Bienvenidos a la Mansión Phantomhive. Un lugar lleno de misterios y... desastres hechos por los sirvientes. Si, ahora yo tambien soy una de las protagonistas de estos contratiempos, pero dejenme decirles que no es nada aburrido hacer esta clase de cosas. Todos han sido muy amables conmigo y mi ahora padre, Sebastian Michaelis; me ha estado enseñando toda clase de cosas que antes no sabia hacer. He preparado a la perfección el té de joven amo esta mañana y eso me ha hecho sentir muy orgullosa de mi misma. El mayordomo de la mansión, me ha dado las gracias por mi ayuda, me ha dicho que a pesar de ser mi primer dia hago muy bien las cosas. Tender las camas no es nada dificil; barrer los pasillos de la mansión, algo agotador, pero posible para una dama como yo; lavar el juego de té y dejarlo brillante de limpio, eso fue mejor dejarselo a Meyrin, lo mismo con los cubiertos; ayudar a Finny a regar las flores del jardín, creo que hasta salió mejor que cuando lo hacia solo. En cuanto a Bard... realmente no se nada de cocina y eso es una gran desventaja para mí, pero seguro poco a poco iré aprendiendo para poder seguir ayudando en las tareas de este magnífico lugar. Mi uniforme ya lo tenía puesto, y el vestido que me había hecho Sebastian lo dejé para una ocación importante en mi armario. Bastaría saber que era hermoso (a mi opinion), para poder llevarlo puesto en una fiesta importante a la que esten invitados los sirvientes como yo.
-Señorita Daphne- Me aludió el brillante mayordomo Sebastian -Déjeme decirle que ha sido de gran ayuda este primer día de su trabajo- Me sonrojé y asentí ante tales palabras -Pero tambien debo refutarle, que no debería retrasar los quehaceres de los demás- Me miró amenazadoramente, haciendome tiritar del miedo.
-S-si, Señor Sebastian- Hice una leve reverencia, dejando notar un aura obscura a mi alrededor, porque... ¿¡Es en serio?! ¡No retrasé nada!¿Que le pasa a ese mayordomo?... Solo estaba ayudando un poco.
Él suspiró y me miró calmadamente -Tranquilicese señorita, solo quería ver su reacción. Por ahora, le pido que vaya a buscar al joven amo a su despacho. Ya es la hora de su almuerzo.
-No tenía porqué decirme esas cosas para tan solo ver mi reacción. Pero si, como usted me ha dicho iré a buscar a nuestro joven amo. Con permiso Señor Sebastian- Me retiré haciendo una reverencia más formal que la anterior.
A pesar de que me habían dicho que Sebastian era quien siempre iba a buscar al joven Ciel para el almuerzo, esta vez me envió a mí. ¿Será que no le quedaba tiempo?¿O tal vez depositó en mí una gran confianza, inigualable a otras cosas?. La respuesta es no y no. Solo quería probar mis habilidades y respetos ante el amo de la mansión. Que desacuerdo más grande al pensar que podría poner en riesgo su reputación, mandandome a mí a hacer tantas cosas en la mansión, en mi primer día de trabajo.
Llegué al despacho del joven; mejor dicho niño (más o menos de mi edad, suponía) y toqué la puerta tres veces para ver si me permitía entrar.
-Sebastian, pasa- Se escuchó un suspiro de su parte. Él estaba con la mirada baja, por lo cual no notó quien era el que se adentraba a la habitación -No se que quieres a estas horas, estoy ocupado
-Disculpe la interrupción, mi joven amo. Pero quería avisarle, que en estos momentos debe bajar; el almuerzo ya esta listo, por ende; debe ir a comer.
Se sorprendió al escuchar mi voz, pero aun así con un semblante tranquilo y serio; comenzó a hablar -Daphne, muchas gracias por el aviso. Bajaré ahora mismo
Se paró de aquella silla y dejó a un lado los papeles. Yo salí de aquella habitación, detrás del joven Ciel. Caminamos y bajamos las escaleras, hasta llegar al reluciente comedor en donde el amo desgustaría su almuerzo, preparado por las manos del chef Bardroy (con un poco de ayuda del mayordomo)
-Que haría si no pudiera hacer algo como esto, el mayordomo de los Phantomhive.
-Deja de tanta palabrería, tengo hambre- bufó Ciel. En verdad tenía un comportamiento elegante, al nivel de su alta clase en la sociedad de esta Inglaterra. Su etiqueta y educación, eran de primera clase; pero al dirigirse hacia Sebastian era diferente, como si lo quisiera humillar a toda costa. Pero en aquellos ojos, al mirarlo; había una mezcla de duda y ternura. Amor... eso era, el conocido y llamado como "amor". Podría verlo como un padre (lo más seguro ante mis ojos); o tal vez como amante, pero esto último era lo menos probable, ya que al ser dos hombres y además ser una relación entre Conde y mayordomo, sería completamente extraño he imposible. ¿Que probabilidades tenía esa relación de dar frutos? Respuesta: Ninguna. A menos que a alguien se le ocurriera ayudar.
-Que gran desaliento para su mayordomo- murmuré con la intención de que nadie escuchara. Pero al parecer los oidos de Sebastian percibieron aquellas palabras; lo notaba por el brillo de sus ojos, pero no un brillo cualquiera... esos ojos... creo haberlos visto antes "Esos ojos endemoniados" pensé.
Después del almuerzo, cuando el joven estaba a punto de ir a su habitación, se escuchó venir un carruaje desde afuera. A lo que Snake y Sebastian, fueron a ver quien era.
-¡Lizzy!- exclamó Ciel al sentirse rodeado por unos fuertes brazos de aquella peli-rubia -¿A que viniste aqui?¿Le avisaste a alguien?- El joven se notaba preocupado por la chica.
Ella se alejó del conde -S-si... quería contarte algo importante- De repente, toda su energía se vió envuelta en un aire de tristeza y decaída, volvió a abrazar al chico.