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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

¡Hola! Bueno, aquí yo de vuelta. Ahora tardé lo normal en actualizar y realmente no llevo mucho del siguiente capítulo (a lo más un par de páginas), pero espero que ahora que se calmó un poco el tema de estudios (viva el paro) pueda escribir a buen ritmo.

Espero que el capítulo les guste. Ya saben, muchas gracias a todos por leer, pero a quienes comentan…¡les hago un altar, en serio! Se merecen todo el amor del mundo; ver mi casilla de Gmail ser asaltada por mensajes de sus preciosos reviews, y más casi todos el mismo día de actualización, me alegró la semana completa. Espero que esa efervescencia siga y que haya más bonitos comentarios con esta actualización.

Mención honrosa a Nodoka-kun, quien comparte mi amor por la pareja, lee los borradores y me anima a seguir cuando dice que le gustan. Y quien, además, me ayudó mucho (cuando recién iba por el capítulo dos o tres) a orientarme con respecto a muchas cosas de Japón para planear este capítulo y los siguientes. ¡En serio, gracias desde el fondo de mi corazón! (L)

Un abrazo a todos.

Cam.

 

Pd: Prometo ponerme al día durante el fin de semana y responder todos los reviews; apenas tuve tiempo de acabar el capítulo, pero, por favor, sigan dejándolos; me hacen realmente feliz con ellos.

Kenma se apartó un poco de Kuroo, preocupado por la expresión casi vacía que tenía en el rostro. Unos segundos después los ojos de Kuroo se abrían considerablemente y sus mejillas comenzaron a tornarse cada vez más rojas.

—¿Kuro…? —preguntó, con tono suave.

Kuroo exhaló, se encorvó un poco y se cubrió el rostro con las manos. Kenma se preocupó más.

—¿Motivo? —devolvió Kuroo la pregunta.

Él frunció un poco el ceño.

—¿Qué? ¿Motivo de qué? —cuestionó.

—Del beso. Fue un golpe bajo —lo acusó Kuroo.

—¿Ah? ¿Tiene que haber un motivo? Sólo…parecía un momento adecuado para ello, según los mangas —se justificó Kenma.

Kuroo se quitó las manos de la cara y se incorporó correctamente, mirándole con el ceño fruncido.

—¿Qué mangas?

Fue turno de Kenma de desviar la mirada.

—Yo…investigué, en este tiempo. Y leí mangas para intentar entender un poco.

—¿De romance? ¿Shojo? —siguió preguntando Kuroo.

Dudó, pero no tenía nada de malo decírselo a Kuroo. Después de todo si decía gustar de él, de otro hombre, debía saber de esas cosas.

—No…BL —respondió.

Pudo ver de reojo la sorpresa en el rostro de Kuroo. También vio cómo su expresión comenzaba a parecer divertida.

—¿Leíste mangas gays? ¿Para qué?

—Ya te dije, para investigar. Para…saber cómo son las cosas —explicó.

—Bien…no me lo esperaba. Debiste haber tenido mucho valor para ir a comprarlos a una tienda —comentó Kuroo.

Kenma negó con la cabeza.

—Los compré por internet.

—Debí imaginarlo —Kuroo suspiró—. Pero nunca he leído uno yo…admito que me da curiosidad.

Fue el turno de Kenma de sorprenderse, y miró fijamente los ojos de Kuroo en busca de señales de mentira.

—¿Por qué no? Si te gustan los hombres…

—No me gustan los hombres, Kenma. Me gustas tú. Nunca he mirado a otros hombres como te miro a ti —le corrigió Kuroo con naturalidad.

—Bueno…pero si te gusto…¿no quisiste averiguar sobre este tipo de relaciones? —preguntó, confundido.

—Sí, y lo hice, aunque más por cultura general que porque tuviera esperanzas. Pero no con mangas ni ficción, sino con cosas médicas, testimonios verídicos, videos…—explicó, más divertido que antes.

Él se sintió molesto. Lo 2D le había parecido mucho más seguro, ni siquiera se había atrevido a buscar los videos que creía Kuroo debía haber visto.

—Cada uno investiga como le parezca —replicó.

—Sí, es cierto —concedió Kuroo, sonriendo—. Y la verdad es que me pone algo contento saber que te esforzaste averiguando cosas. Y que me hayas besado…supongo que se acabó el tiempo que pediste, ¿no?

Estaba avergonzado luego de escucharle, pero asintió con la cabeza.

—Los exámenes terminaron.

Kuroo guardó silencio un momento.

—Entonces, ¿puedo besarte también?

Kenma boqueó. Intentó pensar un poco antes de hablar, pero la respuesta seguía en la punta de su lengua y no permitía que hubiese otra.

—No.

—¿Ah? ¿Por qué no? —se quejó Kuroo—. Te gusto, ¿no?

Acabó encogiéndose de hombros esta vez. No había llegado a un consenso mental, pero si Kuroo cumplía todas las cosas que según internet tenía o te provocaba alguien que te gustaba…

—Supongo que sí —respondió Kenma.

—¿Supones?

—Bueno, no me ha gustado nadie más, no puedo estar seguro. Pero según los mangas y la teoría que averigüé…lo que siento por ti puede llegar a ser eso. O puede ya serlo —intentó explicarse.

Kuroo hizo otra pausa.

—Entonces, ¿qué problema hay en que te bese si me gustas y aparentemente yo a ti también? —preguntó nuevamente.

—…Ninguno, supongo —admitió en un susurro a la vez que desviaba la mirada.

—Bien, entonces vuelvo a preguntarte. Kenma, ¿puedo besarte también? —repitió Kuroo.

Dudó por simple inseguridad, pero acabó asintiendo con la cabeza.

—Sí.

—¿Puedo hacerlo ahora? —preguntó Kuroo una vez más.

Escuchó sus pasos. Kenma alzó la mirada, nervioso, y le observó acercarse. Apenas pudo responder al tenerle en frente, casi pegado a sí mismo.

—Sólo un poco. Y no aquí —murmuró—. Puede entrar alguien.

—Realmente no me importa…pero bien, entonces será acá.

Kuroo le tomó la mano. Él se sintió un poco más tranquilo por el calor que le transmitía y se dejó llevar al interior de uno de los cubículos, el más apartado de la puerta. Kenma tuvo un vago recuerdo de haber estado en uno similar, dos pisos más arriba, encerrado y llorando hacía más de una semana. Ahora iba a estar encerrado también, seguro, pero no llorando. Y tampoco solo.

Efectivamente Kuroo cerró la puerta con seguro en cuanto estuvieran dentro y se sentó sobre la tapa del retrete, con los brazos abiertos. Kenma, dudoso, se acercó algunos pasos y fue rápidamente atrapado en un abrazo algo apretado, pero agradable. No le incomodaba como antes y, aunque su corazón estaba considerablemente agitado, el abrazo le transmitía el mismo calor que cuando Kuroo tomaba su mano.

Al poco tiempo comenzó a dolerle la espalda; estaba acostumbrado a caminar encorvado, pero no a estarlo a ese extremo. Con cuidado se removió y terminó sentado en su regazo, frente a frente. Kuroo rió un poco y le abrazó mejor, hundiendo el rostro en su hombro. Kenma correspondió al abrazo con suavidad.

—Creí que ibas a besarme…—murmuró Kenma.

—¿Estás ansioso? —cuestionó Kuroo en voz baja, demasiado cerca de su oreja. Kenma se estremeció y Kuroo volvió a reír bajito—. Lo haré, pero…necesitaba abrazarte así primero. ¿Sigues pensando que es incómodo, que quieres que termine? ¿O estás dejando que te abrace sólo porque es lo que quiero? —murmuró.

Algo dentro de él se exprimió un poco. Recién en ese momento Kenma comprendió que había dañado a Kuroo en serio aquella vez. Había dicho muchas cosas que, meditándolo ahora, eran crueles. Que harían llorar a los personajes de los mangas que había leído. Apretó el abrazo y también hundió el rostro en su hombro, inspirando profundamente para calmarse no sólo con su calor, sino también con su aroma familiar.

—No —respondió también en un murmullo—, pienso que es agradable. Y si no te das cuenta, también te estoy abrazando, no eres el único que lo hace.

Kuroo soltó un resoplido de risa y él se sintió un poco mejor consigo mismo.

—Cierto…sigo sin creérmelo, pero es cierto.

Si le hubiesen dicho hace más de una semana que aquello pasaría, Kenma tampoco lo habría creído. Quizá no estaba enamorado, pero gracias a todo lo que había investigado ya estaba casi seguro de que le gustaba Kuroo. Le gustaba todo lo que hacía, cómo era, y también cómo era él mismo cuando lo tenía cerca. No sólo necesitaba esa comodidad y cuidados en su vida, esa calidez, sino que también los quería.

—¿Seguiremos poco a poco, verdad? —preguntó él.

Aunque fuera consciente de sus sentimientos, necesitaba ir a su ritmo. No quería volver a sentirse abrumado. Para su tranquilidad, Kuroo asintió.

—Sí. Me encantaría que pudiéramos comenzar con todo desde el inicio, pero…te dije una vez que quería que lo que sintieras por mí fuera real. Sigo pensándolo. Así que ahora tienes que ser bueno y dejarme enamorarte adecuadamente —indicó Kuroo, usando un tono algo autoritario.

—¿A qué te refieres con enamorarme? —cuestionó Kenma, dudando.

—Ya lo verás. Pero no te preocupes, también iré poco a poco con eso. Por ahora…haré lo que dije que haría —avisó.

Kuroo se apartó un poco y él hizo lo mismo. Kenma pudo ver su rostro, muy cerca y con una expresión de felicidad agradable. Le estaba gustando mucho ver a Kuroo feliz. Él se quedó quieto cuando el mayor se inclinó hacia al frente y recibió el beso sin hacer nada, al menos al inicio. Los labios de Kuroo se limitaron a presionar suavemente los suyos en breves intervalos de tiempo y Kenma acabó cerrando los ojos cuando la mirada del otro, tan cargada de sentimientos, le sobrepasó.

Permanecieron así unos minutos, en los que Kenma tímidamente comenzó a presionar los labios de Kuroo de vuelta también. Sentía las manos de Kuroo en su cadera y los dedos presionaban sus costados de un modo extraño cada vez que volvía a besarle, pero que a él le estaba agradando. Sin embargo, cuando una se deslizó hacia su espalda y siguió bajando Kenma abrió los ojos y se removió sobre su regazo, ligeramente incómodo.

—Kuro…—murmuró contra sus labios.

—¿Mh? —se limitó a responder Kuroo, sin dejar de besarle.

Kenma apartó sus bocas y resopló suavemente.

—Tu mano.

—Ah…

La expresión de Kuroo se convirtió en una mueca y volvió a rodear la cintura de Kenma con los brazos, casi estrujándole contra sí mientras ocultaba el rostro en su cuello.

—Lo siento…me cuesta contenerme; quiero besarte mucho más y tocarte por todas partes y es difícil resistir —explicó.

—No dejaría que hicieras esas cosas en un baño, menos en el del colegio —replicó suavemente Kenma.

Kuroo rió nasalmente contra su cuello y repentinamente besó parte de la piel expuesta. Kenma, avergonzado, pellizcó su nuca con los dedos.

—Ouch…lo sé, no aquí. Ya habrá mejores lugares. Además tienes que volver a clase y yo tengo que volver con Kai y Yaku.

—Cierto…¿por qué están ellos aquí? —preguntó Kenma, curioso.

—No nos dejaron salir aunque no estuviera el profesor, por eso. Y cuando les dije de tu examen decidieron acompañarme. Era eso o aburrirse en el salón —explicó Kuroo.

—Entiendo. Y, Kuro, si no me sueltas no puedo apartarme —le recordó, ligeramente exasperado.

Kuroo le estrujó un poco más antes de soltarle lentamente. Kenma se levantó con cuidado y con las manos se acomodó la camiseta. Cuando él estuvo listo Kuroo también se puso de pie, pero antes de que Kenma pudiera quitar el seguro de la puerta sintió unas manos sujetarle las mejillas al mismo tiempo que Kuroo le robaba un beso. Él le golpeó suavemente el pecho con el puño, pero no se apartó. Kuroo le lamió los labios antes de apartarse y Kenma, avergonzado y fingiendo exasperación, se limpió con el dorso de la mano.

—Ahora sí, nos vamos —dijo Kuroo, con tono contento y expresión traviesa.

Kenma esperó a que abriera la puerta y ambos salieron del cubículo. Para su suerte no había nadie ahí y también salieron del baño, caminando muy juntos hacia el exterior del edificio.

Cuando llegaron a la pista, donde aún corrían algunos de sus compañeros, Kuroo le dijo que le esperaría cerca de la salida. Kenma se quedó con el resto de sus compañeros, aunque algo apartado como siempre. Se pasó el poco tiempo que faltaba para el final de la clase pensando en lo ocurrido; había besado a Kuroo, había sido besado por Kuroo, había aceptado la inminente posibilidad de tener sentimientos románticos por Kuroo.

Lo malo es que ya no sabía bien qué se suponía que tenía que hacer ahora. En los mangas los tipos se besaban, se declaraban, comenzaban a salir y tenían sexo. O a veces invertían los últimos dos puntos. Él no se creía capaz de llegar al sexo, o no aún, y Kuroo no había dicho nada sobre salir. De hecho, la declaración, debido a sus propias dudas, sólo había resultado a medias.

Definitivamente necesitaba leer más mangas para orientarse y esta vez debían tener una extensión mayor, porque dudaba que los de un capítulo tuvieran una línea argumental que variara de los cuatro puntos comunes. Le iba a tocar buscar nuevamente en internet.

Los últimos dos equipos terminaron de correr y el profesor los mandó a los vestidores. Él se aseó un poco y se cambió la ropa de deporte por el uniforme con rapidez, consciente de que Kuroo le esperaba, y en menos de quince minutos ya estaba llegando a la salida del terreno de la escuela.

Para sorpresa de Kenma, Kuroo no estaba solo. Yaku y Kai seguían con él, pero también se les habían unido el resto del equipo y formaban un grupo algo ruidoso y animado. Apenas llegó lo suficientemente cerca el grito de Tora le sobresaltó.

—¡Kenma! ¡¿Por qué no nos habías dicho que era tu cumpleaños?! —recriminó, aparentemente molesto.

Kenma miró a Kuroo de reojo, dejándole claro que lo consideraba culpable por haber hecho público aquello, y antes de responder se encogió de hombros.

—No me preguntaron.

—¿Es el cumpleaños de Kenma-san? ¡No tengo ningún regalo! —se lamentó Lev, siendo igual de exagerado que Tora.

—No tienes por qué darme nada —replicó él, poniendo una ligera mueca.

Yaku le dio unas palmaditas en la espalda.

—Sabes que no está bien, Kenma. Para mi cumpleaños fuimos a comer carne y últimamente habíamos estado hablando sobre qué hacer para celebrar los cumpleaños de Lev, Inuoka y Kuroo, que serán pronto. Tenemos que hacer algo por el tuyo también.

—No es necesario…—insistió.

—Oh, vamos, Kenma. Será divertido. Anda, puedes escoger un lugar e iríamos todos, no sé…¿mañana después de la práctica? Seguro que el entrenador nos deja ir un poco antes —le animó Kuroo.

Estaba disfrutando con eso. Él le volvió a dedicar una mirada fea que sólo hizo que el otro sonriera más.

—Sí, y tenemos que darle regalos, porque yo también quiero que me los den a fin de mes —dijo Lev, animado.

—¿Quién dijo que te regalaríamos algo? Y en todo caso, mi regalo sería más tiempo practicando recepciones —le molestó Yaku, sonriendo con malicia.

Kenma vio el momento exacto en que el rostro de Lev se contraía en una mueca de desagrado.

—Uh, mejor no, no quiero ese regalo —señaló Lev.

Algunos rieron y molestaron a Lev mientras comenzaban a caminar. Kenma les siguió, algo desanimado por toda la situación. Sacó su celular para navegar en internet mientras los demás proponían lugares a los que ir, desde un restaurante familiar o un karaoke. Él estaba seguro de que, con lo ruidosos que eran todos, acabarían echándolos de cualquier parte.

Una noticia llamó su atención y él se acercó a Lev, halándole apenas un poco la manga de la camisa. No le importó que todos se dieran cuenta y que estuvieran pendientes de lo que diría.

—Si aún quieres regalarme algo, que sea esto —dijo Kenma, enseñándole la pantalla del celular.

Lev se inclinó para mirar mejor la pantalla y sus cejas se arquearon casi en seguida.

—¿Una cajita feliz de McDonald's? ¿A Kenma-san le gustan esas cosas? —cuestionó Lev, extrañado.

—¿No es mejor comprar un combo con hamburguesa aparte? Las que traen esas cosas son diminutas —comentó Tora, mirando también la pantalla de su celular.

—No es por la comida —corrigió él—, es por la figura que trae. Y más importante, el código que viene con la figura.

Ellos parecían seguir sin entender, pero entonces Yaku soltó un ruidito que significaba que había captado lo que quería decir.

—Ya veo. Es el aniversario de Pokémon, ¿no? Unos compañeros comentaban en la mañana que durante un mes o algo así estarían dando figuras de las criaturas esas y códigos para los videojuegos en los McDonald's —explicó Yaku.

—Sí —afirmó él.

—Bueno…no es costoso —comentó Lev—. Puedo comprarle una, pero no hay McDonald's acá cerca.

—Mañana comienza y sólo en una sucursal, por ser el primer día. ¿Podemos ir? —preguntó, mirando a Kuroo.

Él hizo una ligera mueca de resignación.

—Akihabara, ¿eh? Igual que hace unos años…—murmuró Kuroo, suspirando después—. Dije que podías elegir, así que supongo que está bien.

Los demás tampoco habían parecido demasiado animados al escuchar el nombre del lugar, pero él, por primera vez, quiso insistir en algo frente a ellos.

—Podemos ir a una tienda de deportes bastante grande que hay cerca, y a la Taito Station. Les puedo mostrar cómo ganar bastantes premios en una de las máquinas —ofreció.

No supo si los juegos habían servido, pero la tienda de deportes sí les había animado más.

—Bueno, es el cumpleaños de Kenma —apoyó Kai, con su expresión apacible de siempre—, es justo que él escoja. Yo estoy de acuerdo.

Los demás, finalmente, también lo estuvieron. Kenma sonrió por segunda vez en el día. No era tan malo estar de cumpleaños, después de todo.


Durante el trayecto a casa Kuroo no hizo nada extraño y Kenma se sintió aliviado. Podía haberle besado por iniciativa propia y también podía haber más o menos asumido que sentía algo por él, pero su modo de pensar sobre demostraciones de afecto en lugares públicos no había cambiado. La única cercanía había sido caminar muy juntos desde la estación hacia sus casas, pero sobre todo lo habían hecho a causa del frío y el viento.

Cuando se despidieron fuera de la casa de Kuroo él se sintió un poco extraño al darse cuenta de que su amigo no le había saludado directamente por su cumpleaños, pero lo dejó correr y siguió caminando para entrar a su casa. Sus padres no estaban y él aún no tenía hambre. Se sentía sucio, así que subió a su habitación para dejar sus cosas y buscar ropa de pijama y una toalla antes de entrar al baño.

Ducharse le ayudó a quitarse la sensación de suciedad y también ayudó a que los músculos de sus piernas, que habían estado algo tensos, se relajaran. En cuanto el ofuro estuvo listo Kenma se zambulló completamente y se quedó al menos veinte minutos ahí, remojándose en el agua cálida que le recordaba a la calidez de las manos y los abrazos de Kuroo.

Cuando las yemas de los dedos se le arrugaron completamente él decidió salir y se secó bien el cuerpo antes de ponerse los bóxers y pantalones negros y la sudadera roja. Salió del baño aún con la toalla en la cabeza, frotándose el cabello de modo despreocupado, pero cuando entró a su habitación casi le dio un paro cardiaco.

Kuroo estaba cómodamente recostado de costado sobre su cama, con ropa de andar por casa y uno de sus mangas BL entre las manos, hojeándolo con interés. Las mejillas de Kenma ardían cuando se acercó a quitarle el manga con un poco de brusquedad y una expresión exasperada en el rostro.

—Hey, yo estaba leyendo eso —se quejó Kuroo.

—¿Por qué estás aquí? —cuestionó él, dejando que un poco de la exasperación se filtrara en su voz.

Tras la espalda de Kuroo, sobre la cama, estaban los otros cuatro tomos BL con portadas protectoras cambiadas. Kenma se inclinó sobre él para poder tomarlos, pero Kuroo alzó los brazos y le atrapó por la cintura, haciéndole soltar el manga y caer sobre él en la cama. Ahogó apenas una exclamación e intentó incorporarse, pero sólo consiguió quedar medio recostado sobre el cuerpo del mayor por culpa de los brazos que se aferraban a su cintura.

—Te atrapé —murmuró Kuroo, sonriendo ampliamente.

Tenía esa sonrisa similar al gato de Cheshire que a él le ponía nervioso, pero Kenma se esforzó en seguir pareciendo exasperado.

—Suéltame. Y no respondiste a mi pregunta —recalcó, intentando levantarse una vez más.

Fue inútil; los brazos alrededor de su cintura no se soltaron ni un poco.

—Lo haré si me dejas besarte —intentó negociar Kuroo, sin dejar de sonreír.

—No —respondió Kenma en seguida.

—¿Por qué no?

—Porque no aceptaré tu chantaje —acabó quejándose, frunciendo los labios a juego con su entrecejo.

—No es un chantaje…lo sería si te dijera que, si no me dejas, no te daré tu regalo —replicó Kuroo.

Él frunció incluso más el ceño.

—Lo más probable es que lo del regalo sea una mentira —aseguró Kenma.

—Me ofendes —se quejó Kuroo, pero su sonrisa se mantuvo—. No es una mentira, existe, y ahora mismo está en tu armario, donde antes tenías los mangas. Hagamos un trato —ofreció.

Kenma dudó, pero tampoco parecía que Kuroo fuera a soltarlo por las buenas y sentir su calor y respiración tan cerca comenzaba a alterarle demasiado el pulso.

—¿Qué trato?

—Yo te soltaré y tú irás a buscar tu regalo. Si no te gusta, no pasará nada —explicó, y aunque a Kenma no le parecía posible, la sonrisa de Kuroo se expandió aún más—. Pero, si te gusta, tendrás que volver a aquí, igual que como estamos ahora, y me dejarás besarte.

—Eso es injusto —Kenma resopló, frustrado—. Me conoces hace demasiados años como para regalarme algo que no me guste.

—Entonces, sólo si realmente te gusta —se corrigió Kuroo.

Parecía seguro. Muy seguro. Kenma sabía que si aceptaba aquello era muy probable que perdiera, pero no había otra opción y de todos modos él podía fingir que no le gustaba. O al menos no tanto.

—Está bien —aceptó finalmente.

Kuroo, como había dicho, le soltó. Él se apresuró a ponerse de pie y luego de respirar, un poco más tranquilo, caminó hasta su armario. Dudó un segundo sobre si abrir o no las puertas, pero de todos modos acabó haciéndolo.

Adentro, en el lugar que antes habían ocupado los mangas, había una caja rectangular grande y un sobre de papel de regalo. La caja no estaba envuelta y pudo ver perfectamente la cubierta con la imagen de un teclado inalámbrico para computadora con teclas iluminadas y distintos colores de luz para escoger. No podía decir que no le gustaba cuando llevaba un tiempo queriendo cambiar el suyo y este era muchísimo mejor.

Volteó la cabeza e intentó contener la expresión ligeramente contenta de su rostro.

—Gracias, en serio, pero…tampoco es para tanto —medio mintió en tono monótono.

—Bah, ¿el teclado? Eso es más una disculpa, porque nunca fuimos a comprarlo por culpa de lo que ocurrió —comentó Kuroo y él se sintió extrañado de que siguiera tan sonriente—. Lo importante es el sobre. Vamos, ábrelo.

Kenma volvió a dudar, pero sacó el teclado y el sobre del armario para dejar la caja en su escritorio e ir a sentarse en el borde de la cama junto a Kuroo, mirando el papel de un color rojo metálico y brillante con diseño de huellitas en negro.

Acabó resignándose ante la mirada insistente de Kuroo y abrió el extremo del sobre intentando no romperlo demasiado. Lo que había dentro era una hoja de papel doblado en tres y él la sacó. Mientras la desdoblaba sus ojos se fueron directamente al logo y después pasó la mirada por las letras importantes.

Estaba perdido. No podía ocultar aquello. Tuvo que voltear la cabeza y apretar los labios para contener el ruidito contento que luchaba por escaparse de sus labios.

—No es justo…—replicó finalmente, en un hilo de voz.

Una de las manos de Kuroo le quitó la toalla de la cabeza, se paseó sobre su cabello húmedo en una pequeña caricia y luego descendió hasta su cuello, haciéndole estremecer.

—¿Cuándo he sido justo? —le devolvió Kuroo. Kenma recordó haber dicho lo mismo en el café—. Al menos, cuando se trata de ti. Quiero acapararte. Y…supongo que me gané el derecho a besarte.

Kenma no pudo hacer más que exhalar. Después de unos segundos de resignación acabó devolviendo la preorden del Pokémon Sun al sobre y lo dejó en su mesita de noche. Al final, con una expresión seguramente bastante enfurruñada, volvió a mirar a Kuroo y poco a poco terminó subiéndose sobre su cuerpo. Los brazos le envolvieron en seguida, casi como si fuera una costumbre, y Kuroo giró para hacer que ambos quedaran de costado, frente a frente, y él siento arrinconado contra la pared. Su pulso no podía estar más por las nubes.

—Feliz cumpleaños, Kenma —susurró Kuroo casi contra sus labios.

Él dejó escapar un ruidito, pero en cuanto sintió el beso cerró los ojos y su ceño dejó de estar fruncido. Era un beso agradable, simple, como el que se habían dado más temprano. Kenma no sabía de besos, no por experiencia, pero había visto en los dibujos de los mangas que siempre alguno de los personajes acababa abriendo la boca o, incluso, obligando a que el otro lo hiciera.

Kuroo no lo hizo, se limitó a presionar sus labios y a deslizarlos sobre los propios en largos intervalos con pequeñas pausas. Finalmente fue él, guiado por la curiosidad, quien separó los labios.

Un sonido extraño vibró en la garganta de Kuroo y él tuvo que suspirar cuando algo cálido y húmedo rozó sus labios antes de abrirse paso entre ellos, entrando en su boca. Era la lengua de Kuroo. Y se movía de un modo que a él realmente no le estaba desagradando, al contrario. Y su pulso…ya le costaba no escuchar algo que no fuera el palpitar de su propio corazón contra los tímpanos. Quizá le estaba subiendo la presión.

Aun así, no se detuvo. Dejó que Kuroo hiciera aquello en su boca y salió a su encuentro un par de veces con su propia lengua. La sensación era extraña; húmeda, cálida, y le hacía cosquillas cuando tocaba su paladar. Eso tampoco hizo que Kenma se detuviera, no cuando los brazos a su alrededor le estrechaban con mayor fuerza y cuando sus propias manos comenzaban a aferrarse a la parte trasera de la camiseta de Kuroo con dedos tembloroso. No cuando un hormigueo comenzaba a recorrer completamente su cuerpo, provocándole pequeños estremecimientos.

Quien se separó primero fue Kuroo y sólo en ese momento Kenma se dio cuenta de lo agitada que tenía la respiración. Abrió un poco los ojos para intentar cruzar sus miradas y el ver la expresión sonriente y los ojos entrecerrados de Kuroo hizo que él se estremeciera una vez más. También sentía la respiración de Kuroo, algo más pausada, hacerle cosquillas en su propia nariz.

—Tengo que enseñarte a respirar bien…—murmuró Kuroo.

Y volvió a besarle. Kenma se limitó a pellizcarle apenas un poco la espalda como respuesta a aquel comentario, cerró los ojos y se dejó besar con la boca abierta, buscando satisfacer la creciente curiosidad que comenzaba a despertar más y más en su interior. Alguna vez había pensado que besar sería asqueroso, o que no tendría gracia; ahora sabía que no era así. Aunque lo húmedo no fuera tan agradable y aunque a él regularmente no le gustara un calor tan extremo como el que había ahora dentro de su boca, en ese momento no quería dejarlo. Era reconfortante, incluso más que tomar la mano de Kuroo o que ser abrazado por él. Y provocaba también otras sensaciones interesantes en su cuerpo.

Kenma perdió la noción del tiempo. No soltó a Kuroo y él tampoco fue soltado. Sus labios comenzaron a arder y luego se adormecieron; su lengua se cansó y los besos se volvieron lentos, suaves. Sintió el sopor inundarle y, aunque lo intentó, no pudo abrir los ojos. No volvió a intentarlo.


Tampoco pudo saber el momento exacto en que el sopor le venció. Kenma simplemente se acomodó ahí, entre los brazos de Kuroo, con sus labios aún unidos y esa calidez relajante que provenía del contacto esparciéndose hasta los dedos de sus pies.

Fue el sonido ininterrumpido de un golpeteo el que le llevó de vuelta a la consciencia. Cuando logró abrir los ojos Kenma vio que tenía el rostro pegado a una tela y se apartó sólo un poco porque algo le impedía hacerlo más.

Kuroo tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta, dejando escapar suaves ronquidos que para Kenma parecieron un Déjà vu. Ya había despertado así una vez, pero ahora no era lo mismo. No cuando él también abrazaba a Kuroo y por fuera se sentía resentido debido a la posición, pero por dentro algo cálido se removía en su estómago.

Aún seguía adormilado, pero los segundos pasaron y él comenzó a ser consciente de lo que había ocurrido. No era la primera vez que dormían juntos, pero sí la primera en muchos años. Y nunca lo habían hecho así, ni él había despertado con los labios algo resecos e irritados. Sólo entonces Kenma pensó en sus padres y en qué hora sería. Su celular estaba en la mesita de noche y cuando logró alcanzarlo y desbloquear la pantalla, no sin cierta dificultad, comprobó que era hora de que se levantaran.

—Kuro…—murmuró Kenma, aunque lo suficientemente fuerte para ser escuchado.

Eso creyó. Kuroo no se movió y él acabó removiéndose entre el abrazo hasta que consiguió soltarse para incorporarse y quedar sentado. Dejó escapar un largo bostezo y extendió los brazos, buscando que sus hombros y espalda se reacomodaran. Se sintió satisfecho al escuchar un pequeño crujido y permaneció ahí, con la mente en la nada y los ojos apenas un poco abiertos.

Un peso en su regazo volvió a centrarle y él llevó una mano ahí, topándose con el cabello de Kuroo. Fingía dormir y Kenma le haló algunos mechones con poca fuerza.

—No seas agresivo desde temprano…—se quejó Kuroo, bostezando.

—Te quedaste toda la noche —replicó él.

—Sí. Te dormiste y estaba cómodo…ah, tus padres llegaron, pero me levanté a hablar con ellos antes de que entraran así que no te preocupes —aclaró Kuroo, con voz perezosa.

Él se había comenzado a preocupar en cuando escuchó la mención de sus padres; si ellos les vieran, ¿qué pensarían? Más si les veían tan abrazados. Kenma decidió que debían tener más cuidado si algo así volvía a ocurrir.

—Gracias. Pero tenemos que levantarnos —le recordó.

Kuroo se acurrucó más contra su regazo, abrazándole un poco las piernas incluso. Kenma se sintió avergonzado porque Kuroo estaba demasiado cerca de una zona íntima.

—Unos minutos más…—pidió Kuroo.

—Tenemos práctica —insistió Kenma—, si llegamos tarde dudo que el entrenador nos deje salir temprano para ir a Akihabara

Eso sirvió un poco más. Kuroo ahogó un ruidito y luego de unos segundos comenzó a incorporarse con lentitud hasta poder encararle. Él miró un momento sus ojos y su rostro con aquella expresión dormilona que casi nunca había visto, y se sorprendió cuando Kuroo le sujetó por la nuca con una mano para besarle. Kenma frunció levemente el ceño y aunque presionó un poco sus labios contra los de Kuroo, también alzó una mano para pellizcarle el brazo y hacer que se separara de él.

—Ouch…está bien, ya me iba a levantar. Sólo quería un beso de buenos días…el primer beso de buenos días, de muchos —murmuró Kuroo, sonriente.

—Ya lo obtuviste. Y debes ir a tu casa a cambiarte todavía —le recordó Kenma, pasando por sobre Kuroo para levantarse e ir al armario.

No quería mirarle, no cuando sentía sus mejillas arder. Darle la espalda era mucho más fácil que enfrentar aquellas cosas nuevas. Después de todo, ellos realmente se habían besado la noche anterior, y no besos normales. Aún podía sentir el fantasma de los labios de Kuroo presionados sobre los suyos, y era agradable. Tanto que le asustaba.

Unos brazos le rodearon desde atrás en un abrazo apretado. Él no se apartó, curioso al experimentar la sensación cálida del torso de Kuroo contra su espalda, pero sí se encogió un poco cuando los labios y respiración del mayor rozaron su nuca.

—Te veo afuera en diez minutos, ¿sí? Recuerda decirle a tus padres que llegaremos unas horas antes de la cena de hoy —murmuró Kuroo, demasiado cerca de su oreja.

Kenma asintió intentando aparentar normalidad, pero sentía perfectamente todos los vellos de su cuerpo erizados. Kuroo le besó el costado del cuello antes de soltarle y él no se movió hasta que escuchó la puerta de su habitación cerrarse. Cuando escuchó las voces de sus padres y de Kuroo abajo al fin se permitió suspirar temblorosamente.

¿Aquello era ir poco a poco? A él le parecía que estaban dando zancadas. Pero, para su desgracia, realmente no le molestaba lo suficiente como para replicar. No cuando los pequeños contactos lograban hacer que se estremeciera de ese modo.


Había faltado poco para que llegaran con retraso, pero lograron estar listos en la cancha, con la ropa de deportes incluida, dos minutos antes de la hora. Para Kenma fue un poco extraño, ya que llevaba dos semanas sin jugar y por comentarios escuchados aquí y allá sabía que los demás sí habían jugado clandestinamente incluso con los exámenes.

A pesar de la falta de costumbre, sus colocaciones fueron buenas. Fueron incluso mejores que las del último entrenamiento, donde había estado demasiado distraído pensando en la reciente confesión y en Kuroo. Ahora seguía pensando en él, pero estaba mucho más tranquilo y relajado. Había sentido la mirada de Kuroo clavada en su espalda un par de veces, pero esta vez no se había sentido amenazado. O al menos no del mismo modo, porque sí se había cohibido viendo de reojo las sonrisas que Kuroo le dedicaba entre rondas de remates.

Un poco después del mediodía todos los miembros del equipo, excepto Kenma, habían acabado haciendo piña alrededor del entrenador, atacándole con argumentos sólidos, y para él algo estúpidos, sobre la importancia de celebrarle un correcto cumpleaños y la necesidad de salir más temprano de la práctica. No se habían emocionado demasiado cuando el entrenador accedió con la condición de recuperar el tiempo en la semana, pero de todos modos acabaron yendo a cambiarse rápidamente la ropa de práctica por el uniforme de deportes.

Pero en ese momento, siendo un animado y ruidoso grupo de nueve personas que bajaban del tren en la estación de Akihabara, Kenma no se sintió tan seguro de aquello. Los demás se sorprendían con todo a medida que iban caminando por las calles cercanas a la estación, sobre todo con los escaparates y las chicas de los anuncios, pancartas o las que hacían cosplay y repartían flayers de cafés. Y ellos también destacaban, con varios miembros altos y todos uniformados con ropa de un club deportivo en un lugar que poca relación tenía con los deportes.

—Hey, ¿qué haremos primero? ¿Jugar, comer? —preguntó Yaku, mirando alrededor de reojo mientras avanzaban.

—¡Comer! —exclamó Lev.

—No te preguntaba a ti, sino a Kenma —replicó Yaku, frunciendo un poco el ceño.

—Ah, pero ya es hora de almuerzo. Seguro Kenma-san también quiere ir a comer —se justificó Lev.

Kenma pensó un momento y acabó asintiendo.

—La verdad es que todos deben tener hambre…y es mejor ir pronto o hasta se pueden acabar los códigos —admitió.

—¿Ven? ¡Vamos a comer! —volvió a exclamar Lev al mismo tiempo que salía corriendo.

—Oi, gigante idiota, ¡no corras! —gritó Lev, molesto.

Kuroo, a su lado, se rió entre dientes y Tora lo hizo con mayor libertad. Luego de que Yaku atrapara a Lev, y lo regañara, Kenma revisó en su celular para refrescarse la memoria y los llevó hacia el local de McDonald's, que estaba lleno de propaganda hacia la franquicia de Nintendo.

Había varias personas y ellos tuvieron que hacer una fila más o menos larga en la que Shibayama trataba de calmar a Lev para evitarse los regaños de Yaku, aunque sin mucho éxito. La mayoría de los clientes eran hombres de variada edad y con aura introvertida que los miraban casi con miedo u hostilidad. Kenma se percató de ello y los compadeció un momento, entendiendo cómo se sentían ya que él lo vivía casi a diario.

Cuando les tocó el turno de pedir él en seguida pidió la cajita feliz, pero los demás se lo pensaron un poco más. Finalmente fue Kuroo quien decidió por todos y pidió un total de nueve cajitas felices, aunque agrandando las hamburguesas por las réplicas de Tora y Lev, pero Kenma no les prestó atención. Miró insistentemente a la chica que atendía, quien hasta pareció un poco incómoda.

—Por favor…¿puedes intentar que las figuras no se repitan? Y que todos los códigos sean dobles, con un Volcanion y Magearna—murmuró, sin dejar de escrutarla con la mirada.

Ella miró a su alrededor con algo de duda, pero Kenma se dio cuenta de que no era el único mirándola fijamente; los demás hacían lo mismo, aparentemente pendientes de la respuesta. La chica debió sentirse mucho más incómoda, incluso intimidada, y acabó asintiendo. Kenma se permitió sonreír un poco.

Él ni siquiera pagó, ya que Lev había prometido hacerlo por él, y cuando estuvieron todos con sus bandejas ocupando dos mesas grandes y juntas, los demás entendieron en seguida su mirada insistente. Kenma sonrió un poco más cuando en su bandeja tuvo las nueve figuritas de Pokémon en sus bolsas plásticas selladas y también las nueve tarjetas dobles con códigos.

—¿Qué harás con tantos iguales, Kenma? Tendrás nueve de cada código, ¿no? —preguntó Kai.

—No los quiero todos para mí —explicó él—. Tendré dos de cada uno, para tener uno en reserva como respaldo, y los demás los venderé.

—¿Venderlos? ¿Quién los compraría? —cuestionó Tora, incrédulo.

—Créeme, Kenma encontrará a alguien que lo haga —murmuró Kuroo, divertido.

—De hecho, ya tengo a algunos interesados —confirmó antes de beber un poco de su Coca-Cola—. Personas con las que he intercambiado, que juegan competitivo y que no se pueden permitir que le cuelen algún Pokémon falso o clonado.

—¿Se pueden clonar? —preguntó Shibayama a Kai en un murmullo.

—¿Y no les conviene mejor a ellos venir aquí o esperar a que la promoción se propague por el país? —dijo Inuoka, confundido.

—No son del país —se limitó a responder él.

—Kenma juega con algunos tipos de Estados Unidos o de otros lugares, a donde muchas de las promociones no llegan, o lo hacen de modos menos accesibles —explicó Kuroo, complementándole para que pudieran entender—. Y si tienen sus consolas japonesas o configuradas como si lo fueran, pueden usar esos códigos. La vez pasada consiguió bastante dinero también vendiendo los de otro evento. ¿Cuánto fue la última vez? ¿Como quince mil yenes?

Los demás parecieron sorprendidos y le miraron. Kenma se encogió de hombros y le dio una mordida a la hamburguesa, esperando a tragar para responder.

—Ciento ochenta dólares, casi veinte mil yenes, por nueve códigos —aclaró Kenma.

Lev estuvo a punto de escupir el nugget de pollo que acababa de meterse a la boca. Yaku silbó apreciativamente.

—Casi me dan ganas de pedirte mis códigos de vuelta —medio bromeó Yaku, aunque Tora y Lev parecían estar pensándoselo más en serio—. Espero que al menos nos invites unos bollos de carne cuando logres venderlos, que ahora tendrás catorce…¿como treinta mil yenes?

—Seguramente más —murmuró él—. Magearna es primera vez que sale, puedo obtener casi el doble por esos.

—Quiero la tarjeta de vuelta —gimoteó lastimosamente Lev.

Kuroo rió, seguramente porque lo estaba viendo guardarse los juguetes y tarjetas en la mochila.

—No sabrías a quién vendérselos, mejor deja que Kenma sea el intermediario y que nos invite a algo luego —replicó Kuroo, sonriente.

Kenma se sobresaltó. Él y Kuroo estaban sentados juntos y en ese momento una de las manos del mayor se estaba deslizando por su muslo, causándole escalofríos. Frunció un poco el ceño y miró a Kuroo de reojo mientras le pellizcaba la mano, pero la expresión de su rostro ni se inmutó, sólo se limitó a ahora atrapar la mano con la que Kenma le había pellizcado.

Su corazón se aceleró debido al miedo a ser descubiertos, pero no soltó la mano de Kuroo y deslizó mejor los dedos entre los contrarios, entrelazándolos. Con ello Kuroo sí sonrió más y Kenma, mientras escuchaba a los demás planeando cómo disponer de su futuro dinero, sintió algo extraño mezclarse con el miedo.

Algo que hacía al miedo disminuir y que al mismo tiempo no sólo aceleraba su corazón, sino que también le daba seguridad.


Después de comer y de que, sin su consentimiento, los demás decidieran que él tendría que invitarlos a comer okonomiyaki con las ganancias de sus transacciones, Kenma se sintió mucho más cómodo en la Taito Station, rodeado de máquinas de videojuegos y cosas más familiares.

Al resto le había gustado ese destino y habían acabado haciendo competencias en diversas máquinas, como en la de bailar pisando flechas donde Lev demostró una vez más la nula coordinación de sus largas extremidades, o en la de disparar a zombies, donde Kenma le había ganado a todos fácilmente. También jugaron en las máquinas para sacar peluches y ahí fue Tora quien les sorprendió con sus trucos para lograr sacar algo casi todas las veces, y entre él, el mismo Kenma y Yaku, que también había demostrado ser bastante bueno, consiguieron un considerable botín de pequeños peluches con temática de gatos como para que cada uno tuviera el suyo. Era algo tonto y que muchos pensarían era para chicas, pero ninguno replicó y el mismo Kenma estaba satisfecho con su peluche blanco con manchas marrones y amarillas colgando de la mochila.

Después de varias horas jugando todos fueron a la tienda de deportes y Kenma aguardó pacientemente jugando en su celular mientras miraban revistas, accesorios, zapatillas y Kuroo y Yaku discutían eternamente sobre cuál tipo de balón de vóleibol era mejor. A mitad de ello le llegó un mensaje al celular, de Shōyō, y él lo abrió en seguida.

¿¡Por qué no me dijiste que sería tu cumpleaños, Kenma?! ¡Lev me dijo que hoy saldrían todos a celebrarlo! Ahhh, realmente lo siento. ¡El mío es el veintiuno de Junio, no lo olvides! Yo recordaré el tuyo y el próximo año debemos saludarnos correctamente. Y, aunque sea tarde, ¡Feliz cumpleaños!

Kenma sonrió un poco al terminar de leer aquello. Respondió con una pequeña disculpa, afirmando que su fecha de cumpleaños era el dieciséis de Octubre y se mostró de acuerdo en los saludos para el año siguiente. Después de ello, publicó un anuncio en el foro donde participaba a veces sobre la venta de los códigos que tenía. Había esperado que ciertas personas contestaran y cuando lo hicieron ofreciendo montos más altos de lo que había esperado recibir, se limitó a sonreír un poco más.

Estar de cumpleaños realmente resultaba provechoso a veces.


Notas finales:

ACLARACIÓN:

*Las fechas y promociones que utilicé son completamente inventadas, lo único real es la fecha de salida de los juegos y que estos existen y se pueden preordenar. La consola también es real, y la ubicación de los lugares cercanos a la estación de Akihabara. Los precios de venta fueron en base a referencias. Desconozco cómo será distribuido el Pokémon Magearna ya que apenas se reveló al público hace poco, así que inventé el método también.


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