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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

Hola~. Sí, lo sé, es pronto...pero, ¿adivinen quién tuvo un ataque de inspiración y obsesión con el escribir? Pues sí...lo escribí en un día y ya llevo más de la mitad del 9. Y quizá debí esperar a la fecha normal para actualizar, pero mi amiga que lee los borradores se emocionó tanto con el capítulo que las ansias por compartirlo me pudieron. Así que aquí está el capítulo ocho, con mucho cariño para todos.

Gracias a las personitas que leen, ¡y muchísimas más a quienes, además, se toman tiempo de dejar un comentario y hacer feliz a esta pobre y loca KuroKen fan!

Cam.

Por primera vez en mucho tiempo Kenma se sentía completamente satisfecho de tarta de manzana. La tarta que había comido con Kuroo había estado muy buena, y aunque mientras volvían a casa él la había bajado un poco por la caminata, un par de horas después su madre había interrumpido la tarde de estudios con una tarta completa. Kuroo se había quedado y la habían comido entre los cuatro, junto a sus padres, pero Kenma aceptaba que él solo seguramente se había comido más de un tercio, sino la mitad.

La vuelta a casa y el estudio habían resultado tranquilos, sin demasiada incomodidad. Kuroo había cumplido con volver a su relación sólo amistosa después de salir de la cafetería y mientras le ayudaba con ejercicios de matemática y conceptos de ciencia Kenma se sintió bastante en paz. Era agradable sentir que todo era como antes, con horas de estar cómodamente junto al otro y con Kuroo haciendo bromas estúpidas o molestándole de vez en cuando. Él, claro, había fingido exasperación cada una de esas veces, pero las había disfrutado.

Esa noche pudo dormir bien, incluso de más. Al despertar cerca del mediodía no recordaba haber tenido ningún sueño y se sentía descansado. Vio una bandeja en su escritorio, pero primero se limitó a extender un brazo a la mesita de noche para tomar su celular y revisarlo. Tenía un mensaje nuevo de Kuroo y otro de su madre. Decidió leer el de ella primero.

Ken-chan, tu papá está en el trabajo y yo tuve que salir en mi día libre a casa de su hermano; él y su esposa debían ir a una boda y como a Keiko-chan no le gustan las multitudes me pidieron que la cuidara. Te dejé desayuno y también hay algunas cosas de comer en la nevera, pero por si acaso dejé dinero en la mesa para que compres lo que quieras. Volveremos en la tarde y llevaremos la cena.

Solo…bien, no le molestaba estar solo. Y él le tenía un poco de aprecio a su prima, incluso la había cuidado una vez; era tranquila, un poco introvertida y le gustaba muchísimo dibujar, por lo que él se había limitado a darle papel y lápices y ella casi no había hecho ruido en toda la tarde. Solían molestarle todos los niños, tan revoltosos y sucios y gritones, pero Keiko era bastante agradable para tener cinco años.

Dejó de pensar en ello y se levantó con pereza a mirar el contenido de la bandeja; unos sándwiches, jugo de naranja y el último pedazo de tarta que había quedado del día anterior. Se sentó en la silla del mismo escritorio para comenzar a comer distraídamente mientras miraba el celular en su mano libre. El mensaje de Kuroo había llegado hacía poco.

¡Hola! Tu madre me dijo que estabas solo, ¿quieres venir a almorzar y a estudiar? Tienes que estar listo para ese examen del lunes o me sentiré un mal tutor. Mis padres están en el trabajo y tenía pensado preparar omurice. Avísame pronto para poder comenzar.

No se demoró en toquetear la pantalla para responder afirmativamente; el omurice de Kuroo era bueno, incluso mejor que el de su mamá. Él aún podía recordar un fin de semana en que se habían quedado solos y que Kuroo le había dejado gastarse el dinero para comida en un videojuego; habían tenido que sobrevivir cocinando con los ingredientes de ambas casas y como a Kenma desde un comienzo le resultó mal por el miedo que le daba el aceite y porque se había hecho un corte en un dedo, Kuroo, armado con un libro de cocina de su mamá y teniendo doce años, había terminado cocinando un omurice algo deforme y con un feo dibujo hecho de kétchup encima que, a pesar de su mal aspecto, sabía aceptable.

Al final se la habían pasado comiendo omurice tres veces al día durante esos dos días, y con el tiempo Kuroo había mejorado mucho y había aprendido a cocinar más cosas según el gusto de ambos para ahorrar el dinero que les solían dejar cuando ambos quedaban solos. Ahorros que cuidaba Kuroo en una caja de zapatos en su armario para evitar que él se los gastara en una consola y que estaban destinados a ser gastados en algo incierto, pero para cuando ambos estuvieran en la Universidad.

La Universidad…Kuroo iría, seguro. Parecía no haberse decidido aún a qué carrera ingresar pero sí el área; ciencias o medicina. Kenma aún no sentía toda la presión de esa elección en sus hombros, pero suponía que estudiaría algo que tuviese que ver con videojuegos o idiomas. Pensar en la Universidad también le hacía pensar en la inminente separación después de la primavera, cuando él pasara a tercero de preparatoria y Kuroo entrara a su primer año de Universidad. Iba a ser un año difícil, como en secundaria.

Dejó de pensar en esas cosas porque no eran lo importante en ese momento; ya tendría tiempo para ello más adelante. Lo importante ahora era que tenía una semana para averiguar todo lo referente al romance que se suponía debía haber aprendido a lo largo de sus casi diecisiete años de vida.

Recibió una respuesta de Kuroo indicándole la hora a la que debía ir y, luego de cambiarse el pijama por una sudadera y pantalones cómodos, se volvió a sentar en el escritorio y encendió la computadora. Esperó los segundos necesarios, ingresó su contraseña de sesión y en seguida se dirigió al navegador para abrir un buscador. Dudó unos segundos, pero se limitó a comenzar con lo básico y buscó la palabra amor.

Kenma no prestó atención a los resultados sobre sitios de citas y abrió el primer enlace; Wikipedia. Concepto universal relativo a la afinidad entre seres, con distintas definiciones según el punto de vista o ideología, sentimiento relacionado con el afecto y el apego resultante de una serie de actitudes, emociones y experiencias…era un texto bastante extenso, con un índice lleno de muchísimos puntos y sub puntos. Retrocedió y buscó en distintos diccionarios en línea. El primero indicaba conjunto de sentimientos que ligan a una persona a otra, o bien a las cosas, y el segundo, por otro lado, tenía más de una definición; uno, sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Dos, sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. Tres, sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

Fue el cuatro el que le descolocó; tendencia a la unión sexual.

El rostro le ardió repentinamente y decidió dejar esa cuarta definición aparte. Kenma comenzó a meditar sobre los otros puntos. Sentimientos…claro que él los tenía. Sentimientos de afecto, respeto y agradecimiento por sus padres. Sentimientos de amistad hacia Kuroo, Shōyō y un poco hacia Yaku también. Sentía afecto por todos ellos, pero apego…quizá por su madre y Kuroo solamente, debido a los cuidados que ellos le entregaban. En la siguiente definición los sentimientos ligaban a las personas y claro que él estaba ligado a Kuroo por sentimientos; tenían un lazo.

Sin embargo la siguiente definición sí comenzó a hacerle ruido. Necesitar y buscar el encuentro y unión con otro debido a la propia insuficiencia; él se sentía insuficiente, dependiente, incompleto. Kuroo solucionaba todas esas cosas, y en parte era lo que hacía que Kenma lo necesitara tanto. Completar, alegrar, dar energías…sí, Kuroo llenaba todo lo que le faltaba, y lograba alegrarle más que cualquier otra persona que conocía, aunque él no lo demostrara siempre. Quizá no le daba energías como tal, pero le presionaba para tenerlas y buscaba animarlo.

Sentimiento de afecto, y entrega…lo último lo malpensó al leer también nuevamente el punto cuatro. Entrega, ¿en el sentido sexual? A todo esto, ¿podían unirse sexualmente dos hombres de un modo efectivo? Apelando a sus conocimientos de la unidad de afectividad y vida sexual de ciencias, no pudo responderse a sí mismo. Sabía que un hombre y una mujer podían y sabía también cómo, pero hasta ahí llegaba todo. Ah, también sabía cómo se les llamaba a las relaciones entre mismo sexo. Dudó un poco, pero abrió el buscador de imágenes en otra pestaña, tecleó la palabra gay y presionó enter.

Si le había ardido el rostro antes, Kenma creyó que esa vez se había insolado.

Su pantalla se llenó de imágenes de hombres con apenas ropa interior, besándose, abrazándose, o sólo juntos. También había varias con banderas multicolores, pero las ignoró. Los hombres en las fotografías intimidaban, con sus cuerpos fornidos y marcados y rostros bien parecidos. Kenma se apretó los brazos con las manos, notando el músculo no tan desarrollado, y después se tanteó los costados. Era un flacucho casi opuesto a los tipos de las fotografías. Cerró esa pestaña para intentar dejar tranquila lo que le quedaba de autoestima.

Decidió volver a investigar en internet y los minutos pasaron rápido mientras él saltaba de enlace en enlace. Sí, dos hombres podían hacerlo, aunque parecía algo extraño o incómodo y en varios lugares advertían que podía doler, que se debía tener cuidado. También llegó a un artículo sobre ETS bastante desagradable con fotografías explícitas que apenas miró un poco.

Media hora después él recordaba algunos consejos, pasos a seguir, y su cabeza tenía bastantes conceptos sobre posiciones sexuales, enemas y marcas de preservativos. Decidió dejar eso, porque comenzaba a sentirse superado, y volvió a los sentimientos. Entre búsqueda y búsqueda saltó un anuncio de un videojuego clasificación BL y él descubrió, algo sorprendido, que trataba sobre relaciones gays. Buscó la clasificación y encontró una sección nueva en las tiendas en las que solía comprar, llena de DVDs, videojuegos, mangas y CD dramas, y comenzó a leer infinidad de resúmenes y reseñas.

Su celular timbró y Kenma se asustó un poco. Lo revisó, leyendo el mensaje de Kuroo que avisaba el estado del almuerzo, y tenía adjuntado la foto de un omurice con una manzana dibujada con kétchup. También revisó la hora; no había pasado sólo media hora en la computadora, sino un par. Eran casi las dos de la tarde.

Kenma apagó el monitor de la computadora y metió los cuadernos y libros de matemática y ciencias en su mochila junto al estuche. También se aseguró de tener las llaves y la billetera y bajó al recibidor para calzarse las zapatillas antes de salir.

Entró directamente a la casa de Kuroo y lo encontró en el comedor, en la mitad correspondiente a la cocina, mientras emplataba el segundo omurice.

—Eh, bienvenido. Tu plato ya está listo, ¿puedes servir soda en ambos vasos? —dijo Kuroo en cuanto le vio entrar.

—Claro —respondió él, asintiendo también.

Kenma dejó su mochila en una de las sillas y trató de despejar su mente de la investigación mientras servía los vasos. Incluso bebió un poco del suyo, buscando que el dulzor ayudara a apartar las ideas subidas de tono de su cabeza. Cuando Kuroo llegó junto a él y dejó el otro plato en la mesa antes de sentarse Kenma se sintió un poco extraño. De todos modos su cabeza vagó hacia la información y al recordar las imágenes se preguntó si Kuroo se parecería a los tipos de las fotos. Él le había visto sin camiseta muchas veces y no era tan musculoso, no a ese extremo, pero sí mucho más que si mismo.

Las mejillas le ardieron y se sentó mientras desviaba la mirada y se terminaba el vaso completo de soda.

—¿Uh? ¿Pasa algo, Kenma? —preguntó Kuroo.

Él no pudo mirarle a la cara, pero negó y tomó un tenedor para comer el primer bocado. No le decepcionó; sabía bien, con el ligero picor que a ambos les gustaba y sin una cantidad exagerada de kétchup. De reojo notó el pez que tenía como dibujo el omurice de Kuroo.

—Está bueno. ¿Es con pollo? —preguntó él, buscando cambiar de tema.

—Sí, las últimas veces comimos con camarones y con pescado, así que tocaba alguna carne. ¿Quedó bien de sal? Tenía la boca algo dulce por comer galletas al desayuno y no supe bien cuán aderezado estaba —explicó Kuroo.

Kenma comió un poco más antes de responder.

—A mí me parece que sí, no sabe salado ni nada. El omurice siempre te queda bien —declaró finalmente.

Escuchó perfectamente el resoplido de risa.

—Bueno, con la de veces que lo he preparado…sería extraño que no quedara comestible.

Era cierto. Kenma dejó que sus comisuras se curvaran hacia arriba sólo un poco antes de seguir comiendo a buen ritmo. La comida al menos le distraía de la investigación, de las cosas obscenas que había visto y leído. Él nunca había prestado demasiada atención a esas cosas y eran chocantes, pero no le desagradaban tampoco. O no del todo.

Se recordó que debía dejar de pensar en ello y volvió su atención a Kuroo. Su amigo hablaba sobre una película de terror emocionante que había visto en la televisión y él se esforzó para responderle correctamente cuando era necesario. De ese modo el almuerzo fue tranquilo y ambos terminaron casi al mismo tiempo. Kenma ayudó a retirar pero, como siempre, fue Kuroo quien lavó los trastos.

Subió con su mochila a la habitación de Kuroo y sacó la mesa plegable del armario, donde sabía que estaría. También tomó algunos almohadones para ponerlos en el suelo y se sentó en uno para organizar sus cosas sobre una mitad de la mesa. Kuroo llegó mientras él desarrollaba un ejercicio y pareció complacido.

—Gracias por ordenar, lo había olvidado —dijo Kuroo, ya sentado junto a él con sus propios cuadernos en las manos.

—No es nada…oye, ¿aquí es esta fórmula, verdad? —preguntó él, indicando una parte de la página con su lápiz.

Kuroo tardó unos segundos y luego asintió.

—Sí, esa misma. Te estás volviendo bastante bueno en reconocer las fórmulas que debes utilizar.

Kenma se encogió un poco de hombros por el halago.

—Sólo será hasta pasar el examen, seguro a la semana lo olvidaré —comentó, con fingida despreocupación.

—Está bien, de todos modos no te los volverán a preguntar, al menos no este año —respondió resignadamente Kuroo.

Eso era bueno; no le gustaban demasiado las matemáticas, sólo se esforzaba por el apoyo de Kuroo y para evitarse los problemáticos regaños y exámenes recuperativos. Además, si le iba bien Kuroo se pondría contento. Kenma pensó que definitivamente quería verlo contento.

Durante las horas que permanecieron estudiando él se sintió bastante cómodo. Kuroo no intentaba nada, actuaba normalmente y le aclaraba todas las dudas que pudiera tener, incluso enseñándole métodos para recordar ciertos conceptos. Casi al final Kenma también le ayudó un poco con inglés; aunque fuera un año por encima de él, a Kuroo no le agradaba demasiado ese idioma y eso provocaba que ciertas cosas le costaran. Su amigo tenía buena memoria para números, conceptos científicos y fechas, pero no para palabras de idioma extranjero. Kenma, que tenía años de jugar online en servidores extranjeros como experiencia, había tenido que aprender a la fuerza bastante inglés para comunicarse por escrito cuando era necesario en misiones y eventos colaborativos.

Su madre le llamó al celular mientras él terminaba de copiar un esquema de conceptos de ciencias que Kuroo le había dejado y que le había servido a él el año anterior para estudiar. Cuando contestó, ella le dijo que había llegado y que se había dejado las llaves en casa de sus tíos, por lo que no podía entrar. Se levantó del cojín y cuando se asomó hacia el balcón la vio en la calle, agitando una mano a modo de saludo.

—Oh, ¿tienes que irte? Igual llevamos bastante estudiando —comentó Kuroo, asomándose tras él para devolverle el saludo con la mano a su madre—. ¡Hola!

Kenma arrugó un poco el ceño al escuchar la risa de su madre por el celular y cortó la llamada, volviendo a la habitación para guardar sus cosas.

—No le saludes así…—se quejó un poco.

Kuroo rió entre dientes y en cuanto Kenma le vio esa sonrisa ladina supo que iba a decir alguna tontería.

—Y eso que me contuve de gritarle suegra.

Sí, una tontería. Su ceño se mantuvo fruncido y él trató de fingir que no sentía las mejillas arder un poco por la vergüenza.

—Idiota…

—Un poco, a veces. Sobre todo cuando estás cerca.

Más ardor en las mejillas. Kenma resopló, indicando con ello que no encontraba el comentario de Kuroo digno de respuesta, y cuando se echó la mochila al hombro este se acercó mucho. Kenma se sintió incómodo por primera vez en el día y su corazón se aceleró un poco, pero todo lo que hizo Kuroo fue desordenarle el cabello con una mano en un gesto molestoso, pero con afecto.

—Te hablaré después, intenta estudiar un poco más. Y si no respondes mis mensajes por estar jugando, llamaré a tu mamá —advirtió Kuroo, aún sonriente.

Kenma puso una mueca pero de todos modos asintió, intentando ignorar la sensación de calidez que la mano de Kuroo provocaba en su cabeza.

—Responderé. Nos vemos —se despidió.

No había necesidad de que le acompañara a la salida y Kenma bajó solo al primer piso, ordenándose el cabello con las manos. La sensación de las suyas y la de Kuroo eran completamente distintas; mientras las propias sólo le provocaban cosquillas en la nuca, siempre que Kuroo tocaba su cabello él se sentía un poco avergonzado, pero protegido a la vez. Si lo pensaba bien, todos los gestos de Kuroo le hacían sentir así.

Se reunió con su madre y ambos entraron a casa. Él la escuchó hablar sobre su prima y lo lista que era un rato, pero cuando comenzó uno de los programas que ella veía Kenma se escabulló a su habitación. Dejó la mochila olvidada a un lado y encendió la pantalla del computador; todo seguía como lo había dejado.

Sentía curiosidad. No sólo sobre los sentimientos, sino sobre cómo era una relación, qué cosas se hacían cuando eras parte de una. Volvió a buscar en internet sobre los mangas que leían algunos de sus compañeros, sobre todo sus compañeras; eran shojo, se suponía que tenían mucho romance. Pero los resúmenes sonaban muy cliché y además él no saldría con una chica…si llegaban a ello, saldría con Kuroo. Una pareja gay.

Agregó la palabra gay junto a manga y buscó imágenes. Aparecieron tipos incluso más musculosos que los reales que ya había visto, pero en medio destacaban otros personajes que no lo eran. Incluso vio una imagen de dos chicos, uno rubio y otro pelinegro, besándose. Se sintió avergonzado.

Pero aunque lo estaba, Kenma no se rindió. Cambió la palabra gay por las letras BL que había aprendido más temprano en la clasificación de videojuegos y el resultado lleno de páginas de mangas le acomodó un poco más que las ilustraciones a color que había visto antes. Además, los tipos que veía parecían físicamente más comunes. Sabía que había lugares en internet donde se podía leer mangas gratis, pero él siempre había preferido comprar ese tipo de cosas, como sus videojuegos. Lo malo era que ir a una tienda sería incómodo, más si veían el tipo de mangas que compraría.

Era demasiado arriesgado. Decidió entrar a la página donde también compraba sus videojuegos, inició sesión y se fue directo a la sección BL. Los videojuegos parecían todos ser una versión gay de los simuladores de citas heterosexuales y no le llamaron demasiado la atención. Filtró la búsqueda para que sólo aparecieran mangas y se dedicó a abrir nueva pestaña tras nueva pestaña en el navegador de cada portada que llamaba su atención.

Después de casi una hora leyendo resúmenes se decidió por algunos tomos que contenían más de una historia para poder leer una mayor variedad de tipos de relaciones. Tampoco podía comprar más con su presupuesto, no cuando estaba ahorrando para comprar ciertos videojuegos que saldrían en un mes, pero pagó con la tarjeta de sus padres y cuando bajó a cenar les dio el dinero en efectivo, avisando que había realizado una compra. Ellos no preguntaron nada. Kenma tampoco podría haberles respondido.

Había pagado con envío rápido y al día siguiente se despertó temprano para estar atento. Lo estuvo toda la mañana y cerca del mediodía se asomó al balcón al escuchar un camión acercarse.

Kenma abrió la puerta antes de que su madre pudiera hacerlo y aunque ella y su padre le miraron un poco extraño, él se limitó a firmar el recibo del envío y a tomar su paquete mientras murmuraba un gracias antes de perderse escaleras arriba.

Abrió la caja sobre su escritorio y sacó los tomos con algo de ansiedad. Tomó uno al azar y, con cierto miedo, comenzó a hojearlo. Al inicio sólo parecía una historia sobre un personaje normal, ligeramente entretenida, donde el chico llevaba tiempo enamorado de su mejor amigo de infancia un año mayor. Aquello le hubiese golpeado más fuerte si los papeles no hubieran estado invertidos. Algo ocurría, el chico se confesaba y resultaba ser correspondido. Después vinieron las escenas que realmente le avergonzaron y él las pasó rápido, un poco incómodo por lo explícito. Aun así, no parecía simple sexo como había leído en la información en internet, sino que tenía algo más. No se limitaba al contacto físico. No cuando, leyó, al chico principal en un comienzo parecía dolerle realmente, pero no se detenían, justificándose en sus sentimientos. El final era rosa y lleno de cosas dulces, logrando un final feliz.

La experiencia de leer y ver aquello fue extraña, pero Kenma no se detuvo. Dejó los otros cuatro tomos en la mesita de noche y se recostó para seguir leyendo el que tenía en la mano. A la mitad de la segunda historia le llegó un mensaje de Kuroo donde le decía que estudiara y que él no podría estar ese día porque tenía almuerzo familiar. Él le respondió afirmativamente que estudiaría y volvió a su lectura.

Sólo se detuvo para bajar a almorzar y una hora antes de la cena para alcanzar a repasar ejercicios de matemática. Sin embargo, después de bañarse volvió a leer. A medida que había ido avanzando, ya en el segundo tomo, había comenzado a leer con más tranquilidad y a no pasar las páginas de sexo como un niño de once años avergonzado. Incluso le resultó hasta informativo, de cierto modo. No siempre le dolía al que estaba abajo y había distintos modos de prepararlo para ello. Algunos hacían muchas cosas antes del acto en sí mientras otros iban directamente a la penetración. También algunos usaban condones y otros no, y había muchas posiciones.

Habría sido mentira decir que no había sentido nada leyendo esas escenas, pero al menos nunca llegó al punto de necesitar masturbarse. No lo hacía muy seguido, sólo recurría a ello y no a la ducha cuando ya llevaba un tiempo sin hacerlo y comenzaba a volverse molesto, pero ahora estaba dudando. Estar expuesto a ese tipo de cosas con contenido sexual seguramente le impulsaba más a aquella necesidad. Darse cuenta en ese momento que el sexo gay no le repugnaba como debía ocurrirle a la mayoría de los hombres no fue tan perturbador.

Kenma se movió un poco en la cama para acomodar la posición de sus piernas y mientras pasaba página escuchó una voz, pero la ignoró. Diez segundos después volvió a escucharla, más fuerte, pronunciando su nombre y acompañada de un ruido de algo golpeando el vidrio de su ventana. Sólo una persona hacía eso.

Tomó los mangas y los guardó en su armario antes de salir al balcón, intentando aparentar normalidad con dificultad porque su corazón estaba agitado y no sólo por la lectura.

—Kuro…—dijo, temblando un poco por el frío que hacía afuera.

—Hola. Dejaste de responderme en la tarde y me mandabas a buzón ahora cuando llamaba —explicó Kuroo, apoyado en la baranda de su balcón.

Kenma igual avanzó para apoyarse en su baranda. Había viento, pero se podían escuchar perfectamente. No había más de dos metros separándoles.

—Lo siento, se debe haber apagado el celular y no me di cuenta.

—¿No estabas en el celular? Ah…¿la consola? ¿O estudiando? —cuestionó con curiosidad.

Él se encogió de hombros.

—Más o menos. Pero más temprano sí repasé bien.

Kuroo tardó un poco en hablar nuevamente.

—Comienzan mañana…no tendremos mucho tiempo. Y yo y Kai estaremos ocupados estudiando con Yaku durante los recesos y el almuerzo —comentó Kuroo, desganado.

—Está bien —le aseguró él—. Puedo almorzar en el salón, y también intentaré estudiar —medio prometió Kenma.

—Sí, tienes que estudiar. Pero bueno…sólo serán cinco días, el sábado volveremos a las prácticas. Y el viernes es tu cumpleaños…—recordó Kuroo, sonriendo—. Durante todo un mes tendremos la misma edad. ¿Harás algo?

La pregunta era tonta, seguro Kuroo lo sabía. Él nunca celebraba demasiado esa fecha, sólo la utilizaba para conseguir videojuegos o algo que quisiera de parte de sus padres y de Kuroo, aunque entre ellos y los padres de su amigo siempre se las ingeniaban para, al menos, hacerle una comida o cena en conjunto, igual que ellos hacían en el cumpleaños de Kuroo.

—La comida de siempre, supongo…de todos modos ese día tengo exámenes también, y hasta la última hora —respondió con tranquilidad.

—Podemos ir de nuevo al café del viernes, si quieres. Te esperaré, ese día mi clase sale temprano porque el profesor de la última hora no va a estar por un congreso o algo así —explicó, sonriendo incluso más que antes—. Iré a animarte en tu examen de Educación Física.

Su ceño se frunció casi instantáneamente.

—No lo hagas, seguro sólo me irás a molestar. Tengo suficiente con lo mal que me va.

Kuroo rió divertido e hizo un gesto para restarle importancia con la mano.

—Bah, te animaré, en serio. Al menos así me entretengo mientras te espero.

Él ni siquiera pensó en contradecirlo más. Cuando no lo lograba a la primera, insistir con Kuroo era una pérdida de tiempo. Seguramente podía ser más terco que él mismo.

Una voz del interior de la casa de Kuroo le sobresaltó. Su amigo metió medio cuerpo por la ventana y gritó algo antes de volver a salir.

—Lo siento, el baño está listo y debo apresurarme para ir a cenar, llegamos hace nada. Tienes que irte a repasar y a dormir, ¿bien? —dijo Kuroo, con tono mandón.

—Sí, sí…¿pasarás por mí mañana? —preguntó Kenma, desviando un poco la mirada.

—Claro, ya terminó mi semana de encargado. A la hora de siempre, pero intenta levantarte un poco antes, que ambos tenemos examen a primera hora —recordó Kuroo.

—Bueno, despiértame a las siete y cinco y no a las siete y quince, entonces.

Kuroo exhaló.

—En serio, no cambias…ya, ve a repasar fórmulas. Hasta mañana, Kenma —se despidió Kuroo.

—Hasta mañana —respondió él.

Su amigo entró a su habitación y cerró la ventana. Kenma esperó unos segundos, suspiró y volvió al interior de su propia habitación. Y sí, se puso a repasar, pero sus tomos de manga. Sacó la cubierta protectora ilustrada de un seinen que le gustaba y la cambió por la del tomo BL que estaba leyendo en ese momento. Sí, de ese modo no se notaba nada. Fue el único que sacó del armario y luego de poner a cargar su celular y encenderlo se recostó a continuar leyendo, intentando pensar sobre cada aspecto de las relaciones plasmadas ahí.

E incluso, en algunos momentos, se dedicó a reemplazar en su imaginación a los personajes por él y Kuroo.

Y definitivamente no le molestó.


Los exámenes eran una experiencia aburrida y, a veces, hasta temible. Durante cuatro días Kenma se dedicó a responder preguntas, a pintar un paisaje en clase de Arte, a almorzar solo y a repasar durante los recesos. También había leído sus nuevos mangas en algunos de esos recesos, poniéndoles cubiertas con portadas de otros mangas y procurando que nadie pudiera ver las páginas. En las noches leía con mayor tranquilidad en su habitación y, debía aceptar, uno le había llegado a gustar realmente. Y con las escenas de sexo de otro, también debía aceptar, se había terminado masturbando vergonzosamente entre las sábanas.

Era definitivo; no le importaba que fueran hombres. Incluso le excitaba.

El lado malo de aquello era que cada vez que veía a Kuroo en las mañanas camino a la escuela o en las tardes camino a casa no podía evitar recordar a los personajes de las distintas historias y reemplazar sus cabezas por las de ellos. Le avergonzaba y ponía nervioso, pero Kuroo pareció no notarlo. Hablaban normalmente, se resolvían dudas de último momento si podían y se daban las buenas noches por el balcón. También el día miércoles Kuroo y su padre habían ido a cenar a su casa porque la madre de su amigo, que era enfermera, había tenido que reemplazar un turno.

El jueves se durmió más tranquilo que los otros días luego de haber terminado el último tomo de mangas BL. Al día siguiente sólo tenía examen de Educación Física y para ello no podía estudiar, así que no quedaba nada más que resignarse e intentar correr con todas sus fuerzas.

Cuando bajó a desayunar el viernes, habiéndose despertado un poco antes de lo normal, sus padres lo recibieron cada uno con un fuerte abrazo y un sobre de papel de regalo de parte de ambos. Él les agradeció, algo incómodo, pero abrió el sobre y sacó unas hojas del interior. Reconoció el logo incluso antes de leer nada pero paseó ansiosamente los ojos por la lista de la compra en la factura antes de permitirse sonreír ampliamente. Sus padres aguardaban. Esta vez fue él quien los abrazó y sorprendió por la demostración de afecto.

—Y tu padre se preguntaba si iba a gustarte…—comentó su madre, medio exasperada y divertida a la vez—. Cuando el juego salga llegará a casa, igual la consola. Programamos que llegaran las dos cosas juntas. Feliz cumpleaños, cariño.

Si no hubiera sido suficiente la preorden del videojuego Pokémon Moon para alegrarle el día, con el tiempo que llevaba ahorrando para comprarse ese y el Sun, la factura de la compra de la New 3DS XL versión veinte aniversario de Pokémon definitivamente podría haberle hecho reír. Se había resignado a no comprarla a principio de año, porque era muy costosa, y ahora la tendría. Y con el dinero ahorrado ya le alcanzaba para el Sun; podía dejar de contenerse y gastar su dinero tranquilamente en un teclado más costoso para la computadora o en otros videojuegos que también estaban por salir y que él quería.

—Gracias, má, pá —dijo, con verdadero sentimiento, y dejando de lado las formalidades como no había hecho en muchos años.

Ellos lo notaron y parecieron un poco conmovidos, pero su madre se recompuso y los llevó a la mesa para desayunar. Él pudo comer tranquilamente con ellos, bien de tiempo, y acordaron por petición suya dejar la cena para el día sábado.

Cuando Kuroo llamó a la puerta él fue al recibidor ya con su mochila en la espalda y se calzó los zapatos rápidamente antes de salir. Kuroo se sorprendió, pero volvió a su expresión normal casi en seguida y le sonrió ampliamente.

—Eh, mira quién madrugó; el cumpleañero. Y yo que creí que tendría que arrastrarte fuera de la cama —bromeó Kuroo.

—Sólo desperté un poco más temprano —se justificó, manteniendo una pequeña sonrisa en los labios mientras comenzaba a caminar.

Kuroo arqueó una ceja y le mantuvo el paso.

—¿Y eso? Hoy es tu examen de Educación Física, ¿no? Y nunca te han alegrado tus cumpleaños precisamente…¿Pasó algo bueno? —cuestionó Kuroo con curiosidad.

Él dudó un momento antes de asentir.

—Mis padres me entregaron mi regalo ya. ¿Recuerdas que ahorraba para unos videojuegos y que a principio de año estaba molesto por la consola que no pude comprar? —esperó a que Kuroo asintiera y desvió la mirada, intentando ocultar un poco de aquella felicidad que para otros seguramente era estúpida—. Ahora sólo tendré que ahorrar para uno, el próximo mes tendré la consola y el juego. Me entregaron la preorden y la factura.

Esperó un comentario de burla, pero nunca llegó. Lo que sintió fue la cálida mano de Kuroo despeinándole con afecto.

—Hey, eso es genial. Comparado con ellos, mi regalo parecerá una patata —bromeó Kuroo.

Kenma volvió a mirarle, parpadeando confundido.

—¿Tu regalo? ¿Me compraste algo?

—Como si fuera a dejar pasar tu cumpleaños sin regalarte algo —dijo Kuroo, poniendo los ojos en blanco con exasperación.

—Oh…gracias, entonces —se apresuró a decir.

Kuroo hizo una mueca de diversión.

—No agradezcas, que no lo tendrás hasta esta tarde. Más te vale esforzarte en ese examen.

Él dudó un momento, pero acabó asintiendo.

—Lo haré. Y suerte con el de japonés.

Kuroo resopló.

—Seguro que la necesitaré.


Decirlo había sido fácil. Hacerlo, no.

Kenma estaba muy ansioso mientras miraba las pruebas de sus compañeros, intentando calcular tiempos. También estaba ansioso porque su campo de visión se había ampliado al tener el cabello tomado con una liga que le había dejado uno de sus compañeros, los mismos del viernes anterior. Ellos le habían dicho que se le metía en los ojos al correr y que le quitaba velocidad. Él había aceptado, a regañadientes, sólo porque Kuroo estaba junto a Yaku y a Kai sentados en una de las bancas que rodeaban la cancha.

Cuando les tocó a ellos para su desgracia los competidores eran rápidos y a él le tocó correr al último. Nunca había estado tan nervioso en una clase, ni en un examen, pero los gritos de Yaku y Kuroo le lograban centrar un poco.

El pitido sonó. Su compañero corría rápido, incluso más que el primero del equipo contrario. Dio un pase perfecto del testimonio y su segundo compañero también corrió de un modo que a él le parecía sorprendente, demasiado serio para un simple examen. Habían sacado bastante ventaja. Cuando lo vio cerca Kenma comenzó a correr lentamente, aumentando la velocidad de modo progresivo. Recibió el testimonio apenas unos pasos antes de salir del límite de intercambio y entonces sí comenzó a correr con todo lo que tenía, moviendo los brazos del modo que sus compañeros le habían indicado. El rostro empezó a arderle al igual que las piernas pero no se detuvo y pudo cruzar la meta justo un poco antes de ser alcanzado gracias a la ventaja.

Escuchó las exclamaciones contentas de sus compañeros, pero él estaba más preocupado de luchar por mantenerse en pie y volver a llevar aire a sus pulmones. Logró a medias sólo lo segundo y terminó sentado en el suelo, jadeando. Se quitó la liga del cabello y dejó que le cubriera parte del rostro, consiguiendo que su ansiedad disminuyera al ritmo que se tranquilizaba su respiración.

—¡Eh, Kozume! Lo hiciste bien al final. Creímos que no lo lograrías —dijo entre risas uno de sus compañeros.

Los vio acercarse por el rabillo de ojo y se encogió un poco cuando el otro le desordenó el cabello con una mano, también riendo.

—Cierto. Gracias por echarle ganas, no queríamos perder precisamente contra ellos porque somos del mismo club —explicó, dejando su cabello en paz.

—Ya…está bien…espero que tengamos una buena nota —comentó él aún con voz algo ahogada, intentando levantarse.

Estuvo a punto de caerse pero una mano le sujetó por el brazo y le ayudó a ponerse de pie. Era Kuroo, que intentaba ocultar una mueca de preocupación, o molestia, sin mucho éxito.

—¿Estás bien, Kenma? —le preguntó, mirando mal a sus compañeros.

Ellos recompusieron el semblante y se despidieron con una inclinación de cabeza respetuosa.

—Ha-hablamos luego, sobre la nota y eso…—dijo finalmente uno de sus compañeros.

Huyeron. Sí, eso estaban haciendo. Él exhaló.

—Kuro…no asustes a mis compañeros —dijo con tono levemente reprochador.

—No los asusté. Pero, más importante, ¿estás bien? Corriste muchísimo, nos sorprendiste. Y sigues muy rojo —agregó Kuroo, tocándole una mejilla con la mano libre.

Aún no le soltaba el brazo y Kenma sólo pudo desviar la mirada. Sí, le ardía el rostro, pero no estaba seguro si era por la carrera o por la cercanía de Kuroo. Aquello le recordaba muchísimo a una de las historias de los mangas que había leído.

—Estoy bien…pero quiero agua. Quizá pueda ir a mojarme la cara al baño —comentó, intentando fingir tranquilidad.

—Seguro, aún falta para que termine la clase. Anda, te llevo —ofreció Kuroo.

Él no tuvo ánimo para rechazar el gesto. Kuroo soltó su brazo para rodearle los hombros y fueron junto al profesor, que pasó de Kenma y miró a Kuroo con auténtico aprecio. Como la petición la hizo el mayor les dejó ir sin réplicas y pronto ambos estuvieron en el interior del edificio principal, buscando el baño del primer piso. Él tampoco tuvo ánimo para apartarse de Kuroo porque sentía los músculos de las piernas cansados y era más fácil caminar de ese modo.

En cuanto entraron al baño él se apoyó contra uno de los lavamanos y comenzó a beber agua y a mojarse la cara. Kuroo se apartó un poco para dejarle espacio, pero él pudo ver perfectamente su mueca algo molesta reflejada en el espejo.

—¿Pasa algo? —preguntó, intentando ocultar la curiosidad.

—¿Uh? No…—respondió Kuroo, pero continuó luego de desviar la mirada—. ¿Ellos eran tus amigos de clase?

Kenma parpadeó.

—¿Quiénes?

—Ya sabes, los que estaban riendo contigo y te desordenaron el cabello —especificó Kuroo, con aparente desinterés.

—Ahh…no, son compañeros. Realmente no tengo más amigos, sólo tú y Shōyō, porque tampoco hablo mucho con otros —comentó con obviedad antes de mojarse el rostro una última vez.

—Parecían cercanos.

Kenma se pasó las manos por el rostro para apartar el agua y acabó secándose un poco con el cuello de la camiseta porque no tenía puesta la sudadera para utilizar las mangas. En cuanto pudo ver bien dio media vuelta y miró a Kuroo directamente a los ojos, con una ceja arqueada. Kuroo le apartó la mirada.

—Hablamos el viernes pasado y hoy, nunca antes había tratado con ellos. Creo que son del equipo de básquetbol y estaban preocupados porque no querían perder contra sus compañeros de club, que eran con quienes competimos. Ya sabes, yo soy lento…supongo que estaban contentos de que me esforzara para que no perdieran.

Kuroo tardó un poco pero acabó mirándole. Él se sintió algo más tranquilo. Aquello también le recordaba a una escena de uno de los mangas.

—Ya…es que como uno te tocó el cabello y no lo apartaste…—murmuró Kuroo.

Kenma inclinó ligeramente la cabeza a un costado y algo hizo clic en su cabeza gracias a todo lo que había leído en los mangas.

—¿Estás celoso?

Lo estaba. Él conocía casi todas las expresiones de Kuroo y la que había puesto al escucharle era la que se le escapaba cuando era pillado en algo y trataba de buscar un modo de escaparse.

—No tienes que estarlo —se apresuró a agregar.

Kuroo apretó los labios. Kenma se acercó un poco para poder verle mejor.

—Lo sé, pero…—murmuró, dejando la oración en el aire.

—No tienes que estarlo —repitió Kenma, con tono más seguro.

Kuroo exhaló casi exasperado.

—Lo sé, ¿bien? Pero no es tan fácil, simplemente me sucede, y bastante. Que alguien llegue y te toque cuando a mí me costó mucho que te acostumbraras al contacto…me molesta. Y me dan celos.

Oh, aquello realmente se parecía a una de las historias que había leído en los mangas. Él recordaba perfectamente cómo había continuado aquello. Y, recordando también que se le había terminado el plazo de la semana de estudio, tomó una decisión.

Kuroo había vuelto a desviar la mirada, pero no importó. Kenma se acercó más a él, alzó las manos aún algo húmedas y tomó el rostro de Kuroo con ellas para hacer que se inclinara y alcanzar de ese modo a juntar sus labios. Sólo unos segundos, un pequeño roce antes de apartarse.

—En serio, no tienes que estarlo —insistió por tercera vez.

Pero al ver la expresión de su amigo Kenma supo que, igual como en su cabeza algo había hecho clic, en la de Kuroo algo acababa de hacer cortocircuito.

Notas finales:

ACLARACIÓN:

*En caso de que alguien no lo sepa, "applepi" es el nick de Kenma en los videojuegos, a él hace referencia el título del capítulo.


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