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Una misión acertada por Alhaja

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Capítulo #2: Como vaciar un saquito


 


 


Como a los Santos dorados no se les permite la acumulación de bienes (en especial a despilfarradores y amantes del vicio como a ellos dos) Kardia omitió el pequeño y casi insignificante detalle, que durante su última misión, entre toda la basura que había confiscado, se había topado con un saquito bastante pesadito de piezas de oro puro –jamas tan valioso y brillante como el de su armadura, por supuesto– pero sí bastante comercia.


Estaba seguro de que nadie le echaría de menos si lo tomaba y olvidaba mencionarlo en su reporte en cuanto llegara. Estaba mal lo sabía, aunque "malo" y "bueno" siempre serian términos subjetivos para su comprension. Era consciente de que tomar esa bolsita era incorrecto, tampoco era ningún capitalista, pero es que simplemente el impulso fue más fuerte que él. Era bastante insignificante la verdad, ante os ojos de un rico…


Sabía que tal vez no debió hacerlo, sabía también que si Dègel llegaba a enterarse le iría muy mal. No solo sería la amenaza de acabar congelado o la de una guerra de los mil días. Sino la de Troya que se armaría cuando fuera de escrupuloso y se lo soltara todo al Patriarca, que ya lo traía vigiladito desde hace algún tiempo.


No pensaba atenerse a la verdadera furia del Patriarca, ni hablar. No sería tan tonto como para dejarse descubrir. Y si por ello tendría que sacrificar un poco de la confianza de Dègel, pues lo haría, de todas formas no sería como mentir, solo sería una insignificante omisión de información. Mentiría realmente si fuera el caso de que acusadoramente se le preguntara con un dedo apuntando en su dirección.


¿Tu tomaste el oro Kardia? –y el sínicamente contestara que NO.


Ese caso se daría muy difícilmente, por ello no se molestó en malgasta su tiempo en algo tan intrascendente como el remordimiento o la culpa. TAMPOCO su intención había sido la de hacerse acaudalado a partir de un capital. Más bien era la primera vez que se quedaba con algo de la escena del crimen y además de ser la primera en mucho tiempo que tocaba un oro que no fuese el de su armadura.


Nada más que con unas pocas piezas de cobre se había aventurado hasta los mercados y nada más que las podía gastar en ropa y comida, por mera necesidad, como un vagabundo muerto de hambre.


Así que solo por esta vez, aprovecharía esa pequeña pero bien merecida –autoatribuida– ganancia.


Por ello apenas y llego al Santuario luego de aquella estúpida misión en las catacumbas termales de mierda, había ocultado su preciado botín. A las afueras de la arena central, mucho más allá, lejos, atravesando el bosque, en un lugar apartado, su lugar secreto. Allí a orillas del rio, al pie del milenario y majestuoso árbol de olivo que tanto Dègel había estudiado y donde juntos habían compartidos significativas experiencias, había enterrado su tesoro.


Seguro de que en algún futuro lo usaría… y no un futuro muy lejano, no señor. La vida es hoy y si lo dejaba allí oculto sería nada más porque estaría seguro, no porque esperase que naciera una platita de dinero.


Sí señor, le sacaría provecho a esas frías piezas de oro, y seria tal y como a los hombres les gusta despilfarrar sus riquezas:


Comida, alcohol y mujeres.


Y ésta oportunidad había sido la indicada.


Ausentarse del Santuario sin permiso del patriarca –otra vez– no sería una buena idea, más bien era una idea terrible. Intentar ausentarse con alguna rebuscada excusa, por muy meditada que fuera, tampoco era una de sus mejores opciones. Tendría que armar un cuento demasiado bueno y eso sería verdaderamente inútil, intentar mentirle al viejo Sage no tenía caso.


Por ello determino en conclusión que debería aguardar a ser enviado nuevamente a una misión, aunque eso lo había visto muy lejos. Además de que, como había sido enviado en solitario a su ultima asignación, no creía que se le volviera enviar solo en una siguiente durante, al menos, un buen tiempo.


No es que la compañía le resultara desagradable o incomoda, en absoluto. Pero sabía que Dègel le aguaría los planes. No solo su aburrida actitud era un inconveniente, sino que lo atosigaría sin descanso hasta que le revelara el verdadero origen del valioso saquito y en cuanto lo supiese, le armaría un espectáculo que, realmente, no tenía nada de ganas de aguantar.


Una cosa eran las emociones fuertes, otra soportar a un Dègel enfurecido.


Por muy compañeros de armas que fueran o por muy cercanos que llegaran a ser, el acuariano era demasiado capaz de acusarlo con Su Eminencia y no quería que las cosas se dieran así.


Ese aburrido francés le echaría todo a perder simplemente porque no sabía divertirse.


Así que cuando fue informado en su nueva audiencia con el Patri, que sería enviado –más pronto de lo que realmente creyó– en una misión con su compadre el artrópodo. Había resultado ser una gran noticia después de todo. Por muy aburrido que pintara el objetivo. Tampoco podía expresar abiertamente su conformidad con la decisión del Pontífice, no sería propia de él y eso seguramente dejaría al descubierto sus intenciones. Por ello le siguió el berrinche a Manigoldo.


El seria la compañía perfecta para divertirse a lo grande. Aprovecharían el tiempo muerto. Solo debían cumplir su encomienda lo antes posible. Luego se escabullirían y disfrutarían de los gustos que el dinero tenia para ofrecer.


O eso fue lo que creyó antes de que esta maldita misión se les hiciera a ambos tan interminable.


…..


Llegaron a esa ciudad Dubrovnik, antigua Ragusa –nombre en italiano, le había contado Manigoldo– donde en la última notificación que recibían de Grecia, hacia dos días, decía que en el maldito mapa que se les había trazado, ese había sido el último punto de actividad.


-Actividad… ¡¿actividad de que maldita sea?! –Manigoldo ya estaba hasta las trancas.


Allí se asentaron en la ubicación pautada y en dos días más les llegó la ¡oh! tan esperada carta del Patriarca. Les decía que había analizado sus informes, de muy mala calidad por cierto, y que se mantuvieran como hasta ahora, de bajo perfil. Ese sería el último punto a investigar por ahora y si en un lapso de dos semanas no conseguían ningún progreso, entonces podrían volver. Así se mantendría las cosas hasta una nueva señal.


–Genial dos semas más… Comienzo a creer que más que darnos alguna clase de lección, el viejo esqueleto ese lo único que quería era mantenernos alejados de él un buen tiempo –el canceriano ya no sabía que otra explicación darle a el hecho de que los enviara juntos a perder el tiempo tan olímpicamente. La conspiración en su contra ahora se le hacia una idea tangible.


–Si es así entonces lo está consiguiendo de maravilla –al Escorpión Dorado también le estaba dando esa impresión. Pero ya que… están donde estaban y punto.


–Sí, él posee esa cualidad de que cosas siempre se le dan como quiere, maldivo vejestorio… –¿cuántas veces lo había maldecido ya?


–Hubiera preferido un millón de veces viajar al infierno por el mismísimo Hades, eso sí que habría valido toda la pena del mundo.


–Ambos lo sabemos bicho, pero así es como son las cosas hombre. Y como guerreros que somos lo hemos de asumir –en momento de amargura e impotencia, la resignación ante su suprema autoridad era lo único que les quedaba.


-No puedo creer como Dègel pudiera disfrutar de esto –era más bien un pensamiento que se le había escapado por la boca al de escorpión, no podía evitar pensar en Dègel a todo momento. Y en su asombrosa capacidad de adorar el aburrimiento ¿Cómo le hacía para cultivar paciencia?


–Ya sabes cómo es, le encanta ser el favorito del viejo senil. No todos podemos poseer ese estúpido don para complacerlo –y ahora la amargura había regresado a su tono de voz, ¿pudiera ser que se sintiera celoso del acuariano? Si, pudiera ser, incluso el mismo no podía evitar sentir celos de su endemoniada perfección algunas veces.


–¿Sabes que amigo mío?, este tormento acabara pronto. Tengo aquí en mi poder la llave que abrirá el candado del descanso que bien merecido tenemos –era el momento propicio, con suerte ya pronto acabaría este maldito tormento y era la hora de iluminar a Manigoldo, que ya parecía haber perdido las esperanzas de todo.


–¿Ah sí? –efectivamente, estaba desganado– ¿Un buen adversario?


–No, algo mucho mejor… –y creándole mayor incertidumbre en su compañero de armas, que ya comenzaba a mirarlo con apreciativo interés, con una enorme y retorcida sonrisa registro la caja de su armadura hasta sacar de allí su preciado saquito–. Dinero.


El canceriano abrió sus ojos como platos y parpadeo numerosas veces por segundo. Vaya, Eso era raro.


–¿De dónde sacaste eso? –¿en serio se lo venía a preguntar precisamente él?, el mayor ladronzuelo de toda la orden dorada.


–Pareces sorprendido… Digamos que, me lo gane. En honor al mérito por mi última gran hazaña –regodeándose muy campante, lo miraba cual comadreja, mientras lanzaba por los aires el pesado paquete, para luego volverlo a atrapar.


–Lo robaste y no lo repostaste –no lo podía creer, no de él. No lo evito y soltó un bufido incrédulo.


¿Manigoldo de cáncer, su compadre y camarada, le estaba mirando con esa misma mirada severa que se esculpida en el semblante del Maestro Sage? increíble… ¿entonces seria cierto eso de que de tal palo tal astilla?


–No me lo puedo creer –y no lo podía– ¿Me estas criticando? ¿Tú? ¡¿A mí?!


–No –soltó despacio, entonces el cangrejo fue consciente de su expresión y relajo el semblante–. Por supuesto que no, pero si el viejo se entera...


–No puedo crees lo que mis oídos están escuchando, no, no de ti... ¿Estas asustado? –tanto tiempo de inactividad le estaba afectando el cerebro, era su deber salvarlo. Y nada mejor que buscándole la lengua.


–Por supuesto que no imbécil –soltó aquella oración peligrosamente dubitativo. ¿Qué mierda le estaba pasando? Incluso parecía ser que ni el mismo Canceriano no lo sabía.


–Sage está a miles de kilómetros de aquí y no se enterará porque nadie más lo sabe. Si lo tome, fue con el único fin de darle un buen uso. Ya que ese viejo nos niega hasta el pan.


–¿Cuánto tienes? –allí estaba, esa si era una pregunta que esperaba escuchar.


–Lo suficiente como para recolectar bellas damas y divertirnos a lo grande –y es que le hacía falta, a ambos. No todos podían conformarse de comer en el mismo plato. Y mucho menos ellos. Las mujeres son vida, la gloria de la gloria. Y si a ellos no llegaban –porque no podían en el Santuario debido a su posición– entonces ellos abrían de ir a buscarlas por fuera.


–No necesito dinero para conseguir unas buenas caderonas con la que encamarme –aquello el italiano sí que lo dijo con el pecho inflado, dirigiéndole una peligrosa mira entre sus parpados entrecerrados. Vaya estúpido...


–No, pero seguro que ninguna tan complaciente. Además de que ni siquiera se nos dan demasiadas oportunidades de intentarlo. Tenemos terminante mente prohibido por lo menos el mirar a las jovencitas de Rodorio, que tampoco es que enciendan demasiado mi lívido. Mientras que esto –enfatizo sujetando el saquito como péndulo– es suficiente para tenerlas en la cantidad que deseemos y te aseguro, con todo y atenciones; el vino, la comida, el ambiente…


El arconte de Cancer parecía meditar sus palabras. Algo sumamente inusual, él no se tomaba demasiado tiempo para pesar las cosas, era la falta de adrenalina lo que le estaba oxidando el cerebro, de eso Kardia estaba seguro.


Espero a que analizara lo que le acababa de decir hasta que una reacción acorde a su naturaleza hizo su aparición: Una retorcida sonrisa, amplia, retorcida y llena de malas intenciones se le tatuó en el rostro. Era como el reflejo de la suya.


–¿Entonces qué hacemos aquí? Tenemos solo dos semanas para vaciar ese saco.


 


 


 

Notas finales:

Esto es todo amigos xD hasta la proxima actualizacion! Y por si les interesa, tambien estoy publicando esta (y otras historias) en fanfiction . com

~Alhaja~


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