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Vías por electroyusei

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Yuya bajó del metro tranquilamente y como no estaba muy seguro de a dónde ir, se fue a una pequeña esquina solitaria donde tomó la libertad de suspirar con nerviosismo. Sacó el papel donde tenía apuntado la dirección del lugar. Era un parque al que realmente nunca había ido y al parecer era demasiado popular.

 

Se rascó un poco la cabeza y pensó en qué hacer. Quizá podría buscar a alguien, a algún guarda en la estación que le ayudase. Quizá el Parque de los Olivos fuera una lugar al que se pudiese llegar fácil. Si era popular quizá era fácil llegar o quizá alguien pudiese decirle la ubicación sin problemas. Junto al volante sacó también el número de Yugo y lo miró con detenimiento, dudando si lo tenía que usar en ese momento o no. Sin embargo lo volvió a guardar en el morral, el chico de ojos esmeralda había de estar ocupado alistándose para su acto. Recibir una llamada era algo casi imposible y si le mandaba un mensaje de What’s App de seguro se ganaría un regaño por estar chateando.

 

No le quedaba de otra, tendría que preguntar. Suspiró y miró a su alrededor buscando a algún guarda de la estación que de pronto le pudiese ayudar. Cuando lo localizó comenzó a caminar hacia él tranquilamente. Pero ocurrió una de esas cosas que pasan por que sí. A veces las cosas se caen o se deslizan de los dedos, nadie se salvaba de eso, ni Yuya. Y la naturaleza de la hoja era caer de manera descontrolada. Eso fue lo que pasó con el volante. Salió volando hacia alguna parte del lugar. Justamente donde Yuya no quería que se cayese.

 

El chico de ojos rojos persiguió con la mirada al papel hasta los pies de un chico cercano a las vías del metro. Por unos dos o tres pasos lo persiguió, pero paró al darse cuenta de quién era el que estaba allí parado. Lo adivinó por la contextura. Era uno de los que lo había acosado ayer. Y estaba allí. En medio de la estación de metro. Se volvió casi una estatua de no ser por los numerosos patones que transitaban a su alrededor. Le tocó moverse, y moverse rápido. De pronto, preguntar no le parecía una buena idea y detenerse a recoger aquel inútil papel sería un desperdicio. Lo iban a descubrir y tenía miedo.

 

Huyó de la estación casi corriendo y con el corazón ligeramente agitado. Estaba exaltado por lo que podría pasar y por lo que le harían si lo descubrían allí. Salió de la estación y se fue directo a una pequeña zona de establecimientos que había por allí. Se perdió en la gente. Se mezcló entre las personas para no dejarse ver. Se llenó la mente de paranoias sin sentido y miedos infundidos. No estaba tranquilo, eso seguro. Y estaba atemorizado de uno solo de los victimarios cuando en realidad eran más de seis. Seis malditos que le molestaban la vida por algo absurdo.

 

Y que no podían dejarlo un día tranquilo.

 

Su celular seguía lleno de mensajes de anónimos, Yuya había bloqueado a todos los que le fue posible, pero realmente después de un tiempo se cansó, no quiso seguir. Sintió que si los ignoraba tal vez se irían y que este al ser el primer día quizá lo sentiría demasiado agobiante, pero que a los días siguientes pararían. Y el problema se esfumaría y podría seguir usando su celular normalmente. Quizá él era demasiado ingenuo y noble para ese mundo en el que se movía y vivía.

 

Miró a todas partes cuando estuvo lo suficientemente mezclado. Esperaba no encontrar a ningún rostro conocido allí y esperó también estar en un lugar seguro. Se rascó un poco el brazo izquierdo y se mordió el labio aun buscando entre los interminables rostros. Después solo para calmarse un poco se quedó sentado en una de las mesas de los puestos ambulantes en el lugar más apartado que pudo. Reguló su respiración y los latidos de su corazón. Esperó unos minutos y después presionó la palma de sus manos contra sus ojos.

 

—¿Deseas ordenar algo, corazoncito?—preguntó amablemente una de las trabajadoras de ese lugar. Yuya se sobresaltó y quitó las manos de sus ojos para mirar a la señora que le había hablado. Se avergonzó  ligeramente por hacerle esperar.

 

—Una botella con agua por favor—pidió tímido. La mujer le sonrió.

 

—¿Nada para comer? Tenemos Hot Dogs y Hamburguesas muy buenas, ¿no quieres una?—preguntó amablemente. Yuya negó suavemente.

 

—Muchas gracias, pero me temo que debo desistir—sonrió avergonzado. La mujer asintió y se fue por el pedido.

 

En ese instante que Yuya se quedó algo pensativo sobre qué hacer, si irse a su casa por algún otro medio o ir al concurso del que le habían hablado. Si había uno en la estación del metro, chances hay de que hubiesen más cerca y si lo descubrían allí mirando un espectáculo, ¿qué serían capaces de hacer? No quería imaginárselo. Tragó saliva y dudó. Pero al final quizá sería mejor ir, al fin y al cabo era él solo el que sufriría consecuencias, ¿verdad? Yuto no estaba allí, así que, ¿por qué no arriesgarse? No había quien sufriera además de él.

 

Y así, fue como se decidió a ir a dicho concurso. Temblaba un poco pero estaba seguro de sus acciones. Lo único que no sabía era como llegar. Su primer impulso fue preguntarle a la camarera, pero pronto se dio cuenta de que el local estaba empezando a llenarse, de que las personas se estaban empezando a sentar a su alrededor y de que ella era la única camarera. Le robaría mucho tiempo y le pedía indicaciones y quizá haría que se enojaran otros clientes por su culpa. Pensó que era mejor preguntar en otra parte. Estorbaría menos.

 

Así que cuando ella llegó con la botellita de agua al lugar él ya tenía para pagarle. Se levantó para seguir con su camino y preguntarla a alguien más sobre donde quedaba el parque.

 

O quizá volvería a casa y se quedaría allí. Era lo que hacía mejor.

 

-.-.-.-.-.-.-.-

 

Y al final se había preocupado mucho por nada. Debería de unirse, no eran malos. O eso parecía.

 

.-.-.-.-.-.-.

 

 Era domingo en la noche. Yuya estaba en el comedor mirando hacia el vació pensando en cosas que realmente no tenían vuelta de hoja. Simplemente pasaba el tiempo tratando de no quedarse dormido porque eran las diez y media de la noche y estaba cansado. Generalmente se acostaría más temprano, pero esta vez tenía que hacerse esperar más tiempo por algo en especial. Sabía que lo obtendría de todos modos si simplemente lo dejara en una nota, pero realmente quería enfrentarse a su madre y hablar, aunque fuese por algo como eso. No era exactamente una tontería, pero creía que al menos debía de explicar un poco y hablar más de la cuenta. Quería hacerlo. Quería hablar. Así que quizá hacerlo debía de ser algo bueno para él y su madre.

 

Miró el celular una vez más para ver la hora y de paso asegurarse una vez más de que Yuto no le había escrito en todo el día. Suspiró, él debía de estar algo enojado. Yuya se removió incómodo y se sintió culpable. Claro, ¿quién más iba a ser el culpable de querer primero ir a una competencia antes que a su amigo? Qué demonios, debía de ser el peor amigo del mundo en esos momentos. Y ni siquiera si pensaba las razones por las que lo había hecho había sido una buena idea. Yuto había tenido lindas intenciones al invitarlo a hacer algo el día anterior, le había querido sacar un poco de la rutina tan desesperante que él tenía, la de quedarse en casa y de vez en cuando salir a hacer algo. Y el de ojos grises sólo había querido salvarle de ello. De algo que el mismo Yuya le había dicho que no le gustaba. Se sintió como un idiota. Y vaya que lo era.

 

Seguía rondando la misma pregunta una y otra vez en su mente. Si Yuto estaba dispuesto a soportarlo tal y como era su relación. Así, tal y como estaban, el chico se había preguntado en algunas ocasiones y era buena idea permanecer allí, con él. Porque Estaba enamorado de él, y realmente parecía tener gran afecto por él llegando al punto de casi matarse. A veces incluso se preguntaba si Yuto realmente estaba enamorado o solo estaba buscando una escapatoria de su propia vida algo con lo que sentirse más vivo. Al chico de ojos rojos le entristecía aquella manera de pensar, porque eso significaría que Yuto solo estaba allí con él con la esperanza de tener una vida menos vacía.

 

Y eso lo dejaría a él como alguien pintado en alguna pared del fondo, no era muy distinto a lo que solía ser, pero realmente pensó que podría ser distinto con el chico escritor. Por ello mismo jamás se permitía pensar en aquella posibilidad. Yuto era alguien a quien le tenía genuino aprecio como para que las cosas fueran en verdad de esa manera. Se negó a pensarlo una vez más. Y saltó hacia algún otro tema en su mente que le hiciera divagar por más tiempo.

 

Hasta que llegó su madre.

 

—M-Madre—tartamudeó al principio pero después calmó un poco, se levantó de la mesa para hablar también—, buenas noches.

 

—Yuya—dijo ella calmada pero con un gesto cansado—, buenas noches, no esperaba encontrarte tan… tarde. Deberías estar descansado.

 

—Lo sé, perdón por esto, es sólo que…—miraba con sus ojos rojos a cualquier parte menos al lugar indicado—tenía que hablar contigo sobre algo—dijo mientras la mujer dejaba su bolso sobre el comedor—. Es que… quería pedirte que me subieras un poco la mesada…—pidió con algo de rubor en sus mejillas por la vergüenza.

 

—Si claro, tú sólo dime cuanto necesitas—accedió sin problemas. Yuya se mordió el interior de sus mejillas.

 

—Solo unos… veinte dólares más—murmuró a lo que su madre simplemente alzó las cejar algo pérdida.

 

—Está bien, mañana te dejaré sobre el comedor el dinero—dijo tranquilamente mientras pasaba de largo hacia su alcoba en el segundo piso—. Sólo recuérdamelo en un papel por favor. Hasta luego Yuya, que duermas bien—y desapareció entre sonidos de sus pies subiendo y la puerta cerrándose.

 

Yuya hizo lo que se le pidió y suspiró al terminar de hacerlo.

 

.-.-.-.-.-.-.-.-.

 

A la mañana siguiente, el chico de ojos rojos caminaba tranquilamente al lado de las vías del tres interestatal. Miraba al suelo perdido entre su mente vacía y nulos pensamientos. Todo lo que iba a hacer hoy y lo que se iba a obligar a hacer lo había pensado más temprano en la mañana mientras desayunaba cereales y miraba al infinito. Sin duda estaba tirando de evitar su propia realidad. Pero entonces una pequeña y suave voz que conocía casi a la perfección le interrumpió en medio de su silenciosa caminata.

 

—Hola Yuya, buenos días—dijo Yuto con una sonrisa en su boca. Yuya salió de su silencio con un ligero exaltamiento.

 

—¡Yuto!—exclamó—B-Buenos días, no esperaba… verte por aquí.

 

—Bueno…—se llevó una mano a su nuca para rascarse—En realidad me mudé temporalmente a un barrio cercano. Sé que suena extraño, pero ellos pagaron un alquiler para mí. Es un poco excesivo y muy extraño en realidad, pero… bueno, me quedaré allí por un tiempo.

 

—Vaya… eso… es muy extraño—dijo Yuya suavemente incapaz de mirar a Yuto a los ojos.

 

—Sí bastante—dijo con una voz perdida mientras que el chico de ojos rojos se obligaba a quedarse callado y no opinar nada—, lo bueno es que… mi abuelo vive en el mismo edificio por si necesito algo—hizo una ligera pausa para tratar de encontrar palabras en su interior, pero no iba a mentir. Seguía realmente estupefacto por ello—. Además… estoy cerca del colegio. Al menos… podemos ir juntos al colegio en la mañana, supongo—Yuya lo miró algo impactado—. Si quieres claro… no tienes porque… estar obligado a hacerlo—el chico de ojos grises se sonrojó ligeramente.

 

—M-Me gustaría—murmuró con una pequeña sonrisa—. M-Me gustaría ir contigo todos los días al c-colegio—le sonrió suavemente. Yuto se quedó un poco aliviado. Pero después se volvió tensar por algo.

 

—Gracias—dijo suavemente. Hubo un silencio prolongado. Yuto suspiró después de un tiempo pero ni así pudo quitarse esa tensión que parecía cargar. Decidió hablar—Yuya yo… me tengo que disculpar contigo.

 

—¿Q-Qué? ¿A qué te refieres?

 

—Bueno, el día en el que casi saltamos a las vías del tren…—se mordió momentáneamente el labio inferior—Ese día yo te seguí. No debería haberlo hecho, no tanto por lo que pasó—se apresuró a explicar—, sino porque… bueno, es una especie de acoso.

 

—Yuto.

 

—Lo siento—se puso una mano sobre la boca y miró hacia otra parte—, era tu privacidad. Lo siento en serio.

 

—Yo…eh…—se infló los pulmones y trató de hablar mejor—Al final todo salió bien ese día, ¿no?—Yuto se quitó la mano de la boca—No terminó en desgracia y… bueno, nos tenemos a ambos. No fue…tan malo, ¿verdad? Yo… yo te perdono. No ha pasado nada, en serio.

 

—Yuya…

 

—Yo… yo… está bien. No ha pasado nada. En serio—dijo con una expresión que quería ser relajada y con una pequeña sonrisa plasmada en él.

 

—De todos modos, quería disculparme.

 

—Tranquilo Yuto… no ha pasado nada…—murmuró al final volviendo su mirada hacia el camino. Y antes de que Yuto pudiese decir algo más Yuya decidió cambiar de tema drásticamente—Por cierto, quería contarte de que yo… me uní a un equipo de acrobacia.

 

Cerró los ojos y apretó los labios aun sin creer que lo había dejado salir. 


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