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800 años por KiriOasis

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Había una sola cosa de la cual los vampiros jamás iban a cansarse. Algo que movía el mundo para ellos. La sangre. Ese líquido carmesí que era delicioso, que les proporcionaba calma, regocijo y un placer indescriptible. La falta de interés que tenían por las cosas sin duda alguna era una maldición, pero cuando bebían sangre al menos por instantes no importaba cuantos siglos tuvieran de vida, nunca cambiarían esa sensación.

 

Crowley había bebido sangre de hombres y de mujeres; en ocasiones mayores y en otras de jóvenes; algunos con apariencia divina y hermosa y otras veces gente común. Lo importante no era tanto el exterior, era la calidad de su sangre cuando resbalaba por su garganta hasta producir la agradable sensación.

 

Sin embargo, aun probando toda clase de sangre que cualquier pudiera imaginar, había la sangre de alguien que deseaba más que nadie. Él deseaba beber la sangre de Ferid Bathory.

 

Más de una vez se había imaginado el sabor de la sangre que corría a través de ese cuerpo. La textura, la temperatura, el sentimiento que podía traerle cuando sus dientes atravesaran esa tersa piel blanca. Habían tantas posibilidades, todas tan tentadoras; pero estaba lejos de conseguir algo así, más porque estaba hablando de Ferid.

 

Esa noche en particular era una de esas en las cuales no podía quitar de sus pensamientos la idea de presentarse en la habitación  ajena y dejarse guiar por sus instintos. Por esa razón estaba frente a la gran puerta, llevaba varios minutos en completo silencio contemplando la madera. En realidad no estaba en sus planes ir para cumplir sus deseos, pero antes de que pudiera percatarse de sus acciones ya se encontraba en ese lugar.

 

La puerta se abrió y pensó inmediatamente en salir corriendo del lugar, pero no lo hizo.

 

— ¿Vas a entrar o te ha gustado la decoración de la puerta? —preguntó Ferid en la puerta, lo miraba con un gesto algo cansado. Era notorio por sus ojos, aun cuando permanecía esa sonrisa que marcaba siempre en sus labios.

 

Se aventuró a acercarse a la puerta cuando el vampiro se hizo a un lado para dejarlo entrar a sus aposentos. Miró su espalda caminante hasta llevar a uno de los asientos, aquel estaba perfectamente acomodado de manera que Ferid no lo veía.

 

— ¿A qué has venido? —Preguntó Ferid—. Hace tiempo que no nos vemos, y no te he llamado para nada. ¿Me extrañabas?

 

—Pasaba casualmente por aquí—habló, y pensó inmediatamente que su escusa había sido por demás, increíblemente falsa.

 

— ¿Y por qué pasar tanto tiempo observando a mí puerta? —Preguntó nuevamente. Él había adoptado una posición de observador, con su mentón reposando en la palma de su mano y los dedos extendidos en la mejilla de su rostro blanco.

 

Prestó atención especialmente a sus labios debido a que su meñique se encontraba en la comisura de los mismos. Apreció su figura varios minutos y su garganta se sintió seca al tiempo que se inquietaba claramente. Se relajó, intentando mantener la compostura.

 

Algo en sus acciones debió delatarlo, porque de un segundo a otro Ferid se levantó de su lugar, mirándolo fijamente mientras se acercaba a él. Crowley retrocedió para evitar cualquier clase de tentación que tuviera al estar cerca. Nuevamente sus ojos pasearon por el rostro ajeno, repasando los labios cuando se encontró lo suficientemente cerca.

 

— ¿Qué sucede, Crowley-kun? Pensé que no eras tan legible.

 

—No lo soy—respondió tenso por la cercanía. Recibió como respuesta una sonrisa suspicaz, esas que definían tan bien a Ferid. Con eso entendió que era absurdo intentar ocultar sus intenciones, tan solo bastó con entrar a esa habitación para que Ferid empezara a analizarlo a fondo. ¿Qué podía perder? Tal vez esa era una única oportunidad para intentarlo y arriesgarse.

 

Se agachó para estar a la altura de vampiro de cabellos plateados, lo miró unos segundos en los cuales notó que la sonrisa contraria se había desvanecido para adoptar un gesto de confusión impropia de él. Ver ese cambio poco común causó una satisfacción que lo hizo curvar ligeramente sus labios. Incluso no se entendió a sí mismo con sus propias acciones.

 

Dudó un poco cuando levantó su mano lentamente hasta tocar la mejilla ajena, rozando su nariz con la contraria segundos antes de reparar en sus labios. No supo porque, pero otra necesidad diferente a la sed lo embargo, entonces juntó sus labios con ojos ajenos en un suave beso. No era ningún sentimiento que le recordara a algo humano. A su mente llegó la sensación humana cuando estaba junto a una persona hace siglos; no recordaba haber sentido algo parecido cuando estuvo con alguien, ni tampoco que un beso fuera algo tan relajante. Sintió calma y la sed que tenía había disminuido.

 

Cuando se separó de los labios ajenos permaneció a solo un centímetro, con sus ojos cerrados y mucha frustración que no podía evitar sentir. ¿De verdad se había tratado únicamente de eso todo ese tiempo? ¿Cómo podía conformarse con un beso cuando juraba haber deseado tantas cosas por tanto tiempo?

 

Se preocupó por lo que Ferid debía estar pensando en ese momento, no podía abrir los ojos por los nervios repentinos que habían llegado. Pero quería saber algo. ¿Por qué Ferid no lo había alejado? Él era más fuerte y suficientemente capaz de mandarlo lejos si lo deseaba, quería respuestas. Entonces se atrevió a abrir los ojos, encontrando los ajenos fijos en él.

 

Sin entenderlo siguieron mirándose, buscando explicaciones en los ojos contrarios. Crowley acarició el cuello contrario con sus dedos de manera lenta y continua. Esperaba en cualquier momento una reacción de desagrado o rechazo, algo que nunca llegó.

 

— ¿Por qué no me alejas? —Preguntó Crowley sin separarse.

 

—Creí que me odiabas—dijo Ferid en lugar de responder a su pregunta.

 

Crowley sonrió para el vampiro.

 

—Yo también.

 

Finalmente Ferid se separó de él un poco,  lo miraba con seriedad, analizándolo.

 

—No eres tan legible como creí—respondió Ferid ante la extraña situación que habían entre ambos. Crowley sonrió nuevamente. Dejar a Ferid sin palabras era una mejor sensación. 

Notas finales:

¡Gracias por leer! :33


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