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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

Buenas noches chicas hermosas, perdonen que haya demorado, ahora si estoy desquitando mi sueldo hahahaha, chiste local. 

Pero es en serio, tengo trabajo a morir, probablemente todo este mes dormiré hasta las tres de la mañana, asi que... Les traigo un pequeño regalito. No se preocupen, actualizaré pero tal vez suba capitulos por la noche, hahahha y prometo contestar todos sus comentarios mis niñas, ninguna se va sin alguna palabra mía, promesa.

 

Sin más.

A leer.

 

Indolente

[1]

 

Naruto sonríe abiertamente, en sus retinas queda grabada aquella imagen que jura nunca podrá olvidar. Es hermoso, quiere tocarlo pero Sasuke le advierte de los peligros, así que se limita a admirarlo a una precaria distancia. Jamás vio uno igual, tan sólo en sueños y los imaginaba cuando su nodriza le contaba cuentos o leyendas acerca de esos seres.

 

—Es precioso. —musita en tono cándido.

—Lo sé, es un ejemplar maravilloso. —Sasuke le regala una bonita sonrisa, la más brillante y vivaz de todas las que le ha visto en el tiempo que llevan de casados, que es poco realmente.

— ¿Cómo sabias que se encontraban aquí? —Naruto le cuestiona, aun anonadado por la imponente presencia de Kyubi, una cría de zorro, el legendario y bestial zorro de nueve colas.

 

Su cuerpo es menudo, de pelaje castaño rojizo, apenas tiene dos colas, bebe del manantial con suma precaución. Naruto tiene inmensas ganas de estrujarlo entre sus brazos. Pero Sasuke le advierte que eso no sólo podría ahuyentar al pequeño animal, sino que podría ser atacado por otras criaturas del bosque.

 

—Los zorros de nueve colas son criaturas extrañas, pensé que no existían, mi padre me dijo alguna vez que el ultimo murió hace miles de años en tus tierras. —susurra en voz baja el Uchiha. Naruto asiente.

— ¿Y no es peligroso que esté solo?

—No lo creo, saben defenderse, y tal vez no esté tan solo como crees, quizá pertenece a una pequeña manada. —eso quiere pensar Sasuke, porque a pesar de su temperamento frio, tiene una enorme debilidad por los animales.

 

 

Después de un rato de admirarlo, ambos partieron de vuelta al castillo, Sasuke tenía asuntos que resolver con Minato. Pero Naruto estaba feliz, su sonrisa de dientes blanquísimos lo demostraba, esa mañana su esposo lo había esperado afuera del comedor para llevarlo a un lugar que recién había descubierto. Y si bien, su sorpresa fue enorme al descubrir aquel manantial de aguas dulces en una zona plagada de bosquejo sinople, no fue tan mayúscula como cuando vio aparecer al pequeño animalito para beber agua.

 

Durante el trayecto a casa, Naruto no paraba de hablar sobre lo hermoso que le pareció el zorro y lo lindo que sería tenerlo bajo su resguardo, Sasuke bufa pero sonríe, debe admitir que su esposo le alegra los días. Iba descubriendo de Naruto muchas cualidades, las que nunca vio en otra persona. Naruto era todo lo que cualquier hombre querría, la felicidad matinal, una sonrisa en medio del invierno.

 

Pensar en él constantemente confirmaba en su interior aquel sentimiento que iba floreciendo, que Naruto regaba con sus risas, sus mohines y su dulce aroma a nuez, cereza, chocolate, azúcar.

 

—Gracias por traerme, Sasuke. —Naruto deposita un casto beso en sus labios.

 

Él intenta contenerse, porque ese beso ha despertado sin querer, una libido anhelante que desea llevarlo a su lecho y amarlo furiosamente, como aquella tarde junto al lago, donde le hizo el amor frenéticamente hasta saciarse del principito.

 

Empero, tiene que hacer un máximo esfuerzo, porque Minato lo requiere en esos momentos, pero si por él fuera, Naruto yacería bajo su cuerpo y con las piernas abiertas gritándole por más.

 

 

 

 

[2]

 

Itachi mira el cuenco de sopa, desinteresado. Las mozas le llevan pan y agua de jengibre pero él no tiene sed ni hambre, su inapetencia es palpable para la persona frente a él.

 

—Tienes muchas bolas para estar aquí y el rey demasiada consideración para no tener tu cabeza en su sala de trofeos. —Sai tampoco tiene apetito.

 

Le parece una situación hilarante tener a su primo con el semblante tranquilo y la mirada perdida después de todo lo que su huida provocó. Ahora entendía cuando Minato le pidió con urgencia que fuese a la cabaña en los bosques más allá de las puertas del Fuego, ahí donde sólo hombres valientes se atrevían a adentrarse armados con espadas y bendecidos por la Diosa de la Luna.

 

—Deberías de estar feliz de verme, idiota malagradecido. —dice Itachi con su acento raspón.

 

Sai se echa a reír, burlón.

 

—Creo que el malagradecido aquí; eres tú. Al menos yo no hui con el primo de mi prometido el día de mi boda. —contrataca venenoso. El Uchiha le sonríe de lado.

— ¿Y crees que lo que tu pienses socavará mi determinación por recuperar a mi prometido?

—Espero que sí, sería lo más sesudo si te pones a pensar en las consecuencias de tus actos.

 

El Shimura sorbe de su tarro de cerveza, mira a su primo por debajo de las pestañas, pensativo.

 

—Nadie quiere que te acerques a Naruto, déjalo ser feliz con Sasuke, tú tienes a Deidara. —la sonrisa de Itachi se desvanece en cuanto la mención de su hermano llega a sus oídos.

—Él no será feliz aquí, Sasuke es un hombre de mar, acostumbrado a la vida de mujeres y placer. Aquí se hartará de sus costumbres y luego partirá en busca de aventura.

 

Itachi quiere creer firmemente en lo que dice, y Sai a pesar de conocer a ambos hermanos, apostaría todo su oro y plata por el menor de los Uchiha.

 

Sasuke estaba cambiando, y si no se notaba demasiado, a grandes rasgos ya era un buen tramo recorrido. Nunca conoció a alguien que lograra tanto en poco tiempo. Y eso se debía a la influencia de Naruto en Sasuke.

 

—Sasuke es feliz con Naruto, aunque no lo creas, a él le gusta estar junto a su creador. Y quizá tú no lograrías alcanzar dicha felicidad si te hubieses casado con él.

 

Al Uchiha le dan unas tremendas ganas de golpear el rostro paliducho de su primo y borrarle esa sonrisa idiota.

 

—Entonces si tanto me odias, ¿qué carajos haces aquí? —cuestiona el mayor. Sai juguetea con el contenido de su cuenco, deshaciendo su sonrisa.

—Minato envió una carta a tu padre y tu padre me envió una carta a mí, Madara aún no sabe que estás aquí, de saberlo ya habría venido y te llevaría a rastras con él. Fugaku es un hombre sabio y los dioses saben que Madara enfurecido es peor que cualquier enemigo, así que tu padre me pidió que cuidase de ti. —emplea un tono ácido, Itachi resopla, fastidiado.

 

Antes de poder iniciar una batalla verbal con su primo, el rostro alegre de una de las mozas interrumpe su comida.

 

—El joven Deidara ha llegado de su caza. —anuncia la chica menuda de cabellos blancos y ojos verdes, ninguno de los hombres la mira ni se dirige hacia ella.

 

Deidara apenas pone un pie en el comedor de la cabaña y es recibido por un certero golpe en la mejilla, el cual le hace trastabillar hasta sentarse en un largo banco de madera que afortunadamente amortigua su caída.

 

— ¡Pero qué demonios….! —su mirada azul recae en el hombre frente a él, alto de cuerpo fibroso y mirada hiel.

 

El Uzumaki no conocía a ese tipo y este ya le estaba dando la peor mirada de odio que haya visto nunca.

 

—Eso va de parte del príncipe, Minato me pidió que te lo hiciera llegar. —Sai se acomoda el cinturón con ambas manos. —Con permiso, tengo a una hermosa doncella a la que visitar.

 

Deidara e Itachi se miran entre sí para después dirigir sus globos oculares hacia el Shimura, quien sale de la puerta con una sonrisa abierta.

 

 

[3]

 

Gaara da un mandoble seco, sus pies se arrastran por el campo de flores, con cuidado baja la cabeza esquivando el golpe. Se hace a un lado cuando la punta de la espada está a punto de tocarle el pecho, con una habilidad majestuosa danza con el viento y de un solo movimiento se posiciona detrás de su oponente, golpea la espalda de su contrario con el largo de la espada y luego de una patada en las nalgas lo envía directo al fango.

 

—Muy lento, Lee.

 

El jovencito de la noble casa Rock se pone de pie tambaleándose por el golpe y el mareo que le provocó incorporarse tan rápido.

 

—Excelente ataque, señor Sabaku. —Lee se deshace del yelmo dejando ver un rostro adolescente, redondo y de cejas pobladas, tan obscuras como el carbón. Gaara lo mira desinteresado.

 

Aceptó una pelea amistosa porque el niñato no dejó de perseguirlo durante todo el establo hasta que se hizo de una oportunidad para demostrar su valía. Lee es torpe, le falta coordinarse y aprender a cargar con una espada real y no una de madera, pero su entusiasmo por aprender es igual de grande que su tozudez.

 

—Cuando aprendas a usar tu escudo y tu espada; búscame. —promete Gaara sacándose el yelmo, sus cabellos despeinados saludan al sol.

 

Lee asiente como un niño pequeño.

 

—Lo haré, mi señor.

—Ahora, piérdete de aquí.

 

El joven pelinegro sale corriendo con la espada en alto, Gaara bufa. Si tropieza podría enterrársela en el cuello. No debería preocuparse por ese chico, es un torpe por naturaleza.

 

Gaara se dispone a seguir su camino al castillo Namikaze pero unos pasos sobre la hojarasca lo interrumpen. El aroma del viento es diferente, no es fresco ni menta, es almizclado, agrio y dulce a su vez. Huele a granos de café y a melocotón.

— ¿Qué haces aquí, Uchiha? —Sasuke deja su escondite detrás de un cedro para presentarse gallardo y apuesto ante los ojos aburridos del Sabaku.

—Vine a entrenar. —dice despreocupado. Gaara levanta la ceja derecha, incrédulo.

— ¿Era eso o me espiabas?

— ¿Yo? —Sasuke se rie sardónico. — ¿Para qué espiar? ¿Crees que una de tus técnicas me interesa?

 

Y su sarcasmo es mal recibido por el sensible príncipe de Sunagakure.

 

—No me sorprende esa respuesta viniendo de ti. Aun no comprendo como el rey Minato pudo casar a su hermoso hijo con alguien como tú.

 

Las palabras usadas por Gaara no buscaban herir concienzudamente pero lograron su objetivo. Sasuke aprieta los labios con fuerza y sus facciones se forjan en un aspecto completamente serio.

 

—Eres un mal perdedor, Sabaku.

—Conozco a Naruto mejor que tú, sé que le agrada y qué no, nuestras familias mantienen un lazo amical desde hace siglos. Y tu; lo echaste todo a perder. —Gaara le dirige una mirada cargada de odio, Sasuke, que es inmune a ese tipo de gestos, sólo chasquea la lengua.

—Es mío ahora.

—No es tu propiedad, Uchiha. —Gaara pasa a su lado golpeando hombro con hombro.

 

Sasuke cierra sus puños, y antes de que el Sabaku saliera de ahí victorioso, lo toma del antebrazo izquierdo con demasiada fuerza.

 

—Naruto es un Uchiha, mi propiedad, está marcado por mí, no intentes acercarte con otras intenciones o te haré pedazos. En el mar, los piratas aprendemos muchas cosas, puedo demostrarte que barbaries aprendí y ejercerlas sobre tu cuerpo, te aseguro que gritarás piedad.

 

Gaara traga saliva, por dentro todas sus terminaciones nerviosas se rompen y sus piernas tiemblan, por fuera su semblante sereno no da cabida a cualquier grosería aunque está venga del peor de los Uchiha.

 

La leyenda de Madara era nada a comparación de las cosas terribles que Sasuke hizo durante sus viajes, y eso lo sabía de sobra, porque los historiadores escribieron canciones, cuentos, leyendas y anécdotas sobre el bárbaro Sasuke Uchiha. El mismo que le daba una mirada escalofriante y que estaba casado con su dulce amor de infancia.

 

 

[4]

 

Naruto termina de arrancar la última planta que las sacerdotisas le encomendaron traer, esta vez había una plaga extraña en los recién nacidos, no era grave pero para prevenir decidieron crear un raro brebaje que contenía aciano, enebro y eucalipto.

 

El sol estaba en lo más alto del firmamento, señal de lo temprano que era todavía. Confiado, toma el cuenco entre sus amables manos, camina entre la maleza y la hierba crecida, conoce de extremo a extremo el bosque, no es peligroso para él que sabe andar perfectamente por cada recoveco.

 

Pero Naruto en su caminata no prevé la rama sobresaliente de la tierra, poco avispado, tropieza con la misma y comienza a rodar por la tierra arrojando el cuenco que momentos atrás traía en las manos. Lanza un grito sonoro, un lamento de ayuda, y luego todo da vueltas, escucha un crujido que viene de alguna parte de su cuerpo, sigue rodando por la pendiente, hasta precipitarse en la orilla del lago donde hizo el amor con Sasuke.

 

—Oh por todos los dioses, ¿estás bien?

 

Una voz barítono le susurra suavemente, Naruto abre los ojos tratando de visualizar a la persona que le habla con insistencia.

 

— ¿Me escuchas? Dime que sí.

 

Asiente despacito; ve unos ojos negros, y conforme su vista deja de tornarse borrosa identifica una melena azabache, un rostro pálido de facciones dibujadas finamente.

 

Y sólo puede pensar en una persona.

 

—Sasuke…

 

Naruto cae en un abismo obscuro, la inconciencia lo traiciona arrastrándolo hasta sus huestes. Itachi, sorprendido, abre la boca, admirando el bello rostro dormido del que iba a ser su prometido.

 


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