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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

Bien, aquí el siguiente capítulo. Gracias a las personitas que leen y más a las que comentan, en serio me hacen feliz. Recuérdenlo cuando terminen de leer si les gusta el capítulo, a ver si más se animan a dejar un review.

Cam.

El lunes por la mañana Kenma se extrañó al despertar sólo un minuto antes de que sonara la alarma de su celular. La apagó para evitar el ruido y se comenzó a incorporar con pereza, pero más rápido que de costumbre; estaba justo de tiempo.

Se cambió la pijama por el uniforme con el ceño fruncido, ¿por qué Kuroo no había ido esa mañana? Él siempre iba a despertarle y a buscarle quince minutos antes de su alarma. Cuando estuvo listo guardó en su mochila lo que había olvidado la noche anterior, sumando sus cargadores y la consola, y bajó algo apresurado las escaleras con el celular en la mano. No tenía ni siquiera un mensaje.

—Ah, Ken-chan —le llamó su madre. Kenma entró a la cocina y vio a sus padres desayunando—. Ven aquí, te hice unos emparedados además del almuerzo; están en el mesón.

—Gracias mamá —dijo él, sonriéndole un poco mientras guardaba la comida en su mochila—. Buenos días.

—Para ti también, aunque espero que no llegues con retraso. Por cierto, Tetsurou-kun pasó a agradecer por la comida de ayer hace más de media hora. Tan educado que es…—suspiró su madre con aprobación y Kenma le escuchó con mayor atención—. Ah, a lo que iba; no quiso despertarte porque aún era muy temprano y me dijo que te avisara que le tocaba estar a cargo del salón esta semana, por eso tuvo que irse antes.

Su ceño se frunció un poco al escuchar la excusa, pero exhaló suavemente y asintió con la cabeza. Kuroo tampoco tenía la obligación de irle a buscar y no era la primera vez que le tocaba estar a cargo de su salón, pero era desconcertante; ir juntos era casi una costumbre, parte de asistir a clases.

—Entiendo. Y gracias de nuevo. Nos vemos en la noche —se despidió, intentando sonreírles.

Sus padres también se despidieron de él y Kenma caminó al recibidor para ponerse los zapatos antes de salir de casa. Afuera le recibió el viento y se guardó las manos en los bolsillos mientras caminaba, encorvado como siempre, pero a paso más rápido de lo normal.

Durante todo el trayecto su cabeza estuvo llena de pensamientos contradictorios que empeoraron al verse enfrentado a un vagón de tren lleno de personas que empujaban e invadían su espacio personal. ¿Por qué Kuroo no le había despertado? Aunque fuera temprano, eso era mejor que ir solo, le molestaría mucho menos. Si estuviera con Kuroo él le cubriría del resto de las personas, como si creara una burbuja alrededor de ellos. Una burbuja de seguridad.

Kenma intentó soportar todo lo mejor posible, pero cuando bajó y tuvo que caminar más rápido que el tramo anterior por el poco tiempo que quedaba se sentía frustrado y molesto. Sabía que era egoísta culpar de todo a Kuroo, pero en primer lugar su amigo le había acostumbrado a esos cuidados; era injusto culparlo tanto como que él se los quitara de ese modo.

Casi llegando a la escuela, rodeado de más alumnos justos de tiempo, tuvo que abrir bastante los ojos por culpa de la sorpresa del descubrimiento. Kuroo no tenía que ir a buscarlo al igual que tampoco tenía que acompañarle en el trayecto ni cuidarle de los demás. Nada de eso era su obligación, pero lo hacía casi todos los días desde hacía ya año y medio. Durante su año y medio de preparatoria luego del año que habían pasado separados por culpa de la diferencia de grados. Podría jurar que en secundaria no le cuidaba tanto.

Año y medio en los que Kuroo hacía lo que los novios de los dramas malos que veía su mamá hacían por sus novias. Un año y medio. ¿Kuroo llevaba sintiendo por él algo más que amistad por al menos año y medio y él recién se detenía a pensar en ello? Todo había sido tan natural...su corazón se aceleró un poco, pero no del modo que le hacía ponerse nervioso. Era molesto, casi dolía. Era un sentimiento más parecido al que tenía cuando no encontraba sus consolas, su celular o no alcanzaba a comprar un videojuego nuevo luego de hacer una fila infinita.

Angustia.

Encorvado como siempre, se detuvo junto a la entrada del edificio principal de la escuela y se llevó una mano al pecho, estrujando la tela del blazer del uniforme. No quería sentirse así, pero no sabía cómo calmarlo. Un año y medio sin haberse dado cuenta de que algo le pasaba a su mejor amigo, algo tan importante…¿cómo podía siquiera llamarse a sí mismo mejor amigo de Kuroo?

El sonido de la campana y el empujón de un tipo de tercero al pasar por su lado le sacaron de sus pensamientos. Soltó el blazer, que estaba algo arrugado, y comenzó a caminar hacia las escaleras para subir hasta el tercer piso. Casi no había personas, todos estaban en los salones. Seguramente él sería regañado por llegar tarde y aquello era tedioso, pero por primera vez no le preocupaba aquello.

Cuando terminó de subir las escaleras no alcanzó a doblar hacia el pasillo de la izquierda porque le sujetaron por la muñeca. Sintió un escalofrío tremendo recorrerle al ver a Kuroo, que parecía incluso más nervioso que él, junto a la escalera.

—No tengo mucho tiempo, ya comenzó la clase, pero…Kenma, lo siento. ¿Estás enojado? —murmuró Kuroo.

Él se tragó su primera respuesta.

—¿Debería estarlo? —devolvió, fingiendo un desinterés que estaba lejos de sentir. Lo único que quería era huir de Kuroo al igual que de sus propios descubrimientos.

—No lo sé, supongo que un poco…realmente lo olvidé por completo hasta que Yaku me despertó con una llamada en la mañana, no tuve tiempo de nada —se excusó, rascándose la nuca con su mano libre—. ¿Tu madre te avisó?

—Lo hizo. Pero…tienes un celular. No lo usaste —no pudo evitar acusarle.

—Creí que sería suficiente decirle a ella y esperarte acá…parece que no. Como te dije, no tengo mucho tiempo, toca tutoría y debo estar presente, pero quería disculparme directamente —explicó Kuroo.

—No tienes que disculparte, no es tu obligación pasar por mí tampoco —dijo Kenma, sin pensarlo. Sin sentirlo.

Kuroo apretó los labios y buscó mirarle fijamente a los ojos, pero Kenma desvió la mirada.

—Sabes que no lo hago porque sea una obligación, Kenma. Lo hago porque quiero pasar tiempo contigo, porque me gusta estar pendiente de ti.

Y porque le gustaba él, pensó para sí mismo. No lo dijo y luego de unos segundos suspiró.

—Lo sé…—murmuró Kenma.

—Por favor, no te guardes las cosas. Si te molestó, lo compensaré. Lo prometo —aseguró Kuroo también en voz algo baja.

Kuroo le soltó la muñeca, pero casi como un reflejo Kenma buscó su mano y la tomó, apretándola suavemente. Observó de reojo la expresión nerviosa de Kuroo antes de atreverse a alzar del todo la cabeza.

—Cómprame uno de esos dulces que traen códigos de pokémon y almuerza conmigo —intentó decir en tono autoritario, aunque con su voz no lo parecía mucho.

Kuroo soltó un resoplido de risa y apretó su mano al mismo tiempo que se inclinaba hacia él para besarle la coronilla como había hecho el viernes frente al parque. La incomodidad y el temor esta vez fueron sensiblemente menores.

—Te compraré dos. Almorcemos en el patio trasero, en la banca que está cerca del gimnasio —señaló Kuroo mientras se separaba.

Kenma asintió y también apretó un poco más el agarre de sus manos antes de soltarse lentamente. El calor familiar había servido para calmar la inseguridad del trayecto, la ligera molestia por la soledad. Se estaba volviendo un calor realmente agradable y útil.

—Tengo que irme, el profesor nos pedirá los ejercicios —murmuró Kenma, mirando por el rabillo del ojo hacia el pasillo.

—Ah, yo también. Nos ganaremos un buen regaño —rió Kuroo, mirando un poco escaleras arriba—. Te veo más tarde. Suerte con las matemáticas y no juegues en clase.

Él volvió a asentir, conteniendo una pequeña sonrisa por sus últimas palabras; le provocaban una extraña sensación de que de ese modo las cosas estaban bien, de que estaba siendo cuidado. Vio a Kuroo subir las escaleras antes de caminar hacia su propio salón a paso apresurado, sintiéndose más tranquilo.

Sí, el profesor le regañó por llegar tarde y sí, nada más sentarse le pidió que saliera a la pizarra a desarrollar el primer ejercicio de la tarea, pero le molestó menos que otros días. Sabía la fórmula y guiado por los concejos de Kuroo no olvidó ningún paso ni falló con los cálculos. E incluso si se hubiera equivocado, Kenma aún sentía el cómodo cosquilleo en su palma que le recordaba la calidez de la mano de Kuroo y aquello le hacía creer que todo estaba bien.


Kenma había comido los emparedados de su madre en el primer descanso con buen apetito mientras se mensajeaba con Shōyō, comentando cosas triviales de las clases de cada uno. Pero después del mediodía, a la hora de almuerzo, volvía a tener bastante hambre. Últimamente estaba teniendo más hambre de lo normal, quizá debido a la ansiedad.

Al finalizar la clase él guardó todo en su mochila y salió del salón con ella colgada a un hombro. La mayoría dejaba sus cosas en la sala, pero él traía ahí la consola y alguna vez había sufrido de bullying en la secundaria, por lo que estaba ya acostumbrado a llevársela para evitar que le metieran cosas o, peor, que se las sacaran. Aún extrañaba su viejo cartucho de Pokémon Platino con su partida con criaturas de genes perfectos.

Llegó pronto al lugar acordado; la banca cerca del gimnasio de vóleibol, en el patio trasero. Muy pocos iban ahí cuando había otros lugares más lindos para almorzar que no fueran las salas o cafetería, como el patio delantero e interior, pero a él le gustaba por esa misma razón. Estaba solo, tranquilo, y todo lo silencioso que se podía esperar estando en un recinto escolar.

Él se sentó en la banca, dejando la mochila entre él y el posa brazos, y sacó la bolsa con su almuerzo. Era su típica caja roja, de tamaño mediano con compartimientos, palillos y otro recipiente que solía contener postre. No sabía qué había preparado su madre esa vez, pero aguardó con la curiosidad pacientemente mientras sostenía todo en su regazo. El aire, ligeramente frío, olía aún un poco a flores a pesar de que los árboles y plantas cercanas comenzaban a marchitarse y el suelo estaba lleno de hojas crujientes.

El mismo crujido fue el que le avisó, unos minutos después, de los rápidos pasos de Kuroo mientras este llegaba. Kenma le miró, con el rostro un poco oculto por su cabello debido a la postura encorvada, y se sintió un poco nervioso al verle sonreír. Su corazón también comenzaba a agitarse.

—Lo siento, el profesor me entretuvo un rato. ¿Qué tal ha estado tu mañana? —preguntó Kuroo casualmente mientras se sentaba a su lado.

Kenma intentó no tensarse y miró de reojo la bolsa del almuerzo de Kuroo que este también se apoyó en el regazo, aunque lo que le llamó la atención fue la bolsa de plástico que había dejado en la banca entre ambos.

—Algo aburrida. Ah, en matemáticas salí al frente con el primer ejercicio y estuvo bien. Gracias de nuevo —medio murmuró, nervioso.

—¿En serio? Bah, no es nada. Me alegra de haberte podido ayudar. ¿No te regañaron mucho por el retraso? —Kuroo cuestionó, sacando todo lo de su bolsa de almuerzo para destapar la gran caja azul.

La mueca que hizo Kuroo no le pasó desapercibida y lo entendió al ver el contenido de la caja; tonkatsu. Kuroo no era mañoso, pero se notaba que prefería el pescado antes de que cualquier tipo de carne. Kenma también abrió su caja y se la enseñó a Kuroo, medio ofreciéndole de los filetitos de pescado a la plancha y los camarones tempura.

—Un poco, pero cuando hice rápido el ejercicio y el profesor comprobó que estaba bueno me dejó tranquilo. Ten, toma la mitad; creo que es caballa de nuevo —agregó Kenma.

Kuroo en seguida tomó sus propios palillos para comenzar a traspasar parte de la comida de una caja a otra, sin vergüenza. Kenma se había acostumbrado ya a compartir con Kuroo, porque este de pequeños siempre le robaba un poco de cualquier cosa comestible, y además casi en un acuerdo silencioso cada vez que Kuroo tenía tarta de manzana acababa dándosela por completo a él. Le parecía un trato más que justo si podía obtener toda la tarta de manzana.

Al final del intercambio, cada uno quedó con su propio arroz y verduras, un poco de pescado, de tempura y de tonkatsu.

—Gracias —dijo Kuroo en seguida, sonriéndole—. A mí sí me retaron bastante y Yaku se rió todo el tiempo. No fue agradable. Pero es porque en las tutorías se las pasan hablándonos del futuro, haciéndonos preguntas o cuestionarios de vocaciones, y es obligatorio ir. Además, el profesor de mi clase es estricto y gruñón —se medio quejó.

Kenma asintió; había escuchado quejas sobre el profesor de Kuroo antes. Ambos comenzaron a comer tranquilamente y Kuroo siguió hablando de cualquier cosa de la clase, de sus discusiones tontas con Yaku, o si algún compañero había hecho o dicho algo especialmente estúpido. Pero Kenma repentinamente tosió porque un poco de tempura había escocido en su garganta y Kuroo se apresuró a sacar una botella de la bolsa plástica para destaparla y extendérsela; agua de pera. A Kuroo le gustaba mucho beberla.

—Ten, pasé a comprar antes. Traje tus dulces con códigos también, y compré unos GariGari-kun para después —explicó Kuroo.

Él aceptó la botella mientras asentía, aún tosiendo un poco, y bebió un par de sorbos de agua para calmarse. Cuando sintió que su garganta estaba mejor dejó de beber y suspiró, sonriéndole ligeramente.

—Gracias, había olvidado comprar algo de beber —se excusó, devolviéndole la botella para volver a tomar sus palillos. Comió un poco con cuidado para comprobar que estaba bien y se terminó todas las verduras antes de volver a mirar a Kuroo, que también comía a su lado—. Hey, Kuro…

—¿Mh? —utilizó como toda respuesta el mayor, mirándole de reojo mientras comía.

—¿Hoy sales más tarde por estar a cargo de tu clase? —preguntó, fingiendo un poco de desinterés.

Kuroo terminó de tragar lo que tenía en la boca, pero aún tardo un poco más en responder.

—Bueno…sí, lo siento.

—No tienes que disculparte —murmuró en seguida, desviando la mirada—. Yo…¿puedo esperarte?

No trató de mirar la expresión de Kuroo porque él mismo se sentía demasiado nervioso. Aunque fuera algo de lo que no estuviera orgulloso, Kenma pocas veces era de los que esperaban a otros, incluso a Kuroo. El que esperaba siempre era Kuroo. Seguramente esperarle contaría como poner un poco de su parte, como estar intentándolo.

—¿Estás seguro? No tardaré mucho, Yaku también tiene que terminar pronto así que nos daremos prisa —aseguró Kuroo.

Creyó captar un poco de ilusión en su voz. Al no ser rechazado completamente su gesto, el corazón de Kenma se tranquilizó un poco y fue capaz de mirar a Kuroo de reojo mientras asentía con la cabeza.

—Sí, no me molesta. De todos modos salimos temprano, y no tengo nada que hacer en casa más que repasar.

Kuroo sonreía de un modo agradable mientras volvía a comer. No era su sonrisa maliciosa y Kenma se sintió contagiado, con unas raras ganas de sonreír también, pero se contuvo. Sí, podía hacer un poco feliz a Kuroo con esos gestos. Y no sólo podía, quería seguir haciéndole feliz, en un intento por compensar el no corresponder a sus sentimientos.

Ambos terminaron de comer casi al mismo tiempo. Kenma guardó todo en la bolsa de almuerzo y luego guardó la bolsa en su mochila antes de aceptar el GariGari-kun que Kuroo le ofrecía. Hacía un poco de frío, pero ambos quitaron los envoltorios de sus paletas heladas y las comieron de todos modos. Kenma se estremeció debido al dolor de cabeza del primer bocado.

—Oye, creo que mañana los chicos querían hacer una pequeña práctica informal después de clases. ¿Quieres ir? —preguntó Kuroo antes de también morder su helado.

Kenma pensó en su consola, en la tienda a la que quería ir a comprar el nuevo teclado inalámbrico para su computadora porque el suyo ya tenía algunas teclas malas.

—Si no termina muy tarde…—murmuró casi sin ánimo.

—No lo creo, será una hora o algo así, después de todo tienen que estudiar también. ¿Tienes cosas que hacer? —cuestionó Kuroo con curiosidad.

Kenma asintió mientras daba otra mordida a su paleta.

—Necesito comprar algo.

—Oh, si es así entonces quédate y luego yo te acompaño a comprar. De todos modos no creo que te hagan colocar mucho, aún siguen preocupados por lo del sábado. Y con la concentración a fin de mes…Yaku me dijo que todos pensaban que debían cuidarte para que estuvieras bien para la concentración —comentó Kuroo con gracia.

Él mordió su paleta con el ceño un poco fruncido. Estaba seguro de que Yaku debía haber amenazado de algún modo a Lev y Tora, que eran los más molestos a la hora de pedir pases, para que se comportaran. Pero que los demás normalmente sí se preocuparan de cuidarle, e incluso el que Yaku lo hiciera, era culpa de Kuroo. La exageración y paranoia de Kuroo por su salud tenía origen en la infancia de ambos, en las muchas tardes en que debían quedarse en casa porque Kenma era demasiado enfermizo para pasar un mes sin que le diera algo.

Terminó su paleta antes de que se comenzara a derretir y suspiró mientras guardaba el palito, que tenía escrito vale otro, en la bolsa.

—Está bien, entonces. Pero no me quedaré mucho más de una hora y también tendrás que ayudarme con ciencias —agregó Kenma como excusa, porque de todos modos Kuroo siempre le ayudaba a estudiar para todos los exámenes.

Kuroo rió entre dientes y él se sintió satisfecho.

—Hecho.

La mano derecha de Kuroo buscó la suya por encima de la bolsa plástica y Kenma no dudó en tomársela, dejando que jugara con sus dedos. Era curioso cómo en un par de días ese contacto se había vuelto algo normal, incluso cómodo. Kuroo llevaba años sin tomarle la mano, desde que eran pequeños, pero ahora que tenía mayor control de su pulso y este no se alteraba tanto, Kenma creía que no había perdido la costumbre.

Kuroo acomodó sus dedos, acabando por entrelazarlos, y tamborileó suavemente con las yemas sobre sus nudillos. Kenma notó que, al igual que su palma, sus nudillos comenzaban a hormiguear. Sus pupilas se movían ansiosas, intentando no enfocar demasiado sus manos tomadas a la vez que miraba a su alrededor por si venía alguien. Pero no había nadie más, y si no habían ido antes seguramente nadie iría ahora.

Repentinamente, Kuroo soltó su mano y él se preocupó un poco, creyendo que alguien venía o les había visto, pero cuando volvió a repasar todo su alrededor con la vista no encontró a nadie. Pero lo que sí notó fue a Kuroo mirándole fijamente y él le sostuvo la mirada, con una expresión que dejaba notar su ligera confusión.

—Hey…sé que sólo ha pasado un día, pero no hay nadie, como dijiste ayer. Entonces…¿puedo abrazarte? —preguntó Kuroo.

Lo decía en serio. Kenma se preguntó a sí mismo si Kuroo iba a consultarle cada vez que quisiera hacer algo, si pediría permiso todo el tiempo. Cierto, era algo que dejaba ver lo preocupado que estaba su amigo por incomodarle, pero a él no le estaba pareciendo tan buena idea. Le orillaba a avergonzarse por tener que responder y de todos modos también le incomodaba. Y era un abrazo; Kuroo le había abrazado algunas veces desde su infancia, no tan frecuentemente, pero lo había hecho.

—Lo has hecho antes. No…no preguntes por todo, no todo el tiempo —murmuró por lo bajo, desviando un poco el rostro para ver los árboles que había en un costado. La intensa mirada de Kuroo le estaba poniendo nervioso—. Sí, puedes. Un poco.

No solían gustarle demasiado las muestras de afecto físicas, mucho menos que se colaran en su espacio personal, pero la mano que antes había tomado Kuroo comenzaba a enfriarse y hacía que una ligera sensación de añoranza se removiera en su interior. Escuchó un suspiro mientras aún miraba los árboles para evitar los ojos de su amigo y contó mentalmente los segundos de espera sin poder evitarlo, como si preparara a su cuerpo para recibir un ataque de incomodidad.

Entonces los brazos de Kuroo le rodearon, casi envolviéndole, y una de sus manos le sujetó por la cabeza para obligarle a acomodarse de un modo específico. Kenma no movió los brazos, pero sí giró un poco el torso para que las partes superiores de sus cuerpos quedaran algo más de frente. Su rostro quedó casi hundido en el hombro de Kuroo y notó el olor a perfume y la calidez contra su fría nariz.

Era extraño, mucho. No eran los mismos abrazos amistosos que se daban de pequeños o los flojos de compañerismo después de algún partido en el que se hubiera esforzado. Y aunque era incómodo, tuvo que aceptar para sí mismo que realmente no le desagradaba. O no tanto como debería desagradarle dadas las circunstancias. Una vocecita sonó en su cabeza diciendo que era Kuroo, después de todo; su cercanía nunca le había afectado tan negativamente como la del resto.

Kenma suspiró entrecortadamente e intentó mirar a Kuroo de reojo, pero sólo podía ver su mejilla, oreja y parte de su sonrisa. Cerró los ojos cuando el otro le besó el costado izquierdo de la cien, sintiéndose más nervioso, pero no se apartó cuando volvió a abrirlos.

—Recuerda, sólo un poco…—murmuró Kenma contra su hombro.

Kuroo hizo un ruidito extraño, parecido a un gruñido molesto.

—No seas mezquino con los abrazos —se quejó.

Él frunció un poco el ceño.

—Kuro…

Finalmente Kuroo lo entendió; hundió el rostro en el cuello de Kenma un momento, le apretujó con más fuerza en el abrazo y, luego de suspirar, se separó con desgana pero con una pequeña sonrisa en los labios.

—Ya está, no te molestes —dijo Kuroo, volviendo a sentarse correctamente en la banca con la espalda apoyada en el respaldo.

Pero Kenma no le escuchaba del todo. Sentía una vergüenza terrible; el suspiro de Kuroo había rozado su cuello y lo había escuchado demasiado cerca de su oreja. Estaba seguro de haberse estremecido y ahora sentía temblores, casi como un hormigueo, en la piel de todo el cuerpo. También le ardieron las mejillas, ¿se habría sonrojado? Él igual se sentó correctamente, pero para poder desviar completamente el rostro.

Kuroo no dijo nada más y él tampoco lo hizo por un momento, aprovechando de recomponerse. ¿Todo eso era nerviosismo por la incomodidad? ¿Vergüenza por la poca costumbre de contacto físico? Al parecer no era del todo bueno que aceptara tanto esos contactos incluso cuando con Kuroo las incomodidades eran bastante menores de lo que serían con otros. Y a pesar de conocerle tanto tiempo, de la amistad, sólo saber de los otros sentimientos del mayor ya lograba ponerle así de incómodo y también agitar tanto su corazón. Temía que Kuroo estuviese escuchando el sonido si era tan fuerte como él lo sentía.

Después de un minuto la mano de Kuroo se deslizó hacia las suyas, que él tenía en su regazo. Parecía un movimiento más cauto, como si dudara que fuera a ser aceptado, pero Kenma movió su mano izquierda y acabaron volviendo a tomárselas, entrelazando los dedos. Como siempre, él tenía la mano algo sudada, aunque Kuroo parecía pasar de ello. La mano del mayor, extrañamente, estaba fría, pero ante el contacto comenzó a tomar calor rápidamente. Y ese mismo calor hizo que Kenma volviera a relajarse, ayudó a que su pulso disminuyera y le sacó una ligera mueca que podía confundirse con un atisbo de sonrisa.

Quizá los otros contactos físicos con Kuroo causaran estragos en él y le incomodaran hasta niveles insospechados, pero ese calor que se creaba cuando le tomaba la mano lograba apaciguar cualquier cosa. En ese momento hasta le agradó. Poco a poco, y casi sin darse cuenta, Kenma comenzó a inclinarse hacia el lado y su brazo y hombro chocaron con los de Kuroo. A él no pareció molestarle e incluso también se inclinó un poco.

Ahí, tan cerca de él y con su cabeza apoyada sobre la propia, la invasión a su espacio personal no le incomodó. No cuando los dedos de Kuroo tamborileaban suavemente contra sus nudillos y el calor entre sus manos crecía. No cuando, de un modo extraño, sólo con ese contacto sentía tanta paz.

Notas finales:

ACLARACIONES.

*Lo del agua de pera es pura invención mía; no encontré referencias a algún bebestible del gusto de Kuroo.

*GariGari-Kun es una paleta helada japonesa. Seguramente la han visto en varios animes; de color celeste y sabor a soda sobre todo porque es el más popular.


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