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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

Hola chicas hermosas, lamento haberme demorado en actualizar, ya expliqué que tuve problemas -graves- de salud, y pensé realmente que iba a demorar más tiempo en actualizar pero finalmente me recuperé -no del todo- pero sigo viva hahaha, debo decir que por el momento estoy limitada con el tiempo pero me pondré al corriente poco a poco hehehe, espero que este capitulo les guste, besos y abrazos.

 

A leer.

Cenit

[1]

 

Naruto sentía una enorme tranquilidad apachurrándole el estómago, desde aquella noche apasionada con su esposo, su vida había dado un vuelco vertiginoso que mejoró cada escabroso detalle en su matrimonio, pese a lo rápido que ambos limaron las asperezas, aún quedaban esbozos de intrigas derivadas de la presencia de Itachi. Los Uchiha habían llegado finalmente a las tierras del Fuego pero no podían irse tan pronto, la amenaza de Orochimaru pesaba sobre los hombros de ambos reinos, los Uchiha tenían que estar más unidos que nunca si querían vencer al enemigo. Naruto sabía que Orochimaru era un hombre peligroso y que una guerra se avecinaba pero no quería que Sasuke se involucrara en ella.

 

—Estas muy callado Naruto, ¿qué sucede? —Sasuke ha notado que su esposo no tenía suficiente apetencia como para devorar el delicioso cordero a las brasas con jugo de melocotón, una especialidad digna de la casa Namikaze.

 

El rubio echa un suspiro entrecortado, quiere mencionar los rumores que se han esparcido por el castillo pero no pretende incomodar a Sasuke a revelarle una verdad latente, prefiere que sea el mismo Uchiha quien abra su corazón a él.

 

Sasuke, sin embargo, se preocupa demasiado por Naruto, tal vez ni el mismo Namikaze lo sabía con certeza o no había notado la manera en la que Sasuke lo miraba o los hábitos que el Uchiha dejó por dedicarse a su matrimonio, que aunque concertado, era deseado por el azabache.

 

—Tengo miedo Sasuke, es todo —, el Namikaze abandona los cubiertos, su mirada zafiro se concentra en los obscuros orbes de su marido.

—No debes temer, Orochimaru no es un enemigo que deba atormentarte —dice Sasuke con su voz firme y seguro, Naruto intenta sonreírle pero en cambio una mueca desfigurada se dibuja en sus labios carmesí.

—No quiero perderte justo ahora que hemos arreglado nuestras diferencias.

 

Naruto baja la mirada, Sasuke suelta un prolongado suspiro. Sabía que su rubio consorte ocultaba algo y no le agradaba que sus pensamientos pesimistas ocuparan su cabeza todo el tiempo, tendría que asegurarse de que ninguna moza hablara de más para no asustar a su esposo.

 

—Eso no sucederá.

— ¿Y qué te asegura que no pasara absolutamente nada?

—Porque no sucederá Naruto, ten fe en mí —pide Sasuke con el tono suave y la mirada dulcificada, Naruto se atreve a mirarle nuevamente, sus mejillas adoptan un sonrojo discreto porque las manos del azabache se enlazan con las suyas por encima de la mesa.

 

Es un gesto simple, empero, para los dos significa mucho. Cada uno guarda sentimientos fuertes que se a crecentan a medida que el tiempo pasa, Naruto no sabe exactamente si es amor pero le es difícil imaginarse en un mundo donde Sasuke no este.

 

El momento de absoluta confianza se rompe cuando un intruso se hace presente. Y ese intruso lleva consigo la sombra del enemigo a cuestas.

 

Sasuke se pone de pie inmediatamente, Naruto deja de sentir el calor de su esposo invadiéndole. Se estremece de pies a cabeza como un gato asustado.

 

Itachi mira a la pareja con un grado de altivez que no es desapercibido para los amantes. Sasuke se interpone entre su hermano mayor y Naruto, su joven creador. Es suyo, Itachi debe de entenderlo, tiene que soportar su presencia porque están frente a una guerra y necesitan de todos los Uchiha como les sea posible pero no por ello dejara solo a su esposo, no otra vez.

 

— ¿Qué sucede hermanito? ¿Estas asustado acaso? —Itachi sonríe burlonamente, Naruto se mantiene sentado mirando fijamente al hombre que le dejó en el altar sin medir las consecuencias de sus actos.

— ¡Largo de aquí! —Sasuke da un paso hacia adelante, amenazante. Itachi no se inmuta, por el contrario, sus ojos negros se dirigen a su objetivo; Naruto.

 

Ya habían pasado un par de días sin noticias de su rubio. Deidara había desaparecido esos días sólo para enterarse que un grupo de sicarios que trabajaban por dinero lo tenían en su poder. Los Akatsuki se disculparon con la reina cuando se enteraron que Deidara no era un aldeano cualquiera, mucho menos un soplón, pero no lo dejaron ir. Tsunade le dio una oportunidad para enmendar su error sirviéndoles como carne de cañón, si se unía a los Akatsuki como un mercenario, probablemente sería perdonado por la Corona y Deidara no dudó en aceptar porque realmente quería redimirse.

 

Itachi pensaba que eso era realmente estúpido, pero una buena idea, si quería llegar a Naruto tenía que pretender que había dejado de ser el hombre egoísta que lo dejó abandonado en el altar y demostrar su valía como guerrero, eso encandilaría al rubio.

 

—Lamento decirte que eso no es posible, padre me ha enviado por ti y no me iré hasta que me acompañes —. Sasuke rechina los dientes, echa una mirada por encima del hombro dirigida a su esposo.

—Naruto, no demoraré mucho, por favor no salgas del castillo a menos que sea acompañado de Ino, ¿puedes prometérmelo?

 

Naruto se incorpora lentamente, sus suaves manos acarician los hombros tensos de su esposo, al instante Sasuke consigue relajarse, Itachi frunce el ceño, aprieta puños y labios.

El Namikaze toma el rostro de Sasuke, alzándose en puntitas para alcanzar el rostro del Uchiha: deposita un beso sincero en la comisura de esos labios miel que adora probar.

 

—Lo prometo —sonríe abiertamente, y Sasuke contiene el aliento.

 

 

[2]

 

La mesa se rodea de personajes importantes, hombres aguerridos que en sus mejores tiempos dirigieron embarcaciones hacia las tierras prometidas, salvajes barbaros que saquearon pueblos y violaron a mujeres y jovencitos hermosos. Otrora solían ser temidos por sus proezas, pero ninguno de ellos era rey y querían serlo a toda costa, Orochimaru les había prometido eso y más, cada uno obtendría un pedazo de tierra en la cual regirían y una mujer o creador que les daría descendencia. Hanzo era el más dispuesto a seguir ordenes si con ello obtenía lo que quería.

 

—Los Uchiha y otros pueblillos se han unido a los Namikaze —, Kabuto pasa saliva secamente.

 

El habitáculo huele a leña quemada y hierbas, el calor que mana de la chimenea caldea cada gélido recoveco.

 

—Eso no es importante, tenemos vasallos dispuestos a morir y guerreros fuertes, los Uchiha ya no son lo que presumían, con Madara viejo y Fugaku al mando, no hay oportunidad para que venzan, imposible sin dudarlo —. Hanzo dictamina, azota el tarro de cerveza de miel y sonríe, unos dientes amarillos se asoman bajo unos labios amoratados por el frio.

—Debemos atacar pronto, si los tomamos con la retaguardia baja; caerán. Y cayendo el reino de Fuego, los demás serán como aplastar un puñado de rosas —, interviene Kimimaro, un joven noble del reino de las Olas, ambicioso y antipático.

Quería desmitificar el reino de Fuego, y hacerse del control de Kanto.

 

—Me parece que tienen puntos interesantes —proclamara Orochimaru, interesado —. Pero ninguno se ha dado cuenta de lo imprudente de sus planes.

— ¿Tienes una mejor idea? —Hanzo le mira enfadado.

—Esperar la luna de cuarto menguante, eso sucederá en unos días, prepararemos todos para entonces, recuerden las tradiciones del reino de Fuego, estarán vulnerables y listos para ser atacados.

 

Quizá Orochimaru no era un guerrero avezado pero si buen estratega y su plan resultaba perfecto para la ocasión. El reino de Fuego estaría en un enorme festín en honor a la Diosa de la Luna y ellos tendrían la vía para poder pasar desapercibidos con sus navíos.

 

—Mi señor tiene razón, todos los Uchiha y Namikaze estarán reunidos en la celebración, no se percataran del error que cometerán.

—Sí, es cierto, seamos prudentes y pacientes, atacaremos en la Luna del Cuarto Menguante.

 

 

 

[3]

 

—Ya lo dije mi señor, no estoy interesada en contraer matrimonio.

 

Ino se sonroja ligeramente, Sai camina a su lado con su cesto de manzanas en la derecha, su caballerosidad es un gesto poco probable en un hombre como él, sin embargo, Sai pretendía la mano de la hermosa rubia y estaba seguro de que la conseguiría si insistía en ello. Ino era la mujer perfecta para él, si tan solo la Yamanaka lo notara.

 

—Oh mi señora, pronto estaremos en guerra y quiero comprometerme antes de tomar las armas —el rostro de Ino palidece de miedo, lleva una mano a su pecho a la altura del corazón que late frenéticamente.

 

La franqueza de Sai era innecesaria en esos momentos.

 

—Lo lamento, no debí decirlo así.

—No, no, hizo lo correcto. He estado viviendo en una fantasía, escuché de un levantamiento y tengo miedo de que ataquen a Konohagakure, no quiero que eso suceda.

 

Los preciosos ojos de cielo se nublan de lágrimas, Sai acaricia el mentón de la rubia, Ino le gusta demasiado como para soportar su autoimpuesto celibato.

 

—Prometo no sucederá, yo la protegeré —. Afirma con su voz rasposa, Ino esboza una sonrisa tímida, los ojos obscuros de cuervo la intimidan.

—No quiero ser una molestia pedirle protección a mi pueblo.

—No lo es en absoluto, Konohagakure se convertirá en mi lugar de residencia luego de que nos casemos.

 

Ino muerde su labio inferior, Sai tenía el atrevimiento de mencionarlo con total seguridad y aunque quisiera negarse a aceptarlo, lo cierto era que estaba cayendo por el Shimura.

 

 

[4]

 

Deidara toca la puerta suavemente, traga saliva ante la conmoción que anega su corazón. Escucha el cerrojo ceder y la madera crujir, la portezuela se abre pesadamente y detrás de ella una escasa luz ilumina su rostro ligeramente bronceado. Entrenar bajo un candente sol ensombrecía su palidez.

 

Naruto abre la boca saboreando la sorpresa al encontrarse a su primo frente a él. Hay una mirada arrepentida y una profunda pena albergando la faz del rubio mayor.

 

—Por favor, no me cierres la puerta —. Deidara pone las manos en alto. Naruto aspira aire fuertemente, no quiere escucharlo pero tampoco quiere ser grosero.

 

Deidara es su sangre después de todo, y crecieron juntos, aun no puede creer que su descaro los haya alejado. Naruto no tiene idea de lo duro que ha sido para Deidara armar una disculpa sincera, no había tenido la oportunidad de disculparse debidamente. Tsunade no le permitía acercarse al castillo y pensar en los aposentos de Naruto era imposible.

 

— ¿A qué has venido? —Naruto demanda, está totalmente serio y sus ojos azules lo miran con un brillo de orgullo que antes no había visto.

 

El matrimonio con Sasuke lo había cambiado mucho y estaba contento por ello, aunque su primo no se lo mencionara, se veía feliz. Deidara se amarga brevemente cuando Itachi llega a su cabeza, seguramente no habría tenido la capacidad de brindarle felicidad a Naruto como Sasuke lo hacía.

 

—A disculparme, por supuesto.

—Tal vez es un poco tarde para ello, Deidara.

 

Naruto no solía decirse con ese desprecio hacia el mayor, el temblor en sus labios lo debilita frente a la seguridad que mana del Namikaze.

 

—Por favor, sólo escúchame, es lo único que te pido —Naruto no puede ignorar el tono suplicante, Deidara parece agotado.

 

El príncipe creador accede de mala gana, se hace a un lado, Deidara pasa a su lado dejando un suave aroma a sol y azúcar.

 

Deidara le explica a Naruto como sucedió su romance ilícito con Itachi, al principio, Naruto no puede evitar apretar los labios conforme Deidara narra los episodios sexuales en los que se vio inmerso junto al que fue su prometido. Sin embargo, Naruto advierte el cambio en Itachi cuando obtuvo todo lo que quiso de Deidara. Finalmente, la redención de Deidara llega con un lo siento sincero, desde lo más hondo de su corazón.

 

Naruto suelta todo el aire que había contenido. No podía continuar así, guardándole rencor a Deidara era desgastante y ya había pasado, ahora tenía a Sasuke y el Uchiha había demostrado que si le importaba, no podía exigir más.

 

—Te perdono, Deidara —, Naruto se acerca a su primo, Deidara es unos centímetros más pequeño pero no es impedimento para que el príncipe lo envuelva en un reconfortante abrazo.

 


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