Las risas eran algo propio más de los humanos que los vampiros. Ellos más que nada se dedicaban a sonreír, aun si no tenían ningún sentimiento agradable del todo o si solo estaban quietos. Una sonrisa en ellos era normal, natural, como cuando los humanos llevan el rostro serio aun si están tristes.
Podía decir que Ferid se encontraba sonriendo porque en verdad estaba feliz. Y no había una cosa que lo hiciera más feliz que molestar a alguien. En esta ocasión había elegido a Chess y Horn para hacerlas parte de una de sus efímeras diversiones. Era fácil permitir que siguiera de esa manera, porque cuando sonreía a veces olvidaba el tiempo de ser que era en realidad. Aunque también cabía la posibilidad de que su pensamiento estuviera cambiando. ¿Quién lo conocía en realidad?
Se había planteado desde hace poco esa pregunta. Un millón de posibilidades y todo el tiempo del mundo para pensar en cada una de ellas. ¿Qué habría pasado cuando era humano? ¿Quién lo convertiría en un vampiro? ¿Tanto podía obsesionarse un vampiro con un mortal al punto de querer trasformarlo para tenerlo toda la eternidad? Aunque por lo que recordaba de la vez que Ferid lo confesó, al menos él era de su interés como para destinarlo a ser una criatura bebe sangre.
Pero si alguien podía obsesionarse así por Ferid. ¿Por qué dejarlo? Podía hacer muchas cosas para tenerlo a su lado, si ese era su propósito inicial.
-¿Quién fuera tan estúpido para dejarte?-Pregunto al iré mirando la escena con calma. Luego pensó en sus palabras. ¿Qué había dicho? Él quería entender su pasado, no pensar en cual estúpido le parecía el maestro del vampiro de cabellos plateados. Después de todo hasta su sangre tenía y no podía creer que no supiera nada.
Horn y Chess estaban hablando con Ferid. Ambas no hacían ningún esfuerzo por ocultar el gran desprecio que tenían por él. Crowley volvió a plantearse la pregunta. ¿Si ellas pudieran ver a través de sus ojos entenderían porque era tan divertido verlas molestas y ver a Ferid sonreír y reír por el simple hecho de hacerlas enfadar? Reír era un gusto que pocas veces se daban.
- ¡Crowley-sama!-escuchó decir a Chess-. ¿Es necesario que vaya? ¿Por qué siempre se marcha con él sin decirnos nada?
-Es porque soy su favorito-Respondió Ferid-. Es obvio. Yo siempre he estado primero. Pero no te preocupes, ya volverá para pasar su tiempo con ustedes.
-¿Eso es cierto, Crowley-sama?-Dijo esta vez Horn.
Entonces notó que en realidad no estaba llevando el hilo de lo que sucedía y solo paso mirando todo con la mente lejos de ese lugar. Algo que se estaba volviendo muy común.
-Sí.
La mirada de todos sobre él lo obligo a ordenar sus ideas.
-Siempre que él esté feliz y no las moleste mucho, supongo que no importa realmente-habló de nuevo. El ambiente por alguna razón ya no era nada cómodo.
Y por ese tiempo de consecuencias es que no le gustaba estar con esos tres en una misma habitación. Siempre terminaba en el medio de algo que no lograba entender. No podía dividirse cada vez que a alguno no le gustaba que estuviera con el otro.
Decidió que era mejor marcharse a cualquiera que fuese el lugar que Ferid quería antes de que la situación empeorara. Se acercó al vampiro y en silencio se posicionó delante de él. Los ojos rojos ajenos lo seguían a cada paso, inspeccionando. Por alguna razón, cuando se miraron a los ojos desapareció de inmediato en contacto visual.
¿Ferid había esquivado la mirada? Eso no era posible.
Se quedó estático, observándolo atentamente. Muy en el fondo deseando que hiciera algo inusual o inesperado como siempre. Como si ansias se estuvieran formando de una forma tan improvista que era casi asfixiante, un sentimiento demasiado humano. Algo en su cabeza se activo, encajando esa sensación como peligrosa para su propio bienestar. ¿Acaso se estaba volviendo loco después de vivir tantos años como vampiro?
Sus pensamientos fueron cortados nuevamente cuando escuchó algo suave. Algo alegre y melodioso que llamó su atención más que cualquier otro sonido en el lugar o fuera de él. Aquel vampiro rió de una manera que lo confundió, no era una malvada, tampoco una socarrona. Era como si se burlara sutilmente, alegremente.
-Vayámonos-farfulló para evitar quedarse más tiempo como una escultura piedra.
Una vez que estuvieron lo más lejos posible para evitar que alguien escuchara, habló.
-¿Qué quieres hacer ahora?
-Nada, realmente...
Crowley hizo una mueca.
- ¿Y entonces solo viniste para molestar a Chess y Horn?
- Estaba aburrido, así que vine a verte. Pero si puedo molestarlas de paso, también tomo la oportunidad.
Quiso decir algo, pero no pudo. De nuevo esa risa y esa mirada como si estuviera recordando algo que ignoraba por completo. Su enojo y hasta el más leve malestar se esfumaron por completo. No le gustaba que ellos tres pelearan, para nada... pero también era cierto lo que había dicho.
Si él estaba feliz, más aún, si él podía reír de esa manera... Entonces no importaba que hiciera.