Tomó con cuidado la pequeña y ligeramente larga manga del pequeño —a los ojos de cualquier adulto, por supuesto— mameluco en aquella brillante tonalidad azul rey, perfectamente acomodado en la percha blanca que indicaba para la edad del bebé que le correspondía a la ropa, tan pequeña como la misma prenda que sostenía. Algo que, por inercia, le hizo sonreír.
De repente sintió como si algo dentro de su garganta se atorara de forma repentina, cuando finalmente se decidió a rozar la pequeña parte blanca que adornaba la parte de los puños con las yemas de sus dedos, sintiendo la suavidad de la tela de aquella forma tan superficial y breve que su corazón se estrujo de la felicidad y su sonrisa únicamente se ensanchó.
Ropa para bebe.
Cuando recibió la noticia de que iba a ser papá, no pudo evitar sentirse ligeramente desconfiado y obviamente escéptico —tal vez, incluso timado— cuando el doctor finalmente les dijo la razón por la cual Jun había estado teniendo extraños síntomas, y tuvo que pasar casi una media hora mientras el doctor les explicaba —repitiéndose una y otra vez— que aquello en verdad era posible, que no les estaba mintiendo y que los resultados eran totalmente fiables. Fue en ese punto, cuando su propia mente pareció hacer cortocircuito de manera repentina, y su primera —y por tanto— lógica reacción fue… No creerlo totalmente.
Pero aun así, la palabra "papá" junto a su definición ya se había plantado en lo más profundo de su subconsciente, negándose rotundamente a desaparecer de sus pensamientos y de un —esperaba realmente— futuro no muy lejano. Razón por la cual lo que duró el resto del día —y la semana y probablemente el mes incluido— no había sido capaz de hacer otra cosa más que intentar quitárselo de la cabeza mediante la boca, esperando a la vez, que el resto de su ser también se acostumbrarse a la idea de que "va a ser papá"
Y la idea finalmente se asentó en su ser, cuando la idea de que dentro de unos meses iba a tener un bebé en brazos, un pequeño y diminuto ser —que iba a entrar perfectamente en el mameluco— que le jalaría las orejas a Lucario, y probablemente lo iba a llenar de baba por completo. Un hijo que desde un principio iba a llorar, pidiendo a sus padres… Pidiendo a Jun y a él.
Sintió como las lágrimas se aglomeraban en sus ojos ante los pensamientos que se encontraba teniendo, las emociones que finalmente se estaban haciendo presentes, la idea de que ya estaba cerca el día, cada vez más cerca.
Dejó la ropa en paz mientras caminaba con dirección a Jun y a su madre —quienes también estaban mirando ropa— con la sonrisa totalmente grabada en el rostro.
Nunca había pensado, que se podía ser tan feliz en la vida.
0.o.0
—Aún no sabemos qué es lo que va a ser...—mencionó Graziella mientras tomaba un mameluco blanco y miraba la etiqueta—Principalmente debemos comprar en colores neutros, blanco principalmente pero también podemos comprar verde, amarillo…
Jun intento escuchar a su madre mientras le explicaba cuáles eran las prioridades a comprar al momento y cuáles eran las que podían esperar, algo que aunque quisiera e intentará escuchar con todas sus fuerzas, realmente no le estaba prestando atención en lo más mínimo.
¿La razón? El montón de viejas chismosas que no paraban de mirarlo, señalarlo sin vergüenza alguna y cuchichear a sus espaldas, y no, no estaba exagerando, en realidad podía sentir fácilmente los ojos de todas las personas en la tienda sobre su espalda, y era incomodo —mucho más porque le dolía la espalda— y muy molesto saber que están hablando de ti a tus espaldas y no puedes hacer absolutamente nada.
Aunque claro, no podía echarles la culpa totalmente, si el también viese a algún adolescente de dieciséis años con una protuberancia en el vientre —obvia señal y razón del porque estaba en la tienda— junto a su madre viendo ropa de bebé y un novio que caminaba a su lado protectoramente… El también estaría diciendo cosas como; "¿Tan jóvenes?" "¿Es que no les enseñaron a cuidarse?" "Por andar de calenturientos"
—¿Aun te duele la espalda?
El rubio salto en donde se encontraba —mirando desde hace como cinco minutos la misma camiseta de bebé sin prestarle verdadera atención— para alzar la vista rápidamente y clavar la mirada en su novio, quien le miraba con una sonrisa, la misma que tenía desde que estaba enterado que van a tener un bebé.
—Un poco, pero ya pasara.
Respondió cortante, haciendo retroceder al mayor cuando decidió moverse de donde se encontraba para ir detrás de su madre, quien ya tenía una canasta azul colgando de un brazo con unas cuantas prendas adentro que ya habían visto entre los dos hace un momento.
Mientras le daba la espalda a Riley —consciente de que igualmente caminaba detrás de él— no pudo evitar hacer una mueca de desagrado a la vez que se mordía el labio. No era que no estuviera realmente feliz con el embarazo, en cierta parte no podía evitar sentir su propio corazón acelerarse cuando escuchaba a su novio parlotear de infinidad de cosas referentes al bebe, su propia felicidad era casi equivalente a la felicidad que Riley sentía, pero ahí estaba… Casi.
La simple idea de ser mamá le aterraba por completo, el ni siquiera sabia que era o como actuar como una madre, a diferencia de Riley, quien daba la sensación de haber nacido para tal tarea. Oh dejando de lado la responsabilidad de ser mamá, no solo era eso lo que perturbaba sus pensamientos, sino además la realización de que iba a tener una familia, formar una familia con Riley.
En la mayor parte de su infancia ninguno de sus dos padres habían sido las personas más atentas, su madre se la pasaba trabajando la mayor parte del tiempo —lamentablemente, no se podía vivir de aire— mientras que su padre siempre se encontraba de un lado a otro, aparentemente olvidando que tenía una familia. Por lo mismo, celebrar un cumpleaños, o una fiesta como navidad, de esa clase de momentos que son hechos para pasar en familia, no existían. Nunca habían existido.
Y ahora que iba a tener que pasar por ellos, no sabía ni siquiera como actuar. Mucho menos como debía sentirse con la situación.
Sintió una mano —mucho más grande— entrelazarse con la propia, lo que le hizo darse cuenta de su repentina acelerada respiración.
—¿Seguro que estás bien?
Volvió a insistir Riley, haciendo que ambos se detuvieran en el vacío pasillo mientras Graziella —quien les había visto de reojo— pasaba al de a lado para seguir metiendo mas cosas en la canastilla que ya tenía casi llena.
—Ya te he dicho que si.
Respondió en un susurro, obviamente molesto y sin alzar la vista, consciente de que eso era lo que Riley buscaba, verlo fijamente a los ojos para echarle en cara que estaba mintiendo.
—Jun, no soy adivino—se quejo Riley en un forzado susurro, aumentando la fuerza con la cual sostenía la mano del rubio—Sino me dices que te aflige, no podré ayudarte.
El rubio se mordió una vez más los labios mientras sentía sus temores acercarse nuevamente, de una forma brusca se soltó de Riley, alejándose solo unos cuantos pasos antes de ir detrás de su madre.
—Hay que darnos prisa, alguien tiene que pagar.
El mayor se quedó ahí, solo y abandonado en el medio del pasillo, mirando como Jun iba en la misma dirección de Graziella, soltó un suspiro cansado antes de acomodarse el sombrero azul que siempre portaba, en un claro ejemplo de estrés, antes de ir detrás de su novio. A su mente vino el recuerdo de la discusión que habían tenido en casa de Byron, el mismo día que se enteraron que iban a ser padres.
Suponía que no debía sorprenderle realmente la actitud de Jun.
Aún era un niño.
Y si esto no había sido fácil desde un principio.
No significaba que fuera a mejorar.