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800 años por KiriOasis

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- ¿Te enamoraste alguna vez siendo un humano?

La pregunta sonó de forma espontánea en el silencio cómodo que había. Los ojos carmesí se posaron en su persona con un gran gesto de sorpresa. Aquella incógnita fue muy repentina, tanto para Ferid quien había recibido la pregunta como para el mismo Crowley.

No era que no lo hubiera tenido en mente antes. La cuestión era que había dicho la pregunta en voz alta.

- ¿A qué viene esa pregunta? -Cuestionó Ferid con un tono y expresión neutral.

-Es sólo una pregunta que ha pasado por mi cabeza últimamente-se sinceró en vista de que la conversación ya había comenzado y no podía borrar sus palabras.

Recibió una mueca como respuesta. Con ello entendió que tal vez había entrado a terrenos peligrosos en cuanto a preguntas íntimas de refería. Ferid no era de aquellos que les gustara ojear su pasado con otras personas.

Él tenía su propio historia. No siempre había sido un vampiro que disfrutaba ver a los demás en la desesperación. Él debió tener en su tiempo una casa, un hogar, una familia y seres cercanos. Y al igual que todos los vampiros, un día se le había sido arrebatado todo por un simple capricho que resultó en aquella actitud. Nadie podía amar al vampiro que decidió pasar una maldición por el simple hecho de haber creído encontrar un amigo o haberse enamorado de un humano. A veces el resultado no era el esperado, no era tan hermoso, romántico o poético como sonaba, simplemente era cruel.

-No tiene sentido pensar en eso-fue la respuesta que obtuvo Crowley. Con un Ferid muy serio cuyos ojos miraban al cielo delatando que en su cabeza llegaron recuerdos que no eran agradables.

- ¿Debo suponer que eso es una afirmación?

-No supongas nada. Es más, no se te ocurra preguntar nada como eso-dijo Ferid, su voz sonaba irritado aún cuando intentó controlar su repentino fastidio al pensar en dar una respuesta.

Crowley permaneció callado. Había hecho más preguntas de las que Ferid estaba acostumbrado a tratar. De verdad quería saber sobre su pasado. En lo que tuvo que pasar hasta convertirse en lo que era en ese momento. Todo lo que había sufrido sólo desde que su maestro lo condenó a ser una criatura inmortal para después abandonarlo a su suerte.

-Sé que es lo que pasa por tu cabeza aún si no lo dices-habló Ferid después de varios minutos-. Piensas en lo que nunca te he contado y reflexionas de lo poco que sabes porque lo has deducido.

- ¿Y eso te ha incomodado?

-No debes saber eso-respondió. Esta vez su voz no sonaba molesta, había regresado a ser neutra.

-A veces siento curiosidad de eso. Aunque debo admitir que no puedo imaginarte a ti siendo amoroso con alguien-dijo Crowley antes de mirarlo con una suave sonrisa, intentando calmar el ambiente.

-No lo dudo-respondió el vampiro de cabellos plateados-. Creo que nadie puede hacerlo.

Crowley siguió observandolo. Sus ojos privilegiados le permitían verlo a la perfección incluso cuando era de noche y ninguna luz estaba cerca. Ni la de un foco o vela, mucho menos la del sol. 

Esa era una de esas noches tranquilas. Aquellas despejadas y frescas en las cuales había mucho viento. Con cada lugar más desierto que el anterior en la distancia. Casi y le recordaba a aquellas noches en las cuales viajó con Ferid en sus años bajo las enseñanzas del mismo. A pesar de haber sido hace muchos años no se sentía tan lejano.

- ¿De todas formas de que te sirve saber todo eso?

-No lo sé.

Aquella repuesta era una fracción de la verdad. Esa respuesta la quería para sentir paz.

-Cuando un humano pasa a ser vampiro se queda el sentimiento que haya tenido con una persona, si es lo suficientemente fuerte. Eso es algo que debes saber, porque se mantiene mucho tiempo-habló Ferid antes de sonreír-. Después de todo por eso me seguiste, ¿no? Porque me odiabas tanto que lograbas recordarme debido a aquel odio.

Crowley hizo una mueca. Pasó cincuenta años detrás de él para terminar por olvidar si quiera porque iba tras él. Al final incluso eso había sido un sentimiento efímero. Y quería pensar que eso sucedía con cualquier otro sentimiento.

-A veces es tanto ese sentimiento. Que termina durando demasiado tiempo-dijo Ferid y mente divagaba en otro lado.

Afirmó con la cabeza. Se sintió repentinamente como un muchacho humano al cual le faltaban palabras para poder describir que sucedía con él. Incluso también para tener una conversación decente como el adulto que se suponía era.

-Incluso después de tanto tiempo. Todos los vampiros terminan desarrollando un gran odio a aquel que lo convirtió en un vampiro. Siempre quieren eliminarlo porque odian en aquello en lo que los convirtieron.

Miró curioso a Ferid. Entendía a donde a estaba dirigiendo el tema.

-Y entiendo muy bien si me odias. Yo fui quien te convirtió en un vampiro porque era mi deseo. Y busqué una manera en la cual tú me buscaras sin importar cual fuera el resultado. Tal vez no soy tan diferente a mi maestro... Al final soy sólo otro maldito vampiro.

La visión de Ferid le apareció confusa. Lucía muy tranquilo diciendo eso, como si estuviera hablando de algo natural, incluso hasta mantenia una ligera sonrisa. Pero no le gustó que lo dijera de esa forma. Creyó que a él le dolía muy en el fondo estar en el mismo nivel que su maestro. Porque lo odiaba y había terminado por hacer algo parecido, pero no igual.

Se movió para mirarlo y lo tomó de los hombros un poco brusco. Logrando recostarlo en el tejado del lugar en el que se encontraban. Buscó por instinto sus ojos y un suspiro salió de sus labios al verlo muy atento a él.

-No se te ocurra compararte con él nunca más-dijo con un gesto serio, sorprendiendo a su interlocutor, ver al pelirrojo con un gesto tan afilado hacia él era nuevo-. No eres igual. Él te abandonó, tú pensaste como hacerme un igual y te quedaste a mi lado, aún sabiendo que yo podría odiarte para siempre.

Se miraron a los ojos varios segundos. Cada uno con sus propias preguntas.

- ¿Cómo podría odiarte? -Habló despacio Crowley. Incluso en un tono bajo que estuvo cercano al susurro.

Con el silencio se sintió seguro de moverse sutilmente. Apoyó sus brazos a los lados del delgado cuerpo y acercó sus labios sin tocar los contrarios.

-¿Me dirás si hubo alguien alguna vez?

-Nadie de quien debas preocuparte-habló y la sensación de estar cerca lo estremeció. Casi no creía que siendo vampiro aún tuviera la capacidad de sentir algo parecido.

Acortó la distancia entre ellos. Besando muy despacio aquellos labios frios. Luego una caricia suave en su mejilla y deseó que ese sentimiento de paz durara eternamente.

- ¿Y si me preocupa? -Preguntó dejando que su frente reposara a un lado de la cabellera plateada.

- ¿Quieres que te diga si sentí amor antes de ser un vampiro? ¿Qué amé a alguien hasta el día de hoy? Si es así, puedo decírtelo.

Negó con la cabeza. Su mente se llenó de diferentes ideas y la paz fue reemplazada con amargura. Se movió con brusquedad, buscando un espacio en aquel blanco cuello de su acompañante.

Sintió la piel antes de morder con suavidad, sin intenciones de hacer que la sangre se virtiera. Lo justo para escuchar un quejido que lo animara. Decidió hundir sus dientes para abrir la piel. El sabor llenó su boca y escuchó un jadeo que le provocó una agradable corriente eléctrica en su espalda.

Con calma bebió un poco. Aquella mezcla de sensaciones lo había perturbado. Desde unas cálidas y reconfortantes a unas molestas y toscas. Se separó un poco y lamio los restos de sangre, permitiendo que la herida se cerrara. Sin entender bien el motivo siguió un poco más, pasando de la herida y recorriendo un poco más de la blanca piel.

-No quiero escuchar eso... jamás.

Escuchó una ligera risa proveniente del peli-plateado.

-No iba a decir nada desde un principio-habló-, porque en realidad no hay nada parecido a eso en mi pasado.

Sonrió, con mucho alivio cuando lo escuchó directamente. Ya no necesitaba ninguna suposición o pensamiento. Aquel peso e irritación se marcharon junto con esas palabras.

Se separó y lo miró nuevamente. Ferid tenía una sonrisa de satisfacción y un poco malvada, tal vez porque provocó esa reacción en él. Crowley tuvo miedo de ponerle un nombre a eso, porque sabía que si tenía que ser nombrado de alguna manera eran celos.

Y mientras él sufría aquel demonio de cabello blanco le sonreía y acariciaba su rostro para atraerlo hacia sus labios nuevamente.

No quería admitir que eran celos. Porque si la sensación de disgusto que sentía eran celos, eso significaba que lo que debía sentir... era amor.

 

Notas finales:

Creo que para esta parte me he sentido especialmente inspirada. Me pareció que tenía que enfocar un poco más el punto de vista que he propuesto aquí.

 

Gracias por leer uwu


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