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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

Bieeeeen, acá el capítulo 6. Con esto quedo a la par del otro lugar donde subo el fanfic y si todo va bien, subiré el 7 al mismo tiempo mañana. Después las actualizaciones serán una cada siete días o un poco más, si llego a tener contratiempos por los estudios y práctica (me encuentro en una parte estresante del semeste).

Espero que pueda gustarle, y ya saben; sus reviews me hacen muy feliz y me animan a escribir más. Ojalá más personas los dejaran.

Sobre el modo de cortar el capítulo...sorrynotsorry(?).

Cam.

—¡Kenma!

Él presionó enviar en la pantalla al terminar el mensaje que escribía a Shōyō y se guardó el celular en el bolsillo mientras alzaba la mirada. Kuroo corría desde la salida del edificio a la salida del recinto, donde estaba él. Kenma llevaba ahí esperándolo alrededor de veinte minutos.

Más temprano se habían quedado el resto de la hora de almuerzo en silencio, apoyados el uno contra el otro y tomados de la mano. Kuroo había respetado su silencio, su incomodidad, y él se lo agradecía realmente. Las clases de la tarde parecían un borrón en sus recuerdos; había quedado algo somnoliento luego de tanta relajación.

—Lo siento, tardamos un poco porque tuvimos que ayudar al profesor con unos papeles —explicó Kuroo al detenerse a su lado, respirando apenas un poco agitado por correr—. Yaku dijo que tenía que ir a otro lado así que podemos irnos ya.

—Está bien —respondió él antes de comenzar a caminar.

Kuroo le siguió casi en seguida y mantuvo el paso de Kenma a pesar de que daba zancadas mucho más largas. Antes él no notaba esas cosas, pero ahora era consciente de que Kuroo lo hacía para ir junto a él, para no dejarle atrás. Eran detalles, como el dejarle pasar primero por los torniquetes de la estación, darle siempre primero de lo que compraran para comer, incluso darle más, y cuidarle en el vagón del tren. Quizá el ayudarle con los estudios tampoco tenía que ver sólo con su interés porque él pudiera continuar siendo el armador del equipo, podía ser otro detalle.

Ahora, por primera vez siendo consciente de ello, era Kenma quien estaba teniendo un detalle para con Kuroo al esperarle. Fue él el que intentó no andar tan lento como siempre para no forzar a Kuroo a retrasar su paso.

Y después, cuando subieron a un vagón medianamente lleno del tren y sólo había un lugar disponible, si bien Kuroo se lo cedió fue Kenma quien por iniciativa propia le ofreció llevarle la mochila. Y Kuroo, algo sorprendido pero sonriente, aceptó.


En la tarde Kenma había pasado a la casa de Kuroo a estudiar. Tenía más tarea de matemáticas y algunas dudas sobre ciencias que quería aclarar. Pero sólo fue poco tiempo, porque la madre de Kuroo le pidió que la acompañara a hacer las compras y él había preferido irse a su propia casa a jugar con la consola.

Sabía que no había sido buena idea desvelarse jugando pero lo había hecho y ahora, a las siete y diez de la mañana y de pie fuera de la casa de Kuroo, se reprendía mentalmente de nuevo mientras dejaba escapar un bostezo. Él a esa hora recién estaba despertando los días que no había práctica y su cuerpo le reclamaba la falta de sueño mientras se lamentaba no aprovechar la semana libre para dormir más.

Pero cuando notó la sorpresa en el rostro de Kuroo al salir de su casa y verle allí toda su somnolencia se hizo a un lado momentáneamente. Kuroo llegó junto a él, medio conteniendo una sonrisa, y suspiró.

—Buenos días…—murmuró. Kenma le vio apretar los labios un poco—. ¿No es algo temprano para que ya estés yendo a la escuela?

—Buenos días…y te estaba esperando, para ir juntos —respondió Kenma, diciendo lo obvio.

Kuroo apretó un poco más los labios al mismo tiempo que se le escapaba algo más de la sonrisa. Él se sintió mejor al saber que aquello lo había alegrado aunque fuera un poco, y su sorpresa no podía molestarle cuando su propia madre se había sorprendido más. Además, él había querido precisamente sorprenderle, por eso no le había dicho nada el día anterior.

—Sé que no puedo abrazarte porque podrían vernos, pero…si nos tomamos la mano…—murmuró Kuroo, desviando un poco la mirada—. Alcanzaríamos a soltarnos si viene alguien.

Kenma parpadeó un momento y luego, de reojo, vio el modo nervioso en que Kuroo apretaba los dedos, formando un puño a momentos. Suspiró con su desgana de siempre, aunque no la sentía, y acercó su mano derecha a la de Kuroo. Él dejó de hacer esos movimientos con sus dedos y se apresuró a tomarle la mano. Kenma notó que la apretaba más que los días anteriores, aunque no llegaba a doler ni a ser muy incómodo.

—Vamos —murmuró Kenma.

Ambos comenzaron a caminar, muy juntos, a paso tranquilo. Casi no había personas en las calles y en parte Kenma había aceptado por eso; aunque fueran de la mano, no había nadie que les dedicara más de una mirada y con lo cerca que caminaban podían ocultarlo perfectamente. A pesar ello, Kuroo parecía algo tenso de todos modos y no le miró durante el trayecto, aunque sí seguía conteniendo infructuosamente su sonrisa.

Para cuando llegaron a la estación el sueño había comenzado a afectarle y agradecía ir de la mano con Kuroo, porque de esa forma le guiaba. Los ojos se le cerraban un poco y Kenma tuvo que forzarse a mantenerlos abiertos cuando su mano fue soltada al llegar a los torniquetes. Ambos pasaron y Kuroo no hizo ademán de querer tomarle la mano nuevamente; el ceño de Kenma se frunció un poco, porque habría sido útil.

Al menos para su alivio el tren pasó pronto y el vagón al que subieron estaba casi desierto. Ambos se sentaron muy juntos y Kenma, sin pedir permiso, se acomodó un poco contra el costado de Kuroo mientras cruzaba los brazos a la altura de su pecho.

—¿Vas a dormir? —preguntó Kuroo. Kenma se limitó a ahogar un bostezo y a acurrucarse un poco más. Kuroo se rió nasalmente—. Está bien, te despierto cuando estemos por llegar.

Él asintió y cerró los ojos. El costado de Kuroo estaba cálido y el sueño era mucho; al menos tenía unos veinte minutos para recomponerse con la siesta, y después le quedaban los recesos. En ese momento agradecía estar acostumbrado a desvelarse porque también estaba acostumbrado a tomar siestas breves con las que lograba descansar.

No tardó demasiado en dormirse. Ignoró completamente su propio pulso, ligeramente alterado como ya era costumbre desde el viernes, y también ignoró el ruido del tren al andar y los movimientos ligeramente bruscos. Fue un descanso algo profundo, aunque no tuvo ninguna especie de sueño. Entre su inconciencia comenzó a escuchar voces pero no reconocía las palabras. También sintió más calor rodearle, reconfortarle.

Una voz ruda y un quejido le sacaron de su agradable descanso. Tenía el ceño fruncido incluso antes de abrir los ojos, y cuando lo hizo Kenma se sintió incómodo y tenso. Muy tenso. El calor que había estado reconfortándole, que en ese momento notó era por el brazo de Kuroo que le rodeaba los hombros, no fue suficiente para ayudarle.

Kenma se apartó con brusquedad y observó alrededor de modo nervioso, sintiéndose desorientado. Había más personas que antes en el vagón, pero lo que más llamó su atención fue la alta figura de pie frente suyo que se sobaba la espalda baja con una mano y que tenía una expresión adolorida. Lev.

—Yaku-san, no era necesario que me golpearas con tanta fuerza —se quejó Lev.

Sí, Yaku estaba de pie a su lado y chasqueó la lengua mientras fruncía el ceño.

—Eres idiota, lo despertaste.

—¡Sólo porque me pegaste! Si no, no me habría lamentado —siguió quejándose el mitad ruso.

—¿Quieres que lo vuelva a hacer? Porque eso te vas a ganar si sigues replicando —advirtió Yaku, sonriendo maliciosamente.

Él parpadeó, confundido por la escena y con la cabeza llena de pensamientos fugases debido al nerviosismo. Él había estado dormido apoyado en Kuroo y Kuroo le había estado abrazando. Ellos lo habían visto, seguro. No se sonrojó, al contrario; seguramente estaba pálido. Los dedos se le estaban acalambrando. ¿Cómo había sido tan descuidado? Eso sobrepasaba una relación de amigos y Yaku y Lev les habían visto. Con lo bocón que era Lev, seguramente todo el equipo lo sabría para la tarde o el día siguiente como mucho y él no quería escuchar bromas sobre aquello. No sabría si podría soportarlas o si Kuroo podría hacerlo.

Kuroo. ¿Por qué él había sido también tan descuidado?

—¿Qué hacen aquí? —pudo preguntar al fin, aunque Kenma estaba seguro de que su voz había sonado algo ahogada.

Yaku lo miró un momento con una expresión extraña, pero fue Lev quien respondió.

—Ah, Kenma-san. Lo que pasa es que los padres de Yaku-san salieron de viaje y unos parientes están de visita en mi casa. Qué coincidencia, ¿no? Pues bueno, me estoy quedando en el departamento de mi hermana, que queda cerca de la escuela, y como Yaku-san vive algo lejos le dije que se quedara también para que no tenga que madrugar tanto por ser encargado de clase —explicó alegremente Lev, como si se hubiese olvidado del supuesto dolor de espalda—. Yaku-san no es tan bueno estudiando, pero como va en tercero al menos sabe los contenidos de primero y me ayuda un poco.

Él se sintió algo abrumado por tanta información. Se frotó las manos para desentumecerse los dedos mientras observaba a Kuroo a su lado, que miraba a los otros con una sonrisa burlesca.

—Eres un mocoso malagradecido, Haiba —medio bufó Yaku.

—Maa, maa, tranquilos los dos. Y más te vale no reprobar nada, Lev —advirtió Kuroo, aún con expresión de burla.

Lev suspiró exageradamente. Kenma notó, algo más aliviado, que lentamente los pinchazos en sus dedos comenzaban a desaparecer. Bien, no iba a darle un ataque cardiaco, pero estaba seguro de que su presión seguía alta.

El tren se detuvo, sorprendiéndole, y Kenma sintió cómo Kuroo le sujetaba por un brazo para hacer que se levantara junto a él.

—Es nuestra estación, hay que darnos prisa o nos quedamos arriba —murmuró Kuroo.

Kenma asintió, pero en seguida se deshizo del agarre y se adelantó algunos pasos. Kuroo le alcanzó en el andén y cuando los cuatro estuvieron juntos comenzaron a caminar hacia la salida. Yaku y Lev iban delante a la misma altura y ellos dos les seguían de cerca. Kenma encorvó un poco más la postura al caminar, logrando que la barrera que era su cabello le apartara un poco del resto del mundo al no poder ver demasiado. Sólo miraba al frente, al suelo, los pasos que él mismo daba y los talones de Lev para no perderse.

Entonces algo rozó su mano, algo cálido, pero él se sobresaltó ligeramente y se apartó, volteando un poco la cabeza para mirar a Kuroo a su lado. Kuroo tenía su brazo extendido hacia él y una expresión confundida en el rostro. Seguramente acababa de intentar tomarle la mano, pero aquello no era bueno. No cuando Lev y Yaku estaban a unos pasos de distancia y a su alrededor estaba lleno de personas, de otros estudiantes.

Por un momento creyó que lo entendería, pero Kuroo seguía con esa expresión de confusión que ahora comenzaba a parecer casi ultrajada. Kenma miró su mano, después le sostuvo la mirada y desvió un par de veces la vista hacia el par que discutía algo frente a ellos. Kuroo esta vez sí pareció entenderlo, pero su reacción fue apretar los labios, fruncir un poco el ceño, guardarse las manos en los bolsillos y avanzar algunos pasos. Kenma miró su espalda unos segundos, sintiéndose él confundido ahora.

Entonces recordó sus últimos gestos y pensó, algo preocupado, que quizá Kuroo había malentendido todo. Kenma le había permitido abrazarle el día anterior, que le tomara la mano en la calle y él se había recostado contra él en el vagón con demasiada confianza. Sí, podía haberlo malentendido todo. Pero tenía que explicarle; había aceptado el abrazo para que la incomodidad de la petición durara menos, en un intento por ser amable. Lo de recostarse contra él sólo había sido un descuido, un accidente, y si permitía que le tomara la mano era por su propio beneficio, para obtener calma de ese contacto.

Aun así, seguramente Kuroo lo había malentendido y era su culpa. Kenma volvió a encorvarse más; nuevamente sentía ganas de huir. Y aunque no las sintiera, no podía hablar en ese momento con Kuroo, pero intentó comprometerse consigo mismo a hacerlo ese día. Era necesario, no quería que Kuroo la pasara mal por un malentendido.

Cuando llegaron a la escuela Kuroo se despidió secamente de él antes de irse con Yaku rápidamente por las escaleras. Kenma, desanimado, ignoró a Lev y subió hasta el tercer piso. En su salón había sólo un par de personas, seguramente los encargados de esa semana. También los ignoró.

Cuando se sentó en su lugar, tan encorvado como cuando caminaba y con la seguridad de su cabello ocultándole el rostro, dejó que la preocupación se reflejara en su expresión. Había sido tan descuidado…y egoísta. Quizá para él fuera sólo tomarse las manos, un gesto que le ayudaba con los nervios, pero para Kuroo era más. Seguramente lo consideraba un paso más hacia ser correspondido, pero Kenma, aún sin saber realmente lo que era gustar de otra persona, dudaba sentirse distinto o estar correspondiendo en algo los sentimientos de Kuroo. También había sido ingenuo. Sus gestos por tratar de hacer feliz a Kuroo eran un arma de doble filo que el otro podía malinterpretar también.

La conversación no sería agradable, estaba seguro, pero era necesaria. Tenían que aclarar todo. Dios, habían pasado recién cuatro días; claro que no era posible que él correspondiera a algo. Decidido, Kenma tomó su celular y escribió un mensaje. Dudó un segundo antes de enviarlo, pero lo hizo igualmente.

Kuro, almorcemos juntos en el mismo lugar de ayer. Tenemos que hablar.

Esperaba que todo resultara lo menos peor posible.


A la hora de almuerzo Kenma, sentado ya en la banca del patio trasero, se cuestionaba por undécima vez si era o no bueno el tener esa conversación. Pero eso daba igual; era necesario, y él creía que a futuro sería más positivo que negativo.

Aun así, cuando escuchó los pasos sobre las hojas acabó tensándose. No tuvo que voltear el rostro porque nadie más iría a ese lugar, más a esa hora y en semana previa a los exámenes. Era Kuroo, tenía que ser él, y cuando por el rabillo del ojo le vio sentarse a su lado no pudo contener una exhalación que se llevó todo el valor que había estado juntando.

—Hola. ¿Qué tal el día? —preguntó Kuroo con tono aparentemente tranquilo.

Kenma se quedó un momento en blanco y le costó buscar algo para responder. No tenía idea, había estado demasiado distraído durante las clases por estar pensando en esa situación como para prestar atención a los profesores.

—Aburrido —fue lo único que atinó a responder porque era algo que solía opinar de las clases—. ¿El tuyo? —recordó agregar.

Kuroo se encogió de hombros mientras sacaba todo de su bolsa de almuerzo y destapaba la caja. Kenma lo miraba de reojo con nerviosismo, pero ese día Kuroo pareció conforme con su almuerzo. Él abrió su propia caja; definitivamente era mejor que comieran y que luego tocaran el tema. No habría sido bueno que discutieran o algo y se quedaran sin almorzar.

Cobarde, susurró una vocecita molesta en su cabeza. Él miró con el ceño fruncido el contenido de su caja como si fuera el culpable; karaage, tamagoyaki, verduras, un par de bolas de arroz.

—¿No te gusta tu almuerzo?

La pregunta de Kuroo le sobresaltó ligeramente e intentó aparentar normalidad mientras negaba con la cabeza.

—Está bien, sólo…esperaba otra cosa —mintió Kenma sin mirarle, temiendo que Kuroo notara que no decía la verdad—. ¿Quieres una bola de arroz?

El ofrecimiento era inocente, pero luego de un segundo notó que podía ser otro de sus gestos que funcionaban como arma de doble filo. Sintió ganas de gritar de frustración; ¿ya ni siquiera iba a poder ser amable con Kuroo sin tener miedo de las consecuencias?

Pero Kuroo no pareció pensarlo demasiado y le sonrió un poco mientras sacaba una de las bolas de arroz con la mano.

—Gracias —agregó el mayor antes de comenzar a comer.

Kenma sentía el estómago revuelto, pero debía aparentar normalidad. Intentó tranquilizarse comiendo de un modo casi sistemático el contenido de su caja, intercalando los alimentos en un orden determinado. Tenía que tranquilizarse y pensar bien lo que diría, exponer todo de un modo lógico. También tenía que disculparse y replantearse la posibilidad de que aquello continuara o si no era mejor dar un no definitivo. Quizá habían pasado sólo cuatro días, pero él no se sentía ni siquiera un poco más predispuesto a sentir algo distinto por Kuroo de lo que se había sentido el viernes pasado.

Ninguno habló, aunque él, tan concentrado como estaba, no le dio importancia. Sin embargo, cuando terminó el último bocado de tamagoyaki y miró a un lado se dio cuenta de que Kuroo parecía haber terminado hace ya un rato y que estaba esperando. Que también le estaba mirando.

—Dijiste que teníamos que hablar. ¿Estás molesto por algo? —dijo Kuroo, yendo directo al grano.

Kenma aprovechó de guardar su caja dentro de la bolsa y esta en la mochila que estaba a su lado mientras pensaba en qué responder.

—No estoy molesto, creí que tú lo estabas. Al menos luego de bajar del tren —aclaró Kenma, volviendo a mirarle de reojo.

—Bueno…no diría molesto. Estaba frustrado porque rechazaste un gesto mío, pero desde el comienzo dijiste que no en público. Supongo que me emocioné porque lo permitieras antes, cuando caminábamos a la estación —respondió Kuroo.

Su voz había denotado un desánimo y resignación que a él no le gustó. No le gustaba el Kuroo desanimado, quería verle sonreír y bromear como siempre. Pero sabía que aquello era su culpa y se sintió un poco angustiado.

—Lo siento, pero…estaban Yaku, y Lev. No quiero que nadie piense cosas que no son y menos Lev —intentó explicar.

Porque Lev era un bocón, lo diría en el momento menos indicado y todos acabarían bromeando. Estaba seguro de que él se sentiría mal en esa situación y si era así, ¿cómo se sentiría el mismo Kuroo? No quería que bromearan sobre algo delicado, menos cuando ni siquiera era algo real. Porque entre ellos no había nada más que amistad.

—¿Cosas que no son? —masculló Kuroo.

Parecía molesto. Kenma se sorprendió.

—Me estabas abrazando mientras dormía, Kuro. Debiste haberte apartado en cuanto ellos subieron o debiste despertarme. No quiero que…malinterpretes las cosas —dijo finalmente, desviando la mirada.

—¿Malinterpretar? ¿Qué cosas? ¿De qué modo?

Cada pregunta había sonado más grave que la anterior. Kenma se mantuvo en silencio un momento mientras intentaba reunir fuerzas y valor.

—Ayer me abrazaste, sí, pero eso no significa que puedas hacerlo siempre que quieras. Sólo lo hice por…por acceder a lo que tú querías —comenzó a explicar. Sentía las palabras pesadas y la voz temblorosa—. Y es error mío tener gestos que antes no tenía contigo para…no sé, sentirme menos culpable por no corresponderte. Y también…tomar tu mano no es porque yo sienta algo, o porque haya algún avance, sólo…me tranquiliza. Lo acepto por un motivo egoísta que nada tiene que ver con tus sentimientos.

Cuando terminó de hablar el malestar en su estómago se había acentuado. No miró a Kuroo, no podía hacerlo. Sí, estaba asustado. Había sido un horrible error el haber accedido a la petición de Kuroo de tratar. Después de todo, Kenma sólo lo miraba como un amigo.

—Entonces…¿haces todas esas cosas por lástima? —preguntó Kuroo con tono frío. Kenma no supo qué responder—. Sólo han pasado cuatro días y no hemos intentado realmente que funcione. Tú no has intentado realmente sentir algo. ¿Vas a huir ahora? ¿Después de haber aceptado?

—Eso creo —admitió Kenma. Tenía ganas de reír, pero habría sido una risa carente de diversión, apagada, triste—. Soy así de cobarde, después de todo. Y de cómodo. Lo siento.

—Me niego.

Kenma parpadeó, confundido por un momento, y luego alzó al fin el rostro para mirar a Kuroo. Tenía una expresión completamente seria.

—¿Qué?

—Que me niego. No aceptaré que huyas ahora, no cuando aceptaste y cuando apenas han pasado unos días. No renunciaré así de fácil a ti —afirmó Kuroo.

Él se quedó sin palabras un momento, sintiéndose temeroso y un poco frustrado.

—No es algo que tú debas aceptar, Kuro. Y…no tienes que renunciar a mí, seguiremos siendo amigos. Dijiste que no dejarías que afectara nuestra amistad —usó como arma al final.

Kuroo apretó los labios.

—Fui ingenuo, lo siento. Pero…esto no tiene vuelta a atrás. No lo creo. Si renuncio a lo que siento por ti también estaría renunciando a ti, porque para mí tú eres todas esas cosas que siento.

No, gimió la vocecita en su cabeza. La angustia, tan temida y desagradable, hizo aparición en su pecho. ¿Perdería a Kuroo? Perderlo no era una opción. Era como perder una extremidad, o todas. Pero tampoco podía forzarse, no cuando no sentía nada que no fuera amistad y cuando, aceptó finalmente, temía siquiera pensar en llegar a sentir algo más.

—Dijiste que no querías que mintiera sobre mis sentimientos. Yo tampoco quiero hacerlo, Kuro. Y la verdad es que no siento nada. Cuando me abrazaste sólo fue incómodo, no dejaba de pensar en que quería que terminara pronto. Cuando hablamos sobre el tema también sólo hay incomodidad, temor. No quiero intentarlo sólo por temor.

Sabía que no era del todo cierto, porque sentía algunas cosas con los gestos de Kuroo. Le gustaban sus atenciones, los momentos silenciosos que pasaban juntos, el calor de su mano y no le desagradaba realmente que se colara en su espacio personal. Le gustaban las charlas sin importancia que Kuroo se esforzaba en mantener aunque él respondiera con monosílabos y realmente le gustaba poder tener a alguien en quien confiar tanto como confiaba en Kuroo. O como había confiado en él. Y si temía perderlo, temía aun más a hacerle sufrir por las opiniones de las personas, por las burlas, la crueldad. Y estaba seguro de que acabaría perdiéndolo de todos modos. Su corazón se oprimió.

—¿Temor a qué? Ni siquiera lo has intentado realmente. Sí, has tenido un par de gestos, pero van cuatro días. Llevo esperando años a siquiera poder decírtelo, poder tener una oportunidad; no me la quites después de cuatro malditos días.

Su voz sonaba un poco desesperada, ya no era sólo enojo. Kenma titubeó, pero no podía cambiar de idea. Kuroo había demostrado esa mañana que no se preocupaba por lo que el resto podía pensar o decir. Bien, él sí lo hacía, y lo hacía por los dos. Imaginar un futuro juntos no era posible, porque él no sabía querer a otras personas, no de un modo romántico, y la sociedad les crucificaría. Los mismos padres de Kuroo sufrirían al ver a su único hijo en una relación unilateral con otro chico. Y él había escuchado a la madre de Kuroo hablando de nietos.

No, él no podía condenar a Kuroo a una relación así por egoísmo, por miedo a quedarse solo. No cuando su amigo tenía tanto que perder y nada que ganar. Porque Kenma no sabía de amor y nunca podría aprender tampoco.

—Lo siento, Kuro.

La expresión de Kuroo, contra todo pronóstico suyo, se endureció con un gesto terco.

—No, Kenma. No vas a huir, no te voy a dejar. Han pasado cuatro días y sé que al menos un poco hemos avanzado. Si realmente hubieras odiado el abrazo me habrías apartado, y hoy tú solo me buscaste en el vagón. Sé que sientes algo. Lo sé, y no dejaré que se pierda por miedo —dijo Kuroo con terquedad.

Pero él negó con la cabeza, firme en su postura.

—No puedes impedirlo. No soy violento, por eso no te empujé o aparté, y lo de la mañana…sólo fue un accidente —aseguró.

—No lo fue.

—Sí lo fue, Kuro —volvió a asegurar, ya algo frustrado.

—No.

—Sí.

—No.

Su poca paciencia se acabó y con el ceño fruncido se inclinó para intentar tomar su mochila, pero Kuroo le sujetó por la muñeca. Kenma, sorprendido, le sostuvo la mirada.

—Dije que no dejaría que huyeras.

—Kuro, suéltame —intentó ordenar, pero la voz le sonó temblorosa.

—Sé que sientes algo por mí. No me dejarías hacer todo lo que hago si no fuera así —reiteró Kuroo.

—Te dejo porque eres mi mejor amigo, porque te conozco hace demasiados años —se intentó justificar Kenma.

—Y porque sientes algo por mí.

—No, Kuro. Suéltame —volvió a intentar ordenar.

Kuroo no respondió, pero siguió sosteniéndole la mirada. Kenma no supo qué hacer; intentó soltar su muñeca pero no tenía tanta fuerza. Repentinamente, Kuroo le haló un poco hacia él y con su otro brazo le rodeó la cintura. Kenma, asustado, se removió intentando apartarse, pero le era imposible.

—Es en serio, Kuro. Para —advirtió, con voz temblorosa.

Pero no lo hizo. Kuroo se inclinó hacia él con expresión decidida y Kenma se asustó más; sentía su pulso dispararse progresivamente y comenzó a escuchar un pitido en el oído. No quería eso, no creía que Kuroo fuera capaz de hacerlo. Era su amigo, se respetaban. Se suponía que no iba a forzarle a nada.

Sin embargo, lo hizo. Kuroo intentó besarle y él interpuso su brazo libre, cubriéndose parte del rostro con él. Kuroo soltó su cintura sólo para sujetarle la otra muñeca y apartar su brazo con un gesto algo brusco ante la resistencia de Kenma. Pensó en gritar, pero la voz no le salía lo suficiente.

—Tetsurou, por favor…—casi suplicó, aterrado.

Los ojos le ardían. Nada de eso importó. Kuroo se inclinó más hacia él y esta vez sí le besó. Era una presión brusca sobre sus labios, Kenma se sintió mareado. Pero entonces Kuroo intentó hacerle abrir la boca y mientras sus ojos se humedecían, tomó una decisión.

No iba a ser considerado con los sentimientos de Kuroo cuando él no estaba siéndolo con los inexistentes suyos.

Kenma abrió la boca, pero sólo lo hizo para morder. Acabó mordiendo el labio superior de Kuroo con fuerza y al mismo tiempo que sintió el sabor metálico también escuchó un quejido y sintió sus muñecas ser soltadas. Con las fuerzas que pudo reunir, se impulsó hacia atrás.

Al caer su mano se apoyó en una hoja y Kenma se resbaló, golpeándose la nariz con parte de la banca. Gimió por el dolor, pero a pesar de ello se apresuró a incorporarse hasta quedar sentado y extendió una mano a tomar su mochila mientras con la otra se cubría el rostro. Desde allí, miró hacia arriba. Kuroo se limpiaba la boca con una mano y tenía una expresión algo desorientada.

—Joder, Kenma, ¿estás bien? Lo siento, yo…—balbuceó Kuroo.

No, no estaba bien. Tenía el pulso por las nubes, estaba aún aterrado, aunque el temor comenzaba a transformarse en furia, le dolía horriblemente la nariz y notaba claramente la humedad contra su palma. Algo goteó por el dorso de su mano y él estuvo seguro de que estaba sangrándole la nariz.

Kuroo intentó levantarse para ir con él con una expresión claramente preocupada pero Kenma, aún con miedo, fue más rápido y se puso de pie para mirarle con el ceño fruncido y una mueca resentida.

—Ándate a la mierda —masculló.

Ni siquiera miró a Kuroo después de decir aquello, simplemente se dio media vuelta y aún cubriéndose el rostro y sujetando las correas de su mochila con una mano corrió hacia el edifico. Kuroo no le siguió. Él habría detestado que lo hiciera.

Por una vez no le importó que los demás le miraran o que cuchichearan a sus espaldas, sólo quería huir. Debía haber huido desde el comienzo, como siempre. Llegó finalmente al cuarto de baño del tercer piso y entró sin que tampoco le importara que hubiese otros chicos. Se detuvo frente al lavamanos más apartado y miró su reflejo en el espejo mientras apartaba lentamente su mano.

No sólo tenía sangre en la nariz, sino que también la tenía cayendo en dos surcos hasta su mentón y manchando parte de su camisa. La sangre venía desde el orificio izquierdo, pero no era la única fuente; se había hecho un corte feo en el puente de la nariz que sangraba incluso más.

Kenma, aguantándose el ardor en los ojos y el dolor de nariz, dejó la mochila en el suelo y se lavó la mano manchada antes de comenzar a limpiarse el rostro con cuidado, lentamente. El agua fría hacía que doliera un poco más, pero la zona comenzaba a adormecerse y luego de limpiar la sangre vio lo roja que estaba su nariz, el color amoratado que comenzaba a tener alrededor de la herida.

Kuroo…¿por qué había hecho eso? Dolía incluso más que la herida. Kenma había confiado ciegamente en él, en que estaría seguro gracias al aprecio y la amistad. No había sido así. Había sido un maldito desastre que no sólo le había hecho perder definitivamente su lazo más importante, sino que había destruido su confianza en decenas de pedazos. El ardor en sus ojos se acentuó, pero tuvo que aguantarse porque había algunos tipos mirándole.

Después de unos minutos de limpiarse y de haberse taponado el agujero de la nariz con papel higiénico el sangrado disminuyó bastante. Sacó una tira de banditas de su mochila y acabó poniéndose una en la herida a pesar de que el corte era bastante más largo que la tela que traía la bandita. El espejo le devolvió una expresión horriblemente triste, con el centro del rostro amoratado y el cuello de la camisa aún manchado con sangre. Él exhaló; iba a necesitar hielo para la inflamación, y algún analgésico, pero no quería ir a la enfermería.

Decidió esconderse en uno de los cubículos del baño y bajó la tapa del váter para sentarse encima, con la mochila sobre su regazo. Sacó el celular de uno de sus bolsillos; pronto tocarían el timbre y él podría huir e irse a casa, ya no le importaba escaquearse las clases de la tarde.

Entonces Kenma vió el mensaje en su buzón de entrada; era de Shōyō. Realmente no lo pensó demasiado y marcó el número; necesitaba tranquilizarse, escuchar alguna palabra amiga. Del que quizá ahora sería su único amigo.

¿Kenma? ¡Hola! Es extraño que me llames.

No, su voz no le tranquilizó, sólo le hizo sentir una ligera añoranza. Kenma muy pocas veces había llorado, y en casi todas había estado Kuroo para consolarle. Cuando el bullying en primaria había sido demasiado y luego Kuroo se había agarrado a puñetazos con los culpables. Cuando su consola había acabado en un cubo de agua en secundaria y nadie se había hecho responsable. Cuando su abuela materna, una de las pocas personas que le quería y entendía, había muerto.

Ahora era aquél que siempre había estado para él el culpable de hacerle llorar. Por haber destruido la confianza, haberle arrancado un lazo.

¿Kenma? ¿Estás ahí?

—Sí…—murmuró. Tuvo que hacer una pausa para respirar; las lágrimas habían comenzado a caer como si sus ojos fueran grifos abiertos—. Shōyō…¿qué se puede hacer cuando pierdes algo muy importante?

No esperaba ser entendido, ni tampoco una respuesta seria.

Uhm…¿perdiste alguna cosa? ¿Un juego, una consola?

Kenma negó con la cabeza para sí mismo, intentando contener un sollozo.

—No…algo mucho más importante.

¿Estás bien? No me imagino qué puede ser tan importante, pero…si es importante, debes recuperarlo. Si te pone tan mal no tenerlo, búscalo hasta encontrarlo o consigue otro igual. No sé si sea costoso, pero si no tienes dinero…tampoco tengo mucho, pero puedo prestarte lo que tenga.

Kenma volvió a sentir esas horribles ganas de reír sin diversión, pero todo lo que se le escapó fue un ruidito ahogado.

—No es tan fácil. No creo que pueda recuperarlo y no es algo reemplazable.

¿Es edición limitada? Kenma, te oyes muy mal…¿dónde estás? ¿Los demás de Nekoma no pueden ayudarte?...Ah, ¡cállate, Bakageyama! Lo siento, es que tocaron la campana. Kenma, ¿qué ocurrió?

Sólo había un modo de explicarlo.

—Perdí lo más importante que tenía. Que he tenido siempre.

Ya no aguantó más los sollozos.

¿Kenma? ¡Eh, Kenma! ¿Qué ocurre? Me estás preocupando. ¿Estás llorando? Responde...

La voz de Shōyō se perdió entre sus propios sollozos. Cortó la llamada, dejó caer el celular dentro de su mochila y la abrazó. La abrazó con todas las fuerzas que tenía provenientes de la frustración, hundiendo el rostro en ella, en un intento para acallar los suaves sollozos.

La campana sonó pero Kenma siguió ahí, en ese cubículo, sentado sobre el váter y estrujando su mochila. Siguió allí, lamentando la pérdida de gran parte de su vida.

Siguió allí, purgando el sentimiento de pérdida, el miedo y el dolor a través de sus lágrimas.

Notas finales:

ACLARACIONES.

*Lo de Yaku viviendo lejos y la hermana de Lev viviendo sola son completamente invenciones mías.


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