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¿Se puede aprender a querer? por Neil

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Notas del capitulo:

Aquí el segundo capítulo, ya con la extensión promedio que tendrán todos. Espero que les guste y si es así, agradecería un Review; me hacen muy feliz.

Definitivamente, Kenma había tenido prácticas mejores.

Se sentía demasiado nervioso, incluso tenso, y se sobresaltaba con sólo escuchar la voz de Kuroo, más si pronunciaba su nombre. Aquello había ocurrido en varias ocasiones esa tarde, acompañado de regaños. A pesar de ello, él estaba completamente seguro de que toda la culpa la tenía Kuroo y estaba más que frustrado viéndole aparentemente tan tranquilo.

Cuando su última colocación fue fallida y Lev no logró rematar, una voz en su cabeza gruñó el nombre de su amigo y él lo exteriorizó con una mueca mientras escuchaba los lamentos del mitad ruso.

—¡Lo siento, Kenma-san! Creo que calculé mal la fuerza del salto —se disculpó Lev.

Ambos se acercaron hacia los demás miembros en un costado del gimnasio y Kenma bebió agua de la botella que había dejado a medias en un descanso anterior antes de negar con la cabeza. Se sentía cansado, y no sólo físicamente.

—No tienes que disculparte, esta vez fue mi culpa. El balón iba demasiado alto —corrigió con voz monótona.

Lev le miró raro un momento mientras él escuchaba las indicaciones del entrenador. Había notado esa mirada en Yaku también durante gran parte de la práctica de esa tarde.

—Kenma-san, hoy está un poco extraño. ¿No se siente bien? —preguntó Lev en un susurro, inclinándose un poco hacia él para hacerse escuchar.

Él iba a responder que no le pasaba nada, pero un escalofrío recorrió su espalda y tuvo que mirar alrededor, alerta. En el extremo contrario del semi círculo que habían formado los miembros, Kuroo estaba mirándoles con una expresión de seriedad mal disimulada. Él se apresuró a negar con la cabeza y miró a Lev de reojo.

—No es nada, sólo dormí poco anoche —mintió, intentando recuperarse de la sensación extraña que le había dejado el escalofrío.

—No es bueno que se quede jugando videojuegos hasta tan tarde cuando al otro día hay clases y práctica.

El regaño le tomó desprevenido y apenas contuvo una mueca. Acabó encogiéndose de hombros, fingiendo la despreocupación de siempre, y volvió su atención al entrenador. O lo intentó, porque los ojos se le movían solos hacia Kuroo cada tantos segundos. Al menos él había dejado de mirarles.

Luego de unos minutos Kuroo tomó la palabra, comentándoles algunas cosas sobre la práctica tanto a todos como a algunos individualmente. Sabía que ese día le tocaría a él un regaño y no tardó en llegar.

—Lev, no has mejorado demasiado con las recepciones, así que mañana quitarás tiempo a los remates y practicarás con Yaku; no pienso dejar a alguien que apesta tanto recibiendo sea titular —le advirtió. Lev se quejó en voz alta pero Kuroo ya no le prestaba atención; Kenma sintió su mirada afilada sobre sí mismo y acabó desviando el rostro—. Y tú, Kenma, hoy no estuviste demasiado fino con las colocaciones. Espero que mañana te esfuerces más.

Él sólo asintió y siguió mirando los cordones de sus zapatillas. Tuvo que morderse un poco la lengua para no replicarle y echarle en cara que toda la culpa de su desconcentración la tenía él, pero Kuroo siguió hablando a otros y luego dio por finalizada la práctica.

Kenma ayudó un poco a ordenar, pero no tenía ánimo para ello, menos cuando su cabeza estaba en otras cosas. Kuroo no había hecho nada diferente a lo normal. No le había hablado diferente durante la práctica, ni le había tratado de un modo especial. ¿No se suponía que uno actuaba diferente con la persona que le gustaba? Aunque claro, seguramente él no le gustaba a Kuroo desde hace un día o una semana y llevaban tantos años conociéndose y actuando del mismo modo que cambiar esas costumbres no debía ser fácil. A él no le hubiese gustado que cambiara de golpe tampoco, habría sido un susto.

Pero de un modo extraño, seguía irritándole verlo tan tranquilo cuando él se comía la cabeza pensando en la declaración de más temprano.

Finalmente no hizo mucho, pero todos acabaron de ordenar y él se fue en silencio a la sala del club siguiendo a los demás. Se cambió de ropa del mismo modo, intentando dejar de pensar tanto en todo, y luego de sentarse tomó su PSP para jugar y distraerse mientras esperaba al resto, que entre bromas y conversaciones estaban tardando.

Logró concentrarse tanto en ese nivel, que llevaba días tratando de superar, que acabó sobresaltándose cuando por el rabillo del ojo vio el rostro de Lev casi encima de su hombro; estaba parado detrás de él y se había inclinado para tratar de mirar la pantalla de su consola.

—Kenma-san, ¿no lleva un rato jugando la misma parte? ¿Es eso lo que le tuvo despierto hasta tan tarde? —cuestionó el ruso con curiosidad.

El game over apareció en la pantalla y él se apartó un poco, mirándolo de reojo.

—Más o menos. Llevo estancado un par de días —respondió.

—Oh, así que por eso hoy tus colocaciones fallaron tanto. ¿Debería quitarte la PSP?

La voz le sobresaltó más que haber visto a Lev de improviso. Kuroo le rodeó los hombros con un brazo y le atrajo hacia sí, también inclinado desde atrás, mientras sonreía ladinamente. Él sólo pudo fruncir el ceño mientras trataba de tranquilizarse; tantas sorpresas le provocarían problemas al corazón.

—Quizá sea una buena idea, capitán —apoyó Lev, apartándose de él para erguirse completamente—. La falta de sueño es mala.

—Pero no es tan mala como tus recepciones —se metió Yaku, empujando un poco al ruso y sobresaltándolo de paso—. La práctica ya terminó, y todos podemos tener un mal día, así que dejen de meterse con Kenma.

Había estado realmente tenso esos segundos, pero la intervención de Yaku logró ayudarle un poco, al igual que el hecho de que Kuroo le soltara. Mientras guardaba la consola en su mochila y se ponía de pie logró ver la mirada de censura que el libero les enviaba a los otros dos y se sintió agradecido.

Cuando todos salieron juntos de la sala del club él se quedó a la altura de Yaku e inclinó un poco la cabeza.

—Gracias.

Yaku miró a Kenma extrañado por un momento y luego le dio una palmadita en el hombro, sonriendo.

—Tranquilo, no es nada. Pero es cierto que hoy no estuviste tan bien, y aunque sea cosa de un solo día también es cierto que debes cuidar tu salud. ¿De acuerdo?

Kenma asintió y volvió a meterse en sus pensamientos. Si sólo fuera sueño, sería fácil de arreglar. Pero no era nada fácil arreglar lo que había pasado con Kuroo.

Él se quedó en la parte trasera del grupo y todos salieron del instituto. El primer tramo del camino lo recorrían juntos, por lo que aprovechaban de hablar, mayormente sobre vóleibol, entrenamientos, algunas cosas de las clases o de idols famosas. Kenma casi nunca se unía a esas conversaciones, a menos que fueran sobre algo de la práctica o relacionado con el vóleibol que pudiera interesarle, pero ese día el tema lo manejaban Tora y Kuroo, discutiendo sobre qué tipo de chica o idol era mejor, y Yaku se les unía cada tanto. Él al poco tiempo comenzó a ignorarlos y a intentar no pensar mucho tampoco.

Cuando luego de un rato llegaron a un cruce el grupo se dividió y Kenma se tensó notoriamente al quedar solo con Kuroo, pero este no dijo nada y siguió caminando hacia la estación. Él le siguió también en silencio y acabó sacando su celular de uno de sus bolsillos; tenía un mensaje de Shōyō. Leer sobre la práctica también llena de errores de su amigo le hizo pensar un momento en la propia, pero le distrajo otro tema; Shōyō le contaba sobre sus malos resultados en los exámenes. Ellos tenían exámenes a partir de la semana subsiguiente, lo que significaba un tiempo algo libre del club para poder estudiar durante toda la que venía. Y era viernes, sólo quedaba la práctica del sábado.

Respondió despreocupadamente el mensaje, mencionando su mal día también pero sin entrar en detalles, y le dijo una vez más que seguía sin pasar el nivel en su videojuego. Al final se acordó de agregar que él tendría exámenes pronto también, intentando solidarizar con el pesar de su amigo, y envió el mensaje. Revisó un par de cosas más en el celular antes de que llegaran a la estación; le sorprendió en serio que Kuroo no hubiese dicho nada en todo el camino. No es que fuera extremadamente hablador, pero cuando estaban solos Kuroo siempre sacaba algún tema para crear un tipo de diálogo que de parte de Kenma consistía en respuestas breves con voz algo monótona.

Kenma apretó los labios mientras ambos pagaban y pasaban por los torniquetes. Tuvieron que apresurar el paso porque el tren ya estaba llegando y subieron a un vagón atestado de gente, cosa que empeoró su humor. Sus ojos no podían dejar de vagar de un lado a otro mientras se acomodaban casi pegados a una de las paredes. Al menos Kuroo había tenido el mismo gesto de siempre; interponerse entre él y el resto del mundo, dejándole a Kenma un espacio entre su propio cuerpo y la pared.

Y aunque aquello era normal, en ese momento le pareció de lo más incómodo. Kuroo estaba un poco más pegado que de costumbre, pero era culpa de las otras personas que les empujaban. Kenma apoyó bien la espalda contra la ventana y volvió a concentrarse en el celular que tenía en la mano, revisando mensajes antiguos o aplicaciones sólo por hacer algo. Aun así, no pudo evitar mirar un par de veces a su amigo de reojo, pero Kuroo sólo miraba por la ventana con expresión tranquila.

Kenma volvió a apretar los labios y dejó su mirada vagar nerviosamente de la pantalla del celular al rostro de Kuroo y a las personas de alrededor, que debido a las curvas empujaban un poco más. ¿Por qué estaba tan nervioso? Esa situación no era extraña, pasaba un par de veces a la semana.

Pero entonces Kuroo exhaló, aún mirando por la ventana, y Kenma sintió el aire cálido de su respiración. Apenas pudo contener el sobresalto mientras lo entendía; estaba siendo más consciente de la cercanía de Kuroo. Del ritmo de su respiración, del calor de su cuerpo, de cómo pasaba cada tantos minutos el peso de un pie a otro, de los dedos tamborileando el plástico de la manija del techo de la que se sujetaba.

Su cercanía, a la que luego de tantos años se había acostumbrado, ahora era fascinante y desconcertante al mismo tiempo. Le hacía respirar más pesado, y creía estar más nervioso de lo que ya estaba siempre frente a otras personas.

En unos momentos Kuroo cruzó su mirada con la de él y antes de que Kenma desviara la propia le vio sonreír, de un modo amplio y algo ladino. Su ceño se frunció un poco, pero acabó concentrándose del todo en el celular cuando Shōyō le envió una respuesta a su mensaje, con palabras de ánimo y la fotografía de un bollo de carne a medio comer que decía sus senpai le habían regalado.

Kenma se distrajo un momento con la punzada de hambre que le atacó; se le estaba antojando horriblemente un pedazo de tarta de manzana.

—¿Es el enanito de Karasuno? ¿Hinata?

La voz de Kuroo le sobresaltó un poco, pero cuando alzó la mirada y vio cómo su amigo trataba de observar mejor la pantalla de su celular Kenma lo inclinó para permitirle ver la fotografía.

—Shōyō. Me envió una fotografía de lo que está comiendo ahora —explicó, intentando sonar normal.

—Ohh…se me antojó uno de esos ahora. Compraré uno mañana de camino a la práctica. ¿Quieres que pasemos? Te invito uno.

Sus ojos parpadearon lenta, instintivamente. Él observó la expresión de Kuroo un momento, tan tranquila y familiar, y acabó asintiendo con la cabeza. Era comida regalada, después de todo. A menos que no te gustara, uno no debía rechazar la comida regalada.

—Gracias —agregó a la inclinación.

Kuroo sonrió un poco más.

—No es nada. Además, mañana necesitaremos energía por lo largo de la práctica; asegúrate de llevar un almuerzo o comprar algo de camino.

Él volvió a asentir. Las prácticas del último día antes de los exámenes solían ser largas. Kenma igual practicaba a veces entre exámenes, arrastrado por Kuroo y alguno de los otros miembros, pero solían ser semanas tranquilas. Él no tenía muchas materias que le costaran y sus calificaciones eran regulares tirando a buenas, sin reprobar, por lo que con que hiciera lo de siempre no tendría problemas. Podría jugar un montón con la consola.

Kuroo no dijo nada más y Kenma guardó su celular en un bolsillo. Las estaciones pasaban y bastantes personas comenzaban a bajarse, pero ellos no se pudieron sentar porque iban muchas personas mayores que necesitaban más los asientos. Aunque a él, cansado por la práctica matutina y de la tarde, habría preferido ir sentado y descansar las piernas.

Pasaron más estaciones antes de que les llegara el turno de bajarse. Ambos lo hicieron juntos, en un silencio que era menos incómodo que el del trayecto a la estación; quizá el hablar sobre algo normal en el vagón había ayudado a calmar la tensión.

Cuando salieron de la estación Kenma sintió el aire un poco fresco y se metió las manos en los bolsillos; el otoño ese año estaba algo frío a pesar de todavía estar a principios de octubre.

Caminaron a paso tranquilo aún en ese silencio más agradable, bastante cerca el uno del otro. No tardaban mucho desde la estación a su vecindario, por lo que no era necesario apresurarse a pesar de que estuviera tan oscuro. En esa época atardecía temprano y faltaba poco para las ocho.

El trayecto fue solitario y a pesar de que iban lento, Kenma lo sintió bastante más corto de lo normal. Había mirado a Kuroo un par de veces de reojo, pero ninguno había dicho ademán de decir nada. Sin embargo, cuando pasaron por fuera del parque que había a una calle de sus casas, sintió un jalón en el blazer del uniforme. Él se detuvo y observó a Kuroo, que le sujetaba un costado de la ropa, ligeramente nervioso.

La mirada de Kuroo era intensa, estaba un poco inclinado hacia él, y Kenma desvió erráticamente la mirada con nerviosismo de los ojos de su amigo al parque.

—Hey…¿estuviste mal en el entrenamiento por mi culpa? ¿Por lo que te dije? —cuestionó Kuroo con tono suave.

Kenma dudó un momento, pero acabó asintiendo con la cabeza.

—Cualquiera habría estado distraído después de eso.

—Yo también estaba nervioso, y preocupado. Pero…prometí que no dejaría que afectara negativamente nuestra amistad. Y a eso le agrego las prácticas, el equipo —aclaró Kuroo.

Él le miró con un poco de escepticismo. Pero después recordó que Kuroo llevaba guardándose sus sentimientos quién sabía cuánto tiempo sin que él se diera cuenta y creyó que era bastante creíble que pudiese ocultar también su nerviosismo.

—Lo sé, pero…no puedes esperar a que esté normal. Es muy extraño, fue inesperado —se justificó antes de volver a mirar fijamente a Kuroo—. Sigue poniéndome nervioso —admitió.

—Lo siento.

Esa no era la respuesta que Kenma quería escuchar. Contuvo una mueca y se apartó un poco, logrando soltarse, pero la mano de Kuroo le sujetó la muñeca derecha para lograr sacar la mano de Kenma del bolsillo y la sujetó en un gesto firme, pero no rudo. Su mano era más cálida que el bolsillo.

—Realmente asentiste más temprano, ¿verdad? —susurró Kuroo.

Kenma continuó mirándole fijamente y su voluntad volvió a flaquear; quiso huir una vez más. Todo sería muy fácil para él si huía, pero al pensar en Kuroo, en sus sentimientos, en lo poco que sabía de romances y corazones rotos por algún argumento de videojuego o los programas de su madre, se sintió incapaz de retroceder. Su amigo era importante, al menos tanto como para que él se viera forzado a enfrentar aquello.

—Lo hice.

Kuroo exhaló. Kenma volvió a sentir la calidez de su respiración como en el vagón del tren. Y suspiró, justo en el momento en que Kuroo se inclinaba más hacia él y el pánico comenzaba a inundarle al creer que iba a besarle.

Pero todo lo que recibió fue la barbilla de Kuroo en su cabeza, sintió que inspiraba, y después creyó sentir lo que podría haber sido un beso en su coronilla. Había sido demasiado suave y rápido y Kuroo volvió a erguirse con una sonrisa tranquila en los labios. No soltó su mano y Kenma, sorprendido, confundido y con el corazón acelerado, tampoco hizo un esfuerzo por soltarse.

Mientras reanudaban el camino en silencio él volvió a sumirse en sus pensamientos. Se despidieron con una simple palabra y Kenma entró a su casa, viendo de reojo a Kuroo seguir hacia la casa de junto. Saludó a sus padres, que ya habían llegado del trabajo, y se apresuró a tomar un baño antes de cenar.

Pero incluso cuando eran las diez de la noche y él ya estaba acostado en su cama, jugando un poco con la consola antes de dormir, el palpitar de su corazón no lograba disminuir. Y tampoco podía dejar de pensar en Kuroo, en sus sentimientos, en lo que él debía hacer, en aquél beso en su coronilla.

Lo siguió haciendo pasado media noche, y mucho más. Y pensó, por segunda vez en el día, que las sorpresas no eran buenas y que definitivamente le provocarían problemas al corazón.


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