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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

El capitulo final de la temporada y entramos a la recta final con la tercera -valga la redundancia- gracias por su apoyo y cariño, respondere sus comentarios al tiro.

 

A leer. 

Inmolación

[1]

 

Naruto había tratado de detenerlo, pero las convicciones de Sasuke eran más fuertes que sus sentimientos, al menos por ahora. El pueblo donde había nacido su esposo se encontraba en el fragor de una guerra que amenazaba cientos de vidas inocentes. Los intereses de Orochimaru no se quedaron en palabras peyorativas, realmente quería los reinos para sí y unificarlos en donde él sería el único monarca aceptable.

 

—Sasuke, por favor no vayas. —La voz de Naruto se rompe con la angustia que inunda cada recoveco de sus aposentos. El Uchiha está calzándose las botas y enfundando la espada.

—Naruto nuestra gente nos necesita. Allá afuera hay cientos de barcos repletos de piratas dispuestos a matar a cuanto inocente se cruce en su camino.

 

El menor toma las manos de su esposo, Sasuke clava sus ojos negros en el cuerpo tembloroso del príncipe Namikaze. No quería dejar a Naruto, empero, su deber lo llamaba. Los Akatsuki estaban peleando con todo y los soldados de sus aliados podían contener apenas un tercio de los enemigos que se apostillaban a las afueras de la capital.

 

—Naruto, basta. No puedo ¿entiendes?, es tu gente y la mía la que está debatiéndose el pellejo por el bienestar del reino. Por favor, ve con Ino, resguárdense con las demás soberanas de la corte y tu abuela. —Sasuke sostiene el rostro ahora pálido de Naruto.

— ¿Me prometes que vas a volver? —la pregunta nubla los fatalistas pensamientos del Uchiha.

 

No quería hacer promesas que quizá no iba a cumplir. Salir vivo de una situación donde se vería comprometido hasta los huesos no le daba la suficiente confianza como para apalabrarse frente a su esposo.

 

—Haré todo cuanto éste en mis manos —esa respuesta ni siquiera tranquilizó al rubio.

 

Naruto se aferra a su esposo con tanta fuerza como si quisiera fundirse con él.

 

—Te estaré esperando.

 

Sasuke cierra los ojos, se permite acaricia los rubios cabellos de su cónyuge. Necesita llevarse algo de Naruto para cuando este en el campo de batalla.

 

 

[2]

 

— ¡Fuego! —un grito ensordecedor apaga por momentos los clamores del viento lacerante que corta las respiraciones de los soldados más avezados.

 

Una explosión termina por hacer sucumbir el gran portón de madera que protege a toda una ciudad. Los niños y las mujeres corren cuesta arriba donde podrán encontrar un lugar donde guarecerse mientras la llovizna de fuego y sangre se termina.

 

Itachi blande su espada contra uno de sus tantos enemigos. Un golpe certero en el corazón y el hombre cae muerto con destellos escarlatas resbalándole de las comisuras de los labios. El Uchiha mayor sacude la hoja de su espada; docenas de gotas pigmentan la tierra de Konoha.

 

— ¡Itachi, por aquí! —la voz de Sasuke lo atrapa furiosamente.

Sasuke está a metros de distancia de donde se encuentra Itachi: bañado en sangre y con la armadura rota. Pero sigue de pie, con la espada entre las manos y la determinación brillando en sus ojos avispados.

 

— ¡Qué haces aquí! —duele la garganta, y también una parte de su corazón. Sasuke no debería de estar ahí. No en donde la muerte y el dolor predominan la noche sino donde Naruto se encuentra.

 

El menor intenta acercarse a Itachi pero un hombre corpulento intercepta su camino.

 

— ¿A dónde crees que vas, niño bonito? —el sujeto es más alto que Sasuke y el doble de fuerte. Sonríe, unos dientes amarillos surcan las penumbras.

—Uhm —, Sasuke rodea al enemigo con una facilidad abrumadora. El pirata abre los ojos como platos y de su boca sale un ligero gemido.

 

Hilos de sangre y saliva escurren de sus labios, cae de rodillas. Su mirada obscura viaja hacia su estómago, la punta de una espada sobresale de la piel para luego desaparecer.

 

—Muy lento —dice Sasuke, sonriente.

 

Itachi exhala un suspiro de puro alivio. Esa noche Sasuke no morirá, por lo menos.

 

 

[3]

 

— ¿Naruto? ¿Qué haces todavía aquí? Hay que movernos —urge Ino con la voz entrecortada, sus ojos hinchados y la nariz roja son la evidencia de un prematuro llanto.

 

Ella se había encargado de llevar a todas las cortesanas y jóvenes cortesanos a las galeras disponibles para situaciones como estas, Konoha hundido en una apremiante guerra era lo último que ella imaginó como situación posible para utilizar aquellas bóvedas repletas de granos y comida como para unos cuantos meses. La Reina Madre le cedió la llave mientras ella buscaba al rey. Ino hizo bien su papel pero el miedo era más fuerte que la razón, y hace unos instantes estuvo a punto de darse por vencida, de no ser por Sai que le había besado dulcemente con la promesa de vivir para contraer matrimonio con ella.

 

Naruto era el único que faltaba en las galeras, por un momento sopesó la idea de que su mejor amigo se encontraba entre el gentío que corría enloquecido hacia los bosques. Sasuke la encontró en el camino y le dijo donde se hallaba Naruto.

 

—Ino, no puedo —Naruto temblaba como una hoja en medio de la enorme cama que compartía con Sasuke.

 

No se encontraba en condiciones para caminar, el mareo y las náuseas le impedían moverse con normalidad. La rubia lo toma de las axilas y con una increíble fortaleza lo saca de las sabanas.

 

—Pues tendrás que ayudarme, no podemos quedarnos. Los hombres de Orochimaru están invadiendo la capital y vienen para acá. Si te dejo, morirás y Sasuke jamás me lo perdonaría. Yo tampoco me lo perdonaría.

 

Naruto está jodidamente pálido como la cera, huele a saliva y sudor. Ino le toca la frente para comprobar su temperatura.

 

— ¡Dios mío! Estás hirviendo Naruto.

—Lo sé, no me siento muy bien —. Yamanaka sienta al Namikaze en el piso de madera.

 

Los labios agrietados y los ojos hundidos no son una buena señal.

 

—Lo que me faltaba —se lamenta con un grito ahogado que descarga toda su furia contenida.

—Naruto, Naruto, por favor no te vayas a dormir. Tienes que ayudarme.

 

El príncipe tiene los ojos entrecerrados haciendo acopio de una voluntad que quería abandonarlo. Ino muerde su labio inferior, algo andaba mal. Y no se refería a los gritos de allá afuera, había algo más en Naruto que no terminaba de gustarle.

 

—Naruto, ¿Cuándo fue la última vez que tomaste el té?

 

A toda respuesta recibe un balbuceo.

 

 

[4]

 

Gaara atraviesa la obscuridad en el más absoluto silencio. Las barricadas protegían las murallas del castillo principal donde residía la realeza Namikaze. El sudor y la sangre seca cubren su frente, manos entumidas y verdugones. Una composición extraña de excitación, adrenalina y pánico lo apresan fuertemente. Hay miedo en los rostros de sus soldados pero también un juramento solemne en cada uno de ellos.

 

Los Uchiha estaban inmersos en la batalla de las playas, Madara y Fugaku a los laterales de los castillos protegiendo al pueblo del rey Minato, del que se desconocía su paradero. A Gaara le preocupaba toda la situación en general, mas sus pensamientos se mantienen sobre Naruto como principal objetivo.

 

No podía confiarle la integridad del príncipe a Ino, una mujer enclenque y miedosa que podría resultar muerta en las próximas horas.

 

— ¿Naruto? ¡Naruto! —recorre los pasillos que lo conectan con las habitaciones principales de los cortesanos. No hay rastro alguno de Tsunade, Minato o Naruto.

 

Empieza a preocuparse de verdad, si Orochimaru había obtenido ventaja mientras estaban ocupados venciendo al enemigo allá afuera, quizá tenia a los tres como rehenes. El pelirrojo se detiene en el rellano del segundo piso del castillo principal, lleva sus manos a su cabellera de donde hala sus hebras con la desesperación haciendo mella en él.

 

— ¿Gaara?

 

Deidara aparece frente a sus ojos, su aspecto demacrado son la prueba fidedigna de la catástrofe que los agobia.

 

— ¿Qué haces aquí? —Gaara recompone su postura agazapada. Deidara le sonríe tímidamente.

—Llevé a Ino y a Naruto a las galeras.

 

El rostro de Gaara recupera su color habitual, toma a Deidara de los hombros, el rubio frunce los labios entre confuso y temeroso.

 

—¿Y los Uchiha?

—No lo sé, todos nos separamos y no les he visto desde entonces.

—Bien, llévame con Naruto. —El pedimento de Gaara provoca un áspera sonrisa en Deidara.

—Sígueme.

 

 

[5]

 

Hanzo yace herido en medio del fango cubierto de pedazos de piel joven. Escucha gritos agónicos, gemidos lastimeros y sollozos de los pocos sobrevivientes de su ejército.

Los Uchiha habían repelido su ataque por el frente sin temor alguno, Orochimaru lo abandonó a su suerte junto con Kimimaro y Kabuto en el único barco que habían podido tomar en los muelles.

 

—Así que sigues vivo —la voz dura de Madara corta el silencio como una hoja de cuchillo acerado. Hanzo tose la sangre acumulada en sus pulmones.

 

Se aproxima la muerte, puede sentir sus brazos fríos alrededor de todo su cuerpo. El momento ha llegado, quizá más pronto de lo que esperaba y de la manera más humillante posible. Estaba viejo para pelear, lo supo desde hace tiempo, cuando el médico del pueblo de los Mares le había pronosticado Fiebre de las Rosas*, a partir de ese momento el virus marcó un antes y un después. Aun así se aventuró por última vez a los mares que tanto había amado de adolescente.

 

—Pudiste ser un honorable guerrero —dice Madara, siente pena por el aspecto demacrado de Hanzo, un viejo conocido al que le tomó aprecio por su gallardía.

—Soy un saco de huesos rotos Madara.

—No preguntaré porque —el Uchiha patea el costado derecho de Hanzo. El pirata emite un jadeo de dolor. —Pero no terminó bien para ti.

—Orochimaru sigue vivo, probablemente él me hará justicia —razona Hanzo con una sonrisa ladina en sus labios cuarteados.

 

Madara también sonríe.

 

—Itachi y Sasuke terminarán con esto tan pronto como yo lo haré contigo.

 

La espada desenvainada surca el viento con un sonido sordo. El Uchiha no se podía permitir sentir compasión por un hombre que estuvo a punto de arrebatarle la vida a sus seres queridos. Fugaku estaba en el castillo gravemente herido, y Minato había perdido mucha sangre con la primera explosión, ambas en riesgo. Sólo sus sobrinos podían acabar con esa ignominiosa necedad de poder en Orochimaru.

 

—Y esto fue mejor de lo que merecías. Una muerte rápida, hijo de puta —Madara patea con rudeza la cabeza de Hanzo, la expresión de horror latente en sus mortuorias facciones.

 

 

[6]

 

Sasuke avanza unos cuantos pasos, Itachi delante de él con la espada al aire. Habían despachado a los pocos soldados que quedaban de pie. Los hermanos tenían el deber de matar a Orochimaru, la orden fue clara; ni siquiera un juicio lo pondría a salvo de su cruel destino. Matar a la serpiente y llevar arrestados a los traidores conllevaría a una paz imperecedera como debió ser si no fuese por la absurda ambición de Orochimaru.

 

Afortunadamente actuaron rápido y la mayor parte de la población fue salvaguardada pero sus soldados y los de los Namikaze habían perecido para que no hubiese más vidas que lamentar.

 

— ¿Listo, Sasuke?

 

Orochimaru aprieta los puños, Kimimaro y Kabuto se miran entre sí. Nada de lo planeado resulto efectivo. Perdieron hombres fuertes, barcos y mucho dinero.

 

Kimimaro sin embargo era el más afectado, había invertido en las promesas falsas de un hombre senil con hambre de poder.

 

—Están aquí —proclama con la voz seca. Las manchas rojas atraviesan la tela de su túnica blanca, su largo cabello blanquecino revuelto, y el rostro magullado por los golpes.

 

Kabuto se encarga de revisar las heridas más profundas, por suerte ninguna es de suficiente gravedad como para preocuparse.

 

— ¿Qué? —el rostro de incredulidad de la serpiente es un atisbo de las consecuencias de una guerra contra el reino más fuerte de Kanto.

—Gracias por la bienvenida, Kimimaro —los tres concentran sus miradas en el invitado inesperado.

 

Itachi sonríe siniestro y detrás de él la figura imponente de Sasuke se adentra a la cabina donde se habían mantenido ocultos.

Orochimaru empuja a Kabuto lejos de ellos, una parte de él, la más cobarde sale a flote. El médico y fiel sirviente cae de rodillas ante el Uchiha mayor.

 

—Han perdido el tiempo Itachi, no conseguirás absolutamente nada —sisea Orochimaru, una serpiente herida. Sasuke chasquea la lengua.

—Deja de escudarte en tu gente y afronta las consecuencias como hombre.

 

La serpiente se echa a reír plácidamente dejando atónitos a los presentes.

 

—Colarse en mi barco es lo más estúpido que han hecho.

 

Itachi frunce el ceño. No entiende lo que está sucediendo exactamente, pero al parecer Kabuto si porque inmediatamente aparece una sonrisa de oreja a oreja en sus labios.

 

— ¡Hazlo, Kabuto! —exclama en lengua muerta.

 

 

[7]

 

Naruto corre a la bahía atraído por el sonido mortífero de la reciente explosión. Gaara lo sostiene de la cintura, de no haberlo hecho, el príncipe Namikaze se habría arrojado al agua.

 

— ¡Tranquilízate, Naruto!

 

Pero la voz de su mejor amigo se pierde en su cabeza. Había escuchado por Deidara que tanto Itachi como Sasuke se habían internado en el último barco que zarpaba al Reino de los Mares para emboscar a Orochimaru. Sin embargo, en cuanto la estela de luz surcó el cielo todo dejó de tener sentido para él.

 

— ¡Sasukeeeeeee!

 

 APENDICE

* Fiebre de las Rosas: es un virus que ataca al sistema inmune debilitando al infectado, a largo plazo se desarrollan nauseas, mareos, vertigo, temblores involuntarios, vomito y brote de vergudones por todo el cuerpo. El pronostico de vida no es muy alentador, aproximadamente se estiman 5 a 6 años de vida. 

Se contrae en el Reino de los Mares de donde nace la infeccion. Por el momento no hay cura. 

Notas finales:

Y bien, ¿qué les parecio este triste desenlace?

Si, explotó el barco donde Itachi y Sasuke yacían junto con Orochimaru y secuaces. Asi que... podremos debatirlo en sus comentarios hehehehe, besitos.


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