el sueño en la noche —se limitó a responder.

—Kuro, tú siempre te duermes rápido, más luego de un día de entrenamiento —comentó, usando un tono que sabía a Kuroo le sonaba a advertencia.

Su amigo captó el no me ocultes cosas implícito en el tono de voz y Kenma le escuchó suspirar.

—Es verdad, no podía conciliar el sueño. Es que…no sé, no podía dejar de pensar en todo; en ti, en que no te molestaste luego de haberme dormido de ese modo contigo o en el que no parecías tan tenso como cuando te tomé la mano frente al parque. Estoy…algo ansioso, supongo, y no quiero tener malentendidos o ilusiones sin fundamento —explicó Kuroo, pero agregó en seguida—. No creas que te estoy reclamando algo, ¿sí? No es eso. Tampoco quiero presionarte, porque apenas han pasado dos días desde que te lo dije.

Kenma le escuchó en silencio, sintiéndose ligeramente incómodo, pero menos de lo que había creído. No le molestaba tocar el tema, pero sí el no poder cumplir las expectativas. Y aunque el mismo Kuroo acababa de decirle que no le estaba presionando, él se sentía presionado de todos modos por sus propios pensamientos.

—Lo sé, no te preocupes. Y…yo también he estado pensando —murmuró, desviando la mirada. Kuroo no dijo nada y él continuó—. Después de todo acepté, ¿no? El tratar, al menos. Y quiero tratar en serio, porque no quiero…bueno, hacerte daño —Kenma exhaló antes de poder seguir—. Así que decidí intentar ser menos impulsivo con mis reacciones y aceptar tus muestras de afecto tanto como acepto tus cuidados.

Había resultado menos difícil decirlo, pero ahora además de un poco incómodo se sentía horriblemente avergonzado. No recordaba la última vez que había puesto en palabras un sentimiento, y ahora había puesto eso y además había expuesto sus pensamientos. Miró a Kuroo de reojo y su expresión le confundió; parecía incrédulo y conmovido al mismo tiempo.

—¿En serio? —medio balbuceó Kuroo. Kenma frunció el ceño y el otro, al notarlo, tosió un poco—. Lo siento, claro que lo es. Es sólo que…no me lo esperaba, la verdad. Creí que tratarías de huir mucho más.

No podía replicar a eso cuando lo había pensado tantas veces.

—Si no se tratara de ti, seguramente lo haría. Pero…eres mi mejor amigo. Mi primer amigo —intentó explicarse Kenma. Le comenzaban a sudar las manos y su corazón estaba tan acelerado como el día anterior.

Kuroo pareció ponerse serio esta vez.

—Lo sé, tú también, y era verdad cuando dije que no dejaría que esto afectara nuestra amistad sin importar cómo acabe. Pero debes tener presente que si lo intentamos, no me conformaré con sólo seguir siendo eso —explicó Kuroo con voz calmada.

Claro que lo sabía, ya lo había pensado el día anterior. Kuroo querría salir con él y hacer cosas que se suponía que hacías con una persona con la que sales.

—¿Novios? —murmuró Kenma.

—Si llegamos a eso, sí. Pero quiero que lo que llegues a sentir por mí sea real, no algo forzado. No quiero que mientas sobre tus sentimientos. Y aunque nos conocemos desde pequeños, quiero que nos conozcamos más del modo romántico; gustos, intimidades, salir juntos a algún lugar, quizá citas. Creo que con ello podrías desarrollar ese tipo de sentimientos. Claro, y también pensando de modo romántico en mí —siguió explicando Kuroo.

Le parecía lógico, pero no por eso aterraba menos. Era temor a lo desconocido, a la inexperiencia. Él sabía que Kuroo había tenido alguna novia y eso, además de que su amigo ya tenía sentimientos por él, era una ventaja que también atemorizaba. Pero él había tomado una decisión el día anterior.

—Si es poco a poco…—volvió a murmurar Kenma.

—Ah, por supuesto —aclaró Kuroo—. Como dije, no te estoy presionando, pero quiero que sepas cuán en serio voy yo con esto y las cosas que pienso sobre una relación. Y claro, yo también quiero saber lo que tú piensas.

¿Qué pensaba él? Que el romance era aterrador al poner en juego un lazo que para él era indispensable, que parecía difícil, más cuando debido a él podías sentir cosas tan importantes por otra persona. Que estaba inseguro sobre cuáles eran esas cosas que se sentían, pero que quería saberlas.

—Como dije, pienso que poco a poco. No cosas muy bruscas…quizá comenzar con cosas que hagamos normalmente, pero de un modo un poco diferente —intentó hacerse entender, pero estaba nervioso.

Kuroo pareció meditar sobre ello y luego se puso de pie, inclinándose sobre la mesa para quedar más cerca de él. Kenma se sintió impulsado a retroceder, pero se contuvo.

—Lo comprendo, poco a poco, cosas normales con toques diferentes. Muchas veces almorzamos juntos, ¿no? —Kuroo esperó una respuesta y Kenma se la dio, asintiendo con la cabeza—. Pues bien, entonces; dame de tu caballa, por favor.

Kenma parpadeó, confundido.

—¿A qué viene eso? Si quieres más caballa, podías tomarla luego de que termináramos de hablar —replicó.

—No me refería a eso. Kenma, dame tú, en la boca, con tus palillos —corrigió Kuroo, sonriendo ampliamente.

Aquello le confundió incluso más. ¿Darle de comer en la boca? Eso sonaba tan cliché e ilógico para él. ¿Qué de significativo o importante podía tener el que le diera de comer en la boca? A los bebés se les daba la comida en la boca, no a un amigo, ni a alguien con quien existía la posibilidad de llegar a ser más que amigos. Pero Kuroo seguía esperando y abrió la boca, aparentemente impaciente. Kenma puso los ojos en blanco, tomó un poco de caballa con sus palillos y luego de acercarlos a la boca de Kuroo observó, incrédulo, cómo este parecía feliz comiéndolo así.

—En serio, esto es una tontería —se quejó entre dientes.

Kuroo tragó el bocado antes de responder, aún sonriente.

—En serio, no eres nada romántico.

—Pues perdón por no saber nada de estas cosas —medio gruñó Kenma, fijando la mirada en su caja de almuerzo.

—Bah, no tienes por qué disculparte, no era una réplica. Aunque no lo seas, me gustas así —aseguró Kuroo. Kenma se sintió avergonzado de nuevo—. Gracias por estar dispuesto a cumplir un capricho tan tonto.

Kenma se encogió de hombros.

—Si eso te gusta…no me costaba nada, de todos modos. Aunque me parezca tonto.

—Sí, me gusta —afirmó Kuroo, e hizo una pausa antes de continuar—. Dijiste que aceptarías mis muestras de afecto, ¿no? ¿Qué límite tiene eso?

—Nada que me haga sentir incómodo —se apresuró a responder.

—Pero Kenma, a ti casi todo te hace sentir aunque sea un poco incómodo —dijo Kuroo, ligeramente exasperado.

—Bueno…nada que me haga sentir demasiado incómodo —se corrigió Kenma, encogiéndose un poco de hombros después—. De todos modos, te diré si algo me incomoda de verdad, Kuro. Pero recuerda que es poco a poco. Ah, y preferiría que no lo hagas con más personas cerca.

—Entendido.

Kuroo no dijo nada más y se sentó otra vez para volver a comer. Kenma también siguió comiendo lo poco que le quedaba, en un silencio que esta vez no fue del todo cómodo, no con Kuroo mirándole cada tanto sin dejar de sonreír. Ambos terminaron casi al mismo tiempo y Kenma se bebió de un trago su vaso de soda mientras Kuroo se levantaba para comenzar a ordenar y a lavar los trastos, como siempre. Él nunca se había preguntado siquiera por qué era así, simplemente lo era desde que recordaba, comieran en su casa o en la de Kuroo. Había asumido que a su amigo simplemente le gustaba lavar trastos, después de todo era ordenado en la mayoría de las cosas.

A diferencia del día anterior, Kenma le esperó en la cocina y cuando terminó su segundo vaso de soda él mismo se levantó para pasarle el vaso a Kuroo, que lo lavó rápidamente para terminar.

—Oye, Kenma…—preguntó Kuroo. Como seguía junto a él se limitó a alzar la cabeza para mirarle a la cara—. Bueno, aquí no hay nadie. ¿Puedo tomarte la mano?

Kenma le miró con curiosidad y una ligera suspicacia.

—¿Por qué?

—Bueno, me gusta tomar tu mano, y ayer no pareció molestarte. También me gustaría abrazarte, pero es poco a poco y me conformo con tomar tu mano —explicó Kuroo, encogiéndose ligeramente de hombros.

Tuvo que pensarlo un momento, pero luego recordó que se suponía que debía intentar en serio y como había dicho Kuroo, realmente no le molestaba. Como respuesta, y aprovechando que estaban cerca, extendió apenas su brazo izquierdo para tomar la mano derecha de Kuroo, que seguía algo húmeda por haber lavado los trastos. Kuroo afianzó un poco el agarre y le acarició el dorso de la mano con el pulgar, sonriendo.

—Gracias —murmuró Kuroo.

—Soy bastante ignorante en esto, pero estoy seguro de que cosas así no deben agradecerse —medio replicó Kenma en un murmullo.

Kuroo rió entre dientes.

—Cierto, mi error. Vamos, será mejor que volvamos a estudiar, todavía te quedan muchos ejercicios por hacer. Tienes matemáticas mañana, ¿no? —acabó preguntando Kuroo.

Ninguno de los dos hizo ningún gesto de querer soltarse las manos y comenzaron a caminar fuera de la cocina, subiendo las escaleras muy juntos.

—Sí, a primera hora. También será el primer examen la semana subsiguiente —respondió Kenma.

Cuando llegaron a la habitación creyó que sería necesario soltarse las manos porque Kuroo antes se había sentado a su derecha, pero él se sentó a su izquierda como si nada y cambió de lugar sus cosas con la mano libre. También tomó el lápiz con ella y mientras Kenma hacía lo mismo, pero con su mano derecha, recordó que Kuroo era ambidiestro.

Una ligera sonrisa se formó en sus labios y apretó un poco el agarre de sus manos. Kuroo le miró con una ceja arqueada un momento, pero siguió sonriente.

—Vamos, continúa con esos para que pueda revisarlos. Por mi parte, seguiré luchando contra la memorización de conceptos —dijo Kuroo, exhalando con exagerada resignación.

Kenma puso mentalmente los ojos en blanco.

—Piensa que son las complicadas jugadas de vóleibol que memorizabas de la televisión y que luego me hacías practicar contigo. Tienes buena memoria.

—Las jugadas eran divertidas de memorizar. Y ya me encontrarás razón el próximo año —replicó Kuroo.

Kenma negó con la cabeza de modo condescendiente y luego cada uno se concentró en su propio cuaderno, rodeados de un silencio agradable. A los pocos minutos las manos de ambos comenzaron a sudar pero esta vez fue a Kenma a quien no le importó porque, de un modo ilógico, el sentir esa calidez estaba ayudando a calmar el agitado ritmo de su corazón.

Y una hora más tarde, cuando Kenma tuvo que soltar la mano de Kuroo antes de irse a su casa, no pudo contener una mueca debido a la sensación de añoranza que le dejó el frío que ahora envolvía sus dedos.

Notas finales:

ACLARACIONES:

*Según se ha visto, Kuroo parece ser ambidiestro. Al menos puede rematar con ambas manos. Para mi conveniencia, decidí darlo por hecho aunque no esté confirmado.

*Los aspectos de Kuroo siendo bueno en las dos asignaturas mencionadas o siendo ordenado son cosas que decidí por mi cuenta, ya que al menos parece ser un capitán bastante responsable (lo que lleva a la necesidad de que dé ejemplo con las notas).

*Cuando escribí sobre Kuroo enseñando a Kenma lo hice por el desarrollo de la historia, sería otra invención mía, pero gracias a capturas de un videojuego de Haikyuu! esto se confirmó ya que Kenma dice ahí que Kuroo le enseña antes de los exámenes.

*Se me había olvidado aclarar antes que si bien ambos viven en el mismo vecindario, yo decidí que fueran vecinos. Esto no es oficial, pero sí necesario para la historia.

*Todo lo relacionado a los padres de ambos serán invenciones mías.


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